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TOMO 2 - Capítulo 5: Mesopotamia
y el reino de Babilonia
El cenit babilonico
EL CENIT BABILÓNICO
Con la desaparición del Imperio asirio, que había sojuzgado a Babilonia durante la primera mitad del primer milenio, se inició el período en que gobernó la décima y última dinastía babilónica. Durante ese tiempo, su capital fue
embellecida como nunca antes y se convirtió en el principal centro comercial e
intelectual de Oriente Próximo. Con el reinado de Nabucodonosor II el programa figurativo de exaltación del soberano se inserta en un ambicioso programa
arquitectónico y urbanístico, que presenta al rey como mediador entre la esfera
divina y el mundo humano, y sobre todo como artífice del orden cósmico frente
a la amenaza del caos.
La dinastía caldea
Tras la muerte de Nabopolassar, Nabucodonosor II lanza continuas campañas con el fin
de someter a todos los pequeños reinos sioriopalestinos, algunos de los cuales habían sido
siempre independientes, e incluso habían tratado de aprovechar la caída del imperio asirio
para recuperar territorio y aumentar su independencia de Egipto y Babilonia. Es el caso,
probablemente, de Tiro, y sobre todo del reino de Judá, cuyo intento será abortado por los
egipcios. No obstante, la balanza de fuerzas es favorable a los caldeos, y Nabucodonosor
logra afianzar la posesión de todos los territorios palestinos, hasta la frontera egipcia.
Palacio Sur de Nabucodonosor, Babilonia.
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y el reino de Babilonia
El cenit babilónico
Ilustración del Dios Marduk de Babilonia.
De esta manera, Nabucodonosor llevó a cabo varias campañas y debe proseguir con una
actividad militar casi ininterrumpida en la franja siriopalestina. Por ejemplo, sabemos que
existió un intento de invasión egipcia en 601 a. C., con algunos contratiempos causados
por diversas rebeliones en el área del Levante, incluyendo Judá. Aunque Nabucodonosor
terminó con las rebeliones, capturando Jerusalén el 597 a. C. y llevando al rey Joaquín a
Babilonia, un nuevo intento de invasión a Palestina, en el 589 a. C., hizo que Judá y otros
estados de la región se rebelaran. Un segundo asedio de Jerusalén ocurrió en el 586 a. C.,
finalizando con la destrucción del templo y la ciudad, y la deportación de muchos ciudadanos a Babilonia. Después de la destrucción de Jerusalén, también tenemos noticias del
largo asedio de Tiro, desde el 585 al 572 a. C., que no es expugnado, pero que tiene que
pactar con los babilonios, que instalan un gobernador junto al rey local.
Durante el período de gobierno de la dinastía caldea, el poder del rey fue absoluto,
aunque algunas funciones del ejecutivo fueron delegadas. Un texto de Nabucodonosor proporciona el organigrama del reino. En primer lugar están los funcionarios
centrales de la corte, luego los gobernadores de las provincias y, por último, los reyes
vasallos. Las provincias son las interiores de la Baja Mesopotamia, que por lo general
corresponden a las principales tribus caldeas. Sigue la lista de los oficiales menores que gobiernan ciudades menores, y la lista de los probables gobernadores
de las ciudades periféricas, o adjuntos a los reyes locales. Se tiene la impresión
de que entre el núcleo de Babilonia en sentido estricto y las ciudades costeras
autónomas, prácticamente hay un desierto, nada comparable a la estructura
provincial asiria.
Por su parte, el clero babilónico ejerció dos tipos de funciones, algunas relacionadas con el culto y otras relacionadas con el sistema económico del imperio. De esta
manera, los administradores de los templos dirigieron y controlaron el sistema productivo
babilónico. Como gran parte de las tierras eran propiedad del templo, la mayoría estaban arrendadas a terceros, aunque el clero también se ocupaba de la recaudación de los
impuestos sobre la tierra y sobre la producción de algunos bienes. De
esta manera, el templo controló una gran parte de las operaciones
comerciales, por más que durante los períodos de prosperidad debió
de existir en Babilonia una notable actividad comercial privada.
