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Transcript
Noriega y la invasión estadounidense
Manuel Antonio Noriega Moreno nació en Ciudad de Panamá el 11 de febrero de 1934.
Fue un militar de profesión egresado
del Colegio Militar de Chorrillos.
Cara de Piña Noriega tenía un largo
historial trabajando para las agencias
de inteligencia estadounidenses. Había
comenzado desde finales de los 50s,
de cadete como informante. En los
60s, recibió entrenamiento en el
School of the Americas, el Fuerte
Bragg y otras instituciones militares
estadounidenses
le
dieron
entrenamiento en recopilación de
inteligencia y contra inteligencia. Tras
el contragolpe de Torrijos en 1969, fue
nombrado jefe del G2, el servicio de
inteligencia panameño. Rápidamente comenzó traficando y para 1972, los funcionarios
estadounidenses sabían que Noriega era la conexión panameña en el tráfico de
narcóticos. Tal era su involucramiento, que un alto funcionario antidrogas propuso a
Tricky Dick Nixon, hacerle asesinar por los plomeros de la Casa Blanca (los mismos de
Watergate).1
General Manuel Antonio “Cara de Piña” Noriega
Pero su importancia había crecido significativamente al suministrar a las agencias de
inteligencia estadounidenses, lo que ellos consideraban su mejor información sobre
Cuba, movimientos guerrilleros latinoamericanos y a
partir de 1979, sobre el gobierno sandinista
nicaragüense. En la medida que sus servicios adquirían
mayor valor para los estadounidenses, también la
compensación económica de la CIA. Para mediados de
los 70s, Cara de Piña recibía cien mil dólares anuales de
la agencia estadounidense. A partir de su ascenso en
hombre fuerte de Panamá, ayudó mucho al gobierno de
Hollywood Reagan en la conducción de su cruzada
anticomunista en el Caribe.2
La información que Cara de Piña entregaba a los
estadounidenses sobre la Cuba de Fidel, era
considerada tan valiosa, que el Director de la CIA,
William Casey viajaba a Panamá para recibir informes
directamente del dictador. Y el apoyo de Noriega para la
William Casey considerado el
guerra de Hollywood en Nicaragua, le ganó aun mayor
más corrupto de los directores
de la CIA
estimación en Washington. Desde un comienzo, Noriega
trabajaba mano a mano con Casey de la CIA, Oliver
North y los demás operativos centroamericanos de Reagan, haciéndose considerar por
los funcionarios de la CIA y el Pentágono como indispensable.3
1
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
2
Cara de Piña podía ser un aliado indispensable, pero no era un amigo confiable. Era un
oportunista consumado. Generalmente colaboraba con ambas partes, ofreciendo sus
servicios al mejor postor. Durante los 70s mientras recibía cheques de la CIA también
estaba al servicio de inteligencia cubana. Entregaba al gobierno de Fidel información
sobre los operativos estadounidenses, facilitaba la entrega de cargamentos de armas
para los insurgentes comunistas en El Salvador, Guatemala, Colombia y ayudaba a
armar a los sandinistas contra Somoza. Ayudaba a Castro con el embargo
estadounidense, por medio de la venta secreta de computadores y otras tecnologías
avanzadas a empresas cubanas en la Zona Libre de Colón. Otorgaba derechos de
atraque a los buques pesqueros cubanos en el puerto de Vacamonte, mientras
conducían operativos de inteligencia y contrabandeaban armas a los insurgentes
comunistas por la costa Pacífica de América Latina. En 1976 sobornó a varios
funcionarios estadounidenses de una empresa de escucha electrónica de la Agencia
Nacional de Seguridad, para que le entregaran documentos secretos de la vigilancia
electrónica en el hemisferio. La información clasificada, una verdadera mina de oro, al
parecer terminó en manos de Fidel. También trabajaba ambos lados del narcotráfico.
Ayudaba a la DEA y a los barones de la droga colombianos. Aunque los yanquis sabían
de su doble faceta, su información era demasiado valiosa para terminar su relación con
él y lo consideraban un 80% proestadounidense y 20% procastro. El director de CIA,
William Casey resumió mejor la relación con Noriega: “Es un bastardo, pero es nuestro
bastardo”.4
En junio de 1985, Roberto Eisenmann, un periodista
panameño, crítico del gobierno militar en Panamá, llegó a la
Universidad de Harvard haciéndose merecedor a una beca del
Nieman Foundation for Journalism. Roberto ya había
atestiguado en un subcomité del Congreso que investigaba
los abusos a los derechos humanos del gobierno de Omar
Torrijos. Exasperado por la falta de acción del subcomité,
preguntó a los congresistas si cuarenta mil refugiados
políticos panameños en los Estados Unidos, alterarían la
reacción del Congreso. El representante Clarence D. Long
replicó, “lo harían, si ellos votaran en nuestro distrito”.
Entonces Roberto comprendió que la única forma para
convencer
al
Congreso
estadounidense
era
por
medio del electorado, por lo tanto en los electores
radicaba la única posibilidad. Al llegar a Harvard,
Roberto a sabiendas que el gobierno de Hollywood no
abandonaría a Cara de Piña, se puso a la tarea de
desacreditar al dictador ante los ojos de público.
Utilizó la influencia de las redes de la Fundación
Nieman para lograr importantes contactos en los
medios estadounidenses. En la televisión pública detallaba los crímenes de Noriega y
acusaba a las Fuerzas de Defensa Panameñas de tener la etiqueta de “Made in USA” y
reprendía duramente a los congresistas estadounidenses su falta de moral, al entregar
asistencia a una banda mafiosa como el régimen de Noriega.5
Roberto Eisenmann
3
Ibíd.
