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De Egipto a Canaán
Estudio para jóvenes
y adolescentes
Por Keila de Macip
[email protected]
Usado con permiso
ObreroFiel.com – Se perimte reproducir este material siempre y cuando no se venda.
De Egipto a Canaán
Lección 1: Ciudadano del mundo
¡Bienvenido al viaje de la vida! Mi nombre
es Moisés, tu guía y compañero en esta
travesía que iniciaremos el día de hoy.
Nuestra aventura comienza en la potencia
mundial de hace más de cuatro mil años.
Supongo que conoces algo de Egipto.
¿Has escuchado de las pirámides de Keops,
el tesoro del faraón Tutankamón, las momias
o el río Nilo? Por cierto, para hacer nuestro
recorrido más interesante, a veces te haré
algunas preguntas, ya que dos cabezas
piensan mejor que una. Anota las respuestas
en un cuaderno.
Como te decía, Egipto resalta en las
páginas de la historia como la primera
civilización. Lo opuesto a civilizar es
permanecer en un estado salvaje. Los
egipcios contaban con un lenguaje, símbolo
de cultura; y sus tradiciones los colocaron en
un sitio privilegiado a diferencia de los otros
bárbaros.
Remóntate a aquellas épocas. Ahora
imagina las pirámides levantándose en el
desierto, deléitate en las pinturas plasmadas
en los palacios, escucha las recitaciones del
Libro de los Muertos, observa las clases
sociales. Sí, Egipto logró muchas cosas
antes desconocidas.
Sin embargo, como en todo país a la
delantera, no lo consiguieron solos. La fuerza
de trabajo formó su mayor tesoro, y éste era
compuesto por los hebreos. Detengámonos
un instante. ¿Serías tan amable de sacar tu
Biblia y leer Éxodo 1:1-22 y el 2:23-25?
¿Te agradaría pertenecer a este
honorable pueblo? Imagina, no eres parte de
los nobles, ¡sino de los esclavos!
En un aspecto espiritual, digamos que tu
pasaporte marca como país residente: el
mundo. Aunque no quieras, te riges bajo sus
leyes, participas de sus costumbres y no eres
libre. ¿No me crees?
Busca Juan 8:31-35.
¿De quién eres esclavo?
No eres autónomo para hacer lo que
quieras, pues te conduces según el regimen
de la sociedad. Revisa Gálatas 4:3. Aquello
que llamas “hogar”, no es mas que una
prisión.
Presta atención:
Si encierras un águila, dices que está
cautiva. Si la sueltas y zurca los cielos
estableciendo su nido en lo alto de una
montaña, piensas que la has rescatado. ¿Por
qué? Porque fue creada para volar, no para
vivir entre barrotes.
¿Sabes para qué fuiste creado? Lee
Isaías 43:7. ¿Y bien? Si estás dominado por
el faraón de este mundo, él jamás permitirá
que cumplas tu misión. ¿Quién es este
monarca?
Lee Hebreos 2:14.
¿Clamas y gimes como mi pueblo
deseando ser libre? ¿Alguna vez has estado
a punto de rendirte pensando que la vida no
tiene sentido? Entonces compartes la
angustia de los esclavos israelitas.
Pero ¡Dios oyó su gemido y se acordó de
su pacto con Abraham! ¿Sabes una cosa?
Ese pacto nos beneficia a ti y a mí. El Señor
le dijo a Abraham que en él serían benditas
todas las familias de la tierra y lo cumplió a
través de Cristo.
Dios te ha mirado, te ha reconocido y te
ofrece la solución para cambiar de
ciudadanía. Es más, él promete hacerte hijo,
no esclavo (Juan 8:35).
La verdad te hará libre, y la verdad es
Jesucristo. Escucha lo que te dice en Mateo
11:28. ¿Estás cansado de los maltratos y de
las cargas? Renuncia a tu presente
nacionalidad y únete a los muchos que ahora
hacen propias las palabras de Efesios 2:1-3.
¡Ven! ¡Vamos a Canaán!
De Egipto a Canaán
Lección 2: Tu boleto para el viaje
Pasaporte, boleto, impuestos, debes
cubrir muchas cosas antes de iniciar un
recorrido. En ciertos países te piden visa, en
otros no. Es recomendable llevar tu tarjeta de
crédito o cheques de viajero para pagar en
dólares. Tantos requisitos a veces resultan
gravosos, pero indispensables.
Para este viaje también solicitamos una
condición. Como verás, no es gratis esta
excursión, pero lo que tienes que hacer sí es
gratuito. Antes de proseguir, dale una leída a
Éxodo 12 para que identifiques la cláusula
que los hebreos precisábamos para no morir
en aquella noche de la última plaga.
Notemos algunos rasgos importantes de
la pascua. Dios ya había profetizado lo que
ocurriría en Egipto. Se lo dijo al propio
Abraham en Génesis 15:13-14. Para el Señor
no existen las sorpresas, todo estaba
predicho, incluso la forma en que saldrían.
Pero los israelitas, como solemos todos
hacer, olvidamos sus promesas y el pacto.
Dios tenía una misión para Israel: la de ser
luz a los gentiles y mostrar al verdadero Dios.
Israel sería testigo de la obra redentora del
Señor a las naciones y a sus descendientes.
Para esto, Dios nos preparó. El éxodo
sería la forma de mostrar su poder, su
salvación y su carácter. Por lo mismo, la
pascua resultó vital para reestablecer el
pacto y dejar un festejo para el futuro.
Tu boleto para este viaje tiene mucho que
ver con la pascua. Por ejemplo, ellos debían
elegir un cordero sin mancha. ¿Quién es el
Cordero que murió para que nosotros
podamos emprender esta aventura? Lee
Juan 1:29.
La sangre fue la señal para que el ángel
destructor pasara de largo. ¿Qué dice
Hebreos 9:22? ¿Y 1 Juan 1:7?
Notarás que al cumplir con las
instrucciones de Dios, los israelitas no
morimos. Si tú cumples con el ingrediente de
“creer en Cristo”, no morirás eternamente.
Revisa estas citas para confirmar quién es
nuestra pascua: 1 Corintios 5:7; Efesios 1:7;
1 Pedro 1:18-19.
Durante el viaje, es fácil olvidar cómo
obtuvimos el pasaje. Es más, en ocasiones lo
menospreciaremos, queriendo dar marcha
atrás, lo cual es muy peligroso, porque no fue
nuestra sangre la que pagó el precio, sino la
del Señor, el Creador de todo, el único que
se preocupa por nosotros.
Como el Señor sabe lo distraídos e
ingratos que solemos ser, instituyó
celebraciones. Para los israelitas quedó la
pascua, en la que constantemente
recreábamos la experiencia del éxodo y que
permitía una oportunidad de enseñar a los
niños acerca de la fe.
Hoy, ¿qué te ha dado? Búscalo en
1 Corintios 11:23-26.
Si crees en el Señor Jesús como tu
Salvador, tienes el boleto en mano. Empaca
tus maletas y recuerda lo esencial que será
detenernos cada semana para recordar a
Cristo, nuestra pascua; de otro modo,
corremos el riesgo de olvidarlo.
Acude a la cita sin vacilar. Prepárate para
la ocasión, pues debo advertirte que esta
celebración será el momento para tomar aire
y renovar energías; será el día más sagrado
de nuestro peregrinaje en que veremos las
cosas en la perspecitva correcta. Asiste y
participa; no menosprecies la sangre de
Cristo. Además, puede ser una oportunidad
para que instruyas a otros sobre nuestro viaje
cuando pregunten: ¿Qué es este rito?
De Egipto a Canaán
Lección 3: Peregrino de corazón débil
¿Nunca te ha ocurrido que compras un
aparato y no resulta ser lo que esperas, pero
entonces el vendedor te indica las cláusulas,
lo que dicen las letras chiquitas, y te das
cuenta de que allí estaba todo fríamente
calculado? Lo mismo sucedió en el viaje del
pasado. Lo mismo pasa en el presente.
En ningún lugar vemos mencionado que
el peregrinaje sería carente de peligros o
problemas. Tampoco se estipuló la duración
del trayecto. Imagínate que lo que pudieron
ser unos meses para nosotros los israelitas
se convirtieron en años.
El punto es que al primer conflicto, mi
pueblo ya se quería regresar a Egipto, sí,
incluso a costa de la esclavitud. ¡Quién los
comprende! Pues tú y yo deberíamos, porque
puede que nos ocurra lo mismo.
Abre tu Biblia y analiza Éxodo 14. ¡No
sigas hasta leerlo todo!
¿Tienes un corazón débil como los
hebreos que se rindieron fácilmente?
Analicemos lo acontecido para así evitarlo.
Los hebreos tuvieron miedo de Faraón. ¿Y
cómo no si venía armado con seiscientos
carros escogidos? Dime una cosa, ¿tienes
miedo de Satanás? ¿Crees que su ejército
puede vencerte sobre todo cuando lo único
que observas a tu alrededor es desierto?
