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LA REVOLUCIÓN FRANCESA
1. INTRODUCCIÓN
Dentro de las múltiples revoluciones y levantamientos que tienen lugar en los últimos años siglo
XVIII, es la francesa de 1789 la fundamental, la Revolución por excelencia, la Gran Revolución. Las razones
son varias: Francia es el Estado más poderoso y el segundo en población del continente; en la Revolución
Francesa participan las masas y es la más radical; pero, ante todo, tiene una dimensión ecuménica: sus
ejércitos y sus ideas extienden por toda Europa, y aún fuera de ella, el germen revolucionario. Supuso la
conquista del poder por la burguesía y el desplazamiento de la aristocracia.
En todo el siglo XIX, y también en el nuestro, para la gran mayoría de los europeos pensar en la
Revolución es imposible, sin pensar en Francia.
Las condiciones para el estallido de la revolución estaban ahí, preparadas por el transcurso de todo el
siglo XVIII. La bonanza económica general de esta centuria había enriquecido y aumentado a una burguesía
privada de derechos políticos que aspiraba a gobernar; la extensión de las "luces" le había dado a este grupo
social un argumento político que se había ido convirtiendo en más crítico y radical, respecto al régimen
existente, desde la segunda mitad del siglo. A ello se añadió un detonante que, en una historiografía muy
amplia y hoy muy discutida, constituía la razón de mayor peso en la revolución: la crisis económica que,
iniciada en el mundo agrario en 1777 se agravaría en 1785, 1786 y 1788, se extendería a una crisis industrial
y a una crisis financiera, culminando con la quiebra del régimen. Esta crisis económica provocó el alza de
precios y la escasez de alimentos que empujaría a los campesinos hambrientos y al elemento popular urbano
a la insurrección.
Los reproches a un gobierno que había establecido en 1786 un tratado comercial con Inglaterra, que
daba ventajas a las manufacturas inglesas, que conservaba los privilegios del estamento noble y del estamento
clerical, que permitía los grandes despilfarros de la nobleza de Corte y del alto clero en torno al palacio de
Versalles, que pretendía realizar una reforma fiscal afectando a estos mismos estamentos, y que actuaba sin
consultar a los Estados Generales eran, pues, unos reproches múltiples: popular, burgués y nobiliario.
2. CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
La revolución surge como explosión de una crisis doble: crisis de la sociedad y crisis de las
instituciones.
En primer lugar aparecen una serie de contradicciones entre los intentos reformistas necesarios para
resolver y mejorar la situación regresiva del conjunto de la nación, y unos grupos sociales reaccionarios
(gremios, Corte y privilegiados), que impedían la aplicación del liberalismo económico y de la reforma
financiera.
Sin olvidar la importancia que tienen los factores ideológicos (la ilustración, el ejemplo de la
revolución americana); demográficos (aumento de la población en una época en que disminuye el empleo y
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empeora la situación de los trabajadores); religiosos (oposición entre el alto clero privilegiado y el bajo clero
"demócrata"), o políticos. El punto de partida para entender el malestar prerrevolucionario será la situación
económica y social.
2.1. Causas sociales
En Francia, como en todos los países de Europa occidental, se produce un aumento demográfico (18
millones en 1715 y 26 en 1789) que se traduce en una presión sobre la economía: aumentaron las
necesidades de alimentos y puestos de trabajo; situación que la agricultura no puede resolver por ser de
subsistencia y por padecer una serie de malas cosechas. Todo ello se traduce en un descontento,
principalmente de los campesinos, hacia el sistema social que les reduce a esa situación de hambre.
2.1.1. Estructura de la sociedad
Es una sociedad estamental, típica del Antiguo Régimen. La nobleza y el clero disfrutaban de todos
los privilegios. Poseían la riqueza y el poder. El Tercer Estado, en el que se integraban burguesía y
campesinos, abarcaba a la inmensa mayoría de la nación.
A) La nobleza.- La nobleza la componían unas 400.000 personas y era dueña de la quinta parte de
las tierras del reino. Percibía de los campesinos una serie de tasas. Unos 4000 nobles vivían en Versalles, en
torno al rey. Llevaban una vida lujosa gracias a los altos sueldos oficiales, las recompensas reales y las rentas
de los impuestos.
Pero una parte de la nobleza estaba arruinada sus gastos eran mayores que sus ingresos, pues para
mantener su rango habían de rodearse de numerosa servidumbre y organizaban fiestas y partidas de caza, que
exigían cada vez más dinero. A causa de esto, algunos nobles se casaban con mujeres ricas del Tercer
Estado. En la Corte los nobles no podían sostener su alto nivel de vida, a causa de la subida de precios que
se produce durante todo el siglo XVIII, sus necesidades son cada vez mayores, y eso les lleva a subir las
presiones económicas a los campesinos, éstos les odian porque se consideran extorsionados por sus altos
tributos; en todas partes iban perdiendo sus funciones de administración de justicia y de cargos políticos, en
favor de los abogados que salen de las Universidades.
B) El clero.- El clero lo componían unas 120000 personas, no constituyendo una clase homogénea.
El alto clero procedía casi exclusivamente de la nobleza, residía en la Corte y no se ocupaba de sus
funciones. El bajo clero originario del Tercer Estado recibía ingresos bajos. El diezmo, décima parte de las
cosechas, que la Iglesia revendía, las rentas de las tierras y los alquileres de los inmuebles de las ciudades,
beneficiaban casi exclusivamente al alto clero. Los pensadores de la época critican los privilegios de la
Iglesia; el alto clero se siente cada vez más fuertemente vinculado a la aristocracia y más alejado del pueblo.
C) El Tercer Estado.- Lo constituyen las clases populares de las ciudades y campos.
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 La burguesía constituye el sector preponderante, dirige la Revolución en su propio beneficio.
Dentro de ella se distinguen grupos muy diversos. Por una parte, la burguesía que vive del comercio y los
negocios, especialmente floreciente en los puertos, y, por otro, las profesiones liberales que acceden a los
cargos no reservados a los nobles, y que tienen un papel social cada vez más importante. En una escala más
baja, los artesanos, que ejercen oficios manuales y dependen de su trabajo, tienen dificultades ante la
competencia de la naciente industria.
 Los campesinos: forman el estamento más numeroso; 20 de los 25 millones de franceses viven del
trabajo en el campo, podemos afirmar que sin el apoyo de los campesinos la Revolución Francesa no hubiera
tenido éxito.
Algunos poseían pequeñas propiedades, otros eran simplemente braceros sin propiedad. El sistema
agrario se había desarrollado de tal modo, que en Francia no había servidumbre, desde luego, tal y como era
conocida en la Europa oriental. La relación de señor y campesino no era la relación de amo y criado. El
campesino no estaba obligado a prestar trabajo alguno al señor, a excepción de unos pocos servicios
simbólicos, en algunos casos. El señorío, sin embargo, continuaba manteniendo ciertos rasgos supervivientes
de la época feudal. Tenían el privilegio de la caza, solían tener un monopolio sobre la panadería o sobre la
prensa del lagar del pueblo, por cuyo uso cobraban unos derechos. Tenían ciertos poderes judiciales y de
policía local, que le permitían cobrar derechos y multas.