Ibíd.
5
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
4
El Presidente Nicolás Ardito Barletta presionó a Noriega para
permitir una mayor libertad de expresión. Una de las figuras
de la oposición, Hugo Spadafora, un médico de prominente
familia y especie de héroe por haber comandado una brigada
de voluntarios en la revolución sandinista de 1979, comenzó a
escribir acusando y destapando los vínculos de Noriega con el
narcotráfico. Noriega ordenó su asesinato, lo que llevó a un
clamor general y la demanda del público por una
investigación. Para los panameños era la prueba fehaciente de
que Noriega era una sicópata y asesino.
Cuando Barletta anunció una
investigación del crimen, el Jefe
de Estado Mayor de Noriega, el Coronel Roberto Díaz
Herrera lo obligó a renunciar. Así el vicepresidente Eric
Delvalle se convirtió en el nuevo presidente títere de
Panamá.
El
Embajador
y
otros
funcionarios
estadounidenses deseaban apoyar a Barletta contra
Noriega pero el subsecretario de Estado, Elliot Abrams no
lo autorizó.6
Nicolás Ardito Barletta
Roberto Díaz Herrera
Así Barletta se fue para los Estados Unidos, donde el
gobierno aceptaba los hechos en Panamá y los atribuía a
los errores de Barletta y se tranquilizaban con la
confiabilidad que les generaba Noriega. El dictador había
asistido a siete programas de entrenamiento militar en la
vieja Zona del Canal. También mantenía la paz, algo
indispensable para la seguridad del canal, además de
poseer condecoraciones de una docena de países.
Entonces el subsecretario Abrams encabezaba el grupo
para sostener a Noriega. Pero no todos estaban de
acuerdo con los yanquis en sostener a Noriega.
Estudiantes,
periodistas
y
políticos
panameños
comenzaron a protestar por el régimen ilegal del dictador y Noriega aplicaba la
consabida presión para acallarlos. A mediados de 1986, Miguel Antonio Bernal, un
apasionado patriota, trató de crear un movimiento de oposición con el uso de la radio y
prensa de oposición en Ciudad de Panamá. Las autoridades militares le advirtieron que
su proceder, arriesgaba su vida y la su hijo, así que Bernal tuvo que salir del país. 7
Eric Delvalle
En diciembre llegaba otro de los enemigos de Cara de Piña a los Estados Unidos. Se
trataba del abogado Winston Spadafora, hermano del recién asesinado Hugo. Al no
lograr justicia en Panamá, Spadafora viajó a Washington con el fin de lograr el apoyo
del gobierno estadounidense y la OEA con el fin de lograr que Cara de Piña fuera
juzgado por homicidio. En 1986 visitó al Presidente del subcomité del Hemisferio
Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Senador Jesse Helms de
Carolina del Norte. Helms quien estaba en contra y despreciaba los nuevos acuerdos
canaleros de 1978, siempre estaba en busca de nuevos argumentos que respaldaron
su posición de que, los líderes panameños eran demasiado corruptos para confiarles el
canal. Escuchó los escalofriantes detalles sobre el asesinato de Hugo. Conmovido por
6
7
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992
Ibíd.
la evidencia, Helms prometió a Spadafora que elevaría el asunto a la agenda del
Presidente Reagan. Además Helms llamó a unas sesiones en las cuales Norman Bailey,
un ex miembro del Consejo Nacional de Seguridad aseguró que el narcotráfico era un
problema endémico en el gobierno panameño y que Noriega era ampliamente
sospechoso de haber ordenado la muerte de Hugo Spadafora. 8
Mientras tanto Eisenmann continuaba con su campaña
en los medios estadounidenses. El director de la
Nieman Foundation, Howard Simon, un antiguo editor
del Washington Post convencido por Roberto, que la
relación entre los Estados Unidos y Noriega era una
gran historia, puso a Roberto en contacto con
Seymour Hersh, un periodista investigativo, ganador
del Premio Pulitzer por destapar la masacre
estadounidense de vietnamitas en My Lai durante la
Guerra de Vietnam.9
En 1986 algunos funcionarios y el New York Times
Hugo Spadafora
acusaron a Noriega de actividades criminales. En varios
artículos del periódico neoyorquino, Seymour Hersh
detallaba la participación del dictador en el tráfico de
drogas, tráfico de armas, espionaje, blanqueo de dinero
y su relación con Cuba. Noriega comenzó a perder el
apoyo de algunos funcionarios estadounidenses pero la
CIA, el Departamento de Defensa, el Consejo Nacional
de Seguridad y la DEA deseaban mantenerlo en el
gobierno. Su asistencia a los contras nicaragüenses
seguía pesando en la determinación del gobierno de
Hollywood. Pero vendrían los devastadores ataques del
Senador Jesse Helms y John Kerry, quienes investigaron
y publicaron todas las acusaciones contra Noriega. La
imagen de Noriega de inmediato sufrió de gran
desprestigio, haciendo casi imposible para funcionario
Seymour Hersh
alguno, defenderlo.10 A pesar de ello, Hollywood Reagan
no cedía en su empeño por continuar con Cara de Piña
Noriega.
