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1
Alfonso Pérez - Agote
LA CRISIS DE LA SOCIEDAD HOMOGÉNEA
LA CRISE DE LA SOCIÉTÉ HOMOGÈNE
En Michel WIEVIORKA et Jocelyne OHANA, “La différence culturelle. Une reformulation des débats.
Colloque de Cerisy”, Paris, Balland, 2001
1. La sociedad homogénea.
EL multiculturalismo, tomado como cuestión de hecho y no como cuestión
moral o política, es un enclave estratégico, para observar la crisis actual del carácter
cerrado y homogéneo de las sociedades occidentales. Sin embargo, el
multiculturalismo como coexistencia más o menos pacífica de grupos culturales
diferentes no es un fenómeno nuevo. Lo que es nuevo en nuestros días, en relación a
lo que ha pasado en el periodo de modernización de nuestras sociedades, es la forma
tomada por esta coexistencia. Es posible que la forma del multiculturalismo propia
de nuestros días sea bastante próxima de la que tomaba en la Edad Media: La
tendencia actual no es ya a la asimilación cultural a la sociedad receptora sino más
bien a la de preservación y recreación de las culturas de los grupos que llegan a
nuestras grandes ciudades ( E. Lamo de Espinosa 1995, 14).
Entre estas dos referencias históricas, la Edad Media y nuestros días, las
sociedades occidentales han estado atravesadas por el proceso de construcción del
Estado y por el proceso de nacionalización de éste. Estos procesos han conducido,
durante algunos siglos, a la condensación territorial y a la totalización de la vida
social en el interior de comunidades ( relativamente) cerradas.
Este periodo de homogeneización y asimilación cultural de los grupos que
habitaban el interior del Estado es un periodo importante de analizar por que es
entonces cuando se forman los principales marcos analíticos de la Sociología y ,
sobre todo, los principales marcos de análisis y de evaluación utilizados por los
ciudadanos en la vida social.
Según Charles Tilly, antes del siglo XVII, todos los Estados europeos
gobernaban a sus miembros a través de intermediarios bastante autónomos. Estos
significaba para los Estados una pérdida de recursos económicos1. Para poder hacer
frente a los gastos de la guerra, los Estados debieron suprimir los intermediarios,
para dirigirse directamente a las comunidades y a los hogares habitados por los
miembros. Y para hacer esto, cada Estado debió homogeneizar su población. Tilly
nos recuerda la homogeneización de la población de los grandes Estados, como
España, que expulsó a judíos, musulmanes y gitanos en diferentes momentos. La
vida – esta es la ley general enunciada por Tilly – se hizo más homogénea en el
interior de cada Estado y más heterogénea entre los Estados (C. Tilly, 1992, 175177).
Una vez que el territorio del Estado estuvo definido y el centro de poder bien
definido, la ocupación de este centro por la burguesía nacional aceleró el proceso de
1
Y significaba, para las culturas periféricas, su posibilidad de preservación.
2
homogeneización de la población estatal. Era la época del nacionalismo que impuso
la lealtad a una sola identidad colectiva política (Pérez-Agote, 1995, 118-122).
De manera muy simple, Habermas establece dos generaciones de naciones en el
interior de Europa occidental. La primera generación, que corresponde al norte y al
oeste de Europa, está constituida por las naciones que se han formado en el interior
de Estados territoriales establecidos con anterioridad. La nación en este caso sería
según la expresión de Nisbet “la hija del Estado” (Nisbet, 1973,164). La segunda
generación estaría constituido por las naciones tardías, Alemania e Italia: estas
serían la naciones en busca de Estado (Habermas, 1999,81).
De manera muy esquemática, podemos recordar la tipología2 de naciones
elaborada por Anthony Smith (1994), que tiene como criterio central la forma que
toma la relación, fundamental para el objetivo de este trabajo, entre identidad
cultural y identidad política:
1. La nación cívica o política: un grupo cultural emprende la asimilación de los
otros grupos existentes en el interior del territorio del Estado para promover una
identidad política supraétnica. Francia y España son ejemplos de este modelo,
con un grado de éxito diferente en la difusión de la correspondiente idea de
Francia o de España.
2. La nación étnica: Un grupo étnico se constituye o aspira a constituirse como
identidad política y como Estado. Es el caso, por ejemplo, de Alemania. Pero es
el caso también de los nacionalismos periféricos existentes en el interior de
Estados cuyo modelo es el de la nación cívica o política. En este último caso,
hay tanto fracaso en la difusión de la idea de la nación política como éxito en el
desarrollo de naciones étnicas periféricas. El nivel de desarrollo del
nacionalismo étnico es el nivel de fracaso de la nación cívica o política.
3. La nación pluralista: Es la nación fundada sobre el arraigo de flujos sucesivos de
inmigración, conservando cada grupo de inmigrados la identidad de origen pero
participando también en una identidad política supraétnica, nacional. Según
Smith (1994,18-21) en el caso de la nación pluralista a diferencia de lo que
ocurre en la nación cívica o política, no hay asimilación. Los Estados Unidos
son un ejemplo de nación pluriétnica, como Australia, Argentina o Canadá. Es el
mito del melting polt, o de la coexistencia en una unidad superior. Sin embargo
habría que añadir algunas precisiones sobre este tipo de nación. En primer lugar
podríamos decir que este tipo de naciones han sido construidas sobre la
eliminación física o, en todo caso, política de las sociedades avorígena. En
segundo lugar que la inexistencia de asimilación es, por lo menos, dudosa. Y, en
tercer lugar, que la integración de ciertos grupos étnicos, como en Estados
Unidos los negros, los chicanos, e incluso los asiáticos, es deficitaria.
