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• GRECIA
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VILLAR
AÑO III
NÓM. XLII
20 de Marzo de 1920
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En la angustia de la ignorancia-de lo porvenir, saludemos-la barca llena de fragancia-que tiene de marfil los remos.
AÑO III
REVISTA DECENAL DE LITERATURA
REDACCIÓN: AMPARO, 20
Sevilla 20 de Marzo de 1920
NÜM. XLII
POEMA SIDERAL
NOR-AH BORGES
Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, los doce fabulosos y luminosos signos del Zodíaco, van girando incesantemente siguiendo la inmensa órbita de luz que se. abre paso a través de la gran muchedumbre Ae los astros. Colosales franjas luminosas por lasque sin cesar giran también orbes
enteros de asterismos, enormes zonas incandescente'}, que están rasgadas por vastas lagunas de.
soberbias diafanidades cristalicias, gigantescos turbiones de gases primitivos en constante fermentación, van dejando tras de sí Aries, lauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, la jabulosa y luminosa, rueda del Zodiaco.
Los planetas, con sus cortejos de satélites, los cometas, las nebulosas, los planetoides,
las estrellas de multiplicadas magnitudes, las constelaciones, pasan por entre las inmensas
y enmarañadas cabelleras de luz de aquel multitudinario haz de ót bitas soberbias y deslumbrantes.
Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y los asteroides Ceres, Palas, Juno, Vesta, Freya, Polimnia, Lamia, Liberatriz, y cien asteroides y
otros cien asteroides más, giran vertiginosamente a través de aquellas órbitas que. cruzan
ante miríadas v miríadas de orbes, en la cronología de miríadas y miríadas de milenios.
Norah Borges, amazona sobre la desnuda grupa de la constelación del Centauro,
entrega al fresco mistral que pasa acariciando suavemente las estrellas, el rubio airón de su
cabellera perfumada, que es flameada por. el viento como la gironada seda de un estandarte
de guerra.
A sus ojos, se asoman las agíalas atónitas como al fondo de dos vastos' mares de lu?. o
2
GRECIA
cerno a la lejanía de unos claros horizontes marinos. Está -arrebujada en sus lelas de brocatel,
en sus iisús de oro, en sus terciopelos color de cinzolín, que tienen grandes dragones bordados
y bandadas de águilas brocantes volando sobre los leones del rey Assuero y sobre los pensiles
floridos de Babilonia. Hace /no. Sirio, el ardiente, enciende con sus miradas de luz tina
•rama fragante de almoraduj. El sándalo chisporrotea, y se acerca a su lumbre un grupo de
estrellas caminantes, pálidas y ateridas.
Bajo la Cruz del Sur, vuela un dardabasl, con una paloma entre sus garras.
El poeta centauro, crucificado en una constelación, chupa un tarro de miel, ofrenda
de Notah, la Atalanta de los pies ligeros. Cuando Norah suspira se dobla suavemente la
Espiga astral en las manos pálidas de la Virgen.
Abajo, en la Tierra, se vuelven a encender los extinguidos volcanes de la Mongolia,
los volcanes de las islas Kuriles, los volcanes americanos de AHtlán,y jorman el gran circulo
de fuego entre cuyas llamaradas gigantescas bufa el mar Pacifico como un poderoso rebaño
de descornados rinocerontes.
Trepa un mono, ágilmente, por el gran cocotero ecuatorial de un arco iris y llega
hasta aquella luminosa constelación, llevándole al poeta un cuetico lleno de leche fresca de
coco, de hojas de cidrórnela, y del zumo de las cidras sultanl.
El poeta centauro bebe y recita unos versos anacrónicos.
LA VOZ DEL POETA CENTAURO, ATRONANDO EL INMENSO CARMEN
FINISECULAR DE LAS CONSTELACIONES
Quiero flamear aquí todas las banderas de mi alma. Ya que te has llevado lejos
de nú esa giacia floral y sideia! de tus dieciocho años, que no me dieron menos lumbre ni
- menos vastos sueños siderales que l;:s quince estrellas magníficas de la constelación del
Águila y otras tres claran estrellas más, las Tres Marías (*), quiero saludarte aquí, Norah
Bordes, a tí que quizás ciesenibaicv.Ete de tu consíelación en el puerto mediterráneo de
Ampums o en e! puerto do Rosa?, o que llegaste a la clarisolar Andalucía descendiendo
del alto mirador de la Lu^ri por la maravillosa escala de seda que te tendieron los versos
de todos los p'.et;s de la Tierra.
Yo me iu¡:-gi!;o que irías snl>re los mares de la Tierra en una barca de palisandro
qu-:: estuviera tripulada por esos remeros salvajes que cruzan en ligeras piraguas do bambú por los cuentos maravillosos de todas las noches indias. Trompeterías, vocinglerías,
sobre los truenos frescos de lasólas, habría para saludarte, y todo un azul lujoso y suntuoso flameado en la s<.da de los h'orizontes, sobre los altos mástiles de las constelaciones. Se
empavesarían de luceros blancas las cúpulas del poniente para verte pasar y por entre los
girones de las banderas rotas de Jas-nubes se verían temblando de frío las primeras estrellas
del nocturno, (Quiero cantarte así mi prosa orquestal y salvaje, soñada para atroncr ¡es
campos y para que rebote sobre los lomos anchos y azules del mar.)
Los arco iris pónumos danzarían vestidos de arlequines, y ar:te aquel arco iris
iiviostánico, entre o:vas piernas de danzarín guerrero podrían pasar sin agacharse las flotas
ce iodos los luceros:, ante aquel srco iris indostánico, tú serías un vat-to poema skitnJ,
inuprehensible para mí. que soy un Barba Azul violento que siente las sobeibias finias de
un dios encadenado, cuando otro poeta 6jgi$6e ofrecer también sus versos a las estrenas (**) '
(*) Anoche ias ronlé. Hfici.i mucho frío y se iban encendiendo lentamente los brazos salomónicos
ií;l i'.an candelera ti*"- Orion. La I una, tan pálida y tan bella como la frente do mi novia, que yo acababa de
befar en sueños, quiso quitirse el frío jugando alas cuatro es JUÍMÍSI con las estrellas. Yo, puse ?i¡is manos
en forma de caracol imito a n i oido y escuché un?, voz lejana, muy lejar.n, tan lejana como Ja voz ríe manilo
t'í- aouel So! que í-e marchó ayer tarde dirigiendo la ilota de los galeones. l,a voz aquella parecía salir do
l:.s bsrbas de ¡os Padres Ríos. Yo me acordé del Moisés de Miguel Ángel y de Jas barbas fluviales del
Moisés de Miguel Ángel. Y lu voz. lejana preguntaba: —¿Hay candela?—Y Sirio, el admirable Sirio, el
estupendo Sirio, estaba hermoso como uii ave real diciéndoie a las Tres Marías que no tenia candela. Alacharán el rezagado, orgulloso y viril como un afHinlano del Atlas, lucía su turbante de luz asomándose al
alto minarete de una constelación.—Adriano el i
'auro.
