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Mélanges
de la Casa de Velázquez
Nouvelle série
38-2 | 2008
Transferts culturels dans le monde hispanique
Alessandro Seregni, El antiamericanismo español
Antonio Niño Rodríguez
Editor
Casa de Velázquez
Edición electrónica
URL: http://mcv.revues.org/684
ISSN: 2173-1306
Edición impresa
Fecha de publicación: 15 novembre 2008
Paginación: 276-278
ISBN: 978-8496820258
ISSN: 0076-230X
Referencia electrónica
Antonio Niño Rodríguez, « Alessandro Seregni, El antiamericanismo español », Mélanges de la Casa de
Velázquez [En línea], 38-2 | 2008, Publicado el 11 octubre 2010, consultado el 30 septiembre 2016.
URL : http://mcv.revues.org/684
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© Casa de Velázquez
Alessandro Seregni, El antiamericanismo español
Alessandro Seregni, El
antiamericanismo español
Antonio Niño Rodríguez
REFERENCIA
Alessandro SEREGNI, El antiamericanismo español, Madrid, Síntesis, 2007, 300 p.
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Como dice la contraportada del libro, se habla mucho de antiamericanismo en los últimos
años. Efectivamente, el empeoramiento de la imagen de los Estados Unidos ante la
opinión pública internacional parece que ha provocado, por reacción, un nuevo interés
por conocer las razones y las causas de una actitud que se califica, de entrada, de
«antiamericanismo», una aversión infundada y global hacia todo lo que representa ese
país. Este libro se inserta en una bibliografía creciente que aborda el análisis de ese
fenómeno con el objetivo no disimulado de denunciar lo que tiene de pueril, injusto y
arcaico. Una bibliografía que parte de una convicción: el creciente rechazo a la política de
los Estados Unidos en el mundo –y con ello a los valores que representa el país– no se
debe tanto a su actuación internacional como al aumento de sus detractores y a la
difusión de su discurso difamatorio. En consecuencia, lo más adecuado para explicar el
fenómeno será indagar en las motivaciones psicológicas de esos detractores y en la lógica
–o en la falta de ella– de ese discurso.
2
El término «antiamericanismo» es incorrecto y ambiguo, porque no sabemos muy bien si
se refiere a actitudes y comportamientos, a un discurso articulado o a meras opiniones e
imágenes negativas. Además, militante, porque se utiliza a menudo con el ánimo de
descalificar cualquier crítica hacia ese país o a sus representantes, presentándolas como
el resultado de una hostilidad infundada e irracional. Aun así, el autor se lanza a estudiar
las manifestaciones hispanas del fenómeno sin tomar demasiadas precauciones,
convencido de antemano de que tiene la explicación de tan masivo y persistente error de
percepción y juicio.
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Alessandro Seregni, El antiamericanismo español
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Lo primero que llama la atención, al menos para un historiador, es que el libro arranca
con un extenso capítulo dedicado a explicar el fenómeno del antiamericanismo universal,
así en general, antes de abordar sus manifestaciones históricas. Si se puede dar cuenta del
fenómeno antes de estudiarlo en su plasmación empírica ¿qué necesidad hay de hacer la
larga excursión por todo un siglo que nos propone el autor a continuación?
4
El artilugio utilizado para dar cuenta del fenómeno consiste en definir primero qué es el
americanismo y así deducir, por oposición, qué cosa sea el antiamericanismo. El autor no
duda en acudir a una definición esencialista, estableciendo como axioma de partida que el
«americanismo» se identifica con los valores de libertad, democracia, economía libre y de
mercado, igualitarismo, individualismo e incluso protestantismo. Establecida esta
premisa, el «antiamericanismo» sólo puede significar la oposición ciega y global a estos
valores: el autoritarismo, el intervencionismo, el colectivismo, el espíritu aristocrático y
el catolicismo. Visto así, los grupos sociales, las ideologías o las naciones que se
identifican con estas últimas orientaciones deben ser «naturalmente»
antinorteamericanos. Casualmente, los valores opuestos a los que representa el
americanismo son los que corresponden «esencialmente» a la tradición hispana, luego ya
tenemos explicado el antiamericanismo persistente y extendido de la sociedad española.