Hacia el tercer trimestre de 1986 estallaba el escándalo Irán-Contras en el cual se
había acordado la venta de armas a Irán a cambio de estadounidenses secuestrados
en el Líbano. Comenzaba el fin de la guerra de los contras. A pesar de las prohibiciones
del Congreso, Oliver North había canalizado los dineros de la venta hacia los contras
además de tener una relación con Cara de Piña. Esta se remontaba a 1981 cuando el
gobierno de Reagan le giraba $185.000 dólares anuales al restablecer la relación
cercenada por Jimmy Carter. El director de la CIA, William Casey invitó a Noriega a su
casa para cenar por lo menos dos veces y Duane R. Clarridge, Jefe de la División
Latinoamericana le agasajaba en las noches en Panamá. Mediante el consejo de Néstor
8
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
9
Ibíd.
10
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia,
1992
Sánchez agente de la CIA, Clarridge recompuso las relaciones que Stansfield Turner
había terminado. Noriega viajó con frecuencia después de 1982 a Washington afirmó
José Blandón, consejero de Noriega, y durante sus encuentros con Casey, estaba solo.
Con la contrarrevolución nicaragüense acortándose,
la importancia de Noriega disminuyó en los planes
centroamericanos de Hollywood Reagan. Ahora por
el contrario, su colaboración se convertía en un
asunto embarazoso para el gobierno. Luego Cara
de Piña perdió dos sus dos mejores aliados. El
Teniente Coronel Oliver North había tenido que
dejar el Consejo Nacional de Seguridad por las
irregularidades con los contras y el director de la
CIA, William Casey fue hospitalizado con un cáncer
cerebral. Fallecería cinco meses después.
Teniente Coronel Oliver North
Para principios de 1987, la foto de Noriega salía a diario en los periódicos
estadounidenses y un creciente número de congresistas preguntaban al gobierno de
Hollywood Reagan porque continuaba apoyando a tan repugnante dictador. 11
En Panamá, Noriega se defendía de los demoledores ataques en Estados Unidos.
Afirmaba que era el preludio de los estadounidenses para echarse atrás en los
acuerdos del canal y no devolverlo al pueblo panameño.12
Ese año una disputa por la sucesión en el gobierno panameño estalló entre Noriega y
el Coronel Roberto Díaz Herrera. Díaz exigió la renuncia de Noriega y este le sacó de
filas, ofreciéndole la embajada en Japón en conjunto con un soborno de un millón de
dólares. Díaz rechazó la oferta y anunció públicamente que todas las acusaciones
hechas por los Estados Unidos en contra Noriega eran ciertas, además suministró, con
lujo de detalles, todas las operaciones ilegales. Además acusó a Noriega por la muerte
de Omar Torrijos y Hugo Spadafora.13
Las
confesiones
de
Díaz
envalentonaron a la oposición quienes
organizaron
gigantescas
manifestaciones en contra de Cara de
Piña. La iglesia y más de trescientas
asociaciones
de
profesionales
se
unieron en la Cruzada Cívica Nacional
con el fin de coordinar las marchas y
protestas. Desde mediados de junio
hasta fines de julio, logaron huelgas
que prácticamente paralizaron el país
en un 90%. Noriega contraatacó con
fuerza a los líderes de la Cruzada.
11
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
12
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia,
1992
13
Ibíd.
Muchos fueron encarcelados, intimidados o apaleados. Cara de Piña desplazó a su
policía antimotines, “los doberman” contra los manifestantes inertes, quienes
protestaron casi todos los días entre junio y julio. 14
Cuando el Congreso estadounidense aprobó resoluciones a favor de elecciones y un
gobierno civil en Panamá, Cara de Piña envió pandillas para que atacaran las
edificaciones de la embajada, el consulado y el servicio de información. Esto conllevó a
una demanda de los Estados Unidos por la restitución en los daños a sus bienes, y la
suspensión de la asistencia estadounidense. Ahora la Casa Blanca tomó los pasos que
demostraban que apoyaban resueltamente la oposición y querían ver a Noriega
renunciar. El subsecretario de Defensa Richard Armitage fue enviado por Reagan para
decirle a Cara de Piña que el gobierno estadounidense lo consideraba un problema y
deseaban su renuncia. La estrategia era alentar un golpe entre los oficiales de las
Fuerzas de Defensa dejando el gobierno en manos de los militares. Pero nadie
apareció. Nadie ejecutó el golpe. Para fines de julio con casi dos meses de protestas,
Noriega decidió acabar con la Cruzada. Encarceló a los líderes, cerró periódicos y
estaciones de radio y envió un escuadrón de asalto a tomarse la casa de Díaz, lugar de
encuentro de la oposición. Díaz fue capturado y encarcelado. Muchos tuvieron que huir
del país. Los estadounidenses fuera de lamentar el asalto, no hicieron nada más.
Pronto el mismo Díaz fue liberado y exiliado.15
En febrero de 1988 dos juzgados federales estadounidenses acusaron a Noriega de
múltiples cargos por narcotráfico. Ya para Hollywood Reagan, era imposible no tomar
una actitud más agresiva. El escándalo Irán-Contras minaba seriamente su gobierno y
las elecciones presidenciales, en que su vicepresidente Bush Papá era candidato,
estaban seriamente en peligro.16
El gobierno de Reagan optó por la presión económica y
diplomática para sacar a Noriega, pero en todo caso,
Hollywood se resistía a una intervención militar.
