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HISTORIA DEL JAPÓN
El Imperio del Sol Naciente (Ni-Hom en japonés) es una de las tres sociedades más
antiguas del planeta (las otras son: China y la India). Se asienta sobre un dilatado
archipiélago volcánico conocido como “el Cinturón de Fuego del Pacífico”, que se extiende
a modo de guirnalda desde Siberia hasta el Mar de Filipinas y fue habitado en el Paleolítico
por poblaciones de origen diverso: Polinesios, Malayos, Coreanos.
Ya en el siglo II antes de nuestra Era se habían consolidado una serie de estados, uno de
los cuales llegó a extender su influencia y fue origen del clan imperial y de la mitología
shintoísta. Sin embargo, el emperador no llegó a ejercer autoridad más que en su propio
territorio y sobre su clan, de manera que el Imperio no era sino una confederación de clanes
o señoríos al estilo feudal.
La era clásica del Japón tuvo lugar durante los periodos Nara (años 710 al 794 de nuestra
Era) y Heian, hoy Kyoto (del 794 al 1.184 d.c.), durante la cual se consolida la peculiar
cultura japonesa, absolutamente ajena a los restantes pueblos asiáticos. Sin duda, la
insularidad del imperio contribuyó a generar una sociedad diferente.
Es en el siglo XII cuando se fragua la figura del Samurai. Eran guerreros con un refinado
código; una concepción del arte de la guerra, próxima al ideal caballeresco de la Alta
Edad Media europea: la defensa del débil, el sentido del honor, el cultivo del honor, el
cultivo de las artes, y la firmeza espiritual y mental por encima de la fuerza física y las armas.
En el siglo XVI, ante la amenaza del colonialismo europeo, varios jefes militares dotan al
Imperio de una mayor unidad, y pactan con el Papa y con Felipe II, Rey de España y
Portugal, la instalación de misiones jesuitas en las islas, a cambio de garantizar la no
intervención en Japón de otros intereses coloniales. De ahí, la secular influencia de los
jesuitas, en especial portugueses, que ha llegado hasta nuestros días.
Sin embargo, el Imperio volvió a fragmentarse a partir de 1603. Al Emperador no le queda
más que un valor simbólico. Cada territorio es gobernado por un Shögun con su propia
guardia de samurais.
Pero de nuevo la amenaza exterior devuelve la unidad al Japón. Ante el peligro que
representan las nuevas potencias colonialistas (Rusia y Estados Unidos), todos los shögun
suscriben en 1869 la carta de Kyoto, mediante la cual entregan al emperador todo el poder
político y militar.
La unificación y la amenaza extranjera engendran sólidos sentimientos nacionalistas y
antioccidentales que llegan a alcanzar un espíritu mesiánico, de manera que los japoneses
se consideran salvaguardia de las culturas del Oriente Asiático
Plaza de Mina, 16 11004 CÁDIZ
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Como consecuencia de ello, se suceden: la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), la
intervención militar en Siberia (1918-1922), la ocupación de territorios sometidos al control
europeo, como Formosa, Corea y Manchuria, y finalmente la Guerra del Pacífico (19411945), concebida como el supremo esfuerzo por liberar al mundo oriental del colonialismo
occidental.
Cuando el presidente Truman ordena el lanzamiento de sendas bombas atómicas que
devastan la populosas ciudades de Hiroshima (6 de agosto de 1945) y Nagasaki ( 9 de
agosto de 1945), Japón se rinde sin condiciones.
La inteligencia y la habilidad negociadora de Hiro Hito moderan la agresividad
norteamericana que se había planteado una especie de “Nüremberg”, y consigue mantener
el Estado Imperial, si bien la figura del emperador se reduce a un mero símbolo,
implantándose un sistema parlamentario al modo occidental. Dos partidos, socialistas y
liberales, han venido alternándose en el poder desde 1947, aunque en el mapa político
japonés también han tenido notable influencia los comunistas y los nacionalistas.
En la actualidad, Japón no sólo ha recuperado la hegemonía en el oriente asiático sino que,
en muchos aspectos, es la primera potencia mundial, especialmente en desarrollo
tecnológico y diseño industrial.
Lo fascinante del Japón actual es la coexistencia de una cultura ancestral con el desarrollo
industrial y financiero más avanzado del mundo.
Con 120 millones de habitantes, la expectativa de vida más alta, una tasa de natalidad muy
baja, y la prohibición de inmigrantes que no sean de origen japonés, se plantea un serio
problema demográfico, quizás el reto más importante de futuro de este milenario país donde
nace el sol.
JMM
Septiembre 2004