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Reseñas
de lecturas sobre
geopolítica y
economía global
ESADEgeo, bajo supervisión del Profesor Javier Solana
y del Profesor Javier Santiso.
Mass Flourishing: How Grassroots
Innovation Created Jobs, Challenge
and Change
Phelps, Edmund, (2013), Princeton University Press,
Princeton, New Jersey.
“El modernismo que impulsó la emergencia de las economías
modernas no fue nada menos que una revolución cultural.”
“La idea de corporativismo inspiró sistemas de varios grados de
totalitarismo que reconvirtieron a los participantes en rebaño.”
“La comprensión de las economías modernas debe comenzar con
la noción moderna de ideas originales que nacen de la creatividad
y singularidad del conocimiento privado, información e
imaginación de cada persona.”
Sinopsis
En Mass Flourishing, el premio Nobel de Economía Edmund Phelps intenta encontrar
las claves del retroceso en el siglo XX de la economía moderna capitalista, surgida en
Europa y EEUU un siglo antes. Este libro intenta explicar cómo se consiguió esa
prosperidad –entendida como aumento de los salarios, crecimiento personal,
autorrealización, y desarrollo de nuevas ideas– y por qué se ha perdido.
Phelps recuerda que la clave de aquel florecimiento fue el giro, sobre todo cultural, de
la sociedad de mediados del siglo XIX. La ruptura con el tradicionalismo a favor de
valores modernos como la innovación, la creatividad, el individualismo y la información
resultaron claves para abonar la nueva prosperidad y, con ella, el sistema económico
moderno. El autor trata aquel periodo como un tiempo de gran humanismo, donde las
personas se vieron por primera vez libres de restricciones para luchar
independientemente por sus objetivos y sus ideas. El nuevo y robusto dinamismo avivó
la innovación, y con ella una eficiencia económica nunca antes experimentada con la
que, además, las personas podían alcanzar la idea clásica de “la buena vida”, que
requiere riqueza, pero también crecimiento intelectual y moral.
Sin embargo, a partir de los años 60 del siglo pasado se empieza a desconfiar de este
modelo y hay dos grandes corrientes que consiguen lapidarlo: el socialismo, con su
llamamiento al exterminio de la propiedad privada, y el corporativismo. En este último,
adoptado por la mayoría de gobiernos a ambos lados del Atlántico, centra Phelps la
mayor parte de su discurso crítico. El autor realiza un llamamiento para erradicarlo y
solucionar el atraso y freno a la innovación y a la productividad que supone su
doctrina.
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El autor
Edmund Phelps obtuvo el premio Nobel de Economía en 2006 y actualmente ocupa el
cargo de director del Centro de Capitalismo y Sociedad de la Universidad de Columbia.
Es autor de varios libros, entre ellos Designing Inclusion, Rewarding Work y Seven
Schools of Macroeconomic Thoughts.
Idea básica y opinión
Edmund Phelps elabora aquí un completo y extenso repaso histórico al nacimiento,
desarrollo y posterior caída del modelo económico capitalista moderno. Repasa los
acontecimientos que ayudaron a crear un sistema que para él ha sido el que más
productividad y desarrollo ha traído al mundo y con el que las personas consiguieron
por primera vez autorrealizarse. Sin embargo, el cuadro histórico y las innumerables
ventajas que para él tuvo aquel sistema son una herramienta para el verdadero
objetivo de este libro, criticar frontalmente al corporativismo como responsable del
deterioro del modelo, pero también de la delicada situación de la economía mundial.
Aunque Phelps también señala el socialismo como una de las reacciones al capitalismo
moderno responsables del declive de la economía y la cultura moderna, es el
corporativismo, nacido en 1925 en el gobierno de Benito Mussolini, el que ha
originado, según él, consecuencias más nefastas para el mundo en su conjunto.
Resulta interesante el enfoque humanista que el autor, una eminencia en Economía,
aplica en Mass Flourishing. El autor vuelca la responsabilidad de aquel florecimiento en
las personas, en su capacidad de generar nuevas ideas y de no temer ponerlas en
marcha. Además, otorga especial atención al cambio en la literatura, la música y el
arte, reflejo indispensable de la sociedad. Su defensa de la cultura como fuente
imprescindible para la instauración de un sistema económico eficaz resulta muy
interesante y certero.
El autor divide este libro en tres partes. La primera de ellas analiza cómo surgió la
economía capitalista moderna y cuáles fueron sus consecuencias para la humanidad.
