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CLÁSICOS CONTRA LA CRISIS
por Pedro Miguel Ansó Esarte
A estas alturas de nuestra Historia resulta tópico afirmar que estamos en crisis, pero
es imprescindible seguir reflexionando sobre sus causas, remedios y consecuencias
porque acontece aquí algo similar al ámbito de la Medicina, donde sólo un diagnóstico
certero de una patología da la posibilidad de poder curar o paliar una enfermedad. De
manera que lo primero que deberíamos tener en cuenta es que se trata de una crisis
generalizada, global, cultural: un viejo paradigma (modelo) se ha agotado y caminamos
hacia uno nuevo del que apenas podemos vislumbrar algunos aspectos. En segundo
lugar repararemos en el hecho de que la crisis cultural tiene una de sus
manifestaciones en la crisis de valores y económica que padecemos. Y, en tercer lugar,
en que el orden es exactamente el descrito, es decir, que la crisis económica no es sino
el efecto o resultado de una crisis de valores morales.
Admitido este triple punto de partida, nos tendremos que preguntar por qué las
culturas entran en crisis. Y la respuesta es que funcionan al modo de los organismos
vivos: nacen, crecen, se desarrollan, decrecen y desaparecen para ser sustituidas por
otros. La humanidad necesita seguir creciendo y ello a veces entraña un doloroso y
largo proceso de reconversión. Y en este proceso hay que andarse con ojo para no
colgar precipitadamente el cartel de liquidación por cierre. Es preciso seguir caminando
y consultar la hoja de ruta. Y eso significa en nuestra cultural europea occidental volver
los ojos a la antigüedad grecolatina. Volver los ojos hacia atrás para ver qué nos vamos
a llevar del pasado al futuro y empaparnos de aquel espíritu originario y original que
impulsó a las viejas culturas hacia delante. Y cuando practicamos este sano ejercicio
de retrospección, nos encontramos inevitablemente, como acabamos de indicar, con
los clásicos.
Uno de los momentos estelares de la humanidad se dio, como es sabido, entre los
siglos VII-VI a. C. en la Grecia jónica: se fue abandonando progresivamente la
cosmovisión mítica para caminar por la senda de la Filosofía, que desembocaría en el
Renacimiento con la aparición de la ciencia moderna. En estos comienzos del nuevo
paradigma griego, que luego se extendería por lo que hoy conocemos como mundo
desarrollado, nos encontramos con hechos sorprendentes. Ya Platón en el s. IV a. C.
describía en La República cómo la ambición de unos pocos era la causa de los
mayores males y de la destrucción del Estado. ¿Y qué es la actual crisis financiera sino
una reedición de las viejas y torpes ambiciones de unos pocos? Y si miramos la Atenas
de Pericles, nos encontramos con las raíces de la democracia y con el convencimiento
de que somos los ciudadanos quienes detentamos el poder del Estado y podemos y
debemos ejercerlo. ¿Y qué ha puesto de manifiesto la crisis actual, sino la debilidad de
nuestras cacareadas democracias frente al omnímodo poder de banqueros y
especuladores? ¿Qué podemos hacer para salir de la angostura actual? Pues aunque
parezca una locura: mirarnos en el espejo de la Odisea y tomar como modelo a Ulises,
varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sagrada ciudad de Troya y
sufrir penalidades sin cuento, se esforzaba por salvar su vida y la de sus compañeros.
He aquí las claves de nuestro tránsito cultural: la confianza en nosotros mismos y el
esfuerzo tesonero por salir adelante con los demás. Podríamos seguir extrayendo
lecciones sin número de los clásicos. Por hoy vale, ha llegado el momento de cerrar
este artículo.
Hagamos el resumen: es “condicio sine qua non”, en el camino hacia un nuevo
paradigma cultural, el ejercicio de la reflexión racional sobre lo que nos está
sucediendo, tener confianza en nosotros mismos, poner coto a las ambiciones
inmorales de unos pocos, profundizar en la democratización de nuestras estructuras
políticas y socorrer de forma inmediata a los que están naufragando. No es tarea de
dioses olímpicos, sino de humildes mortales.
(Publicado por “Diario de Navarra”, 11-12-2010,
pág.14)