Con este rizo argumental, el autor despeja de un plumazo la incógnita y sólo queda
ilustrar la demostración con las diversas variantes que puede adoptar el fenómeno.
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Esas variantes las enumera en el primer capítulo: el antiamericanismo puede responder al
rechazo de la uniformización y el consiguiente miedo a la pérdida de identidad cultural; a
la oposición a una modernización que pone en riesgo los valores tradicionales; al deseo de
preservar las «aristocracias políticas» frente a una «verdadera democratización», al
sentimiento «de frustración, de decepción y de rabia por la incesante ascensión y por el
crecimiento extraordinario de los Estados Unidos», etc. Miedo, defensa, frustración… son
las raíces psicológicas de esa desviación de la razón. Hecha la taxonomía de las distintas
versiones del fenómeno, el autor se dedica a rebatir sus razones y argumentos,
descalificando al antiamericanismo por estar unas veces relacionado con el antisemitismo
o con la propaganda de influencia soviética; otras veces por tratarse del recurso de los
simples para orientarse en la complejidad del mundo; en ocasiones es la forma de señalar
un culpable externo que haga olvidar las contradicciones internas y los propios errores;
en fin, puede tratarse de una especie de complejo de atenienses que se ha desarrollado
entre los europeos. En todo caso, el antiamericanismo es fruto del menosprecio de la
realidad, de los prejuicios negativos, de los clichés malintencionados, y siempre «actúa
como una idea paranoide».
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El autor engloba en el antiamericanismo las opiniones y los discursos que atribuyen
características negativas, globales, fijas e inmutables a todo la nación estadounidense. El
problema es que esta variante irracional y paranoide de antiamericanismo es
seguramente minoritaria, mientras que muchos de los testimonios que el autor recoge
son críticas dirigidas a aspectos bien concretos de la realidad estadounidense: la política
exterior de sus gobiernos y sus intervenciones neocoloniales, la estandarización de la vida
social, la supuesta «plutocracia» de su modelo político, su concepto mercantilista del
liberalismo, etc. Cuando así ocurre, el autor descalifica esos testimonios por incoherentes:
¿cómo se pueden aceptar los bienes de consumo y los productos culturales
estadounidenses, por ejemplo, y rechazar su modelo político? Pues, justamente, porque el
«antiamericanismo» del que habla el autor no es en la mayoría de los casos un discurso
coherente, consistente y sin fisuras, sino un conjunto de imágenes y de percepciones muy
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Alessandro Seregni, El antiamericanismo español
diversas, de muy distinta consistencia y perdurabilidad, que difiere de unos grupos
sociales a otros, de unas posiciones políticas a otras, y de unas coyunturas históricas a
otras. Querer hacer del antiamericanismo un fenómeno unívoco, perenne y universal nos
parece un error de partida, que lastra cualquier intento de estudiar «sus manifestaciones»
en España.
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Una vez que el autor considera que ha «analizado la esencia [¡!], las manifestaciones y las
causas del antiamericanismo», comienza su recorrido por las expresiones del
antiamericanismo en España, desde la guerra de 1898 hasta la actualidad. Entramos así en
la parte que correspondería al análisis histórico del fenómeno que, en la práctica, se
limita a tres coyunturas bien concretas: los años del «desastre», la coyuntura de
aislamiento tras la Segunda Guerra Mundial y el período de la transición hacia la
democracia. En la parte dedicada al 98 el autor encuentra bastantes materiales, que utiliza
extensamente, como es fácil esperar de una coyuntura bélica. La crítica al agresor forma
parte entonces del necesario esfuerzo para fomentar el espíritu combativo de la nación.
Sin duda, aquella propaganda dejó huellas y creó ciertos tópicos, pero parece claro que la
derrota no generó un resentimiento o un espíritu de revancha contra el vencedor sino
que, al contrario, la frustración se tradujo en críticas crueles hacia el propio sistema
político español. El autor acaba cayendo en el mismo error que denuncia en el
«antiamericanismo»: simplificar un objeto de por sí complejo, atribuir al todo las
características de una parte y predicar de su objeto unas características fijas y unos rasgos
inmutables. Si, por ejemplo, al repasar las manifestaciones de ese discurso en los años
cuarenta, sólo se toman las invectivas de los sectores falangistas más combativos o, por el
contrario, se seleccionan las expresiones del marxismo más ortodoxo y vitriólico de los
años de la transición –Haro Tecglen, Vázquez Montalbán y compañía–, se da una imagen
muy reduccionista de cuál era la percepción dominante de Estados Unidos entre los
españoles en cada una de esas coyunturas. A ello se suma que el libro no hace ninguna
alusión al discurso «proamericanista», que también existía, y que debe ser considerado
para calibrar la importancia relativa de los estereotipos negativos en el conjunto de la
sociedad.
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Desde el punto de vista del análisis historiográfico, por otro lado, el libro decepciona a
cualquier lector competente, aunque dudamos de que se haya planteado como una obra
de investigación histórica; podría entenderse como un esfuerzo por ilustrar con algunos
datos históricos los clichés que el propio autor ha desarrollado sobre el fenómeno leyendo
la ya amplia literatura existente. A veces, el libro se entretiene en contar lo que fueron las
relaciones hispano-norteamericanas, o el movimiento hispanoamericanista español, con
lo cual nos informa de cosas bien sabidas y mejor explicadas en otros libros, pero se olvida
de hacer siquiera una mención al impacto que tuvo la Guerra de Vietnam en la conciencia
crítica de los años sesenta y setenta. Cuando la emprende con los textos objeto de análisis,
los parafrasea sin compasión, incapaz de interpretar las razones o las estrategias que los
motivan. Y todo ello se hace con la ingenua buena conciencia de estar haciendo «una
serena exposición de los hechos».
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En el libro se afirma rotundamente que están equivocados quienes denuncian –como
hacía la crítica marxista de los años setenta– que la progresiva americanización de las
sociedades europeas obedecía a un plan arteramente dirigido por el gobierno
estadounidense, con la connivencia y la colaboración necesaria de las multinacionales y
grandes fundaciones de ese país. Efectivamente, no se puede explicar el éxito de los
valores y productos culturales norteamericanos apelando a un malévolo plan
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Alessandro Seregni, El antiamericanismo español
neocolonialista. Pero tampoco se puede desconocer que desde la posguerra el gobierno
estadounidense hizo un gigantesco esfuerzo, creó decenas de agencias –como la USIA–,
dedicó enormes recursos –para el programa Fulbright, para el programa de visitantes y
líderes extranjeros– y coordinó a departamentos como la CIA con fundaciones privadas,
todo ello para hacer una propaganda sistemática de sus valores y mejorar su imagen ante
la opinión pública mundial. Lo que llaman ahora púdicamente public diplomacy no es un
invento de nuestros días. Se puede discutir la efectividad real de tantos esfuerzos, pero no
se puede ignorar su existencia ni la intención que los inspiraban.
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El autor se presenta como un doctorando que está aún realizando su tesis sobre el tema
del libro. Por lo tanto, es de suponer que esta aportación no es la definitiva. Quizá sólo sea
el resultado inmaduro y apresurado de una empresa más seria. Confiemos que sea así, que
el autor consiga construir científicamente su objeto de estudio como han enseñado a
hacer los clásicos de la sociología francesa, y que haga un esfuerzo por desprenderse de
sus propios prejuicios antes de analizar los prejuicios de los demás.
AUTORES
ANTONIO NIÑO RODRÍGUEZ
Universidad Complutense Madrid
Mélanges de la Casa de Velázquez, 38-2 | 2010
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