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Aportes táctico-operativos a los Procesos de intervención
del Trabajo Social
ANDREA A. OLIVA
MANUEL W. MALLARDI
- COMPILADORES -
1
ÍNDICE
Índice ............................................................................................................................... 2
Capítulo Introductorio: Procesos de Intervención y tácticas operativas en Trabajo
Social ............................................................................................................................... 4
Conocimiento Situacional y Práctica del Trabajo Social..............................................12
Introducción:................................................................................................................12
Algunas precisiones conceptuales.................................................................................13
Momento Explicativo:..................................................................................................19
Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales ....21
Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales .........................26
Bibliografía..................................................................................................................30
La observación en la práctica profesional del Trabajador Social................................33
Introducción.................................................................................................................33
La observación de las manifestaciones de la “cuestión social” ......................................34
Observación y conocimiento ........................................................................................39
La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica ......................40
Modalidades de la observación.....................................................................................41
Bibliografía consultada ................................................................................................43
La Entrevista en Trabajo Social....................................................................................45
Palabras Preliminares ...................................................................................................45
La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo Social................46
Aproximaciones a una definición polilógica de la Entrevista ........................................48
La reconstrucción de las Manifestaciones de la Cuestión Social en la Entrevista ..........50
La comprensión activa como momento dialógico con el entrevistado .......................54
El otro como realidad a reconstruir a partir del discurso............................................56
La Intervención Socio-educativa en el Trabajo Social ..................................................63
La intervención Socioeducativa en el proceso de la entrevista ..................................67
Consideraciones Finales ...............................................................................................70
Bibliografía..................................................................................................................72
Características de las Visitas Domiciliarias ..................................................................77
Introducción.................................................................................................................77
Visitas y funciones de asistencia gestión y educación ..................................................78
Los sujetos de la visita .................................................................................................80
Visitas a usuarios o beneficiarios..............................................................................81
Visitas a potenciales usuarios o beneficiarios............................................................82
Visitas a supervisados ..............................................................................................83
Visitas a sujetos del entorno vincular........................................................................84
Visitas territoriales a pobladores...............................................................................85
Bibliografía..................................................................................................................86
Los registros escritos en Trabajo Social........................................................................88
Introducción.................................................................................................................88
Aproximación a los fundamentos ontológicos de los registros escritos .........................89
El registro escrito como instrumento de aproximación y objetivación de la realidad: Su
sentido en el aprendizaje ..............................................................................................92
El registro escrito como recurso en la intervención profesional...................................101
Bibliografía................................................................................................................108
Los “Informes Sociales” en los Procesos de Intervención del Trabajo Social ...........110
2
Introducción...............................................................................................................110
Instrumentalidad del Trabajo Social e Instrumental Operativo ....................................111
Determinantes identificados en la elaboración de los informes sociales ......................115
Los informes sociales como producto de mediaciones ..........................................116
Referencia al análisis de los Recursos como determinantes en los IS ......................120
Finalidades de los informes sociales ...........................................................................121
Informes de Derivación ..........................................................................................123
Informes de Actuación y/o Evaluación ..................................................................124
Informes de Gestión de recursos.............................................................................125
Párrafos Finales..........................................................................................................128
Bibliografía................................................................................................................130
La Asistencia en los Procesos de Intervención del Trabajo Social.............................133
Introducción...............................................................................................................133
Información básica para la asistencia..........................................................................134
Relación entre demandas y prestaciones institucionales..............................................137
Formas de otorgar prestaciones ..................................................................................140
Atención a usuarios....................................................................................................143
Bibliografía................................................................................................................146
3
CAPÍTULO INTRODUCTORIO: PROCESOS DE INTERVENCIÓN Y TÁCTICAS OPERATIVAS EN
TRABAJO SOCIAL
Andrea A. Oliva, Ma. Cecilia Pérez
y Manuel W. Mallardi
En la trayectoria histórica de la profesión se han requerido — desde las
organizaciones empleadoras de profesionales del Trabajo Social—
modalidades
superficiales de intervención con criterios estandarizados, suponiendo un mero
conocimiento de demandas explicitadas, normativas y procedimientos en torno a las
prestaciones. Detrás de estos requerimientos se oculta que la profesión interviene en los
conflictos generados por los antagonismos de las clases fundamentales, tal como fuera
explicado por Marilda V. Iamamoto, hace casi tres décadas, con un aporte considerado
pionero. La autora afirma que el Trabajo Social es
… uno de los elementos que participa en la reproducción de las relaciones
de clases y de la contradictoria relación entre ellas. En este sentido, se
realiza un esfuerzo de comprender la profesión históricamente situada,
configurada como un tipo de especialización del trabajo colectivo dentro
de la división social del trabajo peculiar de la sociedad industrial
(Iamamoto, 1984:77).