Hollywood envió a Abrams hasta Miami para que se
reuniera con el Presidente Delvalle y persuadirle de
dar de baja a Noriega. Sin embargo Noriega se negó y
nombró como nuevo presidente títere a Manuel Solís
Palma. Entonces Washington dejó de cancelar los
pagos por el Canal, suspendió las preferencias
arancelarias, bloqueaba transferencias financieras
internacionales,
prohibió
a
las
empresas
estadounidenses en Panamá el pago de impuestos y
creó una crisis de flujo de caja al detener el envió de dólares y creó una cuenta en
custodia, en la cual se depositaron todos los dineros incautados.17
Manuel Solís Palma
Para mediados de 1988, la campaña de Hollywood para deshacerse de Cara de Piña no
había logrado nada. Peor aún, la mala imagen del dictador dañaba la campaña
14
Ibíd.
Ibíd.
16
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
17
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia,
1992
15
presidencial de Bush Papá a tal punto que el dictador panameño se había convertido en
un asunto decisivo en la política de la campaña republicana.18
Muy temprano en su segundo periodo vicepresidencial, George Bush había organizado
su campaña presidencial de cara a las elecciones. Tres años
antes, en 1985, el comité electoral de la campaña de
George, tenía más de dos millones de dólares. Al nominarse
precandidato republicano, se enfrentó al Senador Bob Dole
de Kansas, el Representante Jack Kemp de Nueva York, al
ex gobernador y multimillonario de Delaware, Pete DuPont
y al evangelista cristiano, Pat Robertson. Dole no tardó en
recordarle a los electores que Bush Papá sabía de las
actividades criminales de Noriega desde que había ocupado
la dirección de la CIA en el gobierno de Jerry Ford y luego
como vicepresidente de Hollywood Reagan.
Tras ganar la candidatura republicana escogió a Dan Quayle
como compañero de fórmula y se enfrentó al demócrata
George HW Bush
Michael Dukakis. Aunque durante la campaña presidencial
estadounidense el enfoque sobre América
Latina fue mínimo, el candidato demócrata
también atacó a Bush Papá: “¿Qué tal si nos
cuentan quién en esta administración está
negociando con Noriega? ¿Quién le estaba
pagando a Noriega? ¿Quién estaba ignorando
el hecho de que sabíamos que negociaba en
drogas y ganaba millones y todavía tenemos
tratos con él?” Pronto la campaña demócrata
tenía calcomanías que rezaban: “Bush-Noriega
88 – Sabemos que ellos pueden trabajar juntos”19
La campaña de Bush contraatacó con afirmaciones confusas y contradictorias. Al
principio Bush Papá trató de negar haber
conocido personalmente a Cara de Piña,
pero cuando apareció una foto de los dos
juntos, la campaña tuvo que salir
rápidamente y admitir que habían existido
solo dos encuentros, uno en 1976 y otro en
1983. También afirmaba Bush Papá
desconocer de las actividades ilícitas del
dictador
hasta
que
las
acusaciones
federales de 1988 habían sido hechas,
además cobraba crédito en las acusaciones
al afirmar, “cuando supimos claramente del
involucramiento de Noriega con drogas,
nos movimos en su contra con las acusaciones. Una vez supimos que este hombre se
había vuelto podrido, nuestra administración es la que trata de llevar este hombre ante
la justicia.” Sin embargo pocos días después un artículo del New York Times citaba
fuentes de la Casa Blanca y el Departamento de Estado en la cual se afirmaba que el
18
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
19
Ibíd.
embajador estadounidense en Panamá le había informado al vicepresidente en 1985
sobre el tráfico de drogas de Noriega.20
Para el mes de mayo, el asunto de las drogas estaba por dar al traste con la campaña
de Bush Papá. Una gran mayoría de estadounidenses creían que el asunto de
narcóticos era el mayor problema de seguridad que enfrentaba la nación, aún por
encima del comunismo. Y Noriega por su parte se había convertido en el horrible
símbolo de una maldad reinante. Según la encuesta del New York Times, el
Washington Post y ABC News, el 58% de los electores desaprobaban las políticas de
Hollywood Reagan en Panamá. Solo un 36% creían que el gobierno enfrentaba con
éxito el tráfico internacional de drogas y apenas un 24% consideraba que Bush en la
guerra contra las drogas sería tan efectivo como Dukakis. En resumidas cuentas
Dukakis le llevaba 10 puntos porcentuales a Bush Papá.
El 11 de mayo, Hollywood le ofreció a Cara de Piña, retirar los cargos de tráfico de
drogas en Estados Unidos si él dejaba el gobierno. La campaña de George entró en
pánico. En una serie de reuniones en la Casa Blanca que George Shultz describió como
salvajes y más salvajes, el vicepresidente y su campaña se oponían vehementemente
a la decisión de Hollywood, arguyendo que era un suicidio político durante un año
electoral, el que Bush pareciera suavizarse con el narcodictador de Panamá. “Cómo
vamos a argumentar que nos estamos endureciendo contra los narcotraficantes si
dejamos ir a este tipo” afirmaba James Baker, el gerente de la campaña de Bush, “los
demócratas nos van a comer vivos”. Pero Hollywood se mantuvo inflexible. “Las
acusaciones federales me obligan a tomar una acción contra Noriega y las únicas
opciones son convencerlo de dejar el gobierno voluntariamente o intervenir
militarmente y sacarlo a la fuerza. Lo que ustedes buscan es que nos metamos allá a
la fuerza, con pérdida de vidas y cómo se verá eso en el resto de América Latina”.21
Durante algún tiempo Cara de Piña consideró la oferta de Hollywood, pero definitiva
rechazó la propuesta afirmando a un periodista, que a él le gustaba ser un “dolor en el
culo de los estadounidenses”.22
Entonces Hollywood se dedicó a mantener a Panamá por
fuera de las noticias estadounidenses hasta finalizar las
elecciones. El General Frederick Woerner, Comandante de
las Fuerzas estadounidenses en la Zona del Canal recuerda:
“antes de las elecciones la orden se impartió, mantengan a
Panamá por fuera de las noticias”. Y funcionó, con lo que
Bush, a pesar de la insistencia de Dukakis en el tema, logró
evadir el asunto y concluyó con una amplia victoria electoral
en noviembre.23
En las elecciones presidenciales panameñas de 1989, una
coalición de oposición nominó candidato a Guillermo Endara.
