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Año: 14, Febrero 1972 No. 264
EL FRENTE
ANTICAPITALISTA
Ludwig von Mises
N
D.
Tomado
del
Libro
ANTICAPITALISTA», L. von Mises.
«LA
MENTALIDAD
Desde que se inició el movimiento socialista
y se quiso dar nueva vida al ideario
intervencionista propio de las épocas
precapitalistas, ambas tendencias fueron
objeto de la más viva repulsa por parte de
los expertos en materias económicas. Sin
embargo, las ideas de los revolucionarios y
reformadores fueron entusiásticamente
acogidas por la inmensa mayoría de la gente
ignorante, a impulso de las dos pasiones más
poderosas: la envidia y el odio.
La filosofía que preparó el terreno para la
implantación del liberalismo, patrocinador
de la libertad económica plasmada en la
economía de mercado (capitalismo) y su
corolario político el gobierno representativo,
no pretendía aniquilar las tres potestades
tradicionales: La monarquía, la aristocracia
y la iglesia. Los liberales europeos se
proponían sustituir la monarquía absoluta
por la monarquía parlamentaria, pero sin
propugnar
el
gobierno
republicano.
Aspiraban a abolir los privilegios de la
nobleza, pero no a despojarla de sus
posesiones ni de sus títulos y grandezas.
Ansiaban implantar la libertad de conciencia
suprimiendo las persecuciones de disidentes
y herejes y otorgar a todas las creencias
completa libertad para la consecución de sus
objetivos espirituales. Fue gracias a ello por
lo que los tres grandes poderes del ancien
regime pudieron pervivir. Cabía esperar que
monarcas, aristócratas y eclesiásticos, tan
profundamente tradicionalistas, se hubieran
opuesto
enérgicamente
al
ataque
desencadenando por el socialismo contra los
principios básicos de la civilización
occidental, máxime cuando los heraldos del
socialismo no se recataban en afirmar que el
totalitarismo socialista no toleraría la
supervivencia de lo que se calificaba como
los últimos restos de tiranía, privilegios y
superstición.
Pues bien, incluso a estos privilegiados cegó
la envidia y el resentimiento. Relegando al
olvido que uno de los objetivos del
socialismo consistía en la confiscación de
sus bienes y que no es posible el libre
ejercicio de la religión bajo un régimen
totalitario, de hecho se aliaron con los
portaestandartes de las nuevas doctrinas. Los
Hohenzollern implantan en Alemania el
sistema que un observador americano
calificó de socialismo monárquico 1 La
autocracia de los Romanoff se sirve del
sindicalismo en la lucha contra las
pretensiones burguesas de implantar el
gobierno representativo 2 . Los aristócratas,
1
[i] Cf. ELMER ROBERTS, Monarchial Socialism
In Germany, Nueva York, 1913.
2
[ii] Cf. MANIA GORDON, Workers Before and
After Lenin, Nueva York, 1941, ps. 30 y ss
en todos los países europeos, virtualmente
vinieron a colaborar con los enemigos del
capitalismo. En todas partes, teólogos
eminentes pretendieron desacreditar el
liberalismo
económico
apoyando
indirectamente, de esta suerte, al socialismo
y al intervencionismo. Algunos de los más
conspicuos jefes del protestantismo actual
Barth y Brunner, en Suiza; Viebuhr y
Tillich, en Estados Unidos, y el difunto
arzobispo de Canterbury, William Temple,
en Inglaterra condenan abiertamente al
capitalismo e incluso achacan los excesos
del bolchevismo ruso a sus fracasos
supuestos.
Es posible que sir William Harcourt se
equivocara al proclamar, hace más de
sesenta años: «Ahora todos somos
socialistas». Pero es lo cierto que
actualmente gobernantes y políticos,
profesores y escritores, ateos militantes y
teólogos cristianos, salvo raras excepciones,
coinciden en condenar la economía de
mercado, alabando en cambio, las supuestas
ventajas de la omnipotencia estatal. La
nueva generación se educa en un ambiente
preñado de socialismo.
El influjo de la ideología filosocialista se
hace patente al comprobar cómo la mayor
parte de la opinión pública explica el por
qué la gente se afilia a los partidos
socialistas y comunistas. Se presupone que
«natural y necesariamente» las personas de
economía más débil han de apoyar los
programas
de
izquierda
dirigismo
socialismo, comunismo mientras que tan
sólo a los ricos interesa la pervivencia de la
economía de mercado. Este modo de pensar
acepta como incuestionable la tesis básica
del socialismo, según la cual la mecánica del
sistema
capitalista
perjudica
económicamente a la masa en beneficio tan
sólo de los «explotadores» y que el
socialismo mejorará el nivel de vida del
hombre corriente.
Sin embargo, la gente no apoya al
socialismo porque sepa que ha de mejorar su
condición, ni rechaza el capitalismo porque
sepa que es un sistema que le perjudica. Se
convierten al socialismo porque creen que
mejorará su suerte, y odian al capitalismo
porque creen que les perjudica; son
socialistas porque les ciega la envidia y la
ignorancia. Se niegan tercamente a estudiar
la ciencia económica y prescinden de la
razonada impugnación que los economistas
hacen del sistema socialista, por cuanto
estiman que, tratándose de una ciencia
abstracta, la economía carece de sentido.
Pretenden fiarse sólo de la experiencia. Pero,
sin embargo, se resisten obstinadamente a
aceptar un hecho innegable que la
experiencia registra, cual es la incomparable
superioridad del nivel de vida en la América
capitalista comparado con el paraíso
soviético.
Con respecto a los países económicamente
atrasados, la gente incurre en idénticos
errores. Cree que estos pueblos deben
simpatizar
«naturalmente»
con
el
comunismo porque hállanse sumidos en la
miseria. Nadie duda que las naciones pobres
desean acabar con su penuria; por tanto,
deberían adoptar el sistema de organización
social que mejor conduce a tal objetivo: el
capitalismo. No obstante, desorientados por
falaces ideas anticapitalistas miran con
buenos ojos al comunismo. Es paradójico en
verdad que los gobernantes de los pueblos
orientales, pese a envidiar la prosperidad
occidental, rechacen el sistema que
enriqueció al Occidente, cayendo bajo el
hechizo del comunismo soviético causante
de la pobreza de los rusos y sus satélites. Y
todavía es más paradójico que los
americanos que se benefician con los frutos
de la gran industria capitalista exalten el
sistema soviético y consideren muy
«natural» que las naciones pobres de Asia y
África prefieran el comunismo al
capitalismo.
Cabe discutir si es o no conveniente que
todo el mundo estudie economía en serio.
Ahora bien; existe un hecho cierto: Quien
hable o escriba para el público acerca de la
pugna entre el capitalismo y socialismo sin
conocer a fondo las verdades descubiertas
por la ciencia económica sobre estas
materias, es un charlatán irresponsable.
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad
privada, cultural y académica , cuyos fines
son sin afan de lucro, apoliticos y no
religiosos. Con sus publicaciones contribuye
al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la
filosofia de la libertad.
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correo electrónico: [email protected]
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