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María Jesús Martín Díaz
[email protected]
Las cárceles urbanas: el control social a través de la arquitectura urbana
Resumen
Existe un debate en la actualidad sobre la afirmación de que el urbanismo postmoderno
contribuye a la desaparición del espacio público. Nuestro objetivo es contrastar esta
afirmación a través de la observación de cómo se convierte en un elemento de control
social que bloquean lugares y espacios públicos donde se construye la ciudadanía y se
produce el encuentro. Encontramos espacios pseudo-públicos como la comunidad
enrejada o el mall.
Sin embargo, el análisis documental del que nos hemos servido en un contexto de crisis
estructural de la economía globalizada nos permite identificar a un nuevo urbanismo
como factor de discriminación, estratificación e incluso de marginación social que toma
como ideal un orden urbano determinado, - las cárceles urbanas-. Lo que nos lleva a la
conclusión de que se cuestiona la relación que existe entre contrato social y contacto
social.
Palabras claves: cárceles urbanas, comunidad enrejada, espacio público, control social,
urbanismo, resistencia.
Abstract: Nowadays, there is an ongoing debate about whether postmodern urbanism
contributes to the disappearance of public space. The aim of this paper is to corroborate
this statement by observing how urban planning is used as a tool of social control to
restrain the public spaces where we build citizenship. Moreover, we also find pseudopublic spaces such as jailed communities or malls.
However, in a context of structural crisis of the globalized economy, our documentary
analysis allows us to identify a new type of urban planning as a factor of discrimination,
stratification and, even, social marginalization that focuses on an ideal urban order: the
urban prisons.
In conclusion, we question the relationship between social contract and social contact.
Keywords: urban prisons, jailed community, public space, social control, urban
planning, resistance.
1
1. Introducción
Actualmente, se está produciendo un debate sobre la afirmación que hace el urbanismo
postmoderno acerca de que está desapareciendo el espacio público. Es nuestro primer
objetivo, contrastar esta afirmación observando el uso que se hace del mismo como
elemento de control social.
En la década de los años 80 con los acuerdos de Breton Woods (1944) cristalizados, los
espacios públicos comenzaron a perder su carácter de encuentro social, contrario a la
violencia y de construcción de ciudadanía que hace innecesario un control social del
Estado trufado de autoritarismo.
Nuestro segundo objetivo mantiene una correlación con el primero. Entendemos que
puede poner en cuestión la función y la idea de la democracia, lo que viene a quedar
patentemente reflejado en la comunidad enrejada; es decir, una sociedad que basa su
convivencia en el cumplimiento del contrato social no puede prescindir del contacto
social como observamos en democracias avanzadas, en la de los EE.UU. de
Norteamérica.
Las consecuencias políticas, sociales y económicas que se derivan de esta situación es
una agresión frontal contra la libertad y la igualdad de los seres humanos, que pone en
cuestión el acuerdo que las democracias burguesas alcanzaron en el siglo XIX que
legitima la desigualdad económica y social de las personas.
Como base argumentativa de lo expuesto Edward Soja (2008) en su obra
Postmetropolis, nos informa de la intensificación del control social y espacial creciente
cómo las nuevas formas de privatización: vigilancia, empresas de seguridad, junto al
control policial. Unido al análisis que nos ofrece Mikel Davis (2003) en su obra Ciudad
de Cuarzo donde describe perfectamente una imagen de la postmetropolis como
archipiélago carcelario.
La reivindicación del espacio público se identifica con la libertad y el derecho a
ejercerla. La ciudadanía urbanita en la metrópolis protagoniza el anhelo de libertad sin
renunciar a una convivencia en igualdad.
Con otros argumentos, se consiguen los mismos resultados: vaciar el espacio público de
la ciudad en su vocación democrática (Borja, 2013). Como afirma Castells (1986) las
2
formas espaciales expresan los interesas de la élite dominante vinculados al modo de
producción y desarrollo.
La metodología que vamos a desarrollar se basa en datos documentales de fuentes
secundarias. Hemos tenido en cuenta documentos empleados en investigaciones
anteriores que incluyen información de utilidad para la consecución de nuestros
objetivos y que contribuyen a dar respuestas a las hipótesis que podamos plantear.
Hemos hecho primeramente un acercamiento a las fuentes bibliográficas y
documentales para conocer el estado actual de la cuestión. En una primera toma de
contacto seleccionamos aquellas fuentes que nos eran de mayor relevancia para nuestros
intereses investigativos; contando con un soporte teórico importante comenzamos la
elaboración de nuestro trabajo.
Nuestro análisis se orienta hacia la identificación que Bauman (2009) hace del concepto
“Comunidad”. Al mismo tiempo debemos tener en cuenta la identidad, tal y como
afirma Bauman (2009), podría presentarse como sucedáneo de la comunidad. Lo que
hace difícil la doble identificación: comunidad e identidad como un espacio de
seguridad y confortabilidad social, para explicar la dificultad de entender los nuevos
estilos de vida hasta desembocar en la comunidad enrejada. Nos permite ir abriendo
una senda a nuestras conclusiones.