El ahora Presidente George Bush Papá, en una campaña
diseñada
para derrotar al dictador en las urnas, entregó diez
General Frederick Woerner
millones de dólares en fondos a la campaña de la oposición y
autorizó a la CIA para conducir transmisiones antirégimen clandestinas dentro de
Panamá. Bush también retó a Cara de Piña para que permitiera unas elecciones libres,
20
21
22
23
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
afirmando que su gobierno no aceptaría los resultados de unas elecciones fraudulentas
con el fin de que Noriega se sostuviera en el poder. Adicionalmente envió una
delegación encabezada por los ex presidentes Carter y Ford para monitorear los
escrutinios. Las elecciones panameñas se convirtieron en la vitrina mundial para ver si
los Estados Unidos podían desalojar a Manuel Antonio Noriega. 24
Al
comenzar
los
escrutinios, la ventaja
aparente
para
la
oposición, era de 3 a 1.
Entonces Cara de Piña
ordenó
al
Tribunal
Electoral suspender el
conteo de votos y envió
a sus hombres a destruir
las urnas. Tres días
después
había
una
manifestación
de
protesta marchando por
la calles de Ciudad de
Panamá. Noriega envió
a sus recién creados Batallones de la Dignidad contra los manifestantes. Con tubos,
mangueras y garrotes, los Batallones
de la Dignidad apalearon a los
líderes de la manifestación. Horas
después,
fotos
de
la
salvaje
represión dieron la vuelta al mundo,
una incluía a Guillermo Ford, la
formula vicepresidencial de Endara,
bañado en sangre. Los intentos del
nuevo gobierno estadounidense, por
desalojar
al
dictador,
habían
culminado en el más rotundo
fracaso. “Nadie me va a decir
cuando me tengo que ir, mucho
menos
los
Estados
Unidos”,
vociferaba Noriega. A pesar de alguna
retorica y el llamamiento de su
embajador, Bush Papá no hizo nada.25
Los Batallones de la Dignidad sin adiestramiento
policial o militar previo, eran fuertemente armados
Bush Papá había demostrado durante los ocho años de vicepresidencia, tener poca
personalidad y de él se decía era el perro faldero de Reagan, un pelele. Ahora, a seis
meses de estar en la presidencia, Cara de Piña lo hacía ver como un líder poco
efectivo. Pero el problema de imagen de Bush Papá iba mucho más allá de Noriega.
Durante todo el año de 1989 una serie de transformaciones internas desestabilizaban
el bloque comunista. En la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov llamaba al fin de la
confrontación este-oeste implementando un gran programa de liberalización económica
y política, y proponía iniciativas internacionales para Europa, que haría obsoletos el
Pacto de Varsovia y la OTAN, las mayores alianzas de la Guerra Fría. Al mismo tiempo
24
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
25
Ibíd.
en Polonia, Hungría y Checoslovaquia, los regímenes comunistas daban paso a
pacíficas revoluciones democráticas. En junio Gorbachov en forma unilateral y
prácticamente desmantelando el Pacto de Varsovia, comenzó el retiro de las fuerzas
militares soviéticas de Europa. Ese
mismo mes, el gobierno de la
República Popular China aplastaba
violentamente
un
movimiento
prodemocrático en la Plaza de
Tian'anmen,
masacrando
a
centenares
de
manifestantes.
Mientras el fervor democrático
invadía el mundo comunista y la
Cortina de Hierro se desmoronaba,
Bush Papá mantenía silencio como
espectador pasivo. Consideraba
prudente
evitar
declaraciones
inflamatorias o acciones que los
gobiernos comunistas pudiesen
considerar ofensivas. Sin embargo
para muchos observadores, su
cauta respuesta a los hechos, que marcaban el fin del Bloque Oriental, demostraban un
liderazgo débil e indeciso. El archienemigo del occidente en la Guerra Fría, caía, y el
Presidente de los Estados Unidos no hacía nada para alentar el proceso. El momento
histórico magnificaba la importancia de Panamá. La pregunta que todos se hacían era,
si un bandido de poca monta como Noriega podía mangonear al líder del mundo libre,
¿qué esperanzas había para que pudiera mantener el liderazgo global estadounidense
en el naciente mundo pos Guerra Fría?26
En Panamá el 3 de octubre, el Mayor Moisés Giroldi
con un grupo de disidentes de las Fuerzas
Panameñas de Defensa, hicieron un golpe y
detuvieron a Noriega en el Cuartel General de
Ciudad de Panamá. En un anuncio público, los
golpistas afirmaban que Noriega y la cúpula de las
Fuerzas
Panameñas
habían
sido
retirados
forzosamente. Dos días antes, el primero de
octubre, Giroldi solicitó apoyo a las fuerzas
estadounidenses en la Zona del Canal. La idea era
que ellos debían bloquear la llegada de tropas
leales a Cara de Piña. Bush aceptó las solicitudes
de Giroldi pero al reconsiderar la situación, pensó
que podría tratarse de una ardid de Noriega con el
fin de acusar a los Estados Unidos de
intervencionismo y actitudes imperialistas. El día
del golpe, Bush no tenía ninguna preparación, ni
había dado instrucciones a las tropas en Panamá.