En la segunda Phelps señala los enemigos de aquel sistema: el socialismo, y sobre todo
el corporativismo. La última parte trata el declive desde los años 60 y aporta claves
para su refundación, para la que el mundo aún está a tiempo.
Dinamismo e innovación: claves del nacimiento de la economía
moderna en el siglo XIX
Ni los avances científicos ni los viajes para descubrir lejanos territorios constituyeron,
según Edmund Phelps, el germen de la economía moderna. Fue la explosión de los
estudios de la economía, basados en una innovación nacida de la creatividad y la
intuición, la que la hizo posible, y el resultado otorgó a las personas un florecimiento
único.
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Phelps señala dos conceptos en los que, en su opinión, se basa la economía
moderna: el dinamismo y su resultado, la innovación y las ideas de las que se nutre.
Esto es lo que distingue el capitalismo moderno del capitalismo mercantilista. En el
primero, las personas están más cerca de la economía: son ellas, con sus ideas, las que
la construyen y alimentan. La economía moderna generó unas ganancias en la
productividad y los niveles de vida, pero también en la naturaleza del trabajo y en el
propio sentido de la vida.
En cuanto a sus efectos materiales, el más evidente fue el aumento general del salario.
Sin embargo, Phelps admite algunas de las críticas de Marx sobre las desigualdades
que generó el sistema. Al premiar los logros individuales, algunos se quedaban atrás,
pero recuerda que el cómputo global resultó positivo en todos los aspectos. Además,
ayudó a reducir la mortalidad y las enfermedades, lo que produjo una población más
numerosa y joven, dispuesta a desarrollar nuevas ideas. Mediante la innovación
masiva, la economía moderna transformó las condiciones de vida por completo.
En cuanto a los beneficios intangibles –los que cambiaron radicalmente el modo de
vida de las personas–, Phelps trata la sensación de libertad, en cuanto a
autoafirmación y autoexpresión, y la satisfacción de obtener logros o solventar
problemas nuevos en el ámbito laboral. El trabajo se convierte en algo que puede dar
satisfacción intelectual o incluso alegría a un espectro más amplio de la población. El
autor pone el arte y la literatura como ejemplo de este cambio de mentalidad.
Frankenstein de Mary Shelley simboliza para él la nueva capacidad de crear y también
los peligros de destrucción que este nuevo poder conlleva. El autor apunta también a
obras como Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë (de 1847), con la tensión entre la
vida rural y la ciudad, y por supuesto las obras de Charles Dickens o la novela de
Charlotte Brontë, Jane Eyre, sobre el nuevo papel de la mujer. Fue una corriente que
se expandió al arte, a la música y a la filosofía y que creó una nueva cultura, esencial
para el cambio de espíritu, sin el cual la economía moderna no podría haber
despegado.
Pero este modelo necesitó también de nuevas instituciones, económicas y políticas
como la democracia representativa, que aseguró los derechos a la propiedad pero
también estimuló la confianza en uno mismo y el compromiso social. El autor resalta la
importancia de diferenciar la innovación desde el interior de un país de la imitación
de las innovaciones de otros, que es, a su parecer, la causa del florecimiento de Hong
Kong, Corea o China. También representa el mal de Europa, demasiado dependiente
del florecimiento o declive de EEUU.
Socialismo y corporativismo: enemigos de la economía moderna
En la segunda parte de su libro, Edmund Phelps analiza cómo el siglo XX, con sus
conflictos bélicos y las consiguientes crisis económicas, se enfrentó a la idea de
capitalismo moderno y los efectos que produjo el descontento con ese modelo. Dos
nuevas corrientes opuestas al modelo moderno y surgidas ya en el siglo XX atraen
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rápidamente adeptos en EEUU y Europa y consiguen reducir el florecimiento vivido en
el siglo anterior.
En primer lugar: el socialismo, ideología que denunció las desigualdades y los
sufrimientos que generaba el capitalismo moderno en el proletariado. La precariedad
laboral, los bajos salarios y el desempleo en algunas comunidades fueron ya
condenados con fuerza por el Manifiesto Comunista de Marx y Engels en 1848. Sin
embargo, el autor insiste en señalar la debilidad y falta de concreción del modelo
económico que promulgaban los primeros socialistas. Phelps recuerda las palabras de
Ludwig von Mises para desarrollar la idea de que, en el sistema socialista, al eliminar la
propiedad privada y el individualismo, los obreros carecen de incentivos para innovar
en su trabajo y para superarse al no obtener de ello ninguna remuneración o
satisfacción. En cambio, la propiedad privada por el fruto del trabajo individual lleva a
la experimentación sin la cual los salarios y los precios estarían estancados. Sin
embargo, el socialismo consiguió calar en diferentes versiones dentro de los países
europeos, con la URSS como ejemplo más extremo. Su resultado, según el autor, fue
nefasto para la economía pero también para las personas y su desarrollo.
No obstante, el foco real de las críticas de Edmund Phelps en este libro es el
corporativismo, un mal responsable de la terrible situación económica que vive hoy
en día Europa y también EEUU. A finales del siglo XIX y principios del XX surgieron
críticos sociales que atacaban otros aspectos del sistema moderno diferentes a los que
señalaban los socialistas. Los corporativistas alegaban que este modelo moderno
carecía de líderes, al estar formado por muchos individuos actuando de forma
independiente. Eran por lo tanto necesarios una dirección común y concreta y un líder
claro. Esta doctrina llamaba también a la recuperación de los valores más
tradicionales y ayudó a que surgiera, por ejemplo, el corporativismo católico de la
Iglesia de Roma, un paso atrás evidente frente a la cultura moderna adquirida. Había
intelectuales europeos que ansiaban retornar a la unidad y el orden y su proyecto se
materializó del todo en 1925, cuando el primer corporativista, Benito Mussolini, lo
instauró en Italia. Con el Estado como guía supremo de toda actividad (incluida la
investigación científica o la cultura), el corporativismo convencía de que la unión de
todos llevaría a un mayor progreso de la sociedad. Las empresas privadas deberían
agruparse por sectores y ser controladas, en menor o mayor medida, por el estado
para así aumentar su productividad. La Alemania nazi o el franquismo español son dos
ejemplos de cómo el corporativismo llevó a situaciones límites a totalitarismo, dañinas
para la humanidad.
Aunque después de la Segunda Guerra Mundial, con el auge de democracia, el
corporativismo perdió fuerza, Phelps advierte de que son muchos los países que hoy lo
abrazan en alguna medida. En las últimas décadas ha surgido un nuevo
corporativismo en el que el estado es menos un guía y más un piloto pagado por los
pasajeros (grandes empresas, magnates) para que les lleve donde quieren. Pero se
trata de un sistema que elimina la oportunidad individual y donde las personas deben
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pedir permiso para entrar en la industria, dos situaciones opuestas a la economía
moderna y al desarrollo.
Edmund Phelps analiza a continuación si el neosocialismo y el neocorporativismo han
tenido, desde los 60 hasta hoy, el éxito que sus defensores declaran. Para él las
evidencias son claras: cuando un país se opone a la propiedad privada de las
empresas, sufre de un pobre desarrollo económico. Asimismo, en cuanto al
corporativismo, el autor recuerda que el equilibrio salarial era uno de sus objetivos,
mientras se ha producido todo lo contrario. Phelps afirma que la adopción del
corporativismo ha provocado el estancamiento de la innovación de las cuatro
grandes potencias europeas –Alemania, Italia, España y Francia–lo que provocó que
basaran su crecimiento, hasta la crisis de 2008, en avances externos, los generados por
EEUU. No se ha vislumbrado la innovación propia que se vivió a finales del siglo XIX y
principios del XX, y cuando EEUU ha visto reducida su capacidad de innovar y con ella
su productividad, su economía sufrió y con ella, la de Europa.
Declive y refundación
En la última parte de su libro, Phelps repasa los factores que llevaron al declive de la
economía moderna, incluida la falta de dinamismo, y argumenta por qué se debería
refundar este modelo para volver a levantar la maltrecha economía y la decadente
sociedad. Los colapsos sufridos en 1975 y en 2008/2009 se debieron, principalmente,
a acciones deliberadas de los gobiernos que, en el caso de EEUU, llevaron la economía
nacional al límite con un excesivo préstamo del extranjero y la implantación de
medidas cortoplacistas para seguir bombeando la inversión, el PIB y el empleo. Fue
una estrategia que se ha demostrado insostenible y que ha defraudado todas las
expectativas. Además, insistieron en no reconocer la caída, y no llevaron a cabo
cálculos serios sobre el consumo doméstico, lo que hubiera reducido la gravedad. El
resultado es, según el autor, una sociedad enferma y un electorado que se ha
acostumbrado a que los políticos no le digan la verdad.
