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«Equiparar la clase de religión no es dar un caramelo a la Iglesia»
Según el secretario del episcopado español
MADRID, 20 junio 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- El miércoles fue designado como
nuevo secretario general y portavoz de los obispos españoles y ya le ha tocado
responder sobre el asunto de las clases de Religión en los colegios, que el Gobierno
quiere equiparar al resto de las asignaturas.
El padre Juan Antonio Martínez Camino, de 50 años, ha asegurado a Zenit que «se trata
de una decisión que se desprende de los pactos legítimos Iglesia-Estado».
--La intención del gobierno de equiparar la Religión al resto de asignaturas
curriculares ha levantado una cierta polvareda. ¿Considera justa esta decisión?
--Martínez Camino: Sin duda. No se trata de un capricho de la Iglesia ni de un caramelo
que el gobierno le da a la Iglesia, sino que se trata de una decisión que va en
consonancia con la legislación actual. Los acuerdos Iglesia-Estado recogen que la
Religión debe ser una asignatura equiparable al resto de curriculares. ¿Se cumple esta
premisa cuando la Religión se equipara a una asignatura de ocio? Los pactos IglesiaEstado son acuerdos entre dos instancias legítimas y reconocidas, y con ellos se da
cauce a dos aspectos fundamentales: la libertad religiosa y el derecho a los padres a
elegir libremente una opción para educar a sus hijos. Porque quisiera recordar que la
Religión es una asignatura opcional, y que no se obliga a nadie a tomarla.
--Sin embargo, al encontrase el Estado por medio, ¿no debería éste tomar parte en
la elección de los profesores de Religión?
--Martínez Camino: Creo que es lógico que le toque a la Iglesia juzgar la idoneidad de
un profesor de Religión. El Estado puede y debe, con legitimidad, poner en manos de la
autoridad religiosa competente la decisión de juzgar la idoneidad o no de un profesor de
religión. La autoridad religiosa es quien garantiza y asegura que lo que da ese profesor
es la correcta doctrina religiosa. De otro modo, ¿quién sería competente para determinar
si un docente da teología católica? ¿Los sindicatos? ¿Las asociaciones de padres de
alumnos? Sin lugar a dudas, tiene que ser la Iglesia la que juzgue la idoneidad de un
profesor de Religión. Si fuese el Estado quien lo decidiese, se trataría de una especie de
intervensionismo que no garantizaría el derecho de los padres a exigir que sus hijos
reciban una formación religiosa adecuada.
--Pero es probable que, si los socialistas lleguen al poder, se vuelva a revisar este
tema. ¿No sería conveniente lograr un gran pacto social entre gobierno, oposición
y asociaciones de padres de alumnos?
--Martínez Camino: Sí, sin duda es una pena que no se haya logrado hasta el momento
un mayor consenso para esta cuestión --como ya se ha conseguido en otros países
europeos-- para no estar al albur de los cambios de gobierno.
--Hablemos de otro tema. Los ecos de la visita del Papa aún resuenan en la
sociedad. De hecho, en la asamblea plenaria que ayer concluyeron los obispos fue
uno de los temas presentes. ¿Qué pasa con todos los jóvenes de Cuatro Vientos?
¿Dónde se «esconden» habitualmente?
--Martínez Camino: La presencia del Papa tiene una cualidad: que hace emerger la vida
católica que hay en España y que la cultura pública no le permite aflorar. Y esto es una
realidad. Si no existiese, no emergería. Yo he reflexionado mucho sobre los cientos de
miles de jóvenes que, a pesar del calor, del sol, de tener que desplazarse varios días,
gastarse el dinero, etc., acudieron sin dudarlo a Cuatro Vientos. Esto se explica por
varios motivos. Primero, que la pastoral juvenil realmente está funcionando con
eficacia. En segundo lugar, los jóvenes que allí estaban son jóvenes que van a misa, que
participan. Yo estuve en Cuatro Vientos entre ellos, y vi cómo participaban de la misa,
cómo la vivían. Se notaba que era algo habitual para ellos. Sin duda, ahora lo que nos
toca es avanzar sobre esto. Finalmente, es que el Papa es el Papa. Aquí se demuestra la
realidad de la Iglesia católica universal. Sin duda que Juan Pablo II es un hombre
cercano, comunicativo. Pero, principalmente, es el Papa. Si hubiese continuado siendo
el arzobispo de Cracovia, ¿lograría reunir a tanta gente?
--La práctica sacramental, sin embargo, ha caído notoriamente en los últimos años.
Ya hay parroquias que no se llenan los domingos...
--Martínez Camino: Pero fíjese, casi diez millones de españoles siguen yendo a misa
cada domingo. De acuerdo que hace unos años eran quince, pero la realidad católica
española es ésa. Se trata de un fenómeno sociológico de tal calibre que no tiene
parangón en nuestra sociedad. Ni siquiera el fútbol
logra tanta aceptación.
--Algunos lo achacan también a que, como dice el cardenal Joseph Ratzinger, «los
cristianos hablamos demasiado de nosotros y de nuestras cosas y poco de Dios».
¿No está aquejada la Iglesia española de un exceso de documentos, de burocracia,
de «reunionitis»?
--Martínez Camino: Sí, seguramente haya un exceso de documentos, de reuniones. Es
un error tratar de solucionar los problemas con papeles y libros. Se solventan a través de
vida de fe personal, de coherencia, de oración, de la práctica cristiana, la liturgia y los
sacramentos. Los papeles ayudan a todo esto, y son, en alguna manera, necesarios. Pero
no nos pueden servir de excusa para no ir a lo fundamental, que es el vivir con
entusiasmo y esperanza nuestra fe.
--Hablando de la oración, una pregunta más personal. Usted permaneció hasta
hace poco durante 14 meses en el monasterio trapense de San Isidro de Dueñas.
¿Qué lección ha sacado?
--Martínez Camino: No hablaría de lección, que suena un tanto colegial. Hablaría más
bien de una inmersión en lo fundamental, en el corazón de nuestra fe, que es vivir de
oración, de trabajo. Ha sido como vivir otro noviciado, como empezar de nuevo.
Durante 14 meses he estado casi sin conexión con el exterior, sin periódicos, ni
televisión ni radio. Por eso, cuando volví y el Papa dijo en Cuatro Vientos aquello de
que el drama del hombre actual era su falta de interioridad, me di cuenta de que tenía
toda la razón. La Iglesia se construye desde la unión con Cristo, entregando plenamente
la propia vida.