La pérdida del contacto social entre los ciudadanos contribuye a debilitar los lazos de
responsabilidad mutua. Algo esencial en la vida de la comunidad, contradicción cuyo
corolario son las comunidades enrejadas manifestación de una mentalidad fortificada
palpable en EE.UU. y Europa Occidental.
¿Dónde queda la función y la idea de la democracia? ¿Es posible cumplir el contrato
social en ausencia de contacto social?
2. Proceso Social y planificación urbana
El cambio social es inherente a las naturalezas mismas de las cosas, así lo expresaba N.
Whithehead (1925). Esta complejidad de la vida social se manifiesta a través del paso
del tiempo, en la consecución de distintas secuencias espacios-temporales.
El cambio social no presenta un modelo único, sino que es prolijo en su variedad; tanto
que en sus manifestaciones procesuales alcanza a todos los ámbitos contenidos en la
3
estructura social. Estos procesos consecutivos de profundización en la explotación,
alineación y pobreza han de superarse a través del transcurso del tiempo en una
progresiva emancipación que conduzca a una nueva realidad construida cuya aspiración
es producir un ciclo de desarrollo, progresivo; opuesto a un ciclo regresivo.
Entendiendo el progreso desde esta perspectiva como afirman Engels (1985).
La planificación urbana en la postmodernidad se ha visto afectada en gran medida por
procesos que generan y vienen generando modelos urbanísticos que contienen esas
contradicciones.
2.1. La conjunción entre los procesos políticos, sociales, económicos y la
organización espacial
La complejidad al analizar simultáneamente el análisis social y espacial sin que aún
dispongamos del marco adecuado para construir una teoría de la ciudad, no nos facilita
alcanzar una hipótesis de trabajo; aunque no desistiremos, pese a la dificultad, en
profundizar en la interacción que se produce entre forma espacial y proceso social, y
como aquella influye en éste.
Sin embargo, Webber (1963) plantea la emergencia de un nuevo orden espacial como
estrategia de contestación a la tecnología y a la evolución de las normas sociales. Sea
como fuere la aportación que hace el autor concede primacía a las interacciones sociales
sobre la concreción de las posesiones en las que se produce. Los “dominios urbanos”
(Webber, 1974) en Indagaciones sobre la estructura urbana; plantean una cohabitación
donde no identifica una localización concreta. Los ciudadanos habitan en diversas
comunidades al mismo tiempo, diversificando sus funciones en cada una de ellas. Esta
simultaneidad que propone, atisba un acercamiento al propio proceso social como
dinamizador de prácticas de convivencia colectivas, donde se concreta.
La afirmación de Manuel Solá-Morales1: “Ideas +Participación= Ideales colectivos”;
que amplía al concepto de urbanismo sin lugar, de tal forma que “Ideales +
Infraestructuras= Urbanismo sin lugar”.
Son los procesos sociales los que supeditan la planificación y ambas perspectivas se nos
muestran como aparentemente opuestas.
1
Citado por Abarca F.J., Campos, F.S. (2013) en Urbanismo sin Lugar: Paisajes Participados, Bitacora
22. Nún. , pp- 53-60.
4
Es evidente que la organización espacial se acompaña de los procesos políticos, sociales
y económicos. Así se observa en la redistribución económica tanto en los derechos de
propiedad, como en la localización de las viviendas y las actividades laborales y el
precio que ha de pagar el consumidor por disfrutar de los recursos.
Evidencia que las estructuras espaciales que se orienten a la igualdad y eficiencia en un
sistema urbano, así como al control de los poderosos y opacos mecanismos que
gestionan la redistribución, no son fáciles de controlar por parte de los ciudadanos.
2.2. La pauperización de los barrios urbanos
La ciudad de Manchester es el icono donde la burguesía industrial inglesa construirá su
modelo de ciudad a partir de 1838. La ciudad sufre una transformación completa en su
diseño urbanístico donde las nuevas fábricas próximas entre si la rodean
concéntricamente, mientras en que el interior de la misma se asientan los trabajadores y
otros colectivos fundamentales para el capitalismo industrial, lo que Marx y Engels
denominaron “ejército de reserva”. Esta organización urbanística definiría más tarde el
llamado Distrito Central de Negocios, ampliación del mercado o centros neurálgicos de
la ciudad, junto a un cinturón de suburbios afinados de la vivienda de la clase
trabajadora siendo las consecuencias de todo ello, dos nuevos procesos de urbanización:
uno, la “pauperización”, dentro del anillo urbano, y el otro, los llamados barrios urbanos
pobres “inducidos”.
Estos dos procesos sobre la sociedad capitalista industrial se encuentran íntimamente
relacionados, proponiendo la creación de una subclase empobrecida como amenaza
material y simbólica contra los trabajadores individuales “libres”.
