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Transcript
Parroquia
Inmaculada Concepción
26 de mayo de 2014
Continuidad y novedad de Francisco
en “Evangelii Gaudium”
Mons. Enrique Eguía
Obispo Auxiliar de BsAs
1. Dimensión misionera de la identidad cristiana
“Vayan y hagan discípulos…” enseñó Jesús, y fue la recomendación a sus
propios discípulos dándoles un sentido a su vocación de seguirlo a Él. Así la Iglesia
lo viene haciendo desde aquellos tiempos, buscando (en especial a través de la
catequesis) que sean muchos los que amen y sigan a Jesús.
La insistencia de Francisco expresada en Evangelii Gaudium, agrega como
nota esencial otro aspecto, ya que hoy habría que decir también “vayan y hagan
misioneros…”
Si hasta ahora no es fácil formar discípulos con una experiencia de pertenencia
a la Iglesia, ¿cómo hacemos para formar misioneros, que desde el encuentro con
Cristo y su pertenencia a la Iglesia, transmitan su experiencia a otros? ¿Qué sería lo
original o novedoso para que nuestra tarea evangelizadora se transformen en
misioneras?
Para responder a esto tenemos que tomar conciencia que la propuesta de
Francisco no viene aislada, sino que es la evolución de un camino que el Espíritu
Santo viene suscitando en la Iglesia desde hace algunos años.
Si bien muchos encuentran en él aspectos presentados por Juan XXIII (su
cordialidad, su estilo “párroco de todos”, la insistencia en el CV II…) y también en
Pablo VI (su lenguaje catequístico y sencillo -Evangelii Nuntiandi; Gaudete in
Domino-, la implementación del CV II, etc…), nos detendremos en ver la novedad
en la continuidad que el Espíritu Santo viene impulsando a través del itinerario
pastoral de Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco, desde los comienzos del
tercer milenio en adelante.
2. Juan Pablo II: la espiritualidad de comunión
En el año 2001 Juan Pablo II propuso, al terminar las celebraciones por los
2.000 años del nacimiento del Redentor, un camino centrado en una “espiritualidad
de comunión” que debía partir del mandamiento del amor y tenía como referencia
las relaciones de las personas de la Trinidad, relaciones de amor.
Para Juan Pablo II, la llegada del tercer milenio, no significaba solamente un
cambio de fecha, era la oportunidad de un nuevo desafío evangelizador. Así
entonces a través de los años de preparación desde 1994 con la Carta Apostólica
Tertio Millenio Adveniente y la posterior reflexión y propuesta programática en Novo
Millenio Ineunte, del año 2001) deja en claro la importancia pastoral de la celebración
de los 2000 años del nacimiento del Redentor y su horizonte de esperanza hacia el
futuro.
El centro de este programa pastoral está definido en los números 42 y 43 de
NMI: « En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos
a los otros » (Jn 13,35). Si verdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo,
queridos hermanos y hermanas, nuestra programación pastoral se inspirará en el
«mandamiento nuevo» que él nos dio: «Que, como yo los he amado, así se amen
también ustedes los unos a los otros» (Jn 13,34).
Y se define y se hace visible en la propuestas de “Hacer de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio
que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las
profundas esperanzas del mundo. ¿Qué significa todo esto en concreto? También
aquí la reflexión podría hacerse enseguida operativa, pero sería equivocado dejarse
llevar por este primer impulso. Antes de programar iniciativas concretas, hace falta
promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en
todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los
ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se
construyen las familias y las comunidades.”
El programa pastoral queda definido. La importancia del amor que toca las
relaciones personales. La fe se juega en el vínculo con los demás y por lo tanto la
misión o evangelización necesita asentarse en relaciones personales de amor por
Dios y los demás. Poniendo como centro el mandamiento del amor la fecundidad
pastoral debe encontrarse en promover y crear comunión en todos los ámbitos.
Juan Pablo II estaba tan convencido de este horizonte pastoral que lo
propone como camino necesario para “el milenio que comienza”. Esta era la fuerza
irresistible de su fe y su confianza en Dios y su amor.
Pero poco tiempo debe haber durado su entusiasmo. Una prueba de fe
profunda y honda debe haber tomado el corazón de Juan Pablo II. La carta con este
programa pastoral está escrita en enero del 2001. En septiembre del mismo año la
caída de las torres gemelas y una nueva guerra, que podía extenderse a nivel mundial,
ensombrecían a la humanidad.
¿Qué se habrá preguntado Juan Pablo? ¿No era el año 2000 una oportunidad
para vivir más en el amor? ¿Acaso la propuesta de amor del Evangelio debía
naufragar en el fracaso? ¿Cómo medir la fecundidad de la tarea pastoral? ¿El odio y
la guerra venían a burlarse del Evangelio y demostrar que es sólo una ilusión?
En esos días y noches de oración Juan Pablo II debe haber vivido una de sus
noches oscuras más profundas. Su noche oscura pastoral.
En octubre del año 2004, cuando ofrece a la Iglesia dedicar una año a la
Eucaristía, él miso relata lo que vivió en esos días. En la Carta Apostólica “Quédate
con nosotros”, dedicada al año de la Eucaristía, nos dice: (Nº 6) “Hace diez años, con la
Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994), tuve el gozo de indicar a la
Iglesia el camino de preparación para el Gran Jubileo del Año 2000. Consideré que esta
ocasión histórica se perfilaba en el horizonte como una gracia singular. Ciertamente
no me hacía ilusiones de que un simple dato cronológico, aunque fuera sugestivo,
comportara de por sí grandes cambios. Desafortunadamente, después del principio
del Milenio los hechos se han encargado de poner de relieve una especie de cruda
continuidad respecto a los acontecimientos anteriores y, a menudo, los peores. Se ha
ido perfilando así un panorama que, junto con perspectivas alentadoras, deja
entrever oscuras sombras de violencia y sangre que nos siguen entristeciendo. Pero,
invitando a la Iglesia a celebrar el Jubileo de los dos mil años de la Encarnación,
estaba muy convencido —y lo estoy todavía, ¡más que nunca!— de trabajar «a
largo plazo» para la humanidad.”
Conmueve la fe y esperanza pastoral de Juan Pablo. Con razón Benedicto
XVI habla de la “fuerza de un gigante”. Débil y anciano deja en claro que jamás hay
que darse por vencidos en la tarea pastoral. Que aunque el desánimo o la “sensación
de fracaso” nos invadan, las fuerzas de la fe y del amor son más fuertes. Que el mal
no es la confirmación de que el Evangelio queda vencido, sino el desafío para que el
amor se haga más presente todavía. La única diferencia es el “cuándo” de los
resultados. El Papa Beato nos dice que hay que despojarse de los resultados
inmediatos, hay que trabajar a “largo plazo”. Con esperanza, sembrando…
3. Benedicto XVI: la fe en la vida del creyente
Benedicto XVI continúa con la misma línea pastoral. Lo deja en evidencia al
proponer su primera Encíclica bajo el título “Dios es amor (caridad)” en diciembre
de 2005. Desarrolla allí un estudio sobre la terminología desde la perspectiva “qué
decimos cuando decimos amor”, analizando los matices del amor ágape y al amor
eros. En su segunda parte presenta situaciones muy concretas vinculadas al “ejercicio
de la caridad como tarea de la Iglesia” y el “perfil específico de la actividad caritativa
de la Iglesia”.
Para él la evangelización requiere de cada cristiano un fuerte testimonio
personal. La fe, no es un conjunto de ideas, es un modo de vivir que toma la persona
completa del cristiano y es reflejo de una relación personal de amor por Cristo. Por
eso su proyecto pastoral lo podemos encontrar en la insistencia de presentar al
mundo testimonios personales de fe. Durante casi cinco años nos presentó cada
miércoles la vida de un santo, en su enseñanza catequística. Comenzó con los
Apóstoles y continuó con la primera generación post apostólica, los santos padres,
los grandes santos de la edad media y terminó con la presentación de la vida y el
testimonio de Santa Teresita. Al mismo tiempo propuso celebrar dos años pastorales
centrados en la figura de San Pablo y el Santo Cura de Ars (Año sacerdotal).
La propuesta del la celebración del Año de la fe se basó en recuperar “la
alegría y el entusiasmo de creer en Cristo.” Con esto nos invitó a fortalecer el vínculo
personal con Cristo y testimoniarlo con alegría. Recordemos que Benedicto ya había
propuesto un camino de fe desde esta perspectiva: “no se comienza a ser cristiano
por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello,
una orientación decisiva” DeC Nº 1.
Cuando inaugura la Asamblea de Obispos de Latinoamérica en Aparecida, que
define claramente la estrecha relación que hay entre el discipulado y la misión, ubica
la experiencia de fe en el marco de la pertenencia a la Iglesia, definiéndola como
“familia” (lugar de relaciones y encuentros personales en el amor) diciendo:
“Todavía nos podemos hacer otra pregunta: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La
primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia
católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el
encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un
acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los
demás”.1
Así la fe libera del aislamiento del yo (la soledad y la exclusión) y ubica en un
espacio de pertenencia. Fundamentalmente una pertenencia a la familia de Dios. Por
ello, en la experiencia pastoral con el pueblo de Dios, es importantísimo el bautismo,
porque la gente va a bautizar a su hijo y con esto siente que lo “metió” en la familia
de Dios.
4. Francisco: la fe como luz de la vida del creyente
Por todo esto no sorprende que Francisco, tomando textos escritos por
Benedicto, en un camino de profundad continuidad en el cambio, haya enseñado en
su primera encíclica “Luz de la fe”: “Si queremos entender lo que es la fe, tenemos
que narrar su recorrido, el camino de los hombres creyentes…” (LF, 8). Es que la Fe
1
Benedicto XVI, Discurso Inaugural, nº 3, párr. 4
tiene un arraigo tan grande en la vida de la persona creyente, que la toma por entero
iluminándola: “La fe como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero,
que orienta nuestro camino en el tiempo.” (LF, 4). La fe otorga un horizonte de
sentido y ubica la vida del creyente en una relación constante entre pasado y futuro:
entre la memoria del llamado de Dios y la confianza en la futura promesa. Pasado y
futuro de unen de una manera consoladora y esperanzadora, iluminando el presente.
La fe se sostiene en el recuerdo de un amor tan grande de Dios que nos llama
para ser sus hijos. Y también se sostiene en la confianza (no se puede dudar de su
amor!!!) segura en que Él no nos abandona y cumplirá sus promesas, aunque nos
haga esperar…
5. La alegría de evangelizar
Como vemos en los tres último Papas y en su magisterio hay una fuerte
insistencia en vivir una fe que surge de una experiencia de encuentro con Cristo, que
toma la propia persona, ya que me pone en relación personal con Él, y que a través
de la comunión con mis hermanos vivo y crezco en el amor. Esta experiencia de fe
en la Iglesia me da un sentido de pertenencia que hace posible que me sienta en la
“familia de Dios”. Una fe que ilumina toda la vida, haciendo de esta un camino, un
recorrido que tiene horizonte de sentido.
Hasta ahora no hemos hablado de los contenidos de la fe, sino de su
experiencia y lo que provoca: alegría, iluminación, pertenencia, familia, liberación del
aislamiento y la soledad, comunión, entusiasmo, totalidad, cercanía, relación,
encuentro… Pareciera que estas actitudes, que surgen del encuentro con Cristo, son
el presupuesto básico para el conocimiento de los contenidos de la fe, los que hacen
posible decir que la propia fe es católica y eclesial.
La adhesión a las verdades que enseña la Iglesia define el camino de una fe
eclesial y verdadera. Por algo Benedicto al presentar el Año de la fe, los hizo con el
documento “Porta fidei”, la puerta de la Fe. La fe es la puerta que nos lleva al
descubrimeinto de Cristo para amarlo y conocerlo. Insistirá en volver a las
enseñanzas del CV II y del CatIC para poder dar razones de la fe que uno vive, en
medio de un mundo que presenta el relativismo como única norma de sentido.
Francisco destaca esto también en EG 160/161, pero dándole un lugar privilegiado a
la “formación en el amor”.
La nueva evangelización, con una Iglesia transformada desde una perspectiva
misionera, requiere tener en cuenta todos estos aspectos que el Espíritu Santo viene
suscitando en estos últimos años. La identidad misionera (hacer discípulos y
misioneros de Cristo…) no se enseña solamente organizando metodológicamente
misiones programadas. Se enseña desde una experiencia de comunión, en la lógica
del mandamiento del amor, en la insistencia de la importancia de las relaciones
personales (“el otro es un don para mí” JP II, NMI 43), en “entender la fe” a partir
de testimonios de fe (los santos), en vivir la Iglesia como familia, y sobre todo en la
centralidad del encuentro con Cristo en especial a través de la Palabra de Dios
(“lugar de encuentro con Cristo”, cfr. Aparecida) Y esto, sobre todo, lo tienen que
descubrir en el/la catequista: la alegría de creer en Cristo.
6. La misión como expresión de la misericordia de Dios
A un año de la elección del Papa Francisco, podemos encontrar algunas
insistencias, a través de sus gestos, sus homilías y sus escritos, algunos matices que
son propios de su ministerio. Los podríamos sintetizar en dos expresiones: la
misión y la misericordia.
La actitud misionera, concepto apropiado en las Conclusiones de Aparecida, va
estrechamente unida a la identidad del cristiano. Y la renovación pastoral y
estructural de la Iglesia debe tener como fundamento esta orientación. La conversión
pastoral y la transformación de las estructuras caducas, serán posibles si son guiadas
y tocadas por esta dimensión misionera.
Pero, para que el impulso misionero no quede simplemente en un esfuerzo
funcionalista, el Papa Francisco deja en claro que la misión tiene como fin mostrar la
misericordia de Dios, es decir el tesoro que está en el corazón de la Iglesia.
La clave de la renovación de la Iglesia es la “conversión pastoral”, que no es
otra cosa que ir hacia Jesús y el Evangelio, sin caer sólo en soluciones funcionalistas.
De este vínculo con Jesús brotan dos actitudes pastorales prioritarias para el Papa
Francisco: cercanía y encuentro. (cfr. EG Nº 171)
La prioridad de estas actitudes viene por el hecho de ser expresiones del
mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Francisco deja en claro que de aquí
surge la misión, que es llegar a todos. Amar de verdad nos lleva al encuentro con el
otro para compartir la alegría de creer en Cristo.
Una Iglesia misionera con estas características se refleja ante todo a través de
una “pastoral de la misericordia”. Esta es un servicio de la maternidad de la Iglesia.
El tiempo de la misericordia acompaña a la Iglesia misionera y la debe preceder. El
Papa nos hace un llamado a crecer en una pastoral de la misericordia animando a
nuestro pueblo en la esperanza. Ser misioneros desde la misericordia, yendo al
rescate del herido. Más que preguntarnos qué debemos hacer, tendríamos que
preocuparnos qué debemos ser.
La misericordia tiene en sí misma un movimiento de salida (misionero), ya que
es un amor que, descubriendo lo que el corazón sufriente del hermano siente ( cordia, cordis=corazón; miseri= miseria, debilidad), sale de sí mismo para
acompañar y ayudar, para sanar y curar, para salvar (el buen samaritano). Dios es
misericordioso, porque al escuchar el “clamor de su pueblo” sale de sí mismo en
Cristo (“habita entre nosotros”) para redimir.
Este tiempo misionero nos llama a no quedarnos solamente en los aspectos de
organización y funcionalidad de la Iglesia, sino también en mostrar su corazón
(misericordia). Siguiendo aquí las huellas trazadas por Santa Teresita que encontró su
vocación y lugar en la Iglesia al decir: “en el corazón de la Iglesia, yo seré el amor”.
La misericordia es la gran novedad enseñada por Jesús, que hoy debemos
mostrar y enseñar nosotros. Este estilo misionero cercano, misericordioso y pobre,
debe impregnar toda la pastoral. La categoría de “encuentro” nos tiene que llevar a
priorizar en la pastoral toda acción misionera que implique relación con el otro.
Todo agente de pastoral debe asumir este estilo misionero, cercano y misericordioso
y hacerlo presente en su oración, su formación y su acción pastoral.
La imagen de María presentada por Francisco en EG la deja como modelo de
lo que debe hacer la Iglesia en este tiempo misionero y misericordioso. Dice en el Nº
286: “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús,
con unos pobres pañales y una montaña de ternura”.
Por lo tanto, podríamos definir sintéticamente el aporte del Papa Francisco
con este binomio: la Iglesia evangeliza amando (misericordeando) y cuando ama y es
misericordiosa, la Iglesia evangeliza.
lanacion.com| El Mundo|
Papa Francisco en Tierra Santa
Domingo 25 de mayo de 2014 | 20:50
Los presidentes de Israel y Palestina aceptaron
la invitación de Francisco para rezar juntos en el Vaticano
Las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos se interrumpieron a fines de abril y no se habían
programado reuniones de alto nivel por el resto del año
El papa Francisco obtuvo hoy una
importante victoria moral, al lograr que los
presidentes israelí y palestino aceptaran
visitarlo en el Vaticano el mes próximo para
analizar los asediados intentos de paz.
Las negociaciones de paz entre israelíes y
palestinos se interrumpieron a fines de abril
y no se habían programado reuniones de
alto nivel por el resto del año.
El pontífice, que tomó el nombre de san Francisco de Asís, símbolo de la paz,
llegó a Belén, la cuna del cristianismo, en un aval simbólico a las aspiraciones
palestinas de un estado propio. Afirmó que el estancamiento en las gestiones de paz
en la región era "inaceptable'' y se detuvo brevemente a orar frente a la barrera de
separación que los israelíes erigieron en torno de esta ciudad bíblica.
Al término de una misa al aire libre en la Plaza del Pesebre, en Belén, el Papa invitó
al presidente palestino Mahmud Abbas y a su par israelí Shimon Peres a orar junto
con él por la paz.
"Ofrezco mi hogar en el Vaticano como lugar para este encuentro de
oración", les dijo. Las oficinas de los dos presidentes confirmaron
rápidamente que aceptaban la invitación papal.
"Saludamos la invitación del papa Francisco al Vaticano. El presidente Peres
ha apoyado y seguirá apoyando todas las vías conducentes a la paz", dijo la oficina de
Peres en una declaración. El vocero de Abbas, Nabil Abu Rdeneh, afirmó que la
cumbre tendrá lugar el 6 de junio.
Peres, de 90 años, Premio Nobel de la paz, dejará su cargo pronto y la reunión
tendría lugar poco antes de su alejamiento.
Peres ha sido un promotor ferviente de los esfuerzos de paz para el Oriente Medio y
el presidente israelí, cuyo cargo es mayormente ceremonial, arriesga a incomodar al
primer ministro Benjamin Netanyahu con su aceptación.
Netanyahu ha manifestado indignación con los políticos que han tomado
contacto con Abbas en momentos en que el líder palestino se reconcilió con el
grupo miliciano Jamas, que Israel considera un grupo terrorista.
lanacion.com| Opinión
Sábado 01 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa
Para entender el pensamiento de Francisco
Por Robert A. Sirico | Para LA NACION
En 2005 fui invitado a Roma por la BBC tras la muerte del papa Juan Pablo II y el subsiguiente
cónclave, en el que se elegiría a Joseph Ratzinger como Benedicto XVI. El día que los cardenales
ingresaron en el cónclave estaba con el corresponsal de la BBC Brian Hanrahan (fallecido en 2010) que
no creía que el Colegio Cardenalicio eligiera a Ratzinger, quien acababa de ofrecer la memorable
homilía frente a los cardenales en la que denunciaba la "dictadura del relativismo".
¿Puede una persona tan estrecha de mente -me preguntaron- terminar siendo papa? Yo defendí que
Ratzinger era una persona bien conocida por cada uno de los cardenales y que era quien tenía la mayor
probabilidad de ser elegido. Comenté, sin embargo, que una "versión más amigable" de Ratzinger
también podría ser elegida y especulé con que tal vez ésta podría ser "Bergoglio de Argentina". Fallé
por ocho años.
Inesperadamente, el año pasado, me encontré nuevamente en Roma. El hombre que iba a
aparecer en la Basílica de San Pedro me era familiar. Sin embargo, este papa de muchas primicias (el
primero en tomar el nombre de Francisco, el primer jesuita, el primero del continente americano) tenía
preparadas muchas sorpresas propias. Para quienes somos seguidores de la institución papal, Francisco
nos ofrece una fuente constante de material para la reflexión.
A los comentadores de los últimos 30 años acostumbrados a explicar el significado de los densos textos
teológicos y filosóficos magisteriales, la simplicidad y la espontaneidad de Francisco pueden causar
algo de confusión. Mientras que su predecesor enseñó empleando palabras precisas y matizados
argumentos, Francisco habla con valentía a través de gestos efectivos y emotivos. Un tierno abrazo a un
hombre deformado vale como una encíclica entera sobre el amor. Y en la era de Internet, es accesible de
inmediato para millones de personas.
No es una sorpresa que el hombre que tomó como referente y nombre el modelo de il poverello
d'Assisi haya puesto a los pobres en el centro de su pontificado. Sin embargo, los gestos espontáneos y
la manera improvisada en que se manifiestan no deben llevarnos al error de pensar que este papa está
ofreciendo una dicotomía superflua entre izquierda y derecha, entre capitalismo y socialismo. Creer que
cualquier papa, y este papa en particular, está inspirado por una ideología concreta en su preocupación
por los más vulnerables es errar por completo.
Francisco rechaza la idea de que sólo el mercado puede satisfacer las necesidades humanas,
pero también denuncia "el asistencialismo" que crea dependencia en los pobres y reduce el papel de la
Iglesia al de una ONG como cualquier otra. La complejidad de su pensamiento sorprende tanto a la
derecha (algunos que se preocupan innecesariamente creyendo que es un teólogo de la liberación) como
a la izquierda (a los que utilizan sus palabras para fomentar una "Revolución Francisco" en su nombre).
Esto revela la comprensión anémica que se tiene de Francisco como persona, pero también del
catolicismo, que históricamente ha balanceado las tensiones de paradojas aparentes (lo divino y lo
humano, la Virginidad y la Maternidad, etc.). Es una tentación demasiado fácil reducir dos mil años de
tradición, de reflexión y de experiencia vivida a cuatro o cinco frases impactantes y políticamente
correctas, prioritarias para la agenda de los propagandistas, pero no para la Iglesia.
Si se quiere entender lo que piensa Francisco de los pobres sería bueno atender con mayor
objetividad a la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de la que tanto se ha hablado y a la que tan
poco se ha leído. Rápidamente se pone de manifiesto que esta Exhortación es una extensión de una
aguda percepción de Jorge Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires: "No podemos responder
con verdad al desafío de erradicar la exclusión y la pobreza, si los pobres siguen siendo objetos,
destinatarios de la acción del Estado y de otras organizaciones en un sentido paternalista y
asistencialista, y no sujetos, donde el Estado y la sociedad generan las condiciones sociales que
promuevan y tutelen sus derechos y les permitan ser constructores de su propio destino." (Conferencia
Las deudas sociales, 2009)
Encuentro dos desafíos innovadores en estas palabras, que podrían suponer el inicio de un largo
camino para despolitizar el debate sobre la pobreza y la riqueza.
Imaginemos si todos los que actualmente participan en el debate sobre estos temas se hicieran
preguntas tales como "¿qué cosas excluyen a los pobres del camino a la prosperidad?", o "¿cómo sería
una sociedad que dejara de ver a los pobres como meros objetos de ayuda paternalista y los viera como
artífices de su propio destino?"
Los detalles respecto de medidas concretas de acción política no están ni en el corazón ni en el
alma de la increíble atracción que despierta Francisco en las personas de todo el mundo. No es su
motivación política lo que nos conmueve cuando somos testigos del modo en que asume y abraza la
fragilidad humana.
De una manera monumental e imprevista el papa Francisco está cambiando las cansadas
conversaciones del pasado y nos invita a comprometernos en el camino de sanación que
desesperadamente necesita nuestro mundo. Casi él solo está transformando el modo en que se
mira al catolicismo, no cambiando el catolicismo, sino recuperando muchas de las ricas
tradiciones que atesora y devolviéndolas al primer plano.
Su estrategia proviene de su visión de la Iglesia, y no es algo secreto. Francisco ve a la Iglesia
como un hospital de campaña tras una batalla. "¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el
colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar
heridas...", dijo en una entrevista con Antonio Spadaro SJ, en La Civiltà Cattolica).
Curar las heridas, sí. Y luego despertar a la sociedad a la fuente más grande de todas: la persona
humana. Ése es el camino para salir de la pobreza. © LA NACION
Este texto fue publicado en The Detroit News; su autor es presidente y cofundador del Acton Institute
Traducción de Mario Silar
--------------------------------------------------------lanacion.com| Opinión
Domingo 02 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa
Editorial I
Francisco, el diálogo y el valioso ejemplo argentino
El viaje del Papa a Tierra Santa será una oportunidad única para que se conozca en el mundo el exitoso trabajo
interconfesional que ha cultivado en nuestro país
El viaje del papa Francisco a Tierra Santa, entre el 24 y el 26 de mayo próximos, es
histórico por varios motivos: en primer lugar, Francisco será el cuarto pontífice de la era
moderna en visitar los lugares sagrados de la cristiandad, tras los peregrinajes de Pablo VI, en
1964; Juan Pablo II, en 2000 y Benedicto XVI, en 2009. En segundo lugar, porque se
conmemora este año el cincuentenario del histórico encuentro entre Pablo VI y Atenágoras,
patriarca de Constantinopla y, en tercer lugar y muy especialmente, porque Francisco podrá
exportar al mundo el exitoso modelo de diálogo interreligioso que con tanto ahínco cultivó en
nuestro país mientras fue titular del Episcopado argentino y de la arquidiócesis de Buenos
Aires.
Jorge Bergoglio fue aquí -y ahora lo será en Roma y desde esa ciudad hacia el mundo-,
un notable y valioso exponente del acercamiento entre las distintas religiones. Su actuación en
nuestro país fundamenta con creces el rumbo que su actividad pastoral seguirá en ese sentido.
Por caso, en junio de 2005, el ahora Papa se reunió en Buenos Aires con representantes de los
credos judío, musulmán, católico, ortodoxo, bautista, evangélico y con cristianos de diversas
orientaciones que ya venían teniendo encuentros periódicos para orar en forma conjunta.
Aquella convocatoria tuvo como eje el debate con espíritu crítico de las programaciones
de radio y televisión, contra la progresiva degradación del lenguaje y contra los contenidos
denigratorios de la condición humana. Sin dudas, aquella reunión fue un ejemplo de
convivencia en medio de la profunda falta de coincidencias políticas y de enfrentamientos que
ya se vislumbraban como preocupantes y que, lamentablemente, se siguieron profundizando en
nuestra sociedad, con pésimos ejemplos de parte de nuestra clase dirigente.
También en 2005, las comunidades católica, judía y musulmana de la Argentina
suscribieron una declaración conjunta en la que ratificaron su identificación con la causa de la
paz y su rechazo hacia todo tipo de fundamentalismos. Con anterioridad a esa acta, en 2002, ya
se había creado en el país el Instituto del Diálogo Interreligioso, por iniciativa del padre
Guillermo Marcó, del rabino Daniel Goldman y del dirigente islámico Omar Abboud,
institución que aportó una nueva visión: no discuten de teología, proponen acciones en común
que sirvan al mutuo conocimiento y a la causa de la paz. Fueron ellos quienes propusieron un
acta contra toda violencia y terrorismo en nombre de Dios que fue suscripta por el entonces
arzobispo Bergoglio, la DAIA, la comunidad judía, el centro islámico, y los musulmanes. Los
altos representantes de varios credos alentaron y promovieron activamente el quehacer
cotidiano, las palabras y el aprendizaje surgido del diálogo interreligioso para construir una
mirada plural, no unívoca y superadora, según consigna el documento del propio instituto.
Pero fue 2006 el año en el que esos acercamientos tuvieron un matiz especial al reunirse
más de mil niños de distintas orientaciones religiosas en un acto masivo realizado en el
microestadio de River Plate. Allí, prometieron lealtad a la bandera y expresaron su compromiso
con los valores que unen a los pueblos, rescatando las coincidencias por encima de las
diferencias.
Debemos recordar también el valioso aporte a ese diálogo entre credos realizado por el
actual papa emérito Benedicto XVI, quien durante su pontificado recibió por primera vez en el
Vaticano a 27 representantes del Congreso Judío Latinoamericano y al presidente del Congreso
Judío Mundial, encuentros interconfesionales que Francisco retomó apenas fue ungido Papa
durante la reunión que mantuvo en Roma con delegados de 33 confesiones cristianas y
representantes judíos y musulmanes ante quienes se comprometió a continuar el camino del
acercamiento interreligioso.
En los diez meses que lleva como Papa, Francisco ha dado innumerables muestras de
seguir manteniendo intacta la pasión por el diálogo que tanto desarrolló en Buenos Aires y que,
en 2010, lo llevó a escribir, junto con el rabino Abraham Skorka, el libro Sobre el Cielo y la
Tierra, síntesis de unas 40 reuniones entre ambos, de más de dos horas cada una, en las que
desbrozan sus opiniones sobre la ley de matrimonio igualitario, la Shoá, la década del 70 en la
Argentina, la solidaridad, la familia y las manifestaciones del espíritu religioso.
Es por todas esas razones que el próximo viaje de Francisco a Tierra Santa, que no es
una visita exclusiva a Israel, adquiere una enorme importancia. Según él mismo ha anunciado
ante los fieles, el peregrinaje incluirá Belén (territorio palestino) Jerusalén y Amman, la capital
de Jordania, y será ante el Santo Sepulcro donde se realizará un encuentro ecuménico con todos
los representantes de las iglesias cristianas de Jerusalén, junto con el patriarca Bartolomé de
Constantinopla.
En una misión previa al viaje de Francisco, el Instituto del Dialogo convocó a un grupo
de cristianos, musulmanes y judíos a viajar juntos, partiendo de Buenos Aires y terminando en
Roma, con Francisco, para entrevistarse con Shimon Peres en Israel, con la autoridad Palestina
y con el rey de Jordania.
Como hemos dicho, la Argentina tiene sobrada y exitosa experiencia en materia de
diálogo interreligioso. La posibilidad de exportarla de la mano del papa Francisco debe ser
motivo de enorme orgullo para todos los argentinos y una renovada invitación a redoblar los
fructíferos esfuerzos para seguir el ejemplo que nos llega desde el campo de la fe.
Profundamente, deseamos aquí que esa tolerancia, esa disposición al diálogo que
muestran y concretan las diferentes religiones, sea imitada y cultivada por otros sectores de la
vida del país que, como el político, continúan privilegiando la confrontación, la intolerancia y
el afán individualista por sobre las necesidades del conjunto.
Clarin.com Opinión
02/02/14
El papa Francisco y los “nuevos venenos”
COLUMNISTA INVITADO. Ricardo Lagos. Ex - presidente de Chile
EL PONTÍFICE ADVIERTE, SAGAZ, QUE LA ECONOMÍA NO PUEDE RECURRIR A REMEDIOS QUE VAN EN
CONTRA DE LA CALIDAD DE VIDA DE LOS MÁS VULNERABLES.
Hay que decirlo: también los no católicos vemos con mucho interés el peso que en el
devenir contemporáneo ha ganado el papa Francisco. Si ya era ineludible considerar
seriamente su reciente exhortación apostólica Evangelii Gaudium por la fuerza de su texto,
ahora nos vuelve a sorprender con un mensaje dirigido al corazón del Foro
Económico Mundial, reunido en Davos.
El Vaticano vivía horas muy duras hace un año. Tan críticas que llevaron a Benedicto XVI, en
un acto de tremendo coraje, a renunciar a la silla de Pedro. Si eso fue revolucionario, mucho
más fue lo que vino luego: el jesuita Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, el mismo
que siendo arzobispo y cardenal andaba en subte y vivía con sencillez y austeridad, era elegido
como el Vicario de Cristo y jefe del Estado Vaticano.
Sus gestos, sus actitudes, sus afirmaciones le retratan. ¿Quién soy yo para juzgar?
, se preguntó a sí mismo con humildad extrema al referirse al tema de la homosexualidad. Por
todo ello, las revistas Time y Rolling Stones, entre otras, lo eligieron el personaje del año.
Pero lo esencial está en cómo ha entrado de lleno al escenario internacional y al tema clave de
nuestro tiempo: la desigualdad.
En Evangelii Gaudium nos dice que el mundo es distinto, entre otras razones, como
consecuencia de una globalización y de una crisis que ha golpeado con fuerza la dignidad de los
seres humanos. Y llama entonces a sacar lecciones de esta nueva realidad, como cuando señala
que “la necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar” y que
“los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como
respuestas pasajeras.” Y agrega en un párrafo notable por su claridad: “ Ya no podemos
confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. Elcrecimiento en
equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone; requiere decisiones,
programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del
ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que
supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero
la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como
cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así
nuevos excluidos”.
Es muy fuerte esa idea de los “nuevos venenos”.
Porque muchos de los efectos que la crisis y la visión neoliberal crearon, han terminado
por envenenar la vida de la gente, las bases de la relación entre ciudadanos y
dirigencias políticas, las confianzas entre juventud e instituciones democráticas.
Ante el Foro Económico Mundial, fue igualmente contundente y claro. En su carta a Klaus
Schwab -presidente de este evento convertido en la gran cita de jefes de Estado, ministros y el
núcleo de empresarios que manejan buena parte de la economía mundial– señaló que “crecer
con igualdad exige algo más que el puro crecimiento económico”.
Dijo que estábamos mejor que antes, pero también mostró la verdad detrás de ese escenario
optimista: “Los éxitos conseguidos y que han llevado a la reducción de la pobreza de un gran
número de personas a menudo han supuesto también una difusa exclusión social. De
hecho, la mayor parte de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo vive aún bajo
una precariedad cotidiana, con consecuencias en ocasiones dramáticas”. Y para ello
reclama “una nueva mentalidad política y empresarial, capaz de juzgar todas las
acciones económicas y financieras desde la óptica de una ética verdaderamente humana”.
Allí está la fuerza de Francisco: en su modo de ser y de decir. Ha llegado el Papa a un
momento de debate fundamental para el futuro de la humanidad.
¿Cuánto de nuestras sociedades serán moldeadas de acuerdo a la demanda de sus
ciudadanos y no a la insensibilidad de los mercados?
No se trata de actuar en contra de estos, pero se trata de regularlos para que operen
adecuadamente.
¿Se puede seguir hablando de Estados subsidiarios cuando vemos el fracaso que ha generado
ese concepto ante la falta de regulaciones financieras? ¿Se puede seguir hablando de que no es
necesario regular cuando para muchos aparentemente nada ha ocurrido y se ha vuelto a los
bonos de 30 o 40 millones de dólares para esos ejecutivos financieros como si nada hubiera
ocurrido?
La otra cara de la desigualdad creciente es la concentración apabullante de la
riqueza.
Las estadísticas mostradas por el Fondo Monetario Internacional a través de Christine Lagarde
o los números entregados por la OCDE así lo ratifican. Y ahí está el informe entregado por
Oxfam en las vísperas de la carta del Papa: 81 personas tienen una riqueza equivalente a la que
juntan 3.500 millones de seres humanos, esto es, la mitad de la población mundial. Son
muchas las cifras, pero obligan a la necesidad de repensar los temas sustanciales de nuestro
tiempo.
En menos de un año Francisco ha revolucionado con su prédica la visión de los
sectores más conservadores, siempre atentos a preservar el estatus actual.
¿Cómo se hará para tomar el camino al cual él invita? ¿Dónde estarán los
nuevos liderazgos políticos?
Al presidente Obama, otra vez comprometido en el tema de la desigualdad, se le dice que hay
avances frente a la pobreza. Pero ese no es el tema: se trata de hacer a los seres humanos
un poco más iguales en oportunidades y perspectivas.
Ello reclama políticas serias, responsables, sin un dejo de populismo, para que
perduren en el tiempo.
Esa exhortación del Papa, unida al coraje moral del cual hoy aparece revestido, es un mensaje
contundente para los dirigentes políticos, especialmente en América Latina: el futuro
depende de saber enmendar el neoliberalismo de ayer que condujo a excesos que nos
duelen hoy.