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Las células redondas y gigantes del hígado embrionario,
su origen y su destino
por el
P. Jaime Pujiula, S. J.
Académico numerario
.Ln todos los libros de Embriología se considera el hígado como órgano hematopoyético durante la época embrionaria, es decir, se considera como una fuente
de elementos sanguíneos; pero se disputa mucho sobre el modo cómo ejerce esta
función. Porque no se trata precisamente de la multiplicación de los corpúsculos
sanguíneos merced a la actividad proliferante de los eritroblaste*s que se reproducen en todos los vasos durante cierta época embrionaria, y especialmente en el
hígado, por hallar allí mejores condiciones de nutrición, sino de la formación
secundaria de elementos sanguíneos por 'transformación de células especiales que
de momento-integran el hígado. Estas son las células que han sido objeto de
mucha controversia, y lo van a ser ahora de nuestra consideración, por haber
hecho sobre ellas una especial investigación.
Es un hecho, en efecto, que. a partir de ciertos estadios embrionarios, aparecen en el hígado unas células que llaman la atención, no sólo por su morfología,
sino también por sus propiedades tintorias o químicas, y han recibido el nombre
de células redondas (Rundzellen). En una monografía publicada por A. Fischtl (i) se hace la historia y crítica de las diversas opiniones que se han emitido
en el decurso del tiempo, especialmente sobre su origen, que procuraremos resumir brevemente aquí como punto de partida de nuestras investigaciones.
Como expone Fischel, estas células fueron descubiertas en 1874 por E. Neumann, tmien las consideró como células sanguíneas jóvenes, atribuyendo al hígado
la propiedad hernatopoyética durante la vida fetal. En 1875, esto es, un año más
tarde, las descubrieron, sin saber nada de Neumann, Told y Zuckerkandl. La semejanza de estas células con las descritas y descubiertas por Kolliker y Fahrner,
(1) Véase la Bibliografía al final.
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y consideradas como células jóvenes de los eritroblastos, hizo que aquellos autores
pensasen que eran células que integraban la sangre; pero el hecho de que por
inyección no podían sejpararlas de la masa hepática íes hizo desistir de este pensamiento, y creyeron que no pertenecían a la sangre, sino al parénquima hepático, del que serían células jóvenes, opinión de que participó también Kolliker
en 1879.
O. van der Stricht se considera como el primero de la serie de autores que
ya no dudan de que las células en cuestión pertenecen a la sangre (1891), y sólo
se disputa sobre el origen de ellas. Las opiniones sobre el particular son rñuy
variadas, y algunas hasta chocantes. El mismo van der Stricht creyó en un principio que estas células se hallaban en los capilares, en donde se formarían focos
dé ellas, por hallarse en buenas condiciones de nutrición (1891); pero bien pronto cambió de parecer, en el sentido de que sólo algunas estaban en los capilares,
mientras que otras habían pasado a las trabéculas hepáticas a través de los capilare.>, para formar allí nuevos capilares, de la misma manera que se forman los
capilares y sangre en la zona sanguínea de los embriones. Sería, pues, una segunda fuente de la sangre y de vasos sanguíneos. Una cosa quedaba ya en firme, a
saber: que estas células tenían que ver con la sangre, de lo cual ya no se dudó
más. Pero como los autores se dieron cuenta de que dichas células no estaban, al
menos al principio, en los vasos, sino en las trabéculas hepáticas, surgió la gran
dificultad de explicar su origen, porque se tenía como dogma científico que la
sangre, esto es, las células sanguíneas, eran de origen mesodérmico, o, lo que
es lo mismo, se originaban del mesénquima, a todas luces de procedencia mesodérmica. De aquí las múltiples hipótesis formuladas para explicar el origen mesodérmico de estas células. Saxer (1896) afirmaba que procedían de especiales células mesodérmicas que tanto állrcomo en las demás partes del cuerpo dan origen a eritrocitos y leucocitos. Dichas, células especiales serían amiboideas en sus
movimientos, y por ello, las .primeras células etaigrantes. Ahora bien, tanto ellas
como las células gigantes o megacariocitos, que también se forman en el hígado
fetal, emigrarían del pvinto de origen a las trabéculas hepáticas, o bien emigrarían,
primero, a los vasos; de los vasos, a través del endotelio, a las trabéculas hepáticas. Las células gigantes se desgranarían, dando origen a células emigrantes.