La pauperización unida al hacinamiento demográfico seguirá siendo el resultado de
nuevos procesos de urbanización a partir de un éxodo rural masivo hacia las ciudades.
Es por lo que las nuevas clases del capitalismo industrial urbano se asientan en la urbe
en zonas concéntricas segregadas; así trabajadores y ejércitos de reserva en el interior
más densamente poblado en un segundo anillo la clase media burguesa según una
cuadricula urbana regular y en la zona periurbana grandes casas con jardín y fincas
rurales para la alta burguesía. Se crea una matriz con características de organización del
espacio urbano del capitalismo industrial exportable a todos los lugares mundo.
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2.3. El gueto: comunidades estigmatizadas
La marginalidad creciente en el conjunto de las zonas de la clase trabajadora tiende a su
concentración en espacios delimitados y aislados, cuya percepción como habita de los
desechos de la sociedad es aceptado en la metrópolis postindustrial. Son “espacios
penalizados” (Pétonnet, 1982) amenazan con convertirse en elementos permanentes de
un cierto espacio urbano y acaba convirtiéndose en estigma.
De los grandes estigmas estudiados por Goffman (1986), - las “deformidades del
cuerpo”, los “defectos de caracteres” y las “marcas de raza, nación y religión”- ; el
tercero es el que se parece al estigma territorial, ya que pueden ser transmitidos por vida
del linaje y contagiar por igual a todos los miembros de la familia.
Pero en este último caso la movilidad geográfica contribuye a su atenuación y
encubrimiento. Es lo que ocurre en las grandes metrópolis del mundo occidental donde
concentraciones de habita, distritos o barrios de viviendas sociales son reconocidos por
su violencia, conflictividad o abandono que les conforman una normalidad
convencional.
La estigmatización territorial puede llegar a tener efectos indeseables a través de las
políticas públicas que se apliquen. Invocando planes de intervención socioeducativa,
interculturales y recuperación urbanísticas, se permite la adopción de medidas
especiales que muchas veces contribuyen a desestabilizar aún más a sus habitantes,
haciéndolos invisibles e ingresando en un mercado negro de trabajo o incluso
expulsándolos de un espacio ansiado.
Definir el concepto de gueto exige identificar la relación existente entre guetización,
pobreza urbana y segregación; y diferencias estructural y funcionalmente guetos y
vecindarios étnicos. La identidad estigmatizada de Goffman (1986) encuentra aquí su
matriz simbólica.
La mayoría de los guetos encierran una historia como lugares de miseria, la escasez de
espacios y la densidad de población junto a la explotación económica y el conflicto que
les acompañan identifican una característica esencial como es la pobreza. Así mismo, la
segregación espacial es razón necesaria aunque suficiente para la instalación del gueto,
pero tiene que ser impuesta y afectar a toda la población que vive en sus límites y con
6
características institucionales que contribuyan a la reproducción del propio modelo
dentro del perímetro del gueto.
El gueto permite construir una frontera entre la categoría excluida y el resto de la
población, produciendo una fractura entre ellas. Convierte a sus habitantes sometidos a
condicionamiento espaciales en elementos singulares, exóticos e incluso aberrantes
(Sennett, 2006). Y se convierte en una explosión de combustión cultural que produce
identidades manchadas.
3. La Globalización del espacio urbano
En estas últimas décadas el concepto de globalización se ha comenzado a utilizar dentro
del análisis político, empresarial… La globalización contemporánea puede ser percibida
como una etapa más de un proceso histórico, sin embargo, esto oculta más de lo que nos
revela. El proceso de globalización se suele mostrar como un proceso únicamente
económico, no obstante, aunque las fuerzas económicas sean una parte fundamental de
la globalización, no es el todo. La globalización se desarrolla a partir de una serie de
factores sociales, políticos, culturales y económicos.
Se entiende por globalización la percepción de que vivimos en un solo mundo, es decir,
compremos el mundo como un todo, dónde cada vez más los individuos y naciones son
más interdependientes.
3.1. La hipótesis de la ciudad mundial
John Friedmann (1986) afirma en su hipótesis que la organización espacial en la nueva
organización internacional del trabajo está relacionada con la ciudad mundial, lo que
afecta a las relaciones entre producción de la gestión global y determinación política
estratégica-territorial. Explica lo que sucede en las ciudades globales económicamente y
el conflicto político que se puede producir en su seno. Enfatiza el origen común en el
sistema globalizado de las relaciones de mercado.
3.1.1. Las ciudades claves de arco del capitalismo global
La ciudad global integrada en la economía mundial presenta funciones fuertemente
asociadas a una nueva división espacial del trabajo clave de cualquier cambio
estructural que pueda suceder. Las sedes del capital global se organizan en una jerarquía
espacial urbana que articulan sus intereses sobre la producción y los mercados. Estas
7
funciones globales aparecen en la estructura y dinamismo de los sectores de producción
y empleo.
