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Introducción a la música electroacústica.
Así como podemos afirmar que los elementos fundamentales de la pintura son la forma,
el color y la textura podemos decir también que los componentes a organizar como obra
de arte en la música convencional son el ritmo, la altura tonal y el timbre sonoro. Estos
son los tres elementos que ponemos en juego a la hora de crear, o recrear, música
convencional. De estos son la altura tonal y el timbre aquellos a los que se impone más
límites a la hora de la creación musical o, más ampliamente dicho, creación sonora.
Veamos a ver a qué nos estamos refiriendo: Las alturas tonales, es decir las notas
musicales, están perfectamente definidas y estandarizadas en la música occidental así
como en las músicas de otras culturas. Todos, incluso los oidos no entrenados, perciben
cuando una voz o un instrumento suenan “desafinados”. Cualquiera percibe una
sensación “desagradable” o “molesta” aunque no se sea capaz de acertar de qué parte
del objeto sonoro proviene la “incomodidad” de nuestro oido. Como decíamos al
principio, las notas musicales son como las formas fundamentales de los ladrillos del
edificio musical convencional. En cuanto a los timbres sonoros son, por decirlo así, los
colores o texturas o materiales de que van a estar formados esos ladrillos. El timbre
sonoro es el “color” del sonido. Es lo que nos permite distinguir a un instrumento de
otro aunque los dos estén tocando la misma nota al igual que el color, y también el tacto
o el olor, nos permiten distinguir entre dos objetos con la misma forma pero fabricados
con materiales distintos. En la música convencional también estos timbres
(instrumentos) están preestablecidos y raramente se introducen otros.
Desde la aparición, a principios del siglo pasado, de máquinas capaces de almacenar y
reproducir el sonido, éste se ha venido manipulando consciente o inconscientemente. Es
a partir de 1945 que Pierre Schaeffer, Pierre Henri, Karlheinz Stockhausen y otros
utilizan las máquinas sonoras para crear sonidos con los cuales confeccionar una obra
sonora, musical, sin instrumentos convencionales; escrita no en el papel sino sobre la
propia cinta del magnetófono. Con las nuevas máquinas nace lo que Gabriel Brncic ha
dado en llamar “la cultura del altavoz”.
La música electroacústica, del mismo modo que en las microesculturas de Brassais y
Dalí, podemos decir que aplica el macro a la música convencional y se centra y se
consagra a manipular y a moldear uno de los componentes básicos de todo sonido, el
timbre, y a expandirlo temporal y dinámicamente con un enfoque artístico, expresivo.
La parte se convierte en el todo como en la obra “Estudio de un sonido” (1952) de
Pierre Boulez. La música electroacústica toma el timbre sonoro y lo hace el componente
básico, aunque no único, necesario para expresar sensaciones y sentimientos a través del
oido. Son timbre, ritmo, dinámica, contraste, equilibrio y sus contrarios los fonemas del
arte sonoro llamado música electroacústica.
Una vez que el universo musical se ha abierto al universo sonoro, como un
enriquecedor encadenamiento de explosiones creativas, este se muestra a la escultura, la
instalación y el video. En estos terrenos, además de las salas de conciertos, la música
electroacústica tiene un mundo aún nuevo por explorar y en el que provocar, y ser
provocado, en la creatividad, la efusividad y la pasión.
Joan F. La Roda.
Justificación del curso.
La puesta en práctica de ciertas ideas artísticas requiere en ocasiones la solución de
problemas técnicos que deben ser encargados normalmente a arquitectos, técnicos o
ingenieros. En otras ocasiones las dificultades técnicas pueden ser resueltas por el
propio artista después de adquirir algunos conocimientos sobre la materia de que se
trate.
El curso Diseño de Cajas Acústicas y su Aplicación al Arte Sonoro se ha planteado
como una vía para que el escultor que quiera incluir el sonido en sus trabajos artísticos
pueda resolver problemas acústicos sencillos pero que marcan la diferencia entre que
una escultura sonora suene o que no lo haga; que suene mejor o que suene peor. La
utilización de altavoces o de cajas acústicas requiere, como toda técnica artística o no,
de algunos conocimientos para que los resultados sean los esperados y, siempre que sea
posible, a un módico precio. Durante el curso han sido comentados ejemplos de
esculturas sonoras que no cumplían su objetivo, es decir, sonar adecuadamente.
Podemos comentar, como uno de los errores más comunes, la utilización de altavoces
sin colocarlos dentro de una caja acústica. De este uso inadecuado de los altavoces se
obtiene un bajo rendimiento y una pérdida de las bajas frecuencias. Los alumnos han
podido experimentar por si mismos este y otros fenómenos acústicos.
También, como comentábamos antes, hay ocasiones en que las dificultades que
presenta la idea artística para su realización necesita del asesoramiento de un técnico. Se
hace necesario en esos casos conocer el lenguaje adecuado, los materiales existentes y
los límites de la técnica de que se trate, en este caso la acústica y la reproducción del
sonido, para hacerse comprender por el especialista. El conocimiento de los límites y de
todas las posibilidades del fenómeno acústico hará que las ideas sean realizables y que
el artista se ciña desde el mismo nacimiento de la obra a aquello que es posible y,
también, al presupuesto con el que se cuente.
El uso de altavoces, su elección, su funcionamiento, sus requerimientos técnicos y sus
características son algunos de los aspectos que se han desarrollado durante las clases, así
como también se ha hablado del correcto uso de los equipos de audio para obtener
resultados óptimos de ellos. Se han comentado ejemplos de obras sonoras de otros
artistas y en definitiva se ha enseñado a los alumnos a pensar en el sonido, en su
naturaleza y en el modo mejor de reproducirlo y obtenerlo para servir mejor a sus ideas.
Joan F. La Roda.