Download Dossier sobre Cambio Climático Nº 70

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15 de diciembre de 2015
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Nº 70
La Cumbre de París cierra un acuerdo histórico contra el cambio climático
1
COP21: las 5 maneras en que el acuerdo de París afecta a América Latina
3
Los alcances del acuerdo climático de París
5
Cumplir con lo pactado en París, el verdadero desafío
7
Prejuzgar París
9
El precio correcto para proteger nuestro clima, por Christine Lagarde
11
Ha llegado la hora de pasar a los medios de transporte limpios, por Carlos Ghosn
13
Mostrar los vínculos entre los bosques y el cambio climático
15
Las mujeres sienten el cambio climático en carne propia, por Sohara Mehroze Shachi,
Domoina Ratovozanany & Dizzanne Billy
17
1. LA CUMBRE DE PARÍS CIERRA UN ACUERDO HISTÓRICO CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
La lucha contra el cambio climático consiguió este sábado poner de acuerdo casi al mundo
entero. Los representantes de cerca de 200 países, reunidos en la Cumbre del Clima,
adoptaron el primer acuerdo global para atajar el calentamiento desencadenado por el
hombre con sus emisiones de gases de efecto invernadero. El pacto abre un camino, pero no
es la meta, como resaltaron los negociadores. Los esfuerzos que hay ahora sobre la mesa no
son suficientes para impedir que el aumento de la temperatura a final del siglo se quede
“muy por debajo de los dos grados”, el objetivo que persigue el pacto. Todos los países
firmantes deberán limitar sus emisiones, aunque los desarrollados tendrán que hacer un
mayor esfuerzo y movilizar 100.000 millones de dólares anuales.
Era la señal que muchos esperaban desde que los responsables de la inmensa mayoría de
países del mundo comenzaron a discutir sobre cambio climático hace más de dos décadas.
Era la señal también que muchos inversores, atrapados ahora entre las dudas, querían oír
para saber hacia dónde dirigir su dinero. El acuerdo alcanzado este sábado en París —tras
dos semanas de reunión dentro de la cumbre y tras seis años de prolegómenos— es “el
primer acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, recordó François
Hollande cuando presentó el texto final que luego fue aprobado. El presidente francés
recordó los atentados que sacudieron París hace un mes. Y rogó a los representantes de los
195 países reunidos en la cumbre que apoyaran el pacto, como finalmente ocurrió.
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El acuerdo de París fija, entre otros objetivos, elevar los “flujos financieros” para caminar
hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero, cuya
sobreacumulación en la atmósfera por las actividades humanas ha desencadenado el cambio
climático. “Estamos mandando un mensaje clave al mercado global”, valoró este sábado
John Kerry, secretario de Estado de EE UU. “Movilizar la inversión”, dijo, es fundamental
para lograr una “transición a una economía limpia”. “Los mercados ya tienen una señal
clara”, remarcó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Con este pacto los representantes de los 195 países reunidos en París no solo admiten que el
problema del cambio climático existe, sino que reconocen que el aumento de la temperatura
es responsabilidad del hombre. Por eso, establecen medidas para combatirlo.
Ante el fracaso hasta ahora de los intentos por fijar metas obligatorias individuales a cada
país —el Protocolo de Kioto apostó por esa fórmula y solo logró cubrir el 11% de las
emisiones mundiales— ahora se le da la vuelta al proceso. Se pone una meta obligatoria: que
el aumento de la temperatura media en la Tierra se quede a final de siglo “muy por debajo”
de los dos grados respecto a los niveles preindustriales e incluso intentar dejarlo en 1,5.
Luego, cada país pone sobre la mesa sus aportaciones voluntarias para reducir sus emisiones
de gases de efecto invernadero nacionales. Y lo hacen todos. 187 de los 195 países reunidos
en París han presentado ya sus programas nacionales. Todo el que firme y ratifique el pacto
—algo que ocurrirá a partir de la próxima primavera— deberá aportar contribuciones con las
limitaciones de gases.
Pero el acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020, por sí solo no es suficiente para
lograr el objetivo de los dos grados. Según se reconoce en la “decisión”, la segunda parte del
texto, los programas de recorte que han presentado esos 187 Gobiernos no bastan. “Se
requerirá un esfuerzo mucho mayor”, se indica. Por eso se establecen mecanismos de
revisión al alza de los compromisos cada cinco años. También, herramientas de
transparencia, como los inventarios, para intentar que el control sea lo más efectivo.
El acuerdo nace del desarrollo del convenio de las Naciones Unidas sobre cambio climático,
que se remonta a 1992. El mundo, en estas más de dos décadas, ha cambiado y aquel
documento ha quedado desfasado, fundamentalmente en los anexos, donde se establecía el
listado de países desarrollados que estaban obligados a reducir sus emisiones. Veintitrés
años después, los industrializados de los anexos solo representan alrededor del 35% de las
emisiones mundiales. Y China e India, que están ya entre las cuatro economías más
contaminantes del planeta, se quedaban fuera de los Estados que deben asumir los mayores
esfuerzos. Uno de los debates más intensos que han puesto en riesgo este acuerdo ha sido
precisamente este: la persistencia o no aquella diferenciación. Finalmente, el acuerdo
establece que todos deben hacer planes de control de las emisiones. Pero a los desarrollados
se les fijan mayores exigencias. Por ejemplo, se establece que ellos deberán “seguir
encabezando los esfuerzos” en reducción de emisiones. “Nos complace que el acuerdo
diferencie las acciones”, dijo este sábado el ministro de India Prakash Javadekar.
“El acuerdo no es perfecto”, admitió Xie Zhenhua, el representante sobre cambio climático
de China. “Pero eso no nos ha impedido dar un paso histórico”, añadió. Xie instó también a
los países desarrollados a que cumplan con sus obligaciones.
Fondo anual
Entre esos deberes está “movilizar” un fondo de 100.000 millones de dólares anuales a partir
de 2020. A partir de 2025, se revisará al alza. A este fondo también podrán aportar los
emergentes, aunque en su caso es una posibilidad “voluntaria”. El fondo anual se destinará a
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que los Estados con menos recursos puedan adaptarse al cambio climático; por ejemplo, con
medidas de protección por el aumento del nivel del mar. También servirán para que esos
mismos países puedan crecer económicamente pero con bajas emisiones de dióxido de
carbono.
La negociación del acuerdo ha recaído sobre las espaldas del ministro francés de Exteriores,
Laurent Fabius. “Es un martillo pequeño, pero hace mucho por la humanidad”, dijo tras dar
el golpe en la mesa por el que quedaba aprobado el pacto. Su premura no gustó a Nicaragua,
que protestó y dijo que no podía admitir el acuerdo porque, entre otras cosas, supone
impedir en el futuro la reclamación de indemnizaciones por los daños causados por el
calentamiento. Nicaragua es uno de los ocho países que no ha presentado planes para limitar
sus emisiones.
“Siempre podrán decir que el 12 de diciembre de 2015 estaban en París”, le dijo Hollande a
los ministros reunidos en la cumbre. “Y podrán sentirse orgullosos ante sus hijos y sus
nietos”.
Fuente: Nota informativa publicada en el periódico español El País, el 14 de diciembre de
2015 y se encuentra disponible en el sitio web: http://internacional.elpais.com/
2. COP21: LAS 5 MANERAS EN QUE EL ACUERDO DE PARÍS AFECTA A AMÉRICA LATINA
Activistas ambientales y organizaciones sindicales y rurales de América Latina se oponen a
las políticas extractivas impulsadas desde los gobiernos de esa región.
París puede parecer un destino lejano para América Latina, el acuerdo firmado este sábado
puede contener un lenguaje incompresible y, tal vez, el cambio climático no es una prioridad
para la mayoría de personas que habitan la región.
Pero los expertos reunidos en la capital francesa son conscientes que el acuerdo de la COP21
tendrá un impacto considerable en la vida de las personas que viven en América Latina y en
la economía de los gobiernos en los años por venir.
Estas serían las cinco maneras que en América Latina se afecta con el acuerdo logrado en
París en las últimas horas.
Clima extremo y descongelamiento
Aunque América Latina solo es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto
invernadero, muchas zonas del continente son vulnerables en un mundo que se calienta.
Significa mucho, por ejemplo, que el acuerdo de París señale que los países deben hacer su
mejor esfuerzo evitar que el aumento de la temperatura global supere los 1,5 grados
centígrados, aunque el límite haya sido establecido “muy por debajo” de los dos grados
centígrados.
Por qué a América Latina le preocupa tanto el cambio climático
6 preguntas para entender por qué es tan importante la cumbre del cambio climático en París
Antes de la cumbre de París, las discusiones fueron solo sobre el aumento de los dos grados
centígrados.
Pero los científicos habían sido claros que con un límite menor habría menor riesgo de un
clima más extremo que generara sequías, inundaciones y olas de calor. Esto es importante
para América Central.
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De acuerdo con la ONG Germanwatch, entre los años de 1995 y 2014, tres países de la
región estuvieron ubicados entre los 10 países a los que más fuerte había golpeado el clima
extremo.
El más afectado: Honduras.
Honduras pierde el 3% de sus bosques por año debido a la tala ilegal.
Millones de personas que viven en los países andinos también se encuentran vulnerables a
los efectos del descongelamiento de los glaciares.
El Banco Mundial estimó que si las temperaturas aumentaban más de los dos grados
centígrados, más del 90% de los glaciares se descongelarían.
Adaptarse a lo que viene
El acuerdo también incluye a la población que vive en las ciudades, localidades o en el
campo para que adapten los recursos para lo que viene en el futuro.
El pacto de París señala que antes de 2025, los países deberán acordar una meta de al menos
US$100.000 millones anuales que los países ricos proveerán a los más pobres en su lucha
contra el cambio climático.
Muchos críticos afirman que no es suficiente. Pero algunos países de América Latina podrán
recibir algo de este dinero de un Fondo del Clima.
Ellos probablemente no estarán en la lista de países prioritarios para recibir este dinero, que
estará encaminado a ayudar a los más pobres ubicados en la región de África Subsahariana.
Una cláusula de daños y perjuicios asociados con los efectos del clima extremo fue añadida
en el acuerdo y tal vez podría ayudar a los países más vulnerables. Sin embargo, no
específica las responsabilidades o las bases para una compensación.
El futuro de la energía
Venezuela, México, Perú, Colombia y Bolivia tienen economías que dependen del petróleo
y el gas.
Tal vez el cambio más significativo que afecte a América Latina en el futuro será el cambio
a la economía sin el uso de fuentes de energía fósiles.
Los observadores dicen que el objetivo del acuerdo es alcanzar un pico mundial de las
emisiones de gases de efecto tan pronto como sea posible y que eso implica una dirección
clara para evitar el uso del petróleo, gas y carbón y el traslado de las economías a la
dependencia de las energías renovables.
Greenpeace dijo que el acuerdo de París puso a las compañías petroleras “en el lado
equivocado de la historia”.
Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo. Colombia, México,
Perú, Bolivia dependen del consumo de gasolina y gas.
El acuerdo del COP21 podría tener enormes implicaciones para sus economías en el largo
plazo.
Pero lo logrado en París podría ayudar al ímpetu de los inversionistas para que se interesen
en las energías renovables.
América Latina es considerada una región bastante atractiva para la inversión en energía
limpia.
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Un reporte de la empresa Climatescope incluye a Brasil, Chile, México y Uruguay entre los
10 países más atractivos para invertir en proyectos de energía eólica, solar y otras fuentes
renovables.
Uruguay en particular ha hecho enormes esfuerzos sobre este tema. Cerca del 95% de su
electricidad viene de fuentes renovables.
Costa Rica alcanzó recientemente el récord de utilizar por 94 días consecutivos solo energía
renovable para su sistema eléctrico.
La selva amazónica
Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia son los países que tienen un tercio de la selva amazónica
y millones de personas viven allí.
Muchos países del continente dependen de reducir la deforestación con el ánimo de alcanzar
sus objetivos en la reducción de emisión de gases.
Las movilizaciones en París reclamaron a los presidentes latinoamericanos un alto a la
deforestación de bosques para construir carreteras y exploración petrolera.
El presidente de la COP21, el ministro de Relaciones Exteriores francés, Laurent Fabius, fue
explícito en afirmar que el acuerdo va a ayudar a los países latinoamericanos en sus intentos
de reforestación y protección de la enorme selva amazónica.
El pacto de París también reconoce la importancia de proveer “adecuados y previsibles”
fondos para ayudar a los gobiernos para reducir la deforestación.
Esto significa el incremento de dinero para los países que tienen parte de la Amazonía, en
tanto puedan alcanzar los requerimientos para asegurar la reducción de la deforestación de
una forma confiable.
Sociedad civil y los próximos años
Hay un acuerdo universal ahora, pero el verdadero reto es ver cómo los países, incluidos los
de América Latina, van a llevar a cabo las reducciones a las que se han comprometido y
entonces incrementar sus ambiciones.
Todos los países del continente, excepto Venezuela, Nicaragua y Panamá han hecho sus
propuestas ante la ONU.
Una plataforma llamada “diálogo facilitador” se realizará en 2018, lo que ofrecerá a los
estados la oportunidad de hacer una última revisión a los compromisos antes de que sean
irreversibles a partir de 2020.
ONG han dicho que dependerá de la sociedad civil en América Latina hacer cumplir a los
gobiernos las promesas hechas e incrementar sus compromisos con la reducción de
emisiones.
Ellos han dicho que alcaldes, hombres de negocios, consumidores, ciudadanos e
inversionistas tendrán que asegurar que la transición hacia un mundo libre de combustibles
fósiles se convierta en una realidad.
Fuente: Nota de prensa publicada en el portal informativo BBC Mundo el 13 de diciembre
de 2015 y disponible en el sitio web: http://www.bbc.com/
3. LOS ALCANCES DEL ACUERDO CLIMÁTICO DE PARÍS
El acuerdo de París, que remplazará en cuatro años más al actual Protocolo de Kioto, vincula
los destinos de los grandes emisores de gases de efecto invernadero que están generando el
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calentamiento global, como EE.UU. y China, con naciones amenazadas por el aumento de
las temperaturas globales como las pequeñas islas del Pacífico y del Caribe.
El compromiso que 195 países alcanzaron en la Cumbre del Clima (COP21) de París el
sábado dejó a casi todo el mundo contento. Por primera vez en las 21 reuniones de este tipo
sostenidas por las Naciones Unidas se había conseguido lo que parecía imposible tras el
desastre de la cumbre de Copenhague (COP15) en 2009: un consenso pleno en transitar,
como planeta y sociedad, hacia una economía baja en carbono.
Políticos, científicos, ONG y asociaciones en todo el globo analizan el texto del acuerdo,
con miradas de satisfacción, pero también de prudencia sobre su alcance e implementación.
Si bien el acuerdo es jurídicamente vinculante, es decir, impone una obligación efectiva a
quienes lo suscriben, no todos los puntos en el pacto tienen igual carácter, es decir, hay
varios que no tienen sanción, especialmente las metas de reducción de gases, uno de los
puntos más complejos.
Oxfam declaró que el consenso alcanzado es “insuficiente” al no incluir medidas concretas
para ayudar a los más pobres y vulnerables frente al aumento del nivel del mar, inundaciones
o sequías.
Incluso, la ONG Amigos de la Tierra lo calificó de “farsa”, ya que “a través de
compromisos parciales y tácticas intimidatorias, los países ricos forzaron un mal acuerdo”.
Lo obligatorio
Lo que si se obliga a los firmantes por lo que revisiones periódicas serán necesarias si se
quiere mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo los 2°C o los
esperanzadores 1,5°C a los que las naciones firmantes aceptaron “forzarse” a llegar.
Además, se establece una contribución mundial de 100.000 millones de dólares anuales que
ayudarán a los países más vulnerables y en vías de desarrollo en la mitigación y adaptación
al cambio climático, además de revisar el incremento de esa cifra antes de 2025.
Las naciones también se comprometieron a fijar nuevos objetivos en 2025, a reconocer el
concepto de justicia climática y considerar el contexto de cada país al momento de fijar sus
objetivos climáticos, que se revisarían cada cinco años, aumentando de forma progresiva.
El acuerdo de París es un punto de inflexión histórico donde por primera vez los mayores
emisores de gases de efecto invernadero, así como las naciones más vulnerables, se han
aliado contra el cambio climático y donde más allá de las felicitaciones por el compromiso
alcanzado es necesario actuar impulsando la innovación, energías limpias y el desarrollo
sostenible.
Según la delegación chilena, la participación nacional fue fundamental para destrabar el
acuerdo.
Sector privado
Pero no solo los países van a dar la pelea por el planeta. El sector privado, que también
participó de la reunión, asumió el compromiso de fijarse objetivos de reducción de
emisiones de dióxido de carbono, donde uno de los pasos más significativos en ese contexto
fue el anuncio de Google de la compra de 842 megavatios de energías limpias para sus
centros de datos, con miras a triplicar esta cifra para 2025.
Los que quedan al debe en esta histórica cita son dos de los actores comerciales que más
gases de efecto invernadero generan: la aviación y el trasporte marítimo. Y si bien la Unión
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Europea (UE) buscó introducir una mención en el cuerpo legal que sirviera para impulsar
negociaciones internacionales futuras en el área, sus esfuerzos fueron infructuosos.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, elogió el primer acuerdo universal de lucha contra
el cambio climático y dijo que con él se ha mostrado “lo que es posible” cuando el mundo
“se une”.
China destacó, que si bien el acuerdo alcanzado no es perfecto y hay elementos a mejorar, la
COP21 les ha permitido “dar un histórico paso hacia adelante”, además de recalcar el rol
jurídicamente vinculante en varios puntos del acuerdo alcanzado.
El presidente francés François Hollande incluso fue más lejos en el compromiso de su país y
propuso que las naciones que así lo quieran revisen los objetivos acordados en la COP21
antes de 2020, indicando que Francia así lo hará.
Brasil, séptima economía mundial, espera reducir las emisiones de gases contaminantes en
37% hacia 2025 y 43% para 2030, en comparación con sus niveles de 2005. A esto suma la
eliminación de la tala ilegal en el país, cifra que se ha incrementado 16% en los últimos 12
meses, resaltando la incorporación de un mecanismo que “permite el reconocimiento y el
pago por resultados de las acciones de combate a la deforestación y degradación forestal,
siendo fundamental para la implementación de las metas” del país.
Cada Estado se compromete a tomar las medidas necesarias para cumplir lo que dice en su
contribución, y los que quieran podrán usar mecanismos de mercado, como la compraventa
de emisiones, para cumplir sus objetivos. La adopción del acuerdo tendrá lugar en la sede de
las Naciones Unidas en Nueva York, EE.UU., el 22 de abril de 2016 y el nuevo acuerdo
entrará en vigor cuando al menos 55 Estados partes, que sumen en total el 55% de las
emisiones globales, lo hayan ratificado.
Fuente: Nota informativa publicada el 14 de diciembre de 2015 en el periódico chileno La
Tercera y disponible en el sitio web: http://www.latercera.com/
4. CUMPLIR CON LO PACTADO EN PARÍS, EL VERDADERO DESAFÍO
Un día después de que casi dos centenares de naciones aprobaron el histórico primer acuerdo
universal para librar al planeta de los combustibles fósiles y desacelerar el calentamiento
global, los participantes empezaron a sopesar el domingo lo que costará llevarlo a cabo.
Seis años después del fracaso de Copenhague, 195 países lograron ponerse de acuerdo en la
conferencia del clima de París (COP21) para detener el alza de la temperatura del planeta
“muy por debajo de los 2° C” y ayudar económicamente a los países más vulnerables al
calentamiento global.
Sin embargo, la noticia más ambigua es que este documento, por su propia naturaleza,
depende de los sectores clave de la sociedad para responder y ayudar a asegurarse de que sus
objetivos se realicen. Países, empresas y particulares de todo el planeta tendrán que hacer las
cosas correctas. Y es demasiado pronto para decir exactamente cómo van a hacerlo.
Es más, incluso si todo el mundo juega con las reglas, las normas y los objetivos
establecidos por el acuerdo de París pueden no ser suficientes para evitar los efectos
catastróficos del cambio climático. La ciencia sugiere que los efectos ya están puestos en
marcha —el deshielo de los glaciares, la liberación de grandes cantidades de dióxido de
carbono— y podrían desencadenar impactos considerables que este nuevo acuerdo sería
incapaz de evitar.
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Pero esas dudas no deben opacar la magnitud de lo que ya se logró, por lo que hay razones
para la esperanza.
Lo más importante es el sector energético. Hemos visto incluso antes de este acuerdo un
fuerte crecimiento en las cuotas de energías renovables en todo el mundo, desde EU a
Alemania y China. Hemos visto que la industria del carbón comienza a tropezar, con un
aumento del gas natural. Es decir, las tendencias ya se están apuntando hacia la dirección a
las que se quiere dirigir el acuerdo de París.
Sin embargo, una evolución dentro del sector privado es crucial, porque a pesar de todo el
poderoso lenguaje del nuevo acuerdo climático, las naciones no están obligadas de
inmediato a hacer nada más de lo que está contenido en sus compromisos climáticos ya
firmados. Además —como ya lo declaraban a menudo— estas promesas aún no son
compatibles con el objetivo de limitar temperatura mundial por debajo de los 2° C y de
proseguir los esfuerzos para la ambiciosa meta de los 1.5° C por encima de los niveles
preindustriales.
De acuerdo con el documento, no hay ninguna sanción contra los países que incumplan sus
objetivos sobre emisiones. Sin embargo, el acuerdo prevé normas de transparencia que
contribuirán a alentar a los países a que cumplan sus compromisos. Éste fue uno de los
puntos más difíciles de concertar, porque China solicitaba compromisos obligatorios más
flexibles para las naciones en desarrollo.
De acuerdo con el pacto, todos los países deben informar sobre sus emisiones y sus acciones
para reducirlas. Sin embargo, prevé cierta “flexibilidad” para los países en desarrollo que “la
necesiten”.
Por ello también, según el acuerdo, los países ricos deben mantener su asistencia financiera a
las naciones pobres para que éstas reduzcan sus emisiones y se adapten al cambio climático.
Otro objetivo más impreciso es que, en algún momento en la segunda mitad del siglo, las
emisiones de gases de efecto invernadero causadas por los seres humanos —que incluyen
metano y otros gases, como también anhídrido carbónico— no excedan la cantidad que
absorbe la naturaleza. El ciclo de carbono en la Tierra, que es complejo y variable, debe
volver a equilibrarse.
En la práctica, eso significa que el mundo no debe emitir prácticamente ningún gas
contaminante para el 2070 para lograr el primer objetivo, o para el 2050, para concretar el
más ambicioso.
Casi todas las naciones acordaron planes de acción individuales de reducir o al menos
desacelerar el crecimiento de la contaminación de carbono en la próxima década más o
menos. Las naciones más ricas, como Estados Unidos, Japón y Europa, prometieron
concretar las reducciones inmediatamente. Los países en desarrollo que dicen necesitar los
combustibles fósiles para salir de la pobreza prometieron reducir la tasa de crecimiento por
ahora, para cortarla después.
China, el mayor contaminante con carbón, deberá hacer los cortes más profundos. Pero
desde 1870, Estados Unidos es responsable por 18% de la contaminación mundial por
carbón, en comparación con 13% de China. En total, para que el mundo logre su nuevo
objetivo, las emisiones mundiales de anhídrido carbónico deberán llegar al tope para el
2030, quizás antes, para después declinar prácticamente a cero, dijeron los expertos. Sin
ningún esfuerzo por limitar el calentamiento global, la temperatura mundial aumentaría 3.5°
C para el 2011, según Clima Interactivo.
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“Aún queda mucho trabajo por hacer”, reiteró la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel,
mientras que el presidente estadounidense, Barack Obama, estimó que el acuerdo “no
resuelve el problema, pero establece el marco sostenible que el mundo necesita para resolver
la crisis climática”.
Las ONG, por su parte, reconocieron el avance del acuerdo, pero no lo consideraron un éxito
rotundo, sobre todo teniendo en cuenta que su primera revisión obligatoria será en el 2025.
“La rueda de la acción gira lentamente, pero en París, giró. El texto coloca a las energías
fósiles entre los malos de la historia”, dijo el director de Greenpeace, Kumi Naidoo.
Por su parte, Amigos de la Tierra lo calificó de “farsa”, ya que “a través de compromisos
parciales y tácticas intimidatorias, los países ricos forzaron un mal acuerdo”. (Con
información de agencias).
Puntos clave sobre el acuerdo histórico de París
Plan a largo plazo: el acuerdo se ha fijado como objetivo de largo plazo garantizar que el
calentamiento global se mantenga “muy por debajo” de los 2° C y en alguna fecha después
del 2050, las emisiones causadas por el hombre deben ser reducidas a niveles que los
bosques y océanos puedan absorber, según el acuerdo.
Objetivos sobre las emisiones: a fin de alcanzar el objetivo de largo plazo, los países
acordaron fijarse cada cinco años metas nacionales para la reducción de gases de efecto
invernadero. Por lo pronto, en lo que llega el 2020, sólo se espera de los países en desarrollo
que controlen el aumento de sus emisiones mientras prosperan sus economías.
Sin sanciones: no hay sanciones contra los países que incumplan sus objetivos sobre
emisiones. De acuerdo con el pacto, todos los países deben informar sobre sus emisiones y
sus acciones para reducirlas.
Financiamiento: según el acuerdo, los países ricos deben mantener su asistencia financiera
a las naciones pobres para que éstas reduzcan sus emisiones y se adapten al cambio
climático. El acuerdo no prevé cantidades específicas. Sin embargo, las naciones ricas
habían comprometido de antemano un financiamiento contra el cambio climático por
100,000 millones de dólares en los próximos años hasta el 2020.
Fuente: Nota informativa publicada el 13 de diciembre de 2015 en el portal electrónico del
periódico The Washington Post y disponible en el sitio web: www.washingtonpost.com/es
5. PREJUZGAR PARÍS
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París que tendrá lugar
más adelante este mes está siendo anunciada como una oportunidad para salvar al planeta.
No lo es. Como demuestro en un nuevo artículo científico con revisión de pares, aún si tiene
éxito, el acuerdo que se logre en París solo reduciría las temperaturas para 2100 en 0,05 °C.
La suba del nivel del mar solo se reduciría 1,3 centímetros.
Esto puede resultar sorprendente, continuamente escuchamos que todos los países han hecho
compromisos importantes para reducir las emisiones de CO2, las llamadas «Contribuciones
Determinadas a Nivel Nacional» o INDC, por su sigla en inglés. Según la jefa climática de
la ONU, Christiana Figueres, «las INDC pueden limitar el aumento previsto de la
temperatura en 2,7 °C para 2100; de ninguna manera es suficiente, pero sí es mucho menos
que los 4, 5 o más grados de calentamiento que muchos proyectaron antes».
Figueres sugirió que el acuerdo de París reducirá el calentamiento en casi 2 °C, de 4,5 °C a
2,7 °C. Aunque formuló su declaración cuidadosamente para no decirlo realmente, eso fue,
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como era de esperarse, lo que la mayoría de la gente escuchó. Pero la reducción está
compuesta casi en su totalidad por números inventados e ilusiones.
La suba esperada de 4,5 °C se basa en la emisión de casi 10 000 gigatoneladas (Gt, miles de
millones de toneladas) de CO2 durante este siglo (todos los gases de efecto invernadero
restantes fueron convertidos a su equivalente en CO2). Pero nadie cree en realidad en este
número –incluso el Programa de la ONU para el Medio Ambiente estima que sin
absolutamente ninguna política climática, emitiríamos 7750 Gt, que producirían una suba de
3,8 °C. Así, el aumento adicional de 0,7 °C es sencillamente un invento: la política climática
no puede asumir el crédito por su reducción, por qué nunca iba a ocurrir en primer lugar.
Para limitar los aumentos de la temperatura a 2,7 °C sería necesario que el mundo
restringiera sus emisiones a cerca de 4700 Gt. Entonces, para cumplir la promesa de
Figueres, debiéramos esperar que el acuerdo de París lograra un recorte de aproximadamente
3000 Gt. No lo hará.
La propia organización de Figueres estima que la reducción total prometida entre 2016 y
2030 llegará a 29-33 Gt, o el 1 % de lo necesario para lograr los 2,7 °C. Para lograr el 99 %
restante se apoya en la aspiración de que si bien no se hará mucho entre 2016-2030,
inmediatamente después los países comenzarán con recortes espectaculares de las emisiones.
La historia reciente hace que esto resulte inverosímil.
Allá por 1997, cuando el mundo firmó el Protocolo de Kioto, casi todos esperaban que
constituyera el primer paso de profundas reducciones de las emisiones. Sin embargo, los
recortes previstos en París para 2030 son tan solo un tercio mayores que los prometidos en
Kioto. Y el tratado de Kioto, que no requería ninguna acción por parte de los países en vías
de desarrollo, fue renegociado reiteradamente hasta el punto en que no exigió ningún recorte
en absoluto. Estados Unidos lo abandonó y, eventualmente, fue seguido por Canadá, Rusia y
Japón. Tan solo 12 años después, grandes expectativas chocaron con un fracaso absoluto en
la cumbre climática de 2009 en Copenhague.
Es apenas un poquito menos exagerado esperar que los países no solo cumplan sus promesas
de París en 2030, sino que además amplíen esos recortes a lo largo del siglo XXI. Después
de todo, no es precisamente eso lo que los gobiernos están ofreciendo. EE. UU., por
ejemplo, claramente afirma que su «meta es para un único año: 2025». Podríamos suponer
incluso que los países que procuran reducir sus emisiones no recurrirán simplemente a
mudar su producción con uso intensivo de energía a otros. (En el caso del protocolo de
Kioto, cerca del 40 % de las emisiones se filtraron de esta forma. La totalidad de la
reducción de la UE se logró con mayores importaciones tan solo desde China). Podríamos
también creer que todos los países cumplirán todas sus promesas.
Sin embargo, incluso con estos heroicos supuestos, la reducción total de la temperatura sería
de unos muy modestos 0,17 °C. Un modelo sencillo del aumento del nivel del mar revela
que tal vez evitaríamos que suba 2,6 cm. Y, aunque se recortarían las emisiones en más de
500 Gt, aún nos faltarían 2,500 Gt para cumplir la promesa de Figueres.
Muchos defensores del ambiente están indignados por mi análisis científico que muestra
cuán limitado será el aporte de París. Su enojo es sorprendente, porque se trata de una
matemática sencilla: esperamos 3000 Gt pero solo nos comprometemos a 30 Gt, y la historia
sugiere fuertemente que es improbable que incumplamos incluso esas promesas.
Pero, junto con gran parte de la clase dirigente de las políticas climáticas, los defensores
ambientales han invertido dos décadas en impulsar el proceso de Kioto-Copenhague-París,
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que hasta el momento tan poco ha logrado. Parece que mantener las ilusiones es más fácil
que reconocer los errores en su enfoque.
Igual que como vimos en el caso de Kioto, muchos sostienen que los países irán mucho más
allá de sus promesas en las próximas décadas. EE. UU. ha sugerido que puede llegar a
recortar las emisiones en un 80 % para 2050. Sin embargo, el promedio de todos los mejores
modelos energético-económicos sugiere que un recorte de ese tipo costaría más de un billón
de dólares actuales al año, y una estimación más realista se acercaría a los 2,5 billones.
De manera similar, la UE ha prometido un recorte de al menos el 80 % para 2050 pero,
nuevamente, el costo estimado por siete modelos se acerca a los 3-6 billones de euros al año,
lo que representaría probablemente un cuarto del PIB europeo. Esos costos indican que, con
las expectativas tecnológicas actuales, las reducciones propuestas son no son otra cosa que
puras ilusiones.
Mucho se ha dicho de la promesa china de alcanzar un máximo de emisiones alrededor de
2030. No incluí esta promesa en mis cálculos porque por el momento se trata en su mayor
parte de un pavoneo político, al menos a 5-20 años de lograr cualquier tipo de impacto en el
mundo real. Sí incluí la promesa china de recortar aproximadamente 2 Gt para 2030, que
costará aproximadamente 200 000 millones de dólares al año.
Los modelos indican que lograr el máximo de emisiones en 2030 podría llegar a costar a
China entre 500 000 millones y un billón de dólares actuales por año para 2050. Como es
poco probable que la UE y EE. UU. se perjudiquen económicamente a sí mismos para
alcanzar unas metas que carecen de fundamento después de 2030, suponer que China lo hará
es forzar la credibilidad. Sin embargo, el máximo chino no constituye el santo grial, ya que
solo reducirá las emisiones en unas 300 GT, o poco más de 0,1 °C para fin de siglo.
Nuestro enfoque del cambio climático no funciona. El acuerdo de París probablemente
costará al mundo al menos un billón de dólares anuales y sin embargo solo generará una
mínima reducción en la temperatura para fin de siglo. Debemos aceptar que no funcionará
intentar que los combustibles fósiles resulten demasiado caros como para usarlos. En lugar
de ello, debiéramos lograr que las energías verdes sean tan baratas que nadie pueda resistirse
a ellas.
Fuente: Bjørn Lomborg es profesor visitante en la Escuela de Negocios de Copenhague, es
director del Centro del Consenso de Copenhague, que tiene por objeto estudiar los
problemas y soluciones ambientales utilizando los mejores métodos analíticos disponibles.
Este artículo de opinión fue publicado en el portal Project Syndicate el 17 de noviembre de
2015 y se encuentra disponible en el sitio web: https://www.project-syndicate.org
6. EL PRECIO CORRECTO PARA PROTEGER NUESTRO CLIMA, POR CHRISTINE LAGARDE
Cuando los líderes del mundo se reúnan en París esta semana con motivo de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, su tarea será lograr un acuerdo mundial
para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un resultado exitoso, que
demuestre que los países pueden trabajar conjuntamente por el bien del planeta, enviaría un
poderoso mensaje de esperanza al mundo (y a los parisinos, que mantienen la cabeza en alto
después de los recientes ataques terroristas).
Las promesas climáticas se basarán en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional
(INDC), o compromisos para la reducción mundial de las emisiones. Creo que el precio de
las emisiones debiera ocupar un lugar central en esas promesas.
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Lograr la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con el menor costo
posible requiere una revolución en el uso y la producción de la energía. Los aumentos
graduales, predecibles y confiables en los precios de la energía proporcionarían fuertes
incentivos para que los consumidores redujeran consumo energético. Al mismo tiempo, fijar
un precio adecuado a las emisiones de carbono nos permitiría lograr una transición suave
mientras nos alejamos de los combustibles fósiles, fomentando las inversiones en
innovación tecnológica.
Por eso el personal del Fondo Monetario Internacional ha recomendado una estrategia con
tres componentes para los combustibles basados en el carbono: «fijar un precio adecuado,
usar inteligentemente los impuestos y actuar ya mismo». Cada una de esas partes es
fundamental.
En primer lugar, fijar el precio adecuado para los combustibles fósiles implica tener en
cuenta sus verdaderos costos ambientales. Los precios deben trasladar a los usuarios finales
el costo completo, no solo de la producción y adquisición, sino también de los daños –
incluida la contaminación del aire y el cambio climático– que causa la dependencia intensiva
de los combustibles fósiles. Un precio más justo para las emisiones de carbono impulsará el
ahorro de energía y la demanda de combustibles más limpios e inversiones más «verdes».
En segundo lugar, el cambio necesario en los precios se alcanzará aplicando impuestos a la
energía, con herramientas que son tanto prácticas como eficientes. La mejor opción es
incorporar a los impuestos existentes sobre los combustibles una tasa a las emisiones de
carbono, y aplicar gravámenes similares al carbón, el gas natural y otros productos derivados
del petróleo.
Su impacto sobre la recaudación sería significativo. Si los países con grandes emisiones
impusieran precios de 30 USD por tonelada emitida de CO2, podrían generar ingresos
fiscales de aproximadamente el 1 % de sus PIB. Esos ingresos se podrían usar para gestionar
la carga fiscal general derivada de la acción climática y para financiar recortes en los
impuestos al trabajo y el capital, que distorsionan la actividad económica y limitan el
crecimiento, o para reducir los déficits cuando sea necesario.
En pocas palabras, fijar un precio a las emisiones de carbono tiene que ver con impuestos
«inteligentes», no más elevados. Los impuestos inteligentes se deben implementar
gradualmente para que los hogares y las empresas dispongan de tiempo para adaptarse y que
las nuevas tecnologías comiencen a funcionar. Los ajustes graduales y personalizados son
especialmente importantes para las economías en vías de desarrollo, muchas de las cuales
aportan muy poco a las emisiones mundiales. Puede hacer falta tiempo, en muchos casos,
para garantizar que haya redes de protección social que protejan a los hogares con bajos
ingresos y para proporcionar programas de capacitación a los trabajadores de las industrias
con uso intensivo de la energía. Este enfoque también permitiría que las inversiones
climáticas sean financiadas a través de flujos de capital privado.
En tercer lugar, no hay tiempo que perder: los responsables de las políticas deben actuar
inmediatamente. Considerando la baja en los precios de la energía, nunca hubo un mejor
momento para iniciar la transición hacia una fijación de precios inteligente, creíble y eficaz
para las emisiones de carbono. Los países tampoco deben esperar que otros actúen primero.
El trabajo en el FMI ha demostrado que fijar un precio justo a las emisiones de carbono
favorecería a muchos países –incluso si ignoramos los efectos adversos del clima sobre los
demás– porque los ayudaría a solucionar importantes problemas ambientales internos. Según
la Organización Mundial de la Salud, la contaminación del aire exterior causa más de tres
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millones de muertes prematuras al año. Y la acción temprana es fundamental para evitar
tener que implementar esfuerzos mucho más drásticos y costosos más adelante.
Antes de la cumbre de París, más de 160 países presentaron sus compromisos de mitigación
de emisiones. Mediante la implementación de estos compromisos, los países reducirán
sustancialmente el calentamiento global proyectado para el futuro.
El desafío ahora es cumplir esas promesas y por eso necesitamos dar un impulso concertado
a la fijación de precios de las emisiones de carbono. En París, un grupo selecto de líderes
que son verdaderos paladines de la fijación de precios a las emisiones de carbono lanzarán
un llamado a la acción. El Panel de Fijación del Precio del Carbono, liderado por el FMI y el
Banco Mundial, aumentará aún más el impulso a las políticas a nivel nacional, regional y
municipal.
Además de los esfuerzos del sector público, también necesitamos una sólida participación de
las instituciones y los mercados financieros. Los instrumentos de cobertura, como los
llamados «bonos catástrofe», pueden ayudar a tomar seguros contra el aumento del riesgo
que generan los desastres naturales. Otros instrumentos financieros, como los índices
bursátiles «verdes» y los bonos «verdes», pueden ayudar a reasignar las inversiones hacia
sectores que apoyan el crecimiento ambientalmente sostenible. Aquí también, unos precios
predecibles y suficientemente elevados para las emisiones de carbono resultan
fundamentales para orientar las elecciones de inversión.
Hay mucho juego esta semana en la Ciudad Luz. París recientemente experimentó lo peor de
la humanidad. La cumbre climática será una oportunidad para mostrar lo mejor de ella.
Fuente: Christine Lagarde es la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional
(FMI). Anteriormente se desempeñó como ministra de Finanzas de Francia a partir de 20072011 y en 2009 fue nombrada por el Financial Times como la mejor ministra de Finanzas de
la zona euro. Este artículo de opinión fue publicado en el portal Project Syndicate el 25 de
noviembre de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web: https://www.projectsyndicate.org
7. HA LLEGADO LA HORA DE PASAR A LOS MEDIOS DE TRANSPORTE LIMPIOS, POR CARLOS
GHOSN
Ya ha pasado el momento del debate. Si queremos que el mundo disminuya las emisiones de
gases de efecto invernadero que causan el cambio climático global, debemos acelerar la
transición a la economía baja en emisiones de carbono ya, y debemos empezar por medios
de transporte más limpios. Por eso los líderes del sector mundial de la automoción se han
comprometido a que sus empresas eliminen el carbono de los medios de transporte. En una
declaración hecha pública hoy, los directores ejecutivos de empresas automovilísticas se
comprometieron a tomar medidas concretas para alcanzar ese objetivo.
La declaración llega tras la conferencia sobre el clima COP21 de París, de la que ha salido
un nuevo acuerdo mundial para combatir el cambio climático. Los compromisos
individuales de los países que forman el acuerdo de París no pueden, por sí solos, garantizar
una transición sin fisuras a una economía baja en carbono. Es obligatorio que cuenten con el
respaldo del mundo empresarial.
Dejemos algo claro: esa transición va a producirse, de una forma u otra. O bien será una
transición ordenada durante los próximos veinte o treinta años, o bien un proceso caótico,
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alimentado por las crisis y las penurias humanas. Cuanto más tardemos en tomar medidas
mundiales, más más probable será la segunda opción.
Una transición ordenada es la que se produce dentro del sistema financiero y económico
actual. No amenaza ni arrolla las bases de nuestra economía de mercado. No requiere una
intervención agresiva del gobierno ni un control centralizado.
Una transición ordenada ofrece la oportunidad de que muchos salgan ganando, porque las
empresas con capacidad de adaptarse e innovar florecerán. Hoy en día, el 95% de todo el
transporte automotor depende de combustibles derivados del petróleo. El 64% de la
producción mundial total de petróleo se dedica al transporte.
El número de vehículos en las carreteras va a aumentar a más del doble, de los 800 millones
actuales a más de dos mil millones en 2050. Si queremos evitar los peores efectos del
cambio climático, no podemos seguir utilizando combustibles fósiles para alimentar esos
vehículos.
Por suerte, existe una manera práctica y asequible de empezar a reducir nuestra dependencia
de los combustibles fósiles: los vehículos eléctricos. Son los únicos vehículos sin emisiones
y alimentados gracias a energías totalmente renovables.
La Alianza Renault-Nissan ha vendido más de 275.000 vehículos eléctricos, más de la mitad
de los que circulan hoy por las carreteras del mundo. Aunque estoy orgulloso de que nuestra
empresa sea líder, sé que eso no es suficiente. Los vehículos con cero emisiones siguen
siendo una mínima parte del mercado de automoción en su conjunto.
La buena noticia es que están uniéndose a nosotros otros fabricantes con nuevos vehículos
eléctricos, híbridos recargables y coches eléctricos de célula de combustible, que están
contribuyendo a expandir el mercado de vehículos de bajas emisiones y sin emisiones.
Cuando hay más participantes hay más competencia, y la competencia estimula la demanda.
También es muy importante que los gobiernos de todo el mundo estén ayudando a fomentar
la demanda de vehículos eléctricos con diversos incentivos, como dinero en efectivo,
programas renueve con la entrega de los viejos coches contaminantes, estacionamiento
gratuito y autorización a los vehículos eléctricos para utilizar los carriles bus y de alta
ocupación. La industria está decidida a impulsar estas y otras políticas en las que la prioridad
sea la reducción de los gases de efecto invernadero, como una mejor planificación
urbanística que permita detener el aumento de los trayectos.
Asimismo estamos colaborando con gobiernos y empresas para aumentar el número de
puestos de recarga, necesarios para que los vehículos eléctricos se extiendan. En lugares en
los que se han llevado a cabo esas inversiones, como Noruega y la ciudad estadounidense de
Atlanta, los clientes han tenido reacciones positivas y las ventas se han disparado.
Al invertir en innovación ecológica, las empresas pueden crear valor de futuro y desempeñar
un papel fundamental en la lucha contra la amenaza del cambio climático. De hecho, según
el último Informe de la Nueva Economía Climática (New Climate Economy Report),
elaborado por la Comisión Global sobre la Economía y el Clima, el mercado mundial de
productos y servicios bajos en emisiones de carbono y ecológicos tiene un valor de más de
5,5 billones de dólares.
Este tipo de inversión seguirá aumentando. Ya ha proporcionado una ventaja competitiva a
muchas empresas y las ha ayudado a construir estabilidad y situarse mejor para afrontar
desafíos futuros.
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El secretario general de la ONU dijo hace poco que somos la primera generación que siente
las consecuencias del cambio climático y la última que puede hacer algo para detenerlo. Este
es un llamamiento a actuar, y la industria del motor se compromete a hacer la parte que le
corresponde.
Fuente: Carlos Ghosn es presidente y consejero delegado de Renault-Nissan Alliance. Este
artículo de opinión fue publicado en el periódico español El País, el 14 de diciembre de 2015
y se encuentra disponible en el sitio web: http://economia.elpais.com/
8. MOSTRAR LOS VÍNCULOS ENTRE LOS BOSQUES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
La reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal, o
REDD+, es una herramienta importante para mitigar el cambio climático y conservar los
bosques.
El proceso de elaboración de mecanismos de REDD+ apoya los elementos más importantes
de las estrategias nacionales para enfrentar el cambio climático: colaboración entre los
sectores de la agricultura, los bosques y la energía; el aporte de diversas partes interesadas,
como los pueblos indígenas, las organizaciones de la sociedad civil y las mujeres, y un
énfasis en las asociaciones público-privadas.
El Grupo Banco Mundial, a través de fondos fiduciarios, ofrece financiamiento para
inversiones, financiamiento basado en los resultados, y asistencia técnica a los países que
usan mecanismos de REDD+.
Los bosques de miombo cubren más de la mitad de la superficie terrestre de Mozambique.
Denominados así por los árboles miombo similares al roble que dominan la zona, millones
de personas, junto con especies vulnerables, como los elefantes africanos y los rinocerontes
negros, dependen de estos ecosistemas para obtener alimentos y vivienda.
Pero la demanda de madera y productos básicos como el algodón, el tabaco y el sésamo, y
un mercado internacional cada vez mayor de gas y carbón están impulsando la deforestación
en Mozambique a una tasa que sube cada año. Al mismo tiempo, el aumento de las
temperaturas y la disminución de las lluvias han provocado mayores dificultades a los
pequeños productores y las familias impidiendo que ganen lo suficiente para subsistir.
Mozambique forma parte de una serie de países que están buscando mejores soluciones para
ayudar a proteger sus ricos recursos forestales. Una de esas soluciones son los mecanismos
de REDD+ o de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación
forestal, que crean incentivos para que los países en desarrollo protejan mejor, administren y
usen de manera sostenible sus recursos forestales y, al mismo tiempo, contribuyan a
conservar la biodiversidad y participen en la lucha mundial contra el cambio climático.
El Grupo Banco Mundial ha protegido e invertido en los paisajes forestales durante muchos
años a través de una serie de iniciativas, proporcionando nuevas fuentes de financiamiento
para el uso sostenible de los recursos forestales, tanto de asociados públicos como privados,
centrándose en la conservación, el uso sostenible de la tierra y la reducción en gran escala de
las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos esfuerzos apoyan las reformas de las
políticas y los objetivos que ayudan a los países a avanzar hacia un desarrollo con bajas
emisiones de carbono, ayudando al mismo tiempo a proporcionar ingresos sostenibles y con
capacidad de adaptación al cambio climático a quienes dependen de los bosques para su
subsistencia.
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Dado que las emisiones derivadas del uso de la tierra contribuyen significativamente al
cambio climático, muchos países se han centrado sobre todo en las reformas que pueden
realizar en el sector del suelo, que abarca la agricultura y la silvicultura, como una parte
importante de su estrategia para mitigar el cambio climático. Una cantidad de países
desarrollados y en desarrollo está prestando atención al potencial de los bosques para la
reducción de las emisiones en sus propuestas de contribuciones nacionalmente determinadas
deseadas, o planes de acción para hacer frente al cambio climático, tanto a través de la
reducción de la deforestación como de la mejora de las reservas de carbono, por ejemplo
mediante las plantaciones y la gestión sostenible de los bosques.
En eventos paralelos de
la COP 21 del 4 de
diciembre en París, tres
países africanos que
trabajan con el Grupo
Banco
Mundial
mostraron ejemplos de
cómo los mecanismos
de
REDD+
han
ayudado a crear los
elementos básicos que
necesitan para luchar
en
favor
de
la
conservación de los
bosques y apoyar el
crecimiento económico
ecológico.
El
Gobierno
de
Mozambique presentó
el Programa de Gestión
Integrada
de
los
Paisajes de Zambezia.
Esta área cubre 3,8
millones de hectáreas e
incluye 2,3 millones de
hectáreas de superficie
forestal y algunas de
las pistas más grandes
y mejor conservadas de
bosques de miombo de
África oriental. El
programa creará 5000
hectáreas de agricultura
sostenible que llevarán a un aumento anual de los ingresos de los productores gracias a que
las cosechas de anacardos y sésamo cultivados allí pueden alcanzar un precio más alto en los
mercados. Una nueva unidad de procesamiento de anacardos, creada en colaboración con el
sector privado, aporta más puestos de trabajo locales. Los esfuerzos de la comunidad por
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crear mapas y registrar a los agricultores y los habitantes rurales promueven una mejor
gestión forestal a nivel local.
Representantes de Etiopía presentaron el Programa de Paisaje Forestal de Oromia puesto en
marcha recientemente. La iniciativa de 10 años busca reducir la deforestación y las
emisiones de gases de efecto invernadero por el uso de la tierra en todas las áreas forestales
del estado regional de Oromia mediante un enfoque integral del paisaje que aborda las
compensaciones y sinergias entre los bosques, los cultivos, la ganadería, el agua y las
necesidades de energía de los hogares. Este trabajo en Oromia también incluye los pagos por
servicios de los ecosistemas, un mecanismo a través del cual los agricultores o propietarios
de tierras reciben incentivos por administrar sus tierras de manera que proporcionen un
servicio ecológico, como la regulación del clima, el agua dulce o un aire más limpio.
En la República del Congo, el Gobierno está creando alianzas público-privadas con
empresas que producen, comercian o compran productos forestales. La empresa mundial de
negocios agrícolas Olam se asoció con el Gobierno para hacer que el cultivo del cacao sea
más inocuo para los bosques a través de iniciativas como la intensificación de la producción
de cacao cultivado a la sombra y que las comunidades de los bosques degradados eviten las
prácticas de roza y quema en el bosque primario.
Estos son solo tres de un número cada vez mayor de ejemplos de países que están tratando
de gestionar y proteger mejor sus recursos forestales. A comienzos de esta semana en la
COP 21 en París, los representantes de Côte d’Ivoire, República Democrática del Congo y
Liberia, junto con representantes de los pueblos indígenas, también mostraron iniciativas y
alianzas innovadoras a nivel nacional que están haciendo que los bosques y su protección se
conviertan en un elemento central del crecimiento económico y el desarrollo sostenible.
El Grupo Banco Mundial se ha asociado con muchos de estos países que tienen bosques para
proporcionar asistencia técnica y financiera para la preparación de proyectos REDD+, poner
a prueba maneras de mantener mejor los medios de subsistencia de las comunidades locales
y conservar la biodiversidad, e intercambiar el conocimiento y las lecciones aprendidas en
este proceso.
Fuente: Este artículo de opinión fue publicado en el portal de opinión del Banco Mundial el
04 de diciembre de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web:
http://www.bancomundial.org/
9. LAS MUJERES SIENTEN EL CAMBIO CLIMÁTICO EN CARNE PROPIA, POR SOHARA MEHROZE
SHACHI, DOMOINA RATOVOZANANY & DIZZANNE BILLY
El vínculo entre mujeres y cambio climático es un asunto transversal que merece mayor
reconocimiento, pues es omnipresente y afecta a distintos ámbitos, desde la salud y la
agricultura hasta el saneamiento y la educación.
En los países en desarrollo, las mujeres son testigos del nexo entre el recalentamiento
planetario y las cuestiones de género en carne propia. A menudo, su supervivencia depende
mucho de la tierra y de los recursos hídricos, lo que las deja en situación vulnerable.
El cambio climático no es solo un asunto ambiental, sino de justicia social, igualdad y
derechos humanos, todos asuntos vinculados con cuestiones de género.
El cambio climático no es solo un asunto ambiental, sino de justicia social, igualdad y
derechos humanos, todos asuntos vinculados a cuestiones de género.
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La perspectiva femenina debió integrarse totalmente al Acuerdo de París, surgido de la
COP21, en especial el empoderamiento de las mujeres, además de prever una respuesta y
otras cuestiones de género como la vulnerabilidad de las mujeres rurales.
La COP21 (21 Conferencia de las Partes) de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, tuvo lugar del 30 de noviembre al 12 de este mes en la capital
francesa.
En las etapas de preparación del borrador, las cuestiones de género se trataron como un
elemento accesorio que podía retirarse y casi todas las partes las ignoraron y se equivocaron.
Asia, el Caribe y África son tres de las regiones más vulnerables a la variabilidad climática
y, si bien son responsables de una pequeña parte del recalentamiento planetario, las mujeres
soportan la peor parte de sus severas consecuencias.
Millones de personas en Asia son extremadamente vulnerables al fenómeno, en especial las
mujeres, debido a los roles tradicionales de género. En muchas áreas rurales, su movilidad es
muy limitada, pues no se ve con buenos ojos que trabajen fuera del hogar.
Mientras los hombres de las regiones afectadas por la variabilidad climática suelen emigrar a
las ciudades o a otras regiones menos vulnerables en busca de trabajo, las mujeres se quedan
a cuidar del hogar y de los hijos comunes. Esa reclusión se traduce en dependencia
económica y falta de acceso a la información, como alertas tempranas, lo que contribuye a
su enorme vulnerabilidad.
En ese continente, las mujeres suelen encargarse de actividades más sensibles al clima,
como recolectar agua y preparar la comida, lo que eleva su vulnerabilidad.
Investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han
concluido que las mujeres y las niñas son las encargadas de ir a buscar agua, para lo que
tienen que recorrer largas distancias.
Con la creciente frecuencia e intensidad de las inundaciones, es común que las mujeres
tengan que atravesar habitualmente terrenos anegados para buscar el agua y preparar los
alimentos, lo que las expone a riesgos, desde ahogarse, pasando por mordeduras de
serpientes, hasta enfermedades cutáneas.
En la otra mitad del mundo, las mujeres soportan situaciones similares. En el Caribe,
muchos hogares son principalmente matriarcales, y ellas son las que más necesidades tienen
de medidas de adaptación y mitigación del recalentamiento planetario.
También son responsables de las tareas del cuidado de las personas del hogar y sufren el
impacto de la inseguridad alimentaria y la escasez de agua. Las mujeres rurales son
particularmente vulnerables, en especial las pequeñas productoras, las agricultoras
marginadas y las trabajadoras rurales.
Ya sea que la escasez de agua y de alimentos se deba al aumento del número y de la
intensidad de los huracanes o de la sequía, las posibilidades de llevar adelante una vida
decente no son altas ni mejoran. Comprender esa situación es importante para el buen diseño
y la ejecución de estrategias de adaptación.
“La agricultura necesitaba mayor visibilidad en las negociaciones”, observó la presidenta de
la Red de Productoras Rurales de Jamaica, Mildred Crawford.
“Las mujeres juegan un papel en la cadena alimentaria y necesitan fondos para asistir a los
pequeños agricultores a fin de mitigar y adaptarse al cambio climático. Los grupos de
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mujeres ya están organizados, así que los incentivos les pueden servir para controlar el
desperdicio de carbón en sus comunidades”, añadió.
El Caribe atraviesa su peor sequía de los últimos cinco años.
Según Mary Robinson, ex primera ministra de Irlanda, quien también se desempeñó como
alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el borrador del
Acuerdo de París debía concentrarse en cuestiones de género para garantizar a las mujeres el
acceso a fondos para el clima, tecnologías renovables y capacidad de adaptación.
De hecho, las campañas climáticas no deben concentrarse solo en la reducción de emisiones,
comercio de carbono y transferencia de tecnología, sino que deben tratar de ir más allá.
Además, deben tener en cuenta que la mayor parte de los agricultores en los países en
desarrollo son mujeres y, la adaptación las involucra especialmente. Los asuntos de género
son transversales, no se usan por conveniencia.
Las mujeres de los países en desarrollo deben estar empoderadas para desempeñar papeles
más significativos en la lucha contra el cambio climático, pues tienen mucho que perder.
Kalyani Raj, integrante responsable de la Conferencia de Mujeres Todo India, arguyó que es
crucial dar voz a la población femenina más vulnerables e incluirla en la planificación de
políticas.
“Muchas mujeres desarrollaron enfoques de adaptación a muy pequeña escala,
conocimientos tradicionales y soluciones de las comunidades indígenas que no se
amplifican”, explicó. “Las políticas deben concentrarse en ampliar eso, en vez de proponer
medidas uniformes para adaptarse al cambio climático”, añadió.
En África, el impacto del cambio climático sobre las cuestiones de género se relaciona
principalmente con la agricultura, la seguridad alimentaria y los desastres naturales.
Según el Informe Económico de 2011 del Banco de Desarrollo Africano (BDA), las mujeres
representan 40 por ciento o más de los trabajadores del sector agrícola en 46 de los 53 países
del continente. Ese sector de la economía se considera vulnerable porque generalmente no
incluye empleos formales con contratos e ingresos seguros.
“Los pobres son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático, y la mayoría
de las 1.500 millones de personas que viven con un dólar al día o menos son mujeres”,
señala el Estado de la Población Mundial de 2009, elaborado por el Fondo de Población de
las Naciones Unidas.
Además, en una muestra de 141 países se concluyó que, entre 1981 y 2002, el sesgo de
género en las personas fallecidas por desastres naturales están directamente vinculadas a los
derechos económicos y sociales de las mujeres. En esos casos, en las sociedades menos
equitativas, mueren más mujeres que hombres.
El reclamo de las mujeres rurales es una realidad que debemos afrontar. Sin embargo,
debemos reconocer que no son solo víctimas, son poderosos agentes de cambio.
La población femenina debe estar incluida en los procesos de decisión para que pueda
contribuir con su experiencia y conocimientos únicos, pues toda intervención vinculada al
cambio climático que excluya su perspectiva, así como cualquier política que omita las
cuestiones de género, está destinada al fracaso.
Fuente: Nota informativa publicada el 15 de diciembre de 2015 en el portal IPS Noticias y
disponible en el sitio web: http://www.ipsnoticias.net/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz