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«Lo que Tenemos a Través de la Sangre de Jesucristo»
(Hebreos 9:19–22)
«19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del
velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura»
INTRODUCCIÓN
«Así que, hermanos…,»
En el antiguo pacto eran necesarias las ofrendas para poderse acerca a la presencia de Dios,
aunque no era una libertad total y un privilegio para todos. Por ello el pueblo era mantenido a
la distancia.
Pero ahora a tevés del sacrificio de Jesús las cosas han cambiado. El escritor de Hebreos al
escribir «Así que, hermanos…,» está indicando, recalcando, afirmando que tenemos entrada a la
Presencia de Dios por medio del Sacrificio de Jesucristo.
Es por ello es importante que entendemos, que no quede ninguna duda de: «Lo que
Tenemos a Través de Sangre de Jesucristo» Este es nuestro tema para hoy.
I. TENEMOS: LA ENTRADA LIBRE (v.19)
A. Tenemos libertad.
«Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo…»
1. Los lectores eran gente perteneciente al nuevo pacto (“hermanos”), que debían
sentirse libres para llegar ante la misma presencia de Dios.
2. Tenemos un «Precioso pasaporte»
3. Somos sacerdotes con libre entrada al lugar Santísimo.
4. Tenemos confianza para entrar en base a nuestra relación personal con Dios.
B. Por la Sangre de Jesucristo.
«…por la sangre de Jesucristo»
1. Jesús estableció esta relación con Dios, con el sacrificio de su sangre, borrando la
rebelión y los pecados que cortaron nuestro camino hacia Dios.
2. En los tiempos del Antiguo Testamento solamente el sumo sacerdote tenía permiso para
entrar en el santuario interior una vez al año como representante del pueblo. Entraba
ante la presencia de Dios para rociar sangre sobre el arca para pagar por los pecados.
3. En los tiempos del Nuevo Testamento tenemos acceso a Dios porque Jesús derramó
su sangre por nuestros pecados y porque en el momento de su muerte “el velo del
templo se rasgó en dos, desde arriba hasta abajo” (Mt. 27:51).
4. Se nos alienta a entrar ante la presencia de Dios con confianza. Tenemos este
privilegio gracia al sacrificio del Señor Jesús.
II. TENEMOS: EL CAMINO NUEVO Y VIVO (v.20)
A. Tenemos un Camino Nuevo.
«por el camino nuevo…»
1. En este punto, nuevo puede tener el sentido de «recién inmolado» o de «recién hecho».
2. De todos modos, su muerte dio a los creyentes el tan necesitado acceso y ruta para
llegar a Dios, que se describe muy bien como el camino nuevo (prosfaton, “reciente”)
3. Es importante señalar que no hay otro camino a la Presencia de Dios, solo a través
de Jesucristo (Juan 14:6)
B. Tenemos un Camino Vivo.
«por el camino… y vivo…»
1. El adjetivo vivo significa que el camino que Cristo ha abierto para nosotros no es un
callejón sin salida. Es más bien un camino que nos lleva a la salvación, ante la
presencia misma de Dios.
2. Vivo parece referirse a Jesús en resurrección, y por ello a un Salvador vivo. Que
garantiza vida a todo aquel que creen en Él (Juan 11:24-25)
C. El Velo…, Su Carne
«…que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne»
1. El Velo: Recordemos el velo del Templo.
a. Hacia la separación entre el lugar santo y santísimo. En el lugar santo estaban; el candelabro,
la mesa de los panes de la propiciación, etc. En el lugar Santísimo el arca del pacto.
b. El velo impidió que entraran al lugar Santísimo que era el lugar de la Presencia de
Dios. Por ello cuando Cristo se da como sacrifico y muere, este velo se rasgo de
arriba abajo indicando que todos los que creen en Jesús tienen libertad de entrar a
la Presencia de Dios, tal como nos lo dice el versículo 19.
2. Su Carne, su Sufrimiento.
a. Aunque aquí, no se está tratando de dar crédito velo, ya que no tiene el velo nada
que ver, sino la «carne» de Jesús que fue rasgada por el látigo y las espinas.
b. Cristo tomó un cuerpo (v.20; lit. “su carne”) con el propósito de hacer este sacrificio.
c. Por ello de la misma manera en que fue necesario que se rasgara el velo del lugar santísimo
(Mar.15:38; Mat.27:51) como un símbolo de que todos podemos entrar a la presencia de
Dios, fue necesario que el cuerpo de Cristo fuera partido para darnos este acceso.
III. TENEMOS: EL GRAN SACERDOTE SOBRE LA CASA DE DIOS (V.21)
A. No Olvidemos que Tenemos este Sumo Sacerdote.
«y teniendo un gran sacerdote…»
1. Nuestro privilegio es que Cristo es este gran sumo sacerdote que nos representa.
Además del acceso libre y total a la presencia celestial de Dios, tenemos un
sacerdote que nos representa siempre en intercesión ante Dios.
 Si el sumo sacerdote en el tiempo del antiguo pacto era el “gran sacerdote” en relación
con los otros sacerdotes de su tiempo, Cristo es el gran sacerdote en sentido absoluto:
incomparablemente superior a todos los demás sacerdotes y sumos sacerdotes.
2. Aunque nosotros somos sacerdotes (1 P. 2:9; Ap. 1:6), seguimos necesitando de
Sacerdote. Cristo es nuestro gran sumo sacerdote, y Su presente ministerio en
nuestro favor nos asegura nuestra continua bienvenida delante de Dios.
3. El creyente ha recibido una doble certeza de que puede acercarse a Dios;
primeramente, porque tiene confianza por medio de la sangre derramada de Cristo;
en segundo lugar, porque Jesús es el “gran sacerdote sobre la casa de Dios”.
4. Si hubiera la más mínima vacilación en la mente del creyente, el escritor de Hebreos
le está diciendo que mire a aquel único y gran sacerdote, Jesucristo (4:14)
B. Tenemos este Sumo Sacerdote a Cargo del Reino de Dios.
«sobre la casa de Dios»
1. La casa de Dios es su pueblo.
2. Jesucristo como nuestro único y Supremo sacerdote nos representa ante Dios como
su pueblo, comprado con sangre.
IV. TENEMOS: EL PRIVILEGIO DE ACERCARNOS A DIOS (v.22)
A. Con Corazón Sincero.
«acerquémonos con corazón sincero…»
1. El pueblo de Israel se acercaba a Dios con su boca, y le honraba con sus labios, pero
su corazón estaba lejos de Él (Mt. 15:8). Nuestro allegamiento debería ser con una
sinceridad absoluta.
2. Solamente podemos acercarnos a Dios con corazón sincero. Es necesario que en el
centro del ser tengamos un deseo sincero de relacionarnos con Dios; no podemos
fingir lealtad a él.
3. La misma palabra traducida sincero aquí aparece en 8:2 y 9:24, donde se traduce
verdadero y se refiere al santuario celestial. El corazón sincero es el corazón cuyo
fundamento y contenido son las cosas celestiales, eternas.
B. Gran Abundancia de Fe.
«…en plena certidumbre de fe…»
1. La «plena seguridad de fe» equivale a una «creencia completa y segura», propia de
un corazón verdadero (gr. alethinés), esto es, leal, sincero.
2. Así, pues, la fe de que habla aquí el autor sagrado no es la fe mediante la que somos
salvos (Ef. 2:8), sino la firme creencia en la realidad y eficacia del sacrificio de Cristo.
3. Nos acercamos con una absoluta confianza en las promesas de Dios y con la firme
convicción de que tendremos una acogida de gracia en Su presencia.
C. Purificando Nuestro Corazón de Mala Conciencia.
«…purificados los corazones de mala conciencia…»
1. El original dice a continuación: «rociados los corazones de mala conciencia»,
«donde se alude a la consagración de Aarón y sus hijos, cuyas vestiduras fueron
rociadas con sangre, para que pudiesen entrar en el santuario» (J. Brown).
2. Ese rociamiento les purificaba de la contaminación ceremonial, exterior, pero aquí
es un rociamiento interior, del corazón, para purificarlo de los pecados con que una
conciencia culpable nos puede acusar delante del tribunal de Dios e impedirnos el
acceso digno a su presencia.
3. Esto puede conseguirse sólo mediante el nuevo nacimiento. En el momento en que
confiamos en Cristo, nos apropiamos del valor de Su sangre.
4. Hablando en sentido figurado, rociamos nuestros corazones con ella, como los
israelitas rociaron sus puertas con la sangre del cordero de la pascua. Esto nos libra
de una mala conciencia. Nuestro testimonio es:
La conciencia no nos condena más,
Porque la virtud de Su sangre preciosa
Nos lavó y purificó de una vez para siempre,
Limpios delante de la presencia de Dios.
Frances Bevan
D. Lavando Nuestro Cuerpo Con Agua Pura
«…y lavados los cuerpos con agua pura»
1. De nuevo encontramos aquí lenguaje simbólico. Nuestros cuerpos representan
nuestras vidas.
a. El agua pura puede referirse bien a la palabra (Ef 5:25, 26), al Espíritu Santo (Jn.
7:37–39) o al Espíritu Santo empleando la palabra para limpiar nuestras vidas de
la contaminación diaria.
b. Somos purificados una vez por todas de la culpa del pecado mediante la muerte de
Cristo, pero somos lavados una y otra vez de la contaminación del pecado por el
Espíritu mediante la Palabra (véase Jn. 13:10).
2. Lo de tener el cuerpo lavado con agua pura es, sería entonces otra manera de decir
que «todo el ser del creyente ha de ser purificado con el valor de la sangre de Cristo
aplicada en la potencia del Espíritu Santo»
CONCLUSIÓN
Para concluir es importante que consideremos que tenemos los privilegios (Gracias a Cristo):
1. De entrar a la Presencia de Dios con libertad.
2. Tenemos un camino nuevo, vivo y único a la Presencia de Dios.
3. Tenemos al Gran y Supremo Sacerdote que nos ayuda.
4. Tenemos la bendición de acercarnos a Dios.
No desaprovechemos estos privilegios. Desmeló gracia a Jesucristo, ya que a través de su
sacrifico hizo posible esto. A Él sea: la Gloria, la Honra, la Alabanza y la Adoración. Amén.