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BREVE INTRODUCCIÓN A LA PROBLEMÁTICA
DE LOS VALORES
(Extraído de Nicolás Zavadivker, La ética y los límites de la argumentación moral,
Fac. de Filosofía y Letras de la UNT, 2011. pp. 17 a 22)
Aunque ya en la obra de Platón y otros pensadores antiguos se encuentran
importantes reflexiones en torno de los valores, el inicio de la axiología como disciplina
recién puede situarse a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Una de las diferencias
entre ambas etapas es que en la primera de ellas, que cubre la casi entera historia de la
filosofía, primaron reflexiones sobre valores determinados (el bien, la belleza, la justicia
la verdad, etc.), abordados por su interés específico y no como miembros de una clase
más general de valores.1
La cuestión del estatus de los valores como tales, esto es, el lugar que ocupan
dentro de la arquitectura del universo, recorta un ámbito de investigación peculiar que
es objeto de la axiología. La filosofía tradicionalmente incluía, a veces de forma tácita,
el valor dentro del ser, y en algunos casos directamente equiparaba ambas nociones.
Como señala el argentino Aníbal Sánchez Reulet:
1
Cfr. Risieri Frondizi, ¿Qué son los valores?, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
1
“En la metafísica tradicional, ser y valor se identifican […] El ser es el asiento
del valor y el más alto valor coincide con la perfección misma del ser. Las ideas
de Platón, por ejemplo, son a la vez entes absolutos y concreciones de valor. La
metafísica de Aristóteles está construida sobre el supuesto de que las
determinaciones del ser –sensible o inteligente- son inseparables de las
determinaciones del valor. De lo contrario, no se entendería la estructura
jerárquica y finalista del universo aristotélico. Y la filosofía cristiana –
aristotélica o platonizante- reconoce, también, la íntima y necesaria vinculación
entre el ser y el valor. […] Finalmente, lo que ocurre en la filosofía antigua y
medieval ocurre en la metafísica moderna. Al menos en sus líneas principales”.2
La constitución de un terreno específico para la axiología (como una rama
diferente de la ontología) suele ser vinculada al célebre comentario realizado por el
alemán R. H. Lotze, a mediados del siglo XIX, de acuerdo al cual los valores no son
sino que valen, afirmación de vasta influencia que contribuyó a conferir autonomía a la
problemática de los valores tanto respecto de la ontología como de las ciencias.3
La noción misma de valor es de difícil precisión, y no sólo por su complejidad
intrínseca, sino porque la sola determinación de lo que debe entenderse por ‘valor’
implica ya un posicionamiento filosófico dentro de la axiología. El filósofo argentino
Risieri Frondizi consideró que el problema central de esta disciplina puede plantearse
mediante las siguientes preguntas: ¿tienen las cosas valor porque los deseamos, o las
deseamos porque tienen valor? O en otros términos: ¿es nuestro interés por ciertas cosas
o acciones lo que les confiere valor, o el valor preexiste y es independiente del sujeto
que valora?
Los valores pueden, a grosso modo, interpretarse como objetivos (si existen
independientemente del sujeto) o como subjetivos (si deben su existencia a reacciones
del sujeto que valora); y las definiciones de los mismos que se ofrecen suelen ser
deudoras de una de estas dos formas de posicionarse frente a ellos. Es decir que la
Aníbal Sánchez Reulet, “Ser, valor y existencia”, en Juan Adolfo Vásquez (comp.), Antología filosófica
argentina del siglo XX, EUDEBA, Buenos Aires, 1965.
3
La idea de Lotze (1817-1881) surgió en ocasión de distinguir los valores de los objetos ideales, aunque
tenía fundamentalmente el sentido de poner a salvo al ámbito de los valores de todo intento naturalista por
apropiarse de su estudio. A su vez, varios pensadores contemporáneos objetaron tamaña separación entre
valor y realidad. Para Sánchez Reulet dicha distinción es una reacción exagerada frente al naturalismo
moderno, que al negar las causas finales excluyó a los valores del mundo y de la vida.
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2
determinación del carácter del objeto mismo de la axiología es un asunto problemático,
y materia de disputas entre las diversas corrientes.
Aún tomando partida por una posición subjetivista u objetivista, coexisten
diferentes posturas con respecto al estatus de los valores. Así, dentro del objetivismo,
los valores pueden ser entendidos al menos como entidades, subsistentes por sí mismas,
o como propiedades o cualidades existentes en los bienes (o cosas valiosas). Dentro de
esta última opción, a su vez, algunos (como Samuel Alexander) los consideraron
“cualidades terciarias” del objeto, para distinguirlos de las cualidades primarias (como
la extensión) y de las secundarias (como el color). Frondizi, por su parte, también
sostiene que los valores son un tipo de propiedad; pero niega que esta pueda ser
asimilada a una tercera cualidad de acuerdo a una división común de las propiedades.
Para el filósofo argentino los valores son cualidades estructurales que pertenecen a una
clase exclusiva, sui generis.
Por otro lado, las diversas formas de objetivismo axiológico suponen la
existencia de valoraciones correctas y de valoraciones incorrectas, lo que conlleva una
posición metaética según la cual los juicios morales son verdaderos o falsos. Las
valoraciones incorrectas se entienden en términos de ilusión o ceguera axiológica, esto
es, de incapacidad por parte del sujeto valorante para captar un valor en juego, así como
el no vidente no puede advertir la presencia de un color determinado. A su vez, la
posibilidad de error axiológico sirve para explicar la existencia de controversias en
torno a lo valioso, que implican que en una disputa al menos uno de sus participantes se
equivoca.4 La presencia de discusiones morales, en cambio, resulta en principio
problemática desde una perspectiva subjetivista, y será objeto de indagación a lo largo
de este trabajo.
También dentro del subjetivismo axiológico (entendido ahora en sentido amplio
como toda posición que define los valores por su referencia al hombre) hay algunas
diferencias en las maneras de entender el valor. Así, desde la tradición filosófica del
subjetivismo se los interpreta en general como reacciones sentimentales (aunque con
características especiales) ante ciertas acciones humanas. Desde una perspectiva
psicologista, a su vez, el pensador norteamericano R. B. Perry define los valores como
todo aquello que interesa a un sujeto humano. Desde un punto de vista sociológico, se
los suele entender como criterios sociales de preferencia que influyen en el
Una introducción a estas cuestiones puede consultarse en Ricardo Maliandi, “Acerca de la ceguera
axiológica”, Revista de Filosofía, nº 15, Universidad Nacional de La Plata, 1964.
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comportamiento selectivo, destacando rasgos como su condición de guías con respecto
a la toma de decisión en las acciones. Precisando este punto de vista, el sociólogo Robin
Williams Jr. los caracteriza como patrones de deseabilidad que, a diferencia de las
normas -que suelen indicar cómo comportarse en circunstancias concretas- tienen una
mayor independencia de las situaciones específicas.5
Frondizi destaca, a su vez, dos características que considera fundamentales de
los valores: la polaridad y la jerarquía. La primera implica que cada valor se opone a un
disvalor correspondiente: lo bueno a lo malo, lo bello a lo feo, lo justo a lo injusto, etc.
La polaridad puede vincularse al hecho de que nuestra experiencia del mundo no es
indiferente, sino que está plagada de valoraciones, no sólo morales sino también de
otros tipos. Tales valoraciones suelen ejercer atracción o producir rechazo frente al
objeto en cuestión, esto es, implican un modo no neutral de situarse en el mundo.
La jerarquía, por su parte, supone que los valores están ordenados, como en una
tabla, de acuerdo a un orden jerárquico. Es decir que existen valores que consideramos
superiores y otros que consideramos inferiores. Así, ante una toma de decisión en la que
entran en juego diferentes valores, se supone que en general se opta por el que se
considera superior, en desmedro del otro. También la visión de la jerarquía axiológica
es diferente si se interpreta a los valores como objetivos o como subjetivos, puesto que
la tabla puede ser considerada como fija e igual para todo tiempo, o bien como histórica
y propia de cada cultura (o incluso de cada persona).
Cabe también distinguir el valor de la valoración, entendiendo por esta última la
atribución de un valor a un objeto determinado. Esta adjudicación, que puede plasmar o
no en un juicio de valor, suele ser interpretada desde una perspectiva objetivista como
captación del valor, o bien desde una posición subjetivista como puesta del valor.
Robin Williams Jr., “Valores” (Concepto de valores), en Enciclopedia Internacional de Ciencias
Sociales, Aguilar, Madrid, 1979.
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