Lo que muestra esta tipología es la posibilidad de una diversidad de relaciones
entre identidad cultural e identidad política. Lo cual es muy importante de ser
subrayado, si tenemos en cuenta del hecho de que la inmensa mayoría de los
Estados del mundo entero son o han sido realidades multiculturales.
2
En cierta medida, hay una correspondencia cierta con las dos generaciones de naciones de las que
acabamos de hablar.
3
Gunnar P. Nielsson ha establecido un sistema clasificatorio de los grupos
étnicos, naciones, naciones-Estado y Estados-nación del mundo entero. No es
éste el lugar para discutir3 estas nociones desde un punto de vista teórico e
histórico a la vez, pero, en general este trabajo de Nielsson sirve para hacernos
una idea de la enorme heterogeneidad existente en la composición de los Estados
en términos de grupos étnicos y de naciones. De los 161 Estados contabilizados
por Nielsson para el año 1985, solamente 28 de entre ellos son homogéneos,
teniendo el resto una complejidad interna. Los 28 Estados homogéneos son
aquellos que Nielsson llama nación- Estado: más del 90% de la población del
estado son miembros de una nación y más del 90% de los miembros de esta
nación habitan en el interior de este Estado. Nielsson considera nación al grupo
políticamente movilizado y rinde cuentas de la existencia de 578 naciones en el
mundo, distribuidas entre los 161 estados establecidos en 1985 ( Nielsson,
1989).
Pero en relación con este trabajo, ¿cuál es la importancia y, sobre todo, la
significación del proceso de construcción del Estado nacional?
Según Robert Nisbet, “si se puede hablar de un solo origen del Estado
institucional, está en relación con la guerra. Las relaciones entre parentesco y
familia, entre religión e Iglesia no más próximas que aquella que existe entre la
guerra y el Estado a lo largo de la Historia. (…) Al principio, en Francia, en
Inglaterra y en otras partes, el Estado no es más que un a relación limitada entre
el jefe militar y sus hombres” (Nisbet, 1973, 100-101). Tras su fundación, esta
relación limitada entre el jefe militar y sus hombres fue transformándose,
añadiéndose al Estado otras funciones además de la guerra. Con la
nacionalización del Estado, el lazo político vertical se transforma en una relación
horizontal entre los ciudadanos4.
El proceso de constitución y de transformación del Estado moderno
Occidental es un proceso muy complejo ya que en el mismo momento en que se
asiste al cambio de los grupos sociales que tienen el control del poder político,
éste cambia también de contenido. Esto equivale a decir que el Estado se forma a
partir de dos fuentes de poder. Por un lado, una fuente política: Es el proceso de
centralización política y de lucha histórica por la ocupación del centro. El Estado
moderno, territorial y centralizado, no existe en la Edad Media o bien existe en
estado amorfo (Abercrombie, Hill et Turner, 1984). El hito que marca la
centralización del poder ha sido el sistema absolutista. El centro de poder se
constituye a partir de la Maison du Roi y el Estado se configura como un Estado
patrimonial (Weber, 1977, 759-760). La Cour de los países europeos de los
siglos XVII y XVIII se forma a partir de la Maison du Roi y llega a ser el lugar
que posee la mayor capacidad de acción a distancia. La Cour sorbe, absorbe, el
poder político disperso de los diferentes dominios señoriales. El poder del noble
3
Ya lo he hecho en Pérez-Agote, 1995, 133-137.
Hablo aquí desde el punto de vista simbólico, pues la relación política vertical continúa funcionando
siempre, entre los que controlan el centro de poder y la generalidad de los ciudadanos. Desde el punto de
vista simbólico la revolución burguesa, nacional y democrática es la resolución a escala colectiva del
complejo de Edipo: Con la muerte del padre cada hijo llaga a ser libre (individuo) y la relación entre los
hermanos (el cuerpo político, la nación ) llega a ser lo más importante.
4
4
no viene ya de su dominio sino de su proximidad en relación a la Maison du Roi
(Elias, 19982, 54-55).
Por el otro lado, el Estado absorbe el poder social de una serie de
asociaciones humanas que controlan la vida de los actores sociales. En la Edad
Media el poder no está solamente disperso en su sentido político sino también en
su sentido social. El poder social proviene de orígenes diferentes. “Para
Rousseau, Las verdaderas opresiones de la vida del hombre provenían de la
clase, la Iglesia, la escuela y la familia patrialcal. La volonté générale sería para
él la conversión de todas estas voluntades en una sola voluntad impersonal”
(Nisbet, 1973, 119). Según Nisbet, “en la historia de la política siempre ha
existido, en un grado u otro, un conflicto creado por la existencia, por una parte
de asociaciones locales, sectoriales, funcionales que reclaman al hombre como
miembro, y, por otra parte, una asociación que se identifica ella misma con la
totalidad de las personas que habitan un territorio dado y que trata de consolidar
en una sola todas las autoridades existentes en este territorio” (Nisbet, 1973,
119). Con anterioridad al Estado moderno y, sobre todo, con anterioridad a su
consolidación máxima, el Estado nacional, la realidad social en la cual vivían los
hombres no era una verdadera sociedad, en el sentido de una sociedad total,
relativamente autosuficiente. Y los hombres no eran entonces verdaderos
individuos, en el sentido que hoy damos a esta expresión. Eran más bien
miembros de una serie de asociaciones humanas diferentes que irían perdiendo
su importancia, es decir su poder sobre sus miembros, en el curso de la
modernidad ( Pérez-Agote, 1993 y 1996).