3.1.2. Las ciudades mundiales fortaleza del capital internacional
Las ciudades globales son el núcleo de concentración y acumulación del capital
internacional, sacando las principales contradicciones del capitalismo industrial:
polarización espacial y de clase. Generan costes sociales que sobrepasan la capacidad
fiscal del Estado, que difícilmente tiene mecanismos de recaudación de impuestos para
cubrir las necesidades de los ciudadanos, acompañados de una insuficiente fiscalización
de capitales que tienden a refugiarse en paraísos fiscales-ciudades globales.
3.1.3. Las metrópolis atrapa sueños de los migrantes para beneficio del
capital
Al flujo de capitales le acompañan imprescindiblemente el flujo de migrantes. Mano de
obra de distinta cualificación necesaria para su gestión y consumo, que se sitúan en la
estructura social y en su sistema de estratificación social de acuerdo a su capital técnico
intelectual y manual, en su origen doméstico o internacional.
La conclusión a la que llega Friedman (1986): las luchas de las poblaciones, cogidas en
la trampa de una inmovilidad territorial relativa y la movilidad del capital
internacional, son partes de la dinámica que conforman las ciudades mundiales y el
sistema económico capitalista mundial.
4. Las cárceles urbanas. Cómo gobernar las ciudades
Observamos una tendencia predominante en el urbanismo postmoderno con una
intensificación del control social y espacial. La pérdida paulatina del espacio público es
un hecho que reedifica una nueva realidad urbanística: son los espacios protegidos y
amurallados. Las “ciudades carcelarias” de Foucault.
Este urbanismo postmoderno desarrolla estructuras de poder y autoridad con el fin de
gobernar las ciudades desde otra visión, salvaguardando los intereses de las élites
poderosas con una remodelación del imaginario urbano, hasta hacer difícil distinguir
quiénes están dentro o fuera de las cárceles urbanas.
8
4.1. El concepto de cárceles urbanas
En este proceso identificar quiénes están fuera y quiénes están dentro no es fácil, dónde
se sitúan los barrotes y cuál es su función. La apropiación de los espacios públicos
sustituidos por los pseudo-públicos, como es el mall o la comunidad enrejada se
apropia, según Foucault del espacio donde el poder se expresa y ejerce. La resistencia
social al poder para su transformación produce un orden urbano cuyo significado
desarrolla un discurso donde el espacio de encuentro y construcción social ciudadano
puede percibirse de distintas formas.
Los habitantes de la comunidad enrejada, desde dentro, determinan y ordenan el espacio
público y social exterior, con todo tipo de elementos de vigilancia, protección y control
social, consiguiendo el oxímoron de la libertad enrejada.
4.2. La identidad sucumbe a la identidad: la comunidad enrejada
En un mundo en tan rápido proceso de globalización como protagoniza la sociedad
postindustrial donde la privatización y el individualismo competitivo son las guías de
las construcción social de la realidad a través de la palabra y el juego de moda
(Hobsbawm, 1996), donde la identidad pretender ser el centro de una nueva
construcción social y por ende urbana; pero no deja de ser un “sucedáneo de la
comunidad” (Hobsbawm, 1996). Lo que enfatiza J. Young (1999) sobre la afirmación
de Hobsbawm cuando concluye: “La identidad se inventa justo cuando se colapsa la
comunidad”.
Un identidad cambiante en esta vertiginosa posmodernidad donde especificidades
especiales del urbanismo se pierden en la vorágine de la vida en la postmetrópolis donde
sus habitantes desarrollan una psicastenia que conlleva a los lenguajes e imágenes que
necesitamos para vincularnos con los demás y para vernos a nosotros mismos
(Olalquiaga, 1992).
Esta nueva Sociedad de la Información, que expande sus redes de realidad virtual,
comunidades digitales y comunicaciones ciberespaciales es la que da cobertura a esa
nueva forma de agrupamiento social: mall o comunidad enrejada. Esta suplantación de
la Comunidad tal y como Tönnies (1979) la identifica como entendimiento común que
se produce de forma natural… y que Bauman (2009) amplia en sus significados y como
“sensación”. Produce una buena sensación sea cual sea el significado de comunidad
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(Bauman, 2009). La comunidad es un lugar cálido, un lugar acogedor y confortable.
Ahí afuera, en la calle, acecha todo tipo de peligros… vigilar con quién hablamos y
quién nos habla, estar en guardia en todo momento (Bauman, 2009). En definitiva, la
comunidad es la antítesis de la identidad postmoderna.
4.3. El control social: La ciudad de Cuarzo
La representación de la ciudad como archipiélago carcelario tanto en forma general
como específica la protagoniza el hinterland de Los Ángeles en California. Esta ciudad
es el prototipo que Mikel Davis utiliza para describir su Ciudad de Cuarzo. Es un
urbanismo obsesionado por la ciudad y expande un pensamiento de la “ecología del
miedo”.