La economía moderna llevó a un florecimiento único del espíritu humano y supuso el
triunfo de la moralidad moderna y del vitalismo, mezclado con una dosis de
materialismo. Sin embargo, con el paso del tiempo sufrió los ataques de la clase
política, la decadencia de la cultura y la deslealtad de sus gestores. Según Phelps, el
problema es que no se ha entendido la base ética y la fundación moral del
capitalismo moderno. Después de un espectacular avance de 100 años, algunos hoy se
sienten más cómodos con las viejas y más seguras pautas del corporativismo, lo que ha
desacelerado considerablemente algo tan básico para el florecimiento como la
competición de ideas. Si queremos reformar el sistema y volver a remontar, el autor
aboga por explicar qué tipo de carreras y economías son las más provechosas y qué
sistema promoverá de una buena vida y justicia.
El concepto de “la buena vida” es repetido en varias ocasiones por Phelps para resumir
el fin último de una buena economía. Según la concepción aristotélica, se trata de la
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capacidad de entender y aprender y la riqueza que esto conlleva para alcanzar el
mayor grado de satisfacción. Una economía que permita la búsqueda de las personas
del bien más elevado sería una “buena economía”. Una economía es buena
únicamente si permite y fomenta una buena vida. Debe servir a las personas para
imaginar y crear lo nuevo, actuar en el mundo, como decía Hegel, y buscar la
innovación. Según algunos críticos, este tipo de “buena” economía conducirá a
desigualdades y carencias para los que elijan otro modelo. Dicen, pues, que esta
economía es injusta. Ante esta crítica el autor recuerda que los estándares para una
economía justa y buena son los mismos que para una política justa y buena y aboga
por que Europa cambie su atrofiante corporativismo y se libere de la tiranía de los
valores tradicionales para poder recuperar la estabilidad y volver a florecer.
Para concluir Edmund Phelps realiza una serie de recomendaciones concretas para
recuperar el dinamismo y restaurar el modelo moderno a ambos lados del Atlántico.
La clave reside en establecer políticas que fomenten la innovación, para lo que son
necesarios cambios profundos estructurales y también culturales. Se deben recuperar
instituciones modernas, así como cambiar leyes como la ley de propiedad y la de
empresa para acabar con frenos como el cortoplacismo que hoy domina a las grandes
compañías. Bajo la premisa de que el derecho a la propiedad privada mejora la
economía igual que el derecho a trabajar por el propio beneficio, el autor critica el
aumento de los valores tradicionales como la solidaridad y la comunidad, que frenan
la competitividad y con ella la motivación para innovar.
Desde los gobiernos se requieren intervenciones nuevas y eliminar las antiguas. Para
conseguirlo el personal en el gobierno tiene que tener conocimientos prácticos sobre
innovación, y los reguladores deben ser personas que hayan pasado un tiempo
trabajando en empresas y tengan un tipo de educación económica enfocada a su
labor. Pone como ejemplos de esa formación de líderes las Grandes Écoles franceses
como Sciences Po o los programas de posgrado que China obliga a realizar a sus líderes
en universidades de todo el mundo. Se trata de políticos que se empapen de la
literatura económica y la estudien para eliminar eficazmente las políticas e
instituciones corporativistas, fuentes de ineficiencia y enemigas de la autorrealización
y la aspiración.
Una vez el sector público haya recuperado el dinamismo se debe cambiar el sector
privado, empezando por parar la práctica de pagar cifras estratosféricas a los CEO
durante un periodo que siempre se prevé breve. Esto les lleva a enfocarse en
estrategias a corto plazo que no sirven a la construcción de una economía dinámica y
efectiva. Además, el sistema bancario, tan criticado desde la crisis de 2008, debe ser
fruto de una profunda revisión con regulaciones que eviten las prácticas de riesgo.
Phelps no se olvida de los sindicatos, a los que critica duramente y culpa de la lentitud
en los avances de Occidente frente a las nuevas potencias como China. Les acusa de
reducir la innovación con sus restricciones y aboga por una revisión total de sus
cimientos. Antes de concluir, el autor vuelve a insistir sobre la necesidad de no perder
nunca de vista la cultura, caldo de cultivo de la economía moderna y sin la cual nunca
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podrá cuajar. Hay que dejar de lado los valores tradicionales y adoptar la creatividad,
la curiosidad, el vitalismo y el individualismo como estandartes para alcanzar el
florecimiento y la buena vida.
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