Acerca del modo cómo llegarían a la sangre las células que nos ocupan, lo explica Saxer, diciendo que las células endoteliales emitirían prolongaciones a guisa
de pseudópodos, con los que cogerían las células redondas y las atraerían hacia
la sangre.
Maximow (1909) explica el origen de las células redondas, admitiendo que
las células hepáticas son capaces de movimiento amiboideo y van hacia el inesénquima que envuelve al hígado, el cual contendría célula's emigrantes y células
pálidas, propias del mesénquima. Ahora bien, mientras las tiras hepáticas van
creciendo hacia el mesénquinia, éste, a su vez, se insinúa por entre las tiras hepáticas. De las células emigrantes y • de las células pálidas deriva este autor
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las células redondas, porque las células emigrantes se convertirían en linfocitos y
las células pálidas se convertirían, primero, en células emigrante^ y luego en linfocitos también. De los linfocitos, finalmente, saldrían los- normoblastos y megacariocitos o células gigantes. Estas células, empotradas y comprimidas entre el
endotelio de los vasos y las tiras hepáticas, pasarían a los vasos por aflojamiento
del endotelio vascular.
Muy de otra manera se imagina Mollier (1909) la formación de las células
redondas. Según él," la región marginal del hígado estaría revestida de una red
conjuntiva, derivada del peritoneo, cuya constitución se diferenciaría del restante mesénquima embrionario, por razón de que los hilos protoplásmicos que
unen unas células con otras serían aquí más gruesos y más cortos. Esta red limitaría en parte los capilares hepáticos, de manera que éstos no constituirían vías
cerradas, sino que vendrían a desembocar en los espacios de dicha red, de condición que los corpúsculos sanguíneos podrían con facilidad salir de la sangre a
través de las mallas de la red mesenquimatosa. Ahora bien, las tiras hepáticas,
al crecer centrífugamente hacia esa red, se revestirían superficialmente de una
capa de la red mesenquimatosa. La impresión que uno se lleva de esta explicación es de que los hemogonios de Mollier o células redondas se originarían
de esta red mesenquimatosa. El modo cómo estas células llegarían a la sangre
parece ser éste: la red mesenquimatosa tendría la propiedad de juntarse apretadamente con las células hepáticas, y en su movimiento arrastraría hacia los
vasos los hemogonios. De manera que éstos no tendrían que emigrar, sino la
red misma sería como emigrante, y en su movimiento llevaría los hemogonios a
Jos Vasos de la corriente sanguínea. Estos hemogonios se convertirían luego en
eritroblastos y leucocitos, pero no en linfocitos.
Dos años más tarde de los tral)ajos de Mollier y Maximow derivaba Minot
en el Handbuch dcr Entwickelung des Menschen las células redondas de elementos circulantes que saldrían de la sangre y pasarían al tejido conjuntivo
embrionario del hígado. Lewis, por el contrario, las deriva del endotelio; pero
no excluye la posibilidad de- que puedan ser elementos emigrados de la sangre
circulante.
En 1914 Neumann confirma la red de Mollier, y cree probable que d.ichas
células vengan del conjuntivo; pero no rechaza la idea de que puedan provenir
de la sangre. Las más de ellas atravesarían el endotelio, pasando a la sangre;
otras se convertirían en la sustancia de las células eridoteliales, provocando la
formación de células 'gigantes.
En 1927 Knoll considera las células redondas como mesodérmicas, conceptuando las islas que forman en el hígado como segunda generación de células
rojas de la sangre. La formación de eritrocitos sería periódica, según admite
Mollier, bajo el influjo de factores externos. Las islas se revestirían de endotelio
mediante la transformación de las células periféricas, mientras que las células
centrales se metamorfosearían en glóbulos rojos.
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De lo expuesto deducimos que, en medio de tantas opiniones y fantásticas explicaciones, convienen 'hasta aquí todos en un punto, y es en derivar las células
redondas del mesodervw. Janosik, no obstante, estudiando éstas células (1902)
en el hígado de Spermotopliilus citilhis y de Sus seroja dojnesticus, afirmó que
eran de origen entodérmico, idea que Maximow supuso errónea. Más tarde (1921,
1923) Aron.y Havet (1926) se manifiestan en el mismo sentido con otros, cuya
opinión sería, según Maximow, insostenible.
