Juegos inaugurales del Coliseo
Los juegos inaugurales del Coliseo tuvieron lugar en Roma en el año 80, bajo el mandato del emperador romano Tito, para celebrar la finalización de la construcción del Anfiteatro Flavio (del latín: Amphitheatrum Flavium), más tarde conocido como Coliseo. Vespasiano comenzó la construcción del anfiteatro alrededor del año 70, y fue completado por Tito poco después de la muerte de Vespasiano, en el año 79. Después de que el reinado de Tito comenzara con varios meses de desastres, incluyendo la erupción de Monte Vesubio, un incendio en Roma y un brote de peste, el mismo emperador inauguró el edificio con unos juegos pródigos que duraron más de cien días, quizá para intentar apaciguar al público romano y a los dioses.Hay pocas pruebas documentales de la naturaleza de los juegos. Parece que siguieron el formato estándar de los juegos romanos: venationes (juegos con animales) en la sesión de la mañana, seguida de las ejecuciones de criminales alrededor del mediodía y una sesión de tarde reservada para las munera (combates de gladiadores) y la recreación de batallas famosas. Los juegos con animales, en los que participaron criaturas de todos los puntos del Imperio romano, incluían la caza de animales exóticos y peleas entre diferentes especies. Los animales también desempeñaron un papel en algunas noxii (ejecuciones) que fueron organizadas como reconstrucciones de mitos y acontecimientos históricos. Las naumaquias (combates navales) formaban parte de los espectáculos, pero si éstas tenían lugar en el propio anfiteatro o en un lago construido expresamente por César Augusto es un tema de debate entre los historiadores.Sólo han llegado hasta nuestros días los relatos de tres autores contemporáneos o, al menos, cercanos a las fechas de los acontecimientos. Los trabajos de Suetonio y Dion Casio se centran en los grandes acontecimientos, mientras que Marco Valerio Marcial proporciona algunos fragmentos de información sobre juegos puntuales y el único registro detallado de un combate de gladiadores en la arena que ha llegado hasta nuestros días: la lucha entre Vero y Prisco.