Tanto en los procesos de formación como en los de intervención profesional,
analizar el significado social de la profesión, a partir de su ubicación en las tensiones
sociales, constituye un momento de la reconstrucción de los procesos sociales generales.
El desafío que se presenta entonces es el de poder identificar las mediaciones que hacen
particular el trabajo desempeñado por el profesional de Trabajo Social en la división social
del trabajo.
En tal sentido, enmarcamos las producciones sobre lo que consideramos elementos
táctico-operativos dentro de los procesos de intervención, ubicando la profesión en la
división social del trabajo, planteando la necesidad de reflexionar sobre el conjunto de
condiciones y relaciones sociales que le atribuyen un significado, y en las cuales se torna
posible y necesaria.
En el tema que tratamos, un aporte fundamental de la autora es la comprensión de
los intereses contrapuestos que se presentan en la misma actividad, respondiendo tanto a
demandas del capital como del trabajo. Es decir, que el profesional
4
Participa tanto de los mecanismos de dominación y explotación como
también, al mismo tiempo y por la misma actividad, da respuestas a las
necesidades de sobrevivencia de las clases trabajadoras y de la
reproducción del antagonismo en esos intereses sociales, reforzando las
contradicciones que constituyen el móvil básico de la historia. Es a partir
de esa comprensión que se puede establecer una estrategia profesional y
política para fortalecer las metas del capital o del trabajo, pero no se
puede excluirlas del contexto de la práctica profesional ya que las clases
sólo existen inter-relacionadas. Es esto, inclusive, lo que viabiliza la
posibilidad de que el profesional se sitúe en el horizonte de los intereses
de las clases trabajadoras. (Iamamoto, 1997:89)
La perspectiva histórica y de totalidad asumida, nos exige considerar los
determinantes y condicionantes que inciden en los procesos de intervención. Asimismo se
considera la existencia de un campo de autonomía del trabajador social, existiendo
alternativas para reorientar y traspasar la demanda institucional.
La condición de trabajador asalariado ocasiona que el profesional deba responder a
las exigencias de quien lo contrata, sin embargo, también dispone de relativa autonomía en
el ejercicio de sus funciones y es co-responsable tanto del rumbo de sus actividades como
de las formas de conducirlas (Iamamoto, 1997). Cabe aclarar que, desde nuestro punto de
vista, los profesionales del Trabajo Social tienen en los procesos de intervención tres
funciones fundamentales: asistencia, gestión y educación (Oliva, 2001).
En este marco, las alternativas se evalúan en función de las finalidades, que están
imbuidas en las concepciones práctico-políticas de los profesionales, determinadas por el
grado de
autonomía que tiene un profesional particular en un espacio ocupacional
concreto. Ello conduce a comprender el carácter político de la práctica profesional,
implicando el análisis de la correlación de fuerzas.
Haciendo uso del pensamiento luckacsiano para analizar la práctica profesional,
podemos afirmar que se trata del proceso mediante el cual a partir de los fines
determinados es decir su teleología, se determinan las alternativas imprescindibles para la
realización de los fines (Cf. Lukács, 2004). Sostiene Lessa (2000), es la anticipación en
la conciencia del resultado probable de cada alternativa lo que permite seleccionar aquella
que se considera mejor, para luego llevarla a la práctica, es decir, objetivar la alternativa
escogida.
Además, es necesario incorporar en el análisis tanto las dinámicas organizacionales,
con sus objetivos y recursos, como el propio profesional en sus dimensiones objetivas y
5
subjetivas, así como, los distintos posicionamientos de los sujetos que ven sus derechos
vulnerados en su vida cotidiana.