El Estado moderno no se ha construido contra los individuos. Más bien al
contrario; se ha edificado contra las diferentes asociaciones que ejercían el
dominio sobre los hombres. La absorción de los poderes sociales por el Estado
es el mismo proceso de producción del individuo, del hombre no dividido, en el
sentido de estar cada vez menos controlado por cada asociación ( familia,
parroquia, vecindad, gremio….). El Estado es, por lo tanto, la plausibilidad del
individuo, y éste la plausibilidad del Estado5 . La idea liberal de contradicción o
de oposición entre individuo y Estado es históricamente falsa. Se trata más bien
de las dos caras diferentes de una misma cuestión.
La burguesía nacional fue el agente histórico que, teniendo necesidad de un
cambio de legitimación política por razones de seguridad jurídica en el tráfico
comercial, estableció una nueva relación entre identidad colectiva y legitimación
política. El vínculo político no personal, la legitimidad política impersonal
disuelve en gran medida el carácter arbitrario que tiene el poder personal, aleja
el ejercicio del poder de la voluntad personal del que lo ejerce (
Weber,1977,181).
A partir de entonces el depositario simbólico del poder será la comunidad
nacional, cualquiera que sea la forma en que sea llamada, cualquiera que sea su
relación con la identidad cultural. Unas veces se privilegia los lazos de la
tradición y del pasado y otras se pone de relieve la voluntad del contrato social.
Es muy importante subrayar, como lo ha hecho Gil Delannoi (1993, 46-47 ), que
5
Tomo el término plausibilidad como sinónimo de condición de posibilidad.
5
es totalmente injusto asimilar la tradición cívica, política, contractual, ilustrada a
la experiencia francesa y la tradición cultural, romántica a la experiencia
alemana. Por ejemplo, en Francia como han mostrado Gil Delannoi ( 1993, 4748 ) y Pierre Birbaum ( 1993, 183-184 ), las dos tradiciones, legitimista y
republicana, coexisten. Y en relación a Alemania, se puede decir que la categoría
Volkgeist ( el espíritu del pueblo ) no fue nunca empleada por Herder, que fue
más bien universalista, como ha mostrado Isaiah Berlin, pues concebía una
especie de fondo universal que comprende todo el género humano. Y en Fichte,
en sus discursos a la nación alemana, no está del todo claro que la nación
preceda al Estado. Y es que, como dice Louis Dumont (1991), toda sociedad
necesita hacer recurso al individualismo y al holismo. Y toda identidad colectiva,
sobre todo si tiene efectos públicos, es, en términos de Clifford Geertz ( 1973 ),
una combinación cambiante de rasgos primordiales y de rasgos cívicos.
El elemento mediador que hace posible la coexistencia de estos dos principios, el
individualista y el holista, es la homogeneidad. Se trata de la idea de una
solidaridad, de una comunidad ( exclusión de la división del trabajo), compuesta
por seres humanos, en aquello que tienen de más homogéneo, y, por tanto, de
más universal. Históricament, en el mundo occidental, el individualismo y el
holismo, la democracia y el nacionalismo han llegado juntos, de la mano. La
democracia aportando la libertad y la igualdad de los individuos, y el
nacionalismo su cohesión emocional ( Kohn, 1949, 168-169)6.
El periodo histórico de homogeneización se ha prolongado, probablemente y con
excepcionales momentos de retroceso, hasta los años setenta de este siglo XX. Y
ello a pesar de los flujos migratorios de las poblaciones del llamado Tercer
Mundo hacia los países occidentales. Esto ha sido posible porque desde
principios del siglo XX, con el desarrollo de la producción y del consumo de
masas, estos últimos países han tenido necesidad de una gran cantidad de mano
de obra extranjera.
Podemos pasar revista a los diferentes factores inductores de las migraciones
llamadas económicas y ver cómo desde el principio de nuestro siglo hasta los
años setenta, los factores de expulsión ( push factors) y los factores de atracción
( pull factors) se dan enforma significativa y positiva. En cuanto a los factores
que podemos llamar institucionalizadores de la migración económica - es decir,
la institucionalización den la sociedad de partida de la emigración como salida o
posibilidad culturalmente pautada
y
la constitución de redes
intersocietarias ( sociedades de salida y de llegada ) -, se puede afirmar que se
han desarrollado de forma considerable. Un cierto asimilacionismo ha sido
posible, por lo tanto, en la época en cuestión.
Pero a principios de los setenta estas condiciones comienzan a cambiar. Los
factores de expulsión continúan funcionando, pues el lugar del Tercer Mundo en
la división internacional del trabajo no se ha modificado de manera intensa. Pero
los factores de atracción pierden eficacia a raíz de la llamada crisis del petróleo
y, además, por la continua caída de las necesidades sistémicas de trabajo, debida
6
Todo ello no quiere decir que no haya posibilidad de conflicto entre los dos principios. Podemos
acordarnos del ascenso de Hitler al poder, o, más recientemente, de la victoria en unas Elecciones
Generales argelinas del Frente Islámico de Salvación ( FIS ).
