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MÁS ALLÁ DE ESTAS LLAMAS
que de norte a sur sangran a España.
La parca se frota las manos huesudas,
Cosecha de almas
afila con esmero la guadaña,
se sienta al festín de una guerra fratricida,
Miguel pastorea lunas menguantes
excelente cosecha de almas,
que campean el cielo de Orihuela,
que llena de cadáveres los barrancos,
diademas que derraman su tenue luz
colma de llantos las cañadas,
sobre plantíos y techumbres.
siembra odio en los corazones
de espíritus cercados por cizaña y alambradas.
Agreste escribanía la veleidosa intemperie
en la que la niñez deja paso al hombre
Miguel se debate entre la pluma y la espada,
que nace del verbo, la tinta y el texto abarquillado
en su pecho porfían esperanzas,
donde florecen Lope y Góngora en primavera,
su poesía alumbra mañanas,
en invierno retoñan Cervantes y Garcilaso.
nada sacia su sed de palabras.
Mas la muerte no desdeña a los poetas,
Miguel se siente poeta a los veinte años,
repta entre quejidos por Granada,
tez de membrillo, ojos precoces,
persigue al exiliado en Francia,
pupilas cintilares que emergen al amor
espera paciente a Miguel,
bajo el condenado signo de los ilotas.
penas y cerrojos le aguardan.
Hoces y puños se alzan,
Miguel imagina ventanas abiertas
voces al unísono claman
en las paredes de su prisión,
frente a una recua de injusticias
sueña con Josefina, con acunar
a Manuel Miguel entre sus brazos
que despojen de mercadería humana esta feria
y vivir con ellos un amor prometedor
para que el silencio del rebenque gobierne las galeras
forjado en el tronco del dolor,
y los feudos del alma triunfen sobre la materia.
alimentado con peladuras de patata.
Hartazgo
En los pulmones de Miguel se pudre el aire,
sus alvéolos son un nido de alimañas.
La sombra negra, presta, sin tardanza,
extingue la inspiradora luz de su mirada,
acaba con el hombre, mas no puede llevarse su alma.
En su postrada mirada asomaba el hartazgo
de una vida embebida de rutinas y zurrapas,
velo cosido de pesares, lágrimas en la bocamanga,
pecho surtido de medallas por caer cien veces en batalla.
Percibí su adiós en el desaliento de sus ojos,
Vuela
en el tímido roce de sus manos zuritas,
caricias en flor que lidiaban con gélidas alboradas
Vuela lágrima, sortea cerros y cañadas,
eclipsada en el árido balcón de la esperanza.
desviste a mi amor de su cota de malla
y detén con tu humor el prólogo de la batalla,
Luctuosos quedaron los brazos sin abrigo,
embrión de zozobras y vidas trastocadas
codos recosidos en el alféizar de la ventana,
que danzan su aquelarre en pos de las cruzadas,
lucera que trazaba en angosto sendero
bruñidas armaduras besan su medalla,
que enfiló en busca de mares de bienaventuranza,
rinden su alma al Altísimo, su sino se halla
aguas dichosas de sargazos y espejuelos,
frente al aleteo mortuorio de filosas espadas.
arcadia allende el universo corpóreo
que recluía su alma en la mazmorra apulgarada
Vuela lágrima, pacifica a las fieras
de un fortín de huesos y carne.
que sacian su hambre esparciendo miseria,
siembra paz, cosecha viandas y quimeras
Se marchó convencido de que el mundo
dejaría de existir a su muerte,
de que el fraudulento decorado de la vida
se plegaría sobre la línea del horizonte
plisando montes, ríos y ciudades.
Partió con el cierzo, ilusionado a la vez que temeroso,
en la firme creencia de que cuando él cerrara los ojos
las estrellas apagarían para siembre sus luces.
Inició el tránsito a lomos de farallones
lamidos por la fiereza del oleaje,
umbral espumoso pespunteado de salitre
donde cabriolas del corazón le anunciaron
que le aguardaba el estremecido abrazo
de sus seres perdidos, de sus seres amados …
Pero antes debería responder por sus pecados.