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UNED SENIOR XÀTIVA
MODULO DE HISTORIA - LAS CRUZADAS
TEMA 9: LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII.
Tras la marcha de Ricardo Corazón de León, los territorios latinos en Palestina
vivieron una fase de cierta estabilidad, Jerusalén se mantuvo abierta a los
peregrinos y la tregua pareció ser la tónica dominante.
La paz relativa de esta fase de finales del s. XII y comienzos del XIII se debió a
dos factores fundamentales. Por una parte, tras la muerte de Saladino en 1193
aparecieron tensiones en la política de los estados musulmanes de la zona.
Ésta era la ocasión perfecta para tratar de escindir territorios de la dinastía
Ayubí (la fundada por Saladino) tal y como se intentó por parte de algunos
gobernadores locales en el área siria. Por lo tanto, en ese contexto, la
menguada presencia de occidentales era un problema menor. Pero por otro
lado, en Europa, Francia e Inglaterra comenzaron un ciclo de enfrentamientos,
a veces de carácter diplomático y otras en forma de conflicto armado,
derivando todo ello en un clima bélico en el que el menor de los problemas de
los reyes occidentales fue la cuestión de Palestina.
En 1198 accedió al papado Inocencio III, inaugurando un periodo en el que la
Iglesia retomó sus aspiraciones al gobierno de las monarquías terrenales y en
el que los enfrentamientos con diversos reyes por la supremacía en Occidente
fueron la tónica. Inocencio III mantuvo en pie de forma especialmente virulenta
la querella con el Imperio por la cuestión de las investiduras, pero además,
convocó una cruzada en la misma Europa, esta vez contra los cátaros y la
nobleza de Occitania, cruzada que afectó seriamente a la política de la corona
de Aragón y que indirectamente, se encuentra en el origen de lo que muy
pronto sería el nuevo reino de Valencia.
Inocencio III convocó una cruzada a tierra Santa en 1198 sin éxito, aunque
finalmente, en 1202 se logró la movilización necesaria para realizarla. En este
estado de cosas hay que incluir también el papel de Venecia y algunas otras
ciudades italianas en la política Bizantina. Las concesiones hechas por
Bizancio a Venecia para privilegiarla en el comercio con Asia habían llevado a
la república de San Marcos a una posición de potencia económica en el
Mediterráneo Oriental, cuando esta relación se vio truncada por una reacción
bizantina contra los venecianos, el conflicto se hizo visible y tuvo
consecuencias.
El dominio del mar y de las rutas hacia Oriente de los venecianos hizo que la
cruzada convocada por el papa Inocencio (la 4ª Cruzada) fuera conducida por
mar hacia la ciudad de Bizancio, donde como pago parcial a Venecia por parte
de los cruzados en concepto de transporte y apoyo logístico, la ciudad fue
tomada y saqueada por los occidentales en 1204 sin que se llegara a actuar en
Palestina. Se realizó un saqueo sistemático de la capital del imperio, se generó
una gran crisis sucesoria en Bizancio y finalmente, con los bolsillos llenos, los
cruzados volvieron a sus feudos en Europa sin realizar actuación alguna en los
estados latinos de Oriente. Nunca más las relaciones entre Bizancio y los
reinos occidentales volvieron a ser buenas, aunque Venecia consiguió
mantener su posición de privilegio en esa área del Mediterráneo.
Pero tras este fracaso, el papa Inocencio volvió a convocar cruzada en el último
año de su vida (1216) continuando su esfuerzo su sucesor Honorio III. En 1217
el rey de Hungría Andrés II y el príncipe elector de Austria Leopoldo VI
reunieron el ejército más numeroso que jamás había partido hacia Oriente. No
hubo participación directa del emperador Federico II Hohenstaufen por
prohibición expresa del Papa al encontrarse en pleno conflicto ambos por la
presencia imperial en Italia y por la cuestión de las investiduras. Participaron
también cierto número de flamencos, frisones y algunos príncipes electores
germánicos que viajaron por mar haciendo escala en Galicia para acudir a
Santiago de Compostela, quedando una fracción de ellos en Portugal para
colaborar en la lucha de la monarquía portuguesa contra los musulmanes.
Cuando todos estos contingentes se coordinaron en San Juan de Acre, se
decidió atacar a los ayubíes de Siria, llegando a tomar posiciones muy cerca de
Jerusalén. Pero hubo un cambio de estrategia, se decidió que para cumplir el
objetivo de retomar completamente el reino de Jerusalén, era mejor eliminar en
primer lugar la amenaza de los ayubíes de Egipto por lo que se dirigieron a
Damieta, en el delta del Nilo, tomando la ciudad en 1219. Inmediatamente
comenzaron las disensiones sobre quien debía ser el titular de la ciudad, lo que
derivó en la vuelta a Europa de un cierto número de los expedicionarios. En
1221 los que quedaron, intentaron la toma de El Cairo, pero los egipcios
vencieron en esta ocasión lo que llevó a un tratado de tregua de ocho años. No
hubo una inversión real de la tendencia tras esta quinta Cruzada, ni se alteró el
orden político de la zona en forma sustancial.
En 1220 el emperador Federico II llegó a un acuerdo con el papa Honorio III y
fue coronado como emperador de romanos por el propio papa en Roma. Este
punto de inflexión le permitió encabezar una nueva cruzada. Las operaciones
en Palestina se habían convertido en un tema recurrente en la política de los
estados feudales europeos y por ello, en un elemento de prestigio para quienes
lideraban una expedición de este tipo. Por esta razón, Federico II tenía también
un interés genealógico al estar casado con la hija de Juan de Brienne, rey de
Jerusalén, lo que le abría la puerta a acceder al trono si lograba reconquistar el
reino de Jerusalén. A pesar del deterioro de las relacionas con el nuevo papa
Gregorio IX, Federico acabó realizando un pacto con el sultán ayubí de Egipto,
al Kamil, por el que le ayudó a luchar contra su enemigo sirio al Naser. De
resultas de este pacto, Kamil le cedió Jerusalén sin lucha. La ciudad volvía
nuevamente a manos feudales y Federico se coronó rey regente (en nombre
del verdadero sucesor del rey de Jerusalén, su hijo Conrado IV tras la muerte
de Juan de Brienne). Como el conflicto entre güelfos o partidarios del papado y
gibelinos o partidarios del emperador, se mantenía vigente en Italia, el papa no
aceptó la coronación de Federico en Jerusalén ni los términos del acuerdo con
Kamil. Jerusalén se había retomado pero por primera vez en toda la historia de
las cruzadas, un papa estaba en contra de esa sitación. El emperador retornó a
Alemania para reconducir los enfrentamientos en Italia y Jerusalén volvió a
caer en manos islámicas en 1244, justo el mismo año en que Xàtiva se
integraba en el mundo feudal de a mano de Jaume I.