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Grupo Coppan
Notas de Análisis
Lanzamiento de la guerra “Justicia Infinita”
Septiembre 21, 2001
Definición de la guerra.
Estamos en el umbral de un nuevo escenario de guerra. El enemigo genérico está definido
(terrorismo internacional), no así los objetivos específicos (quiénes y en donde). La
capacidad de destrucción desplegada (demostración de fuerza) es mucho mayor que la
previsiblemente requerida para el alcance de los objetivos. La condena al terrorismo y el
compromiso a combatirlo se eleva a valor universal. Estados Unidos, líder de esta lucha,
deja poco espacio para la indefinición. Inició ya la lista de asistencia para todos los
gobiernos. Solo hay dos opciones: a favor o en contra. Los apoyos esperados y requeridos
difieren en grado y especie: apoyo político y diplomático por parte de todos los Estados.
Apoyo militar y logístico: aliados estratégicos y aliados regionales.
Principales aliados
Como punto de partida se espera el apoyo de los países de la OTAN. Los requerimientos en
apoyo militar y logístico serán muy diversos, en función de los requerimientos, las
capacidades de cada miembro y sus propias limitaciones internas. En el campo de la
inteligencia se espera la participación de todos. Las investigaciones y las medidas
preventivas deberán desarrollarse en todos los países que se convierten automáticamente
en aliados de guerra y por lo tanto son también susceptibles de represalias por parte del
enemigo. El apoyo de los países de la Liga Árabe resulta esencial en esta guerra. Su
conocimiento del enemigo es mucho mayor que el de los países de la OTAN. Su condición:
que Israel no participe. La aceptación de esta condición por parte de Estados Unidos puede
tener un valor agregado de la mayor importancia: no mezclar la lucha contra el terrorismo
con el conflicto en el medio Oriente y evitar las posiciones extremas. El principal aliado en la
región deberá ser Pakistán, sin duda el aliado que mayor costo interno tendrá que pagar por
esta alianza. En el entorno regional también el apoyo de Rusia resulta esencial: su
conocimiento táctico y estratégico del enemigo es mayor que el de cualquier aliado. Sus
razones para apoyar la lucha, tanto en contra de los Talibanes como de Osama Bin Laden,
son múltiples.
Del resto de los países se espera apoyo político y diplomático, y colaboración en las tareas
de inteligencia y en el fortalecimiento de la red que se buscará construir para estos
propósitos. Cualquier estado puede convertirse en lugar de residencia, entrenamiento o paso
de elementos terroristas. El trabajo de inteligencia se convierte en el principal instrumento
para identificar y ubicar el objetivo. Osama Bin Laden, el líder más buscado, no cuenta ni con
Estado ni con territorio propio. Arabia Saudita, su país de origen, le retiro la ciudadanía en
1992. Técnicamente es un apátrida. La asimetría ontológica no podría ser mayor. Por un
lado la mayor alianza de estados-nación en contra de un objetivo. Por el otro, un
fundamentalista apátrida con un grupo de seguidores de corte terrorista cuya principal
sustento es el Islam, sin país, bandera o territorio.
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Situación de México
El apoyo que se espera de México cabe dentro del ámbito político diplomático y de
inteligencia. Más allá de la confusión interna que ha provocado la precipitación en las
declaraciones y la aparente ausencia de una sola voz respecto de la posición de México
(cuyos efectos hacia el exterior son mínimos) no es previsible que se solicite ningún tipo de
apoyo militar ni que se pida a México violentar su política de no-participación en acciones
militares internacionales. Los mayores requerimientos serán en el campo de la inteligencia,
en la vigilancia migratoria y en el campo diplomático, en particular, si como está previsto,
México se incorpora como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. La reactivación del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) con el
voto favorable de México no obstante la denuncia de ese organismo hace sólo unos días
por parte del presidente de México, es la primera muestra de el tipo de participación que se
espera.
Consecuencias económicas inmediatas
Las consecuencias económicas de la guerra son difíciles de predecir. La movilización de las
fuerzas militares hacia la zona potencial del conflicto tendrá un peso presupuestal. Sin
embargo es difícil decir si esta movilización pueda llegar a convertirse en un factor indirecto
de reactivación económica. Depende de la magnitud y de la duración de las movilizaciones.
De mayor impacto en la economía puede ser el efecto de la realización exitosa de otros
golpes terroristas de gran visibilidad, en particular en Estados Unidos, aunque no debe
descartarse que esto suceda en el territorio de sus aliados estratégicos, El impacto que esto
puede tener en los mercados y en las decisiones del consumidor puede ser mucho mayor
que el efecto económico de la movilización militar. Las consecuencia para la economía
mexicana estarán muy ligadas a la evolución de la economía de los Estados Unidos. Se
mantendrá la baja en el turismo y la tendencia a la retracción de la inversión extranjera
directa. Debe esperarse que el comercio bilateral se mantenga en niveles bajos durante un
lapso más o menos prolongado.
La definición del enemigo
Hace más de 150 años Karl Von Clausewitz decía que “los actores pueden decidir ir o no a
la guerra y prepararse en consecuencia, pero una vez que la inician, la guerra tiene su
propia dinámica y sus desenlaces pueden ser impredecibles”. El general prusiano también
sostenía que un estratega que va a la guerra sin saber quién es su enemigo, tiene altas
posibilidades de perderla. En esta guerra el enemigo resulta distante y ajeno. Osama Bin
Laden, el líder más buscado y presunto responsable de los atentados del 11 de septiembre,
no cuenta ni con Estado ni con territorio propio. Arabia Saudita, su país de origen, le retiro la
ciudadanía en 1992. Técnicamente es un apartida. Un dato claro, sin embargo, es que su
manera de pensar y su forma de actuar, están basadas en el Corán y en el ideario del Islam,
de donde le proviene su principal fuerza.
A diferencia de la mayor parte de las religiones, el Islam, desde su aparición en el siglo VII,
surge como un movimiento político- religiosos y así se ha mantenido hasta nuestros días. El
Corán no sólo constituye la guía básica de la vida espiritual sino que es también de donde
emanan las leyes civiles y penales, en la mayor parte de los estados musulmanes. El Islam
no tiene una jerarquía eclesiástica pero los líderes, todos ellos maestros del Corán, se
convierten en los líderes políticos y en no pocos casos en jefes de Estado. Estos líderes o
maestros pueden ser Ayatollahs, como en el caso de Irán, de la secta shiita, o Talibanes de
la secta sunita, como es el caso de Afganistán y Pakistán. Su denominación toma distintas
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formas en función de las culturas locales de cada uno de los distintos países musulmanes,
en su mayoría árabes (con excepciones importantes como Irán en donde la población es de
origen persa) pero la calidad de su liderazgo político y religioso es muy similar.
El fundamentalismo islámico
El fundamentalismo islámico tiene un origen más político que religioso y surge del
pensamiento de distintos estudiosos musulmanes del S. XIX que propugnaban “por un
retorno a las fuentes del Islam” como una defensa frente a la presencia e influencia
occidental encabezada por el imperio británico. Jamal ad.Din al-Afghani, Mamad Abbu y
Mamad Rashid Rida coincidieron en Egipto en el S XIX, y su discurso religioso se orientaba
hacia la conformación de estados nacionales en territorios habitados por practicantes del
Islam. En la segunda mitad del siglo XX los líderes independentistas de prácticamente todos
los antiguos dominios coloniales retomaron elementos religiosos para sustentar sus
proyectos nacionales. En esta evolución, la religión y los lideres religiosos asumieron la
tutela de la población; en mezquitas y madrasas (escuelas religiosas) se prestaba asistencia
social, médica, educativa y hasta alimenticia. Las instituciones religiosas sustituían en no
pocos casos a las instituciones del Estado.
Cuando el término fundamentalista llegó a la opinión pública en occidente, en el marco de
distintos conflictos en el Medio Oriente, se estableció desde fuera una relación directa entre
el pensamiento religioso conservador musulmán y los grupos radicales de militancia política
en el mundo árabe. Esta dinámica llevó a que ciertos líderes religiosos musulmanes
identificaran al materialismo y a occidente como los grandes enemigos de la pureza
primigenia del Islam. Es en este contexto que se retoma la Jihad o guerra santa como una
obligación de los musulmanes a quienes “Dios les ordena imponer el Islam por la fuerza y
defenderlo y, ofrece recompensa eterna a todos los creyentes, y misericordia e indulgencia
a aquellos que combaten por la causa”. Occidente se convierte en el principal enemigo y
Estados Unidos en su gran líder.
Afganistán: el primer escenario.
En el ámbito político religioso Afganistán representa hoy en día uno de los principales
defensores y promotores del fundamentalismo islámico. La corriente Taliban, una de las más
conservadoras del mundo islámico, que alcanzó el poder político a través de la prédica
religiosa después del caos consecuencia de la guerra con la Unión Soviética, impuso un
código de conducta fundamentalista exigiendo en todo su territorio la observancia estricta de
la ética musulmana. Por sus posiciones extremas solo tres países reconocieron al gobierno
Taliban: Arabia Saudita, Emiratos Ärabes Unidos y Pakistán. Al interior, desde su llegada al
poder, el régimen Taliban ha enfrentado a los grupos tradicionalistas moderados, algunos
de ellos shiitas, como la Alianza Nacional Islámica que ha recibido apoyo de Irán y que
cuenta con la mayor fuerza regular, aproximadamente 65,000 hombres. Otros grupos como
el Frente Islámico Nacional, la Sociedad Islámica, el Partido Islámico y la Unión Islámica, si
bien lucharon junto con los Talibanes para la expulsión de las tropas soviéticas, constituyen
hoy en día la principal oposición ante la intolerancia y ausencia de espacios de participación
del actual régimen político, lo que ha derivado en una guerra civil, que si bien ha tenido sus
altibajos, ha permeado la realidad afgana en las últimas dos décadas.
La presencia del líder ex-saudi Osama Bin Laden se explica fácilmente en este escenario.
Su principal plataforma de liderazgo emerge del fundamentalismo islámico, coincidente en
grado y fanatismo con el posicionamiento de los Talibanes. Su capacidad económica, de
origen familiar, poco usual en un líder de esta naturaleza, lo convierte en un huésped más
que bienvenido. Su habilidad para reclutar y entrenar tropas guerrilleras, fue más que
aprovechada por los Talibanes en su lucha contra los rusos. Por todas estas razones resulta
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explicable que, después de su salida obligada de Sudán, en 1996, convirtiera Afganistán en
su residencia permanente. No obstante no tener ningún poder formal en Afganistán, Bin
Laden se convierte en una figura simbólica dentro del fundamentalismo islámico, la Jihad, y
la lucha “a muerte” contra los enemigos del Islam. De aquí que sea muy improbable que, no
obstante las consecuencias que saben tendrá esto para Afganistán, los Talibanes lo
entreguen a los Estados Unidos, pues esta acción sería tanto como claudicar de la ideología
que los llevó al poder. Esta situación, que parece no tener salida política diplomática
(implicaría una traición por parte de los Talibanes de sus propios principios) complicará
enormemente el inicio y desarrollo de la operación “Justicia Infinita”.