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RESEÑAS
[
M. Sükrü Hanioglu, A Brief History of the
Late Ottoman Empire. Princeton: Princeton
University Press, 2008, 288 p.
Jean Meyer
M. S. Hanioglu dicta la cátedra de estudios del Medio Oriente en la Universidad de Princeton y especialista en
la última etapa del Imperio Otomano,
nos ha brindado dos excelentes libros:
Preparación/ora Revolution y The Young
Turks in Opposition. En éste último, una
nueva edición, la revolución joven-turca y sus adeptos reciben la atención que
merecen; pero el autor, empero, presenta primero todos los intentos de reforma, desde antes de la Revolución
Francesa en adelante, incluso a partir
de la derrota militar sufrida frente a los
rusos de Catalina la Grande.
The Young Turks in Opposition empieza con una descripción de la compleja
realidad otomana a fines del siglo x\iii:
un imperio que se extiende sobre tres
continentes -Europa, Asia y África- y
que ofrece una extraordinaria riqueza
étnica, cultural y religiosa. En el siglo
Xix -era de los nacionalismos-, esta diversidad se transforma en factor de ruina a la hora de la derrota que en 1918
selló el destino de tres prestigiosas dinastías imperiales: las de los Osmanlí,
los Habsburgo y los Romanov.
Además de ser experto en la literatura sobre el tema, tanto turca como in-
ternacional, M. S. Hanioglu ha trabajado en los archivos imperiales, lo que le
permite criticar diversas historias marcadas por la ideología nacionalista turca
post otomana, como -en el caso de autores no turcos- la "leyenda negra", que
sigue afectando gran parte de la historiografía. Cuando la Unión Europea no
sabe qué hacer con la candidatura turca,
ese libro de corta extensión es particularmente bienvenido.
Siempre es difícil escapar a la ilusión del destino histórico: la Revolución
Francesa es la conclusión normal, la
única posible, de la etapa monárquica.
De la misma manera, eran inevitables
las revoluciones mexicana, china y rusa,
así como el derrumbe del poderío español y de los demás imperios. Tanto en
Turquía como fuera de ella, se asume
que el surgimiento de la república turca
en Anatolia, y de otros muchos estados,
de entre los escombros del califato, fue
tan lógico como fatal. Por cierto, dicho
proceso aún no termina, como lo manifiesta el doloroso parto de la nación palestina que sigue esperando un estado
propio para conformarse al modelo revolucionario francés de la nación-estado,
del estado nacional.
El autor demuestra que esa visión
teleológica del pasado es un obstáculo
mayor para entender el periodo "como
realmente fue" y para discernir la relación
que existe entre las naciones-estado,
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Turquía y su pasado otomán en particular. Para esto, basta con evocar la desintegración de Yugoslavia a finales del
siglo XX, la crisis de Kosovo, los conflictos latentes en la región y el creciente
papel de Turquía en el Medio Oriente.
Por lo tanto, la historia que nos ofrece
M. S. Hanioglu no es la clásica evocación de una "decadencia" que se acelera
con el "progreso", la "modernización"
y la "secularización" de Europa. "Corregir este error es la meta mayor de mi libro", afirma.
Por eso saca a relucir los procesos
históricos, movimientos de larga duración, y los sitúa en un marco analítico
cuadridimensional: la persistente voluntad imperial de lograr una verdadera
centralización; un contexto socioeconómico movedizo; el reto mayor de encontrar una contestación otomana a la
modernidad; y la necesidad de integrar
la historia del imperio a la del mundo.
China, Japón y Rusia, para citar los
principales países de una lista que resultaría muy larga, tuvieron que enfrentar el mismo desafío.
Cada historia nacional, en los Balcanes y en el mundo árabe, narra la lucha
de su pueblo por sacudirse el yugo "turco". El autor interpreta esta historia como la de un combate entre el esfuerzo
centralizador y una serie de fuerzas centrífugas muy variadas. Por un lado, el
centro aprovecha la tecnología moderna
para tomar control de una inmensa periferia hasta ese momento altamente
autónoma -los latinoamericanistas recordarán la "segunda conquista" de las
reformas borbónicas-. Por el otro, las
élites locales tradicionales, los movimientos nacionalistas emergentes y las
presiones internacionales trabajan en
sentido contrario.
Esa tensión permanente entre centro y periferia es inseparable de una transformación global del "antiguo régimen"
imperial. Desde un principio -otra vez,
como en el imperio español pocos años
antes-, la reforma administrativa revoluciona las relaciones económicas, la
cultura otomana y la sociedad.
Por tal motivo, el autor versa sobre
los cambios en la economía, sociedad y
cultura en ese contexto mayor, en lugar
de estudiados de manera separada, en
el vacío. Así evita la peligrosa tentación
que nos acecha a todos: la de "explicar"
un desarrollo histórico por una sola "causa" social o económica -por ejemplo,
encontrar una relación causal entre la inflación y la revolución joven-turca, o atribuir la resistencia al uso de la imprenta
al "fanatismo religioso", sin tomar en
cuenta la dimensión socioeconómica del problema, a decir, que todo un
gremio vivía de copiar manuscritosAsí, para cada desarrollo histórico del
siglo XK otomano, interviene la trinidad
cultura-sociedad-economía.