Ese día recibió en la Casa Blanca al ministro de
defensa soviético y al Presidente de México, por lo que tanto tampoco programó una
reunión del Consejo Nacional de Seguridad para monitorear la situación panameña. Al
Mayor Moisés Giroldi
26
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
ponerse en marcha el golpe, las tropas estadounidenses no impidieron la llegada de
tropas leales al dictador y los refuerzos
rodearon el Cuartel General. En su
desesperación, Giroldi ofreció entregar a
Noriega a las tropas estadounidenses,
pero la respuesta de Bush se demoró
dos horas. Mientras tanto las tropas de
Noriega retomaron el Cuartel General y
liberaron al dictador. Giroldi y por
menos diez de sus colaboradores fueron
fusilados de inmediato.27
Noriega acusó a los Estados Unidos del
levantamiento. “Las pirañas gringas
quieren acabar conmigo para instalar un
gobierno de vendepatrias,” le anunciaba
Noriega, dos días después, a un grupo
Noriega victorioso celebra
de seguidores. Riéndose de la metida de
pata de Bush, la comparó con Bahía de Cochinos y retaba al estadounidense para
volver a intentar.
Las críticas contra Bush no se hicieron esperar. “Tuvimos el levantamiento de personas
muy valientes y los Estados Unidos no hizo nada”, afirmaba el demócrata David Boren,
Presidente del Comité de Inteligencia del Senado. El Presidente del Comité del Senado
para las Fuerzas Armadas, Sam Nunn se quejaba de “a pesar de la vieja política de
fomentar un golpe en Panamá”, la administración “no tenía verdaderos planes para el
proceder de nuestra gente en tierra. Debemos anticipar que nuestra política (de
derrocar a Noriega) puede ocurrir.” En el Congreso el Presidente del Comité de
Inteligencia Dave McCurdy decía que el manejo que Bush había dado al golpe en
Panamá “hacía parecer a Jimmy Carter un hombre de carácter”, el resultado, afirmaba
McCurdy, era el resurgimiento “del factor de pelele”, que tanto tiempo acompañaba la
imagen de Bush. “Es difícil imaginar a Lyndon Johnson o Ronald Reagan dudando”,
comentaba otro congresista demócrata con vasta experiencia en asuntos
internacionales. Estas eran las críticas de sus opositores políticos, pero las de sus
copartidarios republicanos eran igual de vociferas y enérgicas. Jesse Helms denominó
el gobierno de torpes policías (keystone cops28) estrellándose entre ellos, “tras esto, no
se podrá esperar que ningún miembro de las FDP, actúen contra Noriega”, declaró.
Hank Hyde del Comité de Inteligencia atacó al gobierno quejándose “parecemos
indecisos, vacilantes y débiles”. La prensa no se quedó atrás. El New York Times
calificaba el manejo del golpe como “un modelo de incompetencia”, mientras el
Washington Post describía al Presidente de “absolutamente paralizado, todo lo que
pudo hacer fue vacilar”. La revista Newsweek en un artículo de portada intitulado “La
hora amateur”, criticaba, “el manejo de la crisis fue un golpe de falta de experiencia y
preparación” y continuaba con, el coup había sido la primera prueba de fuego del
nuevo presidente y los resultados eran poco reconfortantes. La Casa Blanca había
logrado “acumular lo peor de ambos lados: perder cara en un mundo donde esto
importaba y Noriega seguía en el poder.” En resumen la revista concluía que la
actuación de Bush era “un pobre contraste con su predecesor”. El semanario
conservador Human Events era aún más virulento. Acusaba que el fracaso de Bush en
27
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
28
Policías incompetentes de las películas mudas entre 1912 y 1917. Son los mismos policías torpes de las
películas de Charlie Chaplin.
apoyar a Giroldi,
apaciguamiento”.
denotaba
“incompetencia
y
timidez
que
rayaba
en
el
Los columnistas hicieron fiesta. Charles Krauthammer anotaba que el fallido coup
reflejaba “la intermediatez del gobierno, políticas intermedias con medidas
intermedias”. George Will afirmaba en su columna “Una Presidencia poco seria”, que el
símbolo de Bush debía ser un dedo mojado en alto, buscando la dirección del viento.
William Safire decía en “Un hombre sin plan” que la cuota de fracaso para el gobierno
ya se había copado. El Coronel retirado Harry G. Summers Jr. del US Army War
College afirmaba detectar asuntos más serios. En una columna intitulada “La
incompetencia en el golpe de Panamá es lo menos en nuestras preocupaciones,”
escribió: el golpe permitió al pueblo estadounidense una ligera mirada al abismo. El
proceso de toma de decisiones en nuestra seguridad nacional, el corazón y alma de
nuestras defensas nacionales, demostró estar en caos. Fue una revelación aterradora.
…si nuestros líderes nacionales fallaron tanto en una crisis menor como la de Panamá,
¿qué harían de cara a una amenaza mayor? Mientras misiles enemigos nos atacan,
¿estarán aún revisando documentos? La oposición panameña también se quejó.