En 1 Pedro 5:8 se nos dice que el diablo
anda buscando a quién devorar. Pero
debemos resistir firmes en la fe. ¡Dios está
dispuesto a abrir un mar entero para
salvarnos! Tal vez debamos hacer una pausa
para reflexionar en los versículos 4, 17 y 18
de Éxodo. ¿Cuál era el propósito de Dios al
permitir que Faraón los persiguiera? Exacto,
¡glorificarse! Si consideras que cada
dificultad en tu vida tiene el fin de darle la
gloria al Señor, no te morderías las uñas con
tanta preocupación. ¿O sí?
Acepto que es difícil, como lo fue para mis
compatriotas, pues no sólo temían a Faraón
sino que dudaron de la salvación del Señor.
¿Para qué tantas plagas milagrosas si
podían morir en segundos?
¿Tú dudas del Señor? ¿Te has
preguntado si vale la pena “sufrir” por él o
“sacrificarte” por el evangelio? Perdona si
uso comillas, pero es que a veces nuestras
definiciones de sacrificio son patéticas.
¿Realmente padeces por Cristo levantándote
temprano los domingos o renunciando a los
malos hábitos?
Mi convicción es que Dios no te ha traído
hasta aquí para que de pronto un Faraón te
aplaste, ni ha rescatado tu alma por el precio
de la sangre de su Hijo, para contemplar
cómo te ahogas en el mar. ¡No! Él tiene un
propósito para tu vida, y ese es moldearte a
la imagen de Cristo.
¿Entonces para qué el mar Rojo? Para
que veas la salvación de Dios, algo que
“nunca más para siempre verás”. No todos
los seres humanos contaremos con un
testimonio como el tuyo. Pocos son los que
han experimentado la mano poderosa de
Dios en sus vidas haciendo de lo imposible
algo posible.
Ahora que, si no te interesa parecerte a
Jesús o ser testigo del poder del Señor, date
la vuelta y ríndete ante el Faraón. Pero si por
otro lado, quieres triunfar, obedece la misma
instrucción que Dios dio a los israelitas: “Dí a
los hijos de Israel que marchen”.
Lo mismo te dice hoy. Deja a un lado tus
dudas y no malinterpretes la fe. Si no ves la
salida pues enfrente está el mar, atrás el
ejército y a los costados el desierto, Dios
abrirá una senda: ¡el mismo mar! Tú sólo
ponte en marcha. No te cruces de brazos
para ver qué pasa. Sigue caminando en este
viaje que has iniciado.
Y como dice Santiago: Resiste al diablo y
huirá de ti. ¡Ánimo!
De Egipto a Canaán
Lección 4: La garantía del viaje
En la actualidad te recomiendan comprar
un seguro de viaje antes de salir. Es más, te
sugieren dejar tus asuntos arreglados, pues
uno nunca sabe si el avión en el que vas se
desplomará o si el barco se hundirá como el
Titanic. Supongo que muchas historias
comenzaron con: “Un día salió de su casa
rumbo a unas felices vacaciones y. . . nunca
regresó”.
En nuestra particular travesía no estamos
exentos de peligros, ni de la misma muerte,
¿y qué garantía tenemos de estar libres de
Egipto y de que la tierra prometida será
nuestra?
Para esto debemos remontarnos a mis
amigos hebreos. La última vez los dejamos
del otro lado del mar Rojo, observando cómo
morían los soldados egipcios. Seguramente
ellos se preguntaron si esa sería la última
ocasión en que faraón se acercaría o si
continuaría persiguiéndolos.
Pero la seguridad de su trayecto se
fundaba en el pacto de Abraham con Dios.
Las palabras de Dios confimaban este
acuerdo: “A tu descendencia daré esta tierra”
(Génesis 15:18). Los hechos de Dios
también corrobaraban sus promesas. ¿No
tuvo Sara un hijo siendo de edad avanzada?
¿No cuidó de Isaac? ¿No los salvó de la
hambruna en Canaán al colocar a José en
Egipto? ¿No mostró su poder a través de
diez plagas? Y finalmente, el carácter de
Dios resultaba el mejor depósito: “Yo soy el
que soy” (Éxodo 3:14).
Lee Hebreos 2:14-16. Puedes notar que
Dios cuidó a la descendencia de Abraham, y
lo mismo hará con nosotros pues no sólo nos
ha librado de la servidumbre, sino que ha
prometido ayudarnos. ¿Dónde dice?
Corre por tu concordancia y anota cinco
promesas del Señor en el Nuevo
Testamento.
Algunos ejemplos: Jesús no nos dejará,
nos da vida eterna.
Es emocionante saber que el éxito de
nuestra misión está en manos del Señor. Él
se encargará de los resultados. A nosotros
sólo nos pide avanzar, es decir, obedecer.
Ahora analiza los hechos del Señor en tu
vida. Hasta este día, ¿puedes pensar en tres
cosas maravillosas que ha hecho Dios por ti?