Había otro rasgo especial del sistema de propiedad del Antiguo Régimen. Todo propietario de un
señorío poseía lo que se llamó un derecho de "propiedad eminente", respecto a todas las tierras situadas en el
pueblo del señorío. Esto significaba que aunque los campesinos fuesen propietarios de las tierras debían al
señor ciertas rentas, pagaderas anualmente, así como unos honorarios de transmisión, que debían abonarse
cada vez que la tierra cambiase de propietario, por venta o por muerte.
Por estas razones los campesinos se unirán a la revolución, para abolir los privilegios de los señores y
para suprimir el diezmo y otras cargas económicas, pero una parte de ellos teme el reparto de tierras.
En resumen, todos los grupos sociales tienen motivo de queja. Los nobles se encuentran con
dificultades económicas, el alto clero con ataques de los escritores y la resistencia popular a pagarles el
diezmo, el bajo clero con ingresos escasos, los burgueses desean una mayor participación en el poder, las
clases populares de las ciudades sufren el agobio de la subida del pan, los campesinos desean la extinción de
los privilegios feudales. Es una sociedad en conmoción.
2.2. Causas económicas
La fase de prosperidad del siglo XVIII se quiebra hacia 1780 con una serie de malas cosechas de
cereales que hace subir los precios del trigo y, consecuentemente, el coste general de vida, que experimenta
un alza del 60% entre 1785 y 1789. Esto se completa con una superproducción de vino, cuyo precio baja,
con lo cual se agrava la situación para los viñadores, que no producían cereales y compraban pan. Esta crisis
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alcanza también a la industria al ver restringido su mercado: en 1789 el comercio se había reducido en un
50%. Si a esto se añade que la población había aumentado, resulta la siguiente realidad: menos productos,
más caros y para más gente con menor poder adquisitivo. Este desequilibrio engendrará hambre y arrastrará
a la revolución.
Los factores financieros se refieren más bien al Estado: gasta un 20% más de lo que ingresa debido a
dos motivos principalmente: las guerras (la de la Pragmática Sanción y la de los Siete Años) y las fiestas
reales de Versalles. El déficit hay que cubrirlo con más impuestos. Pero el pueblo no puede hacer frente a
ello porque ha disminuido su poder adquisitivo. La situación es no sólo caótica, sino paradójica; porque
sucede en un país de gran vitalidad económica. Y esto es posible en parte por el sistema fiscal, que exime a
los estados privilegiados. Cuando se intenta hacer pagar a la nobleza y al clero, surge la chispa de la
revolución: la revuelta de los privilegiados.
2.3. Causas políticas
En teoría el monarca francés, Luis XVI, era un rey absoluto, que gobernaba sin ninguna limitación
pero la Ilustración niega que el rey pueda tener este poder y afirma que el verdadero soberano es el pueblo, y
el rey sólo un administrador.
Era imprescindible crear nuevos impuestos, pero para ello había que convocar los Estados generales,
a lo que el rey se resistía, temeroso de las presiones de la nobleza y del clero.
Por otra parte, el rey había vendido muchos de los cargos de justicia y no podía destituir a un
magistrado sin devolverle su dinero. De esta manera los magistrados que administraban justicia se hicieron
independientes del rey.
Existía, por tanto, una contradicción entre la teórica monarquía todopoderosa y su impotencia real.
La realeza estaba sola. Nobleza y clero se desentendían de sus apuros económicos. El sistema de impuestos
era inservible para las necesidades de Francia, la justicia venal, la administración un caos. Las instituciones
habían envejecido.
2.4. Causas ideológicas
Las nuevas ideas de la Ilustración formaron un pensamiento pre-revolucionario al circular libremente
y hacer perder el prestigio a instituciones como la monarquía, la Iglesia y la aristocracia. Aportan a la
revolución una filosofía política, una propaganda literaria y una doctrina constitucional.
3. EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA Y LA CONFIGURACIÓN
DEL ESTADO BURGUÉS (1789-1792).
3.1. Difusión de las ideas revolucionarias
Para la existencia de una revolución es necesario la aparición de personas que sustenten doctrinas
contrarias a los fundamentos del régimen existente.
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3.2. Rebelión de los privilegiados
La crisis financiera que venía padeciendo Francia se agrava a causa de los gastos de ayuda a la guerra
de independencia de Estados Unidos (1778) y del Tratado de comercio con Inglaterra (1786), que permite la
entrada de productos industriales ingleses mejores y más baratos que los franceses. El déficit de la Hacienda
no se puede saldar con el mismo sistema de impuestos (sólo aplicados al Tercer Estado) ahora que los
campesinos pasan hambre y los obreros están en paro.
En 1774, Luis XVI comienza su reinado con el nombramiento de un equipo netamente reformista,
con Turgot en la propia Dirección General de Hacienda. En el campo fiscal y financiero, Turgot reorganiza
los monopolios, restringe los gastos de la misma corte y perfecciona los medios de control de las finanzas.
Pero la consiguiente oposición de los privilegiados provoca su destitución en 1776.
Sustituido por el negociante ginebrino Necker, éste ha de refugiarse en prácticas dilatorias:
contratación de empréstitos e hipotecas. Y es a su vez destituido en 1781, cuando la intervención francesa en
la guerra de independencia norteamericana provoca un nuevo aumento de la Deuda pública al que no puede
hacer ya frente.
En 1786 el inspector general de Finanzas, Calonne, trazó un programa en el que el despotismo
ilustrado se moderaba mediante un discreto recurso a instituciones representativas. En lugar de la taille, él
proponía un impuesto general que recayese sobre todos los terratenientes sin exención, una suavización de
los impuestos indirectos y la abolición de los aranceles interiores para estimular la producción económica, la
confiscación de algunas propiedades de la iglesia y la instauración como medio de interesar en el gobierno a
los elementos adinerados, de asambleas provinciales en las que todos los terratenientes -nobles, clérigos,
burgueses y campesinos- estarían representados, independientemente de su estado u orden. Sabiendo por
experiencia que el Parlamento de París no lo aceptaría, Calonne en 1787 obtiene del monarca la convocatoria
de una Asamblea de Notables, representantes de la nobleza y del clero, para proponerles esas medidas.
Reunida la Asamblea, los notables insistieron en obtener concesiones a cambio, porque deseaban
participar en el control del gobierno, la negativa de los notables provoca la dimisión de Calonne,
reemplazado por Brienne. Y la renovada insistencia de éste consigue únicamente que la Asamblea dictamine
la necesidad de convocar los Estados Generales como único organismo con capacidad legal para realizar la
modificación general del régimen de gravámenes.
Todavía en 1787, el inspector general de Finanzas, Brienne, intenta que la "subvención territorial"
que se quiere imponer a los estamentos privilegiados sea aprobada por los Parlamentos (órganos
representativos de diversas regiones de Francia, con atribuciones complejas, fundamentalmente judiciales,
pero también legislativas). Pero el Parlamento de París (que funciona como instancia suprema) rechaza la
proposición e insiste en la necesidad de convocar los Estados Generales que no habían sido convocados
desde 1614.
