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Las enseñanzas de Buda
Buda divulgaba sus instrucciones de manera oral, por lo que al
fallecer no dejó ninguna revelación escrita de sus ideas y
pensamientos. De ello se responsabilizaron después sus
discípulos.
Las Cuatro Nobles Verdades
Los elementos centrales en los que se basaba la Iluminación de
Buda estaban condicionados por la realización de las
denominadas Cuatro Nobles Verdades: (1) La vida es
sufrimiento. Esta aseveración va más allá del simple
reconocimiento de la existencia del sufrimiento en la vida, y
se refiere a que la existencia humana es intrínsecamente
lastimosa desde el momento del nacimiento hasta el del
fallecimiento. Más aún, este sufrimiento ni siquiera se
desvanece con el fallecimiento, ya que Buda incluyó en sus
instrucciones la idea hindú de que la vida es cíclica, por lo
que el fallecimiento simplemente precede a una nueva
reencarnación. (2) La causa de este sufrimiento arraiga en el
hecho de que el hombre desconoce la naturaleza de la realidad,
y por ello siente ansiedad, tiene apego a las cosas materiales
y mucha codicia. Estos defectos generan su sufrimiento. (3) Se
puede poner fin al sufrimiento si el hombre consigue rebasar
su ignorancia e ir más allá de las ataduras mundanas. (4) El
recorrido para dar fin al sufrimiento es la Óctuple Senda (o
Camino de las Ocho Etapas), que consiste en tener una adecuada
visión de las cosas, buenas pretensiones, un modo de expresión
correcto, realizar buenas acciones, tener un estilo de vida
adecuado, esforzarse de manera positiva, tener buenos
pensamientos y dedicarse a la observación del modo adecuado.
Generalmente, estos últimos ocho puntos se separan en tres
categorías que conforman el pilar central del budismo: moral,
sabiduría y concentración.
Anatmán
El budismo estudia la existencia humana partiendo de la base
de que está formada por una agrupación de cinco realidades
(skandhas): el cuerpo material, los sentimientos, las
percepciones, la predisposición ante las cosas o tendencias
kármicas y la conciencia. Cada persona es simplemente la
mezcla temporal de estas cinco realidades, que a su vez están
sujetas a continuos cambios. Ninguna de ellas se preserva
igual ni siquiera en dos momentos seguidos. Los budistas
niegan que esta agrupación de cinco realidades, ya sea en
forma individual o conjunta, pueda ser considerada como una
existencia independiente y estable, o el alma (atmán). Lo
cierto es que, consideran erróneo concebir que exista siquiera
una unidad estable que sea un elemento constitutivo del
hombre. Buda sostenía la idea de que esta concepción de uno
mismo llevaba a que las personas fueran egoístas, padecieran
ansiedad y, por lo tanto, sufrieran. De ahí que enseñase la
doctrina de anatmán, o negación de la existencia de un alma
estable. Sostenía que toda existencia humana se caracterizaba
por contar con las tres indicaciones de: anatmán (no tener
alma), anitya (impermanencia) y dukkha (sufrimiento). La
doctrina de anatmán hizo necesario que Buda representara la
convicción hindú de las reencarnaciones en el ciclo de la
existencia fenomenológica, más conocida como samsara.
Posteriormente a haber acudido a este punto de su instrucción,
Buda empezó a difundir la doctrina de la naturaleza
condicionada (pratityasamutpada) de la existencia. Según esta
doctrina, existe una cadena de 12 causas unidas donde se
revela cómo el haber sido ignorante en una vida anterior hace
que la persona tienda a formar un determinado conjunto que
debe realizar. Esta mezcla conducirá a que actúen la mente y
los sentidos. Las sensaciones que resultan de este actuar
llevan a sufrir ansiedad y apegarse a la existencia. Esta
condición determina el
desarrollando otro ciclo
proceso de ser nuevamente,
de nacimiento, vida adulta y
fallecimiento. A través de esta cadena causal se vincula una
vida a la siguiente. Se llega a un discurrir de nuevas vidas
más que a un existir estable que se desplace de una vida a
otra; de facto es la convicción de una reencarnación sin
transmigración.
Karma
La doctrina del karma se encuentra muy conectada con la del
anatmán. El karma se basa en los actos de cada persona y en
las secuelas morales que se desprendan de esos actos. Los
actos humanos indican la reencarnación posterior de una
persona, por lo que las buenas acciones lógicamente son
recompensadas, como son castigadas las malas. De ahí que el
budismo sustenta que no existen en el mundo los placeres
inmerecidos ni los escarmientos injustificados, sino que todo
es sino producto de una justicia universal. El proceso kármico
actúa por medio de una ley moral natural más que por medio de
un método de proceso divino. El karma de cada individuo
determina asuntos tales como su belleza, su inteligencia, su
longevidad, su salubridad y su nivel social. Según las
instrucciones de Buda, y conforme el tipo de karma que tenga
cada persona, ésta puede reencarnarse en un ser humano, en un
animal, en un fantasma hambriento, en un habitante del
infierno o incluso en alguno de los dioses de la religión
hindú.
A pesar de que el budismo no rechaza la existencia de dioses,
no les atribuye relevancia especial. La vida de los dioses en
el cielo es prolongada y tranquila, aunque están sujetos a los
mismos conflictos que pueda tener cualquier otra criatura,
como un eventual fallecimiento o una futura reencarnación en
un estado de existencia inferior. Los dioses, pues, no son los
autores del Universo, ni tampoco controlan el destino de la
humanidad, de modo que, para el budismo, rezarles o hacerles
sacrificios no tiene ninguna utilidad. De las diferentes
modalidades de reencarnación, la humana es la mejor, porque
las deidades están tan absortas en sus propios placeres que
pierden de vista la necesidad de redención. Por lo tanto, la
oportunidad de alcanzar la iluminación es válida sólo para los
seres humanos.
La Rueda de la Vida (igualmente llamada Rueda de la Ley)
describe la naturaleza cíclica de la vida conforme el budismo.
En este mural, el ser que representa el fallecimiento sustenta
la Rueda. Los tres pecados capitales, representados en forma
simbólica, forman el centro de la rueda. El gallo simboliza el
ímpetu, el cerdo la estupidez y la serpiente el odio. Rodeando
los pecados están los que caen presas del mal karma, a la
derecha, y los que tienen buen karma, a la izquierda. Las seis
esferas de la existencia forman el círculo próximo. La Rueda,
como la pesquisa de la verdad de Buda, termina en el círculo
exterior, que describe los 12 vínculos en la cadena de la
causalidad.
Nirvana
El propósito final de la vía del budismo es conquistar
liberarse de la existencia fenoménica a la que le es propia el
sufrimiento. Para conquistar este propósito es necesario
alcanzar el nirvana, estado de iluminación en el que los
fuegos de la codicia, el odio y la ignorancia han sido
apagados. Este estado no debe confundirse con el
aniquilamiento; el nirvana es un estado de conciencia que va
más allá de cualquier otra definición. Posteriormente a
alcanzar el nirvana, el iluminado puede continuar viviendo e
ir eliminando cualquier remanente de karma que pueda tener,
hasta llegar, en el momento del fallecimiento, a un último
estado de nirvana definitivo (parinirvana).
En teoría cualquier persona puede alcanzar el nirvana, aunque
en realidad es un propósito accesible sólo para los miembros
de la comunidad monástica. En el budismo Theravada la persona
que ha conseguido la iluminación porque ha seguido la Óctuple
Senda es conocida con el nombre de arhat (aquél que vale
mucho), algo así como un santo solitario.
Todos aquellos que, por una u otra razón, no son aptos de
conquistar el propósito final, tienen que, como siguiente
alternativa, procurar de conquistar una mejor reencarnación
por medio del perfeccionamiento de su karma. Generalmente
aspiran a esta meta inferior los budistas laicos, quienes ven
en este propósito el optimismo de llegar a una vida en la que
alcancen la iluminación final, como miembros de la sangha.
La ética que guía y que lleva a alcanzar el nirvana es
objetiva y de orientación interior, personal. Exige cultivar
cuatro conductas que demuestren la virtud. Estas conductas son
conocidas como Los Palacios de Brahma, y son: la amabilidad y
ternura, la misericordia, la alegría benévola y la
ecuanimidad. Mismo así, la ética que lleva a conquistar una
mejor reencarnación se encarga del cumplimiento de los deberes
que tiene cada persona con en relación a la sociedad. Estos
deberes incluyen actos de caridad, un especial amparo a la
sangha, y no desatender jamás los cinco preceptos que
constituyen el código básico de la moral budista. Estas normas
prohíben asesinar, robar, tener un lenguaje hiriente, una
conducta sexual inadecuada y consumir bebidas alcohólicas. Si
la persona se atuviera a estos preceptos, podría rebasar las
tres grandes raíces del mal: la lujuria, el odio y el engaño.