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MUNDO ANTIGUO
Magia en el
antiguo Egipto
Collar compuesto por ocho amuletos Pilar Djed, una Columna de Papiro y siete deidades; Ibis, Ra, Horus, Neftis, Horus, Ra y Knum. Egipto, Baja Época, 664 – 525 a.C.
Fayenza. Walters Arts Museum (Baltimore)
La magia impregnaba la vida en el antiguo Egipto cuyos habitantes recurrían a los amuletos
para asegurarse la protección divina tanto en la esfera terrenal como en el Más Allá.
L
a etimología del término “amuleto” deriva del vocablo árabe
hamület, que significa “carga”,
algo que se lleva. La palabra
pasó al latín como amuletus y adquirió
el significado de objeto pequeño llevado
por una persona para obtener una ventaja positiva por medios mágicos.
Estos pequeños objetos ofrecían protección a su portador y eran un medio
para conjurar las incertidumbres de la
existencia. Esta idea se expresa muy bien
en tres de los cuatro nombres con los que
los egipcios designaban a los amuletos:
Meket, Nehet y Sa derivan de la palabra
Wedja, generalmente asociada al significado de “bienestar” y “prosperidad”.
Los amuletos eran creados en serie por
orfebres y joyeros en los talleres, esculpidos uno a uno o a partir de moldes en piedra o barro cocido, y luego retocados para
conseguir un buen acabado. Su material
dependía de las posibilidades económicas
del difunto. En el Período Predinástico se
fabricaban con huesos y falanges de animales. A partir del Imperio Medio empezaron a diversificarse los materiales y
comenzaron a utilizarse minerales como
la turquesa, el lapislázuli, la cornalina, el
jaspe y metales como el oro, la plata o el
electrum. Los amuletos faraónicos eran
realizados en lujosos materiales, fundamentalmente oro con incrustaciones en
piedra. En el Imperio Nuevo, sobre todo
durante el reinado de Akhenatón, se produjo una explosión de la fabricación de
amuletos en pasta vidriada y fayenza, una
cerámica cocida con acabado esmaltado,
de colores vivos imitando a las piedras;
azul, rojo, amarillo, verde y blanco. A finales de la civilización egipcia, durante la
Baja Época se dispara la producción de
amuletos mediante el uso de la fayenza,
material cerámico de bajo coste. Y ya en
época Ptolemaica se confeccionaron finas
placas de oro, con deidades y otros amuletos marcados en relieve, y colocados entre los vendajes de las momias. Cabe destacar la aparición de una plaquita de este
material en la boca del difunto, así como
unas coberturas de uñas en los dedos de
manos y pies.
Clases de amuletos
El padre de la arqueología Flinders Petrie publicó en 1914 un corpus con 275
tipologías de amuletos del antiguo Egipto
con sus múltiples variantes, agrupadas en
cinco clases. La primera son los amuletos similares, tienen forma de ser vivo o
de una parte de un ser viviente que, por
asimilación, dotaría a su portador de los
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poderes o capacidades de la criatura;
amuletos de poderes, como los pilares
Djed, tocados reales, la cobra real, el cetro
was, la doble pluma, el reposacabezas, el
ángulo recto y la escuadra. El pilar Djed,
uno de los amuletos más importantes, ha
dado lugar a distintas interpretaciones,
pero lo único seguro es que se trata de
una columna, vinculada a la columna vertebral del dios Osiris, que alude a la estabilidad y la fortaleza. También están los
amuletos de propiedad que suelen representar las ofrendas funerarias de alimentos y bebidas así como muebles u objetos
para el uso de los muertos. Se han hallado
ejemplos de gacelas o vacas con las extremidades atadas. Por si los objetos reales se perdieran o destruyeran, o por si
no se hicieron ofrendas de comida, estos
amuletos actúan mágicamente como su
sustituto. La tercera clase son los amuletos protectores en la que se incluyen
los escarabajos del corazón, pectorales
rectangulares en forma de fachada y de
escarabeos alados, los Nudos de Isis, que
debían ser fabricados con piedras rojas,
pues evocaban la sangre menstrual de la
diosa y simbolizaban el tapón que puso
el dios Re en el útero de Isis para impedir que Set pudiese arrancar del seno el
feto del pequeño Horus. Este amuleto era
Escarabeos de corazón. Egipto, Imperio Nuevo, 1550 –
1070 a.C. Azul egipcio con oro y piedra. Galería J. Bagot
Arqueología – Ancient Art (Barcelona).
El peso del corazón
Para los egipcios la inteligencia y las emociones residían en el corazón. En el proceso de
momificación esta víscera era lavada y vuelta a colocar en el interior del cuerpo, junto con
un escarabeo o amuleto en forma de corazón, a veces con cabeza humana. El corazón,
como responsable de los actos del difunto en la tierra, debía ser sometido a un juicio en
el que era colocado en una balanza, con la justicia como contrapeso, representada por su
símbolo, una pluma de Maat. Durante el proceso podía suceder que el corazón delatase los
pecados cometidos en vida, por ello los egipcios colocaron sobre el cuerpo un escarabeo
con una fórmula grabada en la que se imploraba al corazón a no declarar estos pecados
y así poder disfrutar de la vida eterna. El escarabeo era un poderoso símbolo mágico de
resurrección inspirado en el escarabajo pelotero que pone sus huevos en una bola de
despojos que va empujando mientras camina; el instante en que las crías salen de la bola
evoca esta idea de renacimiento. Al mismo tiempo la pelota se asocia con el sol que nace y
muere cada día mientras circula por el cielo. Las figuras de los escarabeos tenían finalidades
diversas; funerarias, como los escarabeos de corazón, conmemorativas de gestas militares,
propagandísticas con los nombres o imágenes de faraones y sus esposas, y administrativas,
con nombres privados y de personajes de la corte que fueron usados como sello. Aunque
los inicios del uso del escarabeo como amuleto datan de la dinastía XII, no es hasta la
Baja Época cuando se producen casi en masa, convirtiéndose en el talismán más común
en Egipto. Estos escarabajos adoptan múltiples variedades en función de sus materiales,
tamaños y calidades. Los que están hechos de metales nobles, piedras semipreciosas y con
inscripciones reales, son los más apreciados por coleccionistas. En Christie’s Nueva York se
adjudicó por casi 120.000 dólares, en 2003, un precioso escarabeo en hematita (material
infrecuente pero cuando un artesano lo trabajaba se desvivía para hacerlo técnicamente
perfecto dado su elevado valor económico), con la inscripción en la base de los nombres
reales del faraón Psamético I. Otro escarabeo de la dinastía XII engarzado en un anillo,
elaborado en oro, con incrustaciones de lapislázuli y cornalina, remató en 55.000 libras
inglesas en la misma casa de subastas. En las galerías de arqueología pueden adquirirse
escarabeos de esteatita con inscripciones en la base, como el nombre de un faraón, desde
200 euros, un precio realmente bajo teniendo en cuenta su calidad y antigüedad. A partir
de 1.000 euros pueden conseguirse escarabeos de corazón en piedra verde o esquisto,
con inscripciones en la base con el capítulo del Libro de los Muertos referente al corazón
en el peso del alma.
especialmente indicado para combatir
problemas ginecológicos. También había
amuletos de conchas y piedras preciosas
grabadas, así como pequeñas cajas con la
figura de una pequeña serpiente, donde
poner una parte del animal momificado
como elemento protector hacia el mal. El
más conocido era el ojo de Horus o udyat, uno de los amuletos más poderosos.
Según los egipcios el ojo derecho simbolizaba el sol y el izquierdo la luna. Du-
rante el enfrentamiento entre los dioses
Horus y Set, éste arrancó el ojo izquierdo
a Horus, siéndole repuesto por este amuleto. El udyat es la unión del ojo humano
y el rizo de un halcón (animal asociado
a Horus), y se utilizaba en vida para
ahuyentar el mal de ojo, y en la muerte,
contra el infortunio en el Más Allá. Otra
categoría es la de los amuletos en forma
de deidades o sus manifestaciones animales. Las representaciones de los dioses se
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El escarabeo fue el
talismán más común
en Egipto
convirtieron en el más popular de todos
los amuletos. La mayoría de las estatuillas divinas eran de pequeña escala, entre
uno y diez centímetros, y la divinidad se
plasmaba con cuerpo humano y cabeza
de animal. Este tipo de talismanes experimentaron un auge en el último milenio
antes de Cristo.
Al parecer en aquel período la población sintió la necesidad de tener un
contacto más íntimo con los dioses, algo
distinto a los rituales oficiales del templo. Después de todo, con la excepción
de unas pocas procesiones anuales, los
simples mortales tenían vetado el acceso
a los templos. Por ello eran habituales
los pequeños altares domésticos, para
las actividades y momentos de la vida
diaria. Diosas magas como Isis y Neftis,
que evitaban calamidades en el hogar
como el gato Bastet, o protectoras de
los niños, el enano Pateco y su divinidad
adulta, el dios Bes, fueron los más portados. Desde la primera infancia, los amuletos se incluían en los collares de cuentas finas como talismanes. En el ámbito
funerario, estas deidades se tejían con
cuentas en las mallas mortuorias con las
que se recubría el cuerpo del difunto.
Oriol Carreras