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GRUPO DE INVESTIGACIÓN EDICIÓN El Grupo de Investigación en Materiales, Procesos y Diseño surgió en 1995 en el Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad del Norte. Su actividad se enfoca en las siguientes áreas o líneas de investigación: a. Desarrollo de nuevos productos y máquinas; b. Desarrollo de nuevos materiales metálicos y cerámicos; c. Optimización de procesos productivos. Se distingue por su amplia experiencia en la ejecución de proyectos de innovación tecnológica y consultorías universidad-empresa mediante financiación de Colciencias, contratación directa y fondos internacionales. Trabaja con los sectores minero, farmacéutico, metalmecánico, biomédico, agrícola, cerámico, naval, entre otros. www.uninorte.edu.co COLECCIONABLE CÉSAR CARLOS CARRIAZO ESCAF Médico Oftalmólogo. Especialista en Cirugía refractiva y de segmento anterior, director científico Centro Oftalmológico Carriazo. [email protected] JORGE LUIS BRIS CABRERA Ingeniero Mecánico. Magíster en Ingeniería Mecánica. Doctor en Ciencias de los Materiales. Profesor asociado y director de Postgrados e Investigaciones, División de Ingenierías. Grupo de investigación en materiales, procesos y diseño – GIMYP. Universidad del Norte. [email protected] “¿Sabía usted que muchos de los problemas académicos de sus hijos se deben a que tienen problemas de visión?”. Con esta sugestiva pregunta, una clínica oftalmológica promueve sus servicios. Es cierto que en muchas ocasiones los problemas de visión de jóvenes y adultos pueden pasar inadvertidos y generarles inconvenientes. Vivimos en un mundo en el que gran parte de la información nos llega mediante estímulos visuales, lo que Una coproducción de: Colombia AYUDA a que el mundo vea mejor Por: César Alzate Vargas Versión periodística del texto Desarrollo de implantes oftalmológicos en Colombia de César Carriazo Escaf, Jorge Bris Cabrera, Jovanny Pacheco Bolívar y Yenny Orozco Ocampo. Universidad del Norte. convierte a la vista en uno de los sentidos más útiles y a su salud en un necesario foco de atención. Nuestra relación con el mundo y nuestra supervivencia dependen, en gran medida, de este sentido. Nuestra capacidad para ver las cosas que nos rodean se debe a la conjunción de un elemento maravilloso de la naturaleza y de un órgano igual de maravilloso: la luz y el ojo. Es como una constante historia de amor: él la detecta a ella, ella ingresa por él a nuestro cerebro y la consecuencia del encuentro es que el mundo se vuelve imágenes para nosotros. El ojo humano posee un lente llamado cristalino, ajustable según la distancia; un diafragma, la pupila, cuyo diámetro está regulado por el iris; y un tejido sensible a la luz, la retina. Otro elemento importantísimo del sistema es la córnea, esa estructura hemisférica y transparente localizada en la parte frontal del ojo, que permite el paso de la luz y protege el iris y el cristalino. Al ingresar la luz, ocurre el fenómeno base de la visión: la refracción. Esto es, los rayos cambian de dirección y se ajustan en función de cada objeto que se esté observando. Un objeto distante requerirá menos refracción que uno cercano. Se supone que el proceso funciona mejor entre más joven es una persona. Sin embargo, en muchos casos las enfermedades son silenciosas y no es la juventud el factor que puede contenerlas (por ello es necesario practicarse exámenes con regularidad desde el primer año de vida). Pero lo cierto es que, a medida que envejece, el ser humano va perdiendo la capacidad de enfocar, y esta deficiencia se conoce como presbicia o vista cansada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que en el mundo hay unos 285 millones de personas con discapacidad ocular, de las cuales 39 millones son ciegas (no ven nada en absoluto) y 246 millones sufren baja visión. La manera en que se determina si un individuo está presentando baja visión es, precisamente, que por la falta de agudeza visual no puede llevar a cabo de manera satisfactoria sus tareas habituales. La baja visión no es en sí misma una enfermedad, sino una consecuencia. Hay varios tipos de ella: pérdida de visión central (la que se da en detalle cuando miramos algo directamente), pérdida de visión periférica o lateral (aquella, menos detallada, que usamos para ver la forma de los objetos que no están dentro de la visión central), ceguera nocturna, visión borrosa y visión nublada. En la práctica, esto se traduce en que las personas afectadas por baja visión empiezan a tener dificultades en asuntos sencillos de la vida cotidiana como atender el tablero, leer el periódico, distinguir los medicamentos y hasta los alimentos, mirar la hora, entender los letreros de los buses, los subtítulos de las películas en cine, caminar sin tropezar, reconocer las facciones de los rostros, estar atentas a los peldaños de las escaleras… La cotidianidad deja de funcionar de la mejor manera. Existe un padecimiento que afecta más o menos a una de cada dos mil personas. Se trata del queratocono (del griego κέρατο: “cuerno, córnea”, y κ νος: “cono”), condición en la cual la córnea está anormalmente adelgazada y se deforma hacia adelante. La consecuencia es que la visión se torna progresivamente borrosa y con distorsión de las imágenes; a veces la persona siente dolor y picazón y hay quienes desarrollan hipersensibilidad a la luz (fotofobia). Puede ocurrir con distinta intensidad en cada ojo y es usual que la enfermedad avance durante una o dos décadas y luego se detenga. El queratocono puede corregirse con lentes cuando no es severo, pero en estado avanzado es necesario acudir a implantes intracorneales e incluso al trasplante de córnea. En la actualidad existe como alternativa el implante de unos anillos intracorneales denominados “anillos de Ferrara”. Estos detienen la evolución de la enfermedad, gracias a lo cual corrigen parcial o totalmente el astigmatismo (dificultad para enfocar los objetos cercanos) propio del queratocono; sin embargo, no permiten un ajuste refractivo personalizado para cada paciente. Aquí entra en juego un grupo de médicos e investigadores colombianos del Centro Oftalmológico Carriazo y la Universidad del Norte en Barranquilla. Desde 2009, este grupo viene desarrollando, con talento humano nacional y haciendo uso de la más alta tecnología en fabricación, un novedoso implante intracorneal para el tratamiento del queratocono cuya principal virtud es que se ajusta a los re- querimientos de cada paciente y restablece su capacidad visual. El proyecto es cofinanciado por Colciencias. Desde su primera fase, el objetivo del equipo liderado por el doctor César Carriazo y los ingenieros Jorge Bris y Jovanny Pacheco estaba puesto en que el nuevo implante corrigiera la curvatura de la córnea según las necesidades de cada paciente. Para ello era fundamental ser muy rigurosos con los materiales, formas y tamaño del dispositivo, y esto implicó, por ejemplo, el desarrollo de sofisticados algoritmos para controlar con gran minuciosidad todos los detalles de su fabricación. Luego de muchas pruebas en computadores y animales vivos (ah, los conejos y sus ojos tan parecidos a los nuestros), los investigadores reportan éxito total. Este es un significativo aporte colombiano a la ingeniería biomédica. El equipo de investigadores trabaja en el desarrollo de nuevos implantes y dispositivos biomédicos gracias al conocimiento adquirido y a las técnicas desarrolladas. Vea más en www.propiedadpublica.com.co del queratocono en la córnea. 1 Representación Imagen tomada de Internet: http://www.keratoconocr.com/queratocono.