Roberto Eisenmann tituló una columna de opinión, “Ustedes los Yanquis no puede
manejar un Golpe”, y expresaba su gran desilusión con el gobierno. La torpeza de
Bush en la crisis, dejaba muy en claro, “que no existía una política coherente tras la
retorica presidencial, que no se habían contemplado contingencias y menos
planificación y que la retorica para desalojar a Noriega podía tranquilamente ser
ignorada.”
Pero las peores críticas llegaron de los mismos funcionarios del gobierno. El 6 de
octubre la reportera Ann Devroy escribía en el Washington Post: “Un enfurecido
Presidente Bush ordenó a sus más altos funcionarios poner fin al criticismo interno por
el manejo del gobierno en el intento de golpe… (durante tres días) funcionarios de
muchos departamentos contaron a los reporteros que la administración había estado
mal preparada para su primera inesperada crisis internacional, no tenía planes de
contingencia para manejarla y que reaccionó en forma torpe a los hechos…”29
Según el vicepresidente Dan Quayle, sacudido por el
criticismo y desesperado para mejorar su imagen pública,
Bush Papá comenzó los operativos para una demostración de
fuerza que mostraría su capacidad de liderazgo decisivo y
audaz. Una semana después del fracasado golpe, ordenó al
Pentágono iniciar los planes para una invasión a gran escala
en Panamá. “La hora del amateur se acabó”, le dijo a sus
consejeros.
Sin embargo quedaba faltando una razón legítima para
invadir Panamá. “Antes de actuar necesitábamos un pretexto
para proceder contra el dictador”, afirmó Quayle. El Teniente
General Carl Stiner, el principal planificador del Pentágono
recordó, “sabíamos que para poder ejecutar una invasión a
Vicepresidente Dan
gran escala se necesitaría algo que sería aceptado como
Quayle
moralmente
justificable
en
la
mente
del
pueblo
estadounidense y el mundo, algo como la protección de vidas.” Según el Secretario de
Estado, James Baker, lo que el gobierno necesitaba era una descarada provocación
29
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
contra ciudadanos estadounidenses, que levantaría el sentimiento público y harían la
intervención más aceptable. Entonces para lograr el requerido pretexto, las fuerzas
estadounidenses en Panamá comenzaron a efectuar agresivas maniobras de
entrenamiento, diseñadas deliberadamente en aumentar la tensión y llevar a Noriega a
una confrontación. Los ejercicios incluían la requisa de ciudadanos panameños, la
confrontación con las Fuerzas de Defensa Panameñas, la ocupación de pequeñas
poblaciones por algunas horas, aviones militares sobrevolando el espacio aéreo
panameño y rodear edificios públicos con tropas.
Mientras tanto, los eventos en el mundo añadían presión para que Bush fuera más
agresivo en Panamá. A principios de noviembre, las autoridades de Berlín Oriental
respondieron
al
malestar
popular,
abriendo el Muro de Berlín y permitiendo
a miles de sus conciudadanos escapar a
Berlín Occidental. En cuestión de días, el
mismo muro, un símbolo durante tres
décadas, de opresión comunista para la
mitad de Europa, era derribado a
martillazos por jubilosos berlineses.
Mientras el mundo occidental celebraba
los
dramáticos
hechos,
Bush
nuevamente se mantenía cauto y
comedido. Su respuesta pública fue un
pronunciamiento lacónico, sin emoción y
sin entusiasmo, elogiando la decisión de
los comunistas de Alemania Oriental.
Nuevamente
fallaba
en
proveer
liderazgo visionario o inspiración durante
momentos de tan dramáticos cambios.30
Para el mes de diciembre, la Guerra Fría
estaba claramente terminando y los
estrategas del gobierno estadounidense,
mientras se frotaban las manos de la
dicha, hacían los borradores para los
planos del
nuevo orden mundial
dominado por los Estados Unidos. El
mundo pos Guerra Fría ambicionado, era
un mundo capitalista estable, de
democracias capitalistas, en el cual los
Estados Unidos como única superpotencia, utilizaría su aplastante superioridad militar
para garantizar la estabilidad global, trabajando en conjunto con aliados que le
cooperarían y las Naciones Unidas para reducir conflictos internacionales, prevenir la
agresión y promover modelos liberales de desarrollo nacional, un mundo en el cual,
como diría Bush Papá un año después en vísperas de la Guerra del Golfo, “lo que
nosotros decimos, se hace”. Para finales de 1989 en los círculos intelectuales
estadounidenses se especulaba si Estados Unidos seguiría la misma suerte de otros
imperios al llegar el momento de la decadencia y perdería su posición dominante en el
mundo.31
30
31
Ibíd
Ibíd
Entonces el descarado desafío de Cara de Piña conllevaba muchas preguntas
inconvenientes cuando los Estados Unidos se preparaban para asumir nuevos retos
como líder global. La imposibilidad de los Estados Unidos en sacar a Noriega enviaba
señales de una creciente impotencia, la clase de debilidad que mostraban los imperios
en decadencia, no la actitud de líderes vigorosos. Como lo anotaba un renombrado
especialista en relaciones internacionales: “el contraste de la posición de los Estados
Unidos hoy (en 1989) y hace unas pocas décadas es aleccionador. La influencia
estadounidense en el hemisferio occidental en los 50s era tan abrumador, que
Washington podía derrocar un gobierno con matiz a izquierda como el guatemalteco,
con un esfuerzo mínimo, pero esa influencia se había diluido a tal punto, que en los
80s, el gobierno de Reagan no pudo sacar a un dictadorzuelo como Noriega en
Panamá, un país creado por Washington y controlado durante décadas por militares
estadounidenses.” Si los Estados Unidos eran incapaces de sacar un pequeño tirano en
su propio patio trasero caribeño, ¿podría aún exigir el requerido deferencial respeto de
otros gobiernos para un efectivo liderazgo
mundial? Mientras los Estados Unidos construía a
su imagen y semejanza un nuevo orden mundial,
¿sería
que
otras
naciones
seguirían
incondicionalmente su liderazgo? ¿Sería que otros
estados parias se envalentonarían a seguir sus
propias
metas,
desafiando
la
voluntad
estadounidense? Desde la perspectiva del
gobierno Bush, una demostración de fuerza en
Panamá aseguraría al mundo que los Estados
Unidos aún era la superpotencia que afirmaba ser.