Consecuentemente entendemos que es necesario comprender el ejercicio
profesional más allá de los procesos individuales del profesional, incorporando la
consideración de otros sujetos así como los distintos elementos que coexisten en la realidad
y que actúan como condicionantes y/o determinantes de sus acciones. Como plantea
Montaño (2000), en el ámbito interventivo es fundamental tanto la apropiación de la teoría
como recurso explicativo de los procesos sociales, como la elaboración de conocimiento
situacional.
Al respecto, destacamos dos elementos claves identificados en la práctica
profesional: por una parte, “lo social” no es un recorte factible de intervención en forma
independiente de los elementos económicos, políticos, culturales, entre otros; por otra
parte, el profesional nunca es aséptico, ni neutral y siempre está involucrado con otros
actores, en una institución determinada, con usuarios determinados, en un régimen político
particular, en un momento histórico determinado.
La pobreza, las dificultades de acceso a servicios básicos, la falta de vivienda, el
trabajo infantil, se piensan, de esta manera, como expresiones, manifestación de la
“cuestión social”, la cual les otorga significado social e histórico. En los procesos de
intervención, la “cuestión social” se presenta como problemas económicos, sociales,
políticos, culturales e ideológicos (Netto, J. P.: 2003) que adquieren un significado
particular en la heterogeneidad vida cotidiana de las personas que participan de la
intervención.
En esa dirección nos estamos refiriendo a “procesos de intervención” y no a “la
intervención” unidireccional del profesional hacia los usuarios, donde se aplican técnicas o
se ejecutan procedimientos sin contemplar las relaciones sociales en este orden social, ni
las diversas situaciones concretas de la vida cotidiana.
En lo que respecta a la producción teórica sobre la cuestión metodológica — como
afirma Montaño — se puede ver desde el origen de la profesión propuestas que intentan
definir métodos o modelos de intervención con la diferenciación en individuos, grupos o
comunidades, o bien, se enfocan en recortes abstractos de objetos diferenciados por
campos de actuación, como salud, educación, tercera edad, infancia, etc. Otras
producciones, intentando dejar atrás la trilogía metodológica generaron las pautas de
6
procedimientos conocidas como el proceso de investigación, diagnóstico, planificación,
ejecución y evaluación.
Asimismo en la formación profesional es necesario profundizar una revisión crítica,
de la enseñanza basada en propuestas teórico-metodológicas que segmentan, deshistorizan
y abordan de manera superficial y fenoménica la realidad social, produciendo una
reificación de los procesos de intervención profesional, donde en apariencia el trabajador
social manipularía “cosas” rígidas, que le preceden y ante las cuales poco tendría que
hacer.
Como explica Yolanda Guerra, son concepciones que se fundamentan en la
racionalidad formal-abstracta, que es hegemónica en el orden burgués. La autora plantea
que en
... la disputa ideológica entre las diversas formas de conocer e
interpretar la realidad, la hegemonía ha sido de aquellas corrientes que
no extrapolan las evidencias, la forma, la empiria, el dato inmediato, las
expresiones de hechos, fenómenos y prácticas, que no tienen en cuenta
las mediaciones, que no asumen la negatividad, que equiparan fenómenos
sociales y naturales, y sobre todo operan con procedimientos abstractos,
los abstraen de sus contenidos concretos y los abstraen de las relaciones
que los engendran. Este modo de conocer no encuentra respaldo en el
modo de ser, de constitución y del movimiento del ser social, sino que se
fundamenta en modelos, reglas, fórmulas y técnicas predeterminadas
(Guerra, 2006: 2).
Siguiendo los aportes de Montaño (2000) es necesario que el colectivo profesional
fortalezca la superación del debate “a priori” sobre el “método de intervención profesional”
para asumir el de las estrategias de intervención definidas a partir del objeto, de la realidad
concreta. Se apunta a superar una visión de la intervención profesional como un conjunto
de procedimientos y técnicas dentro una caja de herramientas que se encuentran aisladas
del proceso social, a la espera de ser utilizadas por el trabajador social. Es necesario
avanzar entonces, en la problematización de las estrategias de intervención, como concepto
organizador central del proceso de intervención. En esta perspectiva, se asume que los
mismos se desarrollan en un momento histórico y en un lugar determinado donde coexisten
distintos actores sociales con intereses y objetivos diferentes, los cuales en determinadas
situaciones pueden coincidir o entrar en conflicto.
7
Consecuentemente, la estrategia requiere ser pensada a partir de la reconstrucción
analítica sobre los procesos sociales, tanto en su dimensión objetiva como subjetiva,
procurando alcanzar objetivos profesionales enmarcados en los procesos socio-políticos.
… el desarrollo de estrategias de intervención no está determinado
únicamente por el posicionamiento del Trabajador Social, ni por la
dirección política de la institución, ni por los usuarios, sino por una
compleja y dinámica relación que está determinada por diversos recursos,
mediados por una articulación que se condensa en el arsenal operativo en
un momento histórico determinado (Oliva, 2007:15).
En los procesos de intervención los distintos actores involucrados tienen visiones,
posicionamientos, recursos, intereses particulares, por lo cual es necesario poder identificar
y comprender esas particularidades y relaciones.
En estos procesos, el profesional cuenta con la posibilidad de seleccionar
alternativas que se inscriben y adquieren significado, dirección y materialidad, a partir de
la finalidad estratégica asumida, a las cuales denominamos tácticas operativas.
Desde esta perspectiva, se ha trabajado en la crítica a los elementos que emergen
desde una racionalidad formal-abstracta, procurando desde una ontología marxiana
recoger los elementos que nos proporciona la realidad. Se considera que la racionalidad
crítico-dialéctica facilita la comprensión la realidad, concibiendo el pensamiento como
parte del ser, como explica Guerra:
La racionalidad critico-dialéctica recoge sus categorías analíticas en la
propia realidad, las recorre, establece sus vínculos, busca sus mediaciones,
satura sus objetos de determinaciones y reproduce, en el nivel del
pensamiento, las múltiples y complejas relaciones que se procesan en la
realidad. En esta búsqueda de la totalidad, la interrelación entre las
categorías de la realidad da lugar a los complejos cada vez más
abarcativos, la perspectiva de la totalidad no se toma como un hecho
formal del pensamiento, sino como un modo de ser de lo existente
(Guerra, 2006: 6)
Reconociendo que se requiere de una mayor profundización sobre la temática, nos
hemos propuesto recuperar elementos que aporten al debate teórico, centrando la
producción destinada a una formación crítica de los profesionales. Para ello, la perspectiva
adoptada se inscribe en una racionalidad y tendencia histórico-crítica heredera del
pensamiento marxista, la cual asume el desafío de reflexionar sobre los procesos de
8
intervención profesional, entendidos como los resultados históricos de la compleja relación
del profesional con los elementos que sobre y subdeterminan su práctica concreta.
Los contenidos de estas páginas brindan reflexiones sobre distintos elementos
táctico-operativos de los procesos de intervención, entendiendo que la práctica del Trabajo
Social no puede ser concebida de manera repetitiva, sino como un proceso que se define a
partir de determinadas finalidades, lo cual supone valores ético-políticos que lo legitiman
(Netto, 2003). Los modos de llevar a cabo las tareas son considerados en tanto tácticas
dentro ese proceso, dejando planteado que no hay una forma de “entrevista”, “visita”,
“observación” o “registro” sino que, tomando en cuenta las múltiples determinaciones, son
las finalidades las que van a dar el verdadero contenido a esas acciones.
Consideramos que tales elementos adquieren significado a partir de su ubicación en
los procesos de intervención profesional, implicando un posicionamiento que tendiendo a
superar una visión reificada y deshistorizada de los mismos, los visualiza y aprehende a
partir de las tensiones sociales en las cuales se inserta el trabajador social.
Las tácticas operativas definidas como observación, entrevista, visita domiciliaria,
entre otras, son resignificadas en el marco de pensar la intervención profesional inserta en
espacios sociales conflictivos, haciendo necesario asumir el componente político de la
misma y, por lo tanto, definir estrategias de intervención que superen la inmediaticidad, la
superficialidad cotidiana y el espontaneismo.
En esta línea, el concepto de estrategia cobra relevancia en la superación de la
racionalidad formal-abstracta que plantea métodos o modelos con la pretensión de ser
aplicados, ignorando las particularidades de las situaciones concretas. Asimismo, las
modalidades táctico-operativas, como conceptualización superadora de las llamadas
técnicas, permite articular la reflexión de las dimensiones objetivas y subjetivas de los
procesos sociales y las finalidades ético-políticas, lo que conduce a redimensionar
elementos de los registros, vistas domiciliarias, entrevistas, entre otros.
Avanzando en estas discusiones, los trabajos aquí reunidos brindan aproximaciones
a la asistencia, las entrevistas, los registros, los informes sociales, la producción de
conocimiento situacional, las visitas domiciliarias y la observación.
Lejos de producciones aisladas y desvinculadas de las tendencias actuales del
campo profesional, los distintos aportes son resultados parciales de múltiples procesos que
9
articulan la formación, la docencia y el ejercicio profesional. Discusiones que se han
venido desarrollando desde diferentes sectores del colectivo profesional, y que recogidas y
reflexionadas colectivamente, son reelaboradas en este libro de manera tal que se
socialicen, difundan y repiensen, redundando ellas en su discusión y debate permanente.
En el primer capítulo, Manuel Mallardi avanza en la reflexión sobre los procesos de
elaboración de proyectos sociales en la intervención profesional profundizando en el
momento de problematización y explicación de la realidad al que denomina de
conocimiento situacional.
El Capítulo II es un trabajo realizado por Liliana Madrid, quien se propone aportar
a la discusión sobre las particularidades de la observación que se realiza en la intervención
del Trabajo Social, superando el uso irreflexivo que suele ser tomado de las llamadas
ciencias sociales.
El Capitulo III, es una síntesis del trabajo de tesis de graduación de Manuel
Mallardi, donde se recuperan los planteos marxistas de la filosofía del lenguaje
desarrollados por el pensador ruso Mijail Bajtín para reflexionar y repensar la entrevista en
los procesos de intervención profesional.
El Capitulo IV fue elaborado por Andrea Oliva y Silvia Pagliaro, a partir del
desafío de discutir características heterogéneas que se requieren analizar acerca de las
Visitas Domiciliarias, recuperando aspectos de sus particularidades según las funciones,
los actores, las finalidades. Se destacan algunas consideraciones que muestran discusiones
y controversias aun no saldadas en el colectivo profesional. Asimismo se recupera su
potencialidad en la intervención como táctica a ser utilizada con fines críticos y de ruptura.
En el Capítulo V, Ma. Cecilia Pérez presenta una aproximación a las diferentes
modalidades de Registros Escritos utilizados en la formación y en el ejercicio profesional.
A partir de entrevistas, consultas de archivos institucionales y la propia experiencia en el
ejercicio profesional y docente, recupera el carácter ontologico de estos, como momento
fundante de objetivación de la realidad entre otros aspectos.
10
El capítulo VI, constituye una síntesis de la tesis de grado realizada por Daniela
Gallego, quien indaga la particularidad de los informes sociales en los procesos de
intervención y es analizada de acuerdo a las distintas finalidades identificadas.
Por último, la cuestión de la Asistencia profesional del Trabajo Social es abordada
en el Capítulo VII por Andrea Oliva y Virginia Gardey, aportando elementos para analizar
la asistencia que realizan los profesionales del Trabajo Social en los servicios sociales con
financiamiento público.
Referencias Bibliográficas
Guerra, Y. Ontología social y formación profesional. Cuadernos NEAM N°1, São Paulo:
PUC/SP 1997. Traducción al español de Ma. Cecilia Pérez, Documentos del
GIyAS, 2006
Iamamoto, M Servicio Social y división del Trabajo Social. Cortez Editora, São Paulo,
1997.
Iamamoto, M. “La metodología en el Servicio Social: lineamientos para el
debate”. En: Borgianni, E. y Montaño, C. (Orgs) Metodología y
Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 2000
Iamamoto, M. y Carvalho, R. Relaciones sociales y Trabajo Social. CELATS, Lima, 1984
Montaño, C.: “El debate metodológico de los ‘80/’90. El enfoque ontológico versus el
abordaje epistemológico.” En: Montaño, C. y Borgianni (Orgs.), E.: Metodología y
Servicio Social. Hoy en debate. Cortez Editora, São Paulo, 2000.
Netto, J. P. “Método y Teoría en las diferentes matrices del Servicio Social”. En:
Borgianni, E. y Montaño C. (orgs.) Metodología y Servicio Social. Hoy en debate.
Cortez Editora, São Paulo, 2000.
Netto, J. P. Capitalismo Monopolista y Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 1997.
Oliva, A. Análisis de la práctica profesional de los Trabajadores Sociales en el ámbito
estatal. PUC/SP, São Paulo, 2001.
Oliva, A. Los recursos en la intervención profesional del Trabajo Social. Ediciones
Cooperativas, Bs. As., 2007
Tobón, M., Rottier N. y Manrique A. La práctica del Trabajador Social - Guía de
Análisis. CELATS, Lima, 1983
11
CONOCIMIENTO SITUACIONAL Y PRÁCTICA DEL TRABAJO SOCIAL
Aportes desde la Planificación Situacional
Manuel W. Mallardi
Introducción:
El presente trabajo se inscribe en un proceso exploratorio que busca avanzar en la
identificación de las mediaciones que posibiliten explicar los problemas sociales en los
procesos de elaboración de proyectos sociales desarrollados en el marco de la práctica del
Trabajo Social, a partir de la inclusión de una perspectiva histórica y de totalidad.
Se considera que la inclusión de la perspectiva histórico-critica marxista ha
posibilitado problematizar las particularidades y el significado social de la profesión, en el
marco del sistema capitalista en el cual se inserta. A partir de dicha situación, es oportuno
el intento de esbozar las implicancias de dicha perspectiva en la práctica profesional
cotidiana.
En este intento, es imposible desconocer los aportes que se han realizado en torno a
la discusión metodológica en la profesión, las cuales, si bien no serán analizadas aquí, es
posible dividirlas, sin caer en términos dicotómicos, en las perspectivas epistemológica y
ontológica. Mientras que la primera perspectiva se caracteriza por un apriorismo
metodológico, en tanto la determinación del método se realiza con independencia del
objeto real; en la perspectiva ontológica, recuperando la propuesta marxista, las
preocupaciones metodológicas son determinadas en relación con el objeto concreto.
(Montaño, 2000)
La posibilidad concreta de utilizar una perspectiva teórico-metodológica en el
ejercicio profesional del Trabajo Social permite el desarrollo de una práctica que posibilita
fundamentar, tanto las estrategias adoptadas como la producción de conocimiento que
aporte en la explicación de los procesos sociales que adquieren particularidad en una
situación concreta. Partiendo de estas premisas, al momento de aportar a las discusiones
propias de la intervención profesional, se hace necesario explicitar la perspectiva teóricometodológica adoptada, no en términos de un apriorismo metodológico, sino con el fin de
retomar los procesos de reconstrucción analítica de la realidad y avanzar críticamente en la
aprehensión de los procesos sociales.
Sin entrar en detalles, consideramos que, recuperando la postura ontológica, las
posibilidades de profundizar el debate en torno a la práctica profesional debe partir de
12
considerar a los procesos sociales desde dos miradas complementarias: por un lado, como
totalidad compleja, pues esta es una característica intrínseca del objeto y, por lo tanto, el
proceso de conocimiento debe incorporar a la totalidad como una de sus categorías
decisivas; mientras que, por el otro, recuperando la historicidad del objeto se requiere un
abordaje genético, capaz de elucidar el fundamento original, inherente al mismo. (Lukács,
2004b; Lessa, 1999, 2000b) Se trata de la necesidad de captar la procesualidad histórica
que permita explicar el presente y diferenciar los aspectos esenciales de los fenoménicos,
los cuales, dialécticamente unidos y de igual importancia, constituyen lo particular de cada
objeto1.
En el intento de recuperar tales aportes en las reflexiones desarrolladas, a
continuación se avanzará en la presentación de los núcleos centrales que se consideran
pertinentes al momento de discutir sobre las características del momento explicativo en los
procesos de planificación social en la intervención profesional del Trabajo Social. En un
primer momento se sintetizarán los puntos principales en torno a las características que
adquieren los proyectos sociales, centrando principalmente el análisis de la obra de Matus,
para luego realizar una síntesis de tal obra con los aportes de autores del Trabajo Social y
de las ciencias sociales, tendiendo a identificar, como se menciono anteriormente, las
particularidades que adquiere el momento explicativo.
Algunas precisiones conceptuales
La formulación de proyectos sociales en el ámbito del trabajo social ha constituido un
punto importante de la producción teórica del campo profesional. Sin entrar en esta
discusión, antes de avanzar en los puntos centrales del presente texto, consideramos
necesario remarcar, retomando los planteos de Oliva (2007a) que no se debe igualar
práctica profesional con elaboración de proyectos, siendo ineludible pensar a los segundos
como parte de las tácticas que el profesional puede utilizar en el ejercicio de su
intervención profesional. En la misma línea, coincidimos con Fritsch (1996), cuando
afirma que
1
Este punto, mencionado aquí sólo sintéticamente, lleva a discutir las posibilidades o no de la producción de
conocimiento por parte de los trabajadores sociales en el trabajo profesional cotidiano. La polémica remite a
la distinción teoría/práctica, profesional de campo/profesional académico, entre otros elementos. En
consonancia con los planteos anteriores, Montaño es contundente al sostener que “en el ámbito interventivo,
la producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta actividad es
fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los procesos sociales, y la elaboración
de conocimiento situacional.” (Montaño, 2000: 19).
13
El Planeamiento Estratégico es discutido en calidad de un instrumental que
puede ser escogido con el objetivo de racionalizar y dar dirección a la
necesidad de redefiniciones futuras de una organización, sector o actividad.
De esta forma, se constituye en un elemento importante de influencia, en el
nivel técnico y político, interesando, por consecuencia, también al Servicio
Social (Fritsch, 1996).
Analizando los procesos de la planificación social, Di Cione (1993) realiza una
síntesis de las distintas perspectivas analíticas que pretenden descifrar, determinar los
límites e implicancias de los proyectos sociales. Luego de realizar un recorrido de la
bibliografía especializada, el autor concluye:
a) en primer lugar el proyecto es concebido como ‘unidad elemental de
acción’ y como ‘unidad de sentido’;
b) en segundo lugar se lo considera como instancia ‘racional’ y
‘racionalizadora’ de decisiones o procesos;
c) en tercer lugar, aunque no siempre, como momento instrumental de
objetivos más globales tales como el desarrollo social y/o la planificación
social (Di Cione, 1993: 3-4).
Posteriormente, considerando la interdependencia de los tres aspectos mencionados,
el autor nos propone tres conjuntos de problemas, que, consideramos, deben constituirse en
directrices al momento de reflexionar, ya sea sobre la elaboración de proyectos sociales,
como de cualquier momento metodológico involucrado en dicho proceso:
a) cómo delimitar una unidad de intervención o de acción que involucra la
concurrencia de la totalidad de la reproducción social;
b) bajo qué supuestos ‘ideológicos’ y con qué criterios operativos puede
discriminarse la ‘racionalidad’ o ‘irracionalidad’ de los procesos de toma
de decisiones;
c) por lo tanto, cómo asignar una determinada dirección de sentido (fines,
objetivos) en contextos de reproducción social y/o regulación social en la
que coexisten funcional y contradictoriamente una multiplicidad objetiva y
subjetiva de sentidos posibles (Di Cione, 1993: 4).
En definitiva, concluye provisoriamente el autor, toda elaboración de proyectos
sociales se efectúa en espacios sociales contradictorios, por lo cual los primeros asumen
dicho carácter. De esta manera, se recupera dentro del ámbito de la planificación social la
dimensión política que envuelve a los procesos sociales en los cuales se insertarán las
distintas fuerzas, tendiendo a la reproducción o modificación de los mismos. (Cf. Veras
Baptista, 2002; Matus, 1992, S/F; Pichardo Muñiz, 1993). Consecuentemente, se
consideran válidos los aportes de Robirosa (1990), cuando sintetizando sus visiones acerca
del significado de un proyecto social, argumenta que el mismo es simultáneamente cada
uno de los siguientes puntos: un escenario en el que interactúan diferentes actores sociales;
una unidad de planificación social con coherencia interna y externa que se inserta en
14
procesos preexistentes de la realidad; un espacio de intercambio de información, de
alianzas y resistencias; un ámbito para el aprendizaje social de todos los actores; y un
proceso de elaboración de diagnósticos y estrategias de acción y de aplicación, monitoreo y
ajuste de dichas estrategias y de ejecución de lo elaborado.
Tomando como base estas líneas introductorias, se considera oportuno avanzar en
la síntesis de las principales líneas argumentativas desarrolladas por Matus. Cabe aclarar
que en principio, el autor, pensando en procesos de planificación social globales, se refiere
en distintas oportunidades a la elaboración de planes sociales. Aquí, aceptando las
diferencias entre los niveles de intervención de proyectos, programas y planes, se
visualizan pertinentes sus argumentaciones sin entrar en las distinciones y particularidades
de cada uno.
En términos generales, Matus considera que la planificación situacional es el
cálculo que precede y preside la acción. Evitando posturas rígidas, normativas y estáticas,
el autor considera que
…planificar es sólo trazar un camino, definir los hitos principales, pero no
implica ni puede implicar un cálculo previo de la totalidad y particularidad
situacional. Una dosis subordinada de improvisación, de espontaneidad y
de cálculo del momento conforma necesariamente la conducción práctica
de una estrategia” por lo que aquello que “se planifica es aquella parte
capaz de arrastrar al todo en la dirección y por el cause previsto. La parte
de improvisación, de espontaneidad y de cálculo inmediatista, no es una
desviación del plan, es un complemento indispensable y natural de su
ejecución práctica (Matus, 1980: 353).
De este modo, el principal avance teórico de Matus consiste en considerar al plan
como el producto momentáneo del proceso por el cual un actor selecciona una cadena
de acciones para alcanzar sus objetivos y el mismo se cumple
…cuando éste es determinante de lo esencial de la praxis y, por lo tanto, su
cálculo se confirma aproximadamente en lo más relevante del resultado de
la acción real. El plan no se cumple si la praxis contradice el plan o su
grado de intersección con él niega el cálculo previo. Lo esencial en el
cumplimiento del plan es que la praxis reflexiva e intencional que surge del
plan articule ‘para sí’ la praxis espontánea que necesariamente conforma y
completa la realidad, así como la praxis derivada de los planes de
oposición de las otras fuerzas sociales (Matus, 1980: 354).
Esa postura nos permite apreciar una visión dinámica e histórica de los procesos de
planificación en tanto que el plan es una fuerza incitadora de una entre todas las realidades
posibles e implica lo ‘calculable’ y ‘lo determinante’ para ‘arrastrar’ el desarrollo real de
15
los hechos, por lo que no coarta la iniciativa, la creatividad, la imaginación y la
capacidad de improvisación de los actores sociales. Por ello, los objetivos del plan no
constituyen productos acabados, sino parte de un proceso que sólo llega a su término
cuando, tras sufrir los cambios exigidos por el proceso práctico, es ya un producto real,
donde la relación del plan con la praxis no implica solamente la sujeción de la praxis al
plan, sino igualmente la posibilidad de realizar cambios en el plan ante los requerimientos
de la praxis. (Matus, 1980)2
Sobre esta base, reflexionar en torno a la categoría Situación, permite una
aproximación a la realidad considerando los elementos objetivos y subjetivos que la
componen, como así también las distintas fuerzas sociales coexistentes3. En palabras del
autor, se define a la situación a partir de la identificación de un actor y su acción, donde
…acción y situación conforman un sistema complejo con el actor. La
realidad adquiere el carácter de situación en relación al actor y a la acción
de éste. Por eso, una misma realidad es al mismo tiempo muchas
situaciones, dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su
acción (Matus, 1980: 55).
En toda situación el autor identifica un componente estructural, estructura o sistema
de estructuras al que denomina genosituación, y, en relación dialéctica, la fenosituación,
pensada como el contorno fenoménico específico que cubre o envuelve a la estructura. Esta
última contiene lo diverso, lo específico, lo particular, tratándose de la apariencia, la
realidad visible, inestructurada, inentendible, sino en relación directa con la genosituación
y las leyes que la caracterizan. Otra característica atribuