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Transcript
Armonía en las células
Por Okon A. Osung, F.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
En nuestros estudios Rosacruces aprendemos que la enfermedad es el resultado de un estado de
desarmonía. Aprendemos también que cada célula de nuestro cuerpo posee consciencia. Por
consiguiente, cuando ocurre una enfermedad es posible que haya una desorganización en el nivel
celular. ¿Cómo puede expresarse esta desarmonía celular en el cuerpo físico?
Las proteínas de defensa conocidas como anticuerpos son producidas por el organismo para
defenderse de agentes extraños tales como los virus, los cuales son capaces de causar daño y
desintegración en las células y en sus numerosos componentes, incluyendo en su estructura.
Los científicos han intentado presuponer teorías para explicar porqué se producen esos
anticuerpos cuando se presentan ciertas infecciones de virus. Una combinación de teorías se
centra alrededor de que los anticuerpos se producen como reacción a las infecciones de los virus
o a sus efectos sobre la estructura de la célula. En una de esas teorías se ha sugerido que cuando
un virus entra en una célula, puede unirse con un componente particular de ésta con el cual forma
una especie de asociación.
Las unidades de asociación formadas por los componentes de la célula y el virus son conocidas
como unidades inmunógenas; son designadas así porque cada unidad es capaz de producir una
reacción de las células naturales de defensa del cuerpo, conocida médicamente como reacción
inmunológica.
La unión entre un virus y el componente de una célula permitiría a éste combinarse con aquel, ya
sea en forma completamente asimilada o en un modelo contiguo, aunque separadamente
identificable. Si esto fuera así sería fácil demostrarlo mediante la coloración especial de la
partícula viral, diferente al componente de la célula. Por nuestro estudio de la estructura celular,
llamada "citoesqueleto", se ha demostrado que lo que se colorea no son las partículas virales, sino
la estructura citoesquelética transformada y convertida en inmunógena, muy fácil de colorear
debido al proceso de ingreso del virus en la célula.
Otras teorías están basadas en posibilidades tales como la regulación defectuosa de los
mecanismos de defensa del cuerpo, los cuales no siempre se manifiestan en la mayoría de
pacientes con estos anticuerpos.
Información genética alterada
La sugerencia más probable es que la entrada de un virus en una célula podría producir un
registro alterado de la información genética en un componente celular aparentemente normal, por
ejemplo, en el citoesqueleto. En tal situación, el virus no necesariamente se establece en
determinado componente celular para alterar el sistema de codificación genética. Quizás, la
presencia de un virus en la célula es de por sí suficiente para que en cualquier individuo
"susceptible" se empiece el proceso de la reacción de inmunización. Sin embargo, el mecanismo
exacto de esta alteración en el registro genético es aún pura especulación porque no parece
envolver una estructura en particular, ni aún en su nivel microscópico.
Si apoyamos el concepto genético, entonces es posible que inmediatamente después del primer
ataque de un virus, lo cual podría o no producir síntomas de enfermedad, subsiguientes ataques
de las mismas características podrían evocar la memoria de las células del cuerpo para empezar a
producir anticuerpos para la defensa del mismo. A medida que cada especie de virus entra en el
cuerpo, la codificación genética se altera continuamente en los componentes de la célula, los
cuales se vuelven susceptibles y cada alteración produce un tipo diferente de reacción anticuerpo,
en el que están envueltas ciertas células conocidas como células o linfocitos T y B.
Existen dos variedades de células T: los linfocitos estimulantes-T y los linfocitos supresores-T,
los cuales, como su nombre lo indica, aumentan o bloquean la producción de anticuerpos.
Cuando un linfocito estimulante-T se estimula como resultado de la alteración genética, éste
coopera con las células B y como resultado aumenta la producción de anticuerpos como reacción
contra la infección vital. Si el linfocito supresor-T es estimulado como resultado de cambios
genéticos, la producción de anticuerpos queda suprimida.
