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¿CATÓLICO O EVANGÉLICO?
¿En que se diferencian sus iglesias?
España, desde el punto de vista religioso, ha sido conocida siempre como un país
católico. Por ello ha querido darse a entender que la forma de cristianismo que
buena parte de los españoles practica o asume, aunque sea nominalmente, es la
contenida en las enseñanzas de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Así que, cuando la Iglesia Evangélica, o protestante, hace acto de presencia en el
país como otra forma de cristianismo, la gente se pregunta en qué consisten las
diferencias entre dichas iglesias puesto que las dos dicen formar parte del llamado
cristianismo histórico.
Pues bien, con este sencillo artículo, -que únicamente señala las distinciones más
fundamentales de ambos credos- pretendemos contestar a tan importante
inquietud, guiándonos en el intento únicamente el amor a la verdad y al rigor
bíblicos que nos exige nuestra condición de españoles no católicos y de personas
que desean ser fieles a Jesucristo y a Su Palabra, y a los que no guía ningún
espíritu de ofensa sobre quienes no piensan como nosotros. Si bien defendemos los
postulados de la Iglesia Evangélica porque creemos que están en la línea de las
verdades de un auténtico cristiano.
¿En qué se diferencian sus iglesias?
La pregunta en sí es muy amplia, porque, aún ciñéndonos a los aspectos más
fundamentales, existe todo un mundo diferencial entre ambas formas de interpretar
la fe cristiana. Pero he aquí diez cuestiones básicas que marcan la distancia entre
estas dos concepciones eclesiales.
1. Para los evangélicos, la Biblia constituye la única regla de fe y conducta.
Se ha dicho que la diferencia entre éstas iglesias la señala la conjunción copulativa
“Y”. En este sentido la Iglesia Católica se rige por la Biblia y por la tradición.
Mientras la Iglesia Evangélica únicamente se guía por las Sagradas Escrituras, regla
única de fe y conducta para el creyente. Las tradiciones eclesiales solamente
pueden tenerse en consideración si no vulneran los principios bíblicos sometidos a
una rigurosa exégesis y si no añaden nada a las doctrinas apostólicas.
2. La Iglesia Evangélica no acepta el Papado como institución ni como
doctrina bíblica.
Creemos que la única cabeza de la Iglesia es Cristo y su Vicario, el Espíritu Santo
(véanse los textos del Evangelio de San Juan, capítulos 15:26 y 16:13).
Mucho menos que un hombre, por muchas virtudes que le adornen, pueda llegar a
ser infalible. La Historia está ahí para demostrar qué cosas que fueron afirmadas
por un determinado pontífice fueron cambiadas por sus sucesores.
3. La Iglesia Evangélica cree que la salvación del hombre no es por obras
sino por la Gracia de Dios.
El catolicismo afirma que la salvación se obtiene mediante las buenas obras,
mientras que las Iglesias evangélicas afirman que la salvación es por medio de la fe
en Jesucristo y que las obras son un resultado de la vida nueva que el hombre
recibe cuando acepta al Señor como su Salvador. Y esta afirmación no es gratuita,
sino que está basada en las Sagradas Escrituras. Leemos, pues, en la Epístola de
San Pablo a los Efesios: “De gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no os
viene de vosotros, es don de Dios; no viene de las obras, para que nadie se gloríe”
(Efesios 2:8).
La salvación e don de Dios, pues que el hombre no tiene con qué pagar un don tan
grande, puesto que “Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
4. La Iglesia Evangélica no cree en el Purgatorio.
El Credo evangélico no puede aceptar el Purgatorio porque entiende que carece de
base bíblica y deforma el carácter de Dios. Entendemos que Dios no puede tener
sufriendo a las almas en “un lugar de tormento” y que la liberación de este estado
dependa de los oficios que se vayan realizando aquí en su favor.
5. La Iglesia Evangélica no acepta el culto a las imágenes.
Los mandamientos de la Ley de Dios incluyen un aspecto que la Iglesia Católica ha
pasado por alto.
Nos referimos al segundo mandamiento que dice expresamente: No te harás
imágenes talladas, ni figuración de alguna de lo que hay en lo alto en los cielos, ni
de lo que hay abajo sobre la tierra...” (Éxodo 20:4 y, por ejemplo Salmo 115:1-8).
6. Para los evangélicos Jesucristo es el único mediador entre Dios y los
hombres.
El Cristianismo neotestamentario proclama que Jesucristo es el Camino, la Verdad y
la Vida y que nadie va al Padre sino por Él.
Jesucristo es el Señor, manifestado en carne mediante el misterioso proceso de la
Encarnación, por Obra y Gracia del Espíritu Santo. Es la Segunda Persona de la
Trinidad que vino a este mundo para revelar a los hombres qué había más allá de
las estrellas y las grandes verdades espirituales que él podía intuir pero no
comprender.
Es, a la vez, el Salvador prometido que se acercó al hombre para salvarle muriendo
en su lugar y haciendo posible el perdón de los pecados y de las ofensas hechas a
Dios.
Cree en su muerte redentora, en su resurrección y en su segunda venida en poder
y gloria, para recoger a Su Iglesia y juzgar al mundo. La Iglesia Evangélica acepta
el Credo de los Apóstoles. Y, consecuentemente, cree en un solo Dios, pero
manifestado en tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
La Biblia nos dice que Jesucristo es: La Imagen del Dios invisible... Que por Él
fueron creadas todas las cosas... Señor del cielo y de la tierra...
7. La Iglesia Evangélica no cree que Pedro fuese el primer Papa.
¿Cómo se puede interpretar el pasaje evangélico: “Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia?” y “Y todo lo que atares en la tierra será atado en el
Cielo y lo que desatares...?”
Hay que recordar que en la Historia de la Iglesia se producen tres interpretaciones
básicas de este pasaje:
a) La primera interpretación de San Mateo 16:18 es que el Señor dice a Pedro:
“Tú eres Pedro (petrus) y sobre esta roca (Petra) edificaré mi Iglesia”. En el
griego clásico la distinción entre Petra y Petrus es bien conocida. El
significado de Petra es una roca, mientras que Petrus es un trozo de roca, es
decir, una piedra. San Agustin dice al respecto: No fue dicho a él (Pedro) tú
eres la roca (Petra) sino tú eres Pedro y la Roca fue Cristo” (Retract.1:21).
b) La segunda interpretación de este texto es la clásica forma de entenderlo
por San Crisóstomo: “Sobre esta roca. Esto es, sobre la fe que confiesa”. En
otras palabras: Tú Pedro confiesas que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios
viviente, pues sobre esta base, sobre esta declaración (roca, por la solidez
de la argumentación) edificaré mi Iglesia.
c) La tercera forma de entenderlo, Mateo 16:18, es la clásica del catolicismo.
Pedro es la roca y sobre el primado de Pedro edificará Jesús su Iglesia.
La Iglesia Evangélica acepta las dos primeras interpretaciones complementarias.
Ambas responden a todo el sentido bíblico del texto y el amplio contexto de las
Sagradas Escrituras en su unidad soteriológica y a una sana y equilibrada exégesis.
Por ejemplo:
d) La Biblia desconoce el sentido jerárquico dado a la persona de Pedro en la
concepción católica y mucho menos su transmisibilidad histórica. ¿Por qué
se intenta perpetuar la persona de Pedro únicamente y no la de los otros
apóstoles? En cierto modo el colegio apostólico fue el paralelo con el
patriarcado del Antiguo Testamento y, que sepamos, Abraham, el padre de
la fe, fue una figura histórica, irrepetible y jamás tuvo sucesores.
Igualmente, creemos que Pedro fue el hombre para el momento de la
Historia como lo fue Pablo y otros, y su ejemplo y sus consejos ha de
tenerlos en cuenta el pueblo cristiano, pero jamás encontramos base para
una sucesión apostólica en la persona de un hombre.
A nuestro entender, Pedro fue el gran apóstol que todos admiramos, al que
fueron dados ministerios muy específicos, pero nunca la jerarquía que se le
atribuye.
e) La Biblia, en su contexto global y, sobre todo, en pasajes muy concretos, no
contiene la idea de un hombre en el que el Señor apoye su Iglesia. Al
contrario, Dios es llamado continuamente “la roca”. Bastantes pasajes
bíblicos podrían servir de ejemplo. Baste uno: 2º libro de Samuel, capítulo
22 y versículo 32: “¿Porque, quién es Dios, sino sólo Jehová? ¿Y qué roca
hay fuera de nuestro Dios?”
Por otro lado, el Nuevo Testamento es muy preciso y claro al respecto: 1ª
Corintios 3:11. “En cuanto al fundamento nadie puedo poner otro
fundamento sino el que está puesto, Jesucristo”. O cuando el apóstol Pablo
se dirige a la Iglesia en Efeso y les dice (cap.2:20): “Edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y de los profetas siendo piedra angular el
mismo Cristo Jesús”. Pedro mismo señala en su 1ª carta, cap.2:6: “A Él
habéis de allegaros, como piedra viva, rechazada por los hombres pero de
Dios escogida, preciosa... la piedra desechada por los constructores,
convertida en cabeza de esquina y roca de escándalo”. La Escritura señala a
Pedro como una “columna más entre los líderes cristianos de la Iglesia
Primitiva: Jacobo, Cefas y Juan eran considerados como columnas” Gálatas
2:9.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta es obvio que Pedro fue usado por Dios
para “abrir” la era de la Iglesia, puesto que tuvo a su cargo la primera proclamación
o discurso bíblico, luego que el Espíritu Santo hubo venido sobre la Iglesia en
Jerusalén, según nos narran los Hechos de los Apóstoles.
El pueblo de Dios ha tenido dos períodos muy marcados, el de la Ley y el de la
Gracia. El primero a partir de Sinaí. El segundo desde el Calvario. Los hombres
elegidos para hablar e inaugurar la dispensación fueron Moisés y Pedro. Ellos y sus
colaboradores “ataron” y “desataron” de viejas a nuevas situaciones y Dios, que lo
había mandado, lo sancionó.
8. La Iglesia Evangélica no tiene a un hombre como su “cabeza”.
La Iglesia de Jesucristo es un fenómeno que trasciende el tiempo y el espacio y de
todo “pueblo, lengua y nación”; y en este sentido la Iglesia es una teocracia. Dios
gobierna a su Pueblo por medio de la Palabra inspirada y la presencia y asistencia
del Espíritu Santo. Jesucristo prometió formalmente “Estar con su pueblo todos los
días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Ahora bien, en su realidad temporal, la Iglesia se desenvuelve por medio de una
democracia ejercida por todos los creyentes, tanto a nivel de una iglesia local como
de una nacional. Como vía de ejemplo señalaremos que, generalmente y con una
periodicidad que puede oscilar entre períodos anuales o bianuales, las iglesias
evangélicas son convocadas a reuniones plenarias que llamamos Asambleas,
Sínodos, Convenciones o Concilios. A ellas, las iglesias locales, suelen enviar su
representación, la mayoría de las veces compuestas por su ministro – o ministrosy otros líderes responsables, incluso delegados a nivel femenino o juvenil, para
tratar los asuntos que les preocupan o que se proyectan y que deben ser realizados
de forma común.
En estas Asambleas o Sínodos nacionales –a veces internacionales- se suele
nombrar de entre los delegados presentes y según sus carismas, un comité
ejecutivo que, con carácter temporal llevará a cabo los acuerdos tomados en tal
convocación. Del mismo modo, se procede a nivel de congregación local.
Este Comité o Junta Nacional –y local, según el caso- actúa siempre en función de
lo acordado por las iglesias y no tiene más sentido jerárquico que ejercer las
tareas, que le han sido encomendadas. Por supuesto, los ministros en razón de su
vocación, formación y ejemplo ejercen una labor espiritual de cura de almas y el
sagrado ministerio de la predicación, pero sometidos fundamentalmente al Señor, a
quien sirven por medio de las orientaciones de la Palabra, es decir, La Biblia.
9. La Iglesia Evangélica no acepta la transubstanciación en la Santa Cena.
¿Cómo interpretar las palabras de Jesucristo que dieron pie al llamado Sacramento
de la Eucaristía: “Tomad, comed de él, porque es mi cuerpo”?
Nuestra argumentación puede ser doble. Puede considerarse como una mera
especulación, puesto que las señales de Jesús estuvieron por encima de la razón,
pero pudieron ser captadas por los sentidos corporales. Según nos narran los
Evangelios y algunas Epístolas, los milagros del Señor fueron reales, es decir,
pudieron ser constatados por los sentidos. Y Jesús nunca fue en contra de ellos. El
vino, procedente del agua en las bodas de Caná, fue vino y del mejor. Asimismo, la
multiplicación de los panes y los peces fue un hecho tangible y de igual manera,
encontramos todos los casos en los que el poder milagroso actuó. Y si la
transubstanciación debe ser considerada como un milagro, puesto que pretende ser
un cambio de sustancia, debe poder comprobarse, pero no hay pruebas de que tal
fenómeno haya podido ser detectado por los sentidos corporales jamás.
Por otro lado, dos razones abogan por la interpretación evangélica del asunto. El
primero, tiene una base muy clara en las Escrituras; según la doctrina católica, el
sacrificio de Cristo en la misa es real. Por tanto, Cristo está en continuo sacrificio.
Pero la Biblia dice palabras como éstas: “Y ciertamente todo sacerdote está día tras
día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca
pueden quitar los pecados, pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un
solo sacrificio por los pecados, está sentado a la diestra de Dios... Porque con una
sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados...” Hebreos 10:12-14.
La segunda de las aclaraciones tiene que ver con las palabras que el propio Jesús
dijo a los discípulos cuando manifestó que era necesario “Que comieran su cuerpo y
bebieran su sangre”, cosa que les escandalizó. Jesús aclaró luego el problema con
estas palabras: “El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha, las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:60-63).
La Iglesia Evangélica celebra la Santa Comunión o Santa Cena con pan y vino,
sabiendo que la presencia espiritual del Señor está en el acto, pero no hay cambio
de sustancias, porque es un memorial que se hace en recuerdo a la Obra del Señor
en la cruz y que, realmente, estos elementos simbolizan la realidad de su muerte
redentora (1ª Corintios 11:24-25).
10. La Iglesia cree que hay una condenación eterna para las almas que
rechazan a Dios.
Muchas veces, la Biblia usa figuras retóricas para ilustrar verdades espirituales no
comprensibles a la mente humana e, incluso, para enfatizar su importancia, estas
figuras adquieren tonos de dramatismo. Y la perdición eterna, que está dentro de
esta línea, es expuesta con distintas palabras tales como “fuego eterno”, “lloro y
crujir de dientes”, “oscuridad”, etc. Sin duda, el énfasis señalado está dado en
razón de que la eternidad sin Dios debe ser algo terrible. Pero en modo alguno
porque Dios se satisfaga “quemando” a la gente. Una conciencia acusadora puede
quemar más que el peor de los fuegos.
Dios no condena a nadie. El hombre se condena a sí mismo al rechazar la mano
extendida de su misericordia para salvarle. Ningún teólogo tiene palabras para
explicar el terrible misterio de una eternidad sin Dios, pero un horizonte eterno sin
esperanza, debe ser algo muy duro y así parece que lo quiso explicar el Señor con
frases como éstas: “Convertíos y apartaos de todas vuestras transgresiones. Echad
de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado y haceos un
corazón nuevo y espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis? Porque, no quiero la muerte del
que muere, dice el Señor: Convertíos, pues, y viviréis”.Ezequiel 18:30-32.
El pecado que puede considerarse mortal por excelencia, es decir, sin esperanza de
vida eterna, es el de rechazar a Cristo y su salvación. Naturalmente, relegar a Dios
al olvido y consecuentemente sus leyes, lleva al hombre a conductas contrarias a
los principios éticos y espirituales por los que el hombre habría de regirse en esta
vida. Según Cristo, de todo ello dará cuenta en el Día del juicio.
Estar “en gracia de Dios” según la Escritura, es estar en Cristo, vivir en su
voluntad, amarle y servirle sin reserva y en modo alguno haber alcanzado la
perfección, puesto que la gracia es un regalo de Dios al hombre pecador.
A modo de conclusión, el lector podrá fácilmente detectar cuán profunda es la zanja
doctrinal entre la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica y que, por supuesto,
ambas conforman un tipo de creyente muy distinto.
Sin entrar en juicios de valor sobre la fe de otros, diremos que el creyente
evangélico tiene a su alcance dos cosas que la hacen espiritualmente feliz: su fe
está fundada en el absoluto de la Palabra de Dios. Por tanto sabe con certidumbre
que es un hijo de Dios y, en consecuencia, salvo aquí en la tierra y en la eternidad.
En esto no hay duda.
En segundo lugar, que su cristianismo no está basado en los vaivenes de la
mentalidad humana sino que depende del auxilio de Dios que, en un acto
providencial muy especial, cuidará de él durante su vida y hasta que entre en la
Casa del Señor. ¿No es consolador?
¿Te permite tu cristianismo vivir seguridades de esta naturaleza?