6
al desarrollo tecnológico. Esta nueva situación ha producido enormes
consecuencias en el terreno de las migraciones., en dos campos diferentes:
a.- En el campo de los flujos migratorios, las condiciones para la entrada de las
poblaciones de los países menos favorecidos en los que lo son más se han
endurecido brutalmente, lo que, a su vez, ha producido importantes problemas,
como el crecimiento de los riesgos vitales asumidos por las poblaciones que
continúan queriendo emigrar y el crecimiento de la inmigración ilegal en los
países desarrollados7.
b.- En el campo de las nuevas generaciones de poblaciones inmigradas ya
establecidas en los países desarrollados. Muchos descendientes de inmigrantes
llegados en una época en la que el mercado de trabajo tenía necesidad de ellos se
confrontan a una situación diferente de la de sus padres, en relación a los
principales mecanismos de integración de la sociedad. Como mecanismos
públicos están el sistema educativo y, en relación muy estrecha con él, el
mercado de trabajo. No se puede generalizar mucho sobre la situación del
sistema de enseñanza, pero, en todo caso, si la salud del mercado de trabajo no
es muy buena estas nuevas generaciones tendrán problemas para integrarse en la
sociedad, para llegar a adquirir una identidad social y para dotarse de una
autoestima positiva. Por otra parte, el mecanismo social por excelencia, la
familia, se encuentra también en una situación problemática. Sus padres,
inmigrantes en una época en que los factores de atracción estaban presentes, han
tenido un comportamiento instrumental adaptativo, y , por ello, elaboraron una
estrategia adaptativa para la educación de sus hijos8. La deterioración de los
mecanismos públicos de integración provoca algunos efectos: la aparición de
conflictos entre los jóvenes y la sociedad receptora; la búsqueda de una
identidad social y de nuevas fuentes de autoestima , dadas sus dificultades pera
entrar en el mercado de trabajo; la revalorización, por consiguiente, de la cultura
y de la lengua originales. Este último efecto puede, a su vez, producir otro:
puede hacer ambivalentes las relaciones intergeneracionales intrafamiliares. Sus
padres habían dado prioridad a la lengua y a la cultura de la sociedad receptora y
ellos vuelven su mirada hacia la sociedad originaria. La relación entre ellos se
hace ambivalente, porque, por un lado, están contra sus padres porque relegaron
la lengua y la cultura originarias. Pero por el otro están a favor de ellos, debido
al afecto y a que sus padres representan precisamente la lengua y la cultura
originarias.
En fin, todo esto quiere decir que para los países occidentales el ciclo de la
asimilación y de la homogeneidad se ha clausurado. Kolakowski lo ha expresado
7
Se podría citar también el nuevo y penoso papel jugado por algunos países que se convierten en
guardianes de áreas económicas privilegiadas, como el que juega España en relación a las poblaciones
africanas.
8
El comportamiento del emigrante económico puede ser definido, de manera general , como
comportamiento adaptativo instrumental, racional en relación a fines( Weber, 1977, 21 ). Tanto más si los
factores de atracción existen, pues entonces las estrategias defensivas , identitarias, no tien en tanta razón
de existir. La dinámica adaptativa de la inmigración puede ser analizada en tres registros relativamente
diferentes. El primero es el comportamiento adaptativo del migrante mismo. El segundo es el
comportamiento adaptativo del migrante en una esfera específica, la de la educación de los hijos. En este
registro se dan elecciones muy importantes como los de la lengua y la cultura prioritarias. El tercer
registro es el del comportamiento de los propios hijos. Aquí estamos intentando poner en relación el
segundo y el tercer registro..
7
de manera muy expresiva: los famosos pluralismo y tolerancia de los países
occidentales no son, en el fondo, más que la indiferencia de los ricos en relación
con el otro, pues si la riqueza desaparece, el otro deja de ser indiferente y se
convierte en un enemigo9.
2.
La crisis de la homogeneidad.
Nuestras sociedades totales han entrado en crisis porque la estructura que
condensaba estas sociedades, el Estado nacional, ha entrado en crisis. El Estado,
a causa de la globalización, pero no solamente a causa de ella, pierde su
capacidad para condensar todas las lógicas sociales, y con ello la plausibilidad
del individuo, es decir del ser humano no dividido, se desvanece. El Estado y el
individuo: cada uno era plausibilidad del otro.
En esta segunda parte voy a pasar revista de manera muy somera primero a las
lógicas de la globalización y después a la crisis del Estado. Para acabar, sacaré
algunas conclusiones primero sobre la crisis del individuo y después sobre la
crisis de nuestras democracias.
2.1 Las lógicas de la globalización.
La globalización es un proceso complejo que incluye una serie de lógicas
analíticamente diferenciables.
En primer lugar, encontramos una lógica que puede ser denominada de
totalización o de unificación y que lleva a la constitución de una única realidad
social. Pienso que se trata, por el momento al menos, de una lógica centroperiferia10, pues la llamada lógica de las redes sociales no es, en mi opinión, sino
una sutilización de la lógica centro-periferia11
En el interior de esta lógica totalizante podemos encontrar mecanismos
directamente totalizadores, como el mercado o una cierta tendencia en la
difusión cultural. Pero también encontramos sub-lógicas que, en cierta medida,
son paradójicas. Sobre todo en el nivel político, que es el nivel totalizador por
excelencia, al menos en la época de la modernización. Antes de entrar en estas
sub-lógicas examinemos brevemente este nivel político. La lógica totalizadora
directa se encuentra menos desarrollada en el nivel político que en el económico.
Muy esquemáticamente, éstas son las razones:
9
Cito de memoria. Aparecido en una entrevista en el diario El País
En otro trabajo he discutido, a partir de Luhmann (1990), las diferentes formas posibles de
diferenciación funcional ( Pérez-Agote, 1996).
11
Como lo he tratado de mostrar para el caso de las lógicas constitutivas de la Unidad Europea ( PérezAgote,1999 ).
10
8
a.- El nivel político está en general más institucionalizado ( en el sentido de
institución social visible ) que el nivel económico, en el que el mercado es
cada vez menos visible. La organización política mundial por excelencia es la
Organización de las Naciones Unidas ( ONU ). El único problema es que la
ONU no tiene realmente auténtico poder político. Ha servido sobre todo en el
plano de la legitimación mundial democrática de los conflictos internacionales, y
este cierto poder simbólico ha ido deteriorándose a partir de la Guerra del Golfo,
a causa de las presiones de Estados Unidos ( cuyo poder político-militar es
mayor en el marco político no institucional- poder de hecho- que en la ONU ) y
con la connivencia de Europa12.
b.- Desde el punto de vista de los ciudadanos de los Estados democráticos, su
Estado constituye el único mecanismo defensivo contra los mecanismos ciegos
del mercado mundial. Y, al menos por el instante, el Estado constituye el límite
de la posibilidad de legitimación de una decisión política: más allá de él las
decisiones ya no son legítimas. Es, por ejemplo, el caso de los problemas de
legitimación de la Unidad Europea, derivados del déficit democrático y del
déficit de identidad colectiva, aunque ésta pudiera ser substituida , como piensa
Habermas, por una estructura de comunicación o de opinión pública que
sostendría una cultura política común ( Habermas, 1999, Cap.3 )13. Como
veremos luego, la crisis del Estado no es una crisis de desaparición.
12
Puede uno preguntarse, incluso, hasta qué punto la estructura de la ONU ( más democrática –o menos
antidemocrática si se prefiere- que las relaciones no institucionales de poder ) es un obstáculo para la
constitución de un gobierno mundial institucionalizado, visible, aunque no por ello democrático. Por un
lado, sabemos que, históricamente, la nación ( identidad política como fuente excluyente de legitimación)
y la democracia vienen, en general, después de la formación del centro de poder territorial. Primero, el
poder; después, la democratización. Alguien puede argüir el caso de los Estados nacionales europeos
tardíos, pero en esos casos el modelo estaba ya creado.
13
Habermas extiende su idea del patriotismo institucional al nivel de las sociedades supraestatales y
también al nivel de las sociedades multiculturales que están ahora en formación. Habla de la necesidad
de una cultura política común que no tenga relación de preferencia con ninguna de las culturas étnicas
concretas ( Habermas, 1995, 95 ). Piadoso deseo.
9
LAS LOGICAS DE LA GLOBALIZACION
Lógicas
Sub-lógicas
Directamente totalizadora
Totalizadora
Globalización
Supraestatal
Estandarizadora
Abstracción progresiva
Diferenciación y sentido
Si volvemos a la cuestión de la complejidad de la lógica totalizante de la
globalización, podemos ver que está formada por tres sub-lógicas cuyas
relaciones no son simples:
a.- Sub-lógica directamente totalizadora, formada por los mecanismos
conducentes a la constitución de un único sistema universal ( mercado, cultura
de masas ).
b.- Sub-lógica supraestatal, conducente a la formación de unidades políticas
supraestatales. Está formada por las necesidades expresadas por ciertos Estados
de defenderse de la sub-lógica directamente totalizadora: para hacer frente a esta
sub-lógica, ciertos Estados intentan formar una unidad política mayor, lo que
implica la formación de un nuevo sub-sistema centro-periferia y una
recomposición del sistema mundial centro-periferia. En otro trabajo he analizado
el proceso de formación de la Unidad Europea como continuación del proceso
de centralización del poder político que se desarrolló en Europa desde la época
feudal hasta la constitución del sistema europeo de Estados en el Siglo XVII.
Pero este nuevo impulso centralizador se produce en una época en la que la
economía es el nivel social más importante y, por tanto, la centralización
comienza a hacerse en este nivel, el de la llamada política económica ( PérezAgote, 1999).
c.- Sub-lógica estándar, que consiste en la extensión, a escala universal, de la
forma de organización política creada en Occidente y llamada Estado nacional
democrático. En nuestros días se trata de una exigencia para todas las
poblaciones del mundo. Esta sub-lógica es, por lo menos, paradójica en relación
a las dos otras anteriores que llevan a la formación de unidades mayores (
supraestatales y mundial ). Lo que nos habla de la complejidad del sistema
mundial y del Estado como nivel intermedio necesario para la inserción en el
sistema global.
10
De manera un poco caricaturesca, se puede decir que en nuestros días, todo lo
que sobrepasa el nivel estatal se constituye en una realidad desterritorializada, al
no estar marcada por el sentido y por los afectos. Es, en alguna manera, una
situación parecida a la descrita por Durkheim en términos de anomía. La
mundialización, en cuanto lógicas directamente totalizadora y supraestatal,
produce una situación progresivamente anómica: el mundo se convierte en
progresivamente opaco y el hombre desconoce las normas. Y ésta es,
precisamente, otra de las lógicas de la globalización: la lógica de la abstracción
progresiva, de la ausencia de significación, de la pérdida de sentido.
Pero esta lógica no deja de tener consecuencias, pues otra lógica se activa por
necesidad, la de la diferenciación y la búsqueda de sentido. Es la lógica que
Wieviorka llama lógica de la producción: “ lo característico de nuestra
sociedades es que tienden a transformarse culturalmente más que a
homogeneizarse, bajo el impacto de la globalización de la economía o de la
internacionalización de la cultura de masas bajo la hegemonía americana” (
Wieviorka, en prensa).
Las consecuencias más importantes de la lógica totalizadora, desde el punto de
vista del multiculturalismo, son la perpetuación de la marginalidad de ciertas
regiones del mundo, en relación con la división internacional del trabajo, lo que
implica la persistencia de factores de expulsión para las migraciones
internacionales, y la reducción general de las necesidades sistémicas de trabajo,
lo que implica el derrumbe de los factores de atracción. Por otra parte, cuanto
más intercomunicado está el mundo, más posibilidades se dan para las
poblaciones de las sociedades menos favorecidas de conocer la situación de las
más favorecidas, lo que aumenta las posibilidades de que la emigración se
institucionalice como solución vital culturalmente pautada. Y cuanto mayor es el
tamaño de las grandes ciudades, mayores son las posibilidades de creación de
redes de emigración-inmigración.
Por lo tanto la globalización, además de poner en crisis al Estado, favorece el
multiculturalismo, y éste multiplica los aspectos de esta crisis.
2.2 La crisis del Estado
Los Estados-Nación occidentales están en crisis y esta crisis es compleja y
relativa. Compleja, porque tiene aspectos diferentes. Relativa, porque no es una
crisis que implique desaparición.
La crisis del Estado tiene, a mi entender, tres aspectos:
a.- La llamada crisis fiscal del Estado del bienestar, en la que no voy a entrar, a
pesar de sus importantes consecuencias en el campo del multiculturalismo.
b.- La crisis de soberanía nacional, a la cual está dedicada este epígrafe.
c.- La crisis de la forma democrática representativa, a la cual está dedicada la
última parte, que sirve de conclusión de este trabajo.
11
El Estado no desaparece. Más bien pierde su capacidad para totalizar la realidad
social. Su lógica no es ya la única lógica activa en el interior de su territorio.
Otras lógicas también están activas en su interior. En primer lugar nos
encontramos con las lógicas de la globalización que acabo de describir y que
corresponden a las decisiones tomadas a una escala más amplia que la del Estado
o, al menos, exteriores a éste. Pero también existen fenómenos sociales que no
responden a una lógica centrada sobre el Estado y cuya escala es a veces más
pequeña que la de éste. Estos elementos que conducen por lo bajo a la
desestructuración del viejo orden estatal son contradictorios y interconectados
entre ellos mismos. Por una parte, se da una pérdida de interés social por lo
público-político; y, por la otra, se produce una búsqueda social de sentido a
través de nuevas formas de socialidad, de participación y de movilización,
formas que pueden llegar a constituir formas no convencionales de acción
política.
Por lo tanto, por un lado estamos frente a una privatización progresiva de la vida
social ( Habermas, 1975 ) y a la des-institucionalización ( Gehlen ) progresiva de
la vida privada ( Berger y Kellner, 1965 ). El drama de la modernidad consiste
en que el individuo desarrolla su vida pública en el seno de grandes instituciones
públicas, tan complejas y abstractas que no producen sentido para su vida. Este
individuo busca entonces el sentido en su vida privada – familia, consumo,
religión privatizada, interacción social, etc. -, pero esta esfera privada está cada
vez más des-institucionalizada y, por tanto, debe intentar construir
legitimaciones ad hoc de su vida.
Y, por el otro lado, podemos ver esta privatización de la vida y esta desinstitucionalización de la vida privada producen una reacción contraria por parte
de los individuos: la búsqueda de sentido. Una de las formas más importantes
que adopta esta búsqueda esta constituida por los llamados nuevos movimientos
sociales, que no tienen necesariamente una articulación político-estatal, que, a
veces, aceptan la economía de mercado y la estructura política existente, y que
van al encuentro de nuevos espacios de autonomía social, constituyendo así
verdaderas formas de vida14 y verdaderas fuentes de identidad social para sus
miembros. A mi juicio, lo que está en juego en nuestros días con los nuevos
movimientos sociales es, en primer lugar, la ruptura de la frontera que articula la
vida social en nuestras sociedades, la frontera entre lo público y lo privado; y, en
segundo lugar, la transformación de la política, pues si la política es lo que
afecta a la dinámica y a la síntesis social ( Balandier, 1967, 58 ), estos
movimientos son políticos en un nuevo sentido15: hacer política más allá o más
14
Mucho más que organizaciones funcionales. Los movimientos tienen, claro está, las dos vertientes –
son organización y son forma de vida -, pero la sociología tiende a privilegiar, sobre todo en Estados
Unidos, la vertiente organizativa, talvez porque es más fácilmente analizable.
15
Dediqué mi conferencia, titulada “ Are the New Social Mouvements really social ? “, en la Second
European Conference on Social Mouvements, a estos dos puntos. Los movimientos sociales que tienen
como objetivo el cambio de la significación cultural ( el género, por ejemplo), de un rasgo de la identidad
personal ( el sexo ) implican , para sus miembros, una trayectoria que va de lo privado a lo público, para
volver a lo privado, y así sucesivamente; no hay ya ruptura entre lo personal y lo social, ni entre lo
privado y lo público, pues la significación social de un rasgo personal se resuelve , para el miembro, por
medio de la pertenencia a un grupo, al movimiento. En el caso en que el objetivo del movimiento sea
directamente público ( el movimiento ecologista, por ejemplo), la trayectoria de los miembros va de lo
12
acá del Estado, transformando las significaciones sociales que, por debajo,
fundan la cohesión, ya no política sino cultural, de nuestras realidades sociales.
Se hace preciso, por lo tanto, repensar la noción de política.
Pero la coherencia cultural de nuestras sociedades es también problemática,
debido a la progresiva segmentación16 de la vida social. Este proceso, en cuyo
contenido entraré enseguida, constituye una de las lógicas desestructuradoras de
la totalidad estatal; se trata de una lógica de escala infra , es decir diferente de
las lógicas globalizadoras.
Adoptando la vieja fórmula de la teoría de la diferenciación social ( Parsons,
1964; Eisenstadt, 1964 y 1990; Bellah, 1964; Geertz, 1973 ), recientemente
puesta al día por Alexander y Colomy ( 1990 ), se puede decir que la sociedad
evoluciona desde formas compactas de simbolización a formas cada vez
más diferenciadas (Voegelin, 1956 ). De manera muy esquemática, se pueden
establecer los elementos principales de este proceso de segmentación:
a.- Diferenciación progresiva de esferas sociales.
b.- Cada esfera despliega sus propios símbolos.
c.- Pérdida progresiva de la conexión simbólica entre las esferas, tanto en el
individuo como a escala social.
d.- Pérdida de eficacia de las codificaciones simbólicas totalizantes
institucionalizadas ( religiones institucionales, ideologías políticas ).
e.- Posibilidad ( no necesidad ) para fabricar ( bricoler ) su propio sincretismo, a
partir de elementos pertenecientes a esferas diferentes e, incluso, de elementos
desprendidos de las codificaciones simbólicas totales.
Tras haber pasado revista a las lógicas desestructurantes del monopolio de la
lógica del Estado, podemos plantearnos la cuestión siguiente: si la sociedad
totalizada por el Estado era la plausibilidad del individuo, ya que el Estado había
vaciado de poder las asociaciones de las cuales los seres humanos eran
miembros, ¿ qué pasa con el individuo cuando este Estado entra en crisis ?
El individuo, tal como lo concebimos hoy, es un producto histórico-social.
Gergen nos señala que nuestra consideración del individuo resultaría anormal en
muchas culturas del mundo ( Gergen, 1992, 28 ). Y se podría añadir con Geertz
que, por ejemplo, en Bali “ las formulaciones de la personalidad son - para
nuestro modo de comprensión - despersonalizantes “ ( Geertz, 1973, 389-390 ).
público a lo privado, pues la pertenencia al grupo y al movimiento llega a ser un elemento central de la
identidad de sus miembros ( Pérez-Agote, 1996 bis ).
16
Esta segmentación es diferente de la de las sociedades llamadas segmentarias. En el interior de éstas,
cada segmento era una totalidad de vida social, llevándose a cabo dentro de él todas y cada una de las
funciones sociales. Por el contrario, la segmentación actual de la que estoy hablando ocurre en el interior
de cada totalidad social, constituyéndose cada esfera interna en segmento separado, sobre todo desde el
punto de vista simbólico del actor social. ( Pérez-Agote, 1996, 21-24 ).
13
Tenemos excelentes estudios , como el de Taylor (1989 ), sobre las
transformaciones históricas del individuo. Estos estudios nos muestran cómo los
seres cambian, de manera continua, las concepciones que tienen de ellos
mismos.
¿ Cómo ha llegado nuestra cultura a atribuir tanta importancia al individuo?
Llega, incluso, a protegerle con toda la fuerza del derecho y a acordarle un valor
universal. John Lyons escribe que esta posición central del yo, del individuo fue
fijada hacia el final del Siglo XVIII. Antes, dice, las personas tenían tendencia a
definirse como especímenes de categorías más generales ( en Gergen, 1992,31 ).
Incluso el alma no pertenecía a la persona sino a Dios . Y Gergen añade que
hacia el final del Siglo XVIII la sensibilidad ha comenzado a cambiar, como se
aprecia en los textos filosóficos, las biografías, las reflexiones personales y las
narraciones de vagabundos y aventureros ( Gergen, 1992, 31 ).
Actualmente, cada persona está inscrita en diferentes esferas de la vida social.
Cada esfera es autónoma en el plano simbólico en relación a las otras. Las
grandes construcciones simbólicas pierden su vigor, la construcción del sentido
pasa al dominio privado, incluso subjetivo.
El hombre debe fabricar, en el interior de su mundo privado, su propia creencia.
Un sincretismo hecho de diferentes elementos resultantes de la explosión en el
ámbito público de las codificaciones religiosas y políticas, y de otros elementos
provenientes de otras esferas, como la ciencia. Y debe también buscar la
pequeña comunidad para intentar objetivar su creencia a través de la
intersubjetividad. Esta es , en el fondo, la profecía weberiana del politeísmo de
los valores, que se corresponde con lo que he denominado la segmentación del
individuo17.