Fischel cree que si la mayoría de los autores, especialmente antiguos, defiende
el origen mesodérmico de estas células, es por prejuicios, no por hechos o datos
reales: ninguno ha podido ver como en un film la aparición y evolución de estas
células, ni siquiera las ha estudiado en series, perfectas y completas que permitan
unir en un hilo continuo todos los estadios, como .ha hecho él en los embriones
humanos, y, por consiguiente, su estudio es de mayor valor que todos los precedentes. Y, a la verdad, según lo que acabamos de exponer, nos parece sin finalidad ese conjunto de emigraciones y reemigraciones que suponen algunas de las
teorías vistas. Y como quiera que tada manifestación normal de la vida se caracteriza por su finalidad, nos pareció que no carecería de interés una revisión
'leí problema de las células redondas. La falta de finalidad que veíamos en la
explicación que daba Duval, el embriólogo francés, del origen de las células gigantes que rodean el embrión de la rata y ratón, nos puso alerta contra ella y nos
incitó al trabajo de investigación, cuyo resultado fue demostrar hasta la evidencia
que se había equivocado. ¿No puede pasar algo de esto aquí? La explicación d¿
-Pischel nos parece muy natural y obvia. El deriva estas células redondas de las
niisnias tiras hepáticas, después de estudiarlas en series completas de embriones
humanos. Y si- se derivan de las .mismas tiras hepáticas, no son de origen mesodérmico, sino entodérmico, como lo son las mismas tiras hepáticas.
Nosotros hemos querido investigar estas células, principalmente en otros
mamíferos, sin descuidar del todo el estudio de material del hombre, y no sólo
e
'"> otros mamíferos, sino también en otros vertebrados, tanto anamnióticos como
amnióticos, y vamos a exponer ahora el resultado obtenido de la existencia o
ausencia, del origen y destino de las células redondas, tocando también brevemente la cuestión de las células gigantes o megacariocitos. Pero, ante todo, hemos
oe dar una descripción de los caracteres de las células redondas para reconocerlas
dondequiera que se presenten.
CARACTERES DE LAS CÉLULAS REDONDAS
Los caracteres de estas células son tales, que no es posible confundirlas. Morto.ogicamente distinguiremos las células redondas de las mismas hepáticas, con
^as que forman masa continua, por ser aquéllas más o menos poligonales, con
protoplasma claro y núcleo más ¡pequeño que el de las células hepáticas; es, ade-
más, muy denso o pignótico, por su tinción difusa, mientras que el de las células
hepáticas, propiamente dichas, es siempre grande, permeabtea la vista, exhibiendo
con mucha claridad el nucléolo y los grumos cromáticos. El protoplasma de las
células hepáticas es turbio, granugiento.
Por lo que atañe a la tingi'bilidad, el carmín tiñe fuertemente el núcleo de las
células redondas, desde luego con más fuerza que el de las células hepáticas;
por la doble tinción de la hematoxilina de Delafield y eosina, el núcleo de las
células redondas aparece casi negro, en masa homogénea, y claro el protoplasma,
cuando las células están bien formadas. Tiñendo la preparación con la misma
hematoxilina, y luego con el cromótropo 2 R, el protoplasma de todas las células tema un color vinoso oscuro; sin embargo, el de las células redondas, más o
menos claro según el estado de su evolución (fig. 1); el núcleo de las células hepáticas . manifiesta con gran perfección el nucléolo y los grumos cromáticos,
mientras -que el de las células redondas es azul'homogéneo. Por el azán, el protoplasma de las células hepáticas toma un color gris sucio; el de las células redondas no se tiñe, al menos si la célula está ya.bien formada; el núcleo de las células hepáticas se tiñe de amarillo pálido o de paja; el de las células redondas, de
un color rojo de naranja (fig. 2). Es de notar que el protoplasma de las células
gigantes toma entonces un color azul, como lo toma también por la tinción de
Mallory.
Las células redondas aparecen al principio en pequeño número; pero después
forman como islas o acúmulos, cada vez nías notables, y en mayor cantidad,
hasta el punto de enmascarar las células hepáticas, propiamente dichas.
