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VISIÓN PANORÁMICA DE LA FILOSOFÍA DEL S. XIX.
En la época contemporánea podríamos decir que hay una primera etapa de optimismo y de
confianza en las fuerzas del hombre, en su razón y su libertad, lo que se manifiesta en la filosofía
del Idealismo alemán, que ofrece el reflejo idealista del optimismo con que la sociedad
burguesa naciente sentía sus principales valores, la libertad de la Revolución francesa y la razón
del siglo de la Ilustración, y presenta al hombre como expresión en el mundo de la Razón infinita.
Luego en la parte central del siglo XIX empieza a tomarse conciencia de los graves problemas e
injusticias que se están produciendo en el proletariado; esto se refleja en una filosofía de la
revolución como la de Marx, que quería acabar con el capitalismo e implantar el comunismo, o
en filosofías reformistas, como el positivismo de Comte, que proponía abandonar la religión y la
filosofía, ir a lo científico y organizar científicamente la sociedad, o el liberalismo utilitarista de J.S.
Mill, que luchó por conseguir la felicidad para la mayor cantidad de gente posible, mediante la
educación y el voto de mujeres. Aunque se va dando una mejora de los aspectos económico,
social y político de las masas populares, sin embargo al final de siglo aparece el pensamiento de
Nietzsche que pone en tela de juicio absolutamente todo: la religión, la moral, la ciencia, la
política…
Posiblemente los dos movimientos más importantes, surgidos ambos, en cierto modo, del
rechazo al absolutismo racionalista hegeliano, son el marxismo y el vitalismo.
A lo que, en términos generales, se opone Marx es al idealismo que impregna todo el
pensamiento de Hegel. Un idealismo que se manifiesta en todas las facetas de su filosofía. Marx
va a enfrentarse a Hegel desde un planteamiento materialista.
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Mientras que para Hegel la esencia del hombre es la “autoconcienca”, el “espíritu”, la
“razón”, Marx se opone y piensa que hay que superar esa antigua concepción del hombre
como ser teórico. Nos dirá que el hombre es un ser activo, práctico, siendo su actividad
principal el trabajo. Si hay que hablar de esencias, la esencia del hombre es la laboriosidad,
el trabajo, la producción, a través de la cual se hace a sí mismo, entra en relación con la
naturaleza y con los otros hombres.
Mientras que Hegel entendía la historia como el proceso de conquista de la libertad, pero
una libertad espiritual, la consecución de la autonomía de la razón; Marx requiere que la
historia debe ser el proceso de una liberación real, no sólo en el pensamiento, la cual sólo
se logrará a través del trabajo, pero de un trabajo en el que el hombre no se aliene, sino
que realice su propia esencia.
Mientras que Hegel afirmaba que todo es racional, significando esto que todo concordaba
con la razón, Marx nos va a decir que no, que en absoluto todo lo que hay es justificable
racionalmente. En muchas ocasiones hay situaciones que la razón no puede justificar.
Hegel defendió que la realidad es móvil, que se desenvuelve a lo largo de la historia. En
este punto estarían de acuerdo, aunque señalen condiciones distintas de tal desarrollo.
Para Hegel la realidad era de naturaleza dialéctica. También para Marx. Pero la
contradicción, motor de ese devenir dialéctico no es ideal, sino real. El motor del cambio
de la realidad es la lucha del hombre ante la naturaleza y de unos hombres frente a otros
en el trabajo (lucha de clases).
En coherencia con todo lo anterior, si la filosofía para Hegel es la expresión de modo
sistemático, en conceptos, del desenvolvimiento de la realidad, es decir, la interpretación
teórica de la realidad, en la 11ª tesis contra Feuerbach, Marx dice: “Los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”
(Filosofía de la acción).
Hegel defendía que la dialéctica era el modo apropiado, Marx también defendería esto.
Pero interpretando de modo distinto ese método, quitándole el enfoque idealista que tiene
en Hegel.
Piensa Marx que para no caer en el idealismo que él critica, toda filosofía ha de partir de la
realidad social concreta en que el filósofo vive y piensa. Es esa la premisa fundamental de la
que debe partir toda filosofía.
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La otra corriente es el vitalismo, una corriente filosófica que sitúa en el centro de su reflexión
el fenómeno de la vida. Un movimiento que ha sido caracterizado clásicamente por su
irracionalismo, pero que no renuncia a la razón. Simplemente intenta explicar algo tan confuso,
tan contradictorio, tan poético y miserable, tan bello y doloroso como es la vida. Y para ello la
razón, la razón científica es un instrumento inapropiado. La realidad en su continuo fluir no se
alcanza con los conceptos universales, sino con una intuición más o menos irreal o
supranacional, no se puede alcanzar a menudo con el razonamiento establecido y socialmente
aceptado, sino a través de una intuición personal, muchas veces irracional, producto de una
razón entendida de modo menos restrictivo.
También característico de este movimiento es su pluralismo, ya que la vida es un fenómeno
tan complejo que no se puede interpretar en una sola dirección. Asimismo, es un rasgo
importante lo que se ha dado en llamar actualismo: No existe sino el presente, no hay sino
movimiento, vida, devenir. El futuro es una forma de no ser y, por tanto, hipotecarse al futuro es
una forma de morir.
Es el vitalismo, entonces, un movimiento no sólo de análisis de la vida, sino de exaltación de
la vida en toda su gran amplitud y no sólo de exaltación de la vida, sino de incitación a vivir, a
meternos dentro de esa variedad sin sucumbir a la tentación de quedarnos en una sola parcela
para así poder manejarnos mejor, aún a costa de renunciar a un montón de bellezas, de goces
y de dolores, también, que harían que viviésemos esa vida en total plenitud. (Cfr. F. Savater.
Nietzsche. Barcanova. Barcelona 1982). El representante más importante es Nietzsche.
Ambas corrientes, junto con el positivismo, abren el camino de la filosofía del siglo XX.
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