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DOMINGO 6º DE PASCUA «Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama
será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y
habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La
palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les
enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les
doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se
alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más
grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando
se cumpla, ustedes crean”» Jn 14,23-29 «Consideren, hermanos carísimos, cuán grande dignidad sea ésta, el tener a Dios,
que ha venido a hospedarse en el corazón. En verdad que, si algún amigo rico y
poderoso viniera a nuestra casa, rápidamente se limpiaría toda la casa para que
no hubiera tal vez en ella algo que molestara a la vista del amigo que viene. Pues
quien prepara a Dios la casa de su alma, haga desaparecer de ella las inmundicias
de sus malas obras. Pero vean lo que dice la Verdad: Vendremos y habitaremos dentro de él. Y es que
viene a los corazones de algunos, pero no hace mansión; porque ante la presencia
de Dios, sí, llegan a compungirse; pero al tiempo de la tentación se olvidan de
aquello de que se habían compungido, y así vuelven a cometer los pecados como
si no los hubieran llorado. Por consiguiente, quien de veras ama a Dios, quien
guarda sus mandamientos, a su corazón viene Dios y, además, hace mansión;
porque el amor de su divinidad le penetra de tal modo, que no se aparta de él al
tiempo de la tentación. Aquel, pues, le ama de verdad a cuya alma no la arranca el
consentimiento la mala delectación; porque tanto más se aparta uno del amor
divino cuanto más se deleita en los amores de abajo. Por eso todavía añade: Pero el que no me ama no es fiel a mis palabras. Entren,
pues, hermanos queridísimos, dentro de ustedes mismos y pregúntense si aman
de veras a Dios; pero que nadie se fíe de sí mismo, sea lo que fuere lo que su alma
le respondiere, si le falta el testimonio de las buenas obras. Acerca de si ama al
Creador pregúntese a las palabras, a los pensamientos y a las obras. El amor de
Dios jamás está ocioso; porque, si existe, hace cosas grandes; pero, si rehuye el
obrar, no es amor». HOSPEDAJE PARA TRES Resultaría muy difícil comprender el misterio de la Santísima
Trinidad sin la ayuda del evangelista san Juan, que hace una clara
distinción entre la persona del Padre, y las personas del Hijo y del
Espíritu. Un solo Dios verdadero en tres personas distintas. Como análogamente en el A. T., los tres ángeles había visitado a
Abraham y a Sara. Ahora realmente y en una santa comunión, las tres
personas divinas desembarcan en el corazón de cada creyente,
afincándose en él y convirtiéndolo en un verdadero santuario del Dios
viviente, que participa e irradia la vida de Dios. Jesucristo, la Palabra reveladora del Padre, ha concluido su misión
en medio de los hombres. Ahora vendrá el otro enviado del Padre en
nombre de Cristo. El Espíritu Santo, el Paráclito, que cumplirá el rol
de Testigo, de Abogado y de Maestro. Él nos recordará todo lo que
Cristo nos enseñó. Ya no habrá necesidad de esperar otras revelaciones. El Espíritu
Santo nos hará penetrar plenamente y de manera definitiva en el
mensaje del Evangelio, de manera que no se limite a ser pura letra,
sino que se convierta en espíritu y vida. “Espíritu por quien he conocido a Dios, tú que eres Dios y me haces
Dios. Fuerza de Dios, autor de los dones, ven a suscitar nuestra
oración. Tú que inspiras a los profetas y que enseñas a los apóstoles,
tú que instruyes a todos los santos, ven a enseñarnos todas las cosas. Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu, un solo Dios y tres Luminarias,
que vive y reina por todos los tiempos y a lo largo de toda la eternidad”
(Gregorio de Nazianzo).