Interesa subrayar cómo se ha planteado la cuestión, otra vez en términos de Derecho constitucional:
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La reforma fiscal no ha sido rechazada en sí misma, sino el procedimiento legal. Se defiende en
último término el régimen antiguo (las atribuciones de los cuerpos constituidos: los Estados Generales, los
Parlamentos) frente a una imposición unilateral que sólo puede justificarse en la autoridad absoluta del rey.
El problema constitucional (atribuciones de los Estados Generales y de los Parlamentos) y su defensa
por los notables (subversión de los privilegiados) se troca en revisión general del sistema político.
En 1788 ante el colapso económico el rey se ve obligado a convocar los Estados Generales. Durante
el mes de agosto se producen desórdenes en distintos lugares del país, especialmente en París. En estas
circunstancias se acelera la preparación de los Estados Generales. Las diversas clases fueron invitadas a
elegir representantes y también a redactar una lista de agravios, los cahiers de doléances, por los que
podemos conocer las ambiciones de los distintos estamentos. Por ellos se puede ver que la burguesía
pretendía una transformación del Estado francés que los privilegiados estaban muy lejos de desear. En ello se
ve como la nobleza y el clero se aferran a sus privilegios, la burguesía critica a la monarquía absoluta,
obreros y braceros del campo apoyan las críticas de la burguesía, los campesinos propietarios protestan por
los impuestos.
Como los Estados Generales no se habían reunido durante más de siglo y medio, el rey pidió a todos
que estudiasen el tema e hiciesen propuestas acerca de la forma en que debía organizarse aquella asamblea,
en unas condiciones modernas. Esto dio origen a una erupción de discusiones públicas. Aparecieron cientos
de folletos políticos, muchos de los cuales exigían que se desechase el viejo sistema por el que los tres
estados se reunían en cámaras separadas, de modo que cada cámara votase como una unidad, porque, de
aquel modo, la cámara del Tercer Estado siempre era superada en número. Pero en septiembre de 1788 el
Parlamento de París, restablecido en sus funciones, decidió que los Estados Generales debían reunirse y
votar como en 1614, en tres órdenes separados.
La nobleza, a través del parlamento, revelaba así su propósito. Había forzado la convocatoria de los
Estados Generales y, de este modo, la nobleza francesa iniciaba la Revolución. La Revolución empezó como
otra victoria del resurgimiento aristocrático frente al absolutismo del rey. Los nobles tenían realmente un
programa liberal: pedían un gobierno constitucional, garantías de libertad personal para todos, libertad de
expresión y de imprenta y garantías frente a las detenciones y a los confinamientos arbitrarios. Muchos
estaban ahora incluso dispuestos a renunciar a sus especiales privilegios en materia de impuestos; esto podría
hacerse con el tiempo. Pero, en compensación, esperaban convertirse en el elemento político preponderante
del Estado. Su objetivo consistía no sólo en reunir los Estados Generales, sino en que Francia fuese
gobernada en el futuro mediante éstos, una institución suprema en tres cámaras: una para los nobles, una
para el clero -en el que los más altos cargos eran también nobles- y una para el Tercer Estado.
Y esto era precisamente lo que el Tercer Estado quería evitar. Los miembros de éste no tenían el
menor deseo de ser gobernados por los señores temporales y espirituales. Sus esperanzas de una nueva era,
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formadas por la filosofía de la Ilustración, estimuladas por la revolución americana, alcanzaron su máxima
excitación cuando el "buen rey Luis" convocó los Estados Generales.
El grupo de los patriotas (políticos ilustrados de origen diverso: nobles -La Fayette, Mirabeau-,
magistrados, filósofos -Condorcet-, periodistas, abogados -Danton-), que preconizan no sólo la duplicación
del número de representantes, sino que el voto para las decisiones finales sea per cápita, no por estado, a fin
de que aquella duplicación tenga efectos reales. Y piden ya además la elaboración de una Constitución
escrita. Luis XVI otorga doble cifra de representantes al tercer estamento, pero deja a la decisión de la
propia asamblea el valor del voto, por cabeza o por órdenes.
3.3. La Revolución Moderada y la Monarquía Constitucional
Los Estados Generales se convocaban en tres brazos separados cada uno de ellos tenía un voto y
estaba formado por 300 representantes, todo el Tercer Estado se volvió contra esta medida con odio y
desconfianza, declarando que la nobleza era una casta inútil, que podía ser abolida sin inconveniente alguno,
que el Tercer Estado era el único elemento necesario de la sociedad, que era uno mismo con la nación y que
la nación era absoluta e incondicionalmente soberana, este enfrentamiento hizo imposible una reforma
pacífica y arrojó a muchos burgueses, a una actitud radical y destructiva. El rey les concedió igualar en
número a los otros dos Estados, y el Tercer Estado solicitó reunirse como una sola Cámara y votar como
individuos. Unos días después (15 de junio), unos pocos sacerdotes, abandonando la cámara de la nobleza
cruzaron y fueron a sentarse con el Tercer Estado y se declaró la Asamblea Nacional. Ante la negativa del
rey de aceptar esta situación los miembros de la Asamblea firmaron el Juramento del Juego de la Pelota el 20
de junio de 1789 afirmando que no se disolverían hasta que hubiesen redactado una Constitución, a la vez
que amenazan al rey con no pagar los impuestos.
En esta revolución hay que distinguir dos aspectos: la revuelta parisina y la provincial.
Revuelta parisina.- Los parisienses estaban alarmados también por la concentración de tropas en
torno a Versalles. Y empezaron a armarse para su propia defensa. Todas las clases del Tercer Estado lo
hicieron. Las multitudes comenzaron a buscar armas en los arsenales y en los edificios públicos. La multitud
se transformó en un populacho que asaltó la Bastilla. Mataron al gobernador y al alcalde de París, sus
cabezas fueron cortadas con cuchillos, clavadas en unas picas y paseadas por la ciudad. Mientras ocurría
todo esto, las unidades del ejército regular de los alrededores de París no se movieron, pues su lealtad era
dudosa y, en todo caso, las autoridades no estaban acostumbradas a disparar contra el pueblo.
La toma de la Bastilla vino a salvar la Asamblea el rey se resigna e incluso invita a los otros
estamentos a unirse al tercer estado. Se ha consumado el primer acto revolucionario de una asamblea
burguesa; se puede decir que la transformación de los Estados Generales en Asamblea Nacional representa
una verdadera revolución jurídica y la consagración del principio de la monarquía constitucional frente a la
de derecho divino.
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Se creó una guardia burguesa o nacional para mantener el orden, bajo el mando del marqués de La
Fayette, como insignia se combinaron los colores rojo y azul de la ciudad de París con el blanco de la casa de
Borbón, así surgió el emblema tricolor francés.
Revuelta provincial.- En las provincias se dan dos reacciones distintas:
- En las ciudades tiene lugar una revolución municipal a imitación de la de París: se sustituyen las
autoridades existentes por otras nuevas.
- En el campo se produce la revolución campesina o la "Grande Peur", el gran miedo, que se propaga
de provincia en provincia: se habla de un complot de la aristocracia, que contrata bandidos para destruir los
campos de los campesinos. Éstos se arman para defenderse y, al no encontrar a los bandidos, se vuelven
contra los señores feudales invadiendo sus tierras y castillos, quemándolos y destruyendo los registros de los
derechos y los tributos señoriales.
Ante el peligro que esto supone para la propiedad privada, la burguesía decide atender las principales
reclamaciones de los campesinos: el 4 de agosto la Asamblea Nacional aprueba, aunque de una manera
confusa, la abolición del sistema señorial, consiguiendo la alianza con los campesinos y el fin de la revolución
de los campos. (En realidad sólo se suprimen sin indemnización los diezmos y los derechos personales; los
otros, los que afectan sólo al feudo, serán declarados propiedad burguesa, y por tanto indemnizables, cuando
vuelva la paz a los campos. Se puede decir que hasta 1793, con la Asamblea Legislativa, no se suprimen
totalmente los derechos señoriales sin indemnización).
3.3.1. La Asamblea Constituyente
El día 27 de junio de 1789 comenzó la Asamblea Constituyente. Las discrepancias de criterios en las
discusiones de la Asamblea originan la formación de lo que podemos considerar los primeros grupos
políticos, que van a ir definiendo su ideología en sus discursos en la Asamblea, en las reuniones en sus
"clubs" y en los periódicos de reciente difusión.
3.3.1.1. Los grupos políticos
# Los ultrarrealistas son un grupo minoritario que defienden a los privilegiados desde el periódico
L'Ami du roi y en el club "Salón francés".
# Los monárquicos moderados, que controlaron la Asamblea hasta octubre de 1789, sus
representantes eran Mounier y Malouet, intentaron mantener las prerrogativas del rey y pertenecían al "Club
de los Amigos de la Constitución Monárquica".
# Los constitucionales, grupo en el que se integraba un sector de la aristocracia, dirigidos por La
Fayette, Mirabeau y Sieyés, que eran partidarios de una monarquía moderada por una constitución,
dirigieron la Asamblea desde octubre de 1789 hasta fines de 1790, al unirse con los monárquicos liberales
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(Lameth, Barnave, Du Port) en 1791, formarán el "Club de los Cistercienses" por reunirse en el antiguo
convento del Cister.
# Los girondinos, republicanos moderados defensores de la ley y la propiedad, partidarios de la
estructura federal del Estado y de la expansión de la revolución por el resto de Europa, estuvieron en el
poder desde finales de 1791 hasta los inicios de 1793 (ejecución del rey), representaban a la alta burguesía y
tenían en Brissot y Condorcet sus figuras más destacadas.
# Los jacobinos, representantes de la burguesía media y un sector de las clases populares, dispuestos
a limitar la propiedad privada y la libertad individual y a dirigir la revolución desde París, cuyo ayuntamiento
controlaban, con Robespierre como cabeza; en este grupo existían, más moderados, Danton y Desmoulins, y
más radical Marat, pero fuera de la Asamblea, en la calle, son republicanos antimonárquicos que guiarán los
destinos de Francia en la etapa más radical (1793-1794).
3.3.1.2. La obra de la Asamblea constituyente
El Antiguo Régimen había caído bajo la doble presión de la burguesía y de las clases populares; ahora
había que construir un orden nuevo, y esto se hizo con la Constitución de 1791 y la Declaración de los
Derechos del hombre y del ciudadano.
- La Declaración de Derechos afirma como principios naturales imprescriptibles el de la libertad
individual y el de la propiedad. El de igualdad también se reconoce, pero en un lugar secundario, porque no
figura entre los imprescriptibles, se garantizaba la libertad de pensamiento y la de religión; nadie podía ser
detenido ni castigado, excepto mediante un procedimiento legal; todas las personas eran declaradas elegibles
para cualquier función pública, siempre que estuvieran capacitadas para ella. La ley debía ser igual para
todos. La ley era la expresión de la voluntad general, y había de ser elaborada por todos los ciudadanos o por
sus representantes. Se afirma también que la Soberanía reside en la nación.
- La Constitución de 1791: Los constituyentes parten de lo afirmado en la Declaración de Derechos,
y establecen los principios fundamentales del nuevo régimen. En el aspecto político se proclama la soberanía
nacional y la división de poderes, siendo desde ahora la forma de Estado una monarquía constitucional. El
poder ejecutivo lo detenta el rey, que se convierte en el principal funcionario de la nación, se le otorga
derecho de veto, de forma que las leyes sólo podrán ser válidas si otras dos Asambleas consecutivas insisten
en su promulgación (lo que podía exigir un mínimo de dos años). El legislativo está en la Asamblea Nacional,
de una sola cámara, elegida por dos años, no por sufragio universal sino censitario (sólo pueden votar los
ciudadanos activos mayores de 25 años que paguen una contribución igual al valor de tres jornadas de
trabajo). No era, pues, un régimen democrático, ya que diferenciaba entre ciudadanos activos y pasivos. El
legislativo tiene prioridad sobre los otros poderes, con iniciativa en las leyes, decisión en las finanzas y
control en la política exterior; el rey era controlado por la Asamblea; carecía de poder legislativo y no podía
disolverla.
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En el aspecto administrativo se suprime la administración anterior y se la descentraliza, dividiendo a
Francia en 83 departamentos, que a su vez se subdividen en distritos y cantones, y éstos en municipios que
eran gobernados por representantes elegidos por sus habitantes y disponían de tribunales propios. Se
racionaliza también el poder judicial: tanto el procedimiento (tribunales cantonales, de distrito,
departamentales y de Casación en la jurisdicción civil; jurados de jurisdicción criminal) como el
ordenamiento a aplicar (se inició la elaboración de codificaciones, de las que la Asamblea sólo llega a
aprobar el Código Penal). Los jueces son nombrados por el Estado, desapareciendo las justicias señoriales.
Se reorganiza el ejército, con la legalización de las milicias nacionales, revolucionarias, creadas desde
1789 (cuando tuvo lugar la formación de la Guardia Nacional), en parte en detrimento del propio ejército
regular, que se ve minado por la insubordinación de la tropa y el talante político conservador de la vieja
oficialidad.
En lo religioso, a propuesta del obispo Talleyrand, y para evitar la bancarrota del Estado, se
nacionalizan los bienes de la Iglesia. En contrapartida la nación toma a su cargo el mantenimiento del clero,
del culto y de la enseñanza pública. Ante la premura de obtener dinero se emitieron asignados.
Además se suprimen las órdenes religiosas, se introduce el criterio de racionalizar la Administración
en el campo eclesiástico, con la reorganización de las circunscripciones episcopales ajustando sus límites a
los de las demarcaciones civiles; introduce también la soberanía nacional en la jerarquía, imponiendo la
electividad de los obispos, vicarios, y párrocos. Se aprueba la Constitución Civil del Clero, que convierte a
los clérigos en funcionarios del Estado, obligándolos a jurar la Constitución y prohibición a los obispos de
demandar del Pontífice la confirmación de sus nombramientos, que serían de origen civil en adelante. Ello
divide a la Iglesia francesa en dos, una constitucional, de clero juramentado (que juró la Constitución) pero
cismático, pues el Papa prohibió ese juramento, y otra de los no juramentados o refractarios.
En el aspecto económico establece la libertad económica, con la supresión de corporaciones y
monopolios, la libertad de trabajo, comercio y actividades financieras y bancarias, mientras se mantenía el
proteccionismo sobre algunos productos (textiles y cereales) y el exclusivismo colonial.
Los debates de la Asamblea Nacional acerca de determinados aspectos de la situación internacional
de Francia exteriorizan dos criterios principales: la imposición de las fronteras naturales y el respeto a la
soberanía nacional; criterios ambos derivados de principios diversos, pero igualmente ilustrados: la
racionalización y la libertad.
Sin que tampoco sea siempre respetada lo que hoy denominamos autodeterminación de los pueblos,
será no obstante la norma más aplicada en principio: así en la anexión de Alsacia, Lorena, Franco Condado,
Aviñón, Condado Venasino, Saboya, Niza y parte de Bélgica y Renania.
Los problemas que se planteaban a la Asamblea eran múltiples: por un lado la protesta popular, ya
que el pueblo quedaba excluido de los derechos políticos tras la promulgación de la ley Chapelier el 14 de
junio de 1791, que prohibía las coaliciones obreras; por otro, el problema de la agotada Hacienda que forzó
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el recurso a la desamortización de los bienes del clero y a crear un papel moneda -el asignado- entre otras
medidas; la reacción de los católicos que no aceptaban la nueva política religiosa, la oposición de la nobleza
que en gran número optó por la huida; y la postura del rey, aparentemente doblegado a la revolución pero
que el 20-21 de junio de 1791 huyó, fue detenido en Varennes y hecho prisionero fue conducido nuevamente
a París. El 17 de julio, una concentración popular en París pedía el destronamiento de Luis XVI; el
ayuntamiento, controlado por La Fayette, estableció la ley marcial y las tropas dispararon sobre los
peticionarios (matanza del Campo de Marte).
Hasta el momento, los Gobiernos europeos, aunque alarmados, se mostraban reacios a intervenir en
las cuestiones francesas, pero la nueva situación y los mensajes lastimeros del rey y la reina, unidos a la
acción exterior en el de los emigrados, llevó a un cambio de actitud. El 27 de Agosto de 1792 se produjo la
Declaración de Pillnitz por parte de Leopoldo II de Austria y Federico Guillermo II de Prusia, que
denunciaban la situación interior de Francia ante los soberanos europeos inventándoles a obrar
urgentemente, declaración que entusiasmó a los emigrados y que en el interior de Francia provocó una
enorme inquietud.
3.3.2. La Asamblea Legislativa
El 30 de septiembre de 1791 se disuelve la Asamblea Constituyente con el acuerdo de que ninguno de
sus miembros podría serlo de la siguiente. Después de las elecciones la nueva Asamblea Legislativa está
compuesta por una derecha, los monárquicos constitucionales; un centro independiente que oscila a uno y
otro lado, y una izquierda, los girondinos. Por lo tanto, la nueva Asamblea Legislativa, elegida tras la
proclamación de la constitución, conservaba aún una mayoría moderada o burguesa y deseaba completar el
cambio iniciado por su predecesora, pero el conjunto de problemas acumulados dificultaron la consolidación
de sus reformas. La crisis económica la obligó a vender los bienes de los emigrados y al requisamiento del
grano en los distritos; la oposición clerical la obligó a la deportación de los refractarios; y la actitud europea,
a declarar una guerra ante lo que no eran unánimes las posturas: los girondinos, La Fayette y el propio rey,
interesado en recuperar prestigio, eran partidarios de ella, y Robespierre contrario. El 20 de abril de 1792 la
Asamblea declaró la guerra a Austria, guerra que, a la larga, transformaría el mapa de Europa.
La legislativa se va a enfrentar a dos problemas:
- Movimiento revolucionario: Existe malestar popular a causa del aumento del precio del pan, debido
a las malas cosechas de 1791, que provoca el asalto de panaderías y convoyes de trigo. Además los
campesinos están descontentos porque todavía se les sigue obligando a pagar los derechos señoriales
abolidos por la Constitución. Además de ésto, los sans-culottes siguen presionando por una mayor igualdad.
- La guerra exterior: Las amenazas de Pillnitz, la acción de los emigrados en Coblenza y Worms y la
manifestación del duque de Brunswick de destruir París si se ejerciera violencia sobre el rey provocan una
sublevación popular. El 20 de abril de 1792, Luis XVI fue a la Asamblea para proponer la declaración de
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guerra a Austria. Los primeros meses de la guerra fueron desastrosos para Francia por tener un reducido
ejército regular (unos 150.000 soldados), mandado por generales y oficiales adictos al rey, y por la
indisciplina y la deserción de tropas y oficiales. Ante estos hechos se tuvo que recurrir al alistamiento de
voluntarios. Estos van a ser principalmente "sans-culottes", quienes desde este momento participarán
activamente en la aceleración del proceso revolucionario. Ante tales hechos la Asamblea se ve impotente y
vota la suspensión del rey y la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente, la Convención.
4. DE LA FASE EXALTADA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA A LA LLEGADA DE
NAPOLEÓN (1792-1799).
Como en 1789, durante los meses de julio y agosto (1792) van a producirse los principales
acontecimientos revolucionarios. Para conmemorar el aniversario de la Toma de la Bastilla (14 de julio),
acudieron a París federados de toda Francia y formaron, por iniciativa de Robespierre, un directorio secreto.
El 10 de agosto se produce una segunda gran revolución protagonizada por la comuna popular de París y los
soldados federados que se enfrentaron a las tropas reales suizas en las Tullerías. La Comuna destituye al rey,
quien tiene que refugiarse en la Asamblea. Ésta, ante la gravedad de los sucesos decidió convocar una
Convención, elegida por sufragio universal, dando el visto bueno a las acciones populares (sans-culottes) y al
destronamiento del rey.
La revolución tiene tres poderes: la Comuna (que controla a los otros), la Asamblea y el Gobierno de
formación girondina (con el jacobino Danton) que actúa de mediador entre la Comuna y la Asamblea, es
decir, entre el sector progresista y el moderado.
La Comuna impone sus criterios de corte igualitarios, con una política de terror ante el peligro
contrarrevolucionario. Un ejército popular revolucionario, un ejército de desarrapados que se enfrentó al
ejército europeo en Valmy, el 20 de septiembre de 1792, imponiéndose los revolucionarios pletóricos de
moral.
Persigieron a los contrarrevolucionarios más allá de sus fronteras y, en pocas semanas, ocuparon
toda Bélgica. Así la revolución comenzó a exportarse.
Estabilizada la situación militar y consecuentemente el orden interior tras la victoria francesa de
Valmy frente a Prusia (20 de septiembre de 1792), La Asamblea Legislativa cede en efecto el poder a la
Convención.
4.1. La Convención girondina
Comprende desde el 21 de septiembre de 1792 al 2 de junio de 1793. Después de las elecciones por
sufragio universal, la composición de los 749 diputados de la Asamblea era la siguiente:
- A la derecha los girondinos (160), burgueses moderados, defensores de la legalidad constitucional y
de la libertad política, que antes eran la izquierda y ahora, asustados por las jornadas de violencia, desean
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parar la revolución, tratan de salvar al rey y practican una política económica liberal frente a las peticiones de
control y tasas de precios solicitadas por campesinos, comunas y sans-culottes.
