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SABER METAFÍSICO, CULTURA, Y PROGRESO HUMANO: MAX
SCHELER, XAVIER ZUBIRI Y FERNANDO RIELO
Manuela Blasco Galve
Introducción
Los medios de comunicación constatan a diario el desarrollo de una cultura polarizada
en un progreso tecnológico y económico. Esta cultura -en muchos casos pseudo-cultura- ha
reducido el auténtico sentido del saber a “simples técnicas” carentes de una auténtica
creatividad, proyección y verdad. La dignidad y la vida de la persona están expuestas a la
provisionalidad de los vertiginosos cambios; la “ansiedad por la experimentación”
desplaza el verdadero sentido de la investigación, que se centra más en lo novedoso que en
las necesidades de una humanidad doliente disgregada...
La constante búsqueda de sentido, la pregunta del “por qué y para qué” de la cultura, de
su origen y fin, o incluso de su posible ausencia, es deber y derecho de toda persona. Así se
lo han planteado filósofos de todos los tiempos entre los cuales citamos a Scheler y Zubiri,
puesto que ambos han tratado a nivel metafísico el tema de la cultura, pertenecen a este
siglo, y tienen importantes intuiciones sobre la transcedencia de la metafísica en el ser
humano. Esta transcendencia, sin clarificar explícitamente en ellos, encuentra una
expresión y proyección capital en el pensamiento de Fernando Rielo.
SABER METAFISICO
M.Scheler
Para Scheler saber es una relación ontológica, “...participación de un ente en el modo
de ser de otro”; es el proceso por el que se forma la cultura y en el que crece nuestro
espíritu.. Scheler hace una división y distingue tres tipos de saberes: el saber de la ciencia
positiva, el saber culto y el saber de salvación sobre el que pone el acento y al que
denomina “saber metafísico”1. Según este filósofo, ningún saber puede suplir a los otros
sin un grave perjuicio; por tanto es necesario que el progreso de las humanidades y del
cultivo transcendente de la persona vaya parejo al progreso de la técnica y conocimiento
científico.
X.Zubiri
Expresa su admiración por la metafísica griega reconociéndola como uno de los tres
productos más gigantescos del espíritu humano, junto con la religión de Israel y el derecho
romano. Zubiri alude a la división de saberes de la cultura occidental del siglo XX para
denunciar: la dispersión del saber, la confusión producida por la radical positivación de la
ciencia, y la utilización del producto intelectual. Observa Zubiri que produce enorme
descontento al científico ser únicamente “sabedor de cosas” y “poseedor de ideas” a las
cuales considera simples técnicas, para proponer el reto de una auténtica restauración
intelectual2.
Hay en estos filósofos una común búsqueda de sentido a nivel metafísico, en la que
coinciden en varios puntos, entre ellos:
1.
Reconocimiento de la necesidad de la metafísica.
1
Cfr. M. Scheler. El Saber y la Cultura. Traducción de J. Gómez de la Serna y Favre. Ed. S. XX. Buenos
Aires. 1983, p. 74-77.
2
Cfr. Zubiri. Naturaleza, Historia, Dios. Nuestra situación intelectual. Ed Nacional. Madrid 1978, p. 2-7
1
2.
Riesgo de dispersión por la positivización de la ciencia, que se manifiesta en
la cultura.
3.
Necesidad de un progreso humano y/o restauración intelectual.
Fernando Rielo
La ya amplia obra de F. Rielo, pensador español contemporáneo cuyos escritos
comienzan a aparecer en las últimas décadas de este siglo, aporta al saber y la cultura un
firme, novedoso y universal fundamento metafísico.
El saber metafísico en este filósofo es, como en Scheler y en Zubiri, participación del
ser, pero su extraordinaria novedad estriba en el origen de su modelo metafísico: Cristo.
Modelo establecido en su metafísica genética por la presencia constitutiva del acto absoluto
en la persona.