(**) Los astrónomos modernos no son rivales míos. Sólo hablan de los paralelajes, de las cooidenadas y de las miríadas y toldadas ^e kilómetros que tienen de extensión las eafnptflss que existen entfe h,
GRECIA
1 se calla la voz del poeta centauro y llegan tres poetas ultraistas, que forman con
aquel Sagitario de la lira el grupo de los ginetes del Apocalipsis. Uno de ellos, grave y pausado, trae constelaciones inéditas en el pecho. Parece la figura de un friso de Danthia Romana o de Aryavasta, los grandes escultores que decoraron las pagodas de Benarés y de Mirzapur, la sagrada. Su frente abombada reluce como un friso del templo de oro de Amritsar,
y se diría que tiene también una inscripción sagrada que habla de las pagodas, de los lotos y
de los elefantes.
Otro poeta viste severamente de 'negro, Di/erase que lleva un turibulo encendido en el
corazón, y que bebe brebajes persas, y que se macera los sentidos voluptuosamente con los
perfumes sádicos del Divino Marqués.
Está pálido como un icono elefantino y callado como un Silenciario de Bizancio. Sus
manos, tiemblan sobre los versos como cuando se posan sobre los senos de las. vírgenes y sobre
las cabelleras perfumadas de las estrellas.
El otro poeta, filósofo robinsoniano, solitario y salvaje, está como una columna de
Hércules que mirase desde el centro de la Península sin encontrar su columna gemela.
Este poeta llega caminando a grandes pasos por la inmensa estepa mongólica de su
soledad, Lee a Kant y a Voltaire y se envenena con grandes sorbos de SchoperJiaucr.
Caminan los tres poetas, pausadamente, sobre aquel vasto ámbito sideral, subiendo
por una larga escalinata de peldaños de lapislázuli. La Tierra lejana sacude las soberbias cabelleras de fuego de sus volcanes sobre los grandes mares, que se iluminan súbitamente como en los apocalípticos cataclismos. Se une a la voz sideral y musical de los
astros la voz antigua, llena de frescos y olorosos vientos, de los mares lejanos.
Y CLAMA EL CORO DE LOS SIETE MARES
Poetas, yo soy múltiple también como esos ámbitos y más poderoso aún que esos
mares de luz en que navegan los orbes.
Yo tengo en mis frescas entrañas musicales tantos aerolitos como estrellas encontrasteis a orilias de vuestro sendero sideral. Sólo t:i ~ol irse vence con su ruteante espada
de luz, como si fuese un poderoso Arcángel San Gabriel; sólo eS Sol me debela, como
aquel dios antiguo que estrangulara al león de Nemea entre sus manos. Pero yo suy fuerte,
y cuando el Sol se oculta detrás de la bruma o der la cerrazón, yo saiio c.m nuevo.i ímpetus
formidables, pretendiendo hacer estallar con mi t iso ei enorme eíníruiu de vastos continentes que me rodean, y doy al viento atemporahuío las largas cnues üe mis oías. Sólo el
Sol nse vence; él me deseca con sus trombas de calor, pero yo en cambio oculto en mis
frescas entrañas musicales los pedazos de innumerables planetas apagados.
Y llega el tremendo alarido de aquel coro de los siete mares y tiene un eco soberbio
y sonoro, que rebota sobre aquella luminosa muchedumbre, de los astros. Las Tres Marías, arrodilladas, rezan una letanía. La estrella Algomeiza, la plañidera Algomeiza, la
que lloraba eternamente la ausencia de su hei mano Sirio, se limpia las lágrimas con
una nube que pasa, y escucha.
Alcione, la séptima de las hermana Pléyadas, siente la nostalgia de no tener alas
Tierra y los astros. Son los agrimensores del cielo. I.os astrólogos persas, si. Pero todos los astrólogos persas
se murieron ya. Están enterrados en una gran llanura desolada, en un templo antiguo que tiene por fiiso los
pedazos de un Sol apagado. Duerme allí cerca también, Nabucodouosor, el Rey de Babilonia que se wlviú
loco de imaginal tantos jardines colgantes, y se dejó crecer las uñas de las manos pura hacerles cosquillas
culos pies a los luceros. Los astrólogos persas hubieran podido ser mis uvales. ' uar.üo s-e erguían scb:e
las puntas de los pies, tropezaban sus grandes mitras áureas con ias estrellas más cercanos. EIÍUI vii-jcs,
porque, toda la juventud se les iué por el telescopio, camino de !a Vía Láctea o de la estrella Aimerz:inonagil, ese.león ágil y rampante que está sobre la luminosa espalda de Orion. Pero teniau hermosos capiruchos crinados con las colas ígneas de todos los cometas domados por ellos. Sus manos no se habían hundido
jamás entre los senos y las cabelleras de las vírgenes, pero podían dirigir hacia la ruta del Boyero los más
grandes cristales, los más pesados astrolabios. Pero, no; no podían ser los rivales de quien, como yo, cada
noche tenía en el sexo sangre de una nueva estrella virgen,— Adriano el Centauro.
!§4
GRECIA
en los hombros. Y el enorme atlantousario sideral, que dormía desde hacia dos milenios
enroscado al planeta Saturno, se despierta con el gran coro de las voces sonoras, y mira
hacia los siete mares lejanos y ululantes, con sus ojos viscosos y terribles.
Y CLAMA EL CORO DE LOS SIETE MARES
Poetas, yo tengo órbitas también como esos ámbitos. Yo tengo órbitas'^ impresas
sobre los frescos lomos de mis olas por las singladuras renovadas de todos los navios. Yo
tengo tantas órbitas sobre mis aguas, como veces humedecí con mis formidables trombas
marinas las cabelleras de luz de todos los luceros.
Poetas, yo oculto selvas formidables en mis frescas entrañas; yo estoy poblado por
seres magníficos y bellos que desdeñarían,vivir entre los astros, y aún en las corrientes de
los tibios y tranquilos ríos de la Tierra.
Poetas, yo enciendo y apago los volcanes; yo soy el gran cenotafio de la Atlántida,
dé las edénicas- Hespérides, y de los grandes soles apagados...
Dijo el mar, y a cada palabra tonatite de su gran vos de monstruo naufragaba
una vela, como el ala partida de un alción.
Y DICE EL CORO DE LOS POETAS
¡Norah, emperatriz libérrima de los astros! ¡Hemos abandonado por tí el coro de
los siete mares suplicantes: hemos abandonado sus aguas, y los cielos volcados sobre
sus aguas, y sus pensiles profundos y temblorosos, y la gran muchedumbre de sus estrellas nadadoras!
¡Para llegar hasta tí, hemos tenido que rasgar con las hachas "de nuestras piedras
preciosas el inmenso velario azul de la Via Láctea; hemos tenido que llegar hasta tí por esta frágil escala de Jacob, que tiembla en el espacio al más apagado suspiro de'nuestras almas!
¡Y henos aquí, emperatriz libéirima de los astros; henos aquí con nuestras cabelleras
flameadas por el viento y llenas de las maravillosas estalactitas de las estrellas...!
Y 'Norah, suspira; 'Norah, tiembla...
Y ante aquel clamor soberbio y sonoro, se acercan las estrellas más lejanas, que
peregrinaban hacia una milagrosa y luminosa Composiela sideral, y forman un inmenso
corro albot ozado en torno a los cuatro poetas oferentes.
Y llegan como sí flamearan antorchas, cabelleras y banderas ^ astrales, o como si
levantasen en alto sus manos suplicantes, que estuviesen adornadas con todas las piedras
preciosas de la Tierra.
Vega, ha roto con sus alas poderosas la séptima"cuerda de la Lira y se' despierta
un jubiloso estremecimiento musical que pasa conmoviéndolas entrañas encendidas del orbe.
Y es el Delfín quien llega; y es Altair; y es la constelaeión del Águila; y es Antares, corazón del Escorpión; y es Arturo, el valiente guardián de la Osa; y es Régulo,
corazón delLeón; y es Per seo, el boreal, trayendo en sus manos libertadoras la estrella
Algol, la luminosa cabeza de la Medusa; y es Algorab; y es Procíón; y es el ardiente
Alchabar, que tiene los pies ensangrentados de tanto caminar sobre las guijas encendídas de la Vía Láctea;y son los Dioscuros; y es Andrómeda, la vaca marina encadenada
al pez sobre las auroras del polo; y son las tres inconsolables Plañideras, que llegan detrás del soberbio ataúd de la Osa Mayor; y es Rigel, y es Adara,y es Betelgueuse...
YNotah, suspira; Norah, tiembla...
Y DICE ORION
¡He de vencer al Toro, soy fuerte; y al León
lo mataré en la cueva de una constelación!,
GRECIA
5
Y DICE ALDEBARÁN
Estoy sobre Bagdad. Anoche, en Estambul,
compré en la Judería este turbante azul...
Y GRITA UN LUCERO, DESDÉ LA ATALAYA LINDERA CON EL ALBA
¡El Sol, hermana Ana, hermana Ana, el Sol...!
¡Cuidad que no marchite la Vara de Jacob...!
Y CANTAN LAS TRES MARÍAS
¡Ya viene la estrella Mira! ¡Maravillosa, Maravillosa!
¡Mira, suene la Lira, rece la Virgen, dance la Osa!
Y sigue cantando alborozadamente el gran coro de las estrellas, y la adolescente
Mira, la Peregrina Mira, la Maravillosa Mira, llega por la ruta del Sol, deshojando la
Rosa de los Vientos entre sus manos pálidas.
Y TORNAN A CLAMAR EN CORO LAS VOCES ACOMPASADAS DE LOS POETAS
¡Era el tiempo y la hora en que los dátiles y los luceros estaban plenamente maduros, cuando nuestras almas cantaban la rapsodia salvaje de tu suntuoso advenimiento!
¿De qué país lejano llegaste tú, derramando en nuestras almas tus perfumes?
Y DICE UNO, EL AMPLIO Y FRONDOSO
¡Venias del país de mis monjas azules y blancas; del país en que florece la isla de
mi perdido sanatorio!
¡Venias del país de mis monjas azules y blancas!
Y DICE OTRO, EL DE LAS ÚLCERAS PERFUMADAS
¡Y todos los senderos estaban plenos de tu ausencia y nuestras almas solares estaban
plenas también de la melancolía de tu ausencia...!
Y DICE OTRO, EL SOLITARIO
¡Y mi alma estaba ya coronada de sombras y temblaba de frío, entre los brazos de
la estrella del Pastor, como una oveja blanca y herbelina!
Y DICE OTRO
¡Venías del país de los arco iris, hacia donde un día hice huir en un poema el antílope dorado del Sol!
Y CANTAN EN CORO LOS POETAS
¡País de las estrellas marinas, país de los caracoles tornasolados; país del jade y del
ónix, país del ágata y del jaspe; país de la porcelana y del caolín, país de los mármoles y
de los pórfidos; país de las corazas de luz y de las espadas de música, país de los violines
húngaros y de los kinnores arcangélicos; país del sándalo, del cinamomo, del benjuí y de
la planta fragante del aljonjolí!
Y CANTA EL CORO DE LAS ESTRELLAS
¡País del sándalo, del cinamomo, del benjuí y de la planta fragante del aljonjolí...!
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GRECIA
Y CANTA EL CORO DE LOS POETAS
¡País de las.islas náufragas y de los opulentos continentes; país del cedro, y de! palisandro; país del bambú y del calarnansay; país de las crisálidas y de los erisóforos; país
de las garzas blancas y de los pjvus reales; país de los panales de miel y de la cera blanda;
país de la roca dura; país del acero fuerte; país de las Hespéridos sepultadas; país de los
jardines colgantes; país de los archipiélagos de coral; país de las nebulosas maravillosas; país
que se ciñe la frente con la roja crin de los volcanes, país que se cubre el torso con el coselete bruñido del mar; país del girasol y dei resol, y de la flor de forma de corazón que
da el ciclamor...!
Y CANTA EL CORO DE LAS ESTRELLAS
¡País del girasol y del resol, y de la flor de forma de coiazón que da el ciclamor..!
Y Norali, suspira,; Norah, tiembla.,.
Y el coro de los poetas emprende su retorno a la Tierra, dejando tina estela de versos
en el aire.
A lo lejos, pasa una fastuosa teoría de e?icendidas auroras boreales. Los arco iris
asiáticos tienden sus puentes temblorosos sóbrelos siete mares, y bajo los arcos de luz,
como reinas asirías que llegasen bajo el medio círculo roto de un zodíaco marino, pasan
las auroras polares, luciendo grandes mitras de oro consteladas de piedras preciosas,
regias, y solemnes sobre los negros elefantes de la Noche, bajo los soberbios parasoles de
luz de los luceros blancos...
Desde los mares lejanos llega el formidable estruendo de un vasto domo de cristal
que se rompiese, y surge de las frescas colinas de las olas la figura de fábula del gigante Nur-al-Din, el vendedor de ciudades maravillosas. Se incorpora trabajosamente, asido al gran revenque de luz de la constelación del Boyero, y los delfines, los cachalotes, los
peces espadas y las vacas marinas se debaten furiosamente al ser aprisionados entre las
enmarañadas redes de su profusa barba de dios antiguo.
Viste un largo sayal de tela briscada y adornada con todas las conchas y todas las
estrellas mar mas, y sobre su fosca cabellera de algazul, a modo de caperuza giga?itesca,.
trae el casco de una nave velera del rey Salomón, de aquellas que se perdieron entre las
frondas azules del mar buscando los nidos áureos del fabuloso y luminoso país de Ofir.
Relucen los ojos del gigante Nur-al-Din como si fuesen las vitralerias góticas de las
olas y paiecen mostrar el interior de un gran acuario marino en el que unos colosales
pulpos abriesen temblorosamente el multiplicado candelabro de sus brazos. Hay grandes
arrecifes de coral y frondosos arbustos de viadréporas; hay limosas estrellas marinas y
tornasoladas madreperlas; hay galeones náufragos y áureas áncoras rotas en el fondo
acuático de sus ojos...
El gigante Nur-al-Din saca de su zurrón de peregrino la, maravillosa ciudad de lístambul, tremeluciente sobre aquel vasto ámbito sideral como una pátera adornada de
cúpulas de oro que fuese llevada por las manos temblorosas de un rey ciego. Estambul,
reclinada sobre los siete cojines fastuosos de sus siete maravillosas colinas; el Bosforo, el
Cuerno de Oro, como una cornucopia deslumbrante, atesorando en sus aguas azules todos los frutos sazonados del cíelo; las torres, las grandes cúpulas y, como si fuesen los
eunucos que vigilasen aquel gran serrallo de indolentes mezquitas, se alzan al fondo
los altos minaretes insomnes, atezados por los fuertes vendavales de Asia, y envueltos cu
los blancos y azules alquiceles de la luz de todos los luceros.
Y DICE EL GIGANTE NUR-AL-DIN, EL VENDEDOR DE CIUDADES
MARAVILLOSAS
¡Es para tí esta hermosa ciudad, Norah Borges! Tengo mis fuertes manos encallecidas
por el esfuerzo hecho al arrancarla de la Tierra. ¡Cuando lo conseguí rompí con mis lodi-
GRECIA
lias la gran vitralería historiada del Mediterráneo, por aquel sitio en que danza el coro de
las islas griegas-, se despertaron estremecidos los monjes de San Basilio que rezan en los
monasterios del monte Athos, y temblaron sonoramente todas las claras campanas de la.
Cristiandad!
¡Es para tí esta hermosa ciudad, Norah Borges..,!
Y eleva entre sus manos, como una bandeja cincelada que portase la cercenada cabeza de un rubio Bautista sideral, aquella enorme hoguera de cúpulas de oro entré las que
se destacan soberbiamente los grandes domos bizantinos de Santa Sofia y de la mezquita de Solimán el Magnifico.
Y toda la abigarrada muchedumbre que se apiñaba en las calles del Gran Baza}
corre frenéticamente, naufragando en la. gran ola del terror, ante aquel formidable cataclismo. Y vuelan por el aire las sedas de Sheba que se apilaban en las juderías, los velos
claros y los suntuosos tapices de G'alacia, los recamados bordados del Assur, las pieles
blancas de Issidonia, los chales blancos de Cachemira... Se rompen los marfiles del Ganges, los alfanjes damasquinados d¿ Damasco, los cofrecillos de madera asid del Pandio,
los mármoles verdes de Númidia, las historiadas porcelanas de la China... Se agrupan
en el aire las voces aterradas de los almuédanos; se apagan las lámparas de las mezquitas; se derrama el bálsamo perfumado de Chirón, el bálsamo de las islas Mascareñas, el
bálsamo de Judea, el bálsamo de María, el bálsamo samaritano de Tornamira... Por las
ventanas abiertas de un serrallo se le vuelan al sultán unas babuchas de seda, y se veii
temblar de terror las op?ilentas nalgas desmidas de la favorita...
Y DICE EL GIGANTE NUR-AL-DIN. ENTREGÁNDOLE A NORAH LA MARÁ
VILLOSA CIUDAD DE ESTAMBUL
¡Es para tí esta hermosa ciudad, Norah Bordes!
Y al levantar sus manos el gigante Nurai-Din, fulge entre ellas la maravillosa ciudad de Estambul como si fuese la clara esmeralda de Safragam de una
enorme sortija...
Y el coro de los siete mares se embravece súbitamente como una manada de
búfalos uncidos. Levanta él coro de sus voces un gran estruendo de voces multimilenarias que ruedan por todo el ámbito oxidado de las trompetas del espacio...
Entonces, el coro de los siete mares trepa enloquecido de barbarie sobre los
vastos continentes, hasta escalar las más altas cumbres del Himalaya y allí, sobre
aquel inmenso lomo geológico, como un rey persa que estuviese sentado sobre el
castillo de su elefante de guerra, contempla, su imagen fabulosa,
multiplicada
sobre los espejos de sus aguas, en tanto que danzan las olas en torno suyo con la
embriaguez de mi ejército bárbaro cuyos guerreros victoriosos hieie:-en chocar
sus escudos de acero contra las rutilantes espadas de vn Sol poniente.,.
Y Norah, suspira; Norah, tiembla...
ADRIANO DEL VALLE.
DEDICO ESTE POEMA SIDERAL A NORAH BORGES ACEVEDO, QTTE
CABALGÓ JUNTO A MI CORAZÓN DURANTE TANTAS NOCHES
INOLVIDABLES, Y LO DEDICO TAMBIÉN A MIS AMTGOS
ISAAC DEL VANDO-VIÍJ.AR, MAGNIEICO COMO EL
SOLIMÁN OTOMANO, Y LUIS MOSQUERA, EL
FASTUOSO, QUE LEE RELATOS DE CRÍMENES SACRÍLEGOS EN EL ALTO
CAMPANARIO DE UNA ESTRELLA.— LAUS DEO.
8
GRECIA
Y NORAH, SUSPIRA; NORAH, TIEMBLA...
GRECIA
LA TRANSMIGRACIÓN
DE "GRECIA"
Auguralmente, comunicamos a
nuestros lectores y colaboradores,
la buena nueva de que GRECIA acaba de ultimar un compromiso con
una importante casa editorial de
Madrid, al objeto de que, en lo sucesivo, se imprima nuestra revista
en la Corte.
Como quiera que GRECIA es el
órgano más autorizado del movimiento ultraísta. en España, y esta
novísima tendencia literaria tiene
cada día mayor importancia, a fin
de alcanzar una más amplia irradiación de nuestro arte por todos los
ámbitos de la Península, hemos
adoptado la firme resolución de
editar nuestra revista en Madrid.
Así pues, mucho lamentamos
que, durante algún tiempo, estemos obligados a suspender, siquiera sea momentáneamente, nuestra
decenal comunicación con el públi-
co, a quien tanta bondad y solicitud
debemos.
Pero nuestra interrupción será
una cosa breve, durante la cual, inr
troduciremos grandes reformas, al
mismo tiempo que será una tregua
para recuperar las fuerzas necesarias conque hemos de terminar victoriosamente, la heroica cruzada
emprendida contra el pasado, nuestro tenebroso y secular, enemigo.
Seguros de que nuestros hermanos en Arte no desertarán jamás de
las legiones ultraicas, nos despedimos, fraternal y transitoriamente,
hasta la cercana fecha en que celebraremos nuestro triunfo espiritual ante las.aras blancas de las
noches del sábado.
Amigos: sea este nuestro último
grito desde Sevilla:
¡VIVA EL ULTRA!
ISAAC DEL VANDO-VILLAR.
10
GRECIA
ANTOLOGÍA HERMENÉUTICA
NOVÍSIMA LÍRICA FRANCESA
El último libro de Francis Picabia
se rotula « Pensées sans langage». (¿Có- la radiographie des rayons montrant
mo no recordar tangencialmente, y
aún en su resaltante contraste antípoda, el rótulo paralelo «Romances sans
paroles» del sollozante Verlaine?) Este
poema desarticulado, acromático y
ácueo, se orna de una portada mecanicista del mismo Picabia, en que dos
ruedas dentadas, unas curvilíneas y
dos secantes que forman ángulos
opuestos por el vértice de 30°, sostienen el loi 1a y componen el peristilo
enigmáticamente maquinístico de este
edificio sin arquitectura...—Entre los
árabes*" JS hermenéuticos que en mi
«Antología» de GRECIA dediqué a Picabia, jara eterizaba así su perfil pictórico: «Sus cuadros últimos alegorizan la plasmación mecánica del Orbe,
como pero en su obsesión maquinística, sus sensaciones dinámicas se resuelven en acuacionales lineamientos
de inverosímiles maquinarias, combinadas con engranajes enigmáticos,
fraternizando en fibrosidad consanguínea, por sus plurales visiones esquemáticas, con Viking, Eggeling y
los «paroliberis» italianos neo-futuristas Baila, Bussinari, Cangiullo, Jamar
y Venna». -Este abstracto mecanismo gráfico, impera también en el engranaje barroco—Picabia encuentra
sus órganos de expresión en las máquinas, dice Tzará en DADA 4-5 -- de
los poemas que integran sus Pensamientos sin lenguaje. (Antes de conocer este rótulo, ya el pintor simultaneista Robert Delaunay me había propuesto colorear mi «Libro sin tipografía.»,)- Bajo una firma incógnita Udnie—Be leen éstas palabras prefaciales de los pensamientos: «Ce libre est
le mieux la netteté voilée des substanees qu'exige l'aiguüle fermée».—Delatando también la incoherencia difuminada de este libro, dice Tr. Tzara
en una nota bibliográfica, inserta en
«Littérature»— Diciembre, 1919, - y
epigrafiada a la manera jeroglífica,
«Pic(Bf9pl)bia», éstas palabras «négres>: «Si le cirque est petit et acide
réveille-matin, capter les cavatines
excédées, et la tente est transparente,
ma tante accroupie sur le trapeze, le
salto vital s'appelle PENSEE». (¡Magno cúmulo de insólitas gesticulaciones
verbales, que asombrará de nuevo a
Jacques Riviére, y que suscitará otra
réplica acrobática del triangular TristánLJ—La intención insurgente de éstos Pensamientos sin lenguaje rima rebeliosamente con las anteriores descoyuntaciones de Picabia en Poesía
Ron-Ron. Astilleros platónicos. El atleta de las pompas fúnebres, y Poemas
y dibujos de la hija nacida sin madre.
—Las dedicatorias a Gabriela Buffet.
Ribemont Dessaigne, Marcel Duchamp
y Tr. Tzará, sus camaradas de «39'1*
cuyo número 10 acaba de aparecer,
en París ahora—revelan ya elenmarcamiento de Picabia en el sector más
extremo de la «rive gauche», y su disidencia explícita y rebasadora de
los cubistas integrales y futuristas
anti-pasatistas.—No obstante carecer
aisladamente de vibración éstos poemas dadaistas, como carecen de movilidad los elementos disgregados de
una maquinaria; tuercas, engranajes
y poleas, daré aqui, traducidos literalmente, única transcripción españo-
GRECIA
11
memoria postiza
en la librería del teatro animado
las insolencias de una reputación teola cabeza sobre mi hombro
ría
como respuesta a mi pensamiento
un barbilindo deja un olor de cabelios
y ante mí una figura imaginaria
(negros
evoca mis flotantes ensueños
linda vegetación de impaciencia pro- hipódromos aneurisma Kohol
metida hay muchos jóvenes coloniales
aire de violoncello
conversación de amor
crespón
de china sobre las faldas
que no es un servicio militar
su
ojo
descubre
el límite perfumo
ya veo la pequeña cruz
trina el azar
adornada con una cinta
en el corredor dramático
fumando un cigarrillo
bajo las demoliciones
la posible, algunos «specimens» caprichosos de éstas palabras volantes:
el buen gusto debiera ser lo contrario
(del fastidio
pretencioso y enojoso
como uno de los siete salmos penitenciarios
sobre una roca
donde nada una acacia pálida
y minúscula
un cubista me ha declarado
que yo estaba loco
Limittar y trads- de
GUILLERMO DE TORKE.
LÍRICA AUSTRÍACA DE HOY
VELUT CANES
...y cuando retornaban los soldados - de las trincheras miserables, —
donde gimen los nervios descubiertos
—y los aceros fálicos fulgen contra las
albas desnudas,—unos buscaban la
mujer, los hijos—los sitios familiares,
buscaban muchedumbres, ebrias luces y festines de alcohol--y las alcobas donde rojas arden—las lámparas
votivas de los besos—y los parajes
donde rondan rameras para saciar
el hambre de la hombría.
Muchos durante la redención transitoria—querían llevar trofeos de recuerdos a las trincheras miserables,—
(los detalles tan chicos y tan grandes:
—la luminosa curva de un brazo—las
flores que empapelan un cuartujo —y
desgarrones de acerado azul en torvos
horizontes—y palabras, fragancias e
inflexiones...)-pero otros, -solitarios,
—desnudos de esperanza y destrozados—con almas llenas de suicidio y
demencia—erraban como perros por
las calles—y hablaban en voz baja
con los astros—y hablaban en voz baja con los canes...
Simón JICHLINSKI.
Jorge-Luis Borges, trad.
12
GRECIA
SALONW
A mi amigo F. T. Marinetti
que con simpatía futurista,
da a conocer en Italia, la nueva tendencia ultraísta.
Cuelgan del techo cometas de luz
En los espejos
se equivocan las sonrisas
Sudan'las botellas de champán
Se han anudado un pañuelo al cuello
Sobre las mesas
tienen las frutas
lánguidos desperezos.
Las copas se mueren de hastío
Se han adornado las mujeres
con lágrimas de la Luna.
Palomas blancas
,
,
,
,
esconden el pico entre las plumas,
MAÑANA
La góndola de oro
riza el mar azul
Ya regresaron los murciélagos
y ya guardaron en los hangares sus
(aeronaves
Desde los castillos
Los místicos dragones
se
saludan
v
tu recuerdo ¡oh, Berta!
se ha ahorcado en un rayo de Sol.
JOAQUÍN DE LA ESCOSURA.
(1) Del libro en prensa «Ortos».
ELLA
En sus ojos cayó algo de noche.
Los cabellos indómitos
son un temblor de sombras.
Aguzan el pico los pájaros del pecho.
Languidece como un abanico.
Lluvia de pestañas. Velo de cejas suspendido.
Regatas de miradas
Su boca lanza luces
como el lomo de un gato.
Mis ojos son termómetros.
PUEBLO
Las casas como reclutas
y las campanas
lloviendo saludos.
El espacio es una bandera gris
Sobre el reloj tiemblan
alas de pájaro.
El Sol
extrae de cada piedra
el corazón
En el café los domingos me agujetean con sus ojos
como a un flalletero.
El pueblo detenido en su vuelo
de noche es una sonrisa.
EUGENIO MONTES.
GRECIA
18
Pedro Garfias en el Ateneo sevillano
En la noche del 2 del actual, ante una culta y numerosa concurrencia, Pedro Garfias, nuestro admirado colaborador, dio una lectura en el Ateneo sevillano de varios de
sus más bellos y originalísimos poemas ultraicos. «Adriano
del Valle—según unas bella3 palabras de José María Izquierdo—hizo la otopeya de Pedro Garfias en un «improntu», en un «scherzo», y en ese estilo recargado y magnífico
que le es peculiar.»
Ningún homenaje más cumplido, ningún elogio más justo ni más fervoroso podríamos hacer al gran poeta Pedro
Garfias, que suscribir las líricas palabras que le dedicara
nuestro fraterno compañero Adriano del Valle. Fieles a ese
criterio, nos permitimos reproducirlas a continuación.
/. del Vando- Villar.
Señores: Quiero hablaros esta noche
de un gran poeta. De un gran poeta que
modula un canto épicamente moderno, allá,
en Osuna, al pie de los campanarios
azules, en los cuales, como él bellamente
dijera en uno de sus magníficos poemas,
«unos campaneros gozosos juegan al football con pelotas metálicas».
Nada más lejano del bullicio de la ciudad, que el espíritu robinsoniano—de un
Robinsón soñador en el exilio de una solitaria estrella—de este poeta de la moderna Atlántida de las letras—según las bellas palabras demarcadoras de José María
Izquierdo—que, como un luminoso y jubiloso «jardinero de Hespérides», se complace en deshojar el girasol del Sol entre
sus manos.
Porque Pedro Garfias es un fuerte y
soberbio poeta solar. Quédese para otro
poeta andaluz—el maravilloso Juan Ramón Jiménez—ese canto lunático, esa dulce melancolía saturniana que le hace delirar de lirismo bajo la copa, plena de luz,
de todos los plenilunios. Quédese para
ese enamorado novio de la Luna, todas las
rosas lunarias, todos los lirios, todos los
mármoles, todas las escalas de seda, todos
los altos miradores de las estrellas, todos
los suntuosos paramentos de las noches líricas que cantaron los poetas del novecentismo.
Para Pedro Garfias quédese eviternamente encendida la lámpara salomónica
del Sol.
La lámpara fastuosa de un Sol latino
que hundiera sus pies ensangrentados en
un Mediterráneo de leyenda, al par que
sintiese enredadas en su fuerte cabellera
de luz las luciérnagas temblorosas de los
primeros luceros. El ha dicho:
«Las ramas se han colgado sus pendientes
y el Sol
el Sol
el Sol
ha tendido sus redes.
Mi corazón es un pez rojo entre las mallas
Abrid
Abrid mi jaula
Catarata polícroma
Alguien vierte su vida
sobre todas las llagas.
¿Ganará mi esperanza?
Y los copos del Sol
resbalan por mis ojos vacíos.»
¿Qué poeta ha cantado más modernamente el Sol que este poeta, un Sol de
campiña ubérrima, un Sol sin tópicos, un
Sol sin símbolos, y qué poeta ha cantado
más modernamente el mar, el cual, para
él, no es más que una inmensa estrella solitaria,
«la estrella de mil puntas»?
Pedro Garfias, sin mecanicismos de
ideas ni de palabras, sin condensaciones
excesivas, con una fuerte prodigalidad rítmica que a veces simula seguir, como un
caudaloso y lírico guadiana, un curso enyugado y soterrado, es digno de la maravillosa salutación con que Rubén Darío, el
precursor, hizo signar la frente apolínea
de Antonio Machado:
«Conduciría tempestades
o llevaría un panal de miel.»
Porque Garfias tiene en sus versos toda la antítesis moderna. La antítesis del
Padre Hugo vista a través de un fuerte
espíritu de nuestra época.
«El mar es una estrella: La estrella de
14
GRECIA
mil puntas». Pero es una estrella minúscula; pero es una estrella que alumbra el pecho de toda una luminosa constelación.
¿Es una estrella marina, encontrada en un
ma Pedro Garfias siente el júbilo fornido
que debió sentir el Creador cuando tuvo
que llenar el vasto escenario del orbe con
bancal de coral, a la que este jubiloso buzo de todos los siete mares líricos del or^
be, pudo contar, quizás en el jardín sepulto y opulento de una Atlántida, sus mil
puntas, maravillosas quizás, multiplicadas
quizás?
El mar que levanta al joven Sol que llega
los mil senos de las olas. He aquí la antítesis. El monstruo inmenso que tiene mil
senos llenos de las úlceras de las estrellas
del nocturno; mil senos llenos de la lepra
blanca déla espuma.
Y así, de una manera taumatúrgica, este gran poeta, como Gerardo Diego, como Ernesto López-Parra, como Juan Larrea, como tantos otros grandes poetas
que están moviendo el lírico Guiñol de las
constelaciones, este gran poeta que se lla-
astros y gusanos modelados con el cincel
de su capricho.
Porque Pedro Garfias es un poeta, un
maravilloso poeta creacionista.
Sus imágenes están desdobladas en una
pingüe y continuada multiplicidad de imágenes que nos evocan grandes Atlántidas
sepultas.
Pero mejor que mis palabras, que corren el riesgo de que os parezcan un artificioso arco voltaico junto a la estupenda
constelación lírica de sus versos, mejor
que mis palabras, nada más justo para prepararos el espíritu, ante el recitado de
versos que habréis de oir, que aquellas formidables palabras que dijeron: «En el principio, era...»
He dicho.
ADRIANO DEL VALLE.
CREPÚSCULO
MIRADAS
El sol va enmudeciendo
Por qué lloran los árboles sus frutos
El incendio del aire se ha propagado al
[bosque
de árboles mudos.
Llena mi roja copa de besos encendidos
lagunas del crepúsculo
llena mi copa roja.
Y tú llévale a ella mi esperanza
hora de alas cortadas.
Hacía miles de años que nos buscábamos
Y el mundo es limitado
Alejuya
Tus miradas desnudas
Cómo os habrán punzado miradas mías
los ojos esquivos
que traéis sangrando las alas
a nuestro nido
Miradas que tembláis como dos surtr[dores
cómo os habrán herido.
EL ENLUTADO
Las estrellas recogían sus velos azules
y sus trinos los pájaros
El enlutado
Saltarán las cuerdas de los vioünes
En la montaña
desbordantes los pechos y las copas
Bajo los arcos tensos de las miradas
temblaba su sombra
Una estela de inviernos
Pero las risas de los niños saltan
de árbol en árbol y de pecho en pecho.
PEDRO GARFIAS.
GRECIA
15
LA EPOPEYA DEL ULTRA
GESTA PRIMERA
Estamos en el Bar—bajo el estruendo agobiante de la pianola—, festejando el nuevo éxito de incomprensión
que esta noche ha obtenido en el Ateneo Pedro Garfias, el fervoroso, disparando su ametralladora de estrellas
sobre la planitud de los oyentes.
Cuando salimos a la ancha plaza de
las sesenta palmeras, en el gran sol
nocturno del Consistorio, la larga mano negra del horario señala una hora
seria y sugerente:
LAS TRES
Estamos ebrios de versos, aturdidos de pianolería, opilados de café
con leche, vacíos de sueño. Nuestras
ideas están acuarteladas.
Garfias habla en cubista. Y ensaya
unos insultos líricos a la respetable
señora Luna, que por lo traída y llevada, bien merece un píllón en las
Academias de todos los países.
Adriano, incorregible corruptor de
estrellas vírgenes, alza hasta tocar a
Syrio con la mano, su brazo expresivo, a cuyo extremo sé agita un puño
suelto, deshilacliado y rebelde, que
es como la insignia de su bolchevismo sobre su uniforme del regimiento
número 10 de infantería de línea. Sin
rasurar, bajo su traje oleaginoso, parece por su aspecto bohemio, un superviviente de las huestes de Weyler... como debieron serlos soldados
de Weyler.
Isaac «el porta-estandarte del ultra >, esgrime su bastón, que antaño
supo de las iras populares, dirigiéndolas, y señala conminativo, la brecha rectangular abierta en el centro
de la plaza para erigir, ¡oh, espíritu
atávico de la Ciudad!, un monumento
a San Fernando.
Olmedilla, que ha comparado las
palmeras a paraguas abiertos y rasgados, se horroriza pensando en el
nuevo baldón que el alma vieja, ¿antigua?, no, ñoña, de Sevilla, va a in
fligir al alma «muy antigua y muy
moderna», pero siempre elegante de
la Ciudad. Y sin comprender lo estéril
de su gesto, recoge unos cascotes de
las obras municipales y los arroja al
espacio que ha de ocupar la estatua
del rey bárbaro, merced a cuyo esfuerzo Sevilla atrasó unos siglos en el
camino de su civilización.