En la fase activa de una infección de virus se estimulan ambos tipos de células T. El cuadro
dominante depende de la sensibilización de los linfocitos T. Si las células estimulantes-T están
más sensibilizadas, el efecto será intenso; si las células supresoras-T están más sensibilizadas, se
suprimirá la producción de anticuerpos. Usualmente, en una persona saludable la célula
supresora-T está más sensibilizada en la mayoría de las infecciones de virus.
Si por alguna razón la constitución genética de un individuo, después de haber sido inicialmente
alterada, permite una revisión de una estimulación previa de la célula T, entonces la memoria de
las células empieza a funcionar, y es la memoria del ataque previo la que decidirá la mejor
manera de proteger al cuerpo. En tal situación, la célula estimulante-T será estimulada para
recordar la supresión inicial de los anticuerpos resultantes de la siguiente sensibilización de la
célula supresora-T. Cuando esto sucede, el linfocito estimulante-T actúa en cooperación con los
linfocitos B. Entonces se produce el anticuerpo y, dependiendo del grado de cooperación de las
células T y B, resulta suave o altamente excitado. Dicha cooperación, sin embargo, refleja el
estado en el cual el cuerpo requiere protección de los cambios en la codificación genética
causados por un virus.
En búsqueda de un indicio
El concepto de la alteración en la codificación genética parece explicar hechos que ocurrieron no
sólo en condiciones de enfermedad, con sus diversos cuadros clínicos y de laboratorio, sino
también en individuos de salud normal. Es así que a través de conceptos como estos deben
hacerse esfuerzos para poner en claro cuáles son las alteraciones en las infecciones virales del
hombre. Aislar el citoesqueleto de las células enfermas de un individuo puede dar un indicio de lo
que se ha alterado en la constitución genética.
Sin embargo, tal estudio sólo puede basarse en el conocimiento de cuál era la constitución
genética anterior del individuo cuando éste se encontraba sano, antes de la enfermedad.
Generalmente esto no se conoce ya que rara vez se llevan a cabo estas investigaciones, con
excepción de los pocos casos de enfermedades hereditarias, de donadores de órganos, o cuando
está en disputa la verdadera paternidad.
Hasta ahora han resultado infructuosos los intentos que se han hecho para comparar los
resultados de estudios genéticos en una célula de un órgano enfermo con el de otro órgano
aparentemente normal del mismo individuo, puesto que todos los cambios en la codificación
genética están expuestos a ser generalizados, y una vez que se establecen tales cambios
permanecen así hasta que son modificados por otras circunstancias. Parece ser que los
investigadores podrían encontrar indicios en el caso de gemelos idénticos, a pesar de que en esto,
también, es esencial excluir las alteraciones de la codificación genética después de una infección
viral asintomática.
La única manera posible de poder establecer una situación comparativa en los estudios genéticos,
es si se pudiera esperar la ocurrencia frecuente de ciertas circunstancias para retornar a la
codificación genética del estado original anterior a la deformación que se sufrió a causa de una
enfermedad. Para los médicos clínicos esto es posible sólo teóricamente, porque ni ellos ni los
pacientes pueden determinar tal tiempo o estado.
Por otra parte, para los Rosacruces tal rehabilitación es la base de la curación. Esto implica el
retorno a la armonía y a la integridad, a un restablecimiento de la esencia vibratoria más elevada
que originalmente impregnaba estos citoesqueletos y otros componentes celulares antes de que se
estableciera la desarmonía y más tarde se acentuara por el virus. Esto implica deshacerse de la
rebelión consigo mismo a fin de que los agentes externos no tengan base para establecerse dentro
de nosotros. Ello significa el refinamiento continuo del sistema, manteniéndolo libre de la
corrosión y del desgaste natural por el uso diario. Esto significa encender nuestra Luz interna
manteniendo su máxima luminosidad en todo tiempo, porque en eso yace nuestra salud, nuestra
fuerza, nuestra felicidad y todo lo demás.