Este saber que tal como se manifiesta en el ser humano, no es absoluto pero está
modelado por la geneticidad del sujeto absoluto; no procede de los sentidos aunque está
duramente condicionado por ellos1.
Volveremos sobre esta novedad, tras exponer el concepto de Cultura en Scheler y
Zubiri.
CULTURA
M.Scheler
Se pregunta por la esencia de la cultura, cómo se produce, y las especies y formas del
saber y del conocer que condicionan y determinan el proceso para que el hombre se
convierta en un ser “culto”. Cultura es para Scheler, una categoría del ser, es
humanización, apertura, el proceso que nos hace hombres, y “...es un intento de progresiva
autodeificación, visto desde la imponente realidad que existe y actúa por encima del
hombre y de todas las cosas finitas”2.
En este filósofo la humanización del hombre y a la par su deificación, es proceso
inseparable de la idea de “cultura”. De ahí que atendiendo a los positivos estímulos que
requiere este concepto de cultura para lograr el intento de autodeificación, propone tomar
un modelo de persona valioso, y señala como tal a los santos, a los puros3, los cuales se
nos ofrecen no como objeto de sometimiento, sino como un reto hacia la libertad
personal.
Desde la concepción de la persona, la tríada mundo / persona / Dios, significa para
Scheler una indestructible unidad estructural:
“La conciencia del mundo, la conciencia de sí mismo y la conciencia de Dios
forman una indestructible unidad estructural”...4
X.Zubiri
Conocedor de la obra de Scheler, a quien cita en algunos de sus escritos, Zubiri define el
saber como “participación del ser”, y la cultura como la participación del hombre en las
1
Cfr. F. Rielo. Hacia una nueva concepción metafísica del ser. Madrid. En ¿Existe una Filosofía
Española?, FFR., Constantina (Sevilla), 1988, p. 132-134.
2
Cfr. Ob. cit., p. 19,23.
3
Cfr. Ob.cit. p. 54-55.
4
Ob. cit, p. 110.
2
cosas reales1. Para él, la dínamis de la cultura conlleva un renacer de la metafísica
Presenta la cultura como la participación amorosa en el mundo de los objetos, pero advierte
de la limitación de la conciencia humana en esta participación y propone el “ejemplo”
como instrumento supremo de la cultura para una antropología deificada, antropología en
la que profundizará en obras posteriores como “El hombre y Dios”.
En ambos filósofos, Scheler y Zubiri, encontramos:
1. Un concepto amplio de cultura, cuyo patrimonio deifica a la persona.
2. Este concepto sienta una base para la unidad del saber, al expresar tanto uno como
otro, la unidad de ser.
Fernando Rielo
La paciente búsqueda y reflexión de Rielo en el transfondo de las manifestaciones
culturales españolas, ha tenido como resultado extraer de ellas una constante que domina y
está presente en las obras hispánicas más insignes, desde los padres románicos (S. Leandro,
S. Isidoro...), el Siglo de Oro Español con Santa Teresa, San Juan de la Cruz, la obra
cervantina..., y otras citando sólo las obras unamonianas en el siglo actual... Esta constante
para F. Rielo es el hecho místico, hecho que eleva a metafísica pura mediante el Principio
de Relación. Sabemos que para F. Rielo el origen de su metafísica genética es Cristo,
quien no sólo redime al ser humano, sino que le instruye sobre la constitución ontológica
de su ser. Rielo defiende la universalidad de su pensamiento, válido para todas las
culturas, y que expresa del siguiente modo:
“Creo que mi pensamiento da respuesta a las dos dimensiones: por el ámbito
intelectual del axioma, a todas las culturas, por el ámbito revelado del mismo
axioma, al cristianismo” 2.
Y define el Principio de Relación como:
“...fundamento cultural para un ecumenismo religioso, no sólo entre iglesias
cristianas, sino también entre todos los credos”.3
No es objeto de esta Comunicación, explicar los fundamentos de la metafísica genética
de F. Rielo, sino reseñar los aspectos que en relación con la cultura tienen un vector y un
sentido: el progreso verdaderamente humano de toda persona ya en este mundo, y el vivir
según este progreso para un destino eterno.
