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EDITORIALES EL DIARIO DE HOY
Lunes 20 de agosto de 2007 [email protected]
EN LA ANTIGÜEDAD La astrología tendrá una larga vida, que irá siendo poco a poco
desechada donde se extiende y se fortalece la cultura cristiana
Luis Fernández Cuervo*
Astronomía y astrología
T
odas las culturas antiguas, manifestaron siempre un gran interés
por el cielo y un desarrollo notable en su constante estudio. Para los
primitivos pueblos cazadores, era fundamental saber cuándo se iba a producir la migración de ciertos animales, según las diferentes estaciones. Una vez
que surge la agricultura, era absolutamente decisivo saber el momento
exacto para sembrar y para recoger el
fruto. En ese progreso astronómico primitivo, posiblemente los seres humanos fijaron su primera atención en el
objeto más luminoso que observaban:
el Sol; luego vendría la Luna y después
las estrellas y los planetas.
Es lógico que la salida y la puesta del
Sol, sus ligeras variaciones según las
épocas del año, la cantidad de luz solar
o de oscuridad nocturna según épocas
diferentes, debieron ser los primeros datos dominados. Pronto, el conocimiento
de los movimientos y aspectos de la Luna mostraron después su utilidad.
D
el Megalítico se conservan,
grabados en piedra, ciertas
constelaciones: las que ahora
conocemos con los nombres de Osa
Mayor, Osa Menor y las Pléyades. Ya
en el final del Neolítico, la colocación
de menhires y dólmenes en alineamientos o círculos (crónlech), se ha
interpretado como relacionado con
indicaciones sobre la salida del Sol,
sobre solsticios y equinoccios. A eso
se fue añadiendo lo fantástico, porque
los seres humanos necesitan soñar.
Esa fantasía es explotada por muchos
interesados en vender libros de rápido éxito comercial, adjudicándoles, a
los datos disponibles, misteriosos significados. Y los autores más desvergonzados no han vacilado en atribuir
esas construcciones megalíticas a seres extraterrestres.
Deépocasmuyantiguasenlasqueno
existía la escritura, los datos son, pues,
de difícil interpretación. Se mantienen
en el terreno discutible de la pura hipótesis, más o menos científica, o en el de
esa literatura fantástica irresponsable
para engañar a la gente. Pero de culturas más desarrolladas, sí tenemos constancia cómo consiguieron establecer
acertadas divisiones en días, meses y
años. Son notables así, por ejemplo, los
calendarios de los aztecas, los mayas, los
mesopotámicos y los egipcios.
E
n el antiguo Egipto, el año tenía
12 meses de 30 días, más 5 días
llamados epagómenos. 120 años
después se adelantaba un mes, de tal
forma que 1456 años después el año civil y el astronómico volvían a coincidir de nuevo. A este intervalo de tiempo se le llama período sotíaco, por la
estrella Sothis, nuestro Sirio, que les
servía para determinar el principio de
su año. El Nilo empezaba su crecida
más o menos en el momento en que la
estrella Sothis, tras haber sido mucho
tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de nuevo poco antes de salir
el Sol. El calendario egipcio tenía tres
estaciones de cuatro meses cada una:
1.-Inundación o Akhet. 2.- Invierno o
Peret, es decir, “salida” de las tierras
fuera del agua. 3.-Verano o Shemú, es
decir, “falta de agua”.
Tampoco es extraño que la Luna sirvieraprontoparaunconocimientoexacto y muy útil. Por eso una manera fácil y
cómoda de medir el tiempo fueron los
calendarios basados en las fases lunares.
Así consta, por ejemplo, para el pueblo
judío, en el Antiguo Testamento.
Pero en la antigua astronomía lo
científico se mezcla con lo mitológico,
con lo pseudorreligioso, con lo mágico.
Los astros, especialmente el Sol y la Luna, son dioses y el conocimiento de las
estrellas pretende tener un significado
sobre el destino de los pueblos y las
personas. La astrología tendrá una larga vida, que irá siendo poco a poco desechada donde se extiende y se fortalece la cultura cristiana. Vuelve a surgir cuando el cristianismo se debilita.
El éxito de los modernos horóscopos, que pretenden decirnos nuestra
suerte diaria, según pertenezcamos a
Géminis, Capricornio o Piscis, etc.,
son un síntoma claro de que cuando la
religión decae, no la sustituye la ciencia, sino una presunta “magia”, en realidad pura superstición y negocio exitoso de los que medran con ella.
En la antigüedad, fueron los sabios
de la Grecia Clásica los que, en este terreno como en otros, comenzaron a
separar el conocimiento científico del
mitológico o supersticioso.
*Dr. en Medicina y columnista de
El Diario de Hoy.
[email protected]
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