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1º BACHILLERATO
NOTAS
Historia del mundo
contemporáneo
INTRODUCCIÓN
Las Notas amplían o complementan los contenidos explicados en las clases.
Después de cada clase – y antes de realizar las actividades propuestas en las Prácticas – es
conveniente que consulte las Notas correspondientes.
ÍNDICE
Introducción ................................................................................................................ 5
Tema 1: El Antiguo Régimen.......................................................................................... 7
Tema 2: El pensamiento ilustrado ................................................................................. 9
Tema 3: Parlamentarismo y Primera Revolución ......................................................... 12
Tema 4: La caída del Antiguo Régimen ........................................................................ 14
Tema 5: La Europa napoleónica y la restauración ........................................................ 18
Tema 6: La Europa revolucionaria ............................................................................... 28
Tema 7: El nacimiento de nuevos estados ................................................................... 37
Tema 8: La Independencia de Hispanoamérica ............................................................ 40
Tema 11: Hacia la Revolución industrial....................................................................... 43
Tema 12: Primera Revolución Industrial ..................................................................... 45
Tema 13: Los cambios sociales del siglo XIX ............................................................... 48
Tema 14: Los cambios sociales del siglo XIX ............................................................... 56
Tema 15: Los cambios sociales del siglo XIX ............................................................... 60
Tema 16: La expansión colonial ................................................................................... 67
Tema 17: Los imperios coloniales ............................................................................... 71
Tema 18: Nuevas democracias y el Imperio Japonés ................................................... 77
Bibliografía .......................................................................................................................... 80
NOTA IMPORTANTE
No existe una correspondencia exacta entre esquema y tema. En muchos casos, se
encuentran varios esquemas englobados en un solo tema.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
3
Introducción
1. ¿Qué es la Historia?
La Historia proporciona conocimientos acerca del pasado de los seres humanos y de las
sociedades en las que se integran. Se trata de una ciencia social que explica, de la forma más
objetiva posible, los cambios que se producen a lo largo del tiempo en multitud de aspectos:
economía, política, sociedad, relaciones internacionales, etc.
Han sido muchas las definiciones que se han dado de la Historia. A continuación vemos
algunas de las ofrecidas por algunos historiadores:
•
Es un proceso de interacción constante entre quien investiga y los hechos (E. H. Carr).
•
La forma por la cual una cultura rinde o se da cuenta de su propio pasado (Huizinga).
•
Ciencia de los hombres en el tiempo, que tiene necesidad de unir el estudio de los
muertos con el de los vivos (Marc-Bloch).
•
Conocimiento de los hombres del ayer por el hombre de hoy (H. I. Marrou).
•
Una forma de preguntar al pasado a partir de las preguntas realizadas sobre el presente
(J. Tusell).
Las conclusiones a las que llegamos con el conocimiento histórico son siempre provisionales,
pues están sometidas a la aparición de otras conclusiones que se superpongan a las anteriores
por su veracidad y cientificidad. Esto no quiere decir que los hechos históricos cambien, pues lo
que conocemos como Revolución Industrial efectivamente existió. Otra cosa muy diferente es
que nuestro conocimiento sobre ella cambie en función de los estudios que vayan aclarando
aspectos que hasta ahora se desconocían. Esto mismo ocurre con todas las ciencias. Algunas
personas conceden un carácter "más científico" a otras materias como Matemáticas o Física,
pero éstas tampoco mantienen verdades inmutables: la ley de la gravitación universal de Newton
se vio afectada por la teoría de la relatividad de Einstein, y ésta, a su vez, por los descubrimientos
de los últimos tiempos. La ciencia avanza y, como ciencia, la Historia se completa y reinterpreta.
2. La investigación en Historia
Quien investiga la historia hace mucho más que una simple narración de acontecimientos
diversos. Debe estudiar los materiales objeto de su estudio, clasificarlos, interpretarlos... Suele
plantear diversas hipótesis para explicar los hechos y debe verificar la certeza o posibilidad de
cada una de ellas. Por eso la historia que conocemos y estudiamos en un momento determinado
debe ser continuamente transformada, como todas las ciencias. Normalmente, en la
investigación histórica se siguen los siguientes pasos:
1. Observar bien. Es preciso hacer una descripción de un fenómeno empleando el mayor
número de sentidos posible. La descripción debe ser minuciosa, completa, aportando en
la descripción el mayor número posible de notas acerca del objeto, y segura, por lo cual se
describirá solamente lo que se está observando, procurando excluir las interpretaciones
que el sujeto hace de lo que observa.
2. Plantear hipótesis. Se trata de dar explicaciones razonables de un problema o fenómeno
determinado que se admiten provisionalmente como base de la investigación. Cada una
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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de estas suposiciones o explicaciones es una hipótesis y debe ser comprobada. Aquí debe
realizarse una interpretación inteligente de todos los elementos observados y la posible
relación que existe entre todos ellos.
3. Comprobar la exactitud de las hipótesis. Es un proceso científico que se apoya en los
procesos anteriores y debe invalidar, rechazar o aceptar las hipótesis previas.
4. Clasificar para facilitar el estudio y la posibilidad de establecer relaciones con mayor
facilidad.
5. Comunicar los hallazgos a la sociedad, que es la principal interesada en el conocimiento
del pasado. La comunicación debe ser clara, de forma que no dé lugar a interpretaciones
erróneas; ordenada y veraz, de manera que exprese hechos e ideas con objetividad.
La Historia es una ciencia empírica, porque se basa en hechos producidos anteriormente, es
decir, en la experiencia. Pero no se trata de una ciencia experimental porque las personas que
investigan la historia no pueden reproducir en un laboratorio los casos que quieren estudiar,
como sí puede hacerse en el caso de la Física o la Química.
Aunque la Historia debe ser entendida como un proceso continuo, sin saltos ni desfases, en
Historia utilizamos nombres para definir distintos períodos cronológicos. Llamamos Historia
Contemporánea a la Historia que se ocupa del estudio de los antecedentes inmediatos del
mundo actual y que arrancan desde comienzos del siglo XIX. La razón más importante para
acercarnos al conocimiento histórico es conseguir nuestra propia formación como ciudadanos y
ciudadanas que asumimos responsabilidades con nuestro mundo y nuestro tiempo. Los hechos y
fenómenos sociales tienen sus raíces en el pasado y se proyectan hacia el futuro. Por eso, el
presente constituye una franja temporal muy débil, muy etérea, de límites imprecisos, que
necesita del pasado para concretarse, pues éste es el único que ya ha sido.
Por otro lado, el pasado sin el presente carece de valor, ya que la explicación que éste da de
aquél es el resultado de los interrogantes que nos hacemos sobre nuestro tiempo y sobre el
futuro.
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 1
El Antiguo Régimen
1. El Antiguo Régimen
Con esta denominación designaron los revolucionarios franceses, en la Asamblea
Constituyente (1789), a la forma de gobierno e instituciones que regían la política, la economía y
la sociedad hasta esa fecha. Este régimen caracterizó a Francia y a gran parte de los estados
europeos entre los siglos XVI y XVIII (hasta la Revolución Francesa). Otros países superaron esta
situación, como Holanda (constituida en república) e Inglaterra, donde se había transferido parte
del poder real a un parlamento, instaurándose una monarquía parlamentaria.
Este viejo régimen se diferencia de otro nuevo orden, que emana de la cultura de la
Ilustración y que va a dar forma al liberalismo. En aquellos lugares donde no se dieron los
cambios sociales, políticos y económicos que traía consigo la implantación del nuevo régimen
liberal, como ocurrió en muchos de los estados de la Europa situada al este del río Elba (Rusia,
Polonia, Prusia, etc.), continuó sobreviviendo el Antiguo Régimen, hasta bien entrado el siglo XIX.
•
En lo político se encarna en una monarquía absoluta y centralizada, cuya legitimidad se
consideraba de derecho divino, y, por lo tanto, ilimitada e incontrolada, pues el Rey sólo era
responsable ante Dios. El monarca concentraba en su persona los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial; controlaba el mando del ejército, las instituciones y la administración del
Estado, al que concebía como patrimonio y propiedad personal.
Estos postulados sobre la concentración de poderes del Rey y la excesiva acumulación de
poder para tomar decisiones en los asuntos públicos, no eran uniformes, pues variaban de
unos países a otros; por ejemplo entre Rusia e Inglaterra.
•
La sociedad se organiza en órdenes, estados o estamentos, caracterizados porque sus
integrantes tenían como misión atender una función social concreta. En ella distinguimos: la
nobleza, el clero y el Estado Llano o Tercer Estado.
La nobleza tenía como misión el gobierno y la defensa armada de la sociedad. Vivía de las
rentas de su patrimonio o del desempeño de cargos públicos; en ella distinguimos la alta
nobleza, formada por condes, marqueses, duques, barones, etc., que, además, son los
grandes propietarios, y la baja nobleza, formada mayoritariamente por caballeros e hidalgos.
El clero se ocupaba de las relaciones con Dios y, en menor grado, de la cultura. Según su
jerarquía y riqueza, se dividía en: alto clero, formado por obispos, canónigos y abades (su
procedencia era nobiliaria y solían ser "hijos segundones"); y bajo clero, formado por curas,
monjas y frailes de procedencia popular.
A estos estamentos se les denominaba privilegiados, pues tenían estatutos jurídicos propios,
y leyes particulares más ventajosas y se diferenciaban radicalmente de los demás miembros
de la sociedad, sobre cuyas vidas ejercían gran influencia. No pagaban impuestos y cobraban
tributos en beneficio propio (por ejemplo, el diezmo, en el caso de la Iglesia).
El Tercer Estado o Estado Llano es el estamento no privilegiado, formado por los demás
sectores de la sociedad. Constituía aproximadamente el 90% de la población total y su función
era trabajar para los otros estamentos. Aquí diferenciamos, en primer lugar, el campesinado,
propietario o no, libre o siervo; la población urbana, formada por la burguesía y sus componentes
internos diferenciados por la riqueza (financieros, comerciantes, profesionales liberales, gentes
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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dedicadas a la artesanía, al pequeño comercio, a todo tipo de trabajo manual) y, por último, un
gran número de personas vagabundas y mendigas.
En la Edad Moderna se mantuvo la discriminación jurídica de la mujer, de modo que, a la
desigualdad ante la ley que suponía la sociedad estamental, se añadía el tratamiento diferente
por razón de sexo.
El Renacimiento no trajo ninguna mejora en este sentido, sino más bien un empeoramiento:
la recepción del derecho romano fortaleció la situación predominante del varón. En España las
Leyes de Toro, en 1505, significaron la consagración definitiva de la dependencia de la esposa
respecto al marido, y sus disposiciones influyen hasta bien entrado nuestro siglo. Por otra parte,
atendiendo al nuevo orden económico, los legisladores otorgaron propiedad al marido sobre las
posesiones de su esposa (en la Edad Media había sido la propietaria legal de su dote). Favorecían
así la acumulación de capital. El derecho sucesorio se modificó también en detrimento de las
hijas.
El sistema del Antiguo Régimen, heredado de siglos anteriores, no era uniforme en el siglo
XVIII, debido a las transformaciones económicas y a la difusión de la mentalidad forjada por la
Ilustración. La sociedad del Antiguo Régimen fue, ante todo, una sociedad rural que vivía
esencialmente en función de la tierra, en torno a la cual giraba la vida de la mayor parte de la
población.
•
La economía era predominantemente agraria de tipo tradicional. Esta actividad ocupaba
entre el 80% y el 90% de la población. La agricultura afecta, pues, a todo el contexto de la
economía y especialmente a los otros sectores económicos más importantes: la artesanía
(donde los gremios seguían controlando la mayor parte de la producción), la manufactura, y
el comercio, que dio lugar a la formación de una rica burguesía.
La situación del campesinado dependía de su condición personal y de su posición económica.
En Europa oriental (Rusia, Prusia, Polonia) vivía sometido a un régimen de servidumbre,
mientras que en la Europa occidental y mediterránea tenía una situación legal más favorable,
aunque la mayor parte de la producción la controlaban los estamentos privilegiados,
predominando el régimen señorial que regulaba las relaciones de producción.
Ya en la segunda mitad del siglo XVIII, con el aumento de la población y la subida de los
precios agrarios, así como el progresivo avance de la economía de mercado –al menos en el
ámbito geográfico del entorno europeo– se van a producir una serie de luchas y enfrentamientos
entre los grandes propietarios (que desean aumentar sus privilegios) y el campesinado (que demanda más justicia y mayores pautas de libertad). Estos enfrentamientos serán una de las causas
importantes del desencadenamiento de revoluciones como la francesa.
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 2
El pensamiento ilustrado
La Ilustración fue un movimiento cultural heredero de los principios filosóficos y científicos
del Barroco. Los ilustrados, burgueses en su mayor parte, defendían unos valores básicos: la
razón, el progreso, la felicidad, la crítica...
Tenían una gran confianza en la razón humana, que se aplica a todos los campos: conducta
individual, organización social, ciencia, economía, religión... Rechazaban y criticaban todo lo que
les parecía poco racional. Creían firmemente en la idea de progreso en todos los órdenes
(material, moral, político, etc.) conseguido con la ayuda de los avances científicos y técnicos y de
una adecuada educación. Con todo ello esperaban alcanzar una meta: la felicidad.
En la defensa y divulgación de estos valores sobresalen los nombres de tres ilustrados:
Montesquieu, Voltaire y Rousseau.
Las ideas políticas que Montesquiau formuló a finales del siglo XVIII están aún en vigor en
nuestra sociedad. En su obra "El espíritu de las leyes" defendió como sistema político ideal un
parlamentarismo (similar al inglés) basado en la división de los poderes:
•
Legislativo, en manos del parlamento.
•
Ejecutivo, en las del rey y sus ministros.
•
Judicial, ejercido por tribunales legalmente constituidos.
Reflexiona sobre la carga crítica de estas ideas, en una época de predomino de las
monarquías absolutas...
Voltaire fue un crítico implacable en los más variados temas: intolerancia religiosa, autoridad
absoluta del rey, abusos más corrientes de su época, como las detenciones arbitrarias, tortura,
procedimientos secretos, etc.
Rousseau fue el precursor de las ideas democráticas del XIX, defendiendo el principio de la
igualdad entre los hombres. En "El contrato social" afirmará que la voluntad del pueblo es el
origen de la soberanía y de las leyes.
Las ideas de los ilustrados se difundieron rápidamente; primero, por Francia; después, por
todos los países europeos e incluso por las colonias americanas.
Contribuyeron decisivamente a su difusión las siguientes circunstancias:
•
Los salones, tertulias donde la aristocracia y la alta burguesía discutían las nuevas ideas,
y los cafés.
•
La prensa en forma de periódicos, folletos, pasquines, etc.
•
La Enciclopedia, un gran Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios,
publicado por un grupo de ilustrados entre 1751 y 1772.
En la Enciclopedia intentaban recopilar todo el saber de la época enfocado desde el punto de
vista ilustrado. Fue una obra colectiva importantísima y tuvo una difusión extraordinaria.
Las ideas ilustradas fueron acogidas con entusiasmo por la burguesía ya que respondían a sus
intereses e ideales. También tuvieron mucha aceptación entre un sector de la nobleza e incluso
entre algunos de los monarcas absolutos de la época. Probablemente no vieron el germen
revolucionario que contenían.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
9
Las ideas ilustradas, sobre todo la general confianza en la razón, produjeron un ambiente muy
favorable para el desarrollo de las ciencias y de las técnicas, especialmente entre las clases
acomodadas (nobleza y alta burguesía). La divulgación científica (la Enciclopedia es el ejemplo
más importante), puso a su alcance las ideas más complicadas, mediante libros de fácil lectura.
Proliferaron los viajeros, coleccionistas, investigadores...
Por lo que se refiere a las creencias, las ideas religiosas cristianas, una vez rota la unidad
católica por los protestantes desde el siglo XVI, van a verse nuevamente en crisis. No se trata
ahora sólo de criticar los privilegios del clero sino que se pone en duda la posibilidad de que
existan religiones reveladas (con sus dogmas, misterios, etc.).
Basados sólo en la razón, los filósofos ilustrados se ramifican en dos direcciones: el deísmo y
el ateísmo. Los deístas son partidarios de una religión natural; creen en un Ser supremo y
practican una moral basada en la tolerancia y la filantropía. Aparecen en este sentido algunas
sectas, como la Masonería.
Los ateos negaban la existencia de Dios, del alma y de la libertad del espíritu, afirmando que
todo se reduce a la materia (materialismo) y a las sensaciones experimentadas por los seres
sensibles. Entre los ilustrados ateístas se encontraban, por ejemplo, Diderot y Helvetio Holvach.
Ante la rutina y estancamiento en que habían caído las universidades, los monarcas crearon
instituciones científicas, algunas de las cuales alcanzaron gran prestigio, como la Sociedad Real
de Londres o la Academia de Ciencias de París. Estas instituciones estimulaban a los
investigadores con premios, pensiones, expediciones, etc. A la vez, fomentaron el intercambio de
informes, discusiones...
Los avances más espectaculares se consiguieron aplicando a otros campos los principios y
métodos descubiertos en el XVII. La Física (calor y electricidad) y la Química experimentaron un
gran desarrollo. También hubo avances en la Medicina: se aplicaron medidas preventivas para
evitar los contagios, como la cuarentena. Esta medida, contribuyó a evitar los ataques de la
temible peste (sólo reapareció violentamente en Europa occidental en 1720 y 1740). Se inició la
vacunación, mejoraron los tratamientos, etc. Los efectos beneficiosos de estos avances no se
notarían hasta después de 1800.
Las transformaciones técnicas se debieron más al ingenio de algunos artesanos que al
desarrollo de la Ciencia. El invento más importante fue el de la máquina de vapor, de James Watt
(1763), que revolucionó el mundo industrial.
A finales del siglo XVIII, sin embargo, la mayor parte de las aplicaciones técnicas se fundamentarán en los avances científicos. Con ello la ciencia se convertirá en una fuerza capaz de
cambiar el modo de vida general.
En cuanto a las ideas económicas, durante el siglo XVIII se desarrollan tres teorías principales:
el mercantilismo, en la primera mitad (aunque apareció en el siglo XVI); la fisiocracia, en el
segundo tercio, y el liberalismo económico en el último tercio del siglo.
Según el mercantilismo, la riqueza de un país consistía en atesorar moneda a través del
comercio, "capitalismo comercial", protegiendo la industria nacional.
Los ilustrados criticaron estas ideas. Un primer grupo, los fisiócratas, revalorizaron el papel de
la agricultura, porque sólo ella aumentaba la cantidad de productos; la industria sólo
transformaba los productos de la naturaleza y el comercio los intercambiaba, pero tampoco los
producía.
Un segundo grupo apareció en Gran Bretaña hacia 1770. Se trata de la escuela liberal, que
dio origen al liberalismo económico en Europa. Su gran impulsor fue Adam Smith, quien
fundamentó su teoría de la riqueza en el trabajo, en la producción y en el ordenamiento
económico regido por la Ley de la oferta y la demanda, donde el Estado no debe intervenir. A
esta conclusión había llegado después de reflexionar sobre la Revolución Industrial inglesa
iniciada a partir de 1760.
10
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
La sociedad estamental es objeto de las duras críticas de los Ilustrados. Para ellos, todos los
hombres, y sólo ellos, son iguales ante la ley, tienen los mismos derechos y se deben regir por las
mismas normas legales e instituciones políticas. No admiten, por ejemplo, el estatuto jurídico de
los privilegiados, ni tampoco la deshonra que entonces significaba el trabajo manual, así como
que continuaran las amortizaciones de tierras y las vinculaciones.
1. La crisis del Antiguo Régimen: el Despotismo Ilustrado
El poder absoluto del monarca y el predominio de la aristocracia en una sociedad estamental,
son dos características fundamentales del Antiguo Régimen. A partir de la segunda mitad del
siglo XVIII, este modelo de organización de la sociedad entrará en crisis y se transformará en
otro distinto.
En la crisis del Antiguo Régimen influyeron algunos de los factores que ya hemos
mencionado:
•
Las transformaciones económicas que exigen una libertad de comercio y producción.
•
Las aspiraciones de la burguesía a ocupar el puesto que le corresponde por su
importancia económica.
•
Las críticas de los ilustrados que mostraban el Antiguo Régimen como injusto, irracional y
poco adecuado para lograr el progreso de la sociedad y la felicidad del hombre...
El Despotismo Ilustrado fue, precisamente, el intento de algunos monarcas europeos de
atajar la crisis. Para ello, adoptaron de la Ilustración las ideas menos revolucionarias, realizando
una serie de reformas superficiales que no tocaran lo esencial del sistema, es decir, su poder
absoluto y la división estamental de la sociedad.
Las reformas se impusieron desde arriba sin ninguna intervención popular: "Todo para el
pueblo pero sin el pueblo". Esta frase, atribuida a Federico II de Prusia, resume la intención de los
monarcas y ministros reformistas.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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Tema 3
Parlamentarismo y Primera Revolución
Pocos estados europeos escaparon al absolutismo monárquico, solamente las Provincias
Unidas (Holanda), la República de Venecia e Inglaterra, pudieron esquivar el poder centralizador
de la monarquía.
El absolutismo tuvo escasa relevancia en Inglaterra ya que a lo largo de su historia se
sucedieron levantamientos en contra del Rey. Las de mayor importancia tuvieron lugar en 1640 y
1688 y el espíritu parlamentario se irá consolidando a lo largo del XVII.
El parlamentarismo tuvo en sus orígenes el objetivo de limitar el poder de los reyes, sobre
todo en asuntos tan delicados como la recaudación de impuestos. Se creará un modelo de
Parlamento bicameral (Cámara de los Lores y Cámara de los Comunes) que fue respetado y
sostenido tanto por la nobleza como por la burguesía.
El propio Voltaire que admiraba el parlamentarismo Inglés decía:
“La nación inglesa es la única sobre la tierra que ha conseguido regular el poder de los reyes
enfrentándose a ellos y que, con constantes esfuerzos, ha podido finalmente establecer un sabio
gobierno en el que el príncipe, todopoderoso para hacer el bien, está limitado para hacer el mal;
en el que los señores son grandes sin insolencia y sin vasallos; y en el que el pueblo comparte el
gobierno sin desorden. La Cámara de los Pares (de los Lores) y la de los Comunes son los árbitros
de la nación, y el rey es el árbitro supremo. No ha sido fácil establecer la libertad en Inglaterra; el
ídolo del poder despótico ha sido ahogado en sangre, pero los ingleses creen no haber pagado
demasiado por sus leyes. Las demás naciones no han derramado menos sangre que ellos, pero
esta sangre que han vertido por la causa de su libertad no ha hecho más que cimentar su
servidumbre.” Voltaire. Cartas filosóficas. 1734.
Tras las revoluciones del siglo XVII, y sobre todo desde la Revolución Gloriosa de 1688,
Inglaterra había dejado de ser una monarquía absoluta y se fue definiendo como un régimen
parlamentario, al igual que las Provincias Unidas de los Países Bajos. En 1689 el monarca,
Guillermo de Orange, aceptaba la Declaración de derechos (Bill of Rights) que establecía el
principio de la soberanía nacional.
En torno a las universidades inglesas y escocesas surgió el embrión de la ilustración británica
y fue John Locke quien definió las principales líneas teóricas del parlamentarismo.
Una fecha clave será la de 1707 en la cual se redactará el Acta de Unión, un acta aprobada
por el Parlamento de Inglaterra y el de Escocia para unirse en el denominado Reino de Gran
Bretaña, con sede en el antiguo parlamento inglés. Más tarde con la incorporación de Irlanda se
constituirá el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
El ideólogo: John Locke
Líder del partido Whig (Partido Liberal británico), estaba en contra del absolutismo y se
convirtió en el máximo defensor del parlamentarismo. Locke fue perseguido y tuvo que
refugiarse en Holanda, de donde regresará tras el triunfo d el “Gloriosa Revolución” de 1688.
El pensamiento de Locke ha ejercido una influencia decisiva sobre la constitución política del
Reino Unido hasta la actualidad.
Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las religiones
no cristianas. En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), sentó los
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
principios básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo hombre nace dotado de
unos derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida,
la libertad y la propiedad. Partiendo del pensamiento de Hobbes, Locke apoyó la idea de que el
Estado nace de un «contrato social» originario, rechazando la doctrina tradicional del origen
divino del poder; pero, a diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la
monarquía absoluta, sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
La autoridad de los Estados resultaba de la voluntad de los ciudadanos, que quedarían
desligados del deber de obediencia en cuanto sus gobernantes conculcaran esos derechos
naturales inalienables. El pueblo no sólo tendría así el derecho de modificar el poder legislativo
según su criterio (idea de donde proviene la práctica de las elecciones periódicas en los Estados
liberales), sino también la de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio tiránico
del poder (idea en la que se apoyaron Jefferson y los revolucionarios norteamericanos para
rebelarse contra Gran Bretaña en 1776, así como los revolucionarios franceses para alzarse
contra el absolutismo de Luis XVI en 1789).
1. La independencia de los Estados Unidos. La primera Constitución liberal
Las ideas políticas de la Ilustración fueron llevadas por primera vez a la práctica al otro lado
del Atlántico: en las 13 colonias inglesas de la costa oriental de Norteamérica. Estas habían
experimentado, en el siglo XVIII, un gran crecimiento demográfico y económico.
En 1763 los colonos se sentían aún fieles súbditos de la metrópoli. Pocos años más tarde, en
1776, el Congreso de sus representantes, reunido en Filadelfia, proclamaba la Declaración de
Independencia.
¿Qué había sucedido entretanto? Un malestar creciente, un continuo forcejeo con el
gobierno británico provocado por múltiples causas. Una de ellas era el aumento de impuestos:
¿por qué tenían que pagar impuestos que el Parlamento de Londres decretaba sin su
consentimiento? Los colonos carecían allí de representantes... Estalló el conflicto y se transformó
en una guerra revolucionaria. Al final, Gran Bretaña aceptó la independencia y firmó la paz
(1783). Había nacido una nueva nación, los Estados Unidos de América y, lo que es más
importante, un nuevo tipo de Estado. En 1787 se promulgó la Constitución que plasmaba las
ideas revolucionarias del liberalismo y establecía una república federal; era la primera
constitución escrita de la historia y sigue vigente hoy.
Lo sucedido en América tuvo gran repercusión en Europa. Demostró que era posible hacer
realidad la filosofía de la Ilustración (igualdad de los hombres, justicia, tolerancia...). Causó sobre
todo gran impacto en Francia, que creyó llegada la hora de hacer su revolución.
2. Las revoluciones liberales burguesas en Europa
El progresivo enriquecimiento de la burguesía hizo aumentar las aspiraciones de ésta a una
mayor participación política. Intentaba también transformar algunos rasgos de la sociedad
estamental (privilegios de nacimiento, trabas a la producción y al comercio) que dificultaban en
gran medida sus actividades económicas.
El descontento burgués hacia el Antiguo Régimen se convirtió gradualmente en hostilidad
hacia los grupos sociales que le servían de apoyo: la nobleza y el clero. Estos estamentos seguían
gozando, a finales de la Edad Moderna, de enormes privilegios económicos y políticos.
Contra esta situación se rebelará la burguesía en una serie de revoluciones que vamos a
estudiar. Las ideas que las alimentaron fueron las mismas, pero cada proceso tuvo sus
peculiaridades y objetivos. En unos casos las ideas se ponían al servicio de objetivos
independentistas (las revoluciones americanas); en otros (la Revolución Francesa), la lucha se
dirigía primordialmente a cambiar las estructuras tradicionales.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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Tema 4
La caída del Antiguo Régimen
1. Etapas del proceso revolucionario
1. 1. Las revoluciones del verano de 1789.
La Hacienda francesa vivía una situación económica muy comprometida, lo que obligó a la
monarquía a tomar medidas excepcionales. En primer lugar, se decidió reunir a los nobles en una
asamblea de notables en la que se les pidió su generosa contribución. Ante su negativa se
procedió a la convocatoria de los Estados Generales, que no se reunían desde 1615.
Esta asamblea, de origen medieval, que agrupaba separadamente a representantes de todos
los estamentos, era la institución idónea para conceder ayudas económicas extraordinarias. La
elección de sus miembros se produjo en un ambiente de gran agitación política, como muestran
las peticiones (cuadernos de quejas) elevadas por cada estamento.
El 5 de mayo de 1789 los 1.139 diputados se reúnen en Versalles bajo la presidencia del rey.
Los representantes del Tercer Estado, que igualaban en número a los de los estamentos
privilegiados, plantearon la reunión de los tres estados en una sola sala y el voto individual en
lugar de por estamento. El desacuerdo de los grupos privilegiados supuso que los diputados del
Tercer Estado se reunieran aparte en la Sala del Juego de Pelota. Así, el 17 de junio de 1789, se
proclamaron únicos representantes del pueblo, se adjudicaron el nombre de Asamblea Nacional,
y juraron no separarse jamás... hasta que la Constitución del Reino sea establecida. Por tal
motivo esta asamblea es llamada a partir del 9 de junio Asamblea Nacional Constituyente.
Esta pacífica revuelta jurídica se acompaña, en el revolucionario verano del 89, de otros
importantes acontecimientos que tuvieron al pueblo de París y a los campesinos de toda Francia
como protagonistas. El 14 de julio las masas de París, hambrientas por el desabastecimiento de
la capital y los elevados precios de los alimentos, asaltan la fortaleza real de la Bastilla, símbolo
de la autoridad real y del Antiguo Régimen.
A partir de agosto, en el campo estalla el llamado Gran Miedo. Los campesinos sienten pánico
ante lo sucedido en París y temor a que supuestos "enemigos invisibles" quemen sus cosechas.
Sobre todo, se avivan en ellos viejas reivindicaciones sociales, lo cual les lleva a quemar los archivos de la nobleza para destruir toda prueba de sus obligaciones feudales. La situación se calma
con las reformas llevadas a cabo por la Asamblea Constituyente: el 4 de agosto se suprimen los
derechos feudales y se proclama la igualdad fiscal de todos los franceses; el 26 de agosto se
aprueban los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
1. 2. La obra de la Asamblea Constituyente.