Algunos ejemplos: te ha dado una familia,
te ha dado salud, te ha dado la oportunidad
de estudiar.
Jamás dudes del Señor, pues no sólo sus
palabras y sus hechos respaldan su
protección, sino su propio carácter. Busca
tres atributos con sus respectivas citas que
muestren la confianza que tienes en que el
Señor no te fallará.
Algunos ejemplos: Dios es poderoso, es
verdad, es fiel, es perfecto, está en todo
lugar.
No necesitas pagar cada mes un seguro
de vida, ya lo obtuviste al aceptar a Cristo
como tu Salvador. Ahora, lee Éxodo 15, en
donde aparece mi canto de victoria.
Encuentra frases que reflejen la fe que mi
hermana y yo encontramos en las palabras,
los hechos y el carácter de nuestro Dios.
Estamos listos para reanudar la marcha.
Pero antes: Aunque tienes asegurada la vida
eterna, puede que en el trayecto pierdas el
rumbo, te desanimes o te topes con
dificultades.
Así que utiliza tu mapa constantemente
para hallar la ruta. Echa mano del manual de
viajeros que te mostrará cómo conducirte
para no perder el ánimo. Usa tu espada
cuando el peligro aceche. Revisa las
instrucciones para salir de aprietos cuando
no sepas para dónde ir. Es decir, ¡lee la
Biblia y aprende de la experiencia de otros!
De Egipto a Canaán
Lección 5: Peregrino y testigo
Sueles toparte con personas en el
camino. A algunas sólo las analizas mientras
aguardas tu vuelo, otras te desagradan en
primera instancia por su apariencia, unas
más te incluyen en su conversación. Estas
son las que hoy nos interesan.
Generalmente las preguntas que surgen
entre dos viajeros o entre un turista y un
nacional son: ¿De dónde vienes? ¿A dónde
vas? ¿Por cuánto tiempo? Cuando alguien
escucha del peculiar trayecto en el que tú y
yo participamos, muchos fruncen las cejas, o
se encogen de hombros, finalmente hasta se
burlan.
¿Por qué? Entre otras cosas nuestro
destino es desconocido para la mayoría. El
País de la Lujuria o el Valle de la Diversión
son los más cotizados en las agencias
turísticas.Por otro lado, nuestro peculiar estilo
de viajar les llama la atención e infla su
compasión pues preferimos andar a pie en
vez de utilizar carretas o atajos.
El éxodo de nosotros los hebreos también
recorrió el mundo de ese entonces hasta
llegar a Madián, el territorio al noroeste del
desierto de Arabia. Cuando las noticias de
nuestra marcha arribaron a Jetro, mi suegro,
éste salió a mi encuentro. Lee Éxodo 18
hasta el verso 12.
Aclaremos que Jetro no era israelita, sino
un gentil. Pero Dios no hace distinción. Es
cierto que eligió a Israel para anunciar su
nombre, pero ¿a quién debían hacerlo? A los
gentiles para que éstos buscaran al
verdadero Dios y le sirvieran.
Yo conocía de primera mano al Dios de
Abraham quien me escogió para mostrar su
gloria. Así que mi primera acción al
encontrarme con mi suegro consistió en
contarle todas las cosas que Jehová había
hecho a Faraón y a los egipcios por amor de
Israel, y todo el trabajo que habíamos pasado
en el camino, y cómo nos había librado.
¿Cuál fue el resultado? Jetro se alegró,
bendijo al Señor y reconoció su supremacía.
Para terminar, tomó holocaustos para Dios.
¿Cuál es tu reacción cuando te tropiezas
con algún conocido de Egipto o con un
extraño que indaga por tu peregrinaje? Tal
vez mientes al respecto o evitas ofrecer
muchos detalles sobre tus experiencias.
Quizás escuchas al otro con atención
envidiando los lugares que él ha visitado
como los Casinos de la Perdición, la playa
del Libertinaje y la ciudad de los Gastos
Desenfrenados.
El ejemplo de Jetro nos muestra la única
alternativa: narrar a otro lo que Dios ha
hecho por nosotros. ¿Les platicas de cómo el
Señor Jesucristo te libró de la esclavitud?
¿Con qué pasión hablas del amor que ha
mostrado por la humanidad? ¿Incluyes las
dificultades que has atravesado y cómo el
Señor te ha ayudado?
Nota que mi discurso no se basó en citas
famosas o en un tratado de teología. Sólo
necesité mi propia experiencia, y tú cuentas
con una. Pablo relataba su conversión, no la
de Pedro; Pedro se concretó a lo que él vivió
en carne y hueso, no en lo que otros le
contaron de Jesús.
¿Cómo es tu testimonio? “Es que no es
aparatoso, es decir, no andaba en drogas ni
tuve una visión. Tampoco cambié de la
noche a la mañana”. Ni yo lo hice, pues me
tardé cuarenta años en aceptar que la
salvación de mi pueblo vendría por mi mano.
La instrucción de tu Salvador es la misma
que para el hombre endemoniado: “Cuenta
cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo”.
Él quiere peregrinos que sean testigos, así
que: ¡Cuidado cuando se acerca un
forastero! ¿Estás listo para hablar?
De Egipto a Canaán
Lección 6: Peregrino de corazón frío
Si pudiéramos, todos querríamos
desplazarnos en primera clase. En el
autobús, preferiríamos contar con un
refrigerio, una tele decente para ver una
buena película y una hermosa azafata
atendiendo nuestros caprichos. Sin embargo,
de no contar con esta fortuna, preferimos
quejarnos suponiendo que todos los demás
viajan más cómodos.
Se dice que Dios tardó poco en sacarnos
de Egipto, pero le llevó cuarenta años sacar
a Egipto de nuestros corazones. A cada rato
recordábamos la tierra junto al Nilo con
añoranza, deseando volver a la esclavitud
con tal de probar pepinos.
¿Suena ilógico? Lee con atención
Números 11.
Notemos algunos datos interesantes.
¿Quiénes iniciaron las inconformidades
según el verso 4? A veces menospreciamos
las advertencias del Señor cuando insiste
que no nos unamos en yugo desigual con los
incrédulos y esto incluye negocios, noviazgo,
pero también el viaje. Una de sus razones es
evitar este tipo de influencias.
También leemos que tuve una charla con
el Señor en la que lamenté mi posición como
líder. Hasta pedí la muerte. ¿Crees que
fueron válidos mis argumentos? Analiza la
respuesta del Señor. ¿Me regañó, me
castigó, me perdonó o simplemente me dejó
desahogarme? Otro incidente ocurre con
Josué en los versículos 28 y 29. ¿Qué
lección aprendes de esta conversación?
La carne que tanto ansiaban mis
compatriotas terminó matándolos. Se
hartaron de codornices, una plaga los atacó,
los codiciosos quedaron sepultados en
Kibrot-hataava.
¿Y eso qué tiene que ver contigo? Presta
atención a 1 Corintios 10:6 al 12. ¿Qué
opinas? Estas cosas sucedieron como
ejemplo para que si te sientes tentado a
codiciar o a comparar tu presente con aquello
que poseías en Egipto, lo pienses dos veces.
¿Qué extrañas del viejo mundo? ¿Echas
de menos las fiestas, los negocios chuecos
que permitían un mejor estilo de vida o las
prácticas que te hacían sentir parte del
grupo?
Dice Proverbios 1:19 que la codicia quita
la vida de sus poseedores, y literalmente se
cumplió en mi pueblo. ¿Estás dispuesto a
imitarlos? Ahora, analicemos la causa de
estos sentimientos. En pocas palabras, el
corazón de los israelitas codiciosos estaba
frío. Habían perdido la emoción de luchar por
la Tierra Prometida y por eso volteaban atrás.
Tal vez pones tu vista en las riquezas
pues has olvidado lo que te espera en
Canaán. Si el futuro no te entusiasma, si el
fin del trayecto no te conmueve, entonces tu
corazón ha comenzado a helarse. ¡Cuidado!
Este es el primer paso para un triste final que
veremos en la próxima lección.
¿Cómo evitarlo? En primer lugar, acepta
que te has alejado del calor del Señor. Una
de las advertencias en Corintios es mirar que
no caigas. Quizá creas estar firme, pero no
por eso estás exento de fallar. La codicia es
sutil; se introduce en tu vida sigilosamente,
no de golpe, produciendo pequeñas
punzadas de envidia o de descontento que
van anidando en tu corazón hasta dar a luz
un monstruo llamado codicia, idolatría,
fornicación y murmuración.
¿Y cuál es el castigo a esto? Muchos
hebreos hallaron la muerte. Acepta tu
condición y pide al Señor que purifique tu
corazón.
Acércate al fuego de su Palabra para
derretir el hielo. Mañana, puede ser
demasiado tarde.
De Egipto a Canaán
Lección 7: Peregrino de corazón endurecido
Cuando se te entumen las manos del frío
terminas sin sensaciones. Incluso alguien
puede golpearte o acercar una vela, y tú no
sientes nada. Ese es el principal peligro del
frío, y mi pueblo es el mejor ejemplo en
Números 14:26-33.
Te recomiendo que leas el contexto:
cuando el Señor envía 12 espías a Canaán y
estos regresan con noticias. El pueblo mostró
incredulidad. ¿Cómo podrían vencer a unos
gigantes? Luego, a pesar de que aún estaba
reciente su aventura con las codornices, se
quejaron contra mi hermano y contra mí. Se
rebelaron al punto que querían designar un
capitán para volver a Egipto.
Imagínate que al tener un examen, lo
reprobaron. ¡Todos los mayores de veinte
años fallecieron en el desierto! Anduvieron
pastoreando cuarenta años hasta ser
consumidos.
El corazón frío llevó a un endurecimiento.
Arribaron al punto de tentar y probar al
Señor. Analiza Hebreos 3:7-19. Si oyes hoy
su voz, no endurezcas tu corazón. Mira que
no haya en ti corazón malo de incredulidad
para apartarte de Dios.
Fíjate que el pecado engaña al punto que
endurecerte. ¿Te ha ocurrido? Tal vez
durante esta travesía te has quejado por lo
que tienes o lo que no tienes, tal vez has
murmurado contra otros viajeros que parecen
ir más cómodos o toman atajos que te
producen envidia.
El pecado de la inconformidad y de la
incredulidad (¿realmente existirá Canaán?),
enfrían tu ánimo, luego endurecen tu corazón
al punto de que ya no te incomoda el
remordimiento; has cerrado tus oídos a la voz
de tu conciencia. Probablemente has
experimentado esta crisis de fe, lo peor es
cuando te juntas con otros que padecen el
mismo mal y se contagian unos a otros.
Por ejemplo, supongamos que has dejado
de asistir por tres o cuatro fines de semana
consecutivos a las reuniones. Cuando por fin
te dignas aparecer, no te emocionan los
himnos, te pones de mal humor porque “tu
mejor amigo(a)” te cambió por otro, perdiste
el hilo de los estudios, no sabes ni de qué
están hablando, y oran por cosas de las que
ni enterado estás. Todo esto produce una
apatía que solidifica tus defensas de modo
que la Palabra de Dios encuentra resistencia.
¿Comprendes el riesgo al que estás
expuesto? Obviamente te convences de que
tu vida está bien y no necesitas a tus
hermanos, o que “no pasa nada” faltando de
vez en cuando. Si a eso le agregamos que
Egipto te llama la atención, tus problemas
son graves.
Por eso, Hebreos recomienda que nos
exhortemos unos a otros, cada día. ¡Pero si
las últimas personas con las que quieres
charlar son con las que te aconsejan! Te
enfadas cuando alguien te felicita por haber
venido o quieres ahorcar al que cuestiona la
salud de tu vida espiritual. ¡Lo hacen por tu
bien! Y lo mismo debes hacer por aquellos
que se están enfriando o cuyos corazones se
han endurecido.
Hebreos 4:16 dice que nos acerquémos al
Señor. Su calor derritirá tu alma, su
compasión debilitará tus barreras. Hazlo con
confianza, él no te rechazará. ¿Para qué
acercarte? Para alcanzar misericordia y
hallar gracia para el oportuno socorro.
Mañana puede ser demasiado tarde, y la
ira del Señor puede alcanzarte. ¿Quieres
permanecer afuera por causa de tu
incredulidad? Confiesa tu pecado hoy mismo,
busca a los que te exhortan y permite que
sus palabras derriben fortalezas.
Acude a Cristo quien te concederá la
gracia suficiente para continuar el viaje con
éxito.
De Egipto a Canaán
Lección 8: Peregrino de corazón dividido
Imagina que por fin llegaste a
Disneylandia. Tienes tu pase y desde la reja
contemplas los juegos mecánicos y demás
atracciones, luego le dices a tus
acompañantes: “Entren ustedes, yo aquí los
espero”. ¡Estás loco de remate! Tanto
ahorrar, caminar, sufrir, ¿para quedarte de
espectador?
Sería ilógico decidir permanecer del otro
lado mientras todos los demás entran. Pero
aunque tú y yo nos dirigimos a la Tierra
Prometida, puede que antes de arribar, elijas
disfrutar las cosas de lejos, conformándote
con las bendiciones físicas, es decir, los
tesoros terrenales.
Nuestro Canaán significa ser semejantes
a Cristo aquí en la tierra, es decir, llegar a la
estatura del Señor e identificarnos
plenamente con él. Como lo diría Pablo en
Romanos 8, es pensar en las cosas del
Espíritu, ocuparse del Espíritu, agradar a
Dios, vivir según el Espíritu y ser guiado por
el Espíritu.
¡Oh, no! Te das cuenta de que las
bendiciones se mezclan con las batallas. Es
decir, la condición para adquirir Canaán es
luchar por ella. ¡Debes echar a los actuales
moradores fuera! No, gracias, dices. Prefiero
establecerme de este lado para evitarme la
fatiga.
¿Sabes qué? Padeces de un corazón
dividido. Ya te saciaste de maná,
abandonaste Egipto asegurando tu libertad
de la esclavitud, no sufres de frialdad ni
endurecimiento, estás a gusto. ¿Para qué
complicar tu existencia?
A pesar de todos los conflictos que
atravesaste y supuestamente te hicieron
madurar, sigues como en Hebreos 5:12, con
necesidad de leche. Es más, te da pavor el
Jordán, pues reconoces que significa
COMPROMISO. Y esa palabra te ahuyenta.
Agradeces la pascua, relatas con ternura
tu éxodo, lo de las codornices prefieres no
mencionarlo y el castigo por rebeldía lo has
tomado con tranquilidad.
¿Cuál es tu problema? Te lo diré con
sencillez: tus prioridades no están en orden.
Lee Mateo 6:19 al 21. ¿Dónde está tu
corazón? ¿Cuál es tu tesoro?
Analiza Números 32. ¿Qué sucedió con
estos israelitas?
Tal vez digas: “Igual que los rubenitas, sí
voy a cooperar con los demás viajeros”.
Pero te advierto de que ayudar no implica
participar. Las bendiciones que los del otro
lado del Jordán reciban, no tendrán el mismo
impacto en tu vida. Es importante compartir,
pero en la vida hay cosas que son sólo tuyas,
como la responsabilidad de cada decisión.
De igual modo, los tesoros espirituales
que ellos obtendrán, son individuales.
Aunque quieran, no los pueden repartir.
¿Quieres quedarte sin ellos?
No te dejes gobernar por las
circunstancias y porque ves el pasto de este
lado aceptable. ¿Acaso ya observaste el del
otro lado para poder comparar? ¿Sabes de lo
que te perderás si no cruzas el Jordán?
Las dos tribus y media escogieron mal.
Lógicamente fueron los primeros en ser
atacados durante las invasiones, se
mezclaron con los paganos primero, ninguna
tribu siguió a Jehová de todo corazón.
Les costó caro su error, aunque en ese
momento creyeron tener la razón. Se
cansaron, ya no querían pasar por más
dificultades. ¿Cómo le harían ahora con el
Jordán? ¿Abriría Dios el río? Lo hizo, y los
niños y las mujeres no estuvieron allí para
contemplarlo, ni para gritar y destrozar las
murallas de Jericó. Optaron por los tesoros
terrenales. ¡Qué lástima!
De Egipto a Canaán
Lección 9: El propósito del viaje
El cosquilleo producido a minutos del
aterrizaje es más fuerte en el primer viaje.
Volver a casa después de una larga ausencia
trae lágrimas a los ojos; reconocer la vieja
casa, la misma tienda, los letreros en tu
idioma. Por otra parte, enfrentarte al
monumento que por años anhelaste observar
de primera mano acelera tu pulso. ¿No
sucede lo mismo en la víspera de un evento
trascendental?
Ahora puedes identificarte con los
hebreos cuando llegaron al río Jordán.
Acuérdate que yo ya no los acompañaba.
Esta vez, no hubo dudas ni quejas ante la
difícil tarea que tenían al frente. En esta
ocasión hubo instrucciones exactas,
obediencia a esas órdenes y finalmente el
milagro. Lee Josué 3.
Al cruzar el Jordán, se recogieron doce
piedras. Luego Josué erigió en Gilgal las
doce piedras que habían traído como
testimonio de la maravilla que habían vivido,
para que todos los pueblos conocieran la
poderosa mano de Jehová y los israelitas
temieran a Dios todos los días.
Nosotros nos hallamos frente al Jordán.
Ya no tememos al Faraón, ni cuestionamos
el poder de Dios en partir las aguas. La
pregunta es: ¿Estás dispuesto a cruzar el
río?
El Jordán significa el momento cumbre
antes de tomar posesión de la Tierra. Ha
llegado la hora de rendir tu yo. ¿Lo harás?
En la pascua recibimos la salvación; en el
mar Rojo nos libramos del poder de Satanás,
ahora debemos someter nuestros deseos,
nuestros pensamientos, nuestro futuro a los
pies del Redentor.
Es la hora del compromiso. Ya no eres
inexperto en este peregrinaje. Has aprendido
a no desmayar, a no endurecer tu corazón, a
no dividirlo. Ahora sencillamente, ofrécelo por
completo.
Entrégale a él los secretos que aún
guardas celosamente. Renuncia a tus
aspiraciones y tus metas, Él se encargará de
concederte unas mejores.
Examina Colosenses 3:1 al 5.
¿Qué debes buscar?
¿Qué debe morir?
Es el momento de abandonar esas
amistades que Dios no aprueba, de
entregarle a Dios tus talentos por completo
sin retener unos cuántos para envanecer tu
ego o adquirir riquezas, de cederle a él el
mando de tu existencia, de dejar atrás los
berrinches y actuar con madurez.
Ahora analiza Romanos 6:11 al 13.
¿Cómo te debes considerar?
¿Qué no debe reinar?
¿A quién debes presentar tus miembros y
para qué?
Imagina que el avión está a unos minutos
de aterrizar. Debes preparar tu declaración
aduanal, poner en orden tu pasaporte y tu
visa, ir al tocador a darte una manita de gato
y sacar la agenda con la dirección de tu
hospedaje. Una vez que desciendas del
avión, ya no estás en tu país, sino en otro a
cuyas leyes debes sujetarte.
Del mismo modo, cruzando el Jordán,
Dios se hará cargo. ¿Quieres hacer realidad
el versículo que dice “y ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí”? Entonces levanta doce
piedras que recuerden tu compromiso con el
Señor.
Tu vida será más intensa una vez que la
mente de Cristo controle tus acciones. Las
batallas continuarán, pero Dios te promete:
“Estaré contigo en dondequiera que vayas.
Solamente esfuérzate y sé valiente. No
temas, ni desmayes”.
De Egipto a Canaán
Lección 10: Peregrino de corazón completo
¡Bienvenido a la Tierra Prometida! A tu
derecha puedes observar las murallas de
Jericó, a tu izquierda está la ciudad de Hai.
Como atracciones turísticas tenemos a los
gigantones hijos de Anac, a la alianza de
Jabín y a los gabaonitas, expertos en
disfraces. Todo es tuyo, ahora sólo conquista
y ocupa.
¡Lo lograste! Te encuentras en esta
condición espiritual donde te has entregado
al Señor, cada vez la carne te domina en
menor proporción y buscas la guianza del
Espíritu. Eres un peregrino de corazón
completo.
Como en Mateo 11:29, has aprendido a
llevar el yugo sobre ti, así que hallarás
descanso en tu Señor. Por fin
experimentarás la vida abundante que se
menciona en Juan 10:10.
“Pero, disculpa, hay un pequeño detalle”,
me dices. “Tengo que. . . ¿pelear?” ¡Por
supuesto! La tierra es tuya, pero debes
ganártela. No te aflijas, no estás solo. Analiza
estos versículos.
¿Por medio de quién eres vencedor
según Romanos 8:37?
¿Quién te da la victoria y haciendo qué la
obtendras (1 Corintios 15:57-58)?
¿Cómo son tus armas y qué logran (2
Corintios 10:3 al 5)?
¿Cómo es tu armadura y contra quién
luchas (Efesios 6:10 al 20)?
¿Qué debes pelear (1 Timoteo 6:12)?
Vendrán luchas. En el libro de Josué
aprendemos de los conflictos que los
hebreos atravesaron antes de tomar
posesión de su tierra. Se toparon con
murallas fortificadas, con alianzas del
enemigo, con engaños, con desobediencia,
con gigantes, pero fueron testigos del poder
del Señor, de su gracia para con los gentiles
(como en el caso de Rahab la ramera), y del
cumplimiento de las promesas de su Capitán,
(el mejor ejemplo es Caleb quien recibió
Hebrón).
Insisto que nadie prometió que el viaje
sería fácil, pero la tierra de la que fluye leche
y miel es una realidad, y tú puedes participar
de ella. Sólo basta que te la apropies y
derrotes al enemigo.
Lee Josué 24 con atención.
En este capítulo disfrutamos de un repaso
de nuestro trayecto. Allí está el pacto con
Abraham, la pascua, el Mar Rojo, los
problemas, el Jordán, las guerras. ¿Y ahora
qué?, puedes preguntarte. Ya estoy aquí,
¿me siento y disfruto de la tierra por la que
no trabajé y por las ciudades que no
edifiqué?
Dios te dio todo para que lo disfrutes, pero
no olvides la advertencia de Josué. Teme a
Dios y sírvele con integridad y en verdad. No
adores otros dioses. ¡Elige a quién seguir!
Que tu compromiso sea: Yo y mi casa
serviremos al Señor. Aunque no seas casado
o no tengas hijos, desde hoy pónlos en las
manos de Dios y pide que seas un ejemplo
que los anime a entregarse al único digno de
ser alabado.
En estas últimas líneas, redacta tu
promesa al Señor. Imita a los israelitas
quienes dijeron: “A Jehová nuestro Dios
serviremos, y a su voz obedeceremos”. Pero
a diferencia de ellos, ¡cúmplelo!
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¡Me despido! Tu amigo, Moisés.
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