En sus memorias el General Colin Powell describe
un dominante sentido de furia a finales de 1989
en la Casa Blanca, de que un dictador de tercera
como Noriega, hiciera muecas a los Estados
Unidos. Según Powell, este tipo de reto a la
credibilidad internacional estadounidense, en un
momento de hito histórico en asuntos globales,
era intolerable. “Era el momento,” le advirtió al
General Colin Powell
Presidente, “de colocar una placa sobre nuestra
puerta que rezaba, superpotencia vive aquí”. Y la placa era Panamá.32
En diciembre el acoso estadounidense en Panamá había logrado aumentar las
tensiones a niveles explosivos. Bush Papá anunció que no permitiría buques de
bandera panameña ingresar a los puertos estadounidenses. Con una de las mayores
flotas marítimas del mundo, este era un grave golpe económico para el país istmeño.
El 15 de diciembre la Asamblea panameña advirtió que eso equivalía a una declaración
de guerra.
32
Ibíd.
El 16 de diciembre llegó la tan anhelada disculpa para la invasión. Un vehículo con 4
marines estadounidenses, aparentemente instigadores del servicio de inteligencia,
pasó por un reten de las Fuerzas de Defensa panameñas, frente al Cuartel General de
La destrucción estadounidense tras la invasión
Noriega, un sector oficialmente vetado para todo personal militar estadounidense.
Soldados panameños exigieron a los estadounidenses identificarse. Con un intercambio
de palabras el conductor aceleró el vehículo, mientras el teniente Robert Paz hizo un
gesto obsceno con los dedos a las tropas panameñas. Los panameños abrieron fuego y
mataron a Paz. El incidente fue presenciado por un oficial naval estadounidense y su
esposa quienes fueron detenidos durante cuatro horas.
A día siguiente Bush autorizó la
invasión. Con el nombre de Justa
Causa, el operativo rápidamente
dominó las fuerzas panameñas y
Cara de Piña, dos semanas
después, se entregó a los
militares estadounidenses. Fue
llevado a Miami donde se le
enjuició por tráfico de narcóticos.
La invasión permitió al gobierno
de Bush Papá limpiar toda la
porquería, de su propia creación,
con el fin de, con mayor
efectividad tratar los solemnes
desarrollos en Europa Oriental.
Miles de inocentes civiles panameños fueron asesinados por
las tropas invasoras
Mientras Noriega pudiera hacerle muecas a los Estados Unidos y exigir una condición
especial por sus conexiones con la CIA, difícilmente podría Bush Papá ocupar una
posición de moral en sus relaciones con el resto del mundo.33
La Asamblea General de las Naciones Unidos condenó la invasión y la catalogó como
una flagrante violación al
derecho internacional. La
intervención
estadounidense
generó
una reacción negativa en
los
países
Latinoamericanos.
Aunque la OEA había
condenado los abusos de
Noriega e incluso había
tratado de negociar su
salida,
la
tradicional
oposición
al
intervencionismo yanqui
renació.34
Guillermo Endara había
sido llevado por los
estadounidenses,
días
antes de la invasión, a
una base en la Zona del Canal donde asumió como nuevo
Presidente de la República. Los nuevos líderes panameños,
impuestos
por
los
estadounidenses,
resultaron
decepcionantes. El narcotráfico en Panamá en vez de
disminuir, se incrementó bajo el gobierno de Endara. Su
gobierno fue tan impopular que un año después los
estadounidenses tuvieron que intervenir militarmente de
nuevo, para impedir su derrocamiento.35
Los estadounidenses invadieron Panamá con el único fin de capturar a
Noriega, un bandido que ellos apoyaron y ayudaron durante años. Aquí
con su presa rumbo a una celda en USA.
En Panamá la invasión produjo una relación de dependencia
entre los funcionarios y un distanciamiento con los
ciudadanos del común. La invasión confirmó lo que la
izquierda habían afirmado (y los derechistas deseado) por años, que Panamá en
realidad no era un estado soberano y que en últimas los Estados Unidos haría a la
fuerza, su voluntad. Los estadounidenses fueron responsables de cientos de muertos
civiles durante el operativo, al bombardear los barrios obreros de San Miguelito y El
Chorrillo. Endara transmitió ese sentimiento en una entrevista con la AP. Dijo que la
invasión había sido “como una patada en la cabeza. Pensaría yo que no fue lo mejor…
no fuimos consultados…. Yo habría estado más contento sin la intervención…. Los
gringos tienen sus defectos, pero yo estoy acostumbrado a ellos.”36
Guillermo Endara
33
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia,
1992
34
Don M. Coerver y Linda B. Hall, “Tangled Destinies, Latin America and the United States”, The University
of New Mexico Press, Albuquerque, 1999
35
Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,
Lawrence Kansas, 2008
36
Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia,
1992