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CÁPSULAS SEMANALES MARISTAS 5
Un nuevo comienzo
Maristas de Champagnat: Continuando con la cápsula anterior del origen de la devoción
al rosario, completamos la información del porqué de la gran fiesta:
Octubre, Mes del Rosario
En la antigüedad, romanos y griegos poseían la costumbre de coronar sus
estatuas con rosas u otras flores, simbolizando el homenaje y reverencia que a
ellas prestaban. Adoptando para sí esa costumbre, las mujeres cristianas que eran
llevadas al martirio, vestían sus ropas más bellas y adornaban sus frentes con
coronas de rosas, mostrando el enorme contento que poseían de ir al encuentro
del Señor. A la noche los cristianos recogían las flores, y por cada rosa recitaban
una oración o un salmo por las mártires.
De ahí nació la costumbre recomendada por la Iglesia de rezar el rosario, que
consistía en recitar los 150 salmos de David, que eran considerados una oración
extremamente agradable a Dios. Entretanto, no todos podían seguir esa
recomendación: saber leer en aquella época era reservado apenas a los cultos y
letrados. Para los que no podían hacerlo, la Iglesia permitió substituir los 150
salmos por 150 Ave-Marías. A este "rosario" se pasó a llamar "el salterio de la
Virgen".
Poco antes de finalizar el siglo XII, Domingo de Guzmán se afligía con la situación
de decadencia de su época, la gravedad de los pecados y el crecimiento de la
herejía de los cátaros. Un día, decidió ir a rezar en un bosque, y pidiendo
fervorosamente que Dios interviniese en la situación de la Cristiandad, comenzó a
flagelarse con dureza tan grande, que acabó por caer desmayado. Apenas había
recobrado los sentidos, cuando la Virgen Santísima le apareció y le dijo que la
mejor arma para combatir la herejía y conseguir la conversión de los herejes no
era la flagelación, sino la recitación de su salterio.
Dirigiéndose inmediatamente a la Catedral de Toulouse, Santo Domingo de
Guzmán mandó tocar las campanas y reunió al pueblo. Cuando iba comenzar a
hablar, una violenta tempestad se desencadenó con rayos y truenos. Entretanto,
verdadero susto tuvieron los presentes cuando vieron la imagen de la Madre de
Dios En ese momento, Santo Domingo comenzó a rezar el Rosario, y con él todo
el pueblo reunido en la catedral. A medida que rezaban la tempestad se calmaba,
hasta que rezaban la tempestad se calmaba, hasta que cesó completamente.
Por mucho tiempo la población pasó a rezar con devoción el Rosario. Sin
embargo, pasados unos 100 años de la muerte de ese gran santo, el Rosario
comenzó a ser olvidado. En 1349 hubo una terrible epidemia en España que
devastó al país, a la cual le dieron el título de "muerte negra". Fue en esa ocasión
que Nuestra Señora tuvo la condescendencia de aparecer, juntamente con su
Divino Hijo y Santo Domingo, a fray Alano de la Roche, entonces superior de los
dominicos en la misma provincia donde nació la devoción al Santo Rosario. En
esa aparición la Virgen María pedía que fray Alano hiciese revivir la devoción
a su Salterio.
Sin demora el padre Alano, junto con los otros frailes dominicos, comenzó a
trabajar en la difusión de esa poderosa devoción, que tanto agrada a la Santísima
Virgen. Fue con él que el Rosario tomó la forma que tiene hasta hoy, dividido en
decenas y contemplando los misterios de la vida de Jesús y María. A partir de
entonces esa devoción se extendió por toda la Iglesia
¿Cuándo se instituyó la fiesta del Santo Rosario?
Era el día 7 de octubre de 1571, guerra entre cristianos y musulmanes, si los
católicos perdiesen la batalla la Cristiandad sería sumergida por las huestes de
Mahoma. La religión católica habría desaparecido para siempre.
A leguas de distancia, en Roma, San Pío V imploraba el auxilio divino, por
intercesión de la Madre de la Iglesia. Inspirado, el santo Papa pide al
pueblo romano que rece el Rosario por la victoria de sus hermanos.
Días más tarde, llegan los emisarios de la escuadra trayendo la noticia ya antes
anunciada por los Ángeles. Poco después estaba instituida la fiesta de
Nuestra Señora de las Victorias en el día 7 de octubre.
La presencia de María en la vida Marista
La relación de Marcelino con María estaba profundamente marcada por una afectiva y total
confianza en Ella, a quien veía como “Buena Madre”, porque suya era la obra que había
emprendido. Él nos dejó escrito: Sin María no somos nada y con María lo tenemos todo, porque
María tiene siempre a su adorable Hijo en sus brazos o en su corazón.
Esta convicción lo acompañó a lo largo de toda su vida. Jesús y María eran el tesoro donde
Marcelino había aprendido a poner su corazón. Esta íntima relación ayudó a modelar la dimensión
mariana de nuestra espiritualidad. En nuestra tradición, la expresión “Recurso Ordinario” resume
nuestra constante confianza en María. El lema Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús,
atribuido a Champagnat por su biógrafo, recoge la relación estrecha que hay entre el Hijo y la
madre, así como la actitud de confianza en María que tenía el fundador y que nosotros estamos
llamados a imitar. (Agua de la Roca, 25)
EN sus brazos
O en su corazón
María, nuestra Buena Madre
María, nuestra fuente de renovación
Seán D. Sammon, FMS
María ha estado con nosotros desde los tiempos de Marcelino. Sin
embargo, para que su presencia sea realmente vivificadora, y
constituya un motivo de esperanza para nosotros en estos momentos,
nuestra respuesta debe consistir en algo más que en unas pocas
oraciones recitadas cada día o en un conjunto de prácticas piadosas.
Ella tiene que ocupar un espacio preferencial en nuestros corazones.
Marcelino amaba tiernamente a la Virgen; tenía una confianza
ciega en ella y se abandonaba a su protección sin vacilar. Nosotros
seguiremos sus pasos si somos, como María, verdaderos discípulos de
Jesús, portadores de la palabra de Dios a los niños y jóvenes
necesitados.
Pidamos hoy que la Madre del Señor sea para nosotros, de nuevo, la
misma fuente de fe y esperanza que fue para nuestro querido
fundador. María, nuestra Buena Madre, Recurso Ordinario y
hermana en la fe, tú que cautivaste el corazón de Marcelino
Champagnat hasta transformar su vida, haz que también nosotros
ahora permanezcamos atentos a la voluntad de Dios. Amén.
Hno. Pablo Gustavo Gómez Preciado
Director General