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CONTANDO ESTRELLAS
Por Juanita Conejero
A la niña no había nada que le gustara más que contar estrellas.
En algunas ocasiones se atrevía a hablar con ellas y hasta armaba una
conversación muy singular que se tornaba a veces un misterio,
realmente impresionante.
Una noche, salió al jardín y le llamó la atención una estrella muy
brillante que la observaba detenidamente.
Le pareció que estaba vestida de encajes y tules con piedrecitas que
resplandecían de distintos colores.
A su alrededor otras estrellas le hacían coro a manera de un
espectáculo colosal de alto vuelo.
¿Habría comenzado una fiesta?, se preguntó.
¡Cómo me gustaría ser esa estrella!, pensó.
¿Y si me invitaran a la fiesta?
¿Juan vendría conmigo?
Con él, bailaría muy a gusto una pieza musical que interpretarían, por
supuesto, mis amigas las luciérnagas, pensó poniendo los ojos en
blanco.
El cielo se había convertido en un gran salón de baile.
Todo parecía girar y girar hasta casi perder el sentido.
En un instante, apareció un cometa de larga cola, larguísima, brillante
y feliz.
Las estrellas derramaban sus luces sobre el inesperado visitante.
Ahora era un cometa lleno de estrellas, que aparecía como un gran
navío en el espacio.
¿Vendrá Juan? volvió a preguntarse.
¿Las estrellas lo habrán invitado a la fiesta?
De pronto, el luminoso cometa se cruzó con una nave espacial de esas
que los hombres han colocado en el espacio. Sin duda alguna la nave
no se parecía a su cometa. Por mucho que los hombres quisieron
imitarlo, no pudieron.
El cielo se fue poniendo brillante y más brillante, las estrellas
danzaban, el cometa hacía girar su cola al compás de la música, la luna
sonreía.
La fiesta había alcanzado el punto más alto de esplendor.
Pero Juan no aparecía.
La niña, triste, se fue a dormir.
Al otro día ya era lunes. Tenía que regresar a la escuela.
Y allí sí estaba Juan, en el pupitre de la derecha, con sus ojos muy
abiertos.
Con una amplia sonrisa, Juan le susurró al oído:
-Te estaba esperando. ¿Quieres ir el próximo domingo a un baile de
disfraces?
Ella asintió.
Te propongo, dijo Juan, que te vistas de estrella. Yo me disfrazaré de
cometa, insistió.
Fue muy curioso, porque ella se sintió de nuevo en el espacio
celestial.
Y se acordó del cometa, y de la luna y de sus amigas las estrellas.
Eran tantas, tantas, que se puso a contarlas. Estaba tan feliz …
De pronto la maestra la sorprendió contando estrellas y nada menos
que a la hora de la clase de Matemáticas.