En el apartado siguiente exponemos un resumen de la aportación de Rielo para la
formación cultural de la filosofía, en orden al progreso humano.
Origen y formación de la cultura
El Génesis recoge el mandato de Dios al hombre por el que le entrega la naturaleza para
que la domine y haga crecer. Aquí centra F. Rielo el origen de la cultura4, cuyo desarrollo
responde a un apetito humano por la relación entre personas, grupos, culturas...5. Rielo
1
Cfr. Zubiri, X. Filosofía del ejemplo, en Primeros escritos (1921-1926). Alianza Editorial. Madrid 1999, p.
369ss.
2
Marie-Lise Gazarian, Fernando Rielo: Un diálogo a tres voces. Entrevista. Madrid 1995, p. 132.
3
Ob. cit., p. 135.
4
F. Rielo. Formación cultural de la filosofía. (En prensa). Nueva York 1995.
5
Cfr. Jose M. López. La metafísica pura en Fernando Rielo. En Homenaje a F. Rielo (Ob. cit. p. 193)
3
expone que la cultura pertenece a la actitud katatemática, funcional o relacional, del
conocimiento, mediante la cual no sólo se transforma la naturaleza, sino también se
deducen de ella sus propiedades estéticas. ¿Como llevar a cabo esta tarea? Entra aquí la
educación, la sensibilidad, el aprendizaje..., Hay que tener en cuenta la enorme
variabilidad cultural que a su vez está en función de otras variables: el arte, la religión, la
moral, la técnica..., incluso la publicidad; cualquiera de ellas puede afectar al hombre y
comprometer su existencia misma.
La formación cultural que propone Rielo desde su metafísica, es tal que, liberando a la
cultura de su propia cultura proteja y encauce la esencia indeleble del ser humano: su
mística u ontológica deidad imagen de la absoluta o metafísica Divinidad.
Respecto a la pregunta sobre la relación de la cultura con la metafísica, F. Rielo
responde:
“Sin la metafísica es imposible la cultura. Si hacemos un recorrido histórico al
concepto de cultura, nadie está de acuerdo en qué pueda consistir su específico. Se
dan por esta causa, definiciones muy reductivas o demasiado vagas o demasiado
amplias. Ahora bien, el fin de la cultura es la metafísica. La metafísica es, por tanto,
la que da forma sustantiva a la cultura”1
de la que deducimos la imperiosa necesidad de un fundamento metafísico de la vida, y de
los quehaceres, para dotar a la cultura de un contenido digno del ser humano.
Progreso humano: el hombre como deidad.
El progreso humano en el sistema metafísico de F. Rielo, parte de la Fe como visión
abierta al infinito. La energía de la Fe cuando no ha sido corrompida, constituye lo más
exquisito de la personalidad del ser humano, un auténtico progreso, un estado de libertas
amoris que le hace capaz de admiración, de entusiasmo por lo divino y humano. Es
capacidad creadora, que con modelo en Cristo, tiene como fruto la paz.
Para que el hombre trate a la naturaleza, a la sociedad, al modo como lo haría el
Creador, se requiere que actúe como deidad. Esta competencia le fue dada al ser humano
por el Creador: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1,26), y le
encomendó dominad la tierra y crecer. Fruto del crecimiento son los bienes culturales a
los que el hombre da forma, haciendo fecunda la potestad deitática para dominar la
naturaleza y ponerla al servicio de su propio destino, siguiendo el mandato del Génesis.
Un problema de principio
Una mirada y análisis al patrimonio cultural que tenemos, revela la carencia de un
concepto unitario metafísico del hombre y de la cultura; se trata, dice F. Rielo, de un
problema de principio, problema que no hace sino manifestar el diagnóstico realizado por
Scheler y Zubiri expuesto en puntos anteriores.
La metafísica se pregunta por el fundamento y dinamismo que sustente un modelo
cultural, por la forma, sentido y dirección que se imprime para que este fundamento se
exprese en todo su vigor y aune en sí modos de vida, costumbres, conocimientos, religión,
etc. A este respecto, F. Rielo observa que el debilitamiento o reforzamiento de este
principio o valor fundamental, determina no sólo los esquemas de conducta y
conocimiento sustantivo de los seres humanos, sino también la mayor o menor riqueza de
su patrimonio cultural”, concluyendo que:
1
Ob. cit. p. 152.
4
“la riqueza de una cultura es directamente proporcional a la incidencia social
ejercida por una filosofía digna del ser humano”. 1
Las categorías superiores del ser y del valor, ya expresó N. Hartmann2, que son por
naturaleza las más débiles, realidad que nos lleva de la mano a la necesidad de contemplar
una formación cultural de la persona.
Formación cultural de la persona
Ya hemos expuesto que F. Rielo, advierte de la necesidad de una educación que
liberando a la cultura de su propia cultura, proteja y encauce la esencia indeleble del ser
humano: su mística u ontológica deidad imagen de la absoluta o metafísica Divinidad, pues
el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, no puede recibir una formación que le
aleje de El, de ser así, es un acto contranatura. En esta tarea nos encontramos con múltiples
modelos culturales que a su vez dan lugar a distintos conceptos de la palabra cultura.
F. Rielo, se detiene en dos vectoriales para analizar estos modelos; la kazautía,
movimiento vectorial intensivo de la inteligencia; es el acto de filosofar digno y propio del
ser humano. Acto trascendental que abierto al infinito eleva a absoluto un sistema, objeto,
actividad, realidad, experiencia... del ser humano, y el katatema vectorial formal, acto de
medir. 3
Ambas vectoriales imbricadas, vienen a expresar el concepto de cultura al que va ligado
el ambiente donde se desarrolla la persona, así como la forma de comunicación. Pero
señala, Rielo, que la gran mayoría de las reflexiones sobre los modelos culturales,
desconocen o desvían la vectorial kazautática del acto de filosofar; así ocurre con las
corrientes funcionalistas, estructuralistas y conceptualistas, cuyo producto se reduce a
resultados estadísticos carentes de una auténtica formación cultural del ser humano.
La actividad trascendente (kazautía), el acto de medir (katatema), radican siguiendo a F.
Rielo en el espíritu humano, y precisan de una dirección y sentido; se trata de la katatelia,
que es esa fuerza interior que nos inclina a actuar conforme a lo que es perfecto, modélico.
Esta inclinación, la katatelia, “...no sería posible si no existiera un referente absoluto; esto
es, un sujeto absoluto que, con su acción agente, satisfaciera esta inclinación. Es la
vectorial que ya intuyera San Agustín al exclamar: cor meum inquietum est donec
requiescat in te”. A estas vectoriales F. Rielo da los nombres castellanos de ley de la
perfectibilidad (katatelia), ley de la trascendentalidad (kazautía), ley de la inmanencialidad
(katatema).
Subrayamos dos aspectos importantes de esta aportación capital de F. Rielo:
1. La katatelia griega, vectorial no tenida en cuenta por la filosofía, y cuya
repercursión es tal que su ausencia avoca la acción humana a un hacer sin dirección
ni sentido. Esta energía direccional no ha dejado de manifestarse intuitivamente a lo
largo de los siglos. La pregunta acerca de su origen nos remite a un sujeto absoluto,
que en Zubiri se manifiesta mediante el modo de intelección “en hacia” en cuyo
término está la realidad fundamento que es Dios4.
2. La definición mística del hombre, requerida por la katatelia y corroborada por
la producción de la cultura que emana de la fe. Una definición que ha visto la luz con
1
F. Rielo. FCF, ob. cit., p. 10.
Cfr. Citado por M. Scheler en El puesto del hombre en el Cosmos, ob. cit. p. 81
3
F.Rielo Formación Cultural de la Filosofía. Nueva York, 1995, p.10-11.
4
Cfr. Zubiri X. El hombre y Dios. Alianza Editorial. Madrid 1984, p. 259.
2
5
el modelo metafísico que aporta Fernando Rielo, pero que está implícita en la misma
esencia del ser humano1.
Aportación que hace posible establecer un hilo conductor de todas las filosofías y todas
las culturas.
Manifestación de la divina presencia constitutiva en la cultura
¿Cómo puede conocerse esta divina presencia constitutiva? Dice F. Rielo que dado que
no hay ninguna mediatización entre el sujeto absoluto y el sujeto humano, esta divina
presencia no se conoce por argumentos, pero proporciona un “cierto balbuceo místico”,
que está presente en todo el acervo cultural, con una signación específica en la historia y en
la filosofía.2
Esta afirmación reafirma el egregio respeto que debe el mundo al ser humano, si quiere
alcanzar un progreso cultural que dignifique a la persona, alejado de todo utilitarismo,
materialismo e indiferencia, centrándose en la relación formante del sujeto absoluto con el
sujeto humano.
Fuente del modelo metafísico de F. Rielo
La fuente que nos propone es universal. Se trata de la exposición de Cristo en el
Evangelio, válida tanto para los creyentes, como para los no creyentes. Cristo es para F.
Rielo el auténtico metafísico
“...Se sigue de esta metafísica por El enseñada una filosofía de la cultura que,
escrita en común por Cristo y el suceder de las generaciones humanas, lega a la
historia un patrimonio cultural provisto de un origen y un fin” (FCF p. 15).
¡Cuántos filósofos -nos dice J. M. López- no han hecho referencia al ser divino!,
aunque sólo sea de modo reductivo, constatando una innata tendencia que está presente en
la historia general del mundo. Circunstancia que interpela a la generación presente y a las
futuras, a tener un actitud abierta, que en palabras de Cristo sería: “Si no me creéis a mí,
creed al menos por las obras que hago” (Cfr. Jn 14,11), apelación que como interpreta
Rielo invita a establecer “...una filosofía de la vida que, subsidiaria de la metafísica,
oriente a la pesona humana a un destino del que sabemos, ciertamente, que no está
contenido en este mundo”3
Conclusión
Las consecuencias del pensamiento de F. Rielo son importantísimas para la cultura;
citamos a modo de resumen4:
1. Sinergia de la acción divina con la humana: El ser humano, constituido por las tres
personas divinas, forja la cultura al ser esencia de su ser pasar a la exteriodidad el carácter
peculiar de su interioridad.
2. La definición mística del hombre, lleva a la interpretación mística de la historia y de
la cultura.
1
Cfr. FCF p. 13
Ob. cit., p. 14
3
Cfr. Jose M. López, La nueva metafísica de F. Rielo, ob.cit. p. 107, donde cita a F. Rielo.
4
Cfr. FCF ob. cit. p.18-20
2
6
3. Unidad en la formación cultural: nos advierte F. Rielo, que toda Filosofía tiene en sí
la clave de la formación o deformación cultural.
El pensamiento de F. Rielo ha precedido a la petición que en la Encíclica “Fides et
Ratio” hiciera su Santidad, el Papa Juan Pablo II exhortando a filósofos y teólogos a
recuperar la dimensión metafísica de la verdad, dejándonos interpelar por las exigencias
que provienen de la palabra de Dios1.
La búsqueda de un saber metafísico que dé plena respuesta al anhelo de perfección del
ser, dote de sentido a la cultura y haga posible el progreso humano en su plenitud nos
viene dada en el pesamiento de nuestro filósofo, quien ha realizado un elevado estudio en
el que nos presenta a Cristo como auténtico metafísico, no sólo para los creyentes, sino
para todo el pensamiento humano, cuya fuente es el Evangelio escrito por los discípulos de
Cristo.
Prof. Dra. Manuela Blasco Galve
Escuela Idente (Murcia, España)
1
Juan Pablo II. Fides et Ratio. Encíclica. Roma 1998, nº 105-106.
7