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M. S. Hanioglu evita con cuidado
los paradigmas de modernización y occidentalización, puesto que el reto de la
modernidad afectó a todos, empezando
por los estados europeos. Como ellos,
mal que bien, el Estado otomano se
adaptó: su tarea fue más ardua que la de
Francia, y no menos que la de Rusia.
Este proceso liquidó la ficción de una
hostilidad férrea y permanente hacia la
modernidad, enfrentada con una no menos radical voluntad de modernización.
Se dio un reformismo otomano montado en principios islámicos, así como un
constitucionalismo no muy diferente al
joven-turco, por más secular que haya
sido éste. De la misma manera, el "califa piadoso" Abduihamid II, frente a la modernidad, no reaccionó de forma muy
diferente a la de su abuelo Majmud II,
calificado de "sultán infiel" por los beatos musulmanes de su tiempo.
Modernización, occidentalización:
no se trata de modelos importados, sino
de un largo y complicado proceso de aculturación. La adopción se da de manera
selectiva y, en un contexto diferente, toma formas disímiles o tiene consecuencias imprevistas.
Entre los muchos méritos de este libro, destaca lo siguiente: considera a la
historia otomana como parte del andar de
Europa y del mundo, más allá de la geopolítica o del comercio. M S. Hanioglu
maneja la historia de las relaciones in-
ternacionales como Fierre Renouvin
y Jean-Baptiste Duroselle. Desde el
Congreso de Viena, en 1815, hasta la
Guerra Mundial, el imperio fue parte
integral de las luchas por el poder en
Europa, entre los imperios -Alemania,
Inglaterra y Francia-: la historia del siglo
XIX otomano, y de los últimos 20 años
del imperio, no se entiende fuera de
este contexto.
El derrumbe del imperio en 1918 no
se puede analizar sin tomar en cuenta
esa "historia diplomática" que ha sido
injustamente despreciada a consecuencia de un marxismo o de un economismo
mal entendido. ¿Qué hubiera pasado si,
en 1914, el imperio hubiese optado por
la neutralidad en lugar de aliarse con
Berlín y Viena.' ¿Quién se atreverá a decir, después de leer este libro, que estaba condenado.' Si Napoleón no hubiera
destruido la monarquía española en
1808, ¿cómo habría sido la evolución
del mundo otomano.'
Una sola crítica a este pequeño gran
texto: la trágica cuestión del pueblo armenio y el exterminio que sufrió a partir
de 1915 reciben apenas 20 líneas en la página 132. El autor escribe: "Uno de los
acontecimientos más trágicos de la guerra fue la deportación de muchos armenios de Anatolia [...] La deportación
fue ejecutada con una violencia a gran
escala, bajo condiciones climáticas extremosas y de hambre que condujeron a una
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pérdida masiva de vida. Puso fin, efectivamente, a la existencia armenia en gran
parte de Anatolia". Ni una cifra. Tampoco se mencionan las matanzas de 1895 y
de 1908-1909. También ausente, la palabra "genocidio". El lector encontrará
toda la información en dos libros: el historiador turco, Tañer Akyam, escribió
A. ShamefulAct. The Armenian Genocide
andthe Question ofTurkish Responsability
(Nueva York: Metropolitan, Holtand
Co, 2006; reseñado en /í/or Núm. 33,
2008: 106-116); y el francés Raymond
Kevorkian publicó en el mismo año una
suma sobre la tragedia. Le genocide des
Arméniens (París: Odile Jacob, 1000 p.).
L/ISTOR
Víctor David Hanson, La guene du Pélo-
[
ponnése. Paris: Flammarion, 2008, traducido
del inglés.
En nuestro pesimismo masoquista olvidamos el horror de las guerras. Hanson
ha escrito mucho sobre los conflictos bélicos griegos y el presente, y en este libro dibuja esa violencia de manera más
cruda. Entre 431 y 404 a.C. los griegos
se dividieron en dos bandos -alrededor
de Atenas y E!sparta- para enfrascarse
en una guerra tan larga como atroz. El
autor vuelve a las fuentes para presentamos una tragedia que no tiene nada que
pedirle a las del siglo X'X en Europa. La
crueldad impera y, por más que Hanson
simpatice con Atenas y califique al ejército espartano como "algo similar a la
Waffen SS", reconoce la violencia en todos: presos y rehenes masacrados, mujeres y niños vendidos como esclavos,
ciudades borradas del mapa. Los dos
bandos practican la política de la tierra
quemada y la estrategia del terror, lo cual
desemboca en una carnicería.
Para los combatientes la situación no
es mejor. En el capítulo dedicado a la fatal expedición de Sicilia (415-413 a.C),
se ve cómo los errores de los líderes conducen a 50,000 atenienses y a sus aliados
a la muerte -más perecieron en un terrible cautiverio que en combate- Las batallas navales son las que cobran mayor
número de vidas, especialmente en la
fase final de la lucha; aquí Atenas perdió
más hombres que en Sicilia. La matanza
sistemática se explica por la voluntad de
atemorizar y la masacre de todos los
remeros busca paralizar a la flotilla adversa. Hanson nos propone una lectura
militar: su terrible costo demográfico
explica por qué Tucídides y los historiadores griegos la vieron como la madre de
todos los conflictos bélicos, mientras que
los del siglo XX la equipararon a la Primera
Guerra Mundial. Aquélla fue el suicidio
de Europa, como la del Peloponesio fue
la ruina de Grecia y el fin de la independencia de sus ciudades-estado.
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