- A la izquierda los montañeses o jacobinos (140), también burgueses, que la revolución ha
enriquecido con los bienes nacionales y el suministro de armas, y que se sienten por ello muy ligados a las
convicciones revolucionarias y están dispuestos a unirse a los sans-culottes para hacer triunfar
definitivamente los principios de la revolución. Son minoría en esta etapa, pero están apoyados en la calle
por el pueblo de París.
- El Centro o Llanura o Pantano, que se inclina de momento al lado de los girondinos.
Por otra parte girondinos y montañeses se enfrentan por sus criterios de política económica, de
ideología y de estructuración del Estado: los montañeses son dirigistas, rousseaunianos y centralistas; los
girondinos, partidarios de la libertad de comercio e industria, volterianos y federalistas. No se trata por lo
demás de partidos, sino de grupos de individuos afines.
Uno de los primeros actos de la Convención fue proclamar la abolición de la Monarquía y el
establecimiento de la República. Durante esta fase tienen lugar tres acontecimientos destacados: la muerte
del rey, la guerra exterior y la crisis de 1793.
Se celebró el proceso a Luis XVI, que fue condenado a muerte en enero, por 387/344 votos. Este fue
un hecho que conmocionó a Europa.
- La guerra exterior: la nueva política adoptada por la Convención de extensión de la revolución y de
anexiones territoriales hasta las fronteras naturales, es ahora cuando no sólo se esgrime ya el principio de la
autodeterminación -soberanía nacional-, sino también el de las fronteras naturales, que se justifican en la
facilidad de la defensa (territorios de la izquierda del Rhin), unida a la exasperación por la muerte del rey,
organizó la Primera Coalición (Inglaterra, Austria, Prusia, Cerdeña y España) contra Francia, que es vencida
en Neerwinden, Mayenza y Rosellón.
- Crisis de 1793, producida por el levantamiento de La Vendée junto con el malestar de los curas
refractarios y el movimiento popular de París a causa de los altos precios: el pueblo pasa hambre y los sansculottes culpan a los acaparadores de grano y a los contrarrevolucionarios, y exigen medidas de excepción,
como la creación del Comité de Salud Pública, que resta poderes al gobierno. En el enfrentamiento
girondinos-montañeses, éstos, con la ayuda de los sans-culottes y con un programa confuso y sugestivo:
soberanía popular como único presupuesto político, reparto de la propiedad y articulación de un sistema de
previsión social, procesan a veintidós girondinos y se hacen con la mayoría de la Cámara.
4.2. La Convención montañesa
Comprende desde el 2 de junio de 1793 al 27 de julio de 1794.
- Constitución del año I: los montañeses elaboran una Constitución más democrática: el poder reside
en una Asamblea, elegida por sufragio universal, y en un Consejo, el poder ejecutivo elegido por la Asamblea
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entre los candidatos de los departamentos; el Estado deberá promover el bien común, emprender reformas
sociales y consultar al pueblo soberano frecuentemente por referéndum, establece los derechos de trabajo, de
asistencia, de instrucción y de insurrección. Pero esta Constitución no entró en vigor, porqué la Convención
aprobó un decreto proclamando que el gobierno provisional de Francia es revolucionario hasta que consiga
la paz.
- El gobierno revolucionario: es un régimen de guerra, caracterizado por una gran centralización y la
suspensión de todas las libertades; cuenta con un gobierno de asambleas y comités nombrados por la
Convención.
4.2.1. El Terror
El temor a que las manifestaciones de los sans-culottes por la falta de pan degeneraran en nuevas
jornadas de acoso a la Convención fue el problema real que impulsó a la implantación del terror. Era
preferible encauzar el terror haciéndolo legal que sucumbir a las presiones de la calle. En consonancia con
este principio se toman las siguientes medidas: Ley de sospechosos, legislación de excepción que alcanzó a
los nobles, a los eclesiásticos y a los extranjeros, y abarcó también a los girondinos, sucediéndose los
encarcelamientos, procesos y ejecuciones; Ley del máximo general de precios y salarios: que bloquea sobre
todo los precios y supone un intervencionismo en la economía, obligando por la fuerza a los campesinos a
abastecer a los mercados al precio fijado, otras medidas económicas fueron: la creación de manufacturas
estatales, provisión de materias primas para los fabricantes y a la imposición de tasas al comercio; Política de
descristianización: se procedió al establecimiento de la libertad de cultos, ejecución de curas refractarios,
representaciones antirreligiosas y, por fin, sustitución del cristianismo por una religión de la razón, con su
calendario y fiestas revolucionarias.
Para enfrentarse a la guerra, el Comité de Salud Pública recurrió a la movilización, o leva en masa, y
a la ley de la Amalgama, que admitía la elección de oficiales por los soldados, y subordinó el mando militar al
civil.
Todas estas medidas dieron como resultado el triunfo sobre la contrarrevolución en La Vendée,
Anjou, Poitou, Bretaña, Provenza y el sudoeste; y nuevas victorias en Bélgica y Holanda, en el norte de Italia
y en la orilla izquierda del Rhin.
El Terror llega al máximo con Robespièrre, que quiere implantar una democracia autoritaria. Sin
embargo, la acentuación del terror soliviantó a los franceses, y los sans-culottes, irritados por la disminución
del máximo de sus salarios, dejan de apoyarlo, lo que supone la caída de Robespièrre el 27 de julio de 1794
(9 de Thermidor del año II).
4.3. La Convención Thermidoriana
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La caída de Robespièrre supuso el triunfo de la burguesía moderada entre julio de 1794 y octubre de
1795, procedente de la Llanura, dirigió la Convención y volvió a los principios de la primera fase de la
revolución, y de sus principios liberales y, aunque se mantuvo el gobierno revolucionario, éste fue muy
atenuado y sólo hasta la redacción de la nueva Constitución, la del año III (septiembre de 1795).
La Constitución del año III establece una República burguesa basada en la división de poderes, pero
en la que el poder legislativo reside en dos Cámaras: el Consejo de Quinientos y el Consejo de los Ancianos.
El ejecutivo es un Directorio de cinco miembros, con el fin de tratar de impedir la concentración de poder en
una sola persona, y se vuelve a la distinción entre ciudadanos activos y pasivos. La administración se
descentraliza otra vez, aunque con la figura del comisario nacional en los departamentos para hacer cumplir
las leyes del poder central.
La Convención thermidoriana tiene todavía que hacer frente a sublevaciones internas: la de los sansculottes, que por la aplicación de una política económica liberal han quedado arruinados, y la de los realistas,
que marchan sobre las Tullerías. Pero las dos son sofocadas por el ejército, que por primera vez desde 1789
dispara contra el pueblo sublevado, lo que prueba hasta qué punto había evolucionado.
En el exterior sigue la guerra contra la Primera Coalición: se invade Holanda proclamando con ella y
con Bélgica, tomada al año anterior por el ejército de Robespièrre, la República Bátava; se expulsa a los
austriacos más allá del Rhin, y se penetra en Cataluña y Navarra. Se firman los Tratados de Bal, con Prusia y
España, y de La Haya con Holanda. De ahora en adelante la República queda en total dependencia del
ejército.
4.5. El Directorio
Comprende desde octubre de 1795 a noviembre de 1799.
El nuevo régimen intentó ser una República de orden apoyado en una base social reducida: la
burguesía propietaria y notable, que se oponía tanto al realismo y a la aristocracia como a la democracia
popular y al jacobinismo. Pero los problemas económicos y financieros se mantenían, y la oposición política
venía tanto de los jacobinos y de la Conjura de los Iguales de Babeuf, como de los realistas y de la rebelión
resurgida en la Vendée, todas dominadas con la intervención del ejército.
Al mismo tiempo, Francia se rodeaba de las repúblicas hermanas: bátava (1795), cispadana (1796),
cisalpina (1797), ligur (1797), helvética, romana (1798), napolitana (1799), ante lo que Europa respondió
con la Segunda Coalición, formada en 1798 por Inglaterra, Prusia, Austria y Turquía.
El golpe de Estado del 18 de Brumario del año VIII (9-10 de noviembre de 1799) puso fin al
Directorio y dio paso al Consulado, que dejaba en manos de Napoleón Bonaparte las riendas del poder.
5. EVOLUCIÓN POLÍTICA Y PRINCIPALES REFORMAS INTERNAS EN LA FRANCIA
NAPOLEÓNICA
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En el derribo del Antiguo Régimen, llevado a cabo por la burguesía y basado en las ideas de la
Ilustración, la ola revolucionaria alcanza a otros países, además de las colonias norteamericanas (1776-1783)
y de Francia.
Pero en Irlanda, Bélgica, Lieija y Holanda la revolución fracasó; por lo tanto, Francia no es un hecho
aislado, pero sí fundamental.
El golpe de estado de 1799 vino a asegurar los principios de 1789. Con Napoleón se inicia un
período en el que Francia propagó las ideas y las instituciones revolucionarias por toda Europa y también en
América.
Esta es la continuidad revolucionaria que se produce en el período napoleónico.
Tras el golpe de estado de 18 Brumario, al frente del poder ejecutivo se colocaron tres
cónsules: Bonaparte, Siéyes y Ducos.
Así se inicia la carrera política de Bonaparte. Tuvo mayores atribuciones que los otros dos cónsules.
Se inicia un período de estabilidad política y de autoridad personal ilimitada.
Este gobierno se asienta sobre las bases sociales de la vieja aristocracia y la nueva burguesía del
dinero. Además querían conservar lo adquirido y para ello nada mejor que un poder fuerte. Napoleón va a
intentar la pacificación interior y exterior.
El Consulado adoptaría como base del régimen la igualdad civil, la defensa de la propiedad privada,
el orden en el interior y la paz en el exterior, eran ideas básicas del primer Cónsul, Napoleón Bonaparte,
quien detestaba tanto el régimen feudal y aristocrático como la desigualdad civil y la democracia. Esta
posición le aportaría un apoyo mayoritario, sobre todo muy marcado entre la clase propietaria, y la
reputación de ser el continuador y garante de la Revolución, describiéndole como "el más civil de los
generales".
La Constitución del año VIII (13 de diciembre de 1799) planteó la nueva reorganización del régimen
y del Estado. La autoridad correspondía a tres cónsules de los cuales sólo el primero, Napoleón, ejercía el
poder ejecutivo que se extendía a la iniciativa y promulgación de las leyes, al nombramiento de ministros,
embajadores, oficiales, miembros de la administración local, comisarios de los tribunales, jueces y a la
destitución de los componentes del Consejo de Estado; los otros dos cónsules sólo tenían función consultiva.
Le asistían cuatro Asambleas: el Consejo de Estado, el Senado, la Asamblea y el Tribunado, el poder
legislativo está repartido (otro signo moderador) en tres Asambleas: Senado, Tribunado y Cuerpo
Legislativo, propiamente dicho, encargados respectivamente de controlar el cumplimiento de la Constitución,
discutir los proyectos de ley y votarlos. (Una ley, por lo tanto, es aprobada por una Cámara distinta de la que
la discute); no hay Declaración de Derechos y, aunque se establece el sufragio universal se limitaba a través
de un sistema de listas. Institucionalizó el gobierno nacional así como la administración central y local. La
administración civil se centraliza en la figura del prefecto como agente del gobierno. Organizó la hacienda y
las finanzas, con la aplicación de gran número de funcionarios especializados, recaudadores permanentes
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nombrados por el Estado y con la creación del Banco de Francia. Regularizó la enseñanza, concebida como
servicio público, y reorganizó la justicia.
Toda una serie de medidas perseguían esa tarea de pacificación, estabilidad y reconciliación
proclamadas: abrir las puertas al regreso e integración de los emigrados y firmar el Concordato con Pío VII
(1801) con él, Napoleón pretendía atraerse a los católicos hacia la República. El Papa reconoce la República
y la venta de los bienes eclesiásticos, y Napoleón admite la religión católica como la mayoritaria en Francia y
se compromete al mantenimiento del clero; como fuerzas de oposición quedarían los realistas y los
demócratas, ambas sometidas y controladas.
Cuando en 1803 empezó de nuevo el conflicto entre Francia e Inglaterra, y a ello se sumó la reacción
realista y el discutido complot del duque de Enghien en 1804, se planteó la necesidad de reforzar el poder
ejecutivo: Napoleón fue coronado emperador con el respaldo de un plebiscito y la Constitución del año XII
(1804).
El Código Civil, que garantizaba la libertad individual, la igualdad ante la ley, el carácter secular del
Estado, la propiedad privada y establecía una regulación del comercio, se extendería por Europa a medida
que la victoria y expansión napoleónica avanzaba; pero este guerrear a través de un continente durante once
años fue posible a costa de dos pilares: la política dictatorial y el apoyo del ejército.
La dictadura dejaba fuera de juego tanto a republicanos como a realistas y, en general, a toda
oposición mediante el recurso a una policía todopoderosa, la formación de tribunales especiales y una
censura que afectaba tanto a la prensa como al teatro y a los escritores.
Esta dirección política se intentaba compensar a través de una gran propaganda en las artes, en la
enseñanza e incluso en la Iglesia.
Y también el Imperio contaba con la incondicionalidad de los premiados "notables", cuya situación
privilegiada procedía tanto de su condición de propietarios como de los méritos realizados en pro del
régimen, acciones que podían reportarles la recién creada Legión de Honor.
Otro apoyo de fondo procedía del hecho de que, en el terreno económico y hablando en términos
generales, el período de 1804 a 1815 supuso una época de desarrollo en la que se inició un lento avance
agrario y se potenció la industrialización con progresos claros en el sector textil. El proteccionismo, el
fomento, las recompensas ofrecidas a los inventores de nuevas máquinas y la expansión militar respaldaban
este desarrollo; pero la propia guerra y el bloqueo continental a Inglaterra produjeron, como contrapartida,
la ruina de las actividades portuarias y del comercio marítimo y colonial.
El ejército, el gran favorito del régimen ya desde la etapa del Consulado, era el segundo pilar
imperial. Era un ejército nacional, con el servicio militar obligatorio, realizado a través de un reclutamiento
por listas que lo hacía masivo, pero no general. En él se ponía buen cuidado en mezclar reclutas con
veteranos y en ofrecer ascensos por méritos de guerra, sin tener en cuenta la procedencia social del
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individuo. De él había surgido el propio emperador y por ello se convirtió en la aspiración y el trabajo de
muchos humildes que deseaban cambiar de condición.
