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¿Cuánto pesa la luz, o no tiene masa? Algunos de mis aventajados alumnos de segundo de bachillerato, que estos días atendían con interés las preguntas que he propuesto en mis clases sobre los principios fundamentales de la Física Moderna, me han animado a plantear respuestas a las cuestiones formuladas sobre las propiedades y naturaleza de la luz y, por supuesto, de la materia. Claro que también puede plantearse qué interés puede tener si la luz pesa o no pesa. La respuesta está en la misma esencia de la Física, la cual adopta un paradigma para elaborar modelos explicativos del comportamiento de la naturaleza; modelos que hacen avanzar en la comprensión de las propiedades de la materia y, hoy por hoy, es una cuestión de importancia vital. Por paradigmas científicos se entienden en Física las concepciones y modelos interpretativos del comportamiento de la naturaleza, acompañados de las normas que guían los procedimientos de investigación y que suelen ser aceptadas por la comunidad científica. Cuando un paradigma ya no puede satisfacer los requerimientos de una ciencia, por ejemplo, por ser incapaz de responder a nuevos hallazgos que invalidan los conocimientos previos, es sucedido por otro. Esto es lo que ocurrió a comienzos del siglo XX, un abandono de la Física Clásica (Mecánica Newtoniana del siglo XVIII y ciertas concepciones del electromagnetismo del siglo XIX). 1 Si se hace la pregunta, ¿tiene masa la luz?, a estudiantes de Ciencias de bachillerato e incluso de primeros cursos de carreras de Ciencias o de ingeniería, además de parecerles ociosa la pregunta, la mayoría contestarán con seguridad que la luz no tiene masa y solamente unos pocos no estarán seguros qué responder. En este artículo se trata de dar una respuesta coherente sobre las características de lo que se conoce como “luz” en la Física Moderna, es decir en la Física posterior a comienzos del siglo XX, Física relativista y Física cuántica, y cuyos paradigmas tienen vigencia hoy En Física se entiende por onda cualquier perturbación del medio (una variación de una magnitud física) periódica, es decir, que se repite en el tiempo y se transmite con velocidad finita en el medio considerado. Claro que comprender qué es una onda mecánica es mucho más simple (tenemos la idea de una especie de “ola”) que una onda electromagnética, donde la perturbación es una variación temporal del valor del campo eléctrico y magnético (campo electromagnético) que viaja a la velocidad de 299.792.458 m/s (≈ 3.108 m/s) en el vacío, o sea, la velocidad de la luz. No es fácil comprender que un campo electromagnético, que no es más que una perturbación o propiedad adquirida por el espacio debida a la presencia de cargas en movimiento, viaje sin que se mueva ninguna partícula. Antes que nada conviene revisar cuál era la concepción clásica o electromagnética de la luz que, en esencia, perdura hoy en los libros de texto elementales. La luz, según esta concepción, es una onda electromagnética igual que las ondas de radio, de televisión, las del microondas o la radiación infrarroja (“ondas de calor”). También son ondas electromagnéticas la luz visible, la ultravioleta, los rayos X, los rayos gamma y los rayos cósmicos. Por ejemplo, una onda electromagnética, de la radio se origina en un circuito eléctrico oscilante, en el que los electrones van y vuelven de un extremo a otro con una gran frecuencia. Cuanto mayor es la 2 frecuencia, más corta es la longitud de onda y más energético es el movimiento ondulatorio. La diferencia entre las ondas electromagnéticas está en su frecuencia. Por ejemplo, las ondas de radio tienen una frecuencia de unos kiloHertz (kHz = 103 oscilaciones por segundo) o unos cientos de megaHertz en UHT (MHz = 106 Hz), las ondas del microondas son de una frecuencia de 915 MHz, mientras que la luz visible tiene una frecuencia que va desde 3,5.1014 Hz a 7. 1014 Hz. Mayores frecuencias tienen los rayos ultravioleta, los rayos X y los rayos gamma. ¿Qué propiedades tiene una onda? Las ondas tienen dos propiedades que no tienen los corpúsculos (digamos, cuerpos con dimensiones): interferencia y difracción. Cuando dos ondas coinciden en una región del espacio, el movimiento ondulatorio resultante es la suma de ambos (interferencias), pero después cada onda continúa como si no hubiera ocurrido nada. Como las interferencias, la difracción solamente se puede explicar en movimientos ondulatorios y no tiene sentido en partículas. Consiste en la desviación de la propagación de las ondas cuando encuentran un obstáculo o cuando atraviesan una rendija de dimensiones parecidas o menores a la longitud de onda. En la figura adjunta se ha representado una onda en el agua, que al atravesar dos pequeños orificios se convierte en dos focos de ondas circulares, las cuales interfieren entre sí. A la cuestión, ¿qué transporta una onda electromagnética? cabe responder lo mismo que en cualquier onda mecánica: momento lineal (cantidad de movimiento m.v) y energía. Pero, ¡si no se mueve ninguna partícula (en el vacío)!. Aunque 3 no parezca muy comprensible, un receptor situado a gran distancia de la fuente de las ondas de radio percibirá la variación del campo electromagnético, o sea, recibirá energía y momento lineal, que emite la fuente (el emisor pierde energía a medida que emite la onda electromagnética). Pero la concepción clásica de la luz como onda electromagnética (también las propias ondas) se puso en entredicho al comienzo del siglo XX cuando el físico alemán Max Planck (1858-1947), en un intento de explicar los resultados experimentales de la emisión de radiación de los cuerpos incandescentes, o mejor, de la idealización del emisor de radiación perfecto, el “cuerpo negro”, llegó a la conclusión que era imposible emitir la radiación en forma continua, o sea en forma de onda electromagnética. Según la hipótesis de Planck la energía radiante se emite de forma discontinua, en “paquetes” o cuantos de energía. La energía de cada cuanto o paquete energético era proporcional a la frecuencia ν de la radiación, o sea, Equanto = h.ν ν. De ahí el nombre de la nueva física, Física Cuántica. Claro que para Planck no era más que una hipótesis necesaria para poder explicar los resultados experimentales. Sin embargo, pocos años más tarde las experiencias sobre el efecto fotoeléctrico (arrancar electrones de un metal mediante una radiación visible, ultravioleta o rayos X) pusieron de manifiesto que la radiación no sólo se emite en forma discontinua, quantos o fotones de luz, sino que se recibe de forma discontinua. Albert Einstein (1879-1955) dio una brillante explicación cuantitativa del efecto fotoeléctrico, en la que supuso que la ecuación de Planck para la emisión de radiación era correcta, dado que los quantos (fotones, les llamó posteriormente N. Lewis) de luz eran los responsables de la interacción con la materia. Dicho de otro modo, cuando una radiación incide sobre un metal o sobre cualquier átomo, lo hace como una 4 partícula de energía E = h.ν ν, la cual, en el efecto fotoeléctrico, se emplea en arrancar los electrones y dotarlos de energía cinética o, en el caso de las excitaciones electrónicas dentro de los átomos, para promocionar el electrón a un nivel de energía superior. En este último caso, los electrones emiten espontáneamente fotones cuando vuelven a sus estados de energía original. Incluso propuso que la emisión de fotones por parte de los electrones excitados de los átomos podría inducirse y también provocar una emisión de fotones estimulada. Esta idea constituyó el núcleo teórico de una búsqueda que culminó en 1961 con la emisión de los rayos LASER, acrónimo del inglés, Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation, amplificación de luz por emisión estimulada de radiación. Las explicaciones de Einstein llevaron al físico americano A. H. Compton (1892-1962) a explicar el efecto del “choque” de la luz sobre electrones débilmente ligados de parafina o de grafito. ¡La luz dispersada en el choque tenía mayor longitud de onda que la luz incidente!, o sea, perdía energía y la ecuación experimental se podía deducir aplicando los principios de conservación del momento lineal (m.v) y de la energía cinética, igual que si se tratara de bolas de billar chocando; ¡la luz se comporta como las partículas! El modelo de quantos o fotones de Einstein para la radiación también tenía su explicación y coherencia dentro de la teoría de la relatividad. La energía total de cualquier partícula (corpúsculo) es E = Ereposo + Ecinética = mc2, donde m es la masa equivalente y c la velocidad de la luz en el vacío. Cuando son emitidos los “fotones” suponen una pérdida de masa para la partícula emisora, o cuando se reciben, una vez en reposo no son fotones, la partícula receptora gana masa. La luz no tiene masa en reposo, dado que ¡no es luz! Entonces, la energía de la luz es Eluz = mc2 = h.ν, y su momento lineal p = mc. La masa es la magnitud que relaciona 5 la fuerza aplicada a un cuerpo y la aceleración que éste adquiere, de manera que cuanto mayor es la masa más pequeña es la aceleración de un cuerpo al aplicarle una fuerza determinada. Además, la masa es una propiedad por la cual una partícula atrae a otra con una fuerza de gravitación, lo que significa que a mayor masa, mayor atracción gravitatoria. De hecho, la luz, que en el espacio “libre” (de interacciones) se propaga en línea recta, se curva en presencia de campos gravitatorios intensos acercándose a la masa que provoca la modificación del espacio, como se muestra en las figuras. Todo cuerpo que emite luz pierde una masa equivalente y todo cuerpo que recibe luz aumenta su masa. Luego, la luz sí tiene masa y, por consiguiente, pesa igual que cualquier partícula de materia. La luz es materia, aunque su comportamiento ha provocado la búsqueda de nuevos paradigmas científicos, porque además de poderse describir como ondas electromagnéticas, puede describirse como se hace con cualquier corpúsculo. Pero este comportamiento dual, por su complejidad, será objeto de otro artículo. 6