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ARTÍCULOS
El café: eje articulador en
el desarrollo económico
del territorio colombiano
a finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX
Eva Sandrín García Charris 
Resumen
Este escrito tratará de identificar los elementos que hicieron posible un cambio en la
economía del territorio colombiano que se halló en crisis y desorden después de la Guerra de los Mil Días, donde el establecimiento de grandes cafetales en el país desde mediados del siglo XIX y su producción en las haciendas, en relación con la mano de obra
en la zona oriental y occidental del país, empezarían a dar muestras de un proceso de
transición hacia una economía que buscaba y necesitaba evolucionar.
Palabras clave: cafetales, haciendas, transición.
Abstract
This paper will try to identify the elements that made possible a shift in the economy
of Colombia, was found in crisis and disorder after the War of a Thousand Days, where the establishment of large coffee plantations in the country since mid-century XIX
and production on farms, in relation to labor in the eastern and western part of the
country to begin to trace a transition to an economy that was looking for and needed
to evolve.
Keywords: Coffee plantation, ranch, transition.
Introducción
El café ha sido el único producto que ha logrado estabilizar el crecimiento económico a través
de las exportaciones colombianas hacia el exterior, pese a las recurrentes crisis de precios en el
mercado internacional. Ayudó, de manera significativa, a conformar un mercado interno irrigan&
Eva Sandrín García Charris. Estudiante de VII semestre de Historia.
Correo electrónico: [email protected]
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do ingresos y generando empleo. Integró económicamente las regiones con la apertura de vías de
transporte terrestre y el estímulo para el desarrollo de los ferrocarriles.1
Por ende, para demostrar que la producción del café fue de vital importancia en el desarrollo y
la estabilización de la economía colombiana, se debe conocer el espacio y el tiempo donde se
dio inicio a su cultivo, lo que refleja el proceso de cambio en la producción del cultivo del café
(que estuvo inmersa a través de la Guerra de los Mil Días), de la zona oriental a la occidental
del territorio colombiano. En primer lugar, se esbozarán los inicios de la producción cafetera
y sus características; en segundo lugar, se analizará la Guerra de los Mil Días, la cual provocó
efectos devastadores para la economía colombiana, pero al mismo tiempo nos permite evocar
las medidas tomadas para recuperar la estabilidad de un país que pedía a gritos una reconstrucción del orden económico y político, donde la figura de Rafael Reyes sería decisiva, entrando
en acción a través de una nueva política económica que buscaba el equilibrio de la balanza
comercial del país.
El establecimiento de la producción cafetera
La primera oleada en el establecimiento de grandes cafetales en el país fue impulsada por terratenientes de Santander2 en 1840, Cundinamarca y Tolima desde 1870 y, Antioquia desde 1880.
En lo que es hoy el departamento del Norte de Santander, los comerciantes de Cúcuta, que tenían
estrechas relaciones con el mercado de Venezuela, siguieron el ejemplo de los productores de
aquel país que venía exportando café desde 1825 y promovieron haciendas sobre las estribaciones de la cordillera. La producción evolucionó con rapidez porque en los años setenta se exportaron hasta 10.000 toneladas en 1873, en cambio en 1834 las exportaciones no superaron las 150
toneladas. En 1874 se cultivaba en Santander el 90 % del café colombiano.3
Así, 1873 es la fecha clave donde el proceso de cambio empezó a hacerse visible, aunque estaría
ligado a muchos obstáculos o, como advierte Absalón Machado, el sistema de aparcerías y de
contrato parece adquirir un carácter de transición, resultado de un proceso de decadencia de las
grandes haciendas de Norte de Santander a partir de sucesivas crisis acaecidas desde fines del siglo XIX.4 Podemos deducir que Santander fue la primera región en interactuar con la producción
del café; sin embargo, los obstáculos se hicieron constantes, por lo que terminó desplazada por
otras regiones.
40
1
MACHADO, Absalón. El café en Colombia a principios del siglo XX., Bogotá, 2001, p. 77.
2
El café entró por los Santanderes y se arraigó allí a fines de la segunda mitad del siglo XIX cuando la economía exportadora había sufrido reveses significativos con las crisis de las ventas de quina, añil y tabaco,
y cuando las artesanías y el trabajo a domicilio en los Santanderes estaban dejando una masa de trabajadores disponibles que encontraron en el café un modo de subsistencia. Como indica Palacios “Participar
en el mercado mundial encerraba la posibilidad efectiva de sobrevivir como clase al mando de una nación
en el camino hacia la civilización. La idea puesta en sus términos más crudos, era exportar o perecer en
medio de la barbarie” [Palacios 1979, 5]. Ese era el reto para la burguesía comercial de la Confederación
Granadina, y el café les brindó esa oportunidad. MACHADO, Absalón. El café en Colombia a principios
del siglo XX., Bogotá, 2001, p. 79.
KALMANOVITZ, Salomón. “Una breve historia de Colombia”. Economía y nación, p. 177.
3
KALMANOVITZ, Salomón. “Una breve historia de Colombia”. Economía y nación, p. 177.
4
MACHADO, Absalón. El café. De la aparcería al capitalismo. Bogotá, Editorial Punta de Lanza, pp. 182195.
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En Santander, los hacendados dispusieron de abundante mano de obra y extensiones de baldíos;
el capital provino del comercio de cacao, sombreros, tejidos, etc. De modo que no había una
actividad económica muy dinámica; era más una economía de autoconsumo. No obstante, el estancamiento económico después de 1850, junto con el crecimiento de la población, generó un
empobrecimiento notorio con el decaimiento de las artesanías. El capital comercial antioqueño
llegó a Santander y contribuyó a formar haciendas cafeteras. Desde el comienzo se vio que había
alguna movilidad de mano de obra y de capitales frente a una frontera agrícola en espera de ser
explotada y apropiada vía transacciones privadas, concesiones, adjudicación de baldíos y uso de
hipotecas5; así el café empezó a ocupar un lugar clave en la economía de esta región, sin olvidar
que las crisis estarían inherentes en este proceso de consolidación económica, lo cual trataremos
más adelante.
En Cundinamarca y Tolima se estableció una economía cafetera con sistemas semiserviles de
arrendamientos que adquirirían diversas formas. La hacienda impone allí sistemas de trabajo
bastante opresivos —la mano de obra no era abundante— y los hacendados monopolizaron rápidamente las mejores tierras.6 Este sistema de trabajo aplicado en las haciendas de estas regiones reposaba más que nada en la violencia que se reflejaba a través de los medios de coerción,
aplicados a través de circuitos cerrados sobre sus arrendatarios, cuyo objetivo era mantenerlos
aislados de los mercados; de aquí que “antes de la guerra mencionada (de los Mil Días), muchas
haciendas cafeteras tenían billetes propios de pequeño valor y monedas de níquel u hoja de lata,
con los cuales se hacían todas las transacciones internas…. los trabajadores…se veían obligados
a comprar enseres en la tienda que el mismo hacendado establecía”.7 De esta forma, encadenaban a los arrendatarios, porque la tienda de raya los convertía en presos de sus necesidades, y
para satisfacerlas acudían a ellas (funcionaban con precios elevados), por lo que aquellos productos terminarían acabando con el “salario” obtenido por el tiempo laborado en las haciendas.
A estos también se les prohibía sembrar cafetos u otro cultivo en las haciendas8 por el miedo a
que descuidaran los intereses de los terratenientes y que luego pretendieran derechos de propiedad sobre la tierra, lo que colocaría en cuestionamiento el dominio del propietario.
En Antioquia, el desarrollo del café fue iniciado también por terratenientes. Y a diferencia de las
grandes haciendas de Cundinamarca, aquí los dueños, que pesaban socialmente menos que en
las otras regiones del país, establecieron “compañías”, aparcerías relativamente libres con base
en familias residentes, una por cada 5000 árboles, que contrataban trabajadores “ya sea en jor-
5
KALMANOVITZ, Salomón. Op. cit., pp. 80-81.