La Ciudad de Cuarzo es el mejor ejemplo crítico sobre el urbanismo norteamericano
contemporáneo. Se describe la ciudad fortaleza, producto consecuencia de la “Segunda
Guerra Civil” que sigue a los veranos de la década de los años 60. Davis (2003)
presenta tres elementos que contribuyen a la encarcelación urbana: una combinación
local de arquitectura postmoderna, un diseño urbano determinado y el aparato policial a
los que crítica frontalmente. Este modelo en el caso de Los Ángeles permite una
explicación y aplicación general de la vida urbana actual en cualquier lugar. Davis
(2003) afirma Los Ángeles en el lado malo de la posmodernidad.
Es evidente que la fortificación del espacio urbano supuso un factor integral del
desarrollo del capitalismo urbano hasta finales del siglo XX. El control social que con
su discurso político sobre su pensamiento alrededor de la guerra social, la subjetividad
radical y la lucha de clases son la base sobre la que construye su teoría crítica espacial.
La Ciudad de Cuarzo es un ejemplo de cómo un espacio social urbano público puede
verse afectado para que mute a otra realidad y como un enfoque político filosófico
basado en un antineoliberalismo marxista es la mejor manera de oponerse a las
comunidades cerradas y los centros comerciales amurallados.
Los cincos discursos de Davis (2003) sobre la postmetrópolis explica cómo se plantea
un urbanismo preocupado por la seguridad en la vida cotidiana de los espacios sociales
urbanos. Como ejemplo que ilustra este pensamiento titula su capítulo: “la fortaleza
L.A.”, que explica la desaparición del espacio público ahogado por la privatización y el
derrumbe del Estado de Bienestar.
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4.4. Dos principios irrenunciables: libertad y seguridad
Como afirma Bauman (2009) no se puede ser humano sin seguridad ni libertad. La
comunidad significa seguridad, pero también puede significar perder libertad. Ambos
valores, seguridad y libertad, anhelados por el ser humano son difícilmente disfrutados
en una relación de equilibrio. Esta dificultad permite que sea poco probable la
resolución de la dicotomía seguridad y libertad; es el debate entre comunidad e
individualidad. Como seres humanos es imposible superar el dilema, quizás solo
podemos negarlo. Ante esta dualidad el urbanismo postmoderno a puesta por la
individualidad pagando un alto precio la Comunidad.
Si hacemos nuestro el modelo de Tönnies (1979) estaríamos transitando de la
comunidad a la asociación; de la sociedad tradicional a la sociedad industrial, pero la
dinámica de los procesos temporales es imparable y el transito a la sociedad
postindustrial un hecho palpable en el siglo XXI. Es a partir de aquí donde se nos
presenta la posible contradicción seguridad/libertad. Si no queremos renunciar a
ninguno de los dos principios tendríamos que proponer un urbanismo colectivo, exento
de individualidad, sin embargo, si la sociedad postindustrial nos venden individualidad
como factor de libertad, es ella misma la que se significa cuando niega que los espacios
públicos sociales contribuyen a la construcción de la libertad ciudadana. Y que cuando
en nombre de la libertad utiliza el aparato represor del Estado contra la expresión libre
en los espacios sociales colectivos y el diseño urbanístico que promueve en las
sociedades modernas (Harvey, 1992)
5. Urbanismo: ágora de la Democracia
Es en el siglo V a.d.n.e. cuando la Atenas de Pericles desarrolla un urbanismo de
carácter revolucionario instalando el Agora como un espacio compartido y asambleario
del debate público. Es el punto de partida sobre el cual se construye la polis ateniense y
la instauración arquitectónica del espacio colectivo democrático. Un espacio para el
debate, la contrastación de ideas y opiniones, el libre pensamiento y la reflexión
filosófica. Es por ello que el ágora es mucho más que una plaza pública, y por las
mismas nuestras plazas públicas no pueden ni deben ser menos que ágoras. Actualmente
el urbanismo postmoderno parece haber olvidado el sentido de la historia.
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5.1. La ciudad epicentro-democrático como agente de cambio social
En buena medida la historia de la humanidad comienza en las antiguas ciudades estados
mesopotámicas. La ciudad de Ur, Uruk, Lagash, ponen en marcha un proceso histórico
que conoceremos como los antiguos imperios urbanos. Así es la ciudad el epicentro del
desarrollo de la historia donde encontramos las primeras y más antiguas tablillas de la
escritura cuneiforme. Y con la escritura comienza la historia. Habrá que esperar mucho
tiempo aún para que el epicentro urbano se democratice y será Atenas como agente la
que protagonice este proceso de cambio social.
La ciudad tiene una vocación democrática, pero la historia no es unilineal se alternan
procesos de progresos con otros de regresión, tanto en el ejerció de los derechos
ciudadanos como a la calidad del urbanismo. Existen diferencias en la construcción de
ciudades entre los Estados Unidos y Europa. La ciudad de Los Ángeles está exportando
un tipo de urbanismo en los últimos años que se copia en el resto del mundo. Es una
ciudad con múltiples corazones urbanos (Borja, 2003), con menor consistencia de su
tejido urbano y mayor segregación social. Mientras en Europa el tejido urbano herencia
de siglos tiene más consistencia y su tejido social está mucho menos segregado. Es la
llamada ciudad emergente en las periferias europeas las que presentan una crisis como
espacio público urbano.
La ciudad se concibe como lugar de encuentros; la conversación y la comunicación cara
a cara son fundamentales, por tanto se hacen necesarios bares y restaurantes. Pero
cuando la ciudad fragmentada se convierte en un espacio de productos y objetos de
mercadería que sustituye al intercambio y a la diversidad, orientan tendencias pocos
productivos, socialmente segregados y políticamente indisciplinados. Se produce la
negación de la ciudad, negación de las libertades urbanas y de los valores democráticos.
Es un espacio con derechos, responsabilidades, libres e iguales. La ciudad presenta una
complejidad y una carga sustancial que no está relacionada con concentración
demográfica, actividad económica o espacio de organización administrativa
automáticamente.
La ciudad ha de desarrollar sus funciones de intercambio y diversidad; orientarse a la
diferenciación y a una socio-urbanidad funcional, ampliando los espacios de encuentro
y contacto. Es fundamental marcar la dimensión principal de la ciudad: la calidad de su
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espacio público. Es el espacio dónde se producen las respuestas positivas, lugar de
intercambio y al mismo tiempo manifestación de la crisis de la ciudad (Borja, 2003).
La ciudad presenta tres procesos negativos que contribuyen a una progresiva
desaparición del espacio público que se homologue a un espacio de ciudadanía:
disolución, fragmentación y privatización.
Los procesos de cambio social aspiran, en su caso, a una transformación de la realidad
social, pero hay que ver en qué dirección se dirige ese cambio. Y observamos como el
urbanismo postmoderno hace del espacio público de calles y plazas un espacio
comercial privado que dificulta el desarrollo de la calidad democrática y pública que
fomenta las desigualdades y las exclusiones sociales. Los tres procesos contribuyen a la
desaparición de los espacios de ciudadanía.
5.2. El contacto social base de la construcción democrática sin renunciar al
contrato social
Difícilmente podríamos entender la renuncia al contrato social en los espacios de
convivencia democráticos. Como afirma J.J. Rousseau (2011) en el capítulo VI del
Contrato Social titulado del Pacto social: encontrar una forma de asociación que
defienda y que proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y
por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan
libres como antes. Tal es el problema fundamental cuya solución da él es Contrato
Social (Rousseau, 2011).
Después de esta afirmación donde se defiende y protege a la persona colectivamente y
donde el gobierno de uno es el gobierno de todos que cristaliza en la libertad de la
persona, no es entendible que la base del contrato social no se sustente en el contacto
social. Sin embargo, observamos que en la sociedad postindustrial se produce un
desplazamiento entre las industrias y las ciudades, entre profesionales y los centros
industriales, que van contra las bases del sentido de la comunidad, conculcando
significación contraria al origen sociohistórico del término e involucionando tanto el
significante como el significado, tratando de aplicar características ajenas al concepto
comunidad como un espacio de libertad colectiva y de autogobierno tal y como lo
define Rousseau (2011).
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Es un alarde de legitimación conceptual espúreo tratar de ponerles rejas a la libertad y
no reconocer en la comunidad el carácter de autogobierno en la solidaridad mecánica de
la vida cotidiana; y por tanto, parece que se trata de montar un artificio para justificar la
fragmentación y privatización de ese mismo espacio social en aras a intereses
sociopolíticos y económicos de una élite que se apropia vía urbanismo postmodernos de
los espacios urbanos sociales colectivos que son de todos.
6. Amortización del urbanismo postmoderno y los derechos ciudadanos
6.1. El espacio público
El espacio público aparte de ser de un producto de uso social es una determinación
política y jurídica (Borja, 2003). Según Borja (2003) hay espacios públicos prohibidos o
al que no podemos acceder ya que jurídicamente no son públicos. Sería interesante ver
cómo se pueden volver a socializar los primeros y volverse a convertir en públicos los
segundos.
El espacio público es, hoy día, un desafío para la forma de desarrollo de la política
urbana. A parte de ser un desafío urbanístico, es también un reto político y cultural.
A nivel urbanístico, el espacio público es un elemento primordial a la hora de realizar
cualquier proyecto urbano. En el ámbito político el espacio público es un lugar de
concentración y expresión colectiva, dónde se encuentra con el sentido comunitario. Y a
nivel cultural, el espacio público simboliza las características de la población, así como
la jerarquía social, la identidad colectiva… Además, también representa los valores que
transmiten el conjunto urbano y las funciones que éste personifica.
6.2. Mercantilización del espacio público
Hoy día podemos entender por espacio público lugares de diferentes ámbitos tanto
públicos como privados, como áreas comerciales que reproducen plazas y calles;
hospitales y estaciones que cumplen el papel multifuncional… El proceso de desarrollo
urbano está marcado por nuevas dinámicas polarizadoras y privatizadoras.