DESCRIPCIÓN DE LOS DATOS HALLADOS
Pasemos ahora a .dar cuenta del resultado de nuestra investigación como
base de lo que tendremos que discutir después, y primero en material del hombre y luego de los" mamíferos, con otros vertebrados. Para el estudio del hígado
embrionario en el hombre hemos tenido a nuestra disposición dos embriones
de cinco a seis semanas, respectivamente, de 15 a 20 milímetros. En el corte no
aparecen más que tres clases de células: las hepáticas, bien distinguibles por
sus núcleos grandes, con nucléolo y gratuitos cromáticos; las células redondas,
con su núcleo más pequeño, redondo y compacto,o pignótico, con su protoplasma
claro; y, finalmente, las células endoteliales de los vasos, capilares. Prescindimos
ahora de las vainas conjuntivas de los grandes vasos que no aparecen en la figura 3. Ciertamente que aparece en dicha figura una finísima red a guisa de telaraña, que es el retículo de los capilares, formado por reticitlina, muy manifiesta
en el hígado.
Lcpus cuniculus.—El. conejo ha sido uno de los mamíferos que hemos estudiado con gran atención, a causa de las muchas series embriológicas que de él
CÉLULA
ENDOTELÍAL,
C É L U L A REOOMOA EN DIVISIÓN.
CÉLULAS
REOONDAS.
CÉLU LAS HEPÁTICAS, EN
'iiÓ
C É L U L A S ENDOTELÍALES •
C ELUL A
HEPÁTICA .
Fig. I,—Porción de un corte del hígado de embrión humano de 13 mm. Bouin. Hematoxilina Delafield y eromotrop 2 R. Aumento: 540. Según A. Fischel. (De su monografía.)
CÉLULAS
HEPÁTICAS
CÉLULAS ENDOTELÍALE5.
CÉLULA
GÍ6ANTE
CÉLULAS
REDONDAS.
gig, 2.—Porción de un corte del hígado de embrión humano
de 13 mm , teñido por azan. Según A. Fischel. Aumento: 7:0.
(TJe su monografía.)
NÚCLEOS DE
CÉLULAS
HEPÁTICAS.
.CELULAR
REDONDAS.
NÚCLEOS DE
CÉLULAS
HEPÁTÍCAS.
RETÍCULO / - * > . - . ' ^ v ' íi
Fig. 3. - Corte del hígado de un embrión humuno de 5-6 semanas. Original. Aumento: unos 500 diámetros.
VENA ONFAlO-¿£
MESE'NTERÍCA":
'8- 4-- Corte transversal de un embrión de conejo de 9-10 días. Original. Aumento de unos 50 diámetros.
CÉLULAS
CÉLULAS
REDONDAS
'CÉLULAS
GIGANTES.
Fig- 5-—Pcrción de un corte de hígado de embrión de conejo de 15 dias, interesando células redondas y
gigantes. Original. Aumento: ui.os 500 diámetros.
CÉLULAS R E DONDAS/
CÉLULAS
HEPÁTICAS.
HEMATÍES
Fig. 6.—Fragmanto de un corte del hígado de ratón de dos días después del nacimiento. Original.
Aumento: cerca de 500 diámetros.
CÉLULAS REDONDAS EN LA
5ANGRE.
CÉLULAS REDONg f ^ DAS EN TRANSFORMACIÓN .
CÉLULAS
HEPÁTICA5 .
CÉLULAS REDONDAS
EN TRANSFORMACIÓN .
Fig. 7.—Tejido hepático de un embrión de la ardilla, Sciicrus vulgaris. Original. Aumento de unos
500 diámetros.
.VASOS CON ENDOTELIO
Y G L O B U LO S SANGUÍNEOS V-
CÉLULAS
HEPÁTICAS
\JA Oía"' - S>,''^;í? 1
SANGUÍNEOS.
Fig. 8.—Pequeñas porciones de tejido hepático: A, de embrión de pato; B,
de embrión de perdiz; C, de embrión de gorrión. Original. Aumento de unos
500 diámetros.
B
/ í
Fig. 9.—Pequeñas porciones de tejido hepático: A, de 7?a»<2 escalenta; B, de Carassius vulgaris (pez rojo de
los estanques). Original. Aumento de 500 diámetros próximamente.
