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HOMILÍAS PARA EL
CICLO DE ADVIENTO Y NAVIDAD.
2015-2016.
DOMINGOS DE ADVIENTO.
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA.
NOCHE SANTA DE NAVIDAD.
MISA DEL DÍA DE NAVIDAD.
SAGRADA FAMILIA.
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA.
P. DIEGO ALBERTO URIBE CASTRILLÓN.
1
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO:
LA MISERICORDIA ANUNCIADA.
Abre la Iglesia el camino del Adviento del año 2016. Sí, parece
extraño que cuando aún nuestros almanaques marquen la cifra
2015, la Iglesia emprenda el camino de un año iluminado con la
clave maravillosa del Año de la Misericordia que será
inaugurado en estos días, primero en Roma y luego en cada
Iglesia.
Sabemos, hermanos, que Adviento quiere decir, llegada,
advenimiento. En el lenguaje de la fe se puede hablar de Esperar
a alguien que viene, que llega, aguardar la presencia abriendo el
corazón al que llega. Con San Lucas, a quien la Iglesia leerá este
año, seremos capaces de entenderlo en clave de Misericordia.
Nosotros esperamos al Señor, El Profeta Jeremías lo llama hoy
"Señor—nuestra—justicia"1, y esta clave nos permite poder
definir en medio de este mundo a quien esperamos y cómo le
esperamos.
Cuántas cosas disponemos en nuestra vida cuando se nos
anuncia una visita. La del Señor que es eterna, constante y fiel,
nos pone a pensar en tres palabras que son como el sentido de
estos días: VINO, VIENE, VENDRÁ.
Decimos que el Señor Vino, en cuanto recordamos aquellos
momentos llenos de ternura en los que contemplamos al
Salvador en su infancia, cuando “se cumplió la plenitud de los
tiempos y envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley”2. Cuánto amamos esta evocación humilde y gozosa en la
que reconstruimos, muchas veces con detalle, las escenas que
rodean ese nacimiento en la realidad de nuestra carne
1
2
Jeremías 33,16.
Galatas 4.4
2
Viene, porque la presencia del Señor es actual y viva. Viene en la
Eucaristía, viene en la gracia de la Palabra viva que acabamos de
escuchar, viene “ en cada hombre y en cada acontecimiento”3,
viene en las circunstancias concretas y esta vivo y presente en el
misterio adorable del Sacramento, y también, podremos
reconocerlo “donde un hombre trabaja y un corazón le
responde”4 y en el corazón de los que aguardan una palabra de
esperanza y de Misericordia.
Vendrá, que es la esperanza de la Iglesia, que los sabios y los
santos llaman escatología, es decir: futura y gloriosa
manifestación del Señor.
A veces nos conmueve lo que hoy nos proclamaba el Evangelio,
y nuestra vida se estremece ante la figura imponente del Rey
que viene a juzgar en “ aquel día terrible y glorioso en el que
pasará la figura de este mundo”5, y, apoyados en estas palabras
muchos, incluso cristianos, siembran en las almas el terror y la
desesperación, cuando el mensaje nos invita, como en el
Evangelio de hoy a “levantar las cabezas… estar despiertos6, con
la confianza y la alegría del que espera a un amigo.
Ven, Señor7, canta la Iglesia, cantan las canciones amorosas que
empezamos a entonar. Ven, decimos con signos de alegría y de
esperanza aguardando que tengamos el valor de vencer la
sociedad de consumo que nos esclaviza con tantas cosas que,
pueden, como advierte San Lucas, “embotar la mente” y destruir
la paz y la felicidad que los vicios, los derroches, el ambiente
enrarecido de estos días pretenden ofrecer.
De la mano del Señor y haciendo eco al Salmo de hoy,
supliquemos que ÉL QUE VINO, EL QUE VIENE, EL QUE VENDRÁ, nos
3
4
5
6
7
Misal Romano. Prefacio III de Adviento.
Liturgia de las Horas. Himno de la Hora Intermedia en el Tiempo Ordinario.
Cfr, Misal Romano Prefacio III de Adviento.
Lucas 21, 34-36.
Apocalipsis 22,20.
3
enseñe el camino verdadero y nos de valor para emprender
también nosotros este camino acompañados de las obras
buenas, del amor con el que el Apóstol Pablo instruyó a los
Tesalonicences para que vivieran la alegría del Señor.
Ven Señor. Te esperamos en los brazos de María, la Virgen santa
del Adviento, ella nos ayudará a esperar con amor. Ella hará de
nosotros Misioneros de la vida y de la fe. La Madre del Adviento
nos dará la alegría de esperar y de ver, ya no en el Pesebre sino
en el corazón, a aquel al que empezaremos a invocar diciendo:
“ Consuelo del triste, luz del desterrado…mi constante amigo,
mi Divino Hermano”.8 Amén.
8
Gozos de la Novena de Navidad. Maria Ignacia Samper. Siglo XIX.
4
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
CON LOS PROFETAS ANUNCIAR LA MISERICORDIA
Sigue nuestro camino del Adviento. Sigue el Señor proponiendo
a los creyentes una invitación que hace que los discípulos
entendamos que también hemos sido enviados, llamados a
pregonar por el mundo el júbilo de la presencia del Señor
iluminando el dolor del mundo y la esperanza de la humanidad
con la Misericordia.
El Salmo de hoy, el ciento veinticinco, es toda una fiesta, es todo
un retrato de nuestra vida, que delante del Señor, quiere
ofrecerse en acción de gracias y quiere ver en el amor de Dios la
realización de sus esperanzas.
Hoy el Señor nos habla de varios y preciosos modos, si, ya lo
insinúa la carta a los Hebreos en su mismísimo comienzo: “de
muchos modos habló Dios…”9
Es el Profeta Baruc el que nos lleva al sentido inicial de este
domingo, en el que se anuncia la vida recobrada por un pueblo
que fue esclavo. Allí también estamos nosotros retratados:
Cristo ha venido a romper no pocas cadenas, no pocas
esclavitudes. Nos ha querido llamar de nuevo, nos hace recordar
el tiempo en el que, como dice el Salmo, caminábamos con
lágrimas, añorando la fiesta que se abre cuando se puede
retornar a la paz y a la vida.
En un mundo como el nuestro quiere el corazón imaginar en
este domingo de Adviento una larga y jubilosa caravana que se
acerca, buscando en el Señor la vida y la alegría. El Apóstol hoy
nos exhorta a llegar al Señor con un corazón limpio, a descubrir
en medio de este mundo, tantas veces agobiado por las tristezas
y decepciones, la alegría de la fe.
9
Hebreos 1,1.
5
Y es que es en esta gozosa alegría en la que se mueve el
Adviento, más aún, toda la vida cristiana, pues el Señor viene a
redimir y con su redención, con la fuerza de la libertad que el
nos consigue, nos descubre también su rostro amoroso y alegre.
Hoy queremos ser ese pueblo que saborea, con júbilo su
realidad de redimidos. Que bella la expresión de Baruc: “Paz en
la Justicia, Gloria en la Piedad”10, indicando el sentimiento que
ha de embargar al que espera con fe y sabe que lo que espera
llegará a su plenitud.
Cristo es “paz en la Justicia”, es el amor de Dios que restaura el
corazón, que hace justicia, pero no como nosotros, apoyados
tantas veces en la violencia, en la venganza, no, es la justicia
que transforma, que perdona, que renueva la vida. En esta
visión de la paz, se pide a los creyentes hacer de ste tiempo en
el que de tantos modos se habla de ese don, realizar obras de
paz, de vida. Sobre todo cuando sentimos la urgencia de
perdonar de corazón y de restaurar la dignidad de la
humanidad según el modelo que nos propone el Señor.