El capitalismo urbano está controlando el desarrollo urbano, lo cual es muy peligroso,
porque el espacio público es rentable en términos, culturales, sociales y civiles, además
de serlo políticos y económicos.
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No obstante, el espacio público debe garantizar su uso en tiempo de igualdad a los
diferentes colectivos sociales y culturales. El espacio público es un derecho, un derecho
ciudadano del que deben beneficiarse todos los que viven en las ciudades.
La ruptura que se está produciendo entre el espacio y las personas se caracteriza por el
proceso de individualización que va de la mano del capitalismo. Un capitalismo que le
ha puesto un valor al espacio, para Lefebvre (1975) las nuevas formas de consumo que
se están desarrollando en las sociedades occidentales, donde el espacio es parte del
consumo colectivo hace que éste se convierta en una mercancía. La valoración de
Lefebvre la podemos ver en la amplitud de las terrazas de los bares, empresas unidas a
las instituciones públicas que juegan con el espacio público, prohibiendo derechos y
libertades de la ciudadanía para que siguen en funcionamiento el libre mercado, es
decir, un libre mercado que oprime a la sociedad.
6.3. El discurso de la ciudad “competitiva” y el capitalismo especulativo
La competitividad se convierte en una coartada legitimadora de la economía
especulativa. La estrategia del neoliberalismo construye una ideología donde el
individualismo, la eficacia, la eficiencia, el ajuste de los costes de producción, el
emprendimiento y la competitividad, permite socializar colectivamente un pensamiento
fuertemente
individualista
que
contribuye
en
la
mayoría
de
los
casos,
inconscientemente, a la cuenta de resultados de las empresas , del sistema bancario, y a
los negocios urbanísticos, que cuentan con las complicidades del sistema político
judicial en numerosos casos, como por ejemplo los desahucios injustos.
Es necesario combatir este pensamiento individualista para evitar las operaciones
urbanísticas excluyentes y especulativas (Borja, 2013). Las construcciones faraónicas
que en las últimas décadas han salpicado el mapa de España: La Ciudad de las Artes y
las Ciencias en Valencia, la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, entre
otras, identifican claramente a ese capitalismo especulativo al que nos referimos. La
justificación de costosas y grandiosas construcciones urbanas vinculadas al paroxismo
político o económico que beneficia a determinados actores sociales instalados en las
élites del poder.
Se socializan los sobrecostes de estas construcciones donde los presupuestos van
aumentando con el transcurso del tiempo, como estrategia y negocio para unos pocos.
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La factura final la acaba pagando la ciudadanía por los abusivos intereses sobre la
entrega de la obra final y por los recortes económicos en servicios básicos como
Sanidad y Educación que quedan relegados a un segundo plano, porque es más rentable
electoralmente una inauguración megalómana.
Hay que deslegitimar salarios y privilegios de los financieros y altos cargos. Denunciar
la regla de todo mercado y del negocio urbano, que considera inevitable la
construcción como mal menor, la especulación como algo natural y el tráfico de
influencias como actividad legitima (Borja, 2013).
7. Conclusiones
La desaparición del espacio público es un hecho incontestable cuyas consecuencias
socioeconómicas y políticas profundizan en una brecha de desigualdad social donde, y a
modo de conclusión, destacamos las siguientes:
El urbanismo posmoderno contribuye a la negación del derecho a los espacios públicos.
El espacio público se convierte en un espacio residual, de forma que se separa
legalmente el espacio público moderno entre propiedad privada urbana y propiedad
pública. Esta estrategia de separar lo público de lo privado influye en el vaciado de la
dimensión sociocultural del propio espacio público y dificulta la interacción entre los
actores sociales y los espacios urbanos en los que se encuentran, incluso pudiendo
constituir una alternativa de comunidad (Borja, 2003).
Esta ausencia de contacto debilita la función y la idea de la democracia, y tiene un
alcance aún mayor en el contexto del contrato social.
Forma parte de una estrategia del capitalismo especulativo inmobiliario y los espacios
de crecimiento de la ciudadanía. El espacio público se ve afectado por unas pautas
urbanizadoras extensivas, excluyentes y privatizadoras. Tanto es así como que se
presentan espacios dislocados, lugares o los “no lugares”, guetos clasistas, territorios
marcados por la incertidumbre o la exclusión social. Este espacio público de
organización discontinua va desapareciendo y atomiza a los habitantes de un
determinado territorio que se ven sin salidas y dependientes de una tendencia dominante
a la privatización de los servicios públicos.
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Se excluyen a los sectores populares antes como residentes y posteriormente como
usuarios. Esta urbanización es una consecuencia del encuentro del capitalismo
financiero e inmobiliario actual. La búsqueda del lucro inmediato construye un sistema
de funcionamiento global que se alterna complementariamente con un sistema
financiero local, que se ve favorecido por la legislación, la burbuja inmobiliaria y la
apropiación privada del suelo público a través de la gestión privada a lo largo de un
proceso especulativo cuyo objetivo es la obtención de altas plusvalías. Todo ello con la
connivencia de la Administración autonómica y local, donde la compra-venta de
licencia de construcción es el objeto del negocio y la llave que abre esa puerta son las
concejalías de urbanismo.
Contribuyen a la exclusión y marginación en razón de la clase social y las etnias de los
grandes espacios metropolitanos. La estigmatización territorial ataca frontalmente al
concepto “lugar”, por lo que significa de ausencia local, humana y comunitaria. Esta
identificación con las poblaciones urbanas marginadas que las estrategias postfordistas
hacen suya. Se pueden apreciar en las transformaciones espaciales del gueto negro
estadounidense y de la banlieue obrera francesa, que han pasado de ser lugares
comunitarios con significados comunes y compartidos, a espacios de competitividad
individualizada. La afirmación de Dennis Smith (1987) explica el debilitamiento de la
comunidad territorial en el seno de la ciudad, orientando los comportamientos en
tendencias a la defensa y refugio individual en el espacio privatizado del hogar y la
búsqueda de la seguridad a partir de un sentimiento de vulnerabilidad.
Hemos pasado de un oikuméne colectivo a un espacio urbano deshumanizado
(Wacquant, 2012). Nuevas formas de marginalidad socioeconómicas con componentes
étnicos, en procesos de segregación espacial urbana acompañadas de ideologías y
tensiones xenófobas debido al aumento del desempleo como factor estructural que
determina una nueva configuración, a un más precaria y excluyentes de la
estratificación social; con el asentamiento de población inmigrante de forma permanente
que da nombre a la estructura de esta “nueva pobreza” (Marklund, 1990).
El urbanismo postmoderno es causa, acción e instrumento de las “ciudades carcelarias”
(Foucault, 1977).
Explica la adaptación de los espacios urbanos a los intereses
socioeconómicos presentes en la dualización de la estructura social actual, donde se
refleja claramente la contradicción de estos intereses opuestos que se evidencian en el
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sistema de estratificación social capitalista. La necesidad de encontrar la correlación
entre la teoría y la praxis, legitima la acción política en la gestión de este nuevo
urbanismo. Gestionar los espacios públicos y privados, con políticas de privatización y
arrinconamiento de los espacios públicos, cumpliendo un doble objetivo, por un parte,
devaluando lo comunitario y la acción participativa en libertad y por la otra, obteniendo
beneficios económicos a través de la especulación inmobiliaria. Para que sea posible su
articulación instrumental edifica un nuevo plano urbano, alejando los espacios laborales
y fabriles al exterior de la metrópolis, reedificando los espacios vecinales para fomento
de una tercerización sociopolítica y económica donde el protagonismo de las élites sea
una constante y la expulsión de la población original la consecuencia.
En definitiva, las cárceles urbanas
se superponen a la ciudad como elemento
integrador. Negación más concluyente de la ciudad, muros de la vergüenza del no
reconocimiento del derecho ciudadano y de la disolución del espacio público como
ámbito colectivo de conocimiento e intercambio (Borja, 2013).
Existe una relación estrecha entre ordenación del espacio, poder y técnicas de control de
la población presentes en la ideología urbanística. Haciendo del urbanismo un acto
político. Todos los regímenes políticos han utilizado el urbanismo como forma de
expresión de su ideología.
Las postmetropolis son supervisadas por estructuras de poder y autoridad tanto públicos
como privadas. Se percibe aquí una nueva forma de control social mucho más sutil y
refinada como es la remodelación del imaginario urbano a través de imperceptibles
manipulaciones de la ideología.
El control social se ejerce desde el urbanismo cuando éste apuesta por espacios de
seguridad que compartimentan los distintos grupos sociales de un mismo territorio en
función de su adscripción socioeconómica prevaleciendo nuevas formas de represión en
el espacio y en su movilidad dinámica y social.
En este contexto que hemos analizado el trabajo de los movimientos sociales que luchan
por el derecho a la ciudad, el espacio público, las libertades que se contienen en él y las
tendencias que pueden combatir los procesos de exclusión, tienen que ser activados
colectivamente como mayorías sociales que se enfrenten, luchen y derroquen los
intereses urbanísticos privados de las élites, que proponen encerrar la libertad en sus
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cárceles urbanas y hacernos pagar por ellos unas hipotecas que alimentan sus negocios y
acrecientan su patrimonio.
La ciudad como proyecto colectivo y recuperación política ciudadana, que amplíe los
derechos de las nuevas generaciones, derecho al lugar y la movilidad. A un gobierno
autónomo con igualdad jurídica para todos, donde convivan lo común y las diferencias.
Una República Urbana con sus espacios para la libertad y el conocimiento, para la
libertad y el encuentro, para la libertad y la justicia social. Palimpsesto del cambio
sociopolítico transformador de la realidad social.
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