D
Fig. 10. —Células gigantes o megacariocitos: A, típica del libro de Stbhr;
B, C, D, E, del hígado embrionario de conejo, para demostrar su origen y
evolución. Original. Aumento de carca de 500 diámetros.
t
$
CAP LA
v
r
"
QÜiV.ATOSO.
le hígado de embrión de conejo de unos 10 días, en donde no se ve la
es de tejido. Original, Aumento de 50 diámetros próximamente.
— Q7 —
poseemos. Comenzamos su estudio por un embrión de nueve o diez días, en el que
el hígado se halla en sus primeros estadios de formación (fig. 4.) No fue posible
descubrir en él ninguna célula redonda. Tampoco en otros estadios jóvenes, hasta
el de trece días, donde comienza a aparecer alguna que otra, mientras que en el
de catorce días son ya numerosas dichas células, y en el de quince días y en los
siguientes estadios son tan abundantes que llegan como a cubrir las genuinamente hepáticas (fig. 5).
Mus iiJiisculus.—Otro mamífero por nosotros estudiado, en orden a las células redondas del hígado embrionario, fue el ratoncito. Como quiera que la
gestación de este pequeño mamífero es sólo de veintiún días, mientras que la
del conejo, es de treinta, y uno, las células redondas han de aparecer en él más
precozmente^ Y es así que ya las encontramos con toda claridad y certeza en
el estadio de 10-11. días, abundando, naturalmente, cada vez más en los siguientes estadios,.y persiste su formación hasta el mismo nacimiento; porque tuvimos
curiosidad de saber hasta cuándo persistía la formación. A este fin, examinamos
el hígado de un ratón a los dos días de nacido,'y nos sorprendió no poco la gran
cantidad de células redondas que encontramos (fig. 6). Sin duda que el impulso
recibido durante la vida embrionaria o intrauterina perdura por algún tiempo
después del nacimiento.
Sclurus vulgaris.-.—Por una casualidad, teníanlos tam'bién a nuestra disposición un embrión de la ardilla que un cazador nos ofreció por haber muerto de
un tiro una hembra preñada. Los embriones erari ya fetos muy avanzados. Por
supuesto' que también encontramos en su hígado embrionario las células en
cuestión (fig. 7), y por cierto en condiciones que nos permitirán después dar
mucha luz sobre su origen.
Otros vertebrados.-—Ya que en los mamíferos es tan constante la presencia
de células redondas en el hígado embrionario, quisimos ver si ocurría lo mismo
en otros vertebrados. A este objeto nos sirvieron algunas series embriológicas de
la perdiz, cortes del hígado embrionario del gorrión y pato, entre los saurópsidos, y series del pez rojo de los estanques (Camsshis vulgaris) y de rana (Rana
csculenta), entre vertebrados inferiores. Al estudiar el material de estos vertebrados se corre peligro de confundir las cosas. En efecto, al mirar con el microscopio los cortes del hígado, le. parece a urjo ver próximamente la misma
imagen que presenta el hígado embrionario de los mamíferos, porque como
£
1 hígado embrionario goza de una riquísima red vascular que lo penetra todo,
se
ve de pronto una ingente multitud de células de núcleo redondo, compacto o
pignótico, muy semejante en todo al de las células redondas, con las cuales se
pueden confundir los glóbulos, rojos, débilmente teñidos de rojo. Esta confuSI
on no existe ni puede existir en el estudio del hígado de los mamíferos; porque
a partir de ciertos estadios, carecen de núcleo sus glóbulos rojos, y, por tanto,
ías células redondas son entonces las únicas que tienen núcleo, y se manifiestan
sv
n poderlas confundir con elementos sanguíneos, ya formados. Pues bien: ni en
aves (fig. 8), ni en peces, ni en anuros (fig. 9) hemos podido ver jamás células
redondas que pudiesen homologarse con las descritas en los mamíferos. En su
hígado embrionario no se ven más que dos clases de células, a saber: las endoteliales de los capilares y las específicamente hepáticas. Prescindimos, naturalmente, aquí de la envoltura general conjuntiva del hígado y de las vainas de'los
grandes vasos, y nos referimos á la delicada trama de trabécúlas hepáticas y
sus capilares, conforme exhiben las figuras sacadas directamente de la vista microscópica.
Células gigantes o megacariocitos.—-Antes de terminar los datos positivos y
su descripción, será bueno añadir dos palabras sobre las células gigantas que encontramos constantemente en el hígado embrionario, que contiene células redondas. Estas células gigantes, que se hallan igualmente en la medula roja de Jos
huesos, donde existe en el adulto el órgano hematopoyético, tienen en el
hígado embrionario el siguiente origen, observado por nosotros "con toda evidencia, ya que hemos podido perseguir todos sus estadios de formalión (fig. lo).
Todo el mundo sabe que se distinguen estas células, no sólo'por su magnitud,
sino también y muy especialmente por su núcleo grande, polimorfo, con frecuíncia de aspecto abollonado, encorvado, como el representado en el centro de la
figura. Pues bien; esta magnitud y este polimorfismo nuclear nace de que la
célula gigante.es el resultado de la fusión de varias células hepáticas ordinarias
por un proceso sincicial. Se forma, a nuestro juicio, por fusión de varias células,
como un nido grande de protoplasma, dentro del cual anidan los núcleos de
las tres o quizá cuatro células' fusionadas (fig. 10). Los núcleos, a su. vez,, se
juntan y fusionan, uniéndose de varias.maneras, de donde la diversidad de formas
que vemos en él. Quien no haya jamás visto la manera de originarse éstos raegacariocitos, le aconsejamos que haga preparaciones de estadios embrionarios del
hígado de mamíferos, donde con toda seguridad podrá ver y contemplar su
formación: Y dicho esto, pasemos a las/discusiones de los datos hallados.
DISCUSIÓN SOBRE EL ORIGEN DE LAS CÉLULAS REDONDAS
La razón formal de haber emprendido esta investigación es precisamente
saber el origen de las células redondas, que es, como dijimos,, el punto discutido. Fischel está decididamente por su origen entodérmico, por derivarlas de
las tiras hepáticas,- 'que son formaciones entodérmicas. Su trabajo provocó una
réplica dé Mollier, quien pretendió refutar a Fischel, pretextando la existencia
de una red conjuntiva, fuente de estas células, y como la red conjuntiva del
hígado es de -origen mesodérmico, de aqtií que lo sean también, según Mollier, las
células redondas.
Pero Fischel le contesta en una contrarréplica y dice que, aunque Mollier
supone esa red conjuntiva, no la prueba; pues en el hígado, en estos estadios
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gmbribnarios, no se ve más mesodermo o mesénquima que el de los endotelios
de los capilares,, del cual no se derivan las células redondas, sino de "las células
específicamente hepáticas. Muy bien expone Fischel cómo el tejido mesenquimatoso embrionario, al envolver el hígado en formación, no se mezcla 'con él, sino
que cada tejido conserva su fisonomía, en contigüidad con el otro. Esto hemos
podido confirmar nosotros con gran perfección en el embrión de conejo, de
9-10 días (fig. 11), y debemos añadir que no hemos podido ver. la red conjuntiva
de Mollier ni en el hígado embrionario del conejo ni en otros mamíferos, ni
tampoco en los demás vertebrados estudiados, como las aves (fig. 8 A, B, C), anuros y peces (fig. 9 A, B).
Es más: en el Scjans vulgaris (ardilla) creemos haber dado con los estadios
de transformación de las células hepáticas en células redondas y, por consiguiente, con el verdadero origen hepático o entodérmico de estas, células (fig. 7);
allí, en efecto, se ve cómo algunas células hepáticas van poco a poco modifican^
dose, hasta tomar la forma de células redondas. Según esto, se trataría de una
especie de metaplasia o metamorfosis directa de aquéllas.
Finalmente, la presencia de células gigantes o megacariocitos en el hígado
embrionario (figs. 5, 6 y 10), rico en células redondas, puede ser un nuevo argumento del origen hepático y, por tanto, entodérnrico d-e las células redondas.
Es cierto que las células gigantes acompañan a los hematoblastos de la medula
roja de los huesos, que, como hemos ya dicho, es en el organismo adulto la
fuente de los elementos sanguíneos, sobre todo de los glóbulos rojos y leucocitos
propiamente dichos. Van, pues, asociadas las células gigantes a las sanguíneas.
Ahora bien: nuestras preparaciones demuestran con toda evidencia que las células gigantes son de origen hepático y resultan de la fusión de varias células de
las trabéculas hepáticas, cuyos núcleos se reúnen en la gran célula, sincicialmente
formada, y, fusionándose a su vez, originan la polimorfía del núcleo de la célula
gigante o megacariocito. De aquí podemos concluir que, si las células gigantes son
de origen he'pático o entodérmico, también lo serán las demás células asociadas,
esto es, las células redondas.
CUESTIONES
RELACIONADAS CON LAS CÉLULAS
Y GIGANTES
REDONDAS
Las células redondas que derivamos del parénquima hepático ponen sobre
el tapete varias cuestiones que deberíamos resolver y, ante todo, el destino
que. tienen. Los autores, tanto antiguos como modernos, están contestes de un
modo general en que dichas células están destinadas a integrar la sangre,
aumentando, desde luego, el número de sus elementos. Esto parece demostrarlo
el estudio, de cortes del hígado embrionario de Scinnxs, según ya describimos.
Pero ya antes lo habían demostrado los doctores Juan Oliveras Carbó y Anto-
— IOO —
nio Vendrell Martí'en sus respectivas tesis doctorales. Recientemente ha tocado
también algo de esto el doctor Ramón Monserrat.
Otra cuestión que integra la anterior, es el destino de las células gigantes.
Es cosa notable que éstas, compañeras de las redondas en el' órgano hematopoyético, no se vean en la corriente sanguínea. Nosotros, por lo menos, nunca las
hemos visto allí. Refiriéndonos a las del hígado, no es fácil concebir su paso a
la sangre a través de los capilares. Más viable es pensar que se deshacen, viniendo a formar con, sus productos, según opinan muchos, las plaquetas sanguíneas
que tan importante papel juegan en la coagulación de la sangre.
Más intrigante es, sin duda, la cuestión del por qué no aparecen las células
redondas en el hígado embrionario de los mamíferos en los primeros estadios
evolutivos, siendo después tan abundantes. No hemos visto tratada esta cuestión
en ningún trabajo científico, ni creemos que sea fácil responder a ella de un
modo definitivo. Pero esto no impide que intentemos una explicación, siquiera
sea por vía de hipótesis de trabajo. Nosotros nos inclinamos a buscar la. razón
de esto en la manera diversa de cebarse el hígado en sus primeros estadios,
muy diferente, por cierto, de lo que será después. En efecto, en los primeros
estadios la sangre que ceba el hígado, es la de la vena onfalomesentérica, que trae
la sangre del saco viteliiw, la cual seguramente no tendrá la propiedad dé excitar
las células hepáticas para transformarse, primero, en células redondas y en células
sanguíneas después. Pero esta fuente en los mamíferos bien pronto se agota,
por ser en ellos el saco vitelinp pequeño y de corta'duración y consumirse pronto
su contenido. ínterin que dura la fuente del saco vitelino, se. va formando
y fortificando la corriente placentar, la cual ha de perdurar todo el tiempo
restante de la vida intrauterina. Ahora bien: la sangre que viene de la placenta,
que es muy abundante y durante un-tiempo pasa íntegra por el hígado, debe de
tener la propiedad de provocar, sin duda por vía hormonal (acaso por hormonas
procedentes de la madre), la metaplasia de ciertos 'elementos hepáticos, transformándolos' en células redondas y más tarde en elementos sanguíneos, y aumentando así los elementos del líquido vivificador.
Si en ló que decimos hay un fondo de verdad, tenemos un firme punto
de apoyo para explicarnos, por qué. las células redondas sólo las encontramos
en los mamíferos; porque, en •efecto, sólo en mamíferos se encuentra placenta (i),
o acaso disposiciones equivalentes, mientras que los demás vertebrados no tienen
sino saco vitelino como única fuente de alimentación durante la época embrionaria. Y como por hipótesis el saco vitelino,. respectivamente, la sangre que
viene de él y trae los productos de la digestión, carecería de los estímulos para
provocar la transformación de células hepáticas, carecería también su hígado
embrionario de células redondas.
(i)
cepto.
Convendría estudiar el hígado embrionario de mamíferos implacentarios bajo este con-
—
101
—
Y si alguno preguntase- por qué no tiene el saco vitelino la propiedad de
provocar la formación de células redondas, como la tiene, según esta teoría, la
placenta o sangre placentaria, contestaríamos que, sin duda, debe de existir
una relación íntima entre el saco vitelino y los glóbulos rojos de la sangre. Es
un Hedió que los glóbulos rojos de todos los vertebrados, inferiores a los mamíferos, son nucteados durante toda la vida, mientras que los de los mamíferos
son anucleados durante toda la vida extrauterina y aun en la segunda mitad de
la intrauterina. Ahora bien: los glóbulos rojos, con núcleo, de las aves, reptiles, anfibios y peces, son células íntegras, completas, que pueden persistir mucho
tiempo en vida, con gran poder de digestión, como lo prueba el hecho, bien fácil
de demostrar, especialmente en el sapo comadrón, Alytes obstetricans,. de la
existencia de los glóbulos rojos .tan cargados de granos vitelinos, que éstos
ocupan, sin duda, más de la mitad de la cavidad celular, para digerir los cuales
se requiere mucho tiempo; al pasó' que los glóbulos rojos de los mamíferos, a
partir ya, como hemos dicho, de la mitad de la vida intrauterina son anucleados,
células incompletas de existencia efímera, acaso sin función propiamente vital,
sino sólo química, combinando suavemente el oxígeno con " la hemoglobina en la
placenta y después en,los pulmones, para .entregarlo luego a los tejidos y células
del organismo. Cumplida esta misión, se deshacen en el bazo, en donde los productos de su descomposición son arrastrados, por la sangre venosa^ del bazo al
hígado, en donde las células de Kupffer, pertenecientes al sistema retículo-endotelial, aprovechan el desecho de la hemoglobina para elaborar los pigmentos
biliares. Si, pues, los glóbulos.rojos del mismo embrión' son, en los mamíferos,
de corta duración, se tendrán que renovar continuamente- en gran cantidad; de
aquí que el hígado sea una principal fuente de sangre durante la vida embrionaria. Nótese de pasada que en los primeros estadios del embrión, en que está
en actividad el saco vitelino, los glóbulos rojos de los mismos mamíferos son también nucleados, es decir, son células completas, y deben participar del carácter de
los glóbulos rojos de vertebrados, inferiores a los mamíferos. Esto sucede, como
ya hemos hecho notar, al principio, es decir, cuando la placenta aún no tiene ¡mu- >
cha fuerza y el saco vitelino representa la fuente nutritiva de los primeros estadios
evolutivos..
Si se nos preguntase ulteriormente por qué esa diferencia entre mamíferos
y otros vertebradlos, tendríamos que contestar que llegamos ya con esto al dominio de la Bionomía, que demuestra que cada grupo de organismos goza de sus
leyes peculiares, y cada vez más peculiares, hasta llegar a lo específicamente
Exclusivo de cada especie en particular. He aquí un dominio en que el embriólogo
encontrará sorpresas en abundancia, con gran ventaja para la ciencia. Las Trayectorias embriológicas que publicamos, pueden' servir para hacer ver cuánto
se puede en esta parte.
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R E S U-M E N
Para poder fijar mejor las conclusiones que se pueden sacar de este trabajo
científico podemos establecer los puntos siguientes:
i.° Se ha confirmado, ante todo, en otros mamíferos lo que Fischel dice de
lo? embriones humanos respecto-de la presencia de células redondas y gigantes:
en el conejo, ratón, ardilla, como en el mismo hombre.
2. 0 Se prueba asimismo el origen entodérmico de dichas células por las
razones defendidas por Fischél, y porque nos parece haber visto la misma transformación en el sentido de ver distintos estadios de dicha transformación, así
como la formación de células gigantes que acompañan a aquéllas.
3. 0 Se conceptúan las células redondas como elementos que van a integrar
la sangre, de donde el considerar el hígado-embrionario como fuente hematopoyética.
4. 0 Se propone la explicación de dos hechos: a) Del por qué no aparecen
las células redondas-desde el principio de la formación del hígado, suponiendo
que es la falta de la actividad de la placenta en los primeros estadios, ya que
al principio la fuente nutritiva es el saco vitelino; y b) Por qué no se encuentran células redondas en el hígado de las aves, anfibios y peces, es decir, por falta
de circulación placentar.
5.0 Finalmente, la razón científica última del por qué la diferencia entre los
mamíferos y otros vertebrados, respecto de las células redondas, se ha de buscar
en el dominio de la Bionomía, o sea de las leyes que rigen la actividad de cada
especie o grupo de seres vivos en particular.
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