Este ejército era ligero, en el sentido de que no cargaba con su aprovisionamiento, sino que lo
realizaba por medio de requisas sobre el terreno. A lo largo de las campañas napoleónicas se pudo observar
también una nueva estrategia, una nueva forma de hacer la guerra, que se debió al propio Napoleón, y que
permitió numerosas victorias: concentración de las fuerzas en un punto, rapidez de maniobra realizando los
movimientos durante la noche y formación de distintos cuerpos: uno pasivo destinado a resistir, otro activo
que atacaba y una reserva que apoyaba cuando fuera necesario a cualquiera de los dos primeros.
Con esta organización militar logró Francia un imperio que en 1812 había transformado por completo
el mapa europeo.
6. LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA FRANCIA NAPOLEÓNICA
Respecto al exterior también se cumplió lo proyectado. Napoleón obtuvo la victoria sobre la Segunda
Coalición, primero al derrotar a Austria en Marengo y firmar la paz con esta potencia en el Tratado de
Luneville en 1801, y después al establecer la paz de Amiens con Inglaterra en 1802. Fue uno de los
momentos de mayor prestigio de Napoleón y su poder personal se acentuó con su designación de cónsul
vitalicio.
La situación de Europa era la siguiente: el antiguo imperio alemán se había disuelto, cómo un
cinturón de estados vasallos daba a Francia las garantías políticas, estratégicas y económicas que le
permitieron alcanzar en 1812 el punto álgido de su dominio. Este cinturón de seguridad se completaba con
sus posesiones directas más lejanas, el Gran Ducado de Varsovia y la Iliria, que le servían al mismo tiempo
de vanguardia y tapón frente a las potencias continentales más hostiles. Sin embargo tal poderío se mostró
incapaz de reducir a un enemigo irreconciliable, Inglaterra, y se mostró también sumamente efímero: en 1813
la rebelión europea sería imparable hasta conseguir, en 1815, el hundimiento del imperio napoleónico.
Tal imperio se había conseguido a través de una serie de campañas militares iniciadas a mediados de
1803 al reanudarse la guerra entre Francia e Inglaterra. La guerra naval entre las dos potencias llevó, en
1805, a la formación de la Tercera Coalición contra Napoleón compuesta además de Inglaterra por Rusia,
Austria, Nápoles y Suecia, y a la derrota franco-española de Trafalgar que puso fin al plan de desembarco
francés en las Islas Británicas. En el continente, sin embargo, Napoleón venció a Austria en Ulm y a
austriacos y rusos en Austerlitz, sucediéndose la paz de Presburgo por la que Austria tuvo que hacer
concesiones territoriales: cede Venecia, Istria, Dalmacia y Tirol. A lo largo del año 1806, Napoleón tomó
medidas sobre el gobierno francés en Europa: Su hermano José fue nombrado rey de Nápoles; Luis, de
Holanda; y el Sacro Imperio Germánico fue sustituido por la Confederación del Rhín. El mismo año
presenció la formación de la Cuarta Coalición (Inglaterra, Rusia y Prusia): Prusia es derrotada en Jena y
Averstaedt, rusos y prusianos en Friedland; finalizando la guerra con la Paz de Tilsit (1807), por la que
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Prusia quedó desmembrada en una parte occidental integrada en el reino de Westfalia, cuyo rey era Jerónimo
Bonaparte, y en una parte oriental integrada en el gran Ducado de Varsovia; Rusia es mejor tratada, sólo
pierde las islas Jónicas, aislada, se alió con Francia.
El problema continuaba con el enfrentamiento con Inglaterra; Napoleón recurrió a la utilización del
arma económica. Fue el comienzo de los bloqueos que le llevaron a la ocupación de España, Portugal,
Toscana y los Estados Pontificios. Como consecuencia del levantamiento español se impide el bloqueo
continental y, al tratarse de una guerra de liberación nacional, se estimulan los levantamientos nacionalistas
en Italia y Austria.
En 1809, aprovechando las dificultades francesas en la Península Ibérica, donde intervino Gran
Bretaña, se formó la Quinta Coalición en la que entró Austria, que es vencida en Wagram. Tras la derrota
austriaca, la paz de Viena (octubre de 1809) estableció la cesión de Trieste y Croacia a Francia, y parte de
Galitzia al Gran Ducado de Varsovia. La boda de Napoleón con María Luisa de Austria, el 11 de abril de
1810, consolidó aún más lo que las victorias militares habían conseguido: el Gran Imperio francés en Europa,
que perduraría en su máximo apogeo hasta 1812.
Por este marco tan extenso se extendieron la legislación y las instituciones francesas: las
constituciones políticas, el Código Civil, la administración centralizada, la enseñanza estatal, el sistema
financiero y el funcionariado, que supusieron la difusión de las ideas liberales y la quiebra de las estructuras
feudales con la introducción de un derecho moderno.
Pero, al mismo tiempo, el propio Imperio napoleónico creó el despertar de la idea nacional tanto en
nombre del Antiguo Régimen como en nombre de la libertad y la igualdad; no pudo reducir la oposición
aristocrática que se mofaba de las nuevas cortes creadas por el que llamaban advenedizo, ni reducir a los
republicanos que recordaban tiempos de mayor libertad. No pudo tampoco controlar el contrabando y la
corrupción que se habían desarrollado a la sombra del bloqueo continental a Gran Bretaña, ni que los precios
subieran y algunos productos escasearan, ni la oposición cada vez más clara de los banqueros. A estas
fuerzas disgregadoras se unió en 1812 el comienzo de la campaña de Rusia, que animó a quien estaban
descontentos dentro de Francia a intentar un golpe de Estado (octubre de 1812); a Rusia y Gran Bretaña a
formar la Sexta Coalición; y a Prusia a alzarse de nuevo contra Napoleón. La derrota de Francia se produjo
en Alemania, en España y en Rusia, y en el verano de 1813 se formó la Séptima Coalición General, integrada
por Inglaterra, Rusia, Prusia, Austria y Suecia, que vencen en "la batalla de las naciones", Leipzig, obligando
la retirada francesa de Alemania y Holanda, al tiempo que ocurría lo mismo en España. En 1814 Francia era
invadida por los ejércitos coaligados, París capitulaba en el mes de marzo y el gobierno provisional, presidido
por Talleyrand, se dispuso a pactar. Napoleón abdicó sin condiciones el día 6 de abril y partió obligado hacia
la isla de Elba.
La paz se estableció en el Primer Tratado de París, firmado el 30 de mayo de 1814, en el que
Talleyrand negoció la vuelta de Francia a sus fronteras de 1792 y la devolución del trono francés a los
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Borbones, nombrando rey a Luis XVIII. Empieza así la Restauración que, sin embargo, se va a ver
interrumpida por la vuelta de Napoleón con el Imperio de los Cien Días. Pero en la batalla de Waterloo (18
de junio de 1815) la Coalición termina con el ensayo y el emperador es desterrado más lejos, a la isla de
Santa Elena, donde muere el 5 de abril de 1821.
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