Es como vértigo iconoclasta que se
apoderase de los cuati'O noctivagos.
Incansables, lanzamos nuestras piedras (no menos duras que los ripios de
todas las octavas reales y todas las
quintillas taraceadas por cuantos poetas ensalzaron a Fernando III), contra la figura imaginaria, pero inminente ya del guerrero Nuestros ojos
parecen verla, avanzando un pie,
como un banderillero que cita al toro,
el chafarote enhiesto en la una mano,
amenazando las taifas... edilicias, y
en la otra, la esfera terrestre, verdinegra de herrumbre, como un buen
queso de bola podrido por la humedad
de muchos inviernos. Como todas las
malas iniciativas, ésta prosperará y
tendrá un desgraciado término. A la
inauguración asistirá cuanto en Sevilla tiene una significación tan oficial
como funesta El conde de ITrbina
estrechará la mano bellicida del escultor .Joaquín Bilbao, hablando cínicamente, polichinelescamente, en
nombre del Pueblo, y el concejal y
miembro da la R. A. S. de B. L. don
Santiago Montoto y Sedas, «el peor ripio de su padre», como le llamé en tiempos, leerá una espirada poesía tetrastrofomonoritmoalejandrina. exaltando el chafarote, el queso de bola y
16
GRECIA
hasta la capa del rey de espadas del incorrupto conquistador.
Pero ya nadie podrá evitar, puesto que
es un hecho consumado, el que unos poetas bolcheviques, sin ritmo y sin retórica,
hayan lapidado «concienzudamente»—¡la
tínica vez que pensamos ser concienzudos!
—la estatua nonnata de un militarote del
pasado sangriento erigida en el centro de
la Ciudad civilizada.
Cuando nos detenemos en nuestra empresa, bella por lo estéril y desinteresada,
sentimos la embriaguez iconoclasta, y en
torno nuestro, como un moscardón indesahuciable que viniese de rondar un fósil
prehistórico, runrunea un nombre: Montoto.
—Hay que comenzar la cruzada contra
todo lo viejo—inicia Isaac;—convendría
que empezáramos esta misma noche.
¿Cómo? Creo que no lo llegamos a discutir siquiera. Hubo un tácito pensar unánime que nos impulsó a ello. En el Bar de
la pianola, que aún seguía embruteciendo
con sus estridencias a los fámulos galaicos
de don Germán, adquirimos los proyectiles: patatas y panecillos duros. (Nada de
piedras. Es un honor que reservamos para
adversarios más altos y menos febles).
Y nos dirigimos a una calle sucia y tortuosa de la antigua judería sevillana, donde
«lue< gos años ha» habían erigido su horno de ripio y cascote los falanfterianos.
Frente a la Catedral, un electricista
ue había hecho descender el gran lampaario voltaico para reponer los cátodos,
nos proveyó de un negativo, tan negativo
como la labor de estos académicos, para
firmar con él nuestra gesta. Proseguimos.
Asombro. Estos hombres viejos, inmóviles en su culto a la tradición, al precedente y a la costumbre, ya no vivían en la
calle Levíes. Habían cambiado de domo.
En verdad que hay en el mundo sorprendentes impulsos traslaticios. Y sin embargo, esta mudanza era una realidad. Un
sereno nos indicó la morada de nuestros
sentenciados: Calle Borceguínería, 47.
Pasadas. Cautela. Precauciones. Burlamos la vigilancia un tanto nominativa de
los guardas nocturnos. Preparamos la retirada por la calle Mesón del Moro, por la
de los Abades, por la de Fabiola, por la
de Guzmán el Bueno—otro bárbaro—, y
después del momento inquietante y sugestivo-de los grafitos en las paredes y en la
3
puerta, nos aprestamos a la consumación
de nuestro proyecto.
Isaac está en su centro. Va, viene, atisba, ordena en voz baja: el porta-estandarte del Ultra, ha asumido el mando supremo
de los rojos ejércitos iconoclastas, Toda
su alma de luchador, del gran conductor
de audacias que hubiera sido, resplandece
en este momento en su mirada, en su ademán, en su palabra. ¡Ultra!
Es la consigna. A este grito, hay un
verdadero fracaso de cristales. Pedro
Garfias, circunspecto y tácito, alza el brazo y arroja sus proyectiles con la violencia
bíblica de un profeta que lanzara una imprecación divina sobre los incrédulos.
Adriano del Valle, bolea el puño como un
hondero balear, y hace dos impactos de
un solo coup de pomme de terre; Isaac
del Vando, como una catapulta, hace girar
el brazo pesadamente, y su patata-un kilo
gramo de tubérculo—atravesando la ventana, va a romper, como un obtís, la vidriera del patio; yo cumplo con mi deber,
aún me excedo, estoy seguro de haber
roto el busto de Rodríguez Marín—el enemigo de Cervantes— que alboreaba en las
sombras de la Biblioteca montotina, y que
al caer produce un sordo ruido de adoquín
sobre el entarimado.
Cumplida nuestra misión nos dispersamos. Adriano huye célere, como buen soldado. Isaac aprieta el paso, para organizar el cotidiano ágape auroral. Yo me
pierdo en las calles del barrio de Santa
Cruz. Garfias, se hunde en la sombra para
copular con una luna apagada.
***
Cenamos—al alba—para celebrar la primera gesta de la Epopeya ultráica, reponer nuestras fuerzas y proyectar la segunda razzia. Entre la alegría roja de los
vinos, alguien lanza la frase feliz de la
noche, que quiero recoger aquí, no obstante su interés local:
—¡Si Muñoz San Román no viviera en
un pisito interior!
Marzo. 1920. JUAN G. OLMEDILLA.
Postscriptum.—MuBoz San Román es un buen
poeta sevillano redactor de El Liberal de Sevilla y
académico de la de Buenas Letras de Sevilla, a quien
toda Sevilla admira y a quien yo, particularmente
quiero; pero como este artículo no es literario, sino
histórico, no he podido sustituir su nombre por otro
sin faltar a la verdad, de la que casi siempre soy más
amigo que de Platón y Mnfloz San Román juntos.
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