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Jaime Arnal: «Esculturas de Subirachs en las calles de Barcelona», Revista Gran Vía de actualidades, artes y letras, 30 de julio de 1960, p. 12 Con motivo de la convocatoria de la Sección de Parques y Jardines del Ayuntamiento encaminada a seleccionar esculturas para el ornato de Barcelona, decíamos, y a la vista de las obras premiadas, escribimos que se había perdido una buena ocasión para situarnos a la altura de las exigencias de la ciudad. Barcelona, centro artístico, no da fe de ello en sus calles y plazas. Pero, afortunadamente, la vocación y tenacidad de algunos hombres, como el teniente de alcalde don Santiago de Udina, hacen posible que los errores se vayan remediando y se obtengan soluciones. Tal es el caso de la inauguración del monumento Evocación marinera, obra de José María Subirachs. Evocación marinera, primer monumento abstracto que sitúa Barcelona en sus calles, la ciudad que mayor empuje dio a las tendencias abstractas, ha sido fundido en bronce por Subirachs, a quien se le encargó la realización de una escultura para emplazarla en el espacio que queda, al final de las Ramblas, entre la Comandancia de Marina y el monumento a Colón y las Reales Atarazanas. Emplazamiento ideal por las inmensas sugerencias y evocaciones marineras. El mar por fondo y la Puerta de la Paz, entrada obligada a Barcelona por vía marítima, completan el cuadro. La escultura es un resumen de la esencia del mar como elemento de unión, de navegación y no del mar-naturaleza. Por ello el ancla, la hélice, el timón, han servido de base remota para la culminación de la obra que ha sido tratada con las calidades que el mar proporciona a los objetos que han permanecido durante largo tiempo en sus dominios. Pero la máxima cualidad del monumento es la de que es escultura, y en función a tal fin ha sido concebido y realizado. Pero Evocación marinera, por razones extraartísticas y extraurbanísticas, ha sido desplazada de su primitivo lugar de encuadramiento y ha sido llevada al Paseo Nacional en su intersección con el Marítimo. En este punto en que la ciudad de Barcelona se encuentra con el mar, al que ha tenido abandonado durante un tiempo excesivamente dilatado. Ahora, cuando vuelve de nuevo la cara al Mediterráneo, aparece la escultura de Subirachs como una señal inefable del resurgir de unos sentimientos marinos. La escultura ha sido emplazada sobre firme y no sobre un pequeño lago artificial, por considerar el autor que, la creación de una zona de tipo acuático, era desvirtuar la esencia misma de la escultura, con la erección de un ambiente artificial, y más teniendo en cuenta que el mar sirve de fondo a la obra. Actualmente Subirachs ve ocupado su mayor espacio de tiempo en la realización de las esculturas que van destinadas a la iglesia de Nuestra Señora del Camino, situada en la carretera de León a Galicia, antiguo camino de romería a Santiago. La obra consta de trece figuras, tres puertas y todos los ornatos interiores de la iglesia. No obstante, aunque podría parecer que el proceso creacional debiera quedar interrumpido, ante la magnitud de la obra, Subirachs continúa su trabajo de búsqueda, sigue su marcha y experimenta en la concreción de los elementos tierra, mineral y madera. Las obras realizadas bajo este concepto nos sitúan en una encrucijada, de un mismo interés, al que nos proporcionó cuando inició sus trabajos con los hierros, hace escasamente tres años –su primera escultura por este procedimiento data del verano del 1957- empleando la técnica de corte y soldadura con oxígeno y electricidad y en algunas ocasiones con la finalidad de dar un mayor realce a la patina, provoca contrastes por medio de reacciones químicas. El artista, encuadrado en este siglo, ha dejado de ser un elemento guiado única y exclusivamente por su temperamento. El signo racional ha de presidir la acción, incluso en el automatismo de Pollock se da esta característica, porque aquél es plenamente querido y deseado por el autor, sin permitir en ningún momento que se le escape la idea y sea rebasada por algún elemento extraño. En Subirachs, apoyándose en sus gran conocimiento del dibujo –fabulosos son los suyos-, no puede producirse la disyuntiva. La unidad preside su obra.