Con el producto del pillaje de las ciudades asirias y los
beneficios de los últimos recursos occidentales, Nabucodonosor emprende una intensa actividad urbanística. En
Babilonia construye un gran palacio real, refuerza fortificaciones y, sobre todo, amplía y completa los dos polos de la vida
religiosa, ambos situados en el centro de la ciudad, en un gran
temenos: la zigurat, Etemenanki, y el templo de Marduk, Esagila.
Además, introduce importantes reformas, construye caminos y abre canales no sólo en Babilonia sino también
fuera de ella, intensificando enormemente la actividad
comercial y el desarrollo de la economía.
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El cenit babilónico
Babilonia termina siendo una metrópoli rica y espléndida, ya que se ha convertido en un
lugar de encuentro de pueblos, tradiciones y experiencias distintas, una especie de “parque” en el que se pueden encontrar, en conjunto, elementos de todo el mundo.
Los jardines congaltes
Considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, los Jardines Colgantes de Babilonia fueron construidos durante el reinado de Nabucodonosor II. Se supone que, hacia el 600
a. C., el rey de los caldeos quiso hacer a su esposa Amytis, hija del rey de los medos, un regalo
que demostrara su amor por ella y le recordara las montañas de su florida tierra, tan diferentes
de las grandes llanuras de Babilonia.
De esta manera, ordenó construir espectaculares jardines en su palacio, precisamente al lado
del Éufrates, para que los viajeros los pudieran contemplar, puesto que el acceso estaba
prohibido al pueblo. Desde la más alta de las terrazas se situaba un depósito de agua desde
el cual corrían varios arroyos. Sin embargo, con la decadencia de Babilonia y el fin del Imperio neobabilónico, los jardines fueron abandonados progresivamente. Cuando Alejandro
Magno llegó a la ciudad en el siglo IV a.C., los jardines ya estaban parcialmente en ruinas y
totalmente abandonados.
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El cenit babilónico
El declive del imperio
A la muerte de Nabucodonosor II, tras un largo reinado de 43 años, empieza un período
de inestabilidad que se abrió con un período de luchas sucesorias. Su hijo Awil-Marduk
reina durante un par de años, celebra su entronización indultando a Joaquín de Judá y
probablemente a otros reyes capturados por su padre, pero, al parecer, es asesinado. Le
sucede un usurpador de origen militar, Nergal-shar-usur, que se mantiene durante cuatro
años. Este celebra algunas destrucciones y emprende
una expedición a Cilicia contra el reino de Pirindu,
relatada al detalle en la única crónica que ha llegado hasta nosotros. A Nergal-shar-usur le sucede su
hijo Labashi-Marduk, que al cabo de unos meses es
víctima de una conjuración, y el trono pasa a otro
usurpador, Nabónido, ajeno a la familia real, hijo de
un gobernador y una sacerdotisa.
Debiendo el poder a un golpe de mano, Nabónido tiene que legitimar su coronación
superando el doble inconveniente de ser un
usurpador y ser ajeno al entorno babilonio,
lo cual condicionó fuertemente su reinado.
Al principio defendió la tradición religiosa babilónica y protegió el culto a Marduk, Nabu
y Jergal. Más adelante, en cambio, procuró
dar más realce y competencias a otros dioses
como Shamash, Sin e Isthar, vinculados tradicionalmente a las ciudades de Larsa, Sippar,
Ur, Kharran, Uruk y Accad. Con este proceder,
el enfrentamiento con el poderoso clero local
se hizo inevitable, reflejando que la lucha por
el control religioso sea una de las características básicas de su reinado y una de las causas
de la desaparición del Imperio neobabilónico.
Deidad babilónica con cabeza y plumaje de ave, cogiendo fruta del árbol
sagrado. Bajo relieve en piedra en el
Museo Británico, Londres.
En política exterior, Nabónido siguió los pasos de
Nabopolassar y de Nabucodonosor II. Llevó a cabo
algunas campañas, poco importantes, contra Hama
y el reino de Elam, pero no tardó en volver a Babilonia para hallar el modo de asegurar la paz en su país.
Para evitar el peligro, firmó con el rey persa Ciro II,
un pacto contra los medos, logrando su expulsión de
Kharran. Con ello, la situación parecía consolidada
en el exterior, en tanto que interinamente empeoraba, como consecuencia del litigio religioso y de la escasez de víveres, resultado de una pésima administración económica, debido a las enormes
sumas que Nabucodonosor había destinado a su política de monumentales construcciones.
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El cenit babilónico
En tales circunstancias, Nabónido decidió trasladarse a Arabia durante varios años, a fin
de controlar el tránsito de mercancías de la zona, dejando el gobierno de Babilonia a su
hijo Bel-shar-usur. Dado que su traslado a Babilonia es un año posterior a la victoria de
Ciro sobre la totalidad de Asia Menor, es posible que la decisión de Nabónido guarde relación con el escenario internacional. Se ha pensado en un intento de movilizar la mitad
occidental del reino, añadiendo el componente árabe, ya que la mitad oriental no era de
confiar por la oposición religiosa antes mencionada. Además, se considera que el traslado
al oasis de Teima sirvió para formar una especie de línea de protección, al estar más alejada
que Babilonia de la frontera irania. No obstante, si estas eran sus intenciones, fracasaron
completamente: Nabónido volvió a Babilonia la víspera del ataque de Ciro, y la resistencia,
aunque ineficaz, se organizó con las fuerzas babilonias, y no con las fuerzas arameas y
árabes del oeste.
Nabucodonosor atacando Jerusalen.
La jugada de Nabónido, en vez de enmarcarse en una estrategia defensiva contra los persas, lo hace en una estrategia activa en dirección contraria, e implica una incomprensión
básica de la gravedad de lo que estaba ocurriendo en el norte. Entonces los hechos se
precipitan, y los persas, que en los años anteriores habían hecho algunos amagos, intervienen militarmente. Sin encontrar resistencia, los generales de Ciro ocupan primero Sippar
y después Babilonia. Cuando el trabajo está hecho, Ciro es aclamado como “libertador”
y triunfador.
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El cenit babilónico
El Imperio persa, el
primer gran estado
asiático que nació con
vocación de dominio universal, ocupó
una Mesopotamia
agotada y desangrada por los distintos
enfrentamientos.
Entonces, Nabónido es apresado,
mientras que Ciro se proclama ejecutor de la voluntad de Marduk, y
restaurador de la normalidad del
culto que Nabónido había subvertido. Babilonia no es destruida ni
saqueada, sino que simplemente
queda incluida en el nuevo imperio, convirtiéndose en una de sus
capitales. De esta manera, con la
toma de la más famosa ciudad
mesopotámica por las tropas de
Ciro II de Persia, la desaparición
del efímero Imperio neobabilónico no sólo supuso la desaparición
de uno más de los muchos imperios que dominaron Mesopotamia
Babilonia, Mesopotamia.
a lo largo de su larga historia, sino
que con él se cerraba un proceso
milenario por el que los estados que consiguieron imponerse en la región siempre habían
intentado mantener su independencia. Para ello, o se subordinaban como estado dependiente sometido a tributo por el imperio dominante de turno, o luchaban contra todos los
pueblos vecinos para sojuzgarlos, someterlos a tributo y convertirse en imperio dominante.
Con el avance y consolidación del nuevo Imperio aqueménida, esta dinámica quedó interrumpida para siempre en Oriente Próximo. De hecho, el Imperio persa, el primer gran
estado asiático que nació con vocación de dominio universal, ocupó una Mesopotamia
agotada y desangrada por los distintos enfrentamientos.
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