“Gloria en la piedad”, debería ser el distintivo de todos estos
días, de modo que las fiestas nos lleven a la alegría que se
transforma en piedad, es decir en amor profundo y sencillo,
alegre y confiado por las obras de Dios, por las que realiza en
nuestra vida, por las que nos concede realizar. Es más, en el
Año de la Misericordia, piedad no es sólo una actitud reverente,
es un amor volcado con generosidad en la vida y en la necesidad
de humanidad de tantos hermanos,.
Hoy, jubilosos, pero también llenos de fe, suplicamos al Señor
que nos descubra su rostro de bondad, que venga a compartir
nuestra vida, que llegue a cada corazón, que, así como en los
tiempos históricos que nos narra San Lucas, las gentes
10
Baruc 5,4.
6
descubrieron su presencia y acogieron el anuncio del Bautista,
nosotros allanemos los caminos, quitemos los obstáculos del
corazón, abramos las puertas de la vida al que llega para
salvarnos.
Nos ayude a descubrir este camino la Madre del Señor. Ella,
siempre fiel, prepare nuestro corazón con su ejemplo y
testimonio, Ella nos muestre al Salvador, el que nos hará vivir la
Paz en la Justicia y la Gloria en la piedad, Ella, cuya fiesta se
aproxima, nos ayude a iluminar, como lo haremos con las luces
de estos días, el corazón del mundo agobiado por la
desesperanza.
Amén.
7
LA INMACULADA:
APERTURA EN ROMA DEL AÑO DE LA MISERICORDIA:
Avanza la Iglesia por el camino del Adviento, encontrando en su
recorrido las figuras gloriosas de los profetas, de Juan Bautista
y ahora en el corazón de este tiempo de vida y de esperanza,
nos encontramos con la Madre del Señor a quien hoy la Iglesia
llama, con toda la fe del corazón La Purísima.
Esta es la Fiesta de la Madre Inmaculada. Fiesta de luz y de
esperanza, fiesta de vida y de paz.
La Palabra Divina que ilumina esta fiesta nos hace pensar en
varias realidades.
En primer lugar pensemos en aquel momento en el que se nos
anuncia la presencia de una Madre que, con su obediencia y con
su humilde disponibilidad cambia las consecuencias de la
desobediencia y de la soberbia, pues en esos abismos
descubrimos a toda la humanidad.
Dios nos hizo limpios, buenos. Nos hemos dejado seducir de
tantas vanas ilusiones de grandeza, de tantas tentaciones que
terminan por esclavizarnos y someternos a la opresión del mal.
María, obediente y fiel, marca la diferencia. Dios la llama, la
destina a un ministerio excelente y magnífico y por ello, desde
su origen, desde su primer aliento de vida, la hizo digna de la
misión que debía asumir. Que bello le cantaremos en el Prefacio
de la Misa de hoy, cuando dice que: “Purísima había de ser,
Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el
pecado del mundo. Purísima a la que, entre los hombres, es
abogada de gracia, y ejemplo de santidad”11
11
Misal Romano. Prefacio de la Inmaculada Concepción
8
Ahora nos preguntamos cómo entender esta fiesta en el mundo
tan singular en el que van transcurriendo nuestros días, ya que
no es fácil hablar de inocencia, cuando de tantos modos hemos
destruido el ideal de bondad que Dios había dado a la
humanidad.
La fe nos muestra un plan de Dios que se va realizando siempre
a favor de la criatura. Dios nos hizo para el bien, pero el
corazón humano se deja seducir por tantas cosas y pierde sus
modelos y su referencia gloriosa.
Dios quiere restaurar la vida de sus criaturas para que allí
donde “abundó el pecado, sobreabunde la gracia”12
La Palabra de Dios nos insiste hoy en la necesidad de mirar en
María Santísima un ejemplo vivo y gozoso de las virtudes que
deben adornar la vida de todo cristiano, por lo que es preciso
ver en la Madre la sencillez, la prudencia, la paciencia, la
fidelidad, la constancia, el silencio, la oración.
En la fiesta de la Inmaculada, precedida por el signo de la luz
que se enciende en honor de esta Reina, hemos de suplicar que
la luz de la fe y de la vida, que las virtudes de Nuestra Señora se
reflejen en la vida de cuantos la invocamos con confiada
esperanza. Pero también se nos lanza el reto de imitar y vivir
como María en constante ascenso hacia los tesoros de la gracia
y de la vida que Dios nos regala, de modo que los hijos
muestren en sus vidas aquellas manifestaciones de la bondad
que María Santísima vivió de modo ejemplar, a la misericordia
con la que recibió a Jesús, le acunó, le alimentó, le acompañó, le
siguió hasta la cruz y hasta la gloria.
Hoy, en la Sede de Pedro se abre la Puerta Santa. Puerta del cielo
le decimos a María en las letanías, puerta siempre abierta al
12
Cfr. Romanos 5.20.
9
amor sin límites, a la Misericordia Divina, al amor de Dios que
llena de luz y de pureza la vida de la Madre Inmaculada.
De la mano de María, confiadamente, piadosamente, sigamos
esta fiesta de esperanza y de alegría y celebremos con gozo y
con fe en la fiesta de la Reina Inmaculada nuestra común
vocación a la santidad y a la perfección.
Y ahora, dirigiéndonos a la Virgen Purísima, prestamos las
palabras de Santa Laura Montoya, y le decimos:
“ gloria a Vos tan bella!
Amada Madre, poderosa Reina,
sonrisa de la vida humana!
Amanecer del claro día de la fe!
Flor del campo, Rosa de Jericó,
caricia de los cielos, hechizo de corazones, oriente de nuestra
esperanza, consuelo en las tristezas de este mundo, Maná del
alma sedienta de ternura, Medicina del enfermo corazón…
Perfumado huerto que nos produjo a Jesús, Puerto de los
náufragos del pecado, retoño de Adán que encierra el Cielo,
Cielo del mismo Cielo…”13
Ruega por nosotros, ruega por tus hijos, ruega por el pueblo
que te ama con amor eterno. Ilumínanos, Madre nuestra, para
que hagamos presente en el mundo la Misericordia del Señor.
Amén.
13
Beata Laura Montoya. Obsequios a María Inmaculada. Oración diaria.
10
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.
GAUDETE.
Hoy todo anuncia la fiesta cercana. Lecturas, el Salmo, que esta
vez es cantado por el Profeta Isaías, las oraciones, el canto que
despunta jubiloso, el día del Señor que se revela, sereno y
majestuoso en la gozosa fiesta de la Iglesia que, (vestida de
rosa), aguarda a su Señor14.
Es la fiesta de la Alegría. Hoy el profeta Sofonías le habla a un
Pueblo que recupera la paz. Esta voz también ha de llegar a
nosotros, a esta Iglesia peregrina que tiene la tarea de sembrar
la alegría y la esperanza en medio de los pueblos del mundo. Y
es que la cercana fiesta de la Navidad todo lo sugiere, todo lo
inspira.
El Papa Paulo VI, que tuvo la dicha de escribir una Exhortación
Apostólica sobre la Alegría Cristiana, nos invitaba a volbver a
escuchar las palabras del MEMORIAL DE PASCAL, allí citadas :
“alegría, alegría, alegría, lágrimas de alegría…una alegría
eterna en comparación de un día de sufrimiento en la tierra”15.
Si, hermanos, es esta la alegría desbordante que necesita el
mundo. Es esta la verdadera dimensión del gozo que la
sociedad de consumo nos ha arrebatado y sustituido con tanto
ruido y con tanta exterioridad que rompe el silencio expectante
de otros días para llenar el corazón del hombre de hoy de
ruidos inútiles. Debemos volver a la alegría del que recorre el
camino del adviento con la inocencia y la piedad humilde de los
pobres, la fe sencilla y deslumbrante de los niños y de los que
tienen alma de niño.
Con toda razón este domingo se llama Gaudete, es decir regocijáos.
Paulo VI. En Gaudete in Dómino. Citaba a Blaise Pascal, del famoso Memorial escrito el
23 de noviembre de 1654.
14
15
11
Si, caminamos con José y María hacia Belén. En el camino que la
Liturgia sigue en esta semana que iniciamos, vendrán voces y
palabras de profetas, cantos sencillos del Pueblo Santo,
anuncios jubilosos, alegría que crece.
Por eso en el compromiso de la vida que genera nuestra fe, hay
también un camino que recorrer. Vamos hacia el corazón de
Cristo, vamos hacia la Iglesia entera, hacia cada uno de los que
la conformamos y le pedimos al Señor que Pastores y rebaño
nos citemos delante del pesebre y sigamos implorando la
llegada del Reino y del Rey.
La tradicional expresión de la fe de la Iglesia, tiene en estos días
las bellas antífonas llamadas “de la O”, que siguen iluminando,
ya el aleluya, ya las oraciones de la Iglesia, con expresiones
llenas de color, de luz, de paz:
Llamamos a Jesús con voces suplicantes, con la ternura de un
niño que clama buscando entre las gentes ternura y alegría, y
decimos con confianza que el Mesías esperado se llama, ya
Emmanuel poderoso, ya Adonaí potente, ora llave de David, o
también Raíz de Jesé.
Es como si el Antiguo Testamento y la voz de los Profetas que
allí viven en eterno anuncio de la esperanza, nos quisieran
comunicar toda la fuerza de un amor que viene al mundo oculto
y misterioso tras la dulzura del Niño de Belén.
El Rey se acerca, humilde y sencillo, el Reino despunta en el
alma misionera de la Iglesia, en la alegría desbordante de los
que anuncian la paz, el la voz de los profetas de ayer y de los
testigos de hoy que anuncian una paz nueva, un corazón que
renuncie a las violencias y a los rencores, que se olvide de
resentimientos y amarguras, para volver a esperar y para sentir
que la Esperanza da sentido a la existencia y que ayuda a que,
quienes la han perdido, recobren la esperanza y la vida.
12
En el año de la Misericordia, recordemos que la alegría ha de ser
nuestro signo y nuestra bandera.
La Puerta Santa Abierta en las Catedrales y en algunas
parroquias y santuarios, es imagen de los brazos abiertos del
Padre Misericordioso que nos invita a entrar en el Banquete de
su Amor.
Abramos el corazón a la vida y que, junto a todos los hermanos,
con las plegarias seculares de la Iglesia, en esta semana se
levante a implorar que el ADONÁI poderoso, la LLAVE DE DAVID, la
16
FLOR DE JESÉ, el Salvador , largamente añorado por Israel, pueda
ser contemplado en el regazo de la Virgen sin Mancha, la
Gloriosa María, por todos los hombres de buena voluntad, sobre
todo por nosotros, los que en esta hora de la Historia, queremos
reconciliarnos con la vida, con la esperanza, con la paz y la
alegría que el mundo de hoy quiere negarnos. Amén
De las Antífonas de “la O” con las que la Iglesia ha enriquecido las vísperas del 17 al
24 de diciembre.
16
13
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
LA VISITACIÓN.
¡Bendita tú entre las mujeres!.
Así grita Isabel, llena de gozo, así recibe a su prima María que
llega a la casa solariega en las montañas de Judá17. María se
puso en camino, dice el Evangelio. Sus pasos atraviesan las
distancias y se acerca a las soledades de Judá para cumplir con
las obras de Misericordia que se dibujan en la Visitación: Visitar
al enfermo, consolar, enseñar, colmar con la ternura de la
fraternidad a aquella Parienta que aguarda un niño y que ha de
recibir de María una lección de amor y de bondad.
Hay un contraste entre la fresca Nazaret y la aridez de Judá.
Pero las montañas en las que se oculta la casa de Zacarías son
bellas, misteriosas, evocan tantos caminos del pueblo de Israel
que tienen como meta las montañas en las que Dios acostumbra
hablar, bien por su propia voz como en el Sinaí, bien por la voz
de los profetas que proclaman la esperanza.
Dos escenas maravillosas nos trae la liturgia. En la Primera
Lectura Miqueas, el Profeta, nos habla de Belén. Es como si el
Profeta quisiera entrar en nuestras casas y quisiera ir con
nosotros y revisar si el pesebre que hemos preparado coincide
con las bellas expresiones de su anuncio.
Es una lección de misericordia. El Mesías aquí revestido de la
humildad de un Pastor, como aquellos que adornan nuestros
pesebres. San Juan de la Cruz, cuya memoria celebrábamos hace
unos días, lo dibuja como “un Pastorcico…ageno de plazer y de
contento…en su pastora puesto el Pensamiento, el pecho del
amor muy lastimado”18.
Belén es tierra de Pastores, David el Rey fue pastor.
17
18
La tradición hoy señala la casa de Zacarías en las montañas próximas a Jerusalén.
San Juan de la Cruz. EL PASTORCICO. La ortografía se conserva de la tradición.
14
Y el que Miqueas presenta como “nuestra Paz”19 se llamará a sí
mismo Pastor, cuando en el capítulo décimo del Evangelio de
Juan nos dice que El ha de salir a buscar ovejas y se ha de poner
en la puerta de donde duerme el rebaño a cuidar que no venga
el lobo a arrebatarlas.
Con esa esperanza caminan las gentes a Belén, también hoy. Allí
ya nos aguardan los pastores que cuidan blancos rebaños, pero
que serán convocados para que encuentren en el Establo al que
hoy anuncia el salmo cuando llama al Señor Pastor de Israel: “oh
Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”20. En Belén
nace la esperanza de una Iglesia que se encamine al corazón del
mundo, las márgenes de la historia de las que tanto nos habla el
papa Francisco, y que vaya ofreciendo a todos razones para
vivir y esperar.
La Segunda escena de hoy nos habla de María: Hoy la liturgia
canta al Pastor que nace de la Oveja Purísima, a la que cantó
Melitón de Sardes, un escritor muy antiguo que decía:
Este es el cordero sin voz; el cordero inmolado; el mismo
que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue
arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado de
vísperas y sepultado a la noche; que no fue quebrantado en
el leño, ni se descompuso en la tierra; el mismo que resucitó
de entre los muertos e hizo que en el hombre surgiera
desde lo más hondo del sepulcro21
Es esta la alegría que queremos celebrar cuando signos,
palabras, cantos, nos hablan de la inminencia de aquella noche
que de niños soñábamos con esa ansiedad que hoy queremos
volver a sembrar en un mundo tan racional y tan sistemático.
19
20
21
Miqueas 5, 4 a.
Salmo 79, 4.
Melitón de Sardes. HOMILÍA SOBRE LA PASCUA.
15
La Navidad está a la puerta, y María, la Bendita porque ha
creído, porque esperó y porque pudo ofrecer el fruto bendito de
su vientre22, es la encargada de preparar, ya no pañales ni
camisitas, sino corazones que sepan que Dios viene siempre,
que el amor está de regreso, que la paz vuelve a serenar los
ímpetus de un mundo agobiado y doliente, como hemos rezado
en estos días.
Hoy la Iglesia, tomando de los labios de Isabel la aclamación,
aguarda en oración a su Señor y se pregunta, admirada y
confiada: ¿Quien soy yo, para que me visite la Madre de mi
Señor?23, sabiendo que con Ella, la Virgen de la Navidad es más
grata la espera y más dulce la esperanza, es más tierno el amor,
porque es más cercana la alegría de saber que Dios nos ama.
Amén.
22
23
Lucas 1, 42.
Lucas 1,43.
16
NOCHE SANTA DE LA NAVIDAD.
NOS HA NACIDO EL SALVADOR
Amadísimos hermanos en la fe:
En el año de la Misericordia, la solemnidad de la Natividad de
Jesús es, precisamente, la gloriosa manifestación de este don
admirable, Dios tiene corazón, su corazón humano se puede
sentir ahora en las colinas de ese eterno Belén que evocamos
mirando al Pesebre, que hacemos nuestro al recibir a Jesús y
que hemos de ofrecer al mundo como la experiencia cercana del
amor de Dios. En la Navidad nos damos cuenta, de modo
preciso y precioso cuánto nos ama Aquel que, como
proclamaremos enseguida, de rodillas: “se hizo hombre”.
El salmo gozoso de esta noche santa nos pedía repetir: “nos ha
nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”24, para cerrar las
jornadas de esperanza y de alegría del Adviento y para
proponerle a la humanidad entera que se postre delante del
Niño del Pesebre, para que pueda ver, cara a cara, el esplendor
del amor recogido amorosamente en la ternura de un niño a
quien una Madre llena de amor recibe en el anónimo recinto de
un portal transformado por su amor en el trono del Rey.
El Redentor se hace uno de nosotros, se humilla enalteciendo
nuestra pobreza, haciendo de su abajamiento una escala de
misericordia por la que Dios viene hasta nosotros y nosotros
ascendemos hasta el amor mismo del que nos ha llamado a una
vida santa, a una vida religiosa, como ya lo enseñaba san Pablo
en la segunda lectura.
En efecto, esta es fiesta de humanidad. Con cuanto dolor
experimenta el mundo la incertidumbre, la amenaza de la
violencia, la descomposición de la sociedad humana, la crisis de
los valores.
Cfr. Lucas 1, 12. Antífona del Salmo Responsorial de la Misa de Medianoche de la
Navidad del Señor.
24
17
Sólo el Pequeño Rey, el Niño de Belén puede restaurar con la
omnipotencia de sus bracitos, la verdadera identidad de la
humanidad.
Esta fiesta contrasta con el espíritu del mundo. Espíritu de
consumo, de deshumanización, de pérdida del sentido de la
vida. El Niño divino queda fuera de foco en el estruendo de
estas fechas, en la fastuosidad de los manjares, en el derroche
de las cosas pasajeras. Por eso prefirió el silencio del establo,
donde, como dijo Isaías: “El buey conoce a su dueño y el asno el
pesebre de su amo; Pero Israel no conoce, Mi pueblo no tiene
entendimiento"25
El “niño que nos ha nacido”26, rompiendo las tinieblas no solo de
la noche sino de los corazones, le muestra al mundo un camino
nuevo y gozoso que se debe leer en la clave de este Año de
Gracia, en clave de misericordia.
El “príncipe de paz, maravilla de consejero, Dios admirable”27,
nos llama a todos los que estamos aquí a ser en el mundo
signos y presencia de aquel que nos indicó que sólo se puede
encontrar la alegría en la entrega amorosa de la vida, en ese
constante “miseris-cor-dare” que representa en una misma
expresión la dulzura con la que María prepara una cuna para el
niño desvalido e ignorado por los hombres, y la compasiva
dignidad con la que José de Arimatea y Nicodemo recogerán los
despojos del Maestro tras su sacrificio Pascual.
Nuestro mundo se estremece porque el dolor, la soledad, la
ignorancia, el desamor. Hay una sed de vida y esa es la que sólo
nos da Jesús, quien, en esta noche santa, nos incorpora a su
plan de amor y, por la voz de la Iglesia nos llama a imitarlo.
25
26
27
Isaías 1,3.
Cfr. Isaías 9,5 ss.
Ibídem.
18
En la Bula, el texto con el que el Papa Francisco abre el año de la
Misericordia, se nos dice: “La misericordia es la viga maestra
que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral
debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los
creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo
puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa
a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La
Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia ”.28
Es esta la tarea que emprendemos en este tiempo bellísimo de
alegría y de humanidad.
Que sea esta noche una motivación para la reconciliación de los
corazones, para el reencuentro con nuestros hermanos y con
nosotros mismos, para descubrir que el amor es posible cuando
lo ilumina Jesús, nacido en simplicidad y en silencio.
La Madre del Señor nos ayude a encontrar caminos de paz y de
esperanza. El Patriarca San José, ruegue por nosotros para que
la alegría de esta noche traiga consuelo y paz al mundo y se
difunda como una invitación a la renovación de toda nuestra
vida en clave de amor misericordioso.
Amén.
28
Papa Francisco, Bula Misericordiæ Vultus,10.
19
MISA DEL DÍA DE NAVIDAD.
EL VERBO SE HIZO CARNE.
Hermanos todos:
En este día, iluminado por la alegría del nacimiento del Señor,
San León Magno nos dice:
“ no puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de
nacer la vida, la misma que acaba con el temor de la
mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad”29
Hay que hacer surgir en el mundo en el que estamos el Reino de
la alegría y de la esperanza que se ha inaugurado con el
nacimiento de Cristo y que se ha de consumar cuando todos los
pueblos de la tierra se unan delante del Cordero glorificado.
En este día, cuando los infantes nos muestran el regalo que
Jesús puso en sus manos, cuando los adultos, los que han
vivido en la fe, nos regocijamos en los gozos verdaderos, hemos
de recordar que la fecha va mucho más allá del mero
aniversario del nacimiento de alguien.
Este día iluminado por Cristo, es la reivindicación de la
humanidad, es el comienzo de la redención que se consuma en
la Pascua, es la oportunidad de hacer palpable el amor de Dios
que asumió la simplicidad para confundir la magnificencia
humana y que nos indicó que, para encontrarlo de verdad hay
que ir, con el paso cadencioso y apresurado a la vez de los
pastores, hasta el espacio en el que El Señor del Cielo y la tierra,
tiembla de amor en los brazos de una Reina coronada con el oro
de la humildad.
29
San León Magno. Sermón 1 de la Navidad. PL: 54,190.
20
Así se nos revela la vida, se nos entrega el amor del modo más
maravilloso, más humilde, más sencillo. Los Pastores no
encontraron un rayo de luz, hiriente, deslumbrante, no
encontraron una voz de trueno, solo encontraron El Amor.
Aquellos pobrecillos, los que representan a toda la humanidad,
hallaron un Niño sin ninguna otra gloria que la de su humildad.
Lo hallaron junto a su Madre Santísima, de la que el Papa
Francisco nos dijo: “María es la que sabe transformar una cueva
de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una
montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se
estremece en la alabanza”30.
Ese es el Verbo del que san Juan hizo una profunda
presentación en el primer capítulo de su Evangelio (que
acabamos de escuchar). Allí dice que la luz del Señor no fue
recibida por las tinieblas de este mundo. Es que solo puede
percibirla el corazón que, con humildad, se hace sensible al
esplendor de lo pequeño, de lo sencillo, del amor más elemental
y por ello más puro.
Es el príncipe de Paz del que nos hablaba anoche la liturgia, y
que quiere recordarnos, como nos lo enseñó San Juan Pablo II
que ¡Por doquier se ve la necesidad de paz! Tú, que eres el
Príncipe de la verdadera paz, ayúdanos a comprender que la
única vía para construirla es huir horrorizados del mal y buscar
siempre y con valentía el bien. ¡Hombres de buena voluntad de
todos los pueblos de la tierra, venid con confianza al pesebre del
Salvador! …No quita los reinos humanos quien da el Reino de
los cielos” 31
Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 286.
31 Beato Juan Pablo II. Bendición Urbi et Orbi 25 de diciembre de 2004.
30
21
Hoy, en este día gozoso, cuando la humanidad tiene delante una
vez más el amor de Dios, suplicamos para que la vida del Señor
de la gloria nos transforme a todos, nos humanice, nos haga
más fraternos, nos comprometa de modo especial con el que
más sufre, con el que más lejos está del esplendor pasajero del
mundo.
En este año de la Misericordia, dejemos que el torrente de
bondad, de paz y de alegría, nos lleve hasta el mar inmenso del
amor de Dios y nos permita sentir la alegría que el Evangelio
nos acaba de contar: “El Verbo se hizo carne…y hemos visto su
gloria”32
Celebremos en familia este día, unamos a nuestra fiesta a
cuantos se sienten solos y decepcionados, compartamos la
esperanza con el que piensa que la ha perdido y digámosle al
Señor de la Navidad que vuelva a nosotros su corazón sencillo,
pobre, dulce, confiado, para que se restaure en cada ser humano
la imagen de Dios y para que, en el gozo de este día santo,
todos
Que la Virgen Madre, la Madre de la Misericordia, nos enseñe a
contemplar al Salvador para poderlo llevar a todos con alegría y
esperanza. Amén.
32
Cfr. Juan 1, 14.
22
DOMINGO EN LA INFRAOCTAVA DE NAVIDAD. LA SAGRADA FAMILIA.
LA FAMILIA DE JESÚS, ESCUELA DE MISERICORDIA.
Amadísimos hermanos.
La sola escucha de las lecturas de hoy sería suficiente para
iluminar esta fiesta de la sagrada familia. Son clarísimas y
bastaría volverlas a leer para descubrir no solo cuánto tenemos
ya por la fe sino cuánto nos falta en nuestros hogares, que ojalá
fueran cada vez más parecidos al de Nazaret.
Ya una vez el Beato Paulo VI allí mismo en su viaje a Tierra
Santa en 1964, nos enseñó: “Nazaret es la escuela de iniciación
para comprender la vida de Jesús. La escuela del Evangelio. Aquí
se aprende observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el
sentido, tan profundo y misterioso, de aquella simplísima,
humildísima, bellísima manifestación del Hijo de Dios”.
Los misterios de la Navidad son asombrosos en su simplicidad.
Enseñan que también hoy para los hogares tiene validez la
escuela de amor y de misericordia que es Belén, Nazaret,
Jerusalén, porque en estos espacios, como también en Egipto,
hay lecciones insuperables de bondad y de alegría, de acogida
del amor de Dios, de aceptación de sus designios.
Jesús se hizo obediente. Desde su cuna es ejemplo de silenciosa
obediencia. En las consideraciones de la Novena de Navidad se
nos había ya anunciado el profundo sentido de esa obediencia
misteriosa y silenciosa de modo que es el mismo Salvador quien
cumple viva y eficazmente la Ley antigua que en Él llega a su
plenitud: “honra a tu padre y a tu madre” 33
En la familia de Jesús encontramos a María y a José, unidos en
el amor más puro.
33
Éxodo 20,12.
23
María, la Virgen Santísima, tiene en esta casa una misión
especialísima. No puede limitarse a la provisión de los alimentos
y al cuidado de las labores domésticas. Es la revelación de un
amor novedoso que se hace cariad, obrada nada más y nada
menos que en favor del Señor de la Historia, oculto en la
limitación del Niño, pero manifestado precisamente en la
bondad con la que acepta las delicadezas de la Madre. Para ella
la recompensa es la gloria, para cada uno de nosotros lo será
también, conforme a la promesa de Jesús.
José, el Padre señalado por Dios para acompañar con su
solicitud aquella familia, enseña, además de las obras de
misericordia que le ofrece a Jesús, unas virtudes tan urgentes
en los hogares de este tiempo: Prudencia, discreción, silencio,
trabajo abnegado y ofrecido con el amor con el que se hacen las
cosas que han de dejar huella. Hay en Nazaret un ambiente que
debería replicarse en la familia de hoy.
Hoy necesitamos estos valores para las familias. Incluso es
urgentísimo que la familia no sea redefinida por los caprichos
de las tendencias de un falso humanismo, sino que se ratifique
su naturaleza-natural: un hombre y una mujer que se aman,
una bendición que ratifica ese amor, unos hijos esperados con
amor, acogidos con ternura, formados en esa bella combinación
que un cantante de salsa propuso en una frase genial: Amor y
Control34 que es la combinación más acertada de ternura y
energía.
En este año de la Misericordia le pedimos al Señor que nos
ayude a hacer más evidentes los valores de los hogares
Cristianos, que nos ayude a proclamar la necesidad de hacer
respetar la dignidad y la autenticidad de las familias, para que
en cada hogar resplandezca el amor de Dios y se haga viva en
medio del mundo, la enseñanza que Dios nos da desde Nazaret.
Amén.
34
Ruben Blades, Amor y control.
24
25
VIGILIA PARA DAR GRACIAS A DIOS
POR EL AÑO 2015 Y PEDIR GRACIAS Y BENDICIONES PARA EL
AÑO DE LA MISERICORDIA 2016.
LUCERNARIO.
Se preparan junto al altar seis cirios. Se dispone también el cirio Pascual. Si
se tiene la exposición del Santísimo Sacramento, se expondrá terminado el
lucernario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Monición introductoria.
Dios nos invita a recordar las maravillas por El realizadas en
nuestra vida y en la larga Historia de la Salvación. Por eso nos
unimos en este momento de oración para bendecirlo por las
bondades de este Año en el que , unidos en la esperanza hemos
caminado de la mano del Señor, hemos construido nuestra
historia comunitaria y personal, hemos celebrado la fe y hemos
proclamado las maravillas de Dios.
Este encuentro de oración sea de acción de gracias, de petición
de perdón y de súplica confiada para que Dios nos asista con su
amor inefable, para que Dios nos enseñe a agradecer sus
beneficios, para que en el Año de la Misericordia que se va a
iniciar y que ya hemos comenzado a caminar en la Liturgia, no
nos falte la Palabra de Vida, los Sacramentos de la fe y la
compañía generosa y admirable de nuestros hermanos.
El celebrante toma la luz del Cirio Pascual Se van encendiendo
cada uno de seis cirios que se dispondrán junto al altar.
Mientras se encienden el celebrante dice:
Primer cirio (una persona de la tercera edad):
26
Dios que eres la vida: Te bendecimos por el don de tu Hijo y por
el gozo del Espíritu Divino. Haz que la vida de todos encuentre
en la gloria de tu Trinidad adorable la meta de sus esperanzas.
Se enciende el cirio.
Segundo cirio
Un joven:
Dios que nos hiciste con amor: te bendecimos porque nos
regalas la ocasión para contemplar tus maravillas y para ver en
la creación la obra de tu amor. Que con la luz de tus creaturas
vislumbremos la gloria del Creador.
Se enciende el cirio.
Tercer cirio
Un niño:
Dios santo y fiel: te bendecimos por tu Iglesia santa que hace
presente en el mundo tu palabra y tu amor misericordioso.
Santifícala y haz que sea luz de los pueblos y alegría del mundo,
unida al testimonio de los Pastores que la acompañan y la guían
en la fe.
Se enciende el cirio.
Cuarto cirio
Un catequista:
Dios que nos ofreces signos de tu amor en la gracia de los Siete
Sacramentos, haz que por la gracia de la Iniciación Cristiana,
aumente el número de tus hijos y crezca en el mundo la gran
familia de los que confiesan tu gloria.
Se enciende el cirio.
Quinto cirio
Unos esposos:
Uno de los Dios de quien proviene toda paternidad, bendice las
familias unidas por el vínculo santo y haz que broten de ellas
Pastores ejemplares, Consagrados y consagradas que den
testimonio de ti, laicos comprometidos, discípulos misioneros
que extiendan tu reino.
27
Se enciende el cirio.
Sexto Cirio.
Unos servidores de la comunidad, ojalá de la pastoral de
enfermos.
Dios clemente y misericordioso: que tu amor hecho perdón y
consuelo para los que sufren en el alma y en el cuerpo, nos
reconcilie y nos cure, para que unidos a la Madre de Jesús y a la
corona de los santos, aguardemos el día feliz en que lo seas
todo en todos.
Se enciende el cirio.
Oremos:
Colecta II de la Misa para dar gracias a Dios.
Dios y Padre de todos los dones,
de quien procede cuanto tenemos y somos,
enséñanos a reconocer los beneficios de tu inmensa bondad
y a amarte con todo nuestro corazón
y con todas nuestras fuerzas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.
LECTURA BÍBLICA.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
12, 5-16a
Hermanos:
Todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo
que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los
otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos
28
tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la
profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene
el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de
enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que
exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El
que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que
practica misericordia, que lo haga con alegría.
Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el
bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a
los otros como más dignos. Con solicitud incansable y fervor
de espíritu, sirvan al Señor. Alégrense en la esperanza, sean
pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración.
Consideren como propias las necesidades de los santos y
practiquen generosamente la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan
nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los
que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran
sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Primera meditación.
ACCIÓN DE GRACIAS.
El bienaventurado apóstol san Pablo, nos ha dicho en la palabra
que acabamos de escuchar, que somos un solo cuerpo, una
familia en la que Dios hace presente sus dones y sus bondades,
en la que la misericordia. En esta actitud, se nos llama a ser
también una familia agradecida que proclama los misterios de
Dios y anuncia su misericordia con esperanza, reconociendo en
cada momento lo que más conviene, descubriendo encada
ocasión la presencia de Dios, asumiendo con esperanza los
29
retos de la vida, porque llevamos en el corazón la fuerza del
Espíritu Divino que nos alienta y nos acompaña.
La gratitud es la voz más noble del corazón. Cada uno de
nosotros tiene tantas cosas para agradecer al Señor.
La vida, la familia, las alegrías de cada día, los progresos
espirituales y también la esperanza de seguir creciendo en la fe,
en la confianza, en la disponibilidad para hacer la voluntad de
Dios.
Incluso para el creyente hasta las adversidades que no faltan,
deben ser agradecidas porque nos han permitido descubrir que
nuestra fragilidad es suplida por el amor de Dios y por su
misericordia, que nuestras limitaciones son perdonadas por el
Dios de la bondad y de la alegría, que hasta los más íntimos
dolores nos han permitido descubrir que Dios está siempre a
nuestro lado.
María Santísima nos enseñó a agradecer y a proclamar las
misericordias del Señor: “proclama mi alma la grandeza del
Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”35,
recordándonos al mismo tiempo la larga historia de
misericordia del Señor en favor, primero del pueblo de Israel,
luego de todos los que, por bondad de Dios hemos sido
llamados a la fe.
La memoria constante de las bendiciones de Dios nos hace
sentir hijos de su amor, de su bondad. Estamos en sus manos y
cada hora que pasa, cada día que entregamos a sus manos, cada
jornada que ofrecemos con amor, nos recuerda que somos un
pueblo de hermanos nacidos del más grande acto de amor que
se ha conocido: la Encarnación, vida, pasión y gloria de Jesús.
35
Lucas 1, 46-47.
30
Esta familia de hermanos, como nos ha dicho san Pablo en la
lectura precedente, ha de seguir avanzando en el camino de la
fe constantemente favorecida por el amor de Dios, pero también
probada en la fe, creciendo en fraternidad, tomando conciencia
de que no estamos solos en el mundo y que tenemos un mismo
destino que es la perpetua alegría del Señor.
Iluminados por la palabra del Señor, alimentados con su Cuerpo
y con su Sangre, vamos reconociendo que también hemos de ser
evangelizadores gozosos. Dios nos llama a anunciar su palabra
de esperanza, a comunicar a los hermanos toda su gracia, toda
su alegría.
El Papa Francisco nos ha dicho en su primera Exhortación
Apostólica:
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de
los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior,
del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la
alegría”.36
Por eso, en nuestra acción de gracias proponemos también el
compromiso de unirnos a la voluntad de la Iglesia que quiere
llenar el mundo con la paz del Evangelio, con la presencia de
Cristo, mensajero de la única verdadera esperanza, señor de la
paz (Cfr. Isaías 9, 7).
Dar gracias es, también, ponerse en camino, hacer presente en
el mundo la esperanza, mover en el corazón adolorido de la
humanidad las fibras dormidas del gozo para entonar juntos, de
la mano del Señor, con las notas gozosas de María, con la paz
de los Santos, la alabanza que merece nuestro Dios.
El Papa Francisco nos lo advierte:
36
Papa Francisco. Evangelii Gaudium 1.
31
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y
abrumadora oferta de consumo, es una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la
búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la
conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los
propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no
entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se
goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el
entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren
ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se
convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida.
Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el
deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu
que brota del corazón de Cristo resucitado”37.
Por eso, al agradecer los beneficios del Señor, al proponernos la
experiencia de comunicar a otros el gozo del Señor, pidamos
con corazón confiado, que nuestra fe, probada en el amor en el
Año que estamos concluyendo, nos sirva de aliento y nos
acompañe para seguir anunciando la vida y para seguir
trabajando en la renovación del mundo que Dios ha soñado,
acompañados por la fuerza del amor y asistidos por la
constante intercesión de quienes, a lo largo de los siglos, han
dado su vida como ofrenda de gratitud al Señor de la Historia.
Amén.
Se puede entonar un canto apropiado. Luego del canto se deja
un espacio de silencio para la Oración Personal.
37
Papa Francisco, Evangelii Gaudium 2.
32
Segunda Meditación.
Súplica.
Lectura del libro de Isaías
2, 1-5
Visión de Isaías, hijo de Amos, acerca de Judá y de Jerusalén:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor
en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos
numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la
casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y
marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de
Jerusalén, la palabra del Señor».
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No
alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para
la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.
Meditación.
Es propio del creyente insertarse en el plan de Dios, en la
secuencia de maravillas con las que Dios llena la historia de la
humanidad, bendiciéndola y fortaleciendo la esperanza de
quienes confiadamente se abandonan en el amor que ha creado,
redimido y santificado el mundo.
En esta noche en la que hemos dado gracias a Dios por sus
bendiciones, es también propicio presentarle nuestras
esperanzas y proponerle que acompañe cada paso de nuestro
recorrido en el Año de la Misericordia que se avecina en
nuestros almanaques. Sabemos que el Año ya ha comenzado,
33
que las fiestas del Adviento y de la Navidad han dejado en el
corazón la huella de dulzura y de ternura que nos comunican
quienes nos miran desde Belén.
Jesús en brazos de María Virgen nos sigue hablando y nos sigue
repitiendo lo que nos decía la Novena de Navidad: “todo lo que
quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te
será negado”38
Es por eso, que inspirados con la Palabra del profeta que nos ha
sido proclamada, nos disponemos a poner en las manos de
Jesús, Mediador y Pontífice de nuestras vidas, las intenciones y
propósitos para el Año de la Misericordia que se acerca.
Venid, subamos al monte del Señor, nos ha dicho Isaías.
Ascendemos en la esperanza este camino que sube hasta Dios
mismo. Avanzamos con la certeza de que, “nuestra esperanza
no será defraudada” como decía la Novena Navideña, porque en
la cima de la historia, en el centro de los siglos, en la cumbre de
nuestro ascenso, está El, está nuestra esperanza, está nuestra
paz, está nuestra confianza, está la vida misma.
Una súplica constante es la paz. La que nos promete el Señor es
la que desarma el corazón y transforma las armas en
instrumentos de labranza, las lágrimas en cánticos de fiesta.
La súplica confiada de la comunidad creyente, tiene como
gozosa justificación la certeza de saberse escuchada por Dios,
ya que de muchos modos y en distintas ocasiones, Dios acogió
con misericordia el clamor de su pueblo: “ un corazón
quebrantado y humillado tu no lo desprecias Señor”.39
La comunidad creyente puede pedir porque sabe que la escucha
su Dios, el que se ha manifestado en los últimos tiempos en la
38
39
Novena de Navidad, Tradición colombiana.
Salmo 50.
34
persona adorable de su Hijo. La paz soñada y pedida con fe
exige antes que nada una experiencia de fraternidad. Nunca
pediremos nada en soledad, pues hasta la misma oración que el
Señor nos enseñó habla de Padre nuestro, habla de un Dios que
es buscado y amado por todos, sentido por una comunidad que
todo lo espera y que todo lo encuentra en el amor de Dios.
El Papa Francisco nos ha entregado un mensaje para la Jornada
de la Paz que se celebra el primero de enero en toda la Iglesia.
Allí nos ha dicho que:
“Cristo ha venido al mundo para traernos la gracia divina,
es decir, la posibilidad de participar en su vida. Esto lleva
consigo tejer un entramado de relaciones fraternas, basadas
en la reciprocidad, en el perdón, en el don total de sí, según
la amplitud y la profundidad del amor de Dios, ofrecido a la
humanidad por Aquel que, crucificado y resucitado, atrae a
todos a sí: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen
unos a otros; como yo les he amado, ámense también entre
ustedes. La señal por la que conocerán todos que son
discípulos míos será que se aman unos a otros» (Juan 13,3435). Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de
nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía,
de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro,
también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por
el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta
gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana”40.
En el Año de la Misericordia que comienza hemos de crecer en
la fraternidad verdadera que nos permite sentir que hay una
misma esperanza, que hay suma de dolores que se pueden
sanar con una suma de alegrías compartidas y vividas con
espíritu fraterno.
40
Papa Francisco, Mensaje para la Jornada mundial de la Paz 2015. 10.
35
Hay en el mundo una sed de encontrar el camino para una vida
que dignifique al ser humano, que la haga comprender su
altísima vocación a una vida sencilla, alegre, en la que todos
puedan tener derecho a vivir en un mismo amor.
Hagamos nuestra la súplica confiada para que las palabras
proféticas con las que Isaías nos anunciaba que en el Señor será
posible que las armas pierdan su fuerza y las buenas
intenciones sean el camino a un mundo renovado en el amor y
en la esperanza. Pedir es creer en la oración del hermano, es
propiciar un mismo sentimiento de esperanza que haga posible
que cesen los rencores, las venganzas, las amarguras con las
que se ha puesto a la vida una corona de espinas.
En la última Homilía de Navidad del Papa Emérito Benedicto,
nos decía:
“Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad
divina del hombre. Entonces, ya no es la imagen de Dios, que
debemos honrar en cada uno, en el débil, el extranjero, el
pobre. Entonces ya no somos todos hermanos y hermanas,
hijos del único Padre que, a partir del Padre, están
relacionados mutuamente. Qué géneros de violencia
arrogante aparecen entonces, y cómo el hombre desprecia y
aplasta al hombre, lo hemos visto en toda su crueldad el
siglo pasado. Sólo cuando la luz de Dios brilla sobre el
hombre y en el hombre, sólo cuando cada hombre es
querido, conocido y amado por Dios, sólo entonces, por
miserable que sea su situación, su dignidad es inviolable”41.
Hoy le pedimos al Señor que nos haga constructores de una paz
solidaria y fraternal, que nos ayude a arrancar del corazón de
tantos esa cizaña que llena de amargura y nos permita
descubrir en cada hermano la belleza del rostro de Dios que es
perdón, misericordia, alegría.
41
Benedicto XVI, Homilía de la Misa de Navidad 2012.
36
Con cuanto amor le pedimos al Señor que nos permita en el Año
de la Misericordia que se ha iniciado en la fe y en el Año civil
que comenzaremos mañana, hacer real y concreta la parábola
del Buen Samaritano, de modo que lleguemos a cada dolor
humano y le hagamos sentir que es el mismo Señor el que se
acerca “a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y
cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la
esperanza”42.
En la fe hemos de construir juntos la nueva familia humana, la
Iglesia abierta y gozosa en la que se edifica el reino de la vida.
Que podamos en la fe construir una nueva visión del mundo,
que Dios nos de fuerzas “para hacer de todas las naciones un
solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la
libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor”43.
Dios nos conoce y nos ama. Él nos ayude a hacer de cada
instante de nuestra vida el ejercicio del amor, la vivencia de la
paz, la experiencia de misericordia que rompa las cadenas del
odio y nos restaure la vida con la alegría y la esperanza. Antes
de que los relojes anuncien que el dos mil quince es historia,
pidamos al Señor que no cese nuestra confianza y nuestra
esperanza y que la luz de su amor sea nuestra alegría y nuestra
paz.
Hagamos nuestra esta súplica que cerraba el Trisagio y
digámosle al Señor con la Reina Esther, la bíblica figura de la
confianza y del abandono:
“Señor, Dios Rey Omnipotente, en tus manos están puestas
todas las cosas; si quieres salvar a tu pueblo, nadie puede
resistir a tu voluntad. Tu hiciste el cielo y la tierra y todo
42
43
Misal Romano. Prefacio Común VIII.
Misal Romano, Prefacio Común VII.
37
cuanto en ellos se contiene; Tú eres el dueño absoluto de
todas las cosas; ¿quién podrá pues resistir a tu Majestad? Por
tanto, Señor Dios de Abraham, ten misericordia de tu Pueblo
porque nuestros enemigos quieren perdernos y exterminar
tu herencia. Así Señor, no desprecies esta parte que redimiste
con el precio de tu Sangre. Oye Señor nuestras oraciones; se
favorable a nuestra suerte y haz que nuestro llanto se
convierta en alegría, para que viviendo alabemos tu Santo
Nombre y continuemos alabándolo eternamente"44.
Amén.
44
Devocionario Católico. Trisagio. Oración de Esther ( Esther 4, 17ss).
38
HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
39
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
40
BENDICIÓN EUCARÍSTICA
Tantum ergo sacraméntum
venerémur cernui,
et antíquum documéntum
novo cedat rítui;
praestet fides supleméntum
sensuum deféctui.
Genitóri Genitóque
laus et iubilátio,
salus, honor, virtus quoque
sit et benedictio;
procedénti ab utróque
comparsit laudátio. Amen
Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo
Sacramento
V. Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
R. Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).
Luego se pone en pie y dice:
Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el
memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal
modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que
experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amen.
ALABANZAS DE DESAGRAVIO
• Bendito sea Dios.
• Bendito sea su santo Nombre.
• Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
41
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•
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•
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Una vez que ha dicho la oración y estas oraciones de desagravio,
el sacerdote o el diácono toma el paño de hombros, hace
genuflexión, toma la custodia o el' copón, y sin decir nada, traza
con el Sacramento la señal de la cruz sobre el pueblo. (A
continuación se pueden decir las alabanzas de desagravio)
LA RESERVA
Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la
bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en
el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si
parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el
ministro se retira.
PRIMERO DE ENERO.
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.
42
La Iglesia ha querido que esta fiesta, a los ocho días del
Nacimiento de Nuestro Salvador, se dedique a contemplar a la
Virgen Santísima en el misterio de su Maternidad Divina.
Conviene que nosotros, los que nos confesamos sus hijos, nos
adentremos en el significado de este día. Dios quiso venir a vivir
con nosotros. El Salvador nació “..de una mujer, nacido bajo la
ley”45.
Adornada por Dios con las más altas virtudes, llena de alegría y
de paz, la Humilde Nazarena se puso a disposición de su Señor
y Creador.
El Papa Francisco la ha “dibujado” admirablemente:
“ Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la
alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte
el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la
espada, que comprende todas las penas.
Como madre de todos, es signo de esperanza para los
pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la
justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para
acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe
con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella
camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama
incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las
distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los
santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha
recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad
histórica”46.
Ella nos conducirá por los misteriosos senderos del año que se
inicia, y nos ayudará a caminar hacia la Paz que Cristo ofrece
con abundancia al corazón de los que la buscan y trabajan por
ella en los detalles elementales de la vida, en la generosa
45
46
Gálatas 4,4.
Papa Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 286.
43
ofrenda de la bondad, de la simplicidad, de la vuelta a los
valores humildes que han de distinguir nuestra vida de fe.
Nuestro camino, en el año de la Misericordia, nos invita a
recordar que María es llamada también con el título de Madre de
Misericordia y la mejor compañía para este tiempo de gracia y
bendición.
Es esta la virtud que logrará una verdadera paz. La que el
mundo está buscando, muchas veces se esfuma en medio de
tantas palabras sin voluntad y de tantos discursos sin
propósito. La paz que se suplica en este día solo será posible
cuando aprendamos a aplicar a esta sociedad atormentada cada
una de las obras de misericordia, las corporales para calmar el
dolor físico del mundo, las espirituales, para suplir la indigencia
de tantos corazones sin amor y sin esperanza.
En medio de todos los dolores y angustias que nos asaltan, nos
impactan, nos desconciertan, nos ponemos en las manos de
Dios, para pedirle que esta familia de llamados y de bautizados
que es la Iglesia, fiel a su vocación, “Nunca se canse de ofrecer
misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar”
y “se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y
sin descanso: « Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu
amor; que son eternos » (Sal 25,6)”47.
Finalmente, pidamos prestada la piadosa palabra de Santa Laura
Montoya para saludar en este primero de Enero, a la Virgen
Santísima Madre de Dios:
“ gloria a Vos tan bella!
Amada Madre, poderosa Reina,
sonrisa de la vida humana!
Amanecer del claro día de la fe!
Flor del campo, Rosa de Jericó,
47
Papa Francisco. Bula Misericordiæ Vultus.25.
44
caricia de los cielos, hechizo de corazones,
oriente de nuestra esperanza,
consuelo en las tristezas de este mundo,
Maná del alma sedienta de ternura,
Medicina del enfermo corazón…
Perfumado huerto que nos produjo a Jesús,
Puerto de los náufragos del pecado,
retoño de Adán que encierra el Cielo,
Cielo del mismo Cielo…”48
Y volvemos a decir:
“Recuerda, Señor, que tu misericordia y tu amor son eternos”49
Bendito seas, Señor, por los siglos de los siglos. Amén.
48
49
Beata Laura Montoya. Obsequios a María Inmaculada. Oración diaria.
Salmo 25,6
45
EPIFANÍA DEL SEÑOR.
Hermanos:
Cristo nace en medio de los hombres y es presentado a las
naciones en las personas de unos misteriosos personajes que
expresan la diversidad de culturas, razas, modos de vivir. La
liturgia de la Epifanía nos abre a la experiencia de la
evangelización del mundo, mostrándonos en el Niño que
“venimos a adorar”50 es la expresión del amor más vivo, de la
paciencia más perfecta, de la gracia más luminosa, de la paz
más plena.
El Niño, manifestación de la misericordia de Dios, Misericordia
hecha carne, recibe de los Magos de Oriente unos dones
singulares.
A Jesús le ofrecen hoy Oro.
El Salmo 71 dice: “Que viva y que le traigan el oro de Saba; que
recen por él continuamente y le bendigan todo el día”51.
Sea este presente un signo de la necesidad que tenemos de
alejar de nuestro corazón la vana ostentación de las riquezas
que destruyen el alma, y sea esta la expresión del anhelo de
enriquecernos infinitamente con un tesoro que no se acaba, con
una riqueza inextinguible que es la de la caridad. El Oro del
amor, en el año de la Misericordia, nos ayude a vencer la
pobreza de la soledad, la pobreza de la desesperanza, la
pobreza de manos que, llenas de oro, se tienden suplicantes
mendigando cariño y ternura.
Ahora miremos el segundo regalo:
El incienso:
50
51
Cfr. Mateo 2,2.
Salmo 71, 15
46
El Incienso es signo de oración. “suba mi oración como incienso
y el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde”52.
En este don miremos la vida de la Iglesia llamada a vivir en
adoración y a encontrar en los signos de fe, motivaciones para
la Obediencia, que es respeto reverente que acata y honra, que
respeta y sirve con actitud sublime de alabanza y de glorias
humanas que se han de ofrecer en honor del Único Señor de la
Historia.
En el año de la Misericordia, el perfume de la oración se vuelve
solidaridad y comunión en la súplica por los demás, en la
piedad que dobla las rodillas delante del dueño de la vida para
que las palabras acalladas en el corazón del que sufre se
vuelvan oración común de unos por otros y de todos por cada
uno.
El tercer regalo ofrecido a Jesús niño es bastante singular: La
Mirra.
“A mirra, aloe y acacia huelen tus vestidos”, dice el Salmista53.
La Mirra es bálsamo de espléndida fragancia, que sirve, como
extraña predicción, para embalsamar los muertos, se vuelve
ahora la ofrenda del hombre que sufre y espera, del hombre que
siente que muchas amarguras surcan los caminos de la vida,
pero que la fe, esplendorosa y generosa, lo invita a dejarse
sanar, a dejarse llenar de esperanza y de paz, por el amor de
Cristo, Señor de la Misericordia y príncipe de paz y de
esperanza.
En el año de la Misericordia, hemos de cubrir con este fragante
aroma, el corazón impactado por el dolor.
Hermanos:
52
53
Salmo 140,2
Salmo 44,9
47
Terminadas las fiestas del Nacimiento y manifestación del
Señor, pidamos que podamos continuar en la dinámica amorosa
que Estas fiestas nos sugieren. La Misericordia de Dios sostiene,
perdona, consuela, acompaña. Es asumida por nosotros porque
Dios mismo nos ha querido ofrecer este camino como la senda
segura que nos permite avanzar mientras que prodigamos
consuelo y paz, vida y alegría.
María, la Madre de la Misericordia, nos asista en el camino y nos
anime para que ofrezcamos, ya no a Jesús sino a los hermanos,
los dones del oro de caridad, del incienso de la oración, de la
mirra del sacrificio que haga posible vivir según la voluntad de
Dios y nos haga constructores de una comunidad humana cada
vez más convencida del amor que Dios nos ofrece y de la
extensión de su bondad a todos los pueblos que, de algún modo
se hacen presentes en los Magos que encarnan las razas del
mundo y sobre todo las esperanzas de una humanidad sedienta
de vida y de verdad.
Amén.
P. Diego Alberto Uribe Castrillón.
48