En el seno de la Asamblea Constituyente se pueden distinguir varios grupos políticos. Los
partidarios de la monarquía constitucional, grupo al que pertenecía un sector de la nobleza
liderado por La Fayette, Sieyès y Mirabeau; el sector republicano moderado de Brissot, llamados
girondinos porque sus miembros eran del Departamento de Gironda, que representaba a la alta
burguesía defensora de la ley y la propiedad; los jacobinos como Robespierre, Desmoulins,
Barnave o Danton, así denominados por reunirse en un exconvento de dominicos o jacobinos,
representantes de los intereses de la burguesía media y de las clases populares, dispuestos a
limitar la propiedad privada y la libertad individual. Fuera de la Asamblea se sitúa un grupo de
elementos más radicales, seguidores de Rousseau y partidarios del sufragio universal masculino,
en el que está Marat.
En un ambiente de efervescencia política en las calles y cafés de París y de gran actividad de la
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
prensa, a pesar de la resistencia de los privilegiados y la actitud contraria a la monarquía, la
Asamblea Constituyente lleva a cabo una serie de reformas:
• Institucionales: se elabora una Constitución que el rey jura en septiembre del año 91.
• Administrativas: se crean ochenta y tres departamentos, con lo que la Administración se
descentraliza y aumenta la importancia de los ayuntamientos.
• Eclesiásticas: el 12 de julio de 1790 se proclama la Constitución civil del clero, por lo que
se establece la condición de funcionarios públicos para los sacerdotes, quienes, en
adelante, deberán jurar la Constitución.
• Sociales y financieras: el 14 de julio de 1791 se promulga la ley Chapelier, que proclamaba
la libertad de trabajo y prohibía la asociación de los obreros. En noviembre de 1791 se
procede a la desamortización de los bienes del clero y a la creación del asignado, una
especie de bonos para pagar la deuda del Estado.
Todas estas reformas provocan grandes cambios en la sociedad francesa. Los principios
tradicionales del Antiguo Régimen quedan suprimidos y emerge una Francia nueva. Finalizada su
tarea, la Asamblea Constituyente se disuelve y en octubre de 1791 se elige una nueva.
1. 3. De la Asamblea Legislativa a la Convención.
La Asamblea Legislativa, compuesta por una mayoría de burgueses moderados, se propuso
completar las reformar iniciadas por la anterior Asamblea Constituyente, pero pronto se vio
desbordada por las dificultades de orden interno y externo.
Existe un enfrentamiento continuo con el rey, que no acepta su nuevo papel constitucional
(huye a Varennes del 20 al 21 de junio de 1791). El clero también se opone, lo cual obliga a la
expulsión de los refractarios (que no habían querido jurar la constitución civil del clero) y de los
príncipes emigrados, cuyos bienes fueron incautados. Por su parte, el pueblo está deseoso de
conseguir la igualdad jurídica y de que se solucionen sus problemas económicos. En cuanto a los
países europeos, ven con gran alarma los sucesos ocurridos en Francia y deciden acudir en ayuda de Luis XVI, quien está sometido a la revolución sólo en apariencia mientras dirige con los
emigrados su vuelta al poder.
El 20 de abril de 1792 la Asamblea abandona la declaración pacifista de mayo de 1790, por la
que renunciaba a emprender cualquier guerra de conquista (...) contra la libertad de ningún
pueblo, y decide entrar en guerra con Austria. El 25 de julio de 1792 el duque de Brunswick,
general en jefe de los ejércitos prusianos y austriacos, lanza un manifiesto de carácter
contrarrevolucionario, lo que provoca el pánico entre las clases populares, a la vez que
amenazaba con destruir París si se ejercía violencia sobre el rey.
Con la guerra se radicalizan las posturas revolucionarias. El 10 de agosto de 1792 estalla en
París una insurrección popular dirigida por los sansculottes y se crea una Comuna revolucionaria
que comparte el poder con la Asamblea. En ésta dominan los jacobinos (Robespierre, Danton y
Marat), que destronan a Luis XVI, disuelven la Asamblea Legislativa y convocan elecciones para
elegir por sufragio universal una nueva asamblea: la Convención.
1. 4. La caída de la monarquía y la Convención Republicana: 1792 - 1795.
La Convención estaba compuesta por los girondinos, que eran el ala derecha, los jacobinos o
montañeses, partidarios de medidas más radicales y de la unión con los sanculottes, y un centro
moderado, la Llanura. Desde septiembre de 1792 a junio de 1793 son los girondinos quienes
dominan la Convención. Mientras sus ejércitos vencen a los prusianos en Valmy, proclaman la
República, y Luis XVI es juzgado y condenado a muerte. Su ejecución el 21 de enero de 1793
desencadenó la creación de la primera coalición entre Austria, Prusia, Gran Bretaña y Holanda. La
Convención girondina logra éxitos en el exterior y se anexiona Saboya, Niza, Bélgica y la zona
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
15
izquierda del Rhin. Pero en el interior tuvo que sofocar el levantamiento de la región monárquica
y católica de La Vendée y hacer frente a la presión popular. En la primavera de 1793 se toman
medidas revolucionarias. Es la hora de los jacobinos de Robespierre, de los sansculottes y del
Terror.
Entre las reformas de la Convención montañesa destacan:
•
•
•
•
•
Establecimiento de levas en masa y servicio militar obligatorio.
Intervencionismo en la economía: "ley del máximo de precios y salarios".
Cambio de calendario.
Supresión del culto cristiano e implantación del culto a la "diosa razón".
Utilización del Terror en política interior.
Bajo la Convención montañesa se elabora una Constitución republicana de principios muy
avanzados (amplia declaración de derechos, sufragio universal masculino y soberanía popular),
pero que no llega a aplicarse. En su lugar se crean el Comité de Seguridad General y el Comité de
Salud Pública. Robespierre se hace con el poder y establece una dictadura personal, pero
finalmente será, en 1794, procesado y guillotinado en el plazo de 24 horas. Con este golpe de
estado de Thermidor se pone fin a la experiencia democrática de la Revolución: la burguesía
moderada se hace con el poder.
Una nueva Constitución (1795) supone la vuelta al "orden", a los principios burgueses, que
habían inspirado el comienzo de la revolución.
1. 5. El Directorio.
La nueva Constitución tuvo una vigencia relativamente larga, de 1795 a 1799. El nuevo
régimen, que pretendía ser una República de orden, se apoyaba en una base social reducida: la
burguesía propietaria y notable, que tuvo que defenderse tanto del ataque de la izquierda
jacobina (Conjura de los Iguales de Babeuf) como de la derecha monárquica (resurgimiento de la
rebelión de la Vendée).
La guerra en Europa continuaba con éxito para Francia, especialmente en Italia (firma con
Austria del Tratado de Campoformio –1797–, donde destaca el joven general Napoleón
Bonaparte). Francia consiguió rodearse de una serie de repúblicas que le separaban del resto
de las monarquías centroeuropeas (Helvética, Batava, Cispadana, Romana, Cisalpina, etc.);
incluso se permitió mandar una expedición militar contra Egipto. Pero la creación de una
Segunda Coalición en 1798 desbarató la estabilidad del régimen.
Sieyès, miembro del Directorio, organizó el golpe de Estado del 18 de Brumario (9 de noviembre
de 1799) que pretendía reducir el poder ejecutivo a tres miembros y revisar la Constitución.
Surge así el Consulado.
1.6 La reacción conservadora. Del consulado al imperio: 1799-1814
El nuevo régimen responde a las aspiraciones de la alta burguesía de propietarios y notables
que ha emparentado con la vieja aristocracia. Para Francia el Consulado supone una etapa de
estabilidad en el interior y de paz en el exterior.
Una nueva Constitución en 1799 diseña un poder ejecutivo fuerte en manos de tres cónsules,
Sieyès, Ducros y Napoleón, aunque quien concentra el poder es este último. Por el contrario, el
poder legislativo es débil, pues nace dividido en tres asambleas (el Consejo de Estado, el Senado
y el Cuerpo Legislativo). El poder judicial recae sobre un Tribunal de Justicia. La Constitución no
fue elaborada por ninguna asamblea ni sometida a referéndum y el sufragio universal masculino
sólo era una realidad teórica. Francia volvía así a un gobierno personalista.
16
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
La firma de la paz con Austria (Tratado de Luneville de 1801) y Gran Bretaña (Paz de Amiens
de 1802), tras diez años de guerra, y del Concordato con la Santa Sede hacen crecer el prestigio
de Napoleón, que se deshace de los otros dos cónsules y se hace nombrar cónsul vitalicio en
1802. A partir de entonces promueve una serie de reformas para consolidar el régimen:
•
•
•
•
•
Restablecimiento de la libertad de mercado.
Creación del Banco de Francia y de una nueva moneda: el franco.
Elaboración del Código Civil (1804).
Fuerte centralización administrativa con la aparición de los prefectos (funcionarios que
gobernaban los departamentos en directa relación con el poder central).
Se potencia el regreso de los emigrados.
En definitiva, se consigue un ambiente de seguridad y calma. Pero la guerra contra Gran
Bretaña se reanuda en 1803 a la vez que estallan conspiraciones realistas. Este doble peligro es
aprovechado por Napoleón para nombrarse emperador por un decreto del Senado. La nueva
Constitución de 1804 confirma las atribuciones de Napoleón que controla, de hecho, los tres
poderes. El régimen frena cualquier intento de oposición e impone una fuerte censura interna.
La Francia napoleónica, con 29 millones de habitantes, es la nación más poblada de Europa.
De 1804 a 1815 vive un momento de crecimiento económico con un lento avance agrario y el
inicio de la industrialización, sobre todo en los sectores textil y químico, si bien las guerras hacen
disminuir la actividad portuaria y el comercio colonial.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
17
Tema 5
La Europa napoleónica y la restauración
1. Napoleón, el emperador de los franceses
El Directorio puso al joven general corso al mando del ejército de Italia. En pocos meses
(1796) conquistó el norte de Italia e impuso a Austria la Paz de Campoformio, por la que Bélgica
quedaba en poder de Francia. Además de un genio militar, Bonaparte era un genio de la
propaganda, con la que construía permanentemente su fama: su ejército publicaba un periódico
que se leía en las escuelas francesas.
Este caudillo de 28 años regresó a Francia entre la aclamación de las multitudes. Tras la
campaña de Egipto (1798-1799) retornó a París con acrecentada fama y se apoyó en los sectores
moderados del Directorio que planeaban una mayor concentración del poder ejecutivo, tanto
para organizar la guerra como para controlar mejor la situación interna.
El golpe de Estado del 18 del mes brumario (noviembre de 1799) estableció un poder
ejecutivo compuesto por tres cónsules. Bonaparte fue elegido primer cónsul. La nueva
Constitución del año VIII (1799) volvió a conceder el derecho de voto a todos los ciudadanos,
pero no todos podían ser elegidos. Los miembros del Senado eran elegidos entre una lista
propuesta por el primer cónsul. El gobierno tenía la iniciativa legislativa y proponía los proyectos
de ley al cuerpo legislativo.
En la práctica, el Consulado era casi una dictadura disfrazada. Los éxitos militares y políticos
fortalecieron esta concentración de poder. En 1802, Napoleón Bonaparte fue nombrado cónsul
vitalicio tras un plebiscito aprobado masivamente. Este nueva situación quedó legalmente
reflejada en la Constitución del año X (1802).
El paso siguiente fue la Constitución del año XII (1804), cuyo primer artículo proclamaba que
"El gobierno de la República es confiado a un Emperador que toma el título de Emperador de los
franceses". Tras el correspondiente referéndum, el 2 de diciembre de 1804, en la catedral de
Notre-Dame, y en presencia del papa Pío VII, Napoleón I se coronó a sí mismo.
2. La Guerra Europea
El control de la situación en el interior de Francia, junto con un ejército bien disciplinado,
permiten a Napoleón transformar el mapa europeo. Se trata de un ejército en el que el servicio
militar es obligatorio, que mezcla al recluta con el veterano, muy ligero, puesto que se avitualla
sobre el terreno, y que desarrolla tácticas nuevas (maniobras envolventes y ataques frontales)
con las que logra espectaculares victorias en el campo de batalla.
Las guerras entre Francia y las potencias europeas fueron constantes entre 1792 y 1815.
Francia, como Estado, se enfrentaba a otros estados. Pero Francia, como país abanderado de un
proceso revolucionario, convocaba a los pueblos del mundo para derribar la tiranía de cada país.
Los ejércitos napoleónicos conquistaban, ocupaban y administraban territorios, pero también
liberaban a sus habitantes de las cadenas del Antiguo Régimen.
Los éxitos militares napoleónicos son inexplicables si no se tiene en cuenta que las batallas se
libraban contra ejércitos del Antiguo Régimen, y que, en algunos momentos, hasta el 50% de los
soldados napoleónicos no eran franceses. Afrancesados, filojacobinos, partidarios de una nueva
sociedad y de una nueva política europea liderada por el Emperador, los había por todas partes.
Las élites expresaron sus simpatías por Napoleón, a veces de modo tan resonante como
cuando el alemán Beethoven le dedicó una sinfonía, la llamada Heroica. Poetas ingleses (Blake,
18
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Wordworth, Coleridge), filósofos alemanes (Kant, Herder, Fichte, Hegel), intelectuales italianos o
españoles simpatizaban con la Revolución y con las conquistas revolucionarias estabilizadas por
el Imperio napoleónico. Burgueses, trabajadores y campesinos podían ser más partidarios de las
libertades económicas y políticas que propagaba un ejército extranjero, que de la opresión
prusiana o austríaca.
La lista de éxitos militares franceses es larga y monótona: Austerlitz, contra los austríacos y
los rusos (1805); Jena, contra los prusianos (1806); Eylau y Friedland, contra los rusos (1807);
Wagram, contra Austria (1809), etc. El conflicto con Gran Bretaña, que siempre formó parte de
las coaliciones contra Napoleón, era el fundamental, pero obedecía a otras causas. No podía
deberse a las diferencias entre principios políticos, porque Gran Bretaña, antes y por otro
camino, ya había limitado el poder de la monarquía y extendido los derechos políticos a parte de
la ciudadanía.
El conflicto francobritánico, ya existente antes de la Revolución, era de carácter casi
exclusivamente económico. Francia era el principal competidor de Gran Bretaña, tanto en el
control del comercio atlántico y colonial, como en el predominio comercial europeo. Napoleón,
en el cenit de su poder, decretó un bloqueo continental contra Gran Bretaña por el que prohibía
el comercio con las islas Británicas. La economía británica resultó perjudicada, pero se
incrementó la participación política y militar inglesa en las guerras contra Napoleón.
3. La organización del imperio
En 1812, los ejércitos del Emperador ocupaban Europa desde Andalucía hasta Moscú, desde
el Báltico hasta el Mediterráneo oriental. Esta prodigiosa empresa militar se apoyaba en una
organización política, interior y exterior, no menos brillante y trascendente.
En los momentos de apogeo del Imperio, la Europa napoleónica estaba configurada por una
Francia, con sus fronteras ampliadas hacia el este y el norte, que contaba con 130 departamentos
(provincias) y 44 millones de habitantes. Un complejo sistema de estados vasallos, administrados
por hermanos y parientes de Napoleón, y de estados aliados, a los que se les había impuesto la
paz, completaban el mapa del Imperio.
Bélgica había sido anexionada en 1795, a la vez que Holanda se convertía en la República
bátava y, posteriormente, en un reino gobernado por Luis Bonaparte, quien terminó abdicando,
pasando el reino a ser administrado directamente por representantes franceses. La orilla
izquierda del Rhin también fue anexionada, y otro hermano del Emperador, Jerónimo, se ciñó la
corona del reino de Westfalia. Una parte de Italia dependía directamente de la administración
imperial: Piamonte (Turín), Liguria (Génova), Toscana (Florencia) y Roma. En el norte, el reino de
Italia estaba gobernado por un virrey; y el reino vasallo de Nápoles; en el sur, por el general
Murat, casado con una hermana del Emperador.
Destronados los Borbones, la corona española pasó a manos de su hermano José Bonaparte.
Dieciséis estados alemanes formaban inicialmente la Confederación del Rhin, de la que Napoleón
era el "protector". El general Bernadotte ocupaba el trono de Suecia. Los tratados de Tilsit, con
Rusia y Prusia (1807), y el Tratado de Viena, con Austria (1809), aseguraban la paz durante este
período. De hecho, sólo Gran Bretaña escapaba a esta construcción política a escala europea.
Napoleón introdujo múltiples reformas. El orden público se restableció con la creación de un
ministerio del interior y de una eficaz policía secreta. Se centralizó la administración y los
departamentos franceses pasaron a depender de los ministerios, que instalaron su sede en París.
Se estableció una importante reforma fiscal que extendió a toda la ciudadanía la obligación
de pagar impuestos. Se firmó un acuerdo o concordato con la Santa Sede, que reconoció el nuevo
Estado francés. Se reformó el sistema educativo, extendiendo el derecho a la educación para
todos los ciudadanos franceses. Se promulgó el nuevo Código de Derecho Civil, donde se
recogían muchas de las aspiraciones de la burguesía. El Código Civil se convirtió en el cimiento de
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
19
una nueva organización política y administrativa.
Las instituciones de la Revolución francesa y del Imperio napoleónico fueron aplicadas en los
Estados vasallos o aliados. Las constituciones promulgadas en las "repúblicas hermanas" se
basaron en el modelo de la Constitución termidoriana de 1795: monarquías limitadas por la
separación de poderes y con un cuerpo legislativo elegido por sufragio censitario. El feudalismo
había sido abolido oficialmente en toda Europa y no volvió a restablecerse. Estos cambios serían
mucho más duraderos que las alteraciones de las fronteras.
4. Europa contra Napoleón
La etapa napoleónica puede ser entendida como el esfuerzo por extender los ideales de
libertad y progreso a todos los países de Europa. Los administradores imperiales buscaban más
una colaboración activa que una sumisión forzada. A este proyecto se oponían los intereses
nacionales, los defensores del Antiguo Régimen y la heterogeneidad de las identidades culturales
de los pueblos de Europa.
Allá donde las estructuras feudales se encontraban más debilitadas, donde había notables
reformistas, la imposición del sistema napoleónico fue más fácil. Se garantizaba el fin del
feudalismo, el libre ejercicio de las actividades económicas, la libre circulación de bienes y el
pleno derecho a la propiedad privada.
La expansión del Imperio encontró más dificultades en los países más atrasados, donde las
estructuras del Antiguo Régimen eran más consistentes. Este fue el caso de España y de Rusia,
países cuya ocupación exigió un mayor esfuerzo militar. Fue en estos dos lugares donde comenzó
la caída de Napoleón.
La resistencia del pueblo español, desde la batalla de Bailén (1808) hasta las victorias de
Wellington (1812), llevó a afirmar al propio emperador en sus memorias que "esa infortunada
guerra de España fue una verdadera calamidad, la causa primera de las desgracias de Francia".
Asimismo, la retirada de los 600.000 soldados de la Grande Armée durante la campaña rusa de
1812 fue catastrófica.
Una nueva coalición de las potencias europeas derrotó a los ejércitos imperiales en la batalla
de las Naciones (Leipzig, 1813) y los ejércitos aliados se adentraron en suelo francés. El Imperio
se desmoronaba. Napoleón fue recluido en la isla de Elba. La asombrosa aventura de su retorno
al poder acabó cuando las tropas inglesas, prusianas, austríacas y rusas lo derrotaron definitivamente en Waterloo (junio de 1815). Deportado al islote atlántico de Santa Elena, el Emperador
fallecía el 5 de mayo de 1821.
5. El eco de la Revolución
La Revolución Francesa, como ya advirtieron sus coetáneos, fue una revolución burguesa que
hubo de recurrir a un necesario apoyo popular para enfrentarse a la aristocracia y a la
contrarrevolución. La revolución moderada de 1789, o su estabilización final con Napoleón, y la
democracia radical de 1793 forman parte de un mismo proceso. En adelante, tanto el liberalismo
burgués como las revoluciones sociales de los siglos XIX y XX reivindicarán la herencia y la
tradición de la Revolución Francesa. Liberalismo, revolución social, burguesía, proletariado,
democracia, dictadura, etc., son conceptos clave, que hunden sus raíces en la extraordinaria
década de 1789 a 1799.
Napoleón, por su parte, dejaba escrito desde su exilio de Santa Elena: "No creo que después
de mi caída y la desaparición de mi sistema haya en Europa otro equilibrio posible que el de la
unión y confederación de los grandes pueblos". Así es hoy. Las dos guerras europeas del siglo XX,
las más terribles y destructoras de todos los tiempos, han dado paso a un proceso abierto de
acuerdos entre los estados y los pueblos europeos.
20
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
6. La «Reconstrucción» europea: el Congreso de Viena
1815 marcó para Europa un momento clave: después del hundimiento napoleónico, el
significado del término Europa había variado.
Durante el lapso que transcurre entre los años 1815 y 1848, continúan haciéndose sentir las
consecuencias de las grandes conmociones provocadas por los sucesos del período
revolucionario y napoleónico.
•
Las potencias vencedoras intentan imponer la restauración del Antiguo Régimen. El
sistema absolutista prevalece durante algún tiempo. Pasado el momento de retroceso, los
descontentos comenzarán un nuevo empuje que habrá de manifestarse en los
movimientos revolucionarios de 1820, 1830 y 1848.
•
Las grandes potencias se reparten Europa. Tropiezan con algunas dificultades: con sus
propias rivalidades y con el surgimiento de los movimientos nacionalistas.
•
América se pierde definitivamente para las potencias coloniales europeas. Estas tratan de
compensar la pérdida aumentando su influencia en África y Asia.
•
Inglaterra se diferencia cada vez más de los otros países europeos y continúa
transformando a ritmo sostenido su vida económica, social y política.
•
Aun cuando la agricultura continúa ocupando el primer lugar en la producción, el
desarrollo de la técnica industrial y la transformación de los medios de transporte
impulsan nuevos cambios económicos. La sociedad urbana se modifica y comienzan los
primeros movimientos obreros.
•
Se produce una reacción contra las ideas que habían prevalecido en el siglo XVII. Una
nueva sensibilidad abre paso a la corriente romántica, que se manifiesta con singular
fuerza en las artes plásticas, la literatura y la música.
•
La caída de Francia permite el desarrollo de otros países europeos. Rusia adquiere papel
preponderante en Europa. El imperio austríaco se convierte en un centro político de indudable importancia, extendiendo su influencia sobre Italia y Alemania.
•
La decadencia de España y Portugal –hasta entonces imperios coloniales– sigue una curva
constante. Alemania e Italia se mantienen como mosaico de estados, donde comienzan a
surgir los primeros intentos unificadores.
6. 1. Antecedentes del Congreso de Viena.
Los años anteriores a la firma de los tratados resultantes del Congreso, fueron una
demostración de las condiciones de paz y del sistema que los aliados tratarían de imponer. A
nivel internacional se trató de hacer primar una serie de principios rectores:
•
•
Equilibrio. Entendido como una redistribución del peor entre las potencias europeas.
Legitimidad. Principio que presuponía la devolución de territorios a quienes se
consideraban sus legítimos dueños; la soberanía aparecía como un bien patrimonial, una
propiedad inamovible contra la cual los hombres nada pueden. No debemos extrañarnos
que sustentándose en este criterio, Luis XVIII (monarca restaurado en Francia después de
la caída de Napoleón) haya aceptado –en nombre de la legitimidad– devolver los
territorios conquistados durante el período de la Revolución y el Imperio. El primer
tratado de París (mayo de 1814) estableció la devolución de las conquistas republicanas e
imperiales, conservando solamente parte de Saboya, de Avignon y otros pequeños
condados, comprometiéndose Francia a participar en los trabajos de un Congreso que
tendría como función básica reglamentar la situación de los territorios evacuados.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
21
Ambos principios, equilibrio y legitimidad, tenían un sentido claramente conservador. Los
aliados adecuaron el contenido de ambos términos a su manera y sobre la base de sus
necesidades, aplicando como máxima la ley del más fuerte. El propio zar de Rusia señalaría que
"las conveniencias de Europa constituyen el derecho"; claro que Europa aparecía identificada con
los intereses de las cuatro grandes potencias: Austria, Rusia, Prusia e Inglaterra.
Frente a la desaparición del temor a una hegemonía revolucionaria, asistimos a la
reanudación del tradicional juego diplomático. Los conflictos de influencia entre los vencedores
eran múltiples, formando complejas alianzas donde cada Estado buscaba apoyarse en el aliado
que le parecía más conveniente. Como ejemplo de estas rivalidades basta que citemos el caso de
Rusia e Inglaterra, cuyo enfrentamiento se evadió del cuadro europeo. Los ingleses, para
mantener su supremacía marítima, necesitaban el equilibrio territorial de las potencias del
continente europeo; para impedir el crecimiento de Rusia apoyaron el desarrollo de Prusia en
Alemania. Rusia, por su parte, quería la supremacía en el continente y buscaba el equilibrio de
las potencias marítimas.
Pero incluso los conflictos de influencia escaparon al marco europeo, pues ambos países se
disputaban su influencia en el imperio otomano y en Asia Central; los rusos extendieron su
influencia en la zona del Caspio, y los ingleses en el noroeste de India.
Estos enfrentamientos eran uno de los tantos choques interaliados que sacudieron el
período. Otros conflictos similares favorecieron indirectamente a Francia, otorgándole una
posición de privilegio si tenemos en cuenta que se trataba de una potencia vencida. La
diplomacia de Talleyrand, ministro francés, era lo suficientemente hábil como para aprovechar
las divisiones internas, deshaciendo la coalición contra Francia e impidiendo una paz oprobiosa
para el país.
6. 2. Congreso de Viena.
Citado en Viena, centro de Europa y de la contrarrevolución, representó un primer esfuerzo
de seguridad colectiva, pero por supuesto inspirándose en la concepción diplomática del Antiguo
Régimen, rechazando toda idea revolucionaria de soberanía popular.
El mapa político europeo resultante del Congreso fue la voluntad de los príncipes contra la
revolución, e incluso el breve período de los Cien días (que se desarrolló desde el retorno de
Napoleón de la isla de Elba hasta su derrota definitiva en Waterloo) no interrumpió sus trabajos.
Podríamos decir que, por el contrario, los Cien Días sólo sirvieron para afirmar las tendencias
reaccionarias.
El Congreso se desarrolló entre los meses de noviembre de 1814 a junio de 1815, y a pesar de
que prácticamente concurrieron los representantes de toda Europa, el Congreso como tal nunca
funcionó en sesiones plenarias. El sistema de trabajo fue el de las comisiones y quienes pesaban
en la resolución de los asuntos de mayor interés fueron los cuatro grandes, participando en
algunas ocasiones Francia.
Los personajes más destacadas fueron los monarcas Alejandro I de Rusia, Francisco I de
Austria, Federico Guillermo III de Prusia y los ministros Castlereagh de Inglaterra, Metternich de
Austria y Talleyrand de Francia.
El punto fundamental era reconstruir el mapa político de Europa. Teniendo en cuenta las
divergencias existentes entre los aliados, se trataba de restaurar el concierto europeo y, además,
redistribuir los territorios que se habían obtenido después de la derrota de Napoleón. La otra
preocupación era reponer en sus tronos a los monarcas que perdieron su corona durante el
proceso revolucionario o, en caso de no ser posible (Francia por ejemplo), coronar a sus legítimos
sucesores dinásticos.
22
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Principales resoluciones.
Las resoluciones más importantes que se tomaron, quedaron consignadas en el acta final
firmada el 9 de julio de 1815 por los cuatro aliados. Este acuerdo, que comprendía 121 artículos,
establecía en sus cláusulas fundamentales el reparto territorial de Europa consignado de la
siguiente manera:
Rusia obtiene Finlandia, tomada a Suecia (a quien se le había otorgado Noruega, quitada a
Dinamarca), conservó Besarabia (arrebatada a Turquía) y las dos terceras partes de Polonia; la
obtención de territorios hacia el Oeste le permitió integrarse más a Europa occidental.
Prusia obtiene sólo una parte de sus territorios polacos, parte de Sajonia y algunos territorios
en la zona del Rhin, importantes por sus riquezas en materias primas.
Austria salió notoriamente fortalecida ya que incorporó las antiguas provincias Ilíricas, y el
reino Lombardo-Veneciano, manteniendo una considerable influencia en Italia. Indirectamente
controlaba a Parma, Módena y Toscana. A todo esto debemos añadir el peso que mantuvo en la
Confederación Germánica (agrupamiento que convirtió a Alemania en 39 estados prácticamente independientes).
Inglaterra se interesaba fundamentalmente en la obtención de puntos estratégicos en el mar.
Logró Heligoland en el Mar del Norte; Malta y las Islas Jónicas en el Mediterráneo; el Cabo en el
sur de África; Ceylán en el Lejano Oriente y también algunas pequeñas islas en las Antillas.
Francia resultó perjudicada, pues durante el Congreso se produjo el retorno de Napoleón, y
después de los Cien Días creció la actitud de control hacia sus territorios. A pesar de ello quedaron establecidas las fronteras de 1792, debiendo pagar una considerable indemnización. Se la
rodeó de una serie de estados "tapones" que cumplieron la función de impedir nuevas
expansiones y frenar todo intento de resurgimiento revolucionario. Esos estados eran los Países
Bajos, integrados por las hasta entonces Provincias Unidas, Bélgica y Luxemburgo; la
confederación Helvética neutralizada y, al sudeste, el reino de Piamonte-Cerdeña.
Alemania, dividida en treinta y nueve estados, quedó organizada bajo el rótulo de
Confederación Germánica, disputándose el control Austria y Prusia. Estaba regida por un
organismo denominado Dieta Germánica compuesto por plenipotenciarios. Algunos príncipes
constituyeron Asambleas de Estado y una minoría otorgó verdaderas constituciones; tal fue el
caso de Baviera, Wurtemberg, Brunswick y el ducado liberal de Sajonia-Weimar. Los dos grandes
estados de Prusia y Austria mantuvieron la monarquía absoluta.
Italia ya había sufrido considerables transformaciones en el período napoleónico, y después
del Congreso quedó establecido un fraccionamiento político, un mosaico de siete estados sin lazo
federal alguno entre ellos. Austria logró controlar la zona lombardo-véneta, manteniendo
además marcada influencia sobre los principados de Parma y Módena, de igual manera que
sobre el gran ducado de Toscana.
La posibilidad, tanto para Italia como para Alemania, de establecer la unidad, aparecía como
una perspectiva muy lejana. El acta final incluyó resoluciones que afectaban no sólo a la
distribución territorial, sino que legisló también en otros aspectos. Por ejemplo, una de las
disposiciones de carácter internacional más importante fue la concerniente a la navegación de
los ríos interiores. Las disposiciones tradicionales establecían que este tipo de río era navegable
solamente por los países ribereños, siendo éstos los únicos autorizados para permitir la libre
navegación o el comercio por ellos.
Inglaterra tenía especial interés en lograr un pronunciamiento al respecto, mediante el cual
los ríos interiores fueran navegables para todos los países; de esta manera lograba vía libre para
la comercialización de su ascendente industria. El Congreso precisó que la navegación de los ríos
era libre, no pudiéndose obstaculizar el comercio en ellos.
Por último, cabe destacar la exhortación (impulsada por Inglaterra) que recomendaba la
abolición de la trata de negros. Al dejar esto librado al criterio de cada país, se quitó aplicabilidad
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
23
inmediata a la medida.
Como balance de este Congreso que pretendió "reconstruir" Europa, se estableció un
precario equilibrio que no fue, de modo alguno, una paz justa, equilibrada, entre vencedores y
vencidos. Esta paz fue una paz de aplastamiento. Se pretendió terminar con lo nuevo
impulsándose una restauración del Antiguo Régimen.
6.3. Las nuevas alianzas europeas.
La reestructuración efectuada en el mapa político siguió los alineamientos de una concepción
propia del siglo XVIII: desconocimiento del sentimiento nacional, que ya había desempeñado
importante papel en la lucha contra Napoleón. Para los "grandes" se trataba de poner fin a los
cambios tanto de carácter político como económico-social que impulsara la dominación francesa.
El legitimismo monárquico se oponía a la idea de la soberanía popular, favoreciendo a las
autoridades tradicionales. La Iglesia romana se convirtió en un baluarte contra las ideas
revolucionarias, reimplantándose la alianza dieciochesca entre monarquía y Santa Sede. El otro
pilar en que se apoyó el legitimismo fue la nobleza territorial.
Las relaciones europeas quedaron reguladas en 1815 por el establecimiento de dos sistemas
de alianzas; uno dominado por Rusia: la Santa Alianza; el otro: Cuádruple Alianza, controlado por
Inglaterra Austria.
6. 4. Santa Alianza.
Firmada entre Austria, Prusia y Rusia en septiembre de 1815, constituyó un documento
personal de los soberanos que invocaba los principios del cristianismo, la "santa e indivisible
Trinidad", la fraternidad entre los soberanos "conforme a las palabras de las Santas Escrituras",
comprometiéndose a admitir en esta alianza a todos aquellos países que reconocieran estos
principios.
Detrás de todo este misticismo, propio de un soberano religioso como era el zar Alejandro I,
existían también preocupaciones de carácter político; en el fondo se trataba de controlar los
beneficios obtenidos por Inglaterra en el Congreso de Viena. El llamamiento a todos los otros
soberanos cristianos hizo que se contara rápidamente con la incorporación de Francia que, junto
con España, podía servir a los intereses rusos. El carácter cristiano que se le da a la Alianza
excluyó la participación del imperio turco otomano.
Esta unión no desempeñó papel importante en las relaciones internacionales. Alegando que
la locura de su soberano –Jorge III– le impedía participar en este acuerdo de monarcas, Inglaterra
no firmó el texto, pero sí promovió una alianza de los cuatro grandes cuyas implicancias políticas
tuvieron inmediata repercusión en Europa.
6. 5. Cuádruple Alianza.
En noviembre de 1815 se llega a un acuerdo entre Rusia, Inglaterra, Austria y Prusia teniendo
un papel principal el primer ministro austríaco Metternich. Esta alianza (teóricamente contra
Francia) estableció el compromiso de una unión inmediata si un Bonaparte ascendía al trono
francés. Sin embargo, en la práctica se cumplió un deseo largamente acariciado por Metternich:
la creación de una especie de consejo permanente que vigilara el orden restaurado. Según los
principios por él sostenidos cada Estado poseía, aparte de sus intereses particulares, intereses
comunes a todos o a cierto grupo de estados. La reciprocidad, la solidaridad, no eran solamente
símbolos de paz y equilibrio; constituían también la obligación de luchar contra todo lo que
pudiera perjudicar al vecino internamente.
Como es fácil imaginar, los puntos esenciales contra los cuales se debía luchar eran las teorías
subversivas y todo movimiento que pudiera tener en sí ideas revolucionarias. La Cuádruple
24
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Alianza se convirtió en el instrumento diplomático que sustentaría la política de asistencia
mutua. Era un pacto político y militar, donde desaparecía la vaguedad del acuerdo anterior.
Decimos pacto político pues –a pesar de los diferentes intereses aliados contra Francia– cualquier
intento revolucionario encontraría siempre el ejército de la contrarrevolución.
Sin embargo, esta Alianza de los grandes no se convirtió en una verdadera organización
represiva internacional, pues el gobierno inglés temía que este organismo pudiera llegar a ser un
instrumento motor de la intervención de los grandes en los estados pequeños, variando el tan
propagandeado equilibrio. Ello explica, en parte, el retiro de Inglaterra de la Alianza.
Con frecuencia se interpretaba que esas medidas inglesas pretendían frenar a su rival más
temible, Rusia; sin embargo, si bien es cierto que durante ese siglo creció la rivalidad rusoinglesa, no debe exagerarse respecto del enfrentamiento entre el "elefante" y la "ballena". Es
decir, sería una simplificación excesiva ver en esta rivalidad solamente a la principal potencia
continental contra la principal potencia marítima. Tanto Inglaterra intentó ganar bases de apoyo
en el continente (península Ibérica, Países Bajos), como Rusia por su parte trató de asegurarse
bases importantes en el mar (Alaska en América del Norte, intento de alianza matrimonial con
España y Holanda, o tratos para ganar los estrechos turcos).
El deseo de terminar con el recuerdo de la Revolución y el Imperio hizo que la Europa de 1815
se convirtiera en una Europa legitimista, clerical y reaccionaria. Sin embargo, las ideas de la
revolución continuaron vivas y el descontento fue creciendo progresivamente. Las más diversas
ideologías se convirtieron en sostenedoras de esta inquietud, desde el planteamiento moderado
a la mayor virulencia; era evidente que para la Europa restaurada se abría un panorama de
intensas luchas.
6. 6. Bases en las que se apoya la civilización restaurada.
El "nuevo orden" europeo reposaba sobre los principios de legitimidad ya señalados, y se
acompañaba de una política contrarrevolucionaria que se apoyaba en la unión del trono y el
altar. Contra la revolución, que aparece como el mal absoluto, surgen teóricos del orden natural
y defensores de la tradición. Metternich, por ejemplo, definirá los movimientos revolucionarios
como "aterradora catástrofe social"; la necesidad de buscar nuevos valores en los cuales sostener
la civilización restaurada, lo llevará a luchar contra la razón y el contrato social exaltado por
Rousseau.
Los principales teóricos del absolutismo daban argumentos para sostener sus ideas,
pretendiendo reconstruir internamente a la sociedad. Joseph de Maistre, por ejemplo, plantea
que "el principio religioso preside todas las creaciones políticas y todo desaparece cuando aquél
se retira... Europa es culpable por haber cerrado los ojos a ese gran verdad, y sufre porque es
culpable".
Afirmaciones de este tipo ponen en evidencia la relación que existía entre Iglesia y Estado,
convirtiéndose la primera en una insustituible aliada del poder monárquico. Estos principios, en
los cuales se apoyaban las nuevas corrientes filosóficas, sirven como base para nuevas
elaboraciones políticas. La idea de contrato pierde plena vigencia, ya que la sociedad no es
contractual; ha sido Dios quien la creó y le dio sus instituciones. En tal sentido, Luis de Haller
trató de refutar la doctrina de la soberanía popular en una obra, cuyo título es clarificador: "La
restauración de la ciencia del derecho o teoría del estado social natural, opuesto a la quimera del
estado político artificial". Considera que los reyes eran propietarios y los habitantes del reino
eran súbditos y no ciudadanos. La conclusión a que llega es que el Estado no fue formado de
abajo arriba, sino de arriba abajo: "En lugar de la voluntad general, la ley divina natural; en lugar
de la soberanía o de la independencia del pueblo, la soberanía (personal, del dueño) de aquel
que es independiente por su poder y su fortuna; en lugar del poder delegado, el poder personal,
es decir, recibido de Dios; en lugar de mandatos imaginarios, los deberes de justicia y de amor
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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que obligan a todos los hombres".
Estas bases servirán para restaurar la autoridad real, desarrollándose limitaciones jurídicas y
naturales a la noción de soberanía, apareciendo la fidelidad al monarca como la mayor virtud;
pero no sólo al monarca sino también fidelidad al dueño, a las costumbres; en otros términos: a
los valores tradicionales.
Las bases sobre las cuales se asentó la Restauración social fueron la divinidad, la herencia y
la fidelidad.
6. 7. Situación económico-social de Europa.
Economía.
Si intentamos resumir rápidamente los rasgos económicos básicos de la Europa restaurada,
debemos señalar fundamentalmente los siguientes:
Inglaterra mantenía la preeminencia que venía manifestando desde el siglo XVIII. Las técnicas
más avanzadas le pertenecían, encontrándose a la cabeza de la revolución industrial. La
influencia de la metodología inglesa se hacía sentir fuertemente en el continente; incluso sus
obreros eran muchas veces enviados al continente para enseñar sus técnicas.
El desarrollo industrial de los demás países fue mucho más lento.
Francia comenzaba a realizar algunos progresos en la industria algodonera, pero sólo en la
década de los 30 las industrias extractivas trataron de incrementar su producción.
Los estados alemanes tenían una situación similar: los establecimientos comerciales más
modernos se comenzaron a desarrollar en 1830, y siempre con la ayuda de capitales extranjeros
y técnicas inglesas.
En Italia tanto los capitales como los medios de comunicación resultaban insuficientes. Las
empresas no utilizaban aún la máquina de vapor, siendo su producción muy escasa si la
comparamos con el sector artesanal.
Rusia tenía en 1825 solamente 210.000 obreros sobre un total de 50.000.000 de habitantes,
siendo la producción industrial muy arcaica y poco poderosa. Baste que señalemos que ese
número de obreros estaba diseminado entre 5.000 fábricas.
La producción agrícola seguía siendo dominante, aun en la propia Inglaterra, y todas las crisis
económicas que se desarrollaron en el período comenzaron por crisis en el sector agrícola.
Otra preocupación básica que caracterizó a todo este período fue la obtención de mercados.
Inglaterra, como es lógico, fue la primera en buscar esa expansión frente a la incapacidad del
mercado local para absorber sus producciones. Los intereses económicos comenzaron a
presionar cada vez más en el desarrollo de las zonas de influencia.
Sociedad.
La sociedad europea posterior a 1815 vivió inmersa en la agitación y el esfuerzo de consolidar
la Restauración no se limitó sólo a cambios políticos, a restaurar dinastías; la idea era modificar
las bases en que se apoyaba la sociedad, una sociedad temerosa, que renegaba de las ideas
heredadas del siglo XVIII al que veía como gran responsable de la situación.
La versión inexacta que durante mucho tiempo se tuvo de la sociedad del período, está
estrechamente relacionada con los idílicos y falsos cuadros que nos ha legado. En efecto, si
pensamos en la literatura del período, vamos a encontrarnos con la pintura de determinadas
clases sociales: nobleza y burguesía (baste que recordemos a Balzac y Sthendal) y debemos
esperar hasta Emile Zola para encontrar una descripción de las condiciones del proletariado. Hay
algunas novelas donde se describen las condiciones de trabajo, o las consecuencias del
maquinismo (G. Eliott en Inglaterra), pero no se iba al fondo del problema generado por las
nuevas formas económicas.
Si tratamos de ubicar los rasgos básicos de la sociedad restaurada, es posible sintetizar la
26
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
compleja cantidad de capas en cuatro clases:
Nobleza. Fue la clase social cuyo ascenso se hizo más notorio. De ella se extrajeron los
cuadros de gobierno, incrementándose la antigua sociedad de brazos: los tres estados
resurgieron por todas partes con gran brío (es el caso de la Dieta sueca, polaca, las asambleas
provinciales prusianas, etc.). Además de este renacer de los estados, la nobleza logró predominar
en la posesión de tierras –tradicional base económica de esta clase–, la distinción basada en la
posesión de territorios tuvo vigencia, sobre todo, en las zonas de Europa que estuvieron más al
margen de las conquistas napoleónicas.
Al predominio político y territorial debemos añadir un tercero: el mantenimiento de algunos
derechos señoriales, como por ejemplo en la justicia, en la regulación de las industrias. En Prusia,
Polonia y Rusia, la supervivencia de estos poderes señoriales es muy notoria.
En los estados de Europa occidental la aristocracia pierde parte de la importancia que
anteriormente tuvo; sin embargo, si su papel económico disminuye, sigue sobreviviendo su
influencia a nivel social, anhelándose la posesión de un título nobiliario. Incluso, consciente o
inconscientemente, los sectores burgueses que intentaban despojarla de su poder, terminaron
imitándola.
Burguesía. El incremento de las nuevas técnicas y su activa participación en el proceso
económico, convertirán a la burguesía en la clase social dominante, marcando el siglo XIX su
apogeo. Incluso a través de los movimientos revolucionarios logró –a lo largo del siglo– adquirir
cada vez mayor predominio en la organización política del Estado. Uno de los rasgos básicos de la
situación política de 1815 fue la tentativa de la nobleza para disminuir social y políticamente a
una burguesía en pleno ascenso económico.
Proletariado. El desarrollo de la revolución industrial permitió el crecimiento de esta clase,
que se convirtió en un agente revolucionario poderoso a medida que avanzamos en el siglo XIX.
Las formas de trabajo y el desarrollo de las fábricas favorecieron la toma de conciencia de su
posición. Sin embargo, la burguesía siguió teniendo peso sobre este sector, y como lo veremos a
lo largo de los movimientos revolucionarios de la primera mitad del siglo, utilizó al proletariado.
Ese temor alcanzaba no sólo a la burguesía, sino también a la nobleza dirigente. El propio
Metternich se alarmaba ante aquellas corrientes ideológicas que trataban de levantar a las clases
desposeídas contra los propietarios.
Este temor, noble y burgués a la vez, se veía reflejado en las ideas económicas y sociales de
la época; recordemos como ejemplo a Malthus, quien, en su obra Principios de la población,
señalaba: "Es preciso desautorizar públicamente el supuesto derecho de los pobres a ser
mantenidos a costa de la sociedad".
Campesinado. La abolición de la servidumbre, más notoria en Europa occidental, pese a
haber extendido la libertad a los campesinos, no solucionó los múltiples problemas que tenía. La
condición de propietarios era difícil de encontrar entre ellos; permanecían dependientes y a
merced a los resultados que obtuvieran de las cosechas. Para el campesinado, la abolición de la
servidumbre estaba lejos de significar estabilidad.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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Tema 6
La Europa revolucionaria
1. Los movimientos revolucionarios de 1820
En aquellos países en los que la Restauración pretendió ser total y absoluta, como fue el caso
de la España gobernada por Fernando VII, la situación era más inestable y condujo rápidamente a
estallidos revolucionarios.
La primera oleada revolucionaria tuvo lugar en el Mediterráneo: España (1820), Nápoles
(1820) y Grecia (1821). El absolutismo de Fernando VII en España se hacía inviable; el país se
encontraba arruinado, los caudales que llegaban de América se iban reduciendo y el retorno al
Antiguo Régimen y sus privilegios fiscales dificultaba la obtención de nuevos recursos para el
Estado. En estas condiciones, las tropas que iban a embarcarse hacia la América insurrecta se
sublevaron en Cádiz al mando del comandante Riego. El movimiento fue secundado en diversas
ciudades españolas, en medio de las esperanzas de la burguesía y del júbilo de las clases
populares urbanas. Fernando VII se vio obligado a ceder y tuvo que jurar la Constitución liberal
de 1812.
Los miembros de la Santa Alianza se alarmaron, sobre todo, cuando parecía que el contagio
se extendía a otros países: en julio de 1820 estallaba una revuelta liberal en Nápoles, que adoptó
provisionalmente la Constitución española de 1812; en agosto se producía un movimiento liberal
en Portugal y, en marzo del siguiente año, en el Piamonte.
El sistema de los congresos funcionó: las potencias autorizaron a los austríacos, en Troppau
(1820) y Leybach (1821), para que aplastasen el movimiento liberal napolitano, a la vez que
apoyaban a los partidarios del absolutismo en España. El Congreso de Verona (1822) dejó vía
libre para la intervención en España, que se encargó a un cuerpo del ejército francés, los "Cien
mil hijos de San Luis", el cual acabó con el Trienio Liberal (1820-1823) y restableció a Fernando VII
en el poder absoluto.
Uno de los mayores problemas para la estabilidad europea era la llamada cuestión de
Oriente, provocada por la debilidad que mostraba el Imperio turco otomano ante el despertar de
los pueblos de los Balcanes sometidos a su dominio y por los distintos intereses que países
europeos, como Austria y Rusia, tenían en la zona. Los griegos se levantaron en armas contra los
turcos, en 1821, y su lucha despertó simpatía y apoyo en la opinión pública europea. Rusia, que
llevaba años enfrentándose a Turquía, y las potencias occidentales impusieron al sultán la
completa independencia de Grecia (1830). Años antes, en 1815, le habían obligado a reconocer la
autonomía de Serbia.
2. Las revoluciones de 1830
La ola revolucionaria de 1830 fue mucho más grave que la de 1820. Se extendió por Francia,
Bélgica, Polonia, Italia y Alemania, en demanda de mayor libertad política o de independencia
nacional. En esta ocasión, las masas populares no estuvieron inactivas.
La chispa del movimiento revolucionario se originó en París y se extendió por Europa,
alarmando a los países guardianes de la Restauración: Austria y Rusia. El rey Francés, Carlos X, se
enfrentaba a un parlamento de mayoría liberal moderada y dio un giro reaccionario a su política:
suspendió la libertad de prensa y disolvió la recién elegida Cámara de los Diputados. En julio de
1830, el pueblo de París se echó a la calle y, atrincherado en barricadas, consiguió derrotar al
ejército real.
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
La oposición política liberal se aprovechó del levantamiento parisino: Carlos X tuvo que
exiliarse y los diputados nombraron rey a Luis Felipe de Orleans, hijo del llamado Felipe Igualdad,
príncipe que había votado la ejecución de Luis XVI. Francia se dotó de una constitución más
liberal y un observador pudo escribir que "el pueblo parecía encantado de tener un rey y, sobre
todo, de haberlo elegido él mismo". Luis Felipe, que llevaba chistera en vez de corona, fue la
encarnación de una monarquía burguesa.
En agosto, se inició en Bruselas una revuelta con contenidos políticos liberales y nacionalistas
contra el dominio holandés. El movimiento se extendió rápidamente y permitió declarar la
independencia de Bélgica; una asamblea constituyente promulgó un texto constitucional, muy
liberal para su tiempo. Al otro lado del mar del Norte, Gran Bretaña promulgaba la Ley de
Reforma de 1832, por la que se doblaba el número de ciudadanos con derecho al voto y a la
representación política. Era una conquista más de los sectores políticos liberales.
En Polonia hubo alzamientos liberales y nacionalistas a finales de 1830 que, aunque
despertaron simpatías en Europa, fueron duramente reprimidos por las tropas rusas. Lo mismo
sucedió en Módena, Parma, Bolonia y los dominios pontificios, pero la represión austríaca pudo
controlar estas sublevaciones. El clima insureccional se extendió también por los estados
germánicos, algunos de los cuales tuvieron que adoptar medidas liberalizadoras. En España, la
muerte de Fernando VII (1833) abrió un período de transformaciones liberales y de guerra civil
entre carlistas y liberales moderados.
El mapa diseñado por el Congreso de Viena se vio alterado por la independencia de Bélgica.
Alrededor del mar del Norte, en Francia, Inglaterra y Bélgica, había sistemas políticos
similares, con instituciones liberales y parlamentarias representativas de los intereses de la
burguesía, salvaguardados por la limitación de los derechos políticos y electorales. Esta situación
no era muy diferente a la que existía en las etapas moderadas de la Revolución francesa (1791) o
de la estabilización napoleónica. El liberalismo avanzaba lentamente en Europa occidental,
mientras que el inmovilismo y la represión seguían negando la libertad en la Europa oriental
(Austria, Prusia, Rusia).
Quince años después de que el Congreso de Viena estableciera un nuevo escenario político e
internacional, había en Europa nuevos estados (Grecia, Bélgica) y se habían liberalizado los
sistemas políticos de algunos países. Al otro lado del océano, entre tanto, se independizaban la
mayor parte de las colonias de España y Portugal.
3. La Revolución de 1848: la primavera de los pueblos
Los avances del liberalismo y del nacionalismo confluyeron en un movimiento revolucionario
de dimensión europea. En Francia se recuperó el sufragio universal y fue proclamada la II
República. Las clases trabajadoras formularon proyectos y programas políticos propios.
A las revoluciones que hubo en Europa durante 1848 se las ha denominado la primavera de
los pueblos. Las esperanzas en los avances del liberalismo y las aspiraciones nacionales iban
ganando influencia en la opinión pública. Por otra parte, el desarrollo de las primeras etapas de la
industrialización en el continente incrementaba el malestar social.
Ambos factores confluyeron en la explosión revolucionaria de 1848 y explican las
características de una revolución que se propagó por Europa con una rapidez inusitada.
En pocas semanas no se mantenían en pie los gobiernos de Francia, de los Estados alemanes
e italianos, ni del Imperio austríaco. Toda Europa fue sacudida por los movimientos
revolucionarios, con la excepción de Gran Bretaña y Bélgica, que ya disponían de unas formas
políticas más avanzadas, y de la atrasada Rusia, donde los sectores liberales radicales no tenían
fuerza suficiente.
Las causas que explican la magnitud del movimiento son múltiples y comunes a las
sociedades europeas. En los años anteriores a las revoluciones de 1848, las dificultades
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
29
económicas produjeron efectos similares en el conjunto de Europa. Una enfermedad de la papa,
pieza clave en la alimentación de la mayoría de la población, ocasionó catástrofes como la de
Irlanda, cuya población pasó de ocho millones y medio de habitantes en 1845, a seis millones en
1850. Las cosechas de cereales de los años 1845-47 fueron muy escasas, lo que repercutió en el
fuerte aumento de los precios de los productos más necesarios. La crisis se trasladó a la industria
porque la población tenía menor capacidad para comprar productos manufacturados.
La crisis económica generalizada no fue la única causa de la revolución, pero creó un malestar
que reforzó la conciencia de que la sociedad estaba mal organizada y mal administrada, lo que
añadía motivos para la insurrección y la acción revolucionaria.
3. 1. La explosión parisina y la II República francesa.
La monarquía de Luis Felipe de Orleans era cada día más impopular. La oposición defendía la
ampliación del sistema electoral. Cuando el gobierno prohibió una reunión política organiza- da
por los sectores radicales, saltó la chispa que desencadenó las jornadas del 22, 23 y 24 de
febrero de 1848. La escalada de la protesta fue desde las manifestaciones y los enfrentamientos
con el ejército en centenares de barricadas, hasta el asalto del Palacio Real, que provocó la huida
del rey a Gran Bretaña. Estos fueron los primeros actos de la revolución.
Un gobierno provisional tomó el poder. Estaba compuesto por el sector liberal más
descontento del régimen anterior y por demócratas radicales; lo presidía el poeta Lamartine. Se
proclamó la II República Francesa y se convocó la elección de una Asamblea Nacional
Constituyente; se aprobaron leyes que establecían el sufragio universal masculino, la libertad de
prensa, la abolición de la pena de muerte y la supresión de la esclavitud, al mismo tiempo que se
tomaban serias medidas para paliar los efectos del paro.
Con el sufragio universal masculino los electores pasaron de ser 250 000 a alcanzar un
número cercano a los ocho millones. La mayoría de los diputados electos eran republicanos
moderados; a su derecha se situaban los orleanistas y a su izquierda los demócratas radicales y
los primeros socialistas, que representaban a los sectores populares. El pueblo parisino
manifestaba su orgullo recordando la semejanza que los acontecimientos tenían con la
Revolución de 1789.
La lucha por el sufragio universal masculino era uno de los principales motivos de la
participación política de las masas populares. La confianza en que el ejercicio del voto llevara
consigo transformaciones que mejoraran las condiciones de vida de los ciudadanos constituía el
móvil fundamental. Cuando el 21 de junio el Gobierno decretó el cierre de los talleres nacionales,
que daban trabajo a 120.000 parados, se produjo el segundo acto de la revolución parisina del
48.
Los trabajadores respondieron con una insurrección que duró tres días (del 23 al 26 de junio)
y que fue aplastada sangrienta-mente. Más de 500 trabajadores perdieron la vida en los
combates callejeros., 12.000 fueron detenidos y 4.500 deportados a Argelia. Las clases medias y
trabajadoras, que habían actuado conjuntamente hasta entonces, se separaban políticamente.
En diciembre de 1848 fue elegido por sufragio universal masculino, como presidente de la
República, Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del desaparecido y añorado Emperador. En 1852,
tras un golpe de Estado dirigido por el propio Luis Napoleón, se proclamó el Segundo Imperio
francés y Luis Napoleón se convirtió en nuevo emperador de los franceses con el nombre de
Napoleón III.
3. 2. La revolución en Austria, Italia y Alemania.
Mientras en París se producían los hechos revolucionarios de febrero y junio de 1848, la
conmoción se extendió por toda Europa: hubo un levantamiento en Munich, manifestaciones
obreras en Colonia, agitaciones en Berlín y en Frankfurt, movimientos nacionalistas en Hungría y
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
en Praga, combates callejeros en Viena, un gran estallido revolucionario en Milán, la
proclamación de la república de Venecia, la constitución de la primera Asamblea Nacional en
Rumania, etc. Todos estos acontecimientos eran simultáneos y provocaban la preocupación y el
asombro de los gobernantes europeos.
La segunda capital de la revolución de 1848 fue Viena. La agitación de los estudiantes y de las
clases populares consiguió la destitución de Metternich, que regía los destinos del Imperio desde
hacía más de cuarenta años. Los austríacos abolieron las prestaciones personales de los siervos y
constituyeron por primera vez en Austria una monarquía parlamentaria y constitucional.
Fernando I abdicó y su sucesor, el emperador Francisco José I, inició uno de los reinados más
largos del siglo, que duró desde 1848 a 1916.
Los pueblos eslavos (checos, eslovacos y serbios), los húngaros y los reinos italianos del
norte dirigieron su actividad revolucionaria contra el dominio austríaco. Las elecciones en Austria
habían configurado un parlamento con una composición política moderada y, a pesar de los
cambios constitucionales, la actitud hacia las zonas citadas siguió caracterizándose por su
autoritarismo. Un ejemplo fue cuando el ejército aplastó brutalmente el levantamiento
nacionalista de Praga o cuando puso fin, con la fuerza de las armas a un breve período de
autonomía concedido en 1848 a Hungría. El Imperio austro-húngaro seguiría dominando sobre
una variedad de pueblos centroeuropeos y balcánicos hasta el final de la Primera Guerra
Mundial.
Los patriotas italianos también se levantaron contra el dominio austríaco. La primavera de
1848 vio cómo se proclamaban constituciones de carácter liberal en Nápoles, Toscana, Piamonte,
los Estados Pontificios, Venecia, etc.
El rey del Piamonte, Carlos Alberto, encabezó un primer proceso de unificación italiana, pero
Austria consiguió imponerse en el terreno militar. La derrota de los nacionalistas italianos frenó
durante dos décadas las libertades políticas y el camino hacia su unidad nacional.
Una frustración similar se produjo en Alemania. La mayor parte de los Estados establecieron
una constitución y adoptaron medidas liberalizadoras. Mientras, se daban los primeros pasos
para constituir una asamblea nacional alemana, que consiguió reunirse en Frankfurt y convocó
elecciones por sufragio universal masculino para elegir un parlamento que había de elaborar
después una constitución federal para el conjunto de Alemania. En mayo de 1848 ya estaban
elegidos los 585 diputados y el proceso constituyente estaba en marcha.
Austria y Prusia mostraban su desconfianza por estos proyectos de los nacionalistas liberales
alemanes. El Parlamento de Frankfurt le ofreció la corona a Federico Guillermo de Prusia, quien
pensaba que una corona era algo demasiado sagrado como para recibirla de un parlamento; en
1849 se negó a aceptar la Constitución aprobada en Frankfurt y se acabaron las esperanzas de
una Alemania constitucional y unificada. El nuevo Parlamento terminó disolviéndose.
4. Las consecuencias del 48
Las revoluciones del 48 se acabaron con la misma rapidez con que habían comenzado.
Aparentemente, los levantamientos parecían haber fracasado, pero se consiguieron algunos
logros de importancia. Se liquidó el feudalismo en aquellos países en los que seguía vigente, con
la excepción de la Rusia zarista. La mayor parte de Europa había establecido regímenes
parlamentarios con constituciones moderadas y sistemas electorales censitarios, que reservaban
los derechos políticos a los propietarios, aunque en Francia se mantuvo la conquista del sufragio
universal masculino.
Se puede afirmar que los objetivos perseguidos desde la Revolución francesa se fueron
consiguiendo por etapas: la Restauración ya había mantenido algunas conquistas revolucionarias
en determinados países, las revoluciones de 1830 ampliaron las concesiones a los partidarios de
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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las ideas liberales, y las de 1848 las completaron, culminando el desarrollo de la revolución
burguesa que se había iniciado en 1789.
Las derrotadas de 1848 fueron las fuerzas sociales que trataban de llevar las
transformaciones más allá de lo que era conveniente para las clases sociales burguesas: eran los
obreros, artesanos, trabajadoras y clases populares que, a partir de aquel momento, aspirarían a
los procesos de cambio social y político contra la burguesía dominante y contra los propios
estados liberales que ellos mismos habían contribuido a crear.
5. Naciones y nacionalismo
Las aspiraciones nacionales de los pueblos transformaron el mapa europeo con los procesos
de unificación de Italia y de Alemania, a la vez que establecían las bases de un largo conflicto en
los Balcanes.
Las revoluciones de 1848 acabaron con la derrota de los movimientos democráticos y
nacionalistas de muchos pueblos de Europa. Pero las aspiraciones que las habían provocado
siguieron dominando la política europea. El nacionalismo, el liberalismo y el socialismo fueron los
grandes motores ideológicos y políticos del siglo.
El nacionalismo renació con fuerza en los años siguientes al 48; incluso los países más
definidamente constituidos, como Francia, España, Gran Bretaña, etc., tomaron conciencia de ser
naciones de nuevo tipo, dotadas de estados centralizadores. Al otro lado del Atlántico, la Guerra
de Secesión norteamericana (1861-1865) y la conquista del Oeste completaron el proceso de
formación de la nación estadounidense y el progresivo fortalecimiento de la presidencia federal.
Pero a mediados del XIX eran muchos los pueblos que no disponían de sus propios Estados y que
tenían grupos políticos muy activos de ideología nacionalista y, por lo tanto, con los objetivos de
alcanzar su independencia y de crear un Estado Nacional. La nación estaba formada por un
conjunto de personas libres e iguales unidas por la historia, la cultura, la lengua y el deseo de
convivir juntas.
Había dos situaciones diferentes: por un lado, los numerosos estados alemanes e italianos,
que formaban parte de realidades nacionales más amplias. Los nacionalistas de estos países
deseaban la unificación en un Estado común. Por otro lado, los pueblos que se encontraban
sometidos a la dominación extranjera: los polacos eran gobernados por los rusos; los pueblos
eslavos, magiares y zonas del norte de la península italiana dependían del Imperio austrohúngaro; el Imperio otomano ejercía su autoridad sobre un conjunto de pueblos balcánicos:
rumanos, búlgaros, serbios, bosnios, macedonios, albaneses, etc. En estos pueblos, los objetivos
de los nacionalistas eran la emancipación y la creación de un Estado propio. Pero esta situación
no se desbloqueó hasta la Primera Guerra Mundial.
Entre 1850 y 1870, los frutos más notables del nacionalismo europeo fueron las unificaciones
de Alemania y de Italia.
6. Nuevas corrientes ideológicas: liberalismo y nacionalismo.
El siglo XIX es el siglo del gran avance de la burguesía. La ideología de ésta es el liberalismo.
Como corriente doctrinaria, el liberalismo está directamente vinculado con el pensamiento del
siglo XVIII y, respecto del ciclo de la Revolución Francesa, con el período que va de 1789 a 1791.
Tradicionalmente se distinguen dos tipos de liberalismo: el liberalismo político y el liberalismo
económico, íntimamente vinculados entre sí.
El liberalismo político niega los privilegios tradicionales de los reyes y de la aristocracia, y
afirma lo que considera derechos inherentes a la personalidad humana. Busca limitar las
arbitrariedades del poder proclamando el ejercicio de libertades individuales tales como la de
palabra, de prensa, de reunión y de asociación. Para proteger a la sociedad de los abusos de los
gobernantes y de los excesos de los gobernados deposita una confianza ciega en las leyes y
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
particularmente en las constituciones escritas.
Dentro de esta concepción general hubo tendencias moderadas y avanzadas, que se
manifestaron de acuerdo con las condiciones políticas y sociales de cada momento y de cada
estado.
Los moderados fueron partidarios, en general, de una monarquía fuerte, un parlamento débil
y un sufragio limitado a una minoría de propietarios. Los avanzados tenían en cambio como
máxima aspiración el sufragio universal y el robustecimiento del parlamento frente a la
monarquía.
Durante el siglo XIX prevalecieron, con algunas excepciones, las tendencias moderadas;
posteriormente fueron evolucionando las avanzadas, transformándose en base de las tendencias
democráticas del siglo XX.
El liberalismo económico, heredero del pensamiento de Adam Smith y de los fisiócratas, era
contrario a todo aquello que se opusiera a la libertad económica. Propugnaba la defensa del
derecho de propiedad, el libre comercio, la libre competencia, y la libre contratación entre
patrones y obreros. Se oponía al proteccionismo aduanero, a los gremios y corporaciones y a la
intervención del estado en la industria y el comercio. Su concepción de Estado era la del llamado
"Estado gendarme", que se limitase a mantener el orden y a proteger tanto los derechos
individuales como la seguridad exterior de la nación. Consentía en que se hiciera cargo, a lo
sumo, de algunas tareas de beneficencia general, tales como la enseñanza y la realización de
obras públicas.
El triunfo del liberalismo no se obtuvo, por lo general, mediante métodos pacíficos. Para
doblegar a los monarcas, a las aristocracias y a los conservadores, fue necesario algunas veces
echar mano de recursos revolucionarios. En la preparación de las revoluciones desempeñaron un
papel muy importante las sociedades secretas; la de los Carbonarios fue muy representativa del
espíritu y métodos de lucha de aquella época.
Nacionalismo. Una idea que tuvo la virtud de constituirse en un factor dinámico de la vida
política del siglo XIX fue la idea nacionalista. Sus sostenedores proclamaban el derecho a
constituir estados que se identificaran con las nacionalidades, es decir con aquellas
colectividades que tenían en común elementos tales como idioma, religión, costumbres,
tradiciones, recuerdos históricos, desarrollo intelectual, sentimientos e intereses.
La corriente nacionalista tuvo oportunidad de manifestarse en diversas partes de Europa bajo
la forma de movimientos de resistencia a la dominación napoleónica. Después del Congreso de
Viena se robusteció con el descontento creado por la forma en que las grandes potencias habían
aplicado el principio legitimista al rehacer el mapa europeo.
Las manifestaciones del sentimiento nacionalista eran variadas: orgullo en los estados
nacionales; nostalgia del pasado en las nacionalidades sometidas; interés en la unión para ser
más fuertes, en las nacionalidades dispersas en distintos estados. En algunos movimientos el
nacionalismo se identificó con el liberalismo, en otros no.
En el problema de las nacionalidades se plantearon diversas situaciones:
1) Los estados que no tenían tal problema (por ejemplo, Francia, Portugal, España).
2) Las nacionalidades fragmentadas en una multiplicidad de estados; tal es el caso de la
nacionalidad alemana (en 39 estados) y de la nacionalidad italiana (7 estados).
3) Los estados multinacionales como el imperio austríaco (checos, eslovacos, polacos,
eslovenos, croatas, húngaros e italianos) y el imperio turco (griegos, búlgaros, servios,
albaneses y rumanos).
4) Las nacionalidades sometidas entre las que se contaban algunas de las ya citadas y otras:
Irlanda en el Reino Unido, alemanes de Schleswig y Holstein en Dinamarca, Noruega en
Suecia, Finlandia y parte de Polonia en Rusia, otra parte de Polonia en Prusia.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
33
La participación de los pueblos en los movimientos nacionalistas no fue siempre muy activa.
En algunos casos identificaron sus problemas económicos y sociales con la causa
nacionalista y participaron en ella. En otros casos permanecieron indiferentes; los movimientos
se redujeron entonces a una minoría de intelectuales, gente de las ciudades u oficialidad del
ejército.
Durante un primer período, que va de 1815 a mediados del siglo, los movimientos
nacionalistas fracasan en su casi totalidad y el mapa europeo sufre pocas alteraciones (Bélgica,
Grecia); después de 1850, en un segundo período, hay importantes movimientos que culminan
victoriosamente (Alemania, Italia).
6. 1.
Situación interna de los principales estados europeos antes de las oleadas
revolucionarias.
El concepto de régimen constitucional tuvo en este período, una acepción distinta; es decir, el
criterio fundamental para darle esta denominación al sistema era la existencia de asambleas.
Dicho sistema podía ser establecido por tradición –como es el caso de Inglaterra– o podía estar
planteado en una constitución.
¿Por qué decimos que en 1815 la situación adquiere características distintas? Porque dichas
cartas constitucionales no eran el resultado de la labor de una asamblea constituyente, como
puede ser el caso de las diversas constituciones francesas o inclusive la de 1812 de Cádiz. Se
trataba de cartas otorgadas voluntariamente por el soberano. La diferencia sustancial con el
sistema anteriormente vigente está en los principios; el rey podía ahora suprimir o aplicar como
considerara mejor determinadas libertades que coartaban su legitimismo.
Estados constitucionales.
Francia. La restauración de los Borbones en 1814 se operó sin mayores dificultades,
preparada inclusive por los dignatarios del régimen imperial.
Todo el período de la Restauración francesa, bajo los Borbones, se caracterizó por intentar
fusionar a la aristocracia y a la gran burguesía.
La situación especial que plantearon los Cien Días mostró la necesidad de establecer un
régimen constitucional en Francia, pues había temores por parte de la monarquía con respecto a
los movimientos populares; éstos a su vez trataban de impedir el retorno al Antiguo Régimen.
Ello llevó a elaborar la Carta de 1814, otorgada por Luis XVIII. En ella, al menos formalmente,
se incluían las principales conquistas sociales de la Revolución, pero no hacía más que formular
los principios generales y en sus bases seguía siendo eminentemente conservadora, apoyándose
en la "Divina Providencia" y en la monarquía. La Carta estableció una monarquía constitucional,
no parlamentaria, que reconocía principios del período imperial: igualdad civil ante la ley fiscal.
La mayoría de la población estaba privada de derechos políticos.
Esta Carta Constitucional de 1814 fue, sobre todo después de los Cien Días, el fundamento de
la vida política francesa, a pesar de que las opiniones se encontraban divididas en su valoración.
En relación a su situación exterior, a partir de 1818 Francia logró recobrar autonomía en su
política exterior, y además reorganizó el ejército.
a. Institucionalmente continuaba siendo un país original dentro de Europa. En 1815 su
régimen de monarquía parlamentaria tenía ya una larga tradición, y en este proceso se produjo
una disminución del poder monárquico, creciendo el predominio parlamentario. No existía una
constitución escrita, sino que se manejaba sobre la base de normas tradicionales que fueron
delineando la organización de los poderes del Estado.
Además del rey actuaban dos cámaras. La de los Comunes estaba integrada por 658
miembros y era renovada cada siete años. El criterio de elección hacía que sólo una pequeña
parte de la población pudiera estar representada, exigiéndose la condición de propietario con
34
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
importante renta para poder votar. Se calcula en alrededor de 200.000 personas el total de
electores. La otra cámara era la de los Lores, integrada por los llamados Lores temporales (dentro
de esta denominación se incluía a los pares del reino tanto ingleses, como escoceses o irlandeses)
y los Lores espirituales (arzobispos y obispos). Eran designados por el rey, conservando su título
con carácter vitalicio y además hereditario. Su número variaba según las designaciones del
monarca.
En el ejecutivo el rey actuaba junto con los ministros, cuyo poder aumentó
permanentemente. Se fue delineando cada vez más la fórmula de "el rey reina pero no
gobierna". En el gabinete ministerial se designaba al primer ministro, quien en la práctica terminó
convirtiéndose en el verdadero jefe de Estado; la designación de primer ministro –a pesar de ser
hecha por el rey– recaía generalmente en la persona de mayor prestigio a nivel parlamentario. El
Parlamento tenía derecho a controlar a los ministros.
Había dos partidos que tradicionalmente se disputaban la primacía: los tories (conservadores)
y los whigs (liberales).
En 1815 Inglaterra continuaba su evolución reformadora, y progresivamente la burguesía
industrial, enriquecida por la industria textil, iba quitándole predominio a la aristocracia
territorial. Desde 1801 (fecha de celebración del Acta de Unión con Irlanda) Inglaterra se había
convertido en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Razones circunstanciales favorecían al
Parlamento; el rey Jorge III era demente, de tal manera que en realidad el poder pasó al gobierno
parlamentario. Entre las figuras más importantes de este proceso podemos citar a William Pitt,
Canning y Castlereagh.
Rusia. En 1815 su posición era preponderante dentro del concierto europeo. El hecho de ser
el país más poblado dentro del continente le aseguraba importantes contingentes militares. Esto
a su vez le permitió incrementar la política expansionista.
El gobierno, organizado en torno al zar, estaba en manos de Alejandro I, personaje con gran
ambición de mando, deseoso de unir su nombre a una gran empresa que diera a Rusia
preeminencia en el concierto europeo. Sus planes reformistas se habían comenzado a delinear
desde el comienzo de su gobierno (1801). Bajo la influencia de un preceptor liberal, tomó una
serie de importantes disposiciones: abolición de las torturas; permiso para el ingreso de libros
extranjeros; creación del primer ministerio ruso; intentos de mejorar la situación de los siervos
adscriptos a la tierra; edición en ruso de las obras de Rousseau y Adam Smith. Además, desde el
punto de vista de la organización del Estado, se comenzó a trabajar en una serie de proyectos
constitucionales, tendentes a terminar con la autocracia zarista.
Sin embargo, estas reformas liberales se vieron frenadas durante la guerra contra Napoleón
y, en realidad, bajo la influencia de la aristocracia. De ellas quedó sólo una centralización de la
administración y el reforzamiento de la arbitrariedad ministerial. En la práctica la guerra reanimó
a la autocracia.
Austria. El imperio austríaco tenía una posición tradicionalmente conservadora; apoyado en
un soberano absoluto sus estados eran numerosos y diferentes: provincias austríacas, Bohemia,
Hungría y parte de Polonia. El papel del soberano en relación a estos Estados consistía en hacer
las veces de lazo de unión sin variar las individualidades y nacionalismos de cada uno de estos
países.
Después del Congreso de Viena logró preeminencia en la Confederación Germánica y decisiva
influencia en los estados italianos; es decir, el equilibrio se mantenía conforme a sus intereses y,
en la práctica, su política, a través de Metternich, fue el mantenimiento de la situación existente.
Sin embargo, el intento de mantener un statu quo, se hacía muchas veces difícil por- que Austria
no contaba con medios de acción militar comparables a los de Rusia, ni con un sentimiento de
cohesión nacional que permitiera unificar en un mismo sentido el esfuerzo del país. Existía un
régimen marcadamente policiaco, incrementado a partir de 1817, que trataba de impedir la
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
35
ingerencia de la población en los asuntos del Estado; para él sólo el gobierno tenía la
responsabilidad. A todos estos elementos debemos añadir una situación financiera precaria.
Muchas veces, para hacer frente a las necesidades económicas, se debió acudir a pesados
empréstitos bancarios ante el temor de que un alza impositiva pudiera despertar descontentos.
Resultaba una paradoja que aquel Estado senil y arcaico siguiese conservando en Europa un
papel de primer orden.
Prusia. Su papel dentro de Europa no era comparable al de los estados más importantes;
incluso la incorporación de territorios le dejó planteada toda una serie de problemas por resolver. La ventaja con que contaba era el sentimiento de patriotismo considerablemente afirmado
entre los prusianos. La meta era lograr la unidad geográfica de sus territorios.
El soberano Federico Guillermo III era prudente en su política exterior. Consciente de las
limitaciones de su Estado, sabía que la estabilidad interna se vería asegurada solamente por la
corona, el ejército y la burocracia. El temor a impulsar reformas de carácter constitucional que
pudieran permitir el desarrollo de oposición política, llevó a que sólo admitiera establecer estados provinciales, pero no una constitución. En algunos aspectos la tendencia conservadora que se
manifestaba en esta monarquía le daba ciertos rasgos similares a la política de Metternich en
Austria.
España. Con el retorno al trono de Fernando VII en 1814 se reimplantó el absolutismo. Las
esperanzas de los promotores del movimiento liberal español (que surgió como reacción
antinapoleónica) quedaron desvanecidas cuando el monarca declaró nula la Constitución de
Cádiz de 1812 y Fernando VII quedó como monarca absoluto hasta que estalló en 1820 la
revolución liberal.
La arbitrariedad fue tal que los liberales más notorios fueron detenidos, siendo el propio rey
quien los juzgó y condenó, ya que no se podía alegar contra ellos ningún texto legal. A partir de la
Restauración del monarca se definen tres posiciones políticas: el Antiguo Régimen, la corriente
reformadora liberal, y la corriente reformadora realista. Durante el reinado de Fernando VII se
verifica el tránsito de la primera a la segunda. A la muerte del rey en 1833, la tercera se
encuadrará dentro del carlismo.
36
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 7
El nacimiento de nuevos estados
1. La unificación alemana.
El sentimiento nacional alemán hunde sus raíces en la época de la Ilustración, y en el
romanticismo nostálgico del pasado imperial alemán durante la Edad Media. Estos sentimientos
se vieron potenciados por la Revolución Francesa y constituyeron el principal motor de los
acontecimientos de 1848 en el mundo germánico. La Confederación de Estados Alemanes estaba
sometida a la influencia del reino de Prusia en el norte y a la presencia de Austria en el sur, con la
particularidad de que el Imperio austro-húngaro extendía su dominio sobre un conjunto de
pueblos y culturas no germánicos a lo largo de los Balcanes y en el norte de Italia.
El movimiento nacionalista alemán se planteaba la disyuntiva de edificar una Gran Alemania,
que incluyera a Austria, o de dirigir sus esfuerzos hacia la creación de una Pequeña Alemania
liderada por Prusia. El reino prusiano fue quien tomó la dirección del proceso de unificación, que
acabaría excluyendo a Austria. En 1861 comenzó a reinar en Prusia Guillermo I y, en 1862,
accedió a la cancillería Otto von Bismarck (1815-1898), político conservador que ya había
representado a los prusianos en el parlamento de Frankfurt de 1848 y que fue el gran forjador de
la unidad alemana.
Prusia estaba más desarrollada económicamente, había establecido desde 1834 una unión
aduanera con los estados alemanes del norte (Zollverein) y disponía del mejor ejército de Europa,
organizado por el general von Moltke. Tres conflictos bélicos, contra Dinamarca, Austria y
Francia, breves y localizados, jalonaron el camino hacia la unidad alemana.
Los ducados de Schleswig y Jolstein, culturalmente alemanes, pertenecían a la corona danesa
y su población era partidaria de la anexión a la Confederación Germánica. Prusia, conjuntamente
con Austria, declaró la guerra a Dinamarca y, en 1864, ambas potencias se repartieron estos
territorios del norte.
En 1866 aumentó la tensión entre Austria y Prusia a causa de los problemas surgidos por la
administración de los mencionados ducados. Cuando Bismarck ordenó que las tropas prusianas
entraran en Holstein, zona gobernada por Austria, estalló la guerra. El conflicto militar se liquidó
en pocas semanas al ser vencidos los austríacos en Sadowa. La gran potencia prusiana controlaba
toda la Alemania del norte y demostraba su superioridad política y militar sobre Austria.
Un tratado suscrito en 1867 por Prusia y 21 estados alemanes formó la Confederación de la
Alemania del Norte; una constitución inspirada por Bismarck establecía dos cámaras: un
Bundesrat, que representaba a los estados federados, y un Reichstag, cuyos diputados eran
elegidos por sufragio universal masculino. Sólo quedaba incorporar los estados alemanes del sur,
para lo cual fue necesaria la excusa de un enfrentamiento con la Francia imperial de Napoleón III.
El ejército francés fue derrotado fulminantemente en las batallas de Sedan y Metz (1870). Las
tropas alemanas llegaron a las inmediaciones de París y fue en Versalles donde quedó
proclamado, en 1871, el Imperio Alemán. Los estados alemanes del sur, que habían sido
atravesados y ocupados por el ejército prusiano, entraron en la Confederación y todos aceptaron
la proclamación de Guillermo I como emperador del II Reich. En Francia, por el contrario, se
hundía el Segundo Imperio y se proclamaba la III República.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
37
2. El Risorgimento italiano.
El Risorgimento es el proceso de afirmación cultural y política que condujo a la unificación y a
la creación de un nuevo Estado liberal en Italia. La voluntad unitaria había surgido durante la
conquista por los ejércitos napoleónicos y se manifestó con gran fuerza en la primavera de 1848.
La unificación italiana se llevó a cabo entre 1859 y 1870, en los mismos años en que se edificaba
la nueva nación alemana.
Los italianos eran partidarios de la unificación, pero no estaban de acuerdo en el tipo de
unidad al que querían llegar. Los sectores más conservadores pensaban en una federación de
Estados presidida por el papado. Las clases populares eran partidarias de una república
democrática; Giuseppe Mazzini (1805-1872) representa este nacionalismo radical y democrático,
partidario de la vía insurreccional y opuesto al mantenimiento del poder temporal del papado.
El fracaso de los movimientos democráticos en 1848 mostró las dificultades del proyecto
popular y republicano. Al igual que en Alemania, fue necesario un reino que se pusiera al frente
de la empresa; se necesitaba apoyos internacionales, pues había que enfrentarse al poder
austríaco. El motor de la unidad fue el reino de Piamonte-Cerdaña; Víctor Manuel II, rey desde
1849, y el gran político Camilo Benso de Cavour dirigieron, con el apoyo del pueblo italiano, el
proceso de unificación.
El reino de Piamonte-Cerdeña era una monarquía constitucional y el único estado italiano que
mantuvo instituciones liberales después de la represión de la revolución de 1848. El norte
piamontés, organizado en torno a la capital de Turín, era el territorio italiano más desarrollado
económicamente y en el que se había alcanzado un mayor nivel de modernización política y
social.
El Segundo Imperio francés proporcionó un importante apoyo diplomático a la política
piamontesca. En junio de 1858, Napoleón III se entrevistó con Cavour en el balneario francés de
Plombières y le prometió el apoyo de Francia contra Austria, a la vez que aceptaba un estado
federal en Italia. Los levantamientos contra el dominio austríaco en Milán y Florencia ayudaron a
que tropas piamontesas y francesas derrotaran al ejército austríaco en las batallas de Magenta
(1858) y Solferino (1859). Milán y Lombardia fueron incorporadas al reino de Piamonte.
Módena y Parma derribaron sus regímenes absolutistas y votaron su anexión a PiamonteCerdeña. La Italia del norte quedaba unida bajo la dirección de la monarquía de Víctor Manuel II.
El paso siguiente fue la incorporación del sur de la península y de Sicilia. La romántica y
aventurera expedición de los camisas rojas de Garibaldi liberó el reino de Nápoles, que seguía
gobernado por la dinastía de los Borbones.
En 1860, Italia, a falta de Venecia y de los Estados Pontificios, comenzaba a ser una unidad
política. Un parlamento, compuesto por diputados elegidos de todos los territorios anexionados,
se reunió en Turín (1861) y proclamó rey de Italia a Víctor Manuel II. Venecia se incorporó a Italia,
al aprovechar la derrota austríaca frente a los prusianos, en 1866.
Quedaba el problema de los territorios del papado. En 1870, el ejército italiano ocupó la
Roma papal y estableció allí su capital del reino de Italia. El Papa Pío IX se negó a aceptar los
hechos, se declaró prisionero y excomulgó a Víctor Manuel II: comenzaba un conflicto entre el
Vaticano y el nuevo Estado italiano que no se solucionó hasta 1929.
3. Los Balcanes y la cuestión de Oriente.
Los pueblos eslavos de los Balcanes también participaron en la oleada nacionalista del siglo
XIX, contra Austria en el norte, y contra Turquía en el resto de la península Balcánica. En 1830, el
Imperio turco otomano extendía su dominio hasta la frontera de Austria. Grecia había
conseguida la independencia, pero todos los pueblos eslavos eran súbditos de un Imperio que se
estaba desintegrando.
38
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Serbia protagonizó frecuentes y sangrientos levantamientos contra los turcos y siempre
intentó desempeñar en el mundo eslavo un papel similar al de Piamonte o Prusia en la unidad
italiana y alemana. Rusia era la gran potencia eslava y se consideraba la protectora natural de los
pueblos eslavos del sur, tanto por razones étnicas como por razones religiosas, ya que era el
centro del cristianismo ortodoxo.
Por otro lado, Austria, Francia y Gran Bretaña se oponían al expansionismo ruso y a su
preponderancia en los Balcanes. Esta situación explica la Guerra de Crimea (1853-1855), el único
conflicto bélico que enfrentó a las principales potencias europeas entre 1815 y 1914. En 1853
empezaron las hostilidades entre Rusia y Turquía. Para frenar las aspiraciones rusas, Francia e
Inglaterra atacaron la base naval rusa de Sebastopol, en Crimea, mientras Austria ocupaba
territorios en la desembocadura del Danubio. Rusia se vio obligada a renunciar a sus propósitos
intervencionistas en los Balcanes.
Las grandes potencias se reunieron de nuevo. El Tratado de Paz de París (1856) reconocía de
hecho la independencia de Rumania y de Serbia. En 1878, Bulgaria alcanzó también la
independencia. El dominio austríaco sobre los pueblos eslavos del norte (eslovenos, croatas) y el
control otomano del sur de los Balcanes (Bosnia, Herzegovina, Montenegro, Albania y
Macedonia) siguieron alimentando un conflicto que se definió como la cuestión balcánica.
Las diferencias étnicas, religiosas, lingüísticas, culturales y políticas entre los distintos
pueblos, el dominio exterior de Austria y de Turquía, así como los intereses internacionales,
dieron pie a la Primera Guerra Mundial y han mantenido hasta hoy un foco de tensión en la
península Balcánica.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
39
Tema 8
La Independencia de Hispanoamérica
El ejemplo norteamericano, la difusión del liberalismo y la debilidad de la monarquía
española facilitaron el desarrollo de movimientos independentistas en las diversas sociedades
coloniales iberoamericanas.
La composición de la población en las sociedades coloniales del centro y del sur del
continente americano era muy diversa. Los hijos o descendientes de españoles o portugueses
eran los llamados criollos, palabra de origen portugués. Había zonas, como el Río de la Plata,
donde la población era casi exclusivamente criolla y blanca; en otras, como en Perú y México, era
mayoritaria la población indígena, mientras que en el Caribe o en Brasil predominaban los
esclavos negros de procedencia africana y los criollos de origen peninsular. Los dirigentes de la
economía y de la política de estas sociedades eran siempre criollos.
Estas diferencias condicionaron las características del proceso de liberación de los pueblos
latinoamericanos, así como su desarrollo posterior.
Varios factores explican los movimientos independentistas y su dimensión continental: el
ejemplo de las antiguas colonias de América del Norte, las ideas de libertad que llegaban de
Francia y de Europa y la confusión creada por la ocupación napoleónica de la península Ibérica, a
la que se añadía la debilidad política y militar de España y Portugal a principios del siglo XIX.
1. Los precursores
En las sociedades coloniales habían surgido movimientos de protesta desde la época de la
conquista. En la segunda mitad del siglo XVIII, los conflictos eran más frecuentes allí donde las
poblaciones y las culturas indígenas estaban más asentadas. Los campesinos se rebelaban
contra la dominación de los peninsulares y de los criollos y contra los aumentos de la presión
fiscal, y aspiraban a sustituir el orden colonial, que consideraban injusto.
Este fue el móvil de las grandes insurrecciones de Juan Santos, independentista peruano que
adoptó el nombre de Atahualpa, y que llegó a establecer un Estado independiente en la selva
central del Perú hasta su muerte en 1756.
Algunos años más tarde, Túpac Amaru II, descendiente de soberanos incas, liberó un amplio
territorio en los altiplanos andinos e intentó edificar un Estado neoincaico. En Nueva Granada,
indios y criollos pobres avanzaron hacia la capital, Bogotá. Estas revueltas fueron aplastadas por
las tropas españolas y por los propios dirigentes criollos.
La colonia francesa de Haití se convirtió en el primer país latinoamericano independiente y
también en el primer Estado negro moderno. Las tensiones raciales y la propaganda
revolucionaria que llegaba de la metrópoli hicieron estallar en 1791 una revuelta de esclavos,
dirigida por el líder de color Toussaint, que exterminó a los blancos, dueños de las plantaciones. A
pesar de los esfuerzos de Napoleón, Haití proclamó su independencia en 1804.
Entre los criollos ilustrados era generalmente aceptado el modelo de independencia y de
unión federal que habían elaborado los colonos ingleses del norte. A este hecho pronto se iba a
unir la enorme influencia de los acontecimientos revolucionarios en Europa.
Francisco Miranda ha pasado a la historia con el calificativo de El Precursor: era un criollo de
clase media nacido en Caracas (1750), que participó en la Revolución Francesa, se trasladó
después a los Estados Unidos y concibió un proyecto constitucional de independencia para toda
la América española e, incluso, organizó una expedición a Venezuela (ya en 1806), que fracasó.
40
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
2. 1808-1814: las primeras revoluciones.
La ocupación napoleónica de España y Portugal fue la ocasión que propició los primeros
movimientos independentistas en Latinoamérica. El vacío de poder, creado por el traslado de la
familia real a Francia, provocó la misma reacción que se había producido en España: crear Juntas
de Gobierno.
En Buenos Aires se constituyó una Junta en mayo de 1810, formada por patricios locales, que
intentó extender sin éxito su influencia hacia el interior. En 1811, Artigas se puso al frente del
gobierno de Uruguay y Paraguay y proclamó una doble independencia, de España y de la Junta
de Buenos Aires. En Chile, con menos problemas de integración racial y social, el independentista
O'Higgins se puso al frente de la Junta de Gobierno.
Estos procesos se repitieron en las principales ciudades; de esta forma, los criollos iniciaban
una primera experiencia de autogobierno. En 1811 se reunió en Caracas un Congreso de Notables
que proclamó la independencia y adoptó una constitución federal, destacando en este hecho el
líder independentista Simón Bolívar. Otra capital virreinal, Santa Fe de Bogotá, rompía también
los lazos con la metrópoli y convocaba un Congreso Nacional de los territorios de Nueva
Granada.
En muchos casos, las nuevas juntas depusieron a las autoridades coloniales, introdujeron reformas fiscales y abrieron los puertos al comercio mundial, todo lo cual comenzaba a romper, en
la práctica, su dependencia de un Estado español que, hasta 1814, no pudo tener capacidad de
respuesta alguna.
En México, los primeros movimientos independentistas tuvieron como protagonistas a los
campesinos, dirigidos por los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos. Aunque se proclamó la
independencia en 1813, las clases acomodadas criollas y el ejército español liquidaron la revuelta
y ejecutaron a sus dirigentes.
Entre 1814 y 1816, con Fernando VII restaurado en el trono de España y con una Europa
vigilada por la Santa Alianza, la revolución americana experimentó un fuerte reflujo. Los
movimientos independentistas de: Chile, Quito, Colombia, Venezuela y México fueron
aplastados, el virreinato de Perú quedó controlado por las autoridades y las tropas españolas.
Simón Bolívar tuvo que refugiarse en Haití.
3. Los libertadores y la independencia.
Los esfuerzos por conseguir la independencia de España no habían desaparecido. La
revolución española de 1820 tuvo el efecto de suspender el envío hacia América de la expedición
militar que debía someter las constantes insurrecciones. Con el restablecimiento de la
Constitución de 1812, los criollos americanos podían mandar sus representantes a las Cortes,
pero era ya demasiado tarde para soluciones pactadas con los movimientos independentistas.
El foco argentino de Río de la Plata se había mantenido prácticamente independiente. De allí
salió la expedición militar de José de San Martín, El Libertador, en dirección a Chile, donde
derrotó a las tropas españolas con la ayuda de O'Higgins y tomó la capital: Santiago.
El golpe decisivo contra el Imperio Español fue el posterior ataque de argentinos y chilenos a
Perú, llevado a cabo a partir de 1820. A la vez que surgían pronunciamientos en favor de la
independencia en las principales ciudades, el ejército independentista avanzaba. El virrey español
tuvo que abandonar Lima y se proclamó la independencia peruana en 1821.
Simón Bolívar, también apodado El Libertador, entró con sus tropas en Santa Fe de Bogotá y
se fueron tomando otras zonas del virreinato de Nueva Granada. En 1821, tras la batalla de
Carabobo, ocupó Caracas, y Venezuela alcanzó la independencia. A continuación, decidió dirigir la
guerra hacia Quito y Ecuador. El 26 y 27 de julio de 1822 tuvo lugar en Guayaquil la escena que
mejor simboliza la independencia americana: Bolívar y San Martín mantuvieron una larga
entrevista sin testigos presenciales. La derrota del ejército español en Ayacucho (1824) selló el
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
41
final de la dependencia española y el nacimiento de las nuevas naciones americanas.
La definición de las nuevas naciones era inicialmente incierta. Bolívar pensaba en una Gran
Colombia, que reuniera a las actuales Venezuela, Colombia y Bolivia y, para una segunda fase, en
una federación de estados americanos hispánicos, similar a la que estaban construyendo los
Estados Unidos con su expansión hacia el oeste.
México siguió un camino diferente, pues Agustín de Iturbide no tenía nada de liberal;
convirtió a México en un imperio independiente (1822) con el apoyo de la jerarquía eclesiástica,
del ejército y de las clases criollas más pudientes. En 1823, las Provincias Unidas del Centro de
América (Guatemala, Nicaragua, Costa Rica) se declararon "libres e independientes de la antigua
España, de México y de cualquier otra provincia, así del antiguo como del nuevo mundo".
Brasil fue un caso particular: la familia real portuguesa residía en la colonia desde que en
1807 salió de Portugal con la corte, el tesoro y hasta con la biblioteca. El rey don Juan no regresó
a Portugal en 1815, después de la derrota de los invasores franceses, y elevó a Brasil a la
condición de reino, en pie de igualdad con Portugal. Don Juan marchó a Lisboa en 1821 y, un año
más tarde, su hijo Pedro I, que había quedado en Brasil como regente, se coronó en Río de
Janeiro como emperador de Brasil, separándose definitivamente de la metrópoli. El Imperio
brasileño duró hasta 1889, año en que abdicó Pedro II que se marcho a Portugal. En los años
posteriores fracasó la utopía bolivariana de una América Latina federada en un sistema de
naciones amigas.
42
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 11
Hacia la Revolución industrial
1. Cambios en la sociedad preindustrial
Las profundas transformaciones que están en el origen del mundo contemporáneo, no son
sólo de tipo político. Las revoluciones liberales burguesas se dan en un marco que ve cambiar,
también radicalmente, sus estructuras económicas, en la llamada Revolución Industrial.
En la historia de la humanidad, para encontrar un fenómeno de similar envergadura, hay que
remontarse, nada menos, que a la revolución neolítica. Esta supuso la capacidad de controlar y
aumentar el propio abastecimiento de alimentos. El "salto" que supone la Revolución Industrial
es que consigue multiplicar de forma insospechada la producción de bienes, mediante la
incorporación de la máquina al sistema productivo.
Pero el fenómeno es complejo y, aunque se denomine Revolución Industrial, no se ciñe
exclusivamente al campo de la industria. Está integrado por varias revoluciones paralelas,
relacionadas entre sí: agrícola, demográfica, del transporte...
Bajo el impacto de estas transformaciones, la sociedad agraria tradicional entra en un
proceso de profundos cambios, del que surge una sociedad nueva: la sociedad industrial actual.
Estudiar la Revolución Industrial servirá para conocer el mundo que vivimos pues arranca
directamente de ella.
Observando los mapas que aparecen en el esquema 8 veremos que los signos (densidades de
población, ciudades, vías férreas, centros bancarios y puertos más importantes) son índices de
industrialización. A la vista de estos mapas será fácil delimitar el "espacio que ocupa" la Europa
industrializada del siglo XIX: se trata de la parte atlántica y central. Hallamos allí las zonas más
pobladas, el mayor número de ciudades, las redes ferroviarias más densas, la mayor actividad
bancaria y portuaria... Destaca, en particular, Inglaterra, país donde el fenómeno tuvo su origen.
Pero, en conjunto, la industrialización afecta a una pequeña parte del continente. La Europa
mediterránea y oriental no se ha incorporado al proceso. Es la Europa campesina, la de grandes
latifundios, donde perviven, anquilosadas, las estructuras tradicionales.
La Revolución Industrial ha configurado, pues, dos Europas, que marcan sus diferencias en el
siglo XIX. Fuera de Europa dos países han emprendido, también en este siglo el camino de la
industrialización: se trata de Estados Unidos y Japón.
Observe en el eje cronológico del esquema, debajo del mapa, que la Revolución Industrial
participa de tres siglos. Arranca de mediados del XVIII y termina a principios del XX.
Durante el siglo XVIII, la Revolución Industrial es exclusiva de Inglaterra. Allí surge y, si
recuerda este siglo, no por casualidad, comenzamos entonces nuestro eje. Es en el siglo
siguiente cuando se extiende por el continente (Francia, Bélgica, Alemania...) y fuera de él
(Estados Unidos, Japón). El proceso quedará truncado por el primer gran conflicto del siglo XX: la
Primera Guerra Mundial. Su estallido (1914) tiene que ver con las consecuencias de la Revolución
Industrial y marca el final de nuestro eje.
Encontrará que el período se ha subdividido en dos fases: la primera (1750-1870), definida
por el uso del carbón y la máquina de vapor, la segunda (1870-1914), por la electricidad y el
motor de explosión.
En el eje figuran, además, algunos datos e inventos significativos del progreso en todos los
campos.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
43
2. ¿Qué es la Revolución Industrial?
Es el conjunto de transformaciones técnico-económicas que posibilitaron en la Europa del XIX
un extraordinario incremento de la productividad, gracias al empleo de las máquinas, y
aumentaron, de forma desconocida hasta entonces, el control humano sobre la naturaleza.
Del viejo mundo rural se pasó al de las grandes ciudades; del trabajo manual, a la máquina;
del taller, a la fábrica; de la economía agraria, a la industrial.
Estas transformaciones se dieron por primera vez en Inglaterra a mediados del siglo XVIII y se
extendieron a otras partes del mundo en distintas épocas y según variados modelos. En conjunto,
produjeron en la vida humana un cambio tan radical que justifica el uso del término revolución.
Pero conviene que sepa que la Revolución Industrial:
•
No fue un proceso súbito como una revolución política, sino lento y continuado.
•
No fue sólo un proceso de industrialización, sino que repercutió también en la agricultura,
en los transportes y en la población. Las estructuras sociales, las instituciones e incluso la
mentalidad experimentaron asimismo grandes alteraciones.
•
Fue un proceso dinámico, de cambio constante y crecimiento continuo, en el que
intervinieron técnicas (máquinas), descubrimientos científicos, capitales y
transformaciones sociales.
La Revolución Industrial fue, en definitiva, un fenómeno complejo y múltiple, de revoluciones
paralelas interconectadas, que sentaron las bases del mundo contemporáneo.
3. ¿Por qué se inició en Inglaterra?
Las transformaciones de la economía inglesa no pueden desvincularse del cambio económico
del resto de Europa, iniciado a raíz de los descubrimientos. Si la Revolución Industrial surgió
primero en Inglaterra, fue porque confluyeron una serie de circunstancias favorables que
propiciaron el cambio antes que en los demás países europeos. Vamos a analizarlas y, en
muchos casos, a recordarlas:
•
Económicas: Relacionadas con la gran expansión de su comercio exterior durante el siglo
XVIII. A mediados de esta centuria, el comercio inglés se extendía por toda Europa, Norte
de América y Extremo Oriente. Los beneficios de este comercio colonial posibilitaron la
acumulación de capital indispensable para el despegue industrial. La necesidad, por otra
parte, de abastecer de productos esos amplios mercados, estimuló las innovaciones
técnicas y la modernización de la economía.
•
Científico-técnicas: La revolución científica del siglo XVII sentó las bases necesarias para
esa paulatina modificación tecnológica y su aplicación a las nuevas formas de producción.
•
Político-sociales: La burguesía inglesa había conseguido mediante una revolución (1688)
acabar con el absolutismo e implantar el parlamentarismo. A partir de entonces, la
política del Parlamento y del gobierno estuvo subordinada a sus intereses. Una nueva
legislación favorecía la renovación de las formas de producción.
Religiosas: Se relacionan con la expansión de las doctrinas calvinistas que propiciaban una
mentalidad más abierta a las innovaciones y admitían la búsqueda del lucro, sin
limitaciones morales.
Todas estas condiciones se vieron reforzadas por la coyuntura expansiva que vivió Europa a lo
largo del siglo XVIII. Este desarrollo, moderado pero constante, creó el marco adecuado para que,
a mediados de la centuria, en el país más desarrollado, Inglaterra, tuviera lugar el despegue
industrial.
•
44
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 12
Primera Revolución Industrial
Como indicábamos anteriormente, en el desarrollo de la Revolución Industrial pueden
distinguirse dos fases:
1ª Fase o Primera Revolución Industrial: 1750-1870;
2ª Fase o Segunda Revolución Industrial: 1870-1914.
1ª Fase. En ella se dieron las revoluciones que analizaremos a continuación:
• Revolución agrícola.
• Revolución demográfica.
• Revolución tecnológica.
• Revolución de los transportes.
Es importante que tenga en cuenta el carácter simultáneo de todas ellas y sus interrelaciones.
Como decíamos antes, no se trata de fenómenos sucesivos sino de revoluciones paralelas
interconectadas.
1. La Revolución agrícola
Las mejoras introducidas en la agricultura a lo largo del siglo XVIII estaban alentadas por la
mayor demanda de alimentos que exigía una población en aumento. Estas mejoras culminaron
en una transformación radical que se conoce con el nombre de Revolución agrícola.
Los cambios que tuvieron lugar fueron de dos tipos:
a) Cambios en las estructuras agrarias tradicionales: La modernización de la agricultura
precisaba un marco legal que hiciera posible la modificación de la estructura feudal y
comunal de la tierra. Sólo entonces podrían producirse nuevas técnicas de producción
que aumentaran los beneficios.
Veamos como se llevó a cabo la reorganización agraria en Inglaterra:
Los grandes propietarios lograron que el Parlamento decretase, a lo largo del siglo XVIII,
innumerables "leyes de cercamiento": los antiguos campos abiertos, muy divididos, y las
tierras comunales se agruparon en grandes unidades de explotación, cercadas con muros
de piedra, donde era ya posible la aplicación de técnicas más productivas. La fisonomía
del campo inglés cambió radicalmente en menos de un siglo. Esta medida perjudicó a
arrendatarios y pequeños propietarios. Hombres y mujeres se vieron en la obligación de
emplearse a cambio de un jornal o a emigrar a la ciudad. Se convertían allí en obreros y
trabajadoras de las nuevas fábricas, que paralelamente se iban creando.
b) Cambios en las técnicas de producción: Los sistemas tradicionales (rotación bienal o
trienal) que obligaban al descanso del suelo (barbecho), se fueron abandonando
progresivamente y sustituyendo por otros que permitían un cultivo intensivo (sin
descanso). Ello fue posible gracias al empleo masivo de fertilizantes y a nuevas rotaciones
que combinaban plantas complementarias.
Estas notables innovaciones se iniciaron en Holanda e Inglaterra ya en el siglo XVII. Y no
fueron las únicas; hubo desde entonces otras muchas mejoras, entre las que podríamos citar: el
cultivo de nuevas plantas procedentes de América, así el maíz y la patata (conocidas desde el
siglo XVI, se popularizan ahora); la introducción progresiva de maquinaria; el uso de fertilizantes
químicos; la selección de semillas, etc.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
45
Los rendimientos de la tierra y la productividad experimentaron con todo ello un gran
incremento: un número cada vez menor de agricultores producía una cantidad cada vez mayor
de alimentos.
¿Cuál fue, en definitiva, la contribución de la revolución agrícola, dentro del complejo
fenómeno de la Revolución Industrial?
•
•
•
Proporcionó alimentos a la creciente población de los centros industriales.
Aumentó el poder adquisitivo de la población rural y, por tanto, su capacidad de compra
de productos manufacturados.
Suministró a la industria capital y, sobre todo, mano de obra abundante y barata.
2. La Revolución demográfica
Se efectuó en dos planos:
a) En cuanto al número de habitantes: a mediados del siglo XVIII empezó a registrarse un
cambio revolucionario en el comportamiento demográfico europeo, gracias al cual la
población creció a un ritmo desconocido hasta entonces. Este aumento fue el resultado
de un acusado descenso de las tasas de mortalidad, manteniéndose altas las de natalidad.
Una mejor alimentación gracias a los progresos agrícolas, mayor higiene y notables
avances en la Medicina (ej., la vacuna) explican la fuerte caída de la mortalidad y el
alargamiento de la esperanza media de vida.
Como resultado, el crecimiento fue muy importante y la población europea, en conjunto,
se duplicó en un siglo: los 133 millones, aproximadamente, de habitantes en 1750,
pasaron a ser 266 en 1850.
Este aumento demográfico no fue uniforme sino que benefició a unos países más que a
otros. Se hizo sentir antes en Inglaterra, en razón de su mayor progreso económico y
médico, este país cuadruplicó su población durante el siglo XIX, pero otros (Alemania,
Francia...) registraron también aumentos notables.
b) En cuanto a la distribución de la población: El crecimiento demográfico conllevó la
generalización de otro fenómeno, la emigración, que se realizó en dos grandes
direcciones:
•
Del campo a la ciudad (éxodo rural): las ciudades, gracias a la industria, se convirtieron
en poderosos focos de atracción para la mano de obra sobrante en el campo. Por
primera vez, en Europa hubo un fuerte incremento de la población urbana a expensas
de la rural. Las ciudades iniciaron un desarrollo espectacular.
•
De Europa a las colonias del Nuevo Mundo: el exceso de población se alivió con el
desencadenamiento de una masiva migración transoceánica. Entre 1800 y 1930, se
calcula que 40 millones de europeos cruzaron el Atlántico, la mayoría con destino a
Estados Unidos.
3. Revolución tecnológica
La iniciación de un proceso continuo de innovaciones tecnológicas es lo más característico de
la Revolución Industrial. Vamos a analizar las más importantes en los siguientes campos: la
energía, la producción y la organización del trabajo.
La fuente de energía que sustituyó a las hasta entonces conocidas y usadas (muscular, eólica,
hidráulica) fue la del carbón. Su utilización fue posible gracias al invento de una máquina capaz
de transformar la energía del carbón en vapor de agua y producir movimiento: la máquina de
vapor.
46
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
La máquina de vapor fue inventada por James Watt (después de múltiples ensayos) en 1769.
Se aplicó primeramente a las minas de carbón para extraer el agua que frecuentemente las
inundaba. El resultado fue la mecanización de la mayor parte de los trabajos, es decir, la
sustitución de gran parte del trabajo humano por el de las máquinas.
Los cambios más importantes se dieron en la producción de tejidos y en la siderurgia.
La primera manufactura que se convirtió en industria propiamente dicha fue la textil del
algodón. La demanda de tejidos generada por el aumento demográfico no podía satisfacerse con
la forma artesanal de producirlos. Una serie de hábiles artesanos ingleses inventaron ingeniosas
máquinas que permitían aumentar considerablemente la producción de tejidos. Estas máquinas
textiles funcionaron al principio con energía hidráulica, después con la de la máquina de vapor.
La mecanización del trabajo se inició en la industria textil, después pasó a otras ramas de la
industria y a la agricultura. El resultado de la mecanización fue la reducción del tiempo de trabajo
y de la mano de obra, es decir, el aumento de la productividad.
El efecto de arrastre de la producción mecanizada de tejidos se representa en el esquema de
la página siguiente.
La industria del algodón tiró de otros sectores haciendo que estos crecieran también. Para
producir más tejidos se necesitaban más máquinas de hilar, tejer, más productos químicos para
blanquear, teñir (sosa, colorantes, etc.); esto produjo el crecimiento de la industria metalúrgica y
de la química. Fue necesario construir casas para los obreros de las nuevas industrias que
demandaban más alimentos y medios de transporte.
La demanda de hierro para construir máquinas textiles produjo también innovaciones en la
siderurgia. La más importante fue la mejora en los métodos de fundición, que se consiguió con el
carbón de coque (carbón artificial obtenido a partir de la hulla). Abraham Darby lo usó por
primera vez en un alto horno en 1730. Otros descubrimientos permitieron obtener un hierro más
maleable, menos quebradizo, etc.
El incremento de la producción siderúrgica produjo, como en el caso de la industria textil, un
efecto de arrastre sobre otros sectores industriales provocando su crecimiento: para fabricar
más hierro se necesitó producir más mineral de hierro, más carbón, transportarlos hasta los altos
hornos, aumentar el número de trabajadores en las minas, en las fábricas, etc.
Las primeras industrias textiles no requerían grandes capitales para su puesta en funcionamiento;
por ello se financiaron con capitales familiares procedentes del comercio colonial o de las
explotaciones agrícolas. Los grandes beneficios que generaron permitieron que la industria textil
se autofinanciase.
La industria siderúrgica, en cambio, necesitó instalaciones y capitales más importantes; para
obtenerlos, hubo de recurrirse al crédito bancario y a la constitución de sociedades financieras.
Carbón, tejidos y hierro fueron, pues, la base de la primera Revolución Industrial; la
extracción de carbón aumentó no sólo en relación con su uso en la máquina de vapor, sino
también por el aumento demográfico y las mejoras en los medios de transporte. La producción
de hierro se desarrolló rápidamente gracias a la fundición con carbón de coque. La aplicación de
la máquina de vapor a la industria algodonera hizo que los tejidos pasaran a ser los productos
más importantes del comercio exterior británico.
Las innovaciones técnicas produjeron importantes cambios en la organización del trabajo. El
uso de máquinas, en lugar de las herramientas manuales, movidas por la energía del vapor, dio
lugar al sistema de fábricas, que sustituyó paulatinamente a los sistemas anteriores: artesanía y
manufactura.
En la fábrica se concentraban en un mismo lugar las máquinas, la energía que las mueve y las
personas. Estas últimas sólo intervenían parcialmente en la fabricación del producto; su trabajo
consistía en controlar y completar los movimientos de la máquina.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
47
Esta nueva organización del trabajo introdujo también la disciplina y el control de la clase
trabajadora: un mismo horario de entrada y salida, fijación de los tiempos de descanso, multas
por faltar al trabajo, etc.
4. La Revolución de los transportes
El aumento en la producción de artículos creó grandes excedentes para vender, a la vez que
demandó cantidades cada vez mayores de materias primas; para facilitar los intercambios fue
necesario mejorar los medios de transporte y las vías de comunicación.
En un primer momento, se mejoraron los caminos, se construyeron canales enlazando los
ríos navegables y se aumentó el número de barcos de vela. El gran cambio se produjo cuando se
aplicó la máquina de vapor al transporte, primero al terrestre y, más tarde, al marítimo.
George Stephenson construyó entre 1814 y 1829 varios modelos de locomotoras impulsadas
por máquinas de vapor; su éxito fue tal que en 1825 funcionaba ya en Inglaterra la primera línea
de ferrocarril.
El gran desarrollo del ferrocarril se produjo en las décadas centrales del siglo; durante ellas
se construyeron importantes redes no sólo en Inglaterra sino también en numerosos países
europeos (Francia, Italia, España...) y en los Estados Unidos.
La expansión del ferrocarril dio un nuevo impulso a la economía, provocando un fenómeno
de arrastre sobre otros sectores (análogo al que ha estudiado para las industrias textil y
siderúrgica), al permitir el transporte barato de mercancías pesadas, al estimular la producción
de hierro, etc.
El empleo de la energía del vapor al transporte marítimo fue más tardío; su uso no se
generalizó hasta después de 1880 debido a que, hasta que no se perfeccionó el sistema
(sustituyendo las ruedas de palas por la hélice), resultaba más barato usar una energía gratuita, la
del viento, que la del carbón.
La generalización del barco de vapor facilitó y abarató considerablemente el transporte
marítimo.
48
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 13
Los cambios sociales del siglo XIX
1. Las ciudades europeas
El XIX es el siglo de las ciudades y del ferrocarril. Una población en constante crecimiento
creaba una red urbana europea integrada y comunicada, así como una nueva civilización urbana,
que transformó profundamente la vida cotidiana en Europa.
Durante el siglo XIX, Europa fue el centro de progresos científicos, técnicos y culturales, y
suministró modelos de desarrollo económico y político. Con ello alcanzó un papel dominante en
el mundo, pero antes habían cambiado radicalmente las condiciones de vida de sus habitantes.
Una de las realidades más visibles y características fue el intenso desarrollo urbano. La
riqueza y la variedad de la civilización del siglo XIX descansó, en buena parte, sobre la gran
expansión de las ciudades y de la vida urbana. La población europea en su conjunto creció en
proporciones desconocidas, llegando a ser algo más de la cuarta parte de la mundial a fines del
siglo XIX.
Hasta 1850, en todas partes, salvo en Inglaterra, predominaba la población rural. El Reino
Unido experimentó un proceso de urbanización precoz y acelerado. A mediados del siglo XIX, la
población urbana ya se había equilibrado con la población rural, tres cuartos de siglo antes que
en Francia. En 1880, tres británicos de cada cuatro vivían ya en la ciudad.
Las grandes capitales crecieron espectacularmente: en poco más de un siglo, la población de
Londres y la de París se multiplicaron por cuatro; la de Viena, por cinco; la de Berlín, por nueve; la
de Nueva York, por ochenta. Hacia 1815, menos del 2% de los europeos habitaban en una
veintena de grandes ciudades con más de 100.000 habitantes; en 1900 eran 184 las ciudades con
una población superior a esta cifra y agrupaban al 15% de la población del continente.
Este crecimiento acelerado se debió, fundamentalmente, a la emigración de una población
campesina, que se veía obligada a abandonar el campo a causa de las transformaciones
económicas. Su futuro estaba en el sector industrial o en los servicios, y esos destinos se
encontraban en la ciudad. El ritmo de urbanización de la sociedad europea se aceleró en el
decenio compren- dido entre 1850 y 1860.
Una nueva civilización nació para los habitantes de las ciudades. Buena parte del dinamismo
político y cultural de los grandes centros urbanos provenía de la mezcla social y cultural que
aportaban las constantes migraciones de gentes de muy diverso origen y condición.
Muchos de esos núcleos urbanos surgieron directamente de la industria. Tenían un perfil
muy característico según la actividad industrial (textil, siderúrgica, minera) que predominara en
ellos. La ciudad y sus habitantes se agrupaban alrededor de empresas textiles, altos hornos,
destilerías de hulla, etc. Los barrios obreros crecían al lado de las fábricas.
El vínculo entre crecimiento industrial y urbanización se hizo evidente desde el principio. En
Gran Bretaña, a principios del siglo XIX, cinco de las diez mayores ciudades provinciales debían su
tamaño a la industria: Birmingham, Norwich, Manchester, Sheffield y Leeds. Manchester pasó de
27.000 habitantes en 1770 a 180.000 en 1830. Este proceso se reproduciría más tarde en Francia
(Lille, Mulhouse), la cuenca de Ruhr alemana (Essen, Düsseldorf), etc.
Pero la ciudad industrial no era el modelo más corriente y significativo de la explosión urbana
en Europa; las concentraciones industriales estaban muy localizadas. La mayoría de los centros
urbanos crecían a partir de antiguas ciudades, favorablemente emplazadas, con actividades y
funciones tradicionales de mercado, puerto, capital administrativa o centro de comunicaciones.
Así se desarrollaron las grandes capitales europeas (Londres, París, Berlín, Viena...) o ciudades
como Marsella, Milán, Barcelona, Amberes, Leipzig, Praga, Ginebra, etc.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
49
2. La desigualdad social y espacial
Viena es un buen ejemplo de cómo se produjo el crecimiento urbano: en el centro, y
alrededor de la catedral, se encontraban el palacio, la administración imperial y el barrio de la
aristocracia. Los barrios residenciales de la burguesía de negocios o profesional se extendían en
un segundo círculo, bien alineados a lo largo de amplias avenidas, con sólidos y respetables
edificios. Los barrios pobres, próximos a las fábricas, envolvían la ciudad, y en ellos se asentaba
la clase trabajadora venida de todas partes del Imperio de los Habsburgo. Londres o París no eran
ciudades industriales, pero los cinturones rojos de las barriadas también rodeaban el centro
aristocrático y burgués.
Las grandes capitales, nacionales o regionales, crecían debido a su condición de centros
mercantiles (Londres, Lisboa) o a sus funciones políticas (París, Berlín, San Petersburgo): La
concentración de la población urbana, en ciudades que crecían con enorme rapidez, creaba
necesidades nuevas. El consumo masivo exigía enormes mercados y generaba una gran demanda
de servicios y, como consecuencia, una gran cantidad de mano de obra.
El alcalde de París, Haussman, remodeló el viejo centro parisino trazando calles rectas y
anchas, amplias plazas, construyendo nuevos edificios públicos y nuevas viviendas. Buen número
de personas trabajadoras se tuvieron que desplazar a los barrios de la periferia, uniéndose a
otras recién llegadas. El casco viejo remodelado, los nuevos ensanches burgueses y los barrios
obreros del extrarradio marcaban la separación social y espacial de los habitantes.
Se abría una inmensa brecha en la sociedad urbana. Los convecinos, en función del sector
social al que pertenecían, estaban separados por todo: la localización del barrio, el tipo de
vivienda, el nivel de vida, la forma de vestir, la cultura. Así, a partir de la distinta experiencia que
proporcionaban unas condiciones de vida tan extremadamente opuestas, se iban desarrollando
identidades sociales o de clase diferenciadas, una cultura obrera y popular, y una cultura
burguesa.
La ciudad fue un escenario privilegiado para la confrontación social, política y cultural entre
las clases acomodadas y la población asalariada. Esta última tenía una capacidad de acción
colectiva que iba a utilizar. Las clases dirigentes se veían amenazadas por los círculos
concéntricos de los barrios de trabajadores. El siglo estuvo jalonado por insurrecciones y
revueltas urbanas de tanto impacto como las parisinas de 1848, por los desfiles de parados y las
agitaciones londinenses, por las batallas callejeras en Viena, Milán, Barcelona o San Petersburgo.
La ocupación del centro urbano por la burguesía, y de los suburbios por los sectores
populares y obreros, creó una serie de necesidades a las que se respondió con una política de
planificación urbanística y con el establecimiento de grandes servicios públicos, que atendieron,
en especial, a las necesidades de los sectores urbanos burgueses. Las grandes y medianas
capitales europeas llevaron a cabo durante la segunda mitad del XIX la reorganización de la
ciudad antigua como nuevo espacio burgués.
Una de las aportaciones más positivas fue el desarrollo de unos servicios públicos tan
necesarios como costosos: empedrado de las calles, construcción de aceras, excavación de
impresionantes redes de cloacas, creación de servicios de distribución de agua, construcción de
parques y jardines, baños y lavaderos públicos. Se produjo una gran discusión cuando el alcalde
de París, Poubelle, ordenó que las basuras fuesen depositadas en cajas y recogidas por
empleados municipales.
Por las mismas fechas de mediados de siglo, un gran cambio comenzó a afectar al comercio
tradicional: aparecieron los primeros grandes almacenes, que exponían toda clase de productos a
precios más baratos y ofrecían al cliente la libertad de pasear y no comprar. Los primeros fueron
los almacenes Bon Marché (1852) o La Samaritaine (1869), en París; los Grands Magasins, en
Bruselas (1864) y otros similares en Londres y Berlín.
Los nuevos transportes urbanos cambiaron la fisonomía de la ciudad y la vida de sus gentes.
50
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Los tranvías tirados por caballos fueron sustituidos hacia 1870 por líneas electrificadas. El
transporte, a través de túneles subterráneos, apareció por primera vez en Londres hacia 1863;
era el suburbano, metropolitano o metro, ya trazado a fines de siglo en París, Berlín y Viena.
La nueva ciudad, entonces como ahora, fue objeto de críticas sociales (insana,
deshumanizada, insegura) o estéticas (fea, anárquica), pero la gente continuaba afluyendo del
campo atraída por la vida urbana. Los bancos, las estaciones de ferrocarril, los edificios públicos,
el teatro y la ópera eran los símbolos que la nueva civilización urbana añadía a las antiguas
catedrales y palacios.
Tras la celebración de las tres primeras Exposiciones Universales, en las tres grandes capitales
del mundo occidental, Londres 81851), Nueva York (1853) y París (1855), nadie podía dudar
respecto al papel indiscutible que la ciudad tenía en el mundo contemporáneo.
3. Vida y cultura burguesas
La burguesía organiza el crecimiento de las ciudades y su planificación, reservándose un
espacio social urbano en el que se representan las manifestaciones más específicas de la cultura
burguesa.
En la ciudad desaparecen los vínculos y usos tradicionales y nacen nuevas pautas de
comportamiento y modos de vida. La burguesía, ascendente en el poder y en la economía, dirigía
las transformaciones urbanas, el cambio de costumbres y la aparición de nuevos valores morales
y sociales. Un nuevo estilo de vida, a imagen y semejanza de la nueva sociedad burguesa, se iba
imponiendo como ideal para unos, o como referencia inalcanzable para otros.
La gran burguesía controlaba el poder económico y el político. Estaba compuesta por
industriales y banqueros, grandes comerciantes y empresarios, altos funcionarios, profesionales
cualificados, militares de alta graduación, etc. Gracias al control del poder municipal, dirigían la
planificación urbanística, el trazado de calles amplias y rectas en el centro de la ciudad antigua, la
expansión urbana fuera de las murallas, el diseño de nuevos barrios. Se construyeron nuevos y
espléndidos edificios, reservándose las clases acomodadas el piso "principal" para su uso.
Las clases medias urbanas procuraban imitar las formas de vida y los valores burgueses
desde su condición de propietarios de talleres o tiendas o de empleados en las escalas
intermedias de la administración, el ejército o las profesiones liberales.
Los nuevos barrios burgueses eran el escenario de una vida social propia. Para desarrollarla se
construían edificios tan característicos como la Bolsa, el teatro, la ópera, el casino, el nuevo
Ayuntamiento, los amplios cafés. Las clases dominantes contaban con lugares públicos propios; si
tenían que compartirlos, creaban ámbitos protectores o exclusivos: palcos de teatro, camarotes
lujosos en trenes y barcos, cabinas de baño en las playas, etc.
3. 1. El ámbito de lo privado: la casa.
La casa era el dominio privado por excelencia, el fundamento de la familia y el pilar del orden
social. Tanto el exterior como el interior eran símbolos del nivel social y de los logros adquiridos.
El valor supremo de la sociedad burguesa era la propiedad, y la casa tenía, entre otras funciones,
la de representar la riqueza de sus dueños.
El interior de la vivienda contaba con un gran salón para recibir a las numerosas visitas. La
familia se ofrecía allí como espectáculo a sus huéspedes, exponía la vajilla de plata, utilizada sólo
en las grandes ocasiones, un mobiliario tapizado, adornado con borlas o manteles, paredes
forradas por telas, cuadros, dobles cortinas en los ventanales, papeles pintados, jarrones,
alfombras, etc.
La impresión más inmediata de un interior burgués era la de apiñamiento y acumulación
ordenada de una masa de objetos, que eran expresión tanto del gusto como del precio, así como
de la abundancia y baratura de la mano de obra necesaria para fabricarlos.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
51
Un comedor de uso diario, el despacho del cabeza de familia, las habitaciones de los hijos y el
espacio privado por excelencia, la alcoba, completaban la distribución del inmueble. Junto a la
cocina estaban las habitaciones del servicio.
Las clases más acomodadas de Londres, de París o de Viena ofrecían el modelo más acabado
de cada burguesa. La cocina y el baño, curiosamente, fueron confinados a los extremos de la
vivienda y no experimentaron transformaciones de entidad hasta épocas más recientes. El baño
no era de uso frecuente. El agua corriente llegó por primera vez a París en 1865; retretes e
inodoros no se comenzaron a usar hasta fines de siglo.
La música entró en los hogares burgueses a través del instrumento más grande, aparatoso y
caro: el piano, y ningún interior burgués estaba completo sin él.
3. 2. La institución familiar.
La familia era la institución que garantizaba la unidad y la permanencia de la propiedad; toda
una serie de valores morales se derivaban de esta realidad. Todo lo que atentaba contra la
unidad familiar resultaba peligroso y, por tanto, inmoral; las pasiones libres de sus miembros,
cónyuges o hijos, eran inmorales porque no eran apropiadas para la institución familiar, ya que la
ponían en peligro.
La igualdad de derechos conquistada por la burguesía estaba lejos de ser una realidad social
para todos los miembros de la familia, que era, claramente, patriarcal. Según el Código
napoleónico, la familia era una unidad económica en la que, "el marido es el único administrador
de los bienes de la comunidad"; sólo el padre y propietarios gozaba de derechos políticos.
La elección de marido o esposa era un asunto de enorme importancia para las familias
burguesas. De ello dependía incrementar la propiedad o emparentar con los más destacados. La
libertad personal y los deseos de los individuos no eran tenidos en cuenta para decidir con quién
iban a casarse. La doble moral burguesa consistía en aceptar dos normas de comportamiento
diferentes: castidad para las hijas y fidelidad para las esposas, infidelidad tolerada para los
casados y permisividad sexual para los hijos varones.
La mujer era la dueña y la organizadora de la vida cotidiana del hogar; las múltiples tareas
que de ello se derivaban podían compensar, parcialmente, su inferioridad económica y jurídica.
Ejercía su autoridad sobre los niños y sobre un servicio doméstico numeroso (ayas, cocineras,
doncellas, etc.). Una "señora" se definía como alguien que no trabajaba y que, por tanto, ordenaba a otras que lo hiciesen.
3. 3. El vestido y la ocultación del cuerpo.
El vestido, como la casa, era expresión de las convenciones y los formulismos característicos
de la vida burguesa; estaba concebido para ocultar el cuerpo y para marcar una clara
diferenciación social, con la apariencia externa, de las clases populares, urbanas o campesinas.
La burguesía hacía una gran ostentación de ropajes, dejando pocas zonas del cuerpo visibles.
Sobre las camisas bordadas y el pantalón, largo y ajustado, los varones añadían chaleco,
corbata, pañuelos, dijes y cadenas, que adornaban la pechera y, en invierno, largas capas y
sobretodos. Se generalizó el uso del frac, de la levita, del lazo, del sombrero y de los guantes.
El vestido femenino era aún más complicado. Se componía de una multitud de prendas y
escondía, con más eficacia si cabe, el cuerpo de la mujer. Fajas y corsés creaban, no sin esfuerzo,
la imagen de un talle estrecho. Los vestidos largos exhibían abundantes lazos, cintas y encajes;
las enaguas eran una prenda intermedia entre la ropa interior, medias incluidas, y el vestido
exterior. Los sombreros femeninos eran más aparatosos que los masculinos, y podían ser
complementados por mantillas, tules y velos.
Nunca estuvo tan oculto el cuerpo femenino como entre 1830 y 1914, también por el uso y la
sofisticación de la lencería íntima. La provocación que supuso el famoso cuadro de Manet,
52
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Déjeuner sur l'herbe (1863), deriva del contraste entre la respetabilidad de los trajes masculinos
y la desnudez de la mujer. Hasta el final del siglo, la higiene corporal merece menos atención que
el aspecto externo.
En 1839, el francés Daguerre utilizó un procedimiento que le permitía fijar sobre una placa de
metal, tras un cuarto de hora de exposición, una imagen positiva, el daguerrotipo, de la que no
era posible sacar copias. La fotografía, que imprimía instantáneamente y posibilitaba las copias,
se desarrolló entre 1840 y 1850. Permitía abaratar y democratizar el retrato, hasta entonces
reservado a los pintores. La burguesía comenzó a retratarse tal como quería verse: respetable y
convencional.
3. 4. El ocio y el deporte.
Las clases acomodadas se relacionaban entre sí en una serie de espacios que definían la
nueva sociedad burguesa. Los cafés, que ya existían en Europa desde el siglo XVII, cambiaron de
aspecto a partir de 1850. Siguiendo la moda parisina se convirtieron en establecimientos amplios,
muy decora- dos y con grandes comodidades. Eran visitados durante las primeras horas de la
tarde o por la noche, y en ellos se podía leer el periódico, hacer tertulias, jugar al billar y oír
música.
Si los ciudadanos respetables querían evitar el contacto con las clases medias o inferiores,
organizaban círculos más selectos, como el casino o el club privado, donde sólo se permitía la
entrada a los socios. La asistencia al teatro o a la ópera, escenarios de la vida burguesa por
excelencia, estaba limitada por el precio de las entradas.
El desarrollo de la vida urbana vino acompañado de un redescubrimiento del campo, al que
se iba en excursiones campestres o en el que todo burgués adinerado que se preciara compraba
propiedades y casas rurales, para equipararse con una nobleza que nunca se había desprendido
totalmente de ellas.
A mediados del siglo XIX comienza la afición por el mar y la montaña. Nacieron los primeros
clubs de alpinistas, que completaron el conocimiento de los Pirineos y los Alpes. Se pusieron de
moda las playas (Normandía, la Costa Azul, la Riviera italiana) y los balnearios. La palabra turista,
procedente del idioma inglés, comenzó a generalizarse, a la vez que aparecían las primeras guías
de viajes.
La práctica de los deportes también definió el ideal de vida burguesa durante el siglo XIX. El
fútbol, antes de ser adoptado como deporte preferido por las masas, era practicado por
estudiantes en los colegios elitistas o en las principales universidades británicas. En 1863 se
fundó la English football association, que codificó las reglas del juego. Hacia 1885, el fútbol ya
había adquirido todas las características que hoy resultan familiares: el profesionalismo, la Liga, la
Copa... El rugby se había inventado ya en 1823; el tenis, en su forma actual, se inició en Inglaterra
hacia 1873, y el golf, que ya se practicaba en Escocia desde el siglo XV, se difundió en la segunda
mitad del XIX. En 1896, Pierre de Coubertin resucitó los Juegos Olímpicos y, en 1903, se corría el
primer Tour de Francia.
La cultura burguesa se desarrolló, especialmente, entre 1848 y 1875, período en el que la
burguesía se sentía segura de sí misma y de sus realizaciones. A finales de siglo se sentía más
amenazada, al percibir cómo las clases medias, los obreros y los trabajadores luchaban por
acercarse a las condiciones y formas de vida de sus dirigentes y ponían en cuestión el orden
social burgués.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
53
4. Cultura y condiciones de vida de las clases trabajadoras
La actividad económica e industrial exigía un creciente flujo de mano de obra hacia las
ciudades. Sus condiciones de vida y de trabajo eran muy diferentes a las de la burguesía y se
reflejaban en el espacio urbano y en una específica cultura obrera o popular.
El capitalismo industrial y su sistema de fábricas crearon una nueva clase trabajadora, unida
por la común condición de disponer de una sola fuente de ingresos: el salario, que recibía a
cambio de su trabajo. El factor más determinante de la clase obrera y trabajadora era, al
contrario que en el mundo de la burguesía, la inseguridad. No sabían cuánto dinero iban a llevar
a casa cada semana, ni cuánto iba a durar el trabajo o cuánto podían conseguir otro si lo perdían.
Una enfermedad, un accidente, una vejez prematura conducían inexorablemente a la
mendicidad.
La mano de obra de las fábricas y de las minas tenía en común con la amplia masa
trabajadora urbana (servicio doméstico, construcción, talleres, etc.) su dependencia del salario.
Compartían condiciones y formas de vida similares, se hallaban a un paso de la pobreza y les
separaba del mundo burgués un abismo amplio e insalvable.
La clase obrera parecía amenazar el orden establecido. Alcanzó su pleno desarrollo en
Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX y, entre 1850 y 1880, era ya casi la cuarta parte
de la población en los países europeos desarrollados.
4. 1. La casa y la vivienda.
En las zonas industriales interesaba que las viviendas estuvieran cerca de las fábricas. Así
surgieron los más característicos e improvisados barrios obreros, con edificios de dos o tres
plantas al principio, que aumentaron progresivamente en altura y volumen, a la vez que se
extendían por los suburbios de las principales ciudades. En la primera mitad de siglo, Gran
Bretaña era conocida por tener los suburbios más extensos y miserables de Europa.
Los barrios obreros crecían de manera desordenada, sin que el poder municipal atendiese a
los servicios mínimos: calles, alumbrado, conducción de aguas, vertidos, basura, etc. Las calles,
patios y corredores estaban muy degradados por el amontonamiento de desperdicios y basuras.
Al no haber desagües, se producía el estancamiento de aguas sucias, y la escasa ventilación
producía malos olores, con el constante peligro de infecciones. El interior de la vivienda se
reducía a una o dos habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas comunitarias.
La insalubridad de la vivienda obrera fue fuente de inspiración para novelistas como Charles
Dickens, Victor Hugo o Emile Zola, así como motivo de preocupación para los gobiernos más
progresistas. En la epidemia de cólera de 1832 se comprobó que muchas de estas enfermedades
se debían a las pésimas condiciones de vida. Las mejoras se fueron introduciendo
paulatinamente y se hicieron más visibles a partir de 1870; se debían a la preocupación de los
reformadores sociales y, sobre todo, a la presión de los propios trabajadores, organizados en
sindicatos y en partidos políticos obreros.
4. 2. El trabajo y el salario.
El número de horas de trabajo era variable según el tipo de actividad; se trabajaba más en las
industrias que precisaban de una mano de obra nueva. En las fábricas algodoneras del Lancashire
(Inglaterra) o en Mulhouse (Alsacia), la duración de la jornada laboral era de unas 15 horas, con
13 horas de trabajo efectivo.
La duración de la jornada laboral fue disminuyendo a lo largo del siglo. Hacia 1870, los
obreros pasaban más de 12 horas en la fábrica, con una interrupción de una hora y media para
las comidas; en el sector textil, la jornada era de diez horas y media, con la tarde del sábado
libre. Hacia 1880, la jornada se fue rebajando hasta las diez horas, a veces incluso nueve. A
finales de siglo, la principal reivindicación de las organizaciones de trabajadores era la jornada de
54
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
ocho horas de trabajo.
Mujeres y niños constituían buena parte de la mano de obra en las primeras etapas de la
industrialización. En 1839, la mitad aproximada del personal de las fábricas eran mujeres. Y los
datos del censo de 1851 muestran que, en Inglaterra, todavía trabajaba regularmente un 28% de
la población comprendida entre 10 y 15 años.
Los salarios eran muy bajos y estaban muy ajustados a la satisfacción de las necesidades
mínimas: vivienda y comida. El trabajo infantil estaba mucho peor pagado, lo mismo que el de
las mujeres, que percibían aproximadamente la mitad del salario de los hombres, aunque
realizaran el mismo trabajo e igual número de horas.
A partir de 1850, los salarios tendieron a aumentar, especialmente para los obreros
especializados. Pero el nivel de vida de la clase trabajadora seguía siendo muy bajo. La
alimentación absorbía más de la mitad del sueldo, quedando muy poco para el alquiler, la ropa u
otras necesidades. Las tasas de mortalidad seguían siendo más altas en los barrios obreros, y la
pobreza dominaba aún la vida de la mayoría las familias proletarias.
4. 3. La alimentación y el nivel de vida.
Las primeras etapas de la industrialización trajeron consigo una pésima calidad de vida para la
nueva clase trabajadora. A finales de siglo, su situación era más favorable, en parte debido al
descenso de los precios agrícolas y, en parte, a las conquistas sociales.
A nadie se le escapaba que la negación de los derechos políticos a los trabajadores, o la
prohibición de que se asociaran, hacía que se mantuviera un abismo entre las clases propietarias
y el proletariado. Quienes se beneficiaban de esta situación argumentaban que formaba parte
del orden natural de las cosas.
La dieta alimenticia de todas las clases sociales mejoró notablemente entre 1800 y 1900. A
mediados de siglo, el alimento principal era la harina (2,5 kg semanales), ya fuese en forma de
pan o de gachas, y la papa, extraordinariamente difundida a partir de 1850. Todo ello representaba el 70% de las calorías ingeridas. El consumo de carne, frutas, verduras o pescado era escaso.
Para las familias obreras resultaban productos demasiado caros. La alimentación del hombre era
mejor que la de la mujer, ya que ésta solía economizar comiendo menos.
El gasto en vestidos era muy reducido. Solamente se compraba un vestido cada varios años. La
indumentaria de la clase trabajadora se diferenciaba de la de la burgusa; la blusa y la gorra eran
los elementos distintivos para el hombre y un vestido largo para la mujer. El centro de ocio para
los hombres era la taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo, para las
mujeres no existían lugares propios para el ocio, simplemente porque no tenían tiempo de ocio.
Los trabajadores se lavaban más que los burgueses, sobre todo, por necesidad, ya que en
muchos oficios se ensuciaban diariamente los cuerpos y sus ropas. En Gran Bretaña, la producción de jabón se multiplicó por diez entre 1830 y 1875.
Tampoco podían ocultar el cuerpo cuando compartían pozos de agua y lavaderos comunes. Ello
explica que, para la mentalidad burguesa las formas de vida de los trabajadores estuvieran
caracterizadas por una promiscuidad poco ejemplar. También las relaciones afectivas y sexuales
eran más libres y desinhibidas entre la clase trabajadora, al estar menos mediatizadas por los
intereses de la familia burguesa. De hecho, en el París de 1850, uno de cada tres hijos nacía fuera
del matrimonio.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
55
Tema 14
Las respuestas sociales
1. El movimiento obrero
El movimiento obrero es considerado como un conjunto de acciones organizadas y
reivindicaciones de derechos sociales y políticos, desarrollados por la clase obrera en la sociedad
capitalista. Esto sucede especialmente a partir de la Revolución Industrial y dentro del nuevo
orden social que impone la burguesía. Persiguen, entre otros, dos objetivos principales: el
derecho de asociación y la reducción de la jornada laboral.
Entendemos por socialismo una forma de pensamiento y un sistema de ideas (ideología) que
defiende formas de organización social y normas de actuación basadas en la igualdad natural
entre los hombres y las mujeres y en la propiedad colectiva de los medios de producción.
Las teorías socialistas se desarrollan desde el siglo XVIII y durante la época de la Ilustración.
Aunque partían del mismo razonamiento que el liberalismo ("el hombre debe buscar e
imponer una organización natural y perfecta de la sociedad mediante la razón"), se diferencian
de éste esencialmente porque los socialistas no acentuaron sus principios en el individualismo,
sino en los intereses comunes de la organización social.
En un principio aparecieron una serie de pensadores que reflexionaron sobre los problemas y
contradicciones de la industrialización, proponiendo soluciones que se consideraban ideales;
Marx los llamó socialismos utópicos, alegando que proponían unas soluciones ideales (utópicas)
ante la situación laboral de la clase trabajadora.
En la solución por la vía pacífica de las reivindicaciones obreras, los utópicos preconizaban
organizaciones sociales y laborales más justas y de paulatina aceptación por la burguesía; en esta
solución ideal que plantean no existiría la explotación y reinaría la igualdad y la concordia. No
analizan, sin embargo, las causas de la explotación ni indican los medios para alcanzar su
"sociedad ideal".
Entre ellos destacamos a:
56
•
Owen, se dedicó a formar comunidades autosuficientes (aldeas de unidad y cooperación)
desde 1827. Proponía hacer a los obreros partícipes de la dirección y organización de las
fábricas. Fue uno de los precursores del sindicalismo en Inglaterra.
•
Saint-Simon, predicaba desde 1817 la necesidad de organizar la sociedad al margen de
militares y juristas, de forma que la gobernasen los industriales, inspirados por los sabios.
Divide a la sociedad en productivos (burguesía y obreros) y no productivos o estériles
(nobleza y clero). Considera que el mundo debe progresar a través de la industrialización.
•
Por esos mismos años, Fourier abogaba por una sociedad organizada en falansterios, que
eran unidades de trabajo concebidas como sociedades por acciones, en las que cada uno
de los miembros debía tener al menos una acción. Criticó la explotación bajo la que vivía
la clase obrera y fue uno de los primeros en formular la lucha de clases.
•
Louis Blanc, es conocido por el impulso que dio a los Talleres Nacionales.
•
Desde 1840, Proudhon, socialista utópico y precursor del anarquismo, concebiría en
cambio la sociedad como una federación de cooperativas, y la economía como una
federación de sindicatos. Su obra más conocida es ¿Qué es la propiedad?
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Inglaterra fue el primer país donde comenzaron a organizarse de forma colectiva los
trabajadores de las industrias para realizar sus reivindicaciones ante los gobiernos y autoridades
públicas: mejores condiciones laborales, derechos políticos, etc. En un primer momento, los
obreros tuvieron que defenderse por sí solos. En realidad, llevaban siglos haciéndolo. Las
sociedades de socorros mutuos, como sistema de previsión, y la huelga, como sistema de hacer
presión, existían desde hacía mucho tiempo. Pero, en el siglo XIX, la mayor sensibilidad en torno
a estas cuestiones hizo que fueran convirtiéndose en armas muy extendidas.
Las primeras protestas, desarrolladas en Inglaterra alrededor de 1820, y dirigidas contra la
utilización de máquinas y su destrucción, se conocen como movimiento ludita.
2. La conquista del sufragio universal
2. 1. El cartismo.
En 1824 se promulga una Ley de libertad de asociación que reconoció a los obreros ingleses el
derecho a formar sindicatos y utilizar la huelga como forma de presión, lo que facilitó su
desarrollo. En Inglaterra sus primeras reivindicaciones se centraban en la mejora de las
condiciones de trabajo y salarios más altos.
Desde 1840 las asociaciones de obreros ingleses se organizan ya por profesiones, como la
textil y la metalúrgica (obreros cualificados); darán lugar a la formación de los primeros sindicatos o Trade Unions (uniones de oficios).
En el Reino Unido las Trade Unions se habían multiplicado durante el siglo XVIII, hasta el
punto de que fueron prohibidas por el Parlamento de Londres en 1799. Reautorizadas en 1825,
llegarían a constituir muy pronto las primeras federaciones de Trade Unions (la primera, la "Gran
Unión General de los Obreros Hiladores del Reino Unido", en 1829). Fue también en el Reino
Unido donde el movimiento sindical enlazó más tempranamente con el movimiento político,
proponiendo no sólo las reformas laborales, sino además demandas políticas, y concretamente,
la democratización. En 1838, los dirigentes de la Asociación de Trabajadores Londinenses
aprobaron y propusieron una People's Chart ("Carta del pueblo", de ahí el nombre de cartismo)
donde reivindicaban, entre otros aspectos, el sufragio universal. Así nació el cartismo, que se
mantuvo vivo hasta los años cincuenta.
2. 2. Feminismo y sufragismo.
Los cambios producidos en la sociedad por la Revolución Industrial y las revoluciones liberales
hacen su efecto en la organización de la familia y en el papel de la mujer, que comienza a
reivindicar sus derechos al acceso a la enseñanza superior, la eliminación de sus discriminación
jurídica y el derecho al voto (sufragismo).
Este movimiento, que comienza sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se
comenzó a denominar feminismo, aunque en la actualidad expresa reivindicaciones muy
diferentes.
Las sufragistas reclamaban el derecho al voto para la mujer, lo que ya figuraba entre las
exigencias del cartismo en 1838, pero que no tomó fuerza en Inglaterra hasta 1865.
El sufragismo aparece como una forma de unir a las mujeres de todas las cases sociales e
ideologías para reclamar no sólo este derecho, sino también la participación política, para
reformar las leyes y la sociedad.
Los principales y primeros logros sufragistas se consiguieron en países como Estados Unidos,
Inglaterra y el ámbito geográfico anglosajón.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
57
3. El marxismo o socialismo científico
Su nombre proviene de Carlos Marx quien, junto a Federico Engels, es el gran ideólogo de
esta corriente socialista. Sus obras principales son: el Manifiesto comunista (1848) y El Capital
(1876), donde exponen conceptos fundamentales del marxismo.
Para Marx la economía es el fundamento de la Historia, la sociedad se articula en función de
las relaciones de producción (materialismo histórico); los hombres no viven ni actúan aislados,
sino formando grupos sociales diferentes, que siempre se han enfrentado y han luchado entre sí
(lucha de clases).
Según Marx, de la lucha entre proletariado y burguesía debe salir la destrucción de los medios
de producción. Entonces desaparecerán las clases sociales, todos los hombres serán iguales y no
habrá más lucha de clases. A este punto se llegará después de una etapa previa de dictadura del
proletariado, y, cuando se haya conseguido, el Estado podrá desaparecer.
El marxismo alcanzó gran difusión entre el proletariado europeo y llegó por primera vez al
poder en Rusia, tras la revolución de 1917.
La doctrina marxista se basa en los principios siguientes:
•
El papel revolucionario del proletariado ("La conquista del poder") Marx señala que
primero éste debe organizarse, luego conquistar revolucionariamente el Estado,
implantando su dictadura hasta llegar a imponer la sociedad comunista.
•
La abolición del capitalismo y de la propiedad privada.
•
El internacionalismo proletario y la organización de la clase obrera.
•
El uso de la dialéctica como base de cualquier estudio científico.
•
La interpretación materialista de la historia ("Las condiciones económicas y materiales
sustentan al orden social").
4. El anarquismo
A mediados del siglo, en la época de las revoluciones de 1848, algunos socialistas utópicos
derivaron hacia el anarquismo, teoría social y política que pretende la supresión del Estado,
otorgando una ilimitada libertad al individuo. Este término, que significa sin gobernantes,
aparece por primera vez en el libro de Proudhom ¿Qué es la propiedad?
Entre los pensadores anarquistas destaca el aristócrata ruso Backunin. Las ideas básicas de su
ideología eran: ateísmo, exaltación de la libertad del individuo y eliminación del Estado
(supresión, por tanto, del ejército, innecesario si desaparece el Estado), el rechazo de toda
autoridad y la necesidad de una revolución campesina, hecha por las masas de una manera
espontánea.
Según las ideas de Bakunin la sociedad quedaría organizada en comunas autónomas (grupos
de hombres y mujeres) en régimen de autogestión, mediante sufragio universal (tanto masculino
como femenino), con propiedad colectiva del capital y de la tierra, pero no de la producción. Las
distintas comunas podían separarse libremente o federarse.
La federación de sindicatos sería la encargada del gobierno de la sociedad, y la federación de
empresas de la planificación económica en autogestión; estarían dirigidas democráticamente por
toda la clase trabajadora, y nadie tendría la propiedad individual de los medios de producción.
Este es siempre un organismo opresor, que quita la libertad y, por ello, debe desaparecer.
Por eso, a su ideario se le llamaría anarquismo o acracia sin gobierno.
A finales del siglo XIX, en algunos grupos ácratas, se adoptó el terrorismo como medio de
actuación contra el Estado.
58
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
5. La primera Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)
Se organiza en Londres en 1864 y se disuelve en el Congreso de La Haya en 1872, al ser
expulsados los anarquistas.
Se crea por la necesidad de lograr la solidaridad internacional de los trabajadores, ya que
parten de la idea de que los problemas del proletariado son los mismos en todas las naciones, y
de la convicción de que la acción de las masas debía estar organizada. Su debilitamiento se
produjo, más que por la persecución que sufrieron de los gobiernos de los distintos países (al
poner en práctica las huelgas y otras acciones obreras), por los enfrentamientos internos,
especialmente entre Marx y Bakunin.
A partir de 1870 comienzan una serie de problemas que condujeron a la caída y desaparición
de la I AIT. Entre ellos destacamos dos: el fracaso de la Comuna de París y las señaladas
diferencias ideológicas entre anarquistas y socialistas.
6. La II Internacional
Muerto Marx se constituye en París, en 1889, la II Internacional (II AIT). De nuevo se reanudó
en su seno el enfrentamiento entre socialistas y anarquistas. Estos últimos fueron expulsados
definitivamente de esta Internacional en el congreso de Londres, en 1896, con lo que pasa a ser
desde entonces una Internacional esencialmente socialista.
Se organizó como una especie de federación de partidos socialistas, dada la fuerza y el
protagonismo alcanzado por aquellos en los distintos países europeos. Adoptó los principios
teóricos del marxismo y contempló la posible colaboración con la burguesía ("reformismo"),
demandando una legislación laboral de carácter internacional.
A partir de 1900, y una vez lograda su homogeneización ideológica, se constituye el Bureau
socialista internacional, compuesto por dos delegados de cada país.
Uno de los primeros acuerdos de esta Internacional fue la proclamación del Primero de Mayo
como día internacional de la lucha obrera por la jornada de ocho horas.
Los grandes problemas que se plantearon en su seno fueron el cambio de actitud ante el
revisionismo (reformismo o colaboración con la burguesía), el rechazo al colonialismo y la
cuestión de la amenaza de la Primera Guerra Mundial (defensa del pacifismo y del
internacionalismo por oposición a las posturas belicistas y nacionalistas); crearía una crisis en su
seno hasta que, en 1919, surge la III Internacional, impulsada por Lenin al convocar en Moscú una
Conferencia Internacional Comunista.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
59
Tema 15
La Segunda Revolución Industrial
La producción industrial aumentó enormemente en la segunda mitad del siglo XIX, tanto en
los sectores conocidos (como el textil y el siderúrgico), como en otros nuevos, que se ven
favorecidos por los avances científicos y técnicos y alentados, entre otros factores, por la
investigación y las secuelas de la depresión económica de 1873.
A partir de 1870 nos encontramos en una segunda fase de la Revolución Industrial. Se
conocen nuevas fuentes de energía: electricidad y petróleo fundamentalmente; nuevos metales
como el acero, el cobre, el níquel y el aluminio. Surgen los motores eléctrico y de explosión, que
tienen una gran incidencia en la producción industrial y en los medios de transporte.
Asimismo, se sientan las bases de la industria química, eléctrica, mecánica, de alimentación,
etc. Piense, por ejemplo, en la importancia del alumbrado, que empieza a desarrollarse a partir
de que Edison inventara la bombilla en 1879. Este nuevo proceso industrial va unido al desarrollo
del Gran Capitalismo.
Los progresos del maquinismo permiten la producción masificada, estandarizada y en serie de
productos; éste es el fundamento del posterior trabajo en cadena, que se conoce como
taylorismo, o racionalización del trabajo, cuyos resultados fueron, entre otros, la mayor
producción, el aumento de la división del trabajo, el descenso de los precios y aumento del
consumismo.
No todos los países tuvieron el mismo nivel de desarrollo ni la misma expansión industrial;
además, existieron modelos diferentes para el avance de la industrialización y su aplicación.
1. La difusión de la industrialización y las nuevas formas del capitalismo
Los procesos de industrialización se intensificaron y se extendieron. Surgieron nuevas
potencias industriales. Los ritmos cíclicos del crecimiento capitalista repercutían en una
economía progresivamente internacionalizada.
La economía mundial, alrededor de 1870, estaba dominada por Gran Bretaña, el país donde
se había producido la Revolución Industrial y el desarrollo del capitalismo. Su población se había
triplicado en menos de un siglo, y siete de cada diez personas vivían en grandes ciudades. La
población ocupada en la agricultura había descendido hasta un 14% y la población activa
industrial llegaba al 55%. Cerca de la cuarta parte de la producción industrial del mundo se
elaboraba en Gran Bretaña.
El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda era el exportador más importante de productos
industriales, de capitales y de servicios financieros. La libra esterlina era la moneda internacional
por excelencia y Londres la capital del mercado mundial. La nación pionera de la industrialización
mantuvo su hegemonía a lo largo del siglo XIX y fue la primera potencia mundial hasta 1914.
Otros países iban a seguir de cerca el camino trazado por las transformaciones de la
economía británica. La industrialización francesa es un proceso más tardío y más lento que
despegó con cierta fuerza durante el Segundo Imperio, entre 1850 y 1870, siempre a partir del
sector textil y metalúrgico. En Italia, los políticos del Risorgimento promovieron el desarrollo
industrial; entre 1860 y 1880, la burguesía de los Estados del norte unificó el mercado, impulsó la
construcción ferroviaria y desarrolló un importante foco de industrialización textil a partir de la
seda en Lombardía.
La producción de la industria rusa creció con una tasa media anual de un 5% entre 1860 y
1913. El Estado promovió el desarrollo de las industrias pesadas: minería del carbón, hierro y
60
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
petróleo. En 1913 el complejo industrial ruso, aunque muy localizado en algunas zonas
occidentales, era ya el quinto del mundo.
En las dos últimas décadas del siglo XIX la industrialización siguió avanzando por Europa con
distinta intensidad, pero sobre un área más extensa que abarcaba Bélgica, Holanda, Francia, el
norte de Italia, Cataluña y el País Vasco en España, Alemania, Suecia, algunas regiones de Rusia y
territorios del Imperio austrohúngaro (Bohemia, Hungría). La novedad fue la emergencia de
potencias industriales que ponían en cuestión la tradicional preeminencia de la economía
británica.
2. Las nuevas potencias industriales
A mediados del siglo XIX Alemania era un conjunto de estados, económicamente atrasados,
que formaban un conglomerado político en el centro de Europa. En el curso de una sola
generación se convirtió en un imperio unificado, con una industria en expansión acelerada y
basada en una avanzada tecnología.
La unificación política de 1871, bajo la dirección de Prusia, contribuyó a un rápido e intenso
desarrollo económico e industrial. Alemania se benefició de su incorporación tardía a la
industrialización, porque pudo incorporarse directamente a los nuevos y modernos sectores
industriales: siderurgia, minería, ingeniería, electricidad, química. La industria pesada tomó la
delantera a la fabricación de bienes de consumo. En el caso alemán la relación de la banca y del
Estado con la industrialización fue particularmente importante: la primera aportaba el capital
necesario para las grandes empresas y el segundo, la voluntad política de convertir a la nación en
una gran potencia económica.
Entre 1850 y 1913, la población se duplicó dos veces y media llegando a 65 millones de
habitantes. Entre 1880 y 1900 la producción de acero se multiplicó por diez, superando
ampliamente la producción británica. La industria de construcción de maquinaria empleaba
51.000 trabajadores en 1861 y 1.120.000 en 1907. En 1913, la industria química era la más
importante del mundo y la mitad del comercio internacional de productos eléctricos era de
origen alemán. El desarrollo económico de Alemania exigía comprar materias primas y vender
productos industriales en los mercados exteriores. Su creciente capacidad de producción la
convirtió en la principal potencia industrial de Europa y agudizó la competencia y revalidad que
mantenía con el Reino Unido.
Otro caso de rápida e intensa industrialización se venía desarrollando al otro lado del
Atlántico. Los 32 millones de habitantes que Estados Unidos tenía en 1865, se habían convertido
en 100 millones hacia 1914. El gran número de emigrantes europeos, la constante marcha hacia
el oeste y la abundancia de recursos básicos (carbón, hierro, petróleo) explican la configuración
histórica de la nueva nación norteamericana.
El crecimiento económico se aceleró en la década 1850-1860 a partir de la expansión de la
industria textil, minera y metalúrgica. La construcción del ferrocarril incidió en el desarrollo de
una importante industria pesada. La extracción de petróleo situó a Estados Unidos en una
posición enormemente ventajosa; la primera perforación petrolífera se realizó en Pensilvania, en
1859. Estados Unidos adoptó y desarrolló los sistemas de producción y organización empresarial,
propios de la segunda revolución industrial. Todos estos factores encaminaron a la economía
norteamericana hacia la hegemonía mundial, que sustituiría a la británica.
Hacia 1913, la industria norteamericana producía cuatro veces más acero y casi el doble de
carbón que Gran Bretaña. Una característica del vigoroso crecimiento de la economía
norteamericana era que se llevaba a cabo sobre la base de una distribución equilibrada entre los
recursos y el número de habitantes. Las nuevas y vastas extensiones componían un mercado
muy amplio; la mano de obra para la industria era escasa, ya que siempre tenía abierta la
posibilidad de desplazarse como colonizadora hacia la frontera que avanzaba hacia el oeste; por
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
61
esta razón los salarios eran altos y la industrialización norteamericana, a diferencia de la europea,
podía desarrollarse con altos niveles de renta y de consumo por habitante.
En el período que precede a la Primera Guerra Mundial los antiguos capitalismos, inglés y
francés, fueron alcanzados y pronto aventajados por los nuevos capitalismos alemán y
norteamericano; se configuró así una nueva situación que ponía fin a un siglo de hegemonía
británica.
3. Los ritmos de la economía capitalista: ciclos y crisis
El desarrollo industrial y capitalista impulsó una integración de la economía mundial cada vez
más estrecha. Europa y Estados Unidos producían y exportaban mano de obra, manufacturas,
capitales y servicios, como nunca lo habían hecho con anterioridad. Esta mundialización de la
economía fue un proceso que se intensificó de modo extraordinario desde finales del siglo XIX y
que ha continuado ininterrumpidamente hasta la actualidad.
El capitalismo, en sus inicios, había roto las trabas que se oponían a la libre circulación de las
mercancías y había constituido mercados nacionales: su expansión, desde las últimas décadas
del siglo XIX, se llevó a cabo mediante la formación de un mercado internacional. Si el tráfico
entre las naciones era de 2.000 millones de libras a principios del siglo XIX, en 1900 alcanzaba un
volumen de 100.000 millones. A lo largo de un siglo, Gran Bretaña había multiplicado su
comercio exterior por 14, Francia por 15, Alemania por 34 y Estados Unidos por 149.
El nuevo, y ya maduro, sistema capitalista se caracterizaba por estar sometido a unos ritmos
cíclicos; se alternaban y sucedían períodos de expansión acelerada del crecimiento y de la
producción con etapas de dificultades económicas, de crecimiento más lento, de depresión y de
crisis. Estos fenómenos fueron inherentes al nuevo sistema económico desde sus inicios, pero su
magnitud y sus consecuencias se fueron ampliando conforme la economía mundial iba estando
más interrelacionada.
Las crisis económicas en las sociedades preindustriales eran crisis de escasez; las malas cosechas reducían la cantidad de productos agrarios en el mercado y, consecuentemente, se producía
una subida del precio de los mismos. Las crisis propias del nuevo sistema capitalista, eran, por el
contrario, crisis de superproducción industrial. Por diversas circunstancias, el conjunto de la
economía, o alguno de sus sectores dominantes, producían por encima de las posibilidades de
consumo; al existir en el mercado más mercancías de las que la demanda era capaz de consumir,
bajaban los precios de las mismas, descendían los beneficios de las empresas, disminuían
temporalmente la producción y aumentaba el paro entre la clase trabajadora.
La expansión del capitalismo estuvo salpicada de cortas crisis, reajustes y pánicos financieros,
que tuvieron una frecuencia aproximadamente decenal: los problemas de 1816 se explican por la
reconversión de la economía británica, dedicada en los años anteriores a cubrir las necesidades
de la guerra con Francia y que a partir de la firma de la paz tuvo que adaptarse a una situación
que exigía producir menos; en 1825 y 1836, los préstamos y las inversiones en los nuevos países
latinoamericanos no dieron los resultados esperados, produciendo la ruina de muchos
inversores; en 1848, las malas cosechas redujeron los ingresos de los agricultores y descendió
bruscamente la demanda de productos industriales; en 1857, la disminución de la demanda en la
construcción de los ferrocarriles contribuyó a difundir la crisis decenal; en 1866, los precios del
algodón se habían encarecido extraordinariamente a causa de la guerra de Secesión norteamericana.
El resultado era siempre el mismo: la nueva economía industrial había producido por encima
de sus posibilidades. En 1873 se produjo otra crisis económica; al principio se pensó que sería
una fluctuación breve y similar a las ya conocidas. Pero esta nueva crisis inauguró un largo
período que los contemporáneos denominaron, por primera vez, Gran Depresión.
62
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
4. La primera Gran Depresión del capitalismo: 1873-1896
La primera manifestación de una depresión económica era la bajada de los precios. La
agricultura fue la primera víctima, precisamente porque la producción agraria se estaba
incrementando de forma notable. Decenas de millones de emigrantes europeos se dirigían a
territorios de ultramar (EE.UU., Australia, Argentina, etc.) en los que el acceso a la propiedad de
la tierra era más fácil.
Las favorables condiciones ecológicas de estos nuevos países y la aplicación del valor al
transporte interoceánico fueron la causa de que los mercados europeos se vieran invadidos, a
partir de 1870, de productos agrarios producidos con costes menores y vendidos a precios más
bajos. Las consecuencias para los agricultores europeos fueron dramáticas: vieron cómo los
precios y beneficios descendían en un 30%.
Reclamaron protección arancelaria para sus producciones, organizaron revueltas campesinas
(Irlanda, España, Sicilia, etc.) o fueron empujados por su creciente pobreza a engrosar las filas de
la emigración. El número de campesinos, que disminuía conforme avanzaba la industrialización,
se redujo aún más en todos los países europeos. La llamada crisis o cuestión agraria constituyó
un tema destacado de preocupación para la opinión pública y los gobiernos europeos.
El sector industrial y financiero siguió la misma pauta que el sector agrario durante dos largas
décadas. En 1873 el crash de la Bolsa de Viena fue seguido de quiebras bancarias en Alemania,
por lo que el crecimiento de la industria pesada alemana se tuvo que ralentizar, una vez acabado
el esfuerzo de guerra necesario para la unificación. El precio de los productos metalúrgicos
descendió un 37% en 1874 y aparecieron altas cifras de paro obrero.
En EE.UU., la finalización del tendido ferroviario, que unió el Atlántico con el Pacífico (1869),
hizo caer el precio de los materiales de fundición en un 27%, disminuyó el valor y rentabilidad de
las acciones y quebraron bancos y sociedades ferroviarias. En Gran Bretaña, se registraron 13 130
quiebras de empresas en 1879 y las exportaciones descendieron en un 25%. En Francia hubo
quiebras bancarias industriales (minas y metalurgia, construcción, textil, porcelana) y, como en
todas partes, se produjo un aumento del paro y un descenso de los salarios.
El resultado de esta larga crisis de la economía mundial fue el descenso de los precios: un
32% en Gran Bretaña, el 40% en Alemania, el 43% en Francia y el 45% en los Estados Unidos. La
magnitud del paro obrero que acompañó a la gran depresión era una novedad desconocida hasta
entonces: en Gran Bretaña se situó entre un 10% y 7,3% a lo largo del período.
La depresión de 1873 constituyó una nueva etapa del desarrollo del capitalismo y de la
economía mundial. Sus consecuencias repercutieron con fuerza en las estructuras sociales y en
las políticas de todos los países. Durante este período el conjunto de la producción agraria e
industrial aumentó, pero disminuyeron los precios, los beneficios y la rentabilidad de las
inversiones. Se intensificó la competencia entre las empresas, para reducir los costes de
producción, y entre las naciones, para proteger sus propias economías, y aumentó la rivalidad
entre las principales potencias para controlar los recursos económicos y los mercados del mundo
extraeuropeo. La competitividad aplicada a la industria introdujo trascendentales innovaciones
tecnológicas y cambios en la organización del trabajo industrial.
5. Las prácticas del capitalismo monopolista: trust, cartel y holding
La primera fase de la Revolución Industrial se había caracterizado por una relativa dispersión
del capital en numerosas empresas, muchas de ellas incluso de tipo familiar, que actuaban en
competencia (entre sí) en un mercado libre. A partir de este modelo se fue avanzando hacia la
concentración de capital en pocas manos, como resultado de la fusión de empresas mediante
compra. Las empresas menos prósperas empezaron a ser absorbidas por las más poderosas, de
modo que éstas crecieron hasta alcanzar enormes proporciones y pasaron a controlar
determinados sectores de la economía de un país, ejerciendo, de hecho, un monopolio sobre
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
63
ciertos productos o servicios.
Hacia 1870, los principales trazados ferroviarios europeos estaban terminados, por lo que se
inició el salto hacia otros continentes en busca de nuevos espacios para la inversión. Gran
Bretaña, Francia, Alemania o Bélgica construyeron y equiparon los ferrocarriles de América del
Sur y (parcialmente) del Norte, de la India, de Oriente Próximo y también de la periferia europea
(España). La competencia por las adjudicaciones provocó una gran rivalidad por la expansión y el
control de los mercados extranjeros. Las grandes sociedades financieras, dueñas de importantes
empresas, se introdujeron en diversos países de Asia, África y Oceanía, apoyadas por los propios
dirigentes de esos países, interesados en modernizarse, ya que los transportes y las
comunicaciones eran sectores fundamentales para fortalecer su dominio sobre la población. Sin
embargo, sus deudas les convertirían pronto en títeres, incapaces de hacer frente a la
dominación extranjera. La red mundial de transportes y comunicaciones ultramarinas favorecía a
los países "modernos".
En 1862, gracias a los cables submarinos aislados, Gran Bretaña lograba comunicarse con la
India a través del Mar Rojo, lo que facilitaba el dominio de la metrópoli sobre su colonia más
importante.
Esta superioridad tecnológica fue la responsable del establecimiento de una economía
mundial basada en la división internacional del trabajo entre el bloque de las naciones
industriales europeas (a las que se incorporaban Estados Unidos y Japón) y el anillo concéntrico
de una periferia de productores de materias primas. La artesanía tradicional, como la fabricación
manual de telas de algodón en la India, se hundía ante la imposibilidad de competir con los
tejidos ingleses. El intercambio comercial perjudicaba a los países importadores de productos
industria- les, que se iban endeudando progresivamente.
El proceso de fusión y expansión de empresas que da lugar a la concentración de capitales
adopta diferentes formas: trust, holding y cartel.
Uno de los primeros trust conocidos es la Standard Oil Company, fundada en 1867 por John
D. Rockefeller y convertida después en sociedad anónima. Esta compañía se dedicaba al refinado
de petróleo en Pensylvania (EE.UU.). Los beneficios obtenidos en esta actividad permitieron a la
compañía invertir en empresas de refinado de otros estados del país. Hacia 1880, la Standard Oil
Company se había convertido, de hecho, en un trust, ya que concentraba el 90 por 100 del
negocio del petróleo americano, ejerciendo un monopolio que le permitía la libre fijación de
precios al no contar, prácticamente, con competencia. Así, podemos definir un trust como una
forma de concentración empresarial que se lleva a cabo "confiando" las acciones de varias
compañías, pertenecientes a un mismo sector, a otra compañía creada para aglutinar a las
anteriores. De este modo, los socios o accionistas de la nueva entidad reciben acciones, a cambio
de sus viejas acciones en las anteriores empresas, disueltas ahora en el trust. Otro caso conocido
de trust es el de la Ford, en el sector del automóvil. Esta gran empresa cuenta con minas de
hierro, plantas siderúrgicas, medios de transporte, fábricas de piezas, plantas de montaje de
coches y redes de distribución y venta. El trust se desarrolló especialmente en América.
La reacción del gobierno de Estados Unidos contra las prácticas monopolistas fue tan rápida
como ineficaz. En 1890 la Sherman Anti Trust Act establecía:
Que todo contrato, combinación o confabulación, destinados a restringir el comercio entre
estados (se refiere a la Unión Federal estadounidense) o con las naciones extranjeras, era ilegal.
Que toda persona que intentara monopolizar una parte cualquiera de dicho comercio incurría en
delito (...)
Pero también en Europa se formaron sociedades análogas, como los Konzern (consorcios)
alemanes de Thyseen o Krupp en el sector metalúrgico. A pesar de sus enormes dimensiones, los
trust más célebres permanecían como obra individual de una dinastía de multimillonarios,
enriquecidos gracias a los enormes beneficios obtenidos en régimen de casi monopolio.
64
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Uno de los resultados indeseados de la legislación americana contra los trust fue la aparición
del holding. El holding es el resultado de la actividad de una compañía que ha invertido en
empresas de distintos sectores, a las cuales domina por ser accionista mayoritario. De esta
manera se forma un conglomerado empresarial en el cual la empresa madre acumula paquetes
de acciones de las demás empresas, por lo que su consejo de administración controla la toma de
decisiones de todas ellas. Al tratarse de distintos sectores (concentración horizontal) se burlaba a
las autoridades, que estaban preocupadas únicamente por la absorción de empresas de un
mismo sector (concentración vertical) realizada en los trust.
En 1901 se formó en EE.UU. el holding United Steel Corporation, originado por la integración
de una gran sociedad bancaria dirigida por John P. Morgan, magnate de las finanzas, y un trust
siderúrgico encabezado por A. Carnegie, la Carnegie Company of New Jersey. El grupo controlaría
también parte del transporte marítimo, con una flota de 110 navíos, y terrestre, con una red
ferroviaria de 2.340 km. En total, este holding gigantesco estaba integrado por 783 fábricas y
establecimientos. La "dispersión" de las inversiones en distintas empresas y negocios suponía
una garantía en el caso de que alguno de los sectores del holding entrase en crisis, ya que se
podrían compensar pérdidas con las ganancias de otros sectores.
Otro ejemplo conocido es el holding Rumasa en España, propietario de empresas diversas,
desde bancos, bodegas y constructoras hasta centros comerciales.
Por último, el cartel no es, como los anteriores, el resultado de una fusión de empresas y
concentración de capital. Se trata de un acuerdo entre varias compañías de un sector o
producto para repartirse el mercado, mediante la asignación de determinados países para venta
en exclusiva o de cuotas de participación y producción. De este modo eliminan la competencia
entre ellas y pueden fijar precios más altos.
La concentración de capital en pocas empresas de gran tamaño fue una característica general
de la producción de energía eléctrica, que precisaba de grandes centrales y costosas
instalaciones. Pronto extendió su actividad a la creación de una industria de material eléctrico,
que incluía desde las bombillas y dinamos al equipamiento telefónico. En Holanda dominaba
Anton Philips; en Alemania la AEG (Allgemeine Elektrizität Gesellschaft) y la firma berlinesa
pionera de W. von Siemens; en EE.UU. la General Electric (que había absorbido a la compañía
Edison y a la Thomson- Houston Electric Co.) y su rival, la Westtinghouse. De los mercados
nacionales se dio el salto a las internacionales y, para evitar la competencia, se establecieron
acuerdos. Así, por ejemplo, en
1938 se forma un cartel germano-norteamericano entre dos de las empresas mencionadas:
la
AEG y la General Electric Company.
Un caso más reciente fue la OPEP, organización en la que los países productores de petróleo
se reparten cuotas de producción de forma que se controlan los precios.
La difusión de estas prácticas monopolistas suponía, de hecho, la anulación de la libre
competencia, que había sido el fundamento básico del sistema capitalista. Por otra parte, hay
que señalar las implicaciones políticas que generaban estos intereses, al formarse grupos de
presión sobre los gobiernos que intentaban orientar la dirección de la política exterior de los
estados. Más adelante, se pasaría a la ocupación directa de otros territorios.
Pero aunque la pujanza de la industria alemana y estadounidense era superior a la británica y
la agricultura de las islas Británicas tuvo que remodelarse (como la del resto de Europa) para
hacer frente a la competencia de los países nuevos, Gran Bretaña mantenía su primacía como
mercado de capitales y seguía dominando el comercio mundial. La ciudad de Londres, la mayor
urbe del mundo en esta época, era el centro de los servicios comerciales y financieros (banca,
seguros...) internacionales. Además, casi la mitad de la inversión extranjera mundial procedía de
Gran Bretaña, cuyo imperio colonial era el más extenso de los que habían existido. Su flota
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
65
mercante y de guerra era gigantesca: superaba la suma de las de todos los países europeos
reunidos o triplicaba la flota estadounidense. La riqueza de Gran Bretaña procedía cada vez
menos de su potencia económica propia y cada vez más de su imperio colonial.
Así pues, la hegemonía económica mundial pasó a ser compartida, y las fricciones suscitadas
por la rivalidad colonial provocaron un aumento de la tensión internacional, que se vio
acompañada por el crecimiento de la industria armamentística. La supremacía naval británica, de
la cual dependía la defensa de los intereses económicos de ultramar, se convirtió en una
obsesión para Gran Bretaña. Los intentos de Alemania para aumentar y modernizar su flota (Plan
Tirpitz) fueron recibidos en aquel país como una amenaza. Mientras, inadvertidamente, Estados
Unidos iba mejorando sus comunicaciones marítimas: arrebatando Cuba, Puerto Rico y Filipinas
al extinto Imperio Español (1898) o interviniendo en la independencia de Panamá, respecto de
Colombia (1903), para asegurarse el tránsito por el Canal, cuya construcción se acabaría años
más tarde.
66
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 16
La expansión colonial
La proyección de Europa sobre otros continentes y el impacto de la misma constituyen uno
de los fenómenos clave de la Historia Contemporánea. Aunque Europa había iniciado su
expansión por el resto del mundo a finales de la Edad Media, a comienzos del siglo XIX ésta
adquiere rasgos particulares, como consecuencia del desarrollo de la Revolución Industrial, y
alcanza su máxima amplitud en el último tercio del siglo XIX, época dorada del imperialismo. Las
zonas que se colonizan quedan subordinadas a Europa, que les ofrece un status especial y las
asimila, aunque no las integra. Se trata de un "aprovechamiento" de la supremacía militar,
económica, política y cultural de las potencias más evolucionadas en detrimento de los países
menos desarrollados.
Las potencias coloniales por excelencia son Gran Bretaña y Francia, Alemania e Italia se
incorporarán más tarde y Portugal y España también intervendrán, aunque su gran momento
colonial no corresponde al XIX. En esta época, Rusia llevara a cabo su expansión continental.
Asimismo harán su aparición dos potencias que competirán con Europa en la creación de
imperios coloniales: Estados Unidos y Japón.
La anexión colonial se contempla como un derecho indiscutible y el reparto se lleva a cabo sin
contar con las poblaciones que habitaban los nuevos espacios. Aquí no se utilizan las prácticas
liberales de sus países de origen, ya que consideraban "bárbaras" y "atrasadas" a las nuevas
gentes.
1. Causas del imperialismo
La explicación de los orígenes del fenómeno colonial sigue provocando debates en la
investigación histórica. Hoy son menos quienes atribuyen el fenómeno colonial a un único factor,
y el proceso se suele explicar por la confluencia de varios. A continuación enumeramos los más
importantes.
1. 1. Factores económicos.
Aunque los factores económicos han sido sobrevalorados por muchos historiadores, lo cierto
es que son determinantes: no es casualidad que las grandes potencias coloniales sean, a su vez,
las potencias más industrializadas y que, además, esta expansión se produzca en un momento en
que la economía europea atraviesa una fase depresiva.
Hacia 1873 se produce un cambio de trend (una modificación en la tendencia general de la
economía) por una crisis de superproducción. La gran industria moderna no podía crecer si no
encontraba nuevos mercados para dar salida al excedente productivo. Pero todos los países
europeos, con la excepción de Gran Bretaña, habían adoptado a partir de 1879-80 medidas
proteccionistas (así sucede en España con el arancel de 1892). Se hacía necesario abrir mercados
fuera de Europa, ya que como afirmaba el político francés Jules Ferry, la consumición europea
está saturada y sólo la política colonial permitiría encontrar nuevos contingentes de
consumidores. Asimismo, los grandes estados industriales tenían una considerable masa de
capitales que necesitaban ser invertidos, de la misma forma que necesitaban proveerse de
materias primas.
Los grupos oligárquicos que dirigen la economía son los que más presionan a los políticos
para que se lancen a la conquista. Por su parte, los gobiernos justifican a los pueblos su política
ultramarina con la excusa de garantizar la seguridad económica para la nación y para sus
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
67
trabajadores ante un futuro que se dibuja desastroso por la falta de materias primas, fuentes de
energía y mercados.
1. 2. Factores sociales y demográficos.
Europa aumentó su población entre 1815 y 1870 de 190 millones a 300 millones. Esta
superpoblación trae consigo paro y emigración y muchas personas no tendrán más salida que
iniciar una nueva vida en otros continentes. A lo largo del siglo pasado se calcula que emigraron
40 millones de personas desde Europa, con cifras récord en 1887 y 1914, años en los que se
contabilizaron 1.400.000 emigrantes.
La superpoblación, unida al "agobio económico", planteaba a los gobiernos el doble problema
de la pobreza y la agitación social. Desde esta perspectiva, la colonización suponía cierta
esperanza. El proletariado en paro vio en ella una forma de mejorar sus condiciones económicas,
laborales y sociales.
Además, el avance de los transportes y el aspecto psicológico de incitación agudizarán el
fenómeno migratorio. El burgués, en su afán de enriquecerse, y el proletario, por librarse de sus
adversas condiciones materiales y sociales, apoyarán la política colonial imperialista.
1. 3. Factores político-ideológicos.
Son muchos los historiadores que consideran los factores político-ideológicos como
fundamentales. Estos factores están presentes, por ejemplo, en Gran Bretaña, que cuida el valor
estratégico de sus enclaves coloniales en función de su actividad comercial. Dichos enclaves le
permiten poseer una serie de escalas seguras en los viajes al imperio para que sus barcos
reposten, a la vez que le sirven de protección para sus rutas comerciales.
En el caso de Francia el factor político del prestigio desempeña un papel decisivo para
intentar olvidar la derrota de 1870 ante Prusia.
La mayoría de los dirigentes vieron la política colonial como un medio para mantener, incluso
para aumentar, la hegemonía y el prestigio de sus respectivos países. Muchos políticos
pensaban que una nación no era poderosa si no poseía colonias.
En pocos años, el nacionalismo se transforma en imperialismo. A los pueblos o naciones ya no
les bastaba con desempeñar un papel importante dentro del sistema de estados europeos,
ambicionaban ser una potencia ultramarina. La expansión territorial adquiere, pues, un nuevo
matiz. No se desean los territorios sólo como explotación económica o ubicación demográfica...,
también se desean porque su posesión hace que esa nación mejore su status; de simple potencia
europea pasa a ser considerada gran potencia mundial.
Surgen además las afirmaciones pseudo-científicas darwinistas de la lucha por la existencia y
la supremacía de las especies, que se trasladan del campo de la biología a la política. Aparece la
"ley del más fuerte" o "del pez grande que se come al chico"; es decir, la supervivencia de las
naciones más adaptadas a costa de las pequeñas (y, en consecuencia, la extinción de las
indefensas y poco adaptadas) se ve como un hecho natural, casi "biológico". Existía la plena
convicción de que sólo las naciones capaces de transformarse en imperios serían las que en el
futuro se impondrían. En Gran Bretaña algunos políticos, como Pearson, pensaban que existía
una lucha entre razas, suponiendo cualidades superiores en la "raza británica". De la misma
forma, dirá lord Roseberg: What's empire but the predominance of race? (¿Qué es el imperio
sino la supremacía de la raza?).
Como es lógico, esta nueva ideología supuso un completo cambio en las relaciones
internacionales entre las potencias. La visión de la expansión colonial como una necesidad vital
de las grandes naciones llevó a una carrera abierta por el colonialismo, hasta el punto de que
hubo que reglamentar y transportar el equilibrio europeo a las colonias (Conferencia de Berlín de
1885 sobre el reparto de África). Aun así, la fuerza de estas ideas "pseudocientíficas" planteaba
68
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
problemas, de hecho en 1890/98 hubo un período de "crisis de redistribución colonial" en el que
la potencia más fuerte, por el solo hecho de serlo, tenía las razones suficientes para ver cumplida
su voluntad.
También hay que destacar la influencia de doctrinas psuedohumanitarias, como la de
Rudyard Kipling del white man burden, la responsabilidad del hombre blanco, o el deber de las
naciones blancas de transmitir a los pueblos subdesarrollados las conquistas de la civilización
europea. Este pensamiento, aun revelando una "buena voluntad", está muy unido al
pensamiento racista de Europa y especialmente al germano: las razas blancas, y sobre todo las
teutónicas, estaban llamadas por naturaleza a dominar a los pueblos de color, ya que poseían
una mayor vitalidad y superioridad cultural.
Esta mezcla de ideas de "superioridad-misión-responsabilidad" influyó, incluso, en el
catolicismo y en el protestantismo. Se produjo un gran auge misionero guiado por ideales
filántropos, que en ocasiones sirvieron como justificación para los gobiernos en la ocupación
imperialista de territorios ultramarinos. Por ejemplo, la actividad misionera fue utilizada por
Leopoldo II de Bélgica en la explotación económica y posteriormente política, del Congo (Zaire).
1. 4. Otros factores.
– El espíritu aventurero y el desarrollo de las ciencias naturales y geográficas provocaron la
aparición de una figura excepcional: la del explorador, interesado en investigar zonas
desconocidas (de África, por ejemplo, sólo se conocía la franja litoral, el resto se debió al
descubrimiento de estos aventureros, que aunque están guiados por motivos científicos abrirán
el camino a los intereses imperialistas). Destacan el inglés Livingstone, explorador del África
austral y descubridor de las cataratas Victoria; el americano Stanley, explorador del Congo; el
alemán Nachtigal o el español Manuel Iridier, explorador de Río Muni.
– La superioridad técnica europea permitió vencer graves inclemencias y medios hostiles. La
mejora de las comunicaciones ayudó a la expansión colonial.
– La protección de los estados y de las sociedades geográficas particulares, que apoyaron los
descubrimientos con un trasfondo económico más que científico.
– Toda la euforia colonizadora no hubiera sido posible sin el apoyo de la opinión pública, muy
sensibilizada a través de las asociaciones misioneras, geográficas o coloniales. Estas últimas
jugaron un papel muy importante en su esfuerzo por convencer a los gobiernos y a la opinión
pública de lo positiva que era la colonización, a través de conferencia, publicaciones científicas o
de divulgación. Así, la Société de Géographie de París, de Bruselas, de Berlín, Amberes, Madrid...,
o el Instituto Justhus Perthus, cuya labor cartográfica fue, y es, de indudable mérito. Un amplio
sector de la opinión pública, comerciantes, militares, políticos, las grandes religiones, pensaba
que de la política imperialista se derivaría un gran desarrollo económico y que se extenderían la
cultura y la religión europeas.
Pero no todos estaban de acuerdo, también hubo dificultades. Así, los partidos socialistas
consideraban el colonialismo imperialista como un despojo; hubo personas o grupos
anticolonialistas que veían en el imperialismo un ataque a la dignidad de los pueblos indígenas, o
que consideraban que un país debía ocuparse antes de los asuntos internos que de los externos.
También están en contra del imperialismo las minorías intelectuales, que en determinados
momentos influyen en las masas a través de artículos de prensa. Éstos se oponen por motivos
financieros (sólo valoran el alto costo de la empresa, sin reparar en los beneficios que se
obtendrán), por motivos políticos (piensan que la obsesión colonial debilita la política
propiamente europea) y, finalmente, morales (la política colonial sólo beneficia a intereses
particulares o de grupos bien definidos).
Además de éstas, había otras dificultades:
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
69
70
•
La resistencia de los propios pueblos colonizados, que no querían perder sus costumbres.
•
Los negreros, obsesionados por sus propias pérdidas "comerciales" levantan muchas
veces a los indígenas.
•
Los inconvenientes de clima y de medio ambiente.
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
Tema 17
Los imperios coloniales
1. El imperio británico
Se compone de territorios heterogéneos, repartidos por todo el mundo y adquiridos en
distintas épocas.
Durante el siglo XIX fue consolidando posiciones a lo largo de las principales rutas comerciales
que, desde Europa, se dirigían a América del Sur, la India y China, que constituyen sus principales
mercados. Entre estas posiciones estratégicas, que utiliza como enclaves militares y comerciales,
se encuentran: Singapur (1819), Hong-Kong (1814), etc. Además de conservar las ya adquiridas
en épocas anteriores, como Malta y Gibraltar, en el Mediterráneo.
Las tierras africanas (Gambia, Sierra Leona, Costa de Oro –Ghana–) pierden interés para los
británicos en la primera mitad del siglo XIX al ser abolida la esclavitud, ya que su presencia en
estos territorios se debían fundamentalmente a la captura de esclavos con destino a las
plantaciones americanas. Sin embargo, estas posiciones, junto a la colonia de El Cabo (1806),
servirán de plataforma para la enorme expansión territorial que se inicia a partir de 1882 en
África. El objetivo principal fue el de unir bajo dominio británico todas las tierras entre El Cabo y
El Cairo.
En 1875 ya se habían adquirido las acciones egipcias del canal de Suez (1875) para
garantizarse la ruta hacia la India, y pocos años más tarde Gran Bretaña ocupa todo Egipto
(1882), con el pretexto de sanear la hacienda, aunque en realidad se trataba de impedir una
revuelta nacionalista, y poder garantizarse una amplia base de apoyo en su expansión hacia el
sur de África. La expansión británica de El Cairo y El Cabo tropieza con un intento similar por
parte de Francia, que pretendía unir la costa oriental y occidental; los franceses serán obligados a
retirarse –crisis de Fachoda– y Sudán se convierte en un condominio anglo-egipcio,
comunicándose con el océano Índico a través de las recientemente establecidas colonias
británicas de Kenia, Uganda y Somalia.
La expansión en África del Sur se debió en gran medida a Rhodes, que conquista el territorio
de Zimbawe (al que dará el nombre de Rhodesia) y ocupa Bechuanalandia. Rhodes contribuirá
enormemente a la expansión colonialista atrayendo una oleada de inmigrantes blancos gracias a
la explotación de los yacimientos de oro y diamantes. Cuando es nombrado primer ministro de la
colonia de El Cabo, programa la conquista de las tierras de los antiguos colonos holandeses –los
bóers– establecidos en el Trasvaal; se realiza la anexión después de una guerra encarnizada
entre ingleses y bóers (1889-1902), aunque Gran Bretaña reconocerá a estos colonos cierta
autonomía administrativa.
El núcleo fundamental del imperio británico fue, durante mucho tiempo, la India, principal
mercado de los productos ingleses y proveedora de materias primas. Hasta 1858 fue gobernada
por una arcaica Compañía de las Indias Orientales, que desaparece después de la rebelión de los
cipayos –tropas indígenas–, centralizándose la administración, que será dirigida desde Londres
por un secretario de Estado. Este proceso se culmina con la proclamación de la reina Victoria
como emperatriz de la India en 1876.
En el último tercio del siglo XIX, utilizando la India como plataforma de expansión, se
colonizan los territorios próximos, como Birmania y Malasia.
El imperio británico entre 1880 y 1902 se incrementa en 14 millones de kilómetros
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
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cuadrados, ocupando el 20 por 100 de la superficie de la tierra, sobre la que vivía casi la cuarta
parte de la población mundial.
El imperio colonial británico se completa con las colonias establecidas en la zona templada:
Terranova, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Estos territorios serán las zonas
preferentes para la emigración británica, sobre todo en épocas de paro en la metrópoli. Su
identidad cultural y económica con Inglaterra facilita el que se les conceda un estatuto especial,
con autonomía política y administrativa, manteniendo en común la política exterior y financiera,
además de estar unidas por una misma monarquía. Reciben el nombre de dominios.
El imperio estará compuesto por colonias –como Nigeria o Uganda–, a las que no se reconoce
ningún tipo de derechos políticos; por protectorados –como Egipto o Sudán–, que conservan sus
gobiernos indígenas, aunque están ocupados por un ejército colonial, y los citados dominios.
2. El imperio colonial francés
La expansión colonial francesa se inicia durante el Segundo Imperio, aunque estas primeras
expediciones militares se hacen más en busca de prestigio y para distraer a la opinión pública de
problemas internos que buscando un beneficio económico inmediato.
En 1830 se realiza la ocupación de Argelia, que se convertirá en un país de inmigración para
colonos franceses e incluso españoles, además de centro de exportación de trigo hacia la
metrópoli.
El gobierno francés fracasa en 1841 en su intento de controlar Egipto, buscando una
compensación moral en la ocupación de Gabón y algunos archipiélagos de Oceanía. Tras la
fundación de Dakar (1857) se plantea por primera vez una política colonial sistemática en África,
cuyo objetivo principal era el control de Egipto.
Entre 1859 y 1869, el ingeniero francés Lesseps construye el canal de Suez, con la intención
de establecer un protectorado sobre Egipto.
Durante estos mismos años Francia ocupa los territorios asiáticos de Conchinchina –sur de
Vietnam– y establece un protectorado sobre Camboya.
Con la Tercera República se constituye el auténtico imperio colonial francés, cuando se
comprometen en una política expansionista los principales políticos del gobierno –Gamtetta,
Ferry, Delcassé–, la oficialidad del ejército y los medios financieros que buscaban mercados para
realizar inversiones de capital. Los grandes bancos canalizan los ahorros de pequeños y medianos
rentistas hacia las empresas coloniales que ofrecen una rentabilidad asegurada.
En África se procede a la ocupación de Túnez –motivando con ello la protesta italiana–, y se
inicia la penetración en el Sahara a partir de Senegal y Argelia.
Se compensa la exclusión francesa de Egipto, de donde son desplazados por Gran Bretaña,
con el control militar sobre el oeste de Sudán y la expansión por África ecuatorial. Una expedición
militar francesa que intentaba comunicar la costa occidental con la Somalia (Djibuti) tropieza con
tropas inglesas en Fachoda, a orillas de Nilo, estando a punto de provocar un conflicto armado,
que solamente es evitado por la retirada de los franceses. Se llega a un acuerdo entre las dos
potencias, reconociéndose mutuamente los derechos sobre Egipto –para Gran Bretaña– y sobre
Marruecos –para Francia–. Esta alianza recibe el nombre de Entente cordiale.
La penetración francesa en Marruecos, a raíz del acuerdo con Gran Bretaña, provoca la
protesta de la Alemania de Bismarck, que deseaba tener acceso al mercado norteafricano y a las
minas del Rif. Se convoca en 1906 la Conferencia de Algeciras. En ella se mantiene teóricamente
la independencia marroquí, bajo un protectorado de las grandes potencias, aunque se reconoce
la influencia preponderante de Francia, siempre que se prohibiera cualquier medida de
protección aduanera.
La ocupación efectiva de Marruecos por los franceses provocó un nuevo enfrentamiento con
Alemania, que se resuelve con un nuevo acuerdo, por el que finaliza el reparto de África: España
72
Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
controlará el norte de Marruecos, y Francia consigue que se reconozca su protectorado sobre la
mayor parte del territorio, a cambio de entregar a los alemanes una extensa franja territorial en
el Congo, que se agrega a la colonia germana del Camerún.
El imperio colonial francés se completa en Asia con la creación de la Unión Indochina en
1887, que comprendía los territorios de lo que hoy son Vietnam, Camboya y Laos, además de una
parte del reino de Siam –actual Thailandia–.
Una diferencia clara entre la política colonial de Francia y la de Inglaterra fue el intento
francés de asimilar a las aristocracias nativas y de imponer en las colonias los modelos de la
administración centralista de la metrópoli. La asimilación cultural de los llamados "franceses de
color" ni siquiera será combatida por los radicales y socialistas, cuyos ataques al colonialismo
estaban dirigidos más bien a humanizar sus métodos que a terminar con este sistema de
explotación.
3. El colonialismo alemán
El gobierno presidido por Bismarck tardó en ser consciente de la importancia económica de
las colonias, y sólo a partir de 1882 se fundan las primeras sociedades alemanas para el comercio
con África. Aprovechando la hegemonía militar que tenía el Segundo Reich en Europa, Bismarck
convoca en Berlín, en 1884, una Conferencia de naciones europeas para proceder al reparto de
los territorios africanos. Se trata de justificar el reparto por una supuesta "misión civilizadora" de
los europeos, pero una buena prueba de las motivaciones económicas que lo impulsaban está en
que la mayoría de los asistentes representaban a las naciones que carecían de colonias y que
tenían un menor desarrollo económico para garantizar la comercialización de sus productos en
África. En esta Conferencia se acuerda la concesión del Congo –hoy Zaire– a Leopoldo II de
Bélgica, que administrará este territorio de más de dos millones de kilómetros cuadrados como
una finca privada.
Alemania, al margen de esta Conferencia, y gracias a diferentes tratados diplomáticos,
establecerá durante los años 1884 y 1885 protectorados en África del Sudoeste –Namibia–,
Camerún, Togo, diversas islas del Pacífico y la llamada África Oriental alemana –Tanzania–, que
constituirán su imperio colonial, que completará en 1899 con la compra a España de algunas islas
del Pacífico –Marianas, Carolinas y Paláu–, además de ocupar por la fuerza la ciudad china de
Tsingtao, que le permitirá estar presente en el gran mercado de este país.
Las aspiraciones alemanas sobre Marruecos fracasan en la Conferencia de Algeciras porque
los británicos, recelosos del rearme alemán, prestan su apoyo a Francia. Una nueva tentativa de
incidir en Marruecos en 1911 se solucionará al comprarles los franceses sus derechos sobre
Marruecos, a cambio de la ampliación de la colonia del Camerún sobre el África Ecuatorial
francesa.
4. El imperialismo ruso
El imperio de los zares se extiende a lo largo de todo el siglo XIX, no tanto para conquistar
mercados, ya que su industria era casi inexistente, como para consolidar una frontera segura
frente a los pueblos de las estepas, y buscando también posibles salidas hacia los mares que no
estuviesen cubiertos de hielos.
Su expansión hacia el Mediterráneo, a expensas del imperio turco, va a ser frenada por la
oposición de las potencias de Europa occidental. La ocupación del Turkestán, en Asia Central
(1864-1884), pone fin a sus conquistas en esta área, para evitar un conflicto con los británicos
establecidos en la India. Al iniciarse la industrialización rusa a finales del siglo XIX, le queda como
única alternativa de penetración colonialista las pobladas tierras de China. Consigue obtener
importantes concesiones en el Norte –concesiones ferroviarias, ocupación de Port Arthur y
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Dairen, ocupación de Manchuria–, pero chocará con los intereses de los japoneses establecidos
en Corea; el conflicto de intereses termina en guerra abierta, y esta guerra ruso-japonesa de
1904-1905 pondrá al descubierto las grandes deficiencias del imperio ruso, marcando el
comienzo de la hegemonía japonesa en Extremo Oriente.
5. Expansión japonesa en Asia
En Japón se realiza una industrialización acelerada a partir de la revolución nacional Meiji
(1867-1912), que pone fin a la organización feudal de la sociedad y organiza la educación, el
ejército, la hacienda pública, los ferrocarriles, etc., siguiendo modelos occidentales.
Un fuerte crecimiento demográfico proporciona mano de obra barata a las grandes
compañías industriales y financieras, organizadas según el modelo de los trust americanos, a
pesar de sus orígenes familiares. Japón inicia su expansión territorial a partir de 1875, año en el
que firma un acuerdo con el imperio ruso, que le cede las islas Kuriles a cambio de la isla de
Sajalin. Por esta época ocupa también las islas Ryukyu.
Su intervención en Corea provoca la guerra con China (1894-1895), arrebatándole Formosa y
Port Arthur, además de conseguir la "independencia" de Corea, que quedará bajo su influencia.
Pero cuando se convierte en una gran potencia imperialista es después de derrotar a los
rusos y destruirles su flota, consiguiendo por la paz de Portsmouth –que pone fin a la guerra
ruso-japonesa– la mitad sur de la isla de Sajalin, y los protectorados sobre el sur de Manchuria y
sobre Corea, que será finalmente anexionada en 1910.
6. El imperialismo de los Estados Unidos
Tradicionalmente, la intervención de los Estados Unidos en otros países se hizo preferentemente controlando sus recursos económicos, aunque no dudaron en utilizar la fuerza cuando
creyeron que peligraban sus intereses.
Entre 1850 y 1914, fecha en que se inaugura el canal de Panamá, su ejército interviene en
Cuba, Santo Domingo, Nicaragua, Uruguay, Chile, Colombia, México, Honduras, Guatemala, Haití,
Costa Rica y Panamá; en alguno de estos países en más de una ocasión, asegurándose así la
hegemonía en el Caribe y en América del Sur.
Su victoria en la guerra de 1898 contra España le permite anexionarse las islas de Hawai,
Guam y Filipinas, además de controlar la economía de Cuba.
La intervención más descarada de esta política imperialista de los Estados Unidos
probablemente haya sido la construcción del canal de Panamá. En el istmo panameño que
pertenecía a la República de Colombia se había iniciado la construcción de un canal
transoceánico por una compañía francesa dirigida por Lesseps, el constructor del canal de Suez.
Al quebrar la compañía debido a un fraude financiero, los Estados Unidos se hacen cargo de la
obra. Tratan de imponer unas condiciones, que son rechazadas por el Gobierno colombiano por
resultar inaceptables. Los norteamericanos apoyan entonces un débil movimiento separatista de
Panamá, "protegiendo" a la recién creada República a cambio de que se le reconozca la soberanía
a perpetuidad sobre la zona del canal. Surge así artificialmente una República en 1903, divida en
dos por una zona bajo soberanía extranjera.
Los Estados Unidos no llegan a controlar vastos territorios fuera de sus fronteras, pero sus
inversiones capitalistas alcanzan cada vez a un mayor número de países, convirtiéndose a partir
de 1915 en el primer país productor de hierro, petróleo, carbón, cobre, plata, etc., colocándose
en el primer puesto entre las potencias económicas del mundo.
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea
7. Otras potencias menores
En el reparto colonial hay otros países europeos, además de los ya citados, que intentan
consolidar sus posiciones o hacerse también con algunas colonias. Ya hemos citado la presencia
de Bélgica en África –territorios del actual Zaire– que, más que una empresa nacional, fue el fruto
de la codicia y la astucia personal de Leopoldo II.
Holanda moderniza la explotación de sus colonias de las Indias Holandeses –actual Indonesia–
, mejorando las comunicaciones, estableciendo una administración centralizada y creando
plantaciones modernas de caucho, especias y tabaco.
Portugal creyó posible establecer un imperio colonial desde la costa del Atlántico al Índico,
pero tiene que renunciar al recibir un ultimátum de Gran Bretaña en 1890; aunque a través de
acuerdos diplomáticos, y con el consentimiento británico, podrá extender enormemente sus
territorios a finales de siglo, desde las escasas franjas costeras que ya controlaba hasta alcanzar
una superficie de más de dos millones de kilómetros cuadrados (Angola, Mozambique y GuineaBissau).
España, además de la pequeña colonia de Guinea Ecuatorial, recibió el derecho a establecer
un protectorado sobre el Rif, en el norte de Marruecos, además del territorio del Sahara
occidental.
Italia inicia su expansión colonial en 1882, en gran medida por su rivalidad con Francia, por
razones de prestigio nacional, y también para hacer olvidar el "irredentismo" (aspiraciones
territoriales sobre el sur del Tirol y el Adriático). Italia se anexiona Somalia y Eritrea, y más tarde
establece un protectorado sobre Abisinia, pero al querer convertir el protectorado en colonia, los
italianos son derrotados y tienen que renunciar incluso a mantener el protectorado. En 1912
declara la guerra al débil imperio turco, y se anexiona Libia –que se convierte en una colonia– y
las islas del Dodecaneso.
Con esta conquista, en 1912, solamente el pequeño Estado de Liberia y el reino de Abisinia
estaban libres de la colonización europea.
8. El impacto colonial en los pueblos dominados
El colonialismo les sirvió a las potencias europeas para evitar conflictos sociales internos, para
mantener un ritmo acelerado de desarrollo industrial y para evitar la agudización de crisis cíclicas
del capitalismo, al menos hasta 1929.
En los pueblos ocupados por los europeos el colonialismo influyó decisivamente al poner en
contacto dos civilizaciones muy diferentes entre sí. La cultura europea, al ser más avanzada,
influyó en las colonias, difundiendo conocimientos técnicos e ideológicos que van a conducir el
proceso de emancipación. Si el liberalismo político y económico de las potencias coloniales se
basaba en que todos los hombres eran iguales, con los mismos derechos, y con capacidad para
establecer las relaciones políticas y económicas que desearan, no podían evitar que estos
principios se difundiesen entre las poblaciones sometidas, alimentando una corriente
nacionalista y democrática que acabará por triunfar a lo largo del siglo XX.
Independientemente del saqueo a que sometieron los recursos de sus colonias, los europeos
provocaron involuntariamente las condiciones necesarias para la revolución y la independencia
en la mayor parte de los países de África y Asia.
Las violencias y las rapiñas de los colonialistas blancos sirvieron para destruir las estructuras
sociales arcaicas de muchos países, introduciendo una administración más eficaz y moderna y
difundiendo el capitalismo en pueblos que ni siquiera conocían la agricultura.
La inversión de capitales sólo era rentable si se podían crear industrias en las colonias,
reclutando allí mismo la mano de obra, haciendo por ello necesaria la difusión de conocimientos
y técnicas que contribuirán a sentar las bases de la independencia nacional de las colonias.
Tanto o mayor importancia que la difusión del capitalismo y la destrucción de los lazos
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sociales tradicionales tuvo la difusión de las ideologías políticas surgidas en las potencias
occidentales. En los movimientos de liberación nacional van a influir: el cristianismo, que
predicaba la paz y la igualdad entre los hombres; el liberalismo y el nacionalismo, que difundían
ideales de libertad y autodeterminación de los pueblos; y a partir de la Revolución soviética de
1917, el marxismo- leninismo, que defiende la necesidad de la lucha armada contra el
capitalismo.
El colonialismo, paradójicamente, sirvió de vehículo a las ideas que lo iban a destruir.
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Tema 18
Nuevas democracias y el Imperio Japonés
1. El afianzamiento de las democracias
En los países desarrollados se vivió un largo período de paz y de crecimiento económico que
marcará una época de prosperidad y que va a revertir en la ampliación de derechos a los
ciudadanos. Se aplicará el sufragio universal masculino, se consolidarán los partidos políticos y se
extenderá a la población medidas de protección social.
Las clases dirigentes comprobaron que la democracia parlamentaria era compatible con el
sistema capitalista y ayudaba a mantener el orden social y político, comprobaron que
precisamente en aquellos países en donde no estaba consolidado el sistema democrático había
más inestabilidad social.
a. El Reino Unido, a lo largo de los 63 años en los que gobernó la reina Victoria, vivirá una
etapa muy importante de expansión y prosperidad económica. Durante la denominada era
victoriana se va a consolidar la democracia, consiguiéndose el derecho al voto a los varones en
1884-85. Se amplía el cuerpo electoral de 3 a 5 millones de votantes, aunque sin llegar al sufragio
universal. El Parlamento, con dos partidos que se alternaban en el gobierno: el conservador
(Tory) y el liberal (Whig), liderados durante mucho tiempo por dos brillantes políticos: Benjamín
Disraeli y William Ewart Gladstone. En cuanto a la economía el Reino Unido era la primera
potencia económica del mundo y su imperio se extendía hasta los últimos confines de Asia, África
y Oceanía.
La emperatriz se convirtió en el símbolo de la unidad imperial al ser coronada en 1877 como
emperatriz de la India. La habilidad política de Disraeli puso el broche a la expansión colonial que
comprendía el 24% de las tierras emergidas y a unos 450 millones de habitantes. Con la
adquisición del canal de Suez Londres pasó a ser durante mucho tiempo el primer centro
financiero y de intercambio mundial.
El sufragio universal masculino en 1889 Nueva Zelanda
algunos países
1830 EEUU, solo blancos
1890 España
1848 Francia
1893 Bélgica
1849 Dinamarca
1897 Noruega
1871 Alemania
1903 Australia, solo blancos
1874 Suiza
1906-1912 Finlandia
1884-1885 Reino Unido
1907 Austria y Hungría
1908-1912 Italia
La mayor parte de los países no aplicaron el
sufragio femenino hasta 1914.
b. Francia, su derrota en la guerra franco -prusiana supuso el final del II Imperio y la llegada
de la III República, que fue aprobada en 1875. La III República significó la aplicación de cambios
importantes tales como la separación de la Iglesia y el Estado, la aplicación de una enseñanza
laica, la obligatoriedad de la enseñanza primaria, la ley del divorcio, la regulación de las libertades
políticas y sindicales.
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A finales del siglo XIX Francia va a bascular hacia la izquierda, desempeñando un papel
fundamental el partido radical de Georges Benjamín Clemenceau. Elegido en las elecciones
generales de 1876, será elegido Primer Ministro y Jefe de gobierno, se impone como jefe de la
oposición de extrema izquierda. Será un claro defensor de la separación de la Iglesia y el Estado y
estará en contra de la política colonial de Francia. Se opondrá a la intervención francesa en el
Canal de Suez y en Tonkin.
Otro personaje a destacar en este siglo XIX será el Ministro Jules Ferry que será líder del
partido oportunista republicano, de signo moderado, fue Ministro de Instrucción pública y
presidente del Consejo de Ministros. Anticlerical y decidido partidario de la expansión colonial de
Francia. Estableció el protectorado de Túnez (1881) e impulsó la penetración francesa en África.
c. Alemania, su situación es bien distinta a las anteriores ya que el país tenía una estructura
federal, en donde el poder lo tenía Prusia. Políticamente no tenía un sistema claramente
democrático, a pesar de tener elecciones periódicas, ya que el proceso electoral primaba a los
terratenientes conservadores. El Parlamento (Reichstag) se elegía mediante sufragio universal
masculino, pero carecía de control ya que el Canciller respondía solo ante el emperador y no
frente a la asamblea legislativa. El emperador se reservaba la dirección de la política exterior y la
posibilidad de proponer legislación sobre economía. El Parlamento fue modificado poco a poco,
con la pérdida de representación de los gobiernos conservadores y con el aumento de la
presencia de los socialdemócratas, que se habían constituido en los representantes de la
poderosa clase obrera alemana.
El personaje más destacado de este período será el canciller Bismarck, que gobernó durante
veinte años coincidiendo con el reinado del primer emperador Guillermo I.
Bismarck desconfiaba del liberalismo y de la acción del Parlamento, sentía gran aversión por
los católicos y por los socialdemócratas. Enemigo del movimiento obrero, en 1878, suspendió el
derecho de las organizaciones sindicales. Pero la fuerza del movimiento obrero le hizo reaccionar
adoptando políticas sociales que frenara las protestas. En este sentido puso en marcha el sistema
de la seguridad social más avanzado de Europa. Durante su cancillería desde 1871 hasta 1890,
Bismarck fue el personaje que consolidó la unidad de Alemania, creó un gran ejército y propició
la unidad jurídica y económica de Alemania.
d. El imperio Austro-húngaro, este imperio gobernado por los Habsburgos y compuesto por
un mosaico de razas, culturas, religiones, lenguas etc…Tenía un régimen autoritario sometido al
emperador Francisco, que no reconocía las diferencias. Tuvo numerosos problemas derivados de
las ansias de independencia de algunos sectores y mantuvo enfrentamientos con Rusia en sus
fronteras de su expansión.
2. La modernización de Japón
Hasta bien entrado el siglo XIX, Japón no salió del sistema feudal ancestral en el que se
encontraba sumido. El poder se encontraba repartido entre los grandes señores propietarios de
las tierras y los grandes señores de la Guerra (Samuráis), el Sogun era una especie de Ministro
que ejercía el poder en todo el país ya que el Emperador era solo una figura simbólica cautiva por
los señores feudales. La gran masa de población campesina vivía en una situación de
servidumbre y explotada por estos grandes señores.
Los contactos de Japón con el exterior se vienen a concretar a comienzos del siglo XIX, cuando
se mantendrán algunas relaciones comerciales con holandeses, rusos, británicos etc… Por su
parte EEUU buscaba la manera de mantener relaciones con el imperio y en 1853 el almirante
estadounidense Perry penetrará con su flota en la bahía de Edo exigiendo entregar al emperador
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una carta para mantener relaciones comerciales. En 1854 se abrieron al comercio los puertos
japoneses poniéndose así fin al aislamiento que había tenido durante siglos.
El joven emperador, Mutsuhito, recuperó la posición de verdadero dirigente del gobierno y
adoptó el nombre de Meiji Tenno (‘gobierno ilustrado’) para designar su reinado, aunque su
función principal consistió en actuar como talismán de la soberanía. La capital real fue transferida
a Edo, denominada ahora Tokio (‘capital oriental’). En 1869, los señores de los grandes clanes
rindieron sus feudos al emperador y, después de varias entregas realizadas por otros clanes, un
decreto imperial de 1871 abolió todos los feudos y en su lugar creó prefecturas administrativas
centralizadas, con los antiguos señores como gobernadores. Durante este periodo, Japón logró
mantenerse al margen del imperialismo europeo que, en esa época, había engullido a otros
países asiáticos. Mediante una imitación concertada de la civilización occidental en todos sus
aspectos, se propusieron hacer de Japón una potencia mundial, bajo el lema fukoku kyohei
(“enriqueced el país, fortaleced el Ejército”); oficiales franceses se encargaron de la remodelación
del Ejército, los marinos británicos reorganizaron la Armada y los ingenieros holandeses
supervisaron las nuevas construcciones en las islas. Se enviaron varios especialistas japoneses
para analizar los gobiernos extranjeros y para seleccionar sus mejores características que se
aplicarían en Japón; se redactó un nuevo código penal a imagen del francés, se estableció un
Ministerio de Educación en 1871 para desarrollar un sistema educativo basado en el de Estados
Unidos, que fomentaría una ideología nacionalista y la exaltación del emperador a partir del
desarrollo del sintoísmo. El país experimentó un rápido crecimiento industrial bajo la supervisión
del gobierno. En 1872, se decretó el servicio militar universal y, unos años después, en 1877, un
decreto abolió la clase de los samuráis, no sin un trágico enfrentamiento entre los soldados y los
samuráis en Satsuma. Se organizó un gabinete a imagen del alemán en 1885, con Ito Hirobumi
como primer ministro, y se creó un consejo privado en 1888, ambos responsabilidad del
emperador. La nueva Constitución, redactada por Ito tras una investigación de las constituciones
de Europa y Estados Unidos, se promulgó en 1889 y establecía una Dieta bicameral formada por
la Cámara de Pares con 363 miembros y una cámara baja con 463 miembros elegidos por los
ciudadanos que pagaban impuestos anuales directos no inferiores a 15 yenes. Se salvaguardaron
cuidadosamente los poderes del emperador al que se le permitía promulgar decretos leyes, tener
la potestad para declarar la guerra o alcanzar la paz y disolver o suspender la actividad de las
cámaras.
El Imperio también se embarcó en una política exterior expansiva. En 1879, Japón había
tomado las islas Ryūkyū, protectorado japonés desde 1609, y las designó como prefectura de la
isla de Okinawa. La lucha por el control de Corea fue el siguiente paso en la expansión japonesa.
Los conflictos con China en Corea finalizaron en la Guerra Chino-japonesa (1894-1895), en la
que las modernizadas fuerzas niponas derrotaron pronto a los chinos. Según los términos del
Tratado de Shimonoseki de abril de 1895, China cedía a Japón Taiwan (Formosa), además de una
gran indemnización monetaria. El tratado otorgó la península de Liaodong, en el sur de Dongbei
Pingyuan (Manchuria), a Japón, pero la intervención de Rusia, Francia y Alemania obligó a Japón
a aceptar una indemnización adicional en su lugar.
El decisivo triunfo japonés indicó al mundo que estaba emergiendo una nueva y fuerte
potencia en el Lejano Oriente. Como preliminares para establecer negociaciones de plena
igualdad con las grandes potencias, Japón, en 1890, había revisado sus códigos criminal, civil y
comercial siguiendo modelos occidentales desde donde demandar la revocación de las cláusulas
de extraterritorialidad de sus tratados, lo que se consiguió en 1899. En 1894, Estados Unidos y
Gran Bretaña fueron las primeras naciones en reconocer la libertad comercial del Imperio
Japonés.
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Bibliografía
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Del Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea