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La ilustración escocesa: el puente de
plata entre Newton y Einstein.
Alejandro Vidal Crespo
Director de Servicio, Estrategia de Mercados
INFORME MENSUAL DE ESTRATEGIA
Abril 2015
Informe mensual de estrategia. Abril de 2015
La ilustración escocesa: el puente de plata entre Newton
y Einstein.
“Narramos una historia de cómo la educación de calidad, de cómo la inversión en el talento
oculto en todas las capas del estrato social, puede generar auténticas revoluciones científicas
y tecnológicas, con consecuencias inimaginables en el momento de realizar la inversión.
En la sociedad moderna, donde el conocimiento se transmite de forma prácticamente
instantánea, el auténtico valor añadido radica en fomentar la investigación y el desarrollo
tecnológico, el libre pensamiento y los laboratorios de ideas, donde las distintas disciplinas
científicas puedan interactuar en libertad e impulsar hacia adelante el conocimiento”.
Escocia en 1707 era una de las regiones más pobres de Europa. En este año se aprobaba el Acta
de Unión, que abolía formalmente los reinos británicos para constituir el Reino de Gran Bretaña,
constituido por Inglaterra, Escocia y Gales. Aunque suponía la pérdida definitiva de las estructuras de
Estado, también terminaba con un conflicto que se remontaba a la expulsión de la dinastía Estuardo.
De este modo, Escocia superaba un periodo de enfrentamiento prácticamente continuo con Inglaterra,
que había detraído multitud de recursos económicos y sociales. Inglaterra dejaba de ver a Escocia
como un rival, y por lo tanto, no ejercía oposición ante cualquier medida que pudiera fortalecer a los
escoceses, que tenían además acceso al libre comercio con el resto de Gran Bretaña y su imperio.
La Iglesia Escocesa era de afección calvinista, una rama del catolicismo especialmente comprometida
con la formación, puesto que consideraba que promover el conocimiento y la educación era una
obligación del clero hacia la población. La suma del impulso económico que llegaba por el comercio
y el pensamiento calvinista fomentaron la creación de un sistema público de educación a todos los
niveles, tanto en formación básica a nivel de escuelas primarias como en el desarrollo de universidades,
especialmente las de Glasgow y Edimburgo, que llegó a ser conocida como La Atenas del Norte.
Los primeros grandes logros de la Ilustración Escocesa vinieron en el campo del pensamiento
y la filosofía, con dos grandes figuras como Francis Hutcheson y especialmente David Hume, que
desarrolló el pensamiento científico y su método, estableció nuevas relaciones entre el pensamiento
científico y la religión y señaló el Problema de la Inducción. Eran pensadores totalmente volcados
hacia el empirismo y la experimentación científica como métodos para desarrollar nuevas ideas,
huyendo de marcos prefijados. Sobre esta base de pensamiento científico moderno, en un marco de
enorme libertad de enseñanza y experimentación, las universidades escocesas comenzaron a romper
esquemas y a generar impresionantes avances en todos los campos.
Pongamos por ejemplos a Adam Smith, autor de De la naturaleza y Causas de la Riqueza de las
Naciones, la obra que arranca con el liberalismo y la teoría económica moderna, donde se describen
factores como la política económica, el capital humano o la especialización en el trabajo. También
podríamos destacar al ingeniero James Watt, inventor de la máquina de vapor, quizás el avance más
radical que permitió el desarrollo industrial y de los transportes que colocó a Gran Bretaña al frente
del desarrollo mundial.
Pero quizás el avance más decisivo se produjo en el campo de la física. Hasta la fecha, las ideas
preponderantes eran las definidas por Newton, el genio científico del siglo XVII. Isaac Newton había
hecho avances fundamentales en muchos campos, como por ejemplo las matemáticas (desarrollando
el cálculo diferencial, nuestras queridas derivadas e integrales), la física (con sus estudios sobre la
luz) o la astronomía, con sus archiconocidas leyes de la gravitación universal y el movimiento de los
cuerpos, y sobre todo, la idea de que las mismas leyes que rigen los movimientos de los cuerpos
en el universo son las que rigen los movimientos en la Tierra, con lo que definía la existencia de
Informe mensual de estrategia. Abril de 2015
leyes universales que imperaban independientemente del tiempo o el lugar del universo en el que se
produjeran sucesos.
Pero estas teorías iban a cambiar gracias a la aportación de un joven matemático escocés, James Clark
Maxwell; desde su puesto en la Universidad de Edimburgo, Maxwell había seguido con interés el
desarrollo del conocimiento sobre un descubrimiento reciente, la electricidad y el magnetismo, y muy
especialmente del trabajo experimental de un científico londinense llamado Michael Faraday, que había
conseguido generar electricidad a través de un campo magnético. Sin embargo, pese a haber obtenido
datos empíricos sobre la electricidad, Faraday no había sido capaz de explicar matemáticamente,
mediante leyes, sus descubrimientos.
Maxwell reinventó el concepto de cómo se transmiten las fuerzas, y definió el concepto de campo de
fuerza; aplicó el cálculo diferencial de Newton para definir una retícula, como una red, que interactuaba
con determinadas partículas, atrayéndolas o repeliéndolas en función de la naturaleza de las mismas
y de la posición que ocupara en el espacio y el tiempo. Eso significaba que la idea newtoniana de que
las fuerzas se transmitían instantáneamente y de forma directa por el espacio quedaba superada: el
universo estaba sembrado de campos de fuerzas de distintas naturalezas.
Además, fue capaz de integrar leyes hasta la fecha dispersas. Mediante su nueva ley de campos, integró
el magnetismo y la electricidad, que definió como distintas manifestaciones de una misma fuerza (la
electromagnética). Esta unificación permitió el desarrollo de la electricidad como algo manejable, con
las implicaciones que evidentemente conllevó para la tecnología. Pero no terminaría ahí la aportación
de Maxwell. Descubrió que los campos electromagnéticos podían moverse juntos por el espacio
en forma de ondas: las ondas electromagnéticas. Además, estas ondas se movían a una velocidad
constante (estimó con bastante precisión la velocidad de la luz), y podían tomar múltiples formas:
desde vibraciones muy cortas a vibraciones muy largas, y la luz visible, los colores, eran solamente
una parte de este gran espectro. Había definido la naturaleza de la luz.
En realidad, la radio, los rayos X, la luz visible o el calor eran ondas electromagnéticas que se movían
a la misma velocidad, pero con periodos de vibración diferentes. Este descubrimiento, junto con las
propiedades específicas de cada tipo de onda, es la base de tecnologías que florecerían muy poco
tiempo después, como la radio, el radar, las radiografías, la transmisión del calor, o la exploración
espacial, puesto que podemos ver el universo en muchas frecuencias diferentes.
En 1890, las implicaciones de los descubrimientos de Maxwell todavía estaban siendo puestas en
práctica, entre otros, por un científico alemán llamado Max Plank. Su encargo era humilde, cuantificar
la cantidad de luz que emitía un filamento metálico caliente, para ser capaces de producir bombillas
lo más eficientes posibles. ¿Pero cómo medir la cantidad de luz? Plank descubrió que la energía de
la luz se transmitía en paquetes constantes, o cuantos, que en caso de la luz definió como fotones,
que a su vez se producían por los electrones que saltaban en los átomos del metal por efecto de la
electricidad. Este concepto abriría a su vez el campo de la física cuántica, y terminó de generar las
herramientas necesarias para que Einstein desarrollara la base de toda la física del siglo XX, y también
del siglo XXI, ya que el desarrollo de los ordenadores cuánticos será uno de los principales elementos
para la revolución tecnológica que está por llegar.
¿Seremos capaces de volver a generar foros como la Academia de Atenas o la universidad escocesa?