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LOS NIÑOS VIVIENTES EN LA IGLESIA
LA VIDA EN CRISTO
LA SANTA MISA EXPLICADA A LOS NIÑOS
Título original en italiano: HI bambini viventi nella Chiesa
La vita in Cristo
La Santa Messa spiegata ai bambini
Trducción realizada por: Maríaguadalupe Llerandi
LOS NIÑOS VIVIENTES EN LA IGLESIA
Notas de educación religiosa
<...Suplico a los queridos e omnipotentes niños que me tiendan una mano desde el altar>
Benedetto XV
Cuando iniciamos la educación religiosa en Barcelona, en la <Escuela Modelo Montessori>, las
líneas de conducta fueron discutidas con anterioridad por mucho tiempo, no solo, sino que el
hecho es ya historia.
Desde 1909 un misionario que regresaba de Guatemala lleno de méritoc como persona de gran
espíritu de caridad, y como predicador el P. Casulleras de los Padres de la Misión de San
vincenzo de Paoli (poco después fue elevado a la dignidad de obispo) llevaba en su corazón la
convicción de que era necesario introducir al niño en la Iglesia para vivir y crecer en ella, porque
la Iglesia es el verdadero lugar de la educción del niño. Habló en varias ciudades de las Islas
Baleares, en donde como superior dirigía a los Padres de las Misiones e las Hijas de la Caridad,
de la necesidad de tener “Casas de los Niños” a la sombra de la Iglesia. Aún no había tenido
noticia de mis “Casa de los Niños” en Roma, y solamente en 1910 tuvo por caso cocimiento del
mi libro en el las describía.
Al P. Casulleras le pareció providencial la coincidencia de los nombres y leyendo la descripción
de mi método lo juzgó apto para sus casas de los niños. Inmediatamente fue a hablar con el
capellán de la Casa de Maternidad de Barcelona, el P. Clascar, hombre culto, promulgador de la
Biblia y de los Salmos en catalán, uno de los fundadores del Instituto de Estudios Catalanes.
Rápidamente se pusieron de acuerdo para aplicar mi método a los niños de la maternidad y así lo
hicieron, lo mismo sucedió con todos los Institutos de los horfanatorios de las islas Baleares, en
donde estaban las Hermanos de S. Vincenzo de Paoli. Aunque los padres no me conocían e
ignoraban che era católica, y aunque mi libro no tenía ninguna profesión de fe directa, les pareció
que mi método era católico en su sustancia misma. La humildad y la paciencia de la maestra, los
hechos puestos en valores más que las palabras, el ambiente sensorial como inicio de la vida
psíquica, el silencio, el recogimiento obtenido por los pequeños niños, la libertad que se le da al
alma infantil para perfeccionarse y el cuidado minucioso para prevenir y corregir todo lo que esta
mal o cualquier pequeño error o tenue imperfección, el control del error mismo con el material
de desarrollo, el respeto de la vida interior de los niños profesado con culto de caridad, eran
principios de pedagogía que les parecían emanados e inspirados directamente del catolicismo.
Más tarde, cuando comenzaron a establecerse las primeras relaciones personales, se comenzó a
hablar de la importancia que tendría una prueba de aplicar los principios de mi método
directamente en la educación religiosa. El Primer Abad de los Benedictinos del célebre Santuario
de Nuestra Señora de Montserrat, recibió esta idea con tanta benevolencia que invitó a mi
colaboradora Anna Macceroni, para formar parte de un congreso Litúrgico que tuvo lugar en la
Basílica de Montserrat.
De hecho el problema pedagógico que se proponían ya había sido indicado y fundamentalmente
resuelto por el Santo Padre Pio X, quien con su Decreto sobre la Comunión de los niños, quiso
permitir a una participación mayor y más precoz en los Santos Misterios, de la que se solía
practicar en medio del pueblo cristiano. También otro punto fundamental que se podría decir es
de “técnica pedagógica” había indicado aquél Santo Pontífice con las palabras de <eduquemos
al pueblo a vivir más activamente en los actos litúrgicos enseñándoles el por qué de las cosas
litúrgicas> y junto al pueblo, los niños admitidos en el acto más íntimo y sublime de la vida
religiosa: La comunión con Jesucristo.
La liturgia, expresión grandiosa del contenido de la fe, puede llamarse “el método pedagógico” de
la Iglesia Católica, que no para de ensañar por medio de la palabra escuchada por los fieles,
representa los diversos hechos y los símbolos de la religión, los hace como revivir y permitir al
pueblo de tomar parte todos los días. Basta abrir estas puertas resplandecientes de luz divina de
la vida de los santos que en la liturgia encuentran el sujeto a desarrollar, vale decir, su alma
virgen abierta a las influencias suaves de la gracia de Dios, porque el niño encuentra aquí la
nutrición de su espíritu.
Estábamos acostumbrados a tener al niño fuera de la Iglesia, cuando la enseñanza se limitaba a
transmitirles con palabras las Historia Sagrada y a confiarles la doctrina cristiana a su memoria
bajo la forma de catecismo. El progreso más grande fue el de unir las figuras representando
escenas bíblicas, a las lecciones hechas con palabras. Pero si el adulto tiene la necesidad de
vivir la religión y no solo de conocerla, mucho mejor el niño que está más apto a vivir que a
conocer. ¿Los límites del problema de la educación religiosa infantil no comienzan de los
métodos utilizados para aprender y memorizar las cosas? ¿No nacen en gran parte del simple
campo de la cultura? De hecho el conocimiento, en nuestro caso, no es otro que el primer inicio
indispensable para abrir el ánima viviente de la vida.
He aquí un complemento necesario de la instrucción religiosa para la primera edad:
proporcionarles a los niños la liturgia en forma accesible. Esas funciones grandiosas de la
Iglesia, el simbolismo sagrado, la profunda razón de todas las cosas, la determinación exacta de
los objetos, la distribución rigurosa de los oficios, dan un orden fundamental al lugar en el que los
fieles se reúnen y al mismo tiempo ofrecen sus medios sensibles como los candelabros, los
colores, los sonidos que ayudan al alma, no otra cosa que el apoyo de la banca y el reclinatorio
ayudan al cuerpo a durar en el lugar sagrado sin cansancio. Por esto fue difundida la enseñanza
litúrgica para los jovencitos, no para los niños pequeños.
Este punto fue el argumento tratado por Anna Maccheroni en el Santuario de Montserrat: afirmó
ante la presencia del Congreso, que unía a casi todo el clero de Cataluña, que la enseñanza
litúrgica expuesta por Mons. Rodolfi, obispo de Vicenza, como ilustrador de la doctrina cristiana
aprobada por Pío X, distribuida en varios libros para chicos de varias edades, puede ser
modificado en el sentido que la materia tratara en los volúmenes 4, 5, 6, podría ponerse en el
primero para comenzar a explicarla a los pequeños, se dijo dispuesta a probar el experimento en
la Escuela Montessori de la Diputación de Barcelona, la que acogía a niños de 3 a 6 años de
edad. El discurso de la Sra. Macceroni fue vivaz y lleno de espíritu de fe, se aprobó y se imprimió
un documento histórico en nuestra obra educativa. (La Liturgia y la enseñanza pedagógicolitúrgica. Ana Maccheroni en los Actos del Congreso Litúrgico de Montserrat),
Un sacerdote joven, Mossè Higinio Anglés, fue escogido por su fe ingenua, ardiente y pura, como
apóstol de los niños más pequeños.
Esta determinación, tomada tan solemnemente, abrió la “Casa de los Niños en la Iglesia”
instituida por el P. Casulleras e iniciaba una nueva vida: la de los “párbulos vivientes en la iglesia”
al mismo tiempo que le daba la oportunidad tan deseada al método Montessoi: Penetrar más
dentro de la vida del alma del niño y de cumplir de esta forma su verdadera misión educadora.
El primer movimiento fue de “preparación del ambiente” para los pequeños niños, vale decir una
Capilla, que fuera la más bella sala de la casa. Con el entusiasmo que animó a la Diputación
Provincial de Barcelona, en donde todo se movía por un hombre de genio, Enrico Prat de la Riba
(muerto desafortunadamente antes de haber podido cumplir las obras que realizó en Cataluña)
Fueron llamados artistas a decorar la “Capilla de los Infantes” en colores blanco y oro con las
paredes tapizadas de damasco amarillo. Pequeñas sillitas, pilas de agua bendita puestas a un
metro de altura del suelo, les indicaban que eran recibidos como “miembros activos” y no
únicamente por el derecho de gracia del bautismo al interior de la Iglesia. Un suntuoso
nacimiento se preparó para esperar la Navidad.
Mossèn Anglés verdaderamente conmocionado comenzó a oficiar y a predicar en esta singular
iglesia y los oficios a los que asistimos son dignos de mencionar. Se puso a ver como los
pequeños, por su inocencia, pueden sentir de manera más pura y más intensa que los adultos la
necesidad de Dios, su presencia. Su ánimo parece más abierto a la intuición divina que el de los
adultos, no obstante su inteligencia está desarrollada perfectamente y usa el raciocinio.
Mientras, con el método seguido en mis Casas de los Niños, se recogió este excelente fruto, vale
decir que la Iglesia apareció casi el propósito de la educción que el Método se propone dar. El
“silencio” observado en la clase, para procurar que el niño se concentre en sí mismo, aquí
encuentra su aplicación: se convierte en recogimiento interior que se necesita tener en la Casa
de Dios, al ligero brillo de la luz de las velas, en el ambiente semioscuro, pero muy reluciente de
candor plácido y de oro. Caminar silenciosamente, evitando cualquier ruido, manejar con
cuidado las sillas, levantarse y sentarse con compostura, caminar entre los muebles cuidando de
no golpearlos, transportar en sus manos objetos frágiles, cuidando no causar ningún daño a
manejarlos, como por ejemplo velas encendidas sin mojarse de cera las anos o el vestido, una
cesta con flores, un florero con agua para las flores del altar, eran todas repeticiones de lo que el
niño había aprendido entre las paredes de la escuela. Así que seguramente parecerían tiernas
inteligencias como resultado del esfuerzo pacientemente sostenido, donde brota por sí solo un
sentido gratísimo de alegría y de nueva dignidad.