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Transcript
Colegio Antil Mawida
Departamento de Historia
Profesora Cecilia Llanos.
GUÍA PEDAGÓGICA: JULIO CÉSAR Y AUGUSTO
3°MEDIO A.
Objetivo: Analizar fuentes y extraer información sobre el fin de la República y el inicio del Imperio Romano.
Nombre_______________________________________________________________
Cayo Julio César (13 de julio de 100 a.C – 15 de marzo
de 44 a. C.) fue un líder político y militar romano. Jugó
un papel fundamental en la transformación de
la República romana en el Imperio Romano.
Como político, César hizo uso de tácticas de
popularistas. Durante finales de los años 60 y en los
50 a. C., formó alianzas políticas que condujeron al
llamado "Primer Triunvirato," un acuerdo extra legal o
tácito para gobernar Roma con Marco Licinio
CRASO y Cneo POMPEYO Magno("Pompeyo Magno")
quienes dominaron la política romana durante varios
años. Sus intentos de facciones para amontonar el
poder para sí mismos se opusieron con el Senado,
integrado por los optimates, entre ellos Marco Porcio
Catón y Marco Calpurnio Bíbulo, con el apoyo ocasional de Marco Tulio Cicerón.
Julio César conquista la Galia y extendió el mundo romano hasta el mar del Norte, y en 55
a. C. también dirigió la primera invasión de Britania. Estos logros le conceden galardones
militares inigualables y amenazaban con eclipsar a los otros gobernantes del Primer
Triunvirato como Pompeyo y Craso.
Debido a la muerte de Craso aumento las tensiones políticas entre los dos sobrevivientes
triunvirales (Julio Cesar y Pompeyo) que produjeron realineamientos políticos en Roma
que finalmente llevaron a un enfrentamiento entre César y Pompeyo, este último que
había tomado partido por la causa de los senadores. Con el pedido de enviar sus legiones
a través del Rubicón para dispersarlos, César comenzó una guerra civil en el 49 a. C., de la
que surgió como el líder inigualable del mundo romano.
Gobierno autoritario de Julio Cesar
luego del fin del Primer Triunvirato
Julio César, finalmente introdujo su
poder exclusivamente, reformó el
Senado romano, aumento el
número
de
senadores
de
orientación política afina sus
intereses. Además, aumentó el
número de tribunales en colonias
fundada por él. Fue nombrado por
el Senado Máximo Pontífice, Padre
de la Patria, nombrado Dictador
perpetuo y había aprobado varias
leyes que concentraban el poder en
sus manos.
Como consecuencia, el Senado perdía su poder, permaneciendo como una asamblea
consultiva que aprobaba resoluciones, resoluciones que el dictador podía pasar por alto,
sin dar siquiera una explicación para hacerlo. En lo sucesivo sería César quien tendría el
derecho exclusivo de disponer de las finanzas del estado, y quien prepararía la lista de los
candidatos al consulado y demás magistraturas. Así, de hecho, ya poseía todos los poderes
de un monarca. No le faltaba más que el título. A este respecto, empezó una propaganda
insinuante emprendida por ciertos agentes para preparar a la opinión pública, que era
muy hostil a la idea de volver a la monarquía.
Conspiraciones para asesinar a Julio César
Los últimos acontecimientos acaecidos y, en particular, el rumor de lo que se preparaba
para el 15 de marzo en el Senado, motivaron que lo que quedaba de la facción optimate y,
entre ellos, Cayo Casio Longino, decidiesen pasar a la acción. Cayo Casio se dirigió a
algunos hombres en los que creía poder confiar, y que a su juicio compartían su idea de
dar muerte al dictador librando así a Roma del destino que él creía que le esperaba: un
nuevo imperio cosmopolita, dirigido desde Alejandría. Sin embargo, Cayo Casio Longino
no era probablemente el hombre adecuado para ser la cabeza visible de este tipo de
acción, y se acordó tantear a Marco Junio Bruto, considerado como el personaje indicado
para este papel.
El nombre de Marco Junio Bruto atrajo varias adhesiones valiosas, no en vano se decía
descendiente de aquel otro Bruto (Lucio Junio Bruto) que había dirigido la expulsión del
último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio en 509 a. C.; entre otras adhesiones a la trama,
se produjo la de Décimo Junio Bruto Albino, un familiar del dictador, en quien éste tenía
entera confianza. También es de señalar que muchos de los conspiradores eran ex
pompeyanos reconocidos, a los que César había perdonado la vida y la hacienda, incluso
confiando en ellos para la administración del Estado (Casio y Bruto fueron gobernadores
provinciales, nombrados por César).
Asesinato de Julio César
Julio César saldría en la mañana del día, y debía asistir a la sesión del Senado. Además, su
esposa Calpurnia tuvo premoniciones las cuales le aterraron, pero César le dijo que solo
debía temerse al miedo mismo. El general Marco Antonio, había escuchado vagamente de
la trama de conspiración para matar a Julio Cesar la noche anterior y temiendo lo peor,
fue al encuentro de César en el Foro del senado. Sin embargo, el grupo de senadores
conspiradores interceptaron a César justo cuando se encontraba pasando el teatro de
Pompeyo, situado en el campo de Marte y lo dirigieron a una sala adyacente al pórtico del
Teatro de Pompeyo.
Julio César: Tu también, Bruto, hijo mío.
César fue asesinado por 23 puñaladas en el mes de marzo del año 44 a. C., por un grupo
de senadores conformados por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino durante una
reunión en el teatro de Pompeyo. Aproximadamente 50 a 60 personas eran parte de la
conspiración. Cuando se cometió el asesinato de César dirigió sus últimas palabras
famosas a Marco Bruto: "Tú también, Bruto, hijo mío" o "tú también hijo mío" o quizás
dijo: "¡Bruto, hijo mío, también tú!". Julio Cesar murió Probablemente por sus muchas
heridas. Cicerón, un opositor político de César, pero que no participo en la conspiración,
fue testigo de la acción y escribió más tarde en una carta a su amigo Atticus, sobre el
asesinato de César que fue justo el final de un tirano, es por lo tanto, también llamado
tiranicidio.
La sucesión de Julio César.
Ante el cadáver de César y los ojos del pueblo, Marco Antonio –al que todos creían su
sucesor natural- rompió los sellos de su testamento. Julio César adoptaba a título póstumo
y dejaba como único heredero al joven Cayo Octavio (conocido después como Augusto).
Todos quedaron atónitos, especialmente el defraudado Marco Antonio.
Cayo Octavio apenas tenía 18 años, y era un joven inteligente y reservado, de aspecto
enfermizo, pariente lejano de Julio César, en quien el dictador creyó descubrir las
extraordinarias cualidades que Roma necesitaba. Y no se equivocó.
Octavio gobernó Roma junto con Marco Antonio, hasta que consiguió deshacerse de él, en
la última de las guerras civiles que asolaron la República. La victoria sobre Marco Antonio
y Cleopatra (su aliada y amante), el año 31 a.C., colocó Roma en sus manos. Habían
pasado 13 años desde la muerte de César.
El arquitecto prudente del Imperio
Todos eran conscientes de que Augusto se proponía ocupar el poder en solitario, pero él,
astuto y prudente, nunca lo proclamó abiertamente. Mientras iba edificando el Imperio,
repetía sin descanso que todas las modificaciones estaban destinadas a mejorar el
funcionamiento de la República.
Las reformas, lentas y escalonadas, se espaciaron cuidadosamente durante décadas a lo
largo de su extenso reinado, de más de 40 años. Al principio, llegó incluso a fingir que
abandonaba la vida pública para devolver la normalidad a la República. Cuando la
ciudadanía y el Senado, sabedores de que sólo él los separaba de una nueva Guerra Civil,
le suplicaron que renovara su mandato, sólo permitió una prórroga temporal, y tardó
mucho tiempo en aceptar del Senado un poder indefinido.
Exhaustos tras un siglo de enfrentamientos civiles, proscripciones y matanzas, Roma
concedió todo su apoyo a ese hombre sereno y prudente, que ofrecía paz y orden a
cambio del dominio del estado.
La fecha para el comienzo del Imperio suele fijarse en el año 27, momento en que el
Senado le concede el título de Augusto, un calificativo de carácter religioso, que elevaba a
su portador por encima del resto de los hombres. Éste también pasó a ser el nombre del
octavo mes del año, aquel en el que había nacido el salvador de Roma.
Respetando la idiosincrasia romana, que detestaba profundamente la monarquía, Augusto
supo combinar con inteligencia tradición y renovación al crear el Imperio, una nueva
forma de gobierno en la que el emperador no sería un rey, ni un tirano, sino el primero de
los senadores, destinado a velar por el bienestar de todos.
Una edad dorada
Como un reflejo de la paz pública y de la bonanza económica, el reinado de Augusto
inauguró la época más brillante de la cultura romana. Algunas de las figuras más
destacadas de la literatura: Virgilio, Ovidio, Tito Livio cantaron las excelencias del nuevo
orden. Sus obras, armoniosas y equilibradas, constituyen el período de más puro
clasicismo en el arte y la literatura romanas: una edad dorada a la que los autores de
todas las épocas acudirían una y otra vez con añoranza.
Aliviada tras el infierno de las Guerras Civiles, todo en la ciudad proclamaba el nacimiento
de una nueva era de paz y prosperidad, la gloria del Imperio y la llegada al Mediterráneo
de la Pax Romana.
La Paz Romana llamada también Pax Augusta, constituye un largo periodo de paz
impuesto por el Imperio Romano a los pueblos sometidos a sus órdenes. La expresión
proviene del hecho que la administración y el sistema legal romanos pacificaron las
regiones que anteriormente habían sufrido disputas entre jefes, tribus, reyes o ciudades
enemigas (por ejemplo, los inacabables conflictos entre ciudades griegas o tribus galas). El
estado de paz se refería únicamente en el interior de las fronteras del Imperio, mientras
que se siguió combatiendo a los pueblos germanos y galos de la periferia. Fue un período
de relativa calma, durante el cual no hizo falta hacer frente ni a guerras civiles de calibre y
magnitud de las del siglo I aC, ni a grandes conflictos como las guerras Púnicas (siglos III e
II aC). Los enfrentamientos entre bandos de la Paz Romana prolongarían hasta el 19 aC,
pero se suele aceptar como fecha de inicio de esta etapa al 29 aC cuando Augusto declaró
el fin de las guerras civiles. Esta paz duró hasta el siglo III. Como consecuencia los pueblos
sometidos en las fronteras del Imperio tuvieron que acatar las nuevas órdenes del poder
central.
Las nuevas instituciones
Las innumerables reformas de Augusto, continuadas más tarde por sus sucesores, crearon
una maquinaria administrativa bien engrasada, capaz de gobernar hasta el último rincón
de un Imperio que se extendía desde Hispania hasta Siria, y desde Normandía hasta
Egipto.
Gracias a estas transformaciones, el ordenamiento imperial se convirtió en una estructura
sólida, cuya eficacia mejoraba cuando al frente se encontraba un emperador capaz, pero
que también podía resistir las veleidades de los monarcas estúpidos o crueles.