2.3 La crisis de la democracia
Este aspecto de la crisis del Estado, la crisis de la democracia como forma de
representación política, tendría, a su vez, dos aspectos:
a.- El primer aspecto está ya definido en nuestros sistemas políticos por el
contraste entre el flujo simbólico que va desde la base hasta la cima del sistema
político, canalizando las necesidades sentidas por la población, y el flujo real de
la política, que va desde la cima a la base, configurando las actitudes y los
deseos de la población, por medio del consumo mediático de los mensajes
políticos. Este contexto facilita la aparición de líderes populistas que prometen la
restauración de una comunicación directa, sin intermediarios, entre el líder y los
ciudadanos, bien a través de la utilización no convencional de medios de
comunicación convencionales ( Ross Perot, Berlusconi, Hugo Chávez ) o bien a
través de medios no convencionales ( Fujimori cuando su primera elección ).
17
Sería muy interesante poner en relación la idea de la segmentación simbólica de la sociedad y del
individuo con la idea de Touraine de la producción del sujeto. Pienso que las dos lógicas, la de la
abolición del sentido y la de la rebelión del sujeto, están presentes en nuestras sociedades, y lo están en
una relación dialéctica.
14
b.- El segundo aspecto de la crisis de la democracia está más directamente ligado
al objeto de este trabajo: nuestra democracia es una democracia de los derechos
fundamentales e inalienables de cada ciudadano, y está constituida por la ide
central del sufragio universal: un hombre ( o una mujer, desde hace poco tiempo
), un voto.
Ahora bien, este sistema de gobierno está fundado sobre el presupuesto de una
sola comunidad nacional, de una sola solidaridad mecánica más allá o más acá
de las concretas diferencias entre los ciudadanos. Nuestra democracias están
fundadas sobre el presupuesto de la homogeneidad.
El hundimiento del socialismo real en Europa del Este ha producido enormes
consecuencias en el campo de nuestras creencias políticas. Se ha llegado hasta el
diagnóstico naif que consiste en anunciar el fin de la Historia. Y en todo caso se
habla de la inevitable difusión a escala planetaria de la democracia
representativa y del mercado. Lo que quisiera señalar aquí es que, detrás de estas
ideas, se encuentra otra camuflada: la de la autosuficiencia del mercado y de la
democracia.
En cuanto al mercado, se puede decir que para que éste fuera una forma
autosuficiente de regulación económica el único sujeto económico posible sería
el individuo. . La distribución de bienes y recursos en el interior de una empresa
no constituye un mercado. Las relaciones entre las diferentes partes de una
empresa no constituyen relaciones mercantiles. La empresa toma sus decisiones
internas de forma política, no son resultado de un mercadeo.
En cuanto a la democracia – directa o representativa, poco importa para el caso , es preciso decir, desde el principio, que necesario un momento fundacional
para decidir quién puede votar. Y no se puede decidir por el voto quién puede
votar. Porque, ¿ quién puede votar para saber quién puede votar? Y así hasta el
infinito.
La idea de voluntad fundadora, de pacto o de contrato fundador es, como dice
Habermas ( 1999,92), una ficción del derecho racional18 . En el caso de los
Estados nacionales europeos, son la historia de la formación del territorio del
Estado, el proceso de nacionalización de este Estado y el proceso de
democratización los que han dado como resultado, como producto histórico, la
definición de quién puede y debe votar. Se puede recordar la historia, una vez
definido el territorio: los extranjeros, los iletrados, los pobres, las mujeres, los
privados de derecho de voto, los no europeos, los niños……
Quién puede votar es un producto, un resultado social histórico; no es el
producto de una decisión democrática y no puede serlo.
18
Esta idea puede ser también, y es el papel que juega aquí, un momento teórico que sirve para poner de
relieve algo que habiéndose fraguado a través de un largo proceso histórico es tan evidente para los
actores que éstos no son capaces re reflexionar sobre ello. Pero también puede darse el caso de un
auténtico contrato social firmado en un momento concreto y , por tanto, susceptible de ser reflexionado
por los actores. Recuérdese, en este último sentido, la actual discusión sobre “ el ámbito vasco de decisión
“, que implica la decisión de quién puede votar en el caso de un proceso de autodeterminación, secesión,
etc. Como se ve, se tiende a llegar a un pacto para saber quién puede votar sobre quién podrá votar a
partir de entonces.
15
Una vez definido quien puede votar, se puede pasar a la forma de votar. El
sufragio universal es la forma más justa si la comunidad de los designados como
votantes es homogénea. Pero si la comunidad no es homogénea, el sufragio
universal conduce a la homogeneización de las minorías. La reproducción de
una cultura minoritaria se haría imposible, o casi.
A veces se dice que el individuo es el único sujeto de derecho posible19. Esto no
es, en principio, ni verdadero ni falso. Porque el derecho es una convención. El
individuo no ha existido siempre, ni existe en todas partes. En nuestras
sociedades, el único sujeto de derecho posible es, desde el punto de vista del
problema a que nos estamos refiriendo, el individuo. Pero esto es una
convención, un producto histórico. Y si el derecho es una convención, las únicas
cuestiones importantes que se plantean son sobre las consecuencias sociales del
derecho y sobre las posibilidades de transformación.
No puedo entrar aquí en las actuales disputas sobre las posibilidades, pero una
cosa es segura. Una nueva ingeniería democrática va a ser necesaria para unas
sociedades que ya no son homogéneas.
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Barcelona, Buenos Aires, México, Paidós.
19
Pero incluso si no se admite la posibilidad de los derechos colectivos, ¿ no se puede pensar en el
derecho individual a vivir en la cultura propia? ¿ Y cómo vivir así si no hay otros que hacen lo mismo? La
cultura es siempre algo compartido, colectivo. Hay derechos individuales que para ser ejercidos necesitan
ser reconocidos a una colectividad.
16
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