6
MACHADO, Absalón. Op. cit., p. 81.
7
KALMANOVITZ, Salomón. Ob. cit., p. 178.
8
KALMANOVITZ nos menciona, que el comité de cafeteros de Cundinamarca se pronunció sobre la pretensión de sus dependientes de sembrar café en sus parcelas, en siguiente sentido: “El hecho mismo de que
un arrendatario tenga sembrada una parte de su estancia o toda ella con café, no es en si lo que hace que
los dueños de las haciendas no lo permitan, por ocasionarle con esto más o menos perjuicios a la industria.
No: los dueños de las haciendas prohíben las siembras de café en los terrenos que voluntariamente dan a
sus arrendatarios, movidos por el instinto y claro derecho de la conservación de su propiedad y de la tranquilidad de los trabajos de la hacienda, ya que, por dolorosa experiencia, saben que en estos tiempos, una
vez que el campesino arrendatario, su indispensable colaborador y amigo, siembra su estancia de café, se
convierte, por parte de los profesionales azuzadores, en su enemigo y elemento absolutamente perjudicial
para la pacifica posesión, dominio y explotación de sus propiedades”. “Una breve historia de Colombia”,
cap. 3, la inserción de la economía colombiana en el mercado mundial, Economía y nación, p. 179.
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nal o bien con participación de los que recogen”.9 Este era un modelo avanzado de aparcería,
en comparación con los del tabaco, ya que los partícipes tenían plena libertad de organizar la
producción y mercadearla, sin estar obligados a adquirir sus vituallas en la misma hacienda; gozaban de suficiente independencia como para contratar personal adicional, los cuales se encargaban de las transacciones internas, lo que acercaba a este aparcero a la categoría de patrón.10 Esto
hacía visible la diferencia que había entre el sistema hacendario de Antioquia con el establecido
en Cundinamarca y Tolima. Además, en Antioquia, al ser la gran propiedad la que inició el cultivo del grano, no fue un obstáculo para que este se diseminara entre los pequeños y medianos
propietarios más hacia el sur.11 Y tal como nos lo menciona Kalmanovitz, la pequeña producción
parcelaria de Antioquia y Caldas demostró una gran capacidad de expansión.
Según Mariano Ospina, en su popular folleto El Cultivo del Café, “pocos frutos se prestan como
el café al cultivo en grande y pequeño… cada labrador, sin aumentar sensiblemente el trabajo
que exigen de él los demás cultivos del maíz y de la yuca, puede convertir una parte de su campo en cafetal procediendo gradualmente”.12 Razón por la que el café se propagó de una manera
sencilla en la economía campesina por la facilidad en su manejo y la poca inversión de capital
que requería, por ello la pequeña propiedad surgió al lado de la hacienda y le compitió como negocio, pues no tenía los costos que implicaba mantener una gran explotación ni los conflictos de
intereses entre propietarios y trabajadores.13
Entre las crisis que estarían inherentes en este proceso de consolidación de la producción cafetera, como el eje articulador de la economía colombiana, se manifestaría la de 1898 a 1905, la
cual se produjo por la baja de los precios internacionales y los altos fletes del transporte, lo que
ocasionó que no se obtuviera el dinero suficiente para pagar los intereses de los créditos contraídos, sobre todo en el exterior, y muchas grandes explotaciones, en particular las situadas en el
Santander, se ven abocadas a la quiebra y al embargo.14 Todo esto empeoró mucho más con los
efectos provocados por la Guerra de los Mil Días.
Los efectos de la guerra, el café y su dinamismo en la reconstrucción del orden
económico
La Guerra de los Mil Días (1899-1902), con la cual se abrió Colombia al siglo XX, fue sin duda
la configuración civil más larga, cruenta y ocasionó devastadores efectos para la economía nacional. No menos grave fue la forma de financiar la guerra. El Gobierno emitió un decreto que
autorizaba a la junta de emisión “para que emita y ponga a disposición del Gobierno las cantidades que el Gobierno necesite para atender el restablecimiento del orden público”.15 Entre los
efectos provocados por la Guerra, se logran identificar los siguientes:
9Ibíd.
10Ibíd.
11Ibíd.
12Ibíd.
42
13
MACHADO, Absalón. Op. cit., p. 85
14
KALMANOVITZ, Salomón. Op. cit., p. 184.
15
BEJARANO, Jesús Antonio. El Despegue Cafetero (1900-1928). En: José Antonio Ocampo (Comp.), La
economía colombiana. Bogotá: Siglo Veintiuno Editores de Colombia; Fedesarrollo.
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Se encarecieron las tarifas de transporte: el de mulas (por su escasez), el fluvial (por la destrucción de barcos, de 40 barcos existentes en el río Magdalena al comenzar las acciones, solo
quedaban 18 en 1902) y el de ferrocarril (por falta de vías).16
•
Las cosechas y la organización misma de las haciendas, apoyadas sustantivamente sobre la
fuerza de trabajo, se acabaron afectando al verse agobiadas por las tarifas de transportes, el
encarecimiento de los fletes, el reclutamiento forzoso de trabajadores para formar los ejércitos
o el abandono de los campos para eludir aquel reclutamiento.17
•
A la destrucción escapó la mayor parte de la región occidental del país y en particular Antioquia, Caldas y Valle del Cauca (es preciso retener este hecho, ya que en adelante el eje de la
producción cafetera se desplazaría de Cundinamarca y Santander a la región occidental).18
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•
Así, la Guerra de los Mil Días y sus efectos nos permiten comprender el proceso de transición
de esa producción cafetera que se desplazaría paulatinamente desde la zona oriental a la occidental, debido a que los territorios más afectados, tal como cita Bejarano, son especialmente
Cundinamarca y los Santanderes, ya que fueron o se convirtieron en el principal escenario de
las actividades bélicas. Ello se sumó a la severa depresión del sector externo iniciada poco antes
del comienzo de las hostilidades y ocasionada por el deterioro en el precio de las exportaciones,
lo que por supuesto arrastró consigo las finanzas del Estado, que dependían básicamente de los
ingresos aduaneros, y puso al Gobierno ante una situación fiscal que el propio ministro de Hacienda de entonces calificaba de “aterradora”.19
La reconstrucción económica y política del país no era muy fácil, por eso el Congreso de 1903,
abocado a esta tarea, comenzó a reformar el sistema monetario y adoptó el patrón oro, creó la
junta de amortización, encargada de fijar periódicamente la tasa de cambio del papel moneda,
reordenó el presupuesto público y la dispersa y confusa legislación aduanera y arancelaria e inició algunos intentos proteccionistas que, aunque tímidos, insinuaban ya las nuevas orientaciones
del país para los años siguientes.20
Rafael Reyes, al iniciar su periodo presidencial en el año de 1904, tuvo como gran meta devolverle el orden económico y político al territorio colombiano; este personaje, a través de sus
medidas para el reordenamiento y la estabilización del país a nivel político-económico, nos permitirá dilucidar lo fundamental que fue la producción de café, especialmente la proveniente del
occidente, para este resurgimiento de la economía colombiana. Sin duda, la prioridad de la reconstrucción debía empezar por el orden monetario. La Ley 33 de 1903, que había establecido
el peso oro como unidad monetaria, fue complementada con la Ley 59 de 1905, que fijó el tipo
de cambio del papel moneda en 10.000 %, y estabilizó así su valor. La conversión del papel
moneda, sin embargo, fue lenta y solo vino a conseguirse cabalmente en 1923 con la creación
del Banco de la República. Con todo, los pasos acometidos desde el gobierno de Reyes lograron
estabilizar la circulación monetaria.21
16Ibíd.
17Ibíd.
18Ibíd.
19Ibíd.
20Ibíd.
21Ibíd.
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Una medida importante fue la que Bergquist ha denominado “el más espectacular de los esfuerzos de Reyes para promover la agricultura de exportación”22, el Decreto 832 de 1907, mediante
el cual se concedieron subvenciones a las exportaciones de café, tabaco y caucho de plantación,
así como a los productos de algodón “para el consumo del país o para la exportación”. Aunque el Decreto estuvo vigente apenas unos pocos meses, ilustra bien la idea básica de la política económica de Reyes: tanto la protección y los estímulos a la industria como la promoción
de la agricultura de exportación hacían parte de una política global encaminada a aumentar las
exportaciones y reducir las importaciones, en la convicción de que el núcleo de los problemas
económicos, fiscales y monetarios era el desequilibrio de la balanza comercial del país. Reyes
también emprendió una política agresiva de transportes; en efecto, durante su administración se
construyeron más de 250 km de ferrocarriles, se amplió la red de carreteras y se emprendieron
obras para mejorar la navegación por el Magdalena, creando parcialmente la infraestructura vial
para el auge exportador de los años siguientes.23
Sin duda alguna, todas estas medidas realizadas o tratadas de ser llevadas a cabo durante el gobierno de Reyes terminan centrándonos en el objetivo de este artículo, que es ver el café como
el eje articulador de una economía en proceso de desarrollo y que se hallaba subsumida en una
crisis, y necesitaba resurgir, por lo tanto, un hecho que caracterizó las primeras décadas del siglo
XX fue la expansión justamente de la economía cafetera, sustentada no en el sistema de haciendas, sobre el cual se había desarrollado la producción del grano en los Santanderes, Cundinamarca y en algunas zonas de Antioquia en las últimas décadas del siglo XIX, sino en la pequeña
producción parcelaria del occidente del país.24 Por ende, lo que la producción parcelaria del occidente introdujo de nuevo en el territorio colombiano es el ver el café como ese producto que
funcionó como un eje de articulación, mostrando signos de crecimiento a través de la producción
cafetera por departamentos, especialmente de la zona occidental del país (véase apéndice 1). Y
en la base de la expansión de la economía parcelaria en el occidente colombiano, estuvieron
dos procesos hasta cierto punto complementarios que harían del café el producto privilegiado
de estas regiones: la expansión de la frontera agrícola resultante de la colonización antioqueña y
el hecho de que el café se adaptaba particularmente bien al tipo de asentamientos surgidos de la
colonización.25
El café se constituyó, así, en el núcleo de la expansión del mercado interno, no tanto por lo que
significaba la economía parcelaria en tanto que mercado para los productos agrícolas e industriales de consumo, sino porque creó, mediante el beneficio, el comercio y el transporte del grano
una red de consumidores urbanos, al tiempo que sustentó la constitución de una red de transporte, principalmente ferrocarrilera, lo que naturalmente comportaba enormes efectos sobre la
ampliación y la diversificación del mercado. De hecho, en 1898 existían en el país 593 km de ferrocarril, de los cuales el 71,4 % eran utilizados básicamente en transportes de café. Para 1914 la
red había aumentado a 1143 km, de los cuales, el 80,4 % se utilizaba para transportar el grano y
para 1922 estas magnitudes habían aumentado a 1571 y 89,9 %, respectivamente, en suma, pues,
la emergencia del café en el occidente colombiano no solo creó una sociedad económica y política más estable, sino que contribuyó a sentar las bases del crecimiento económico con dos de sus
22Ibíd.
23Ibíd.
24Ibíd.
25Ibíd.
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condiciones esenciales: la acumulación de capital y la ampliación del mercado.26 Finalmente, es
indudable la incidencia que tuvo la expansión y la producción del cultivo del café en la estabilización económica y política de Colombia, lo cual resaltó el desarrollo de la industria, el transporte, el sistema económico, el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos, mediante
el considerable aumento de empleos que generaba el crecimiento del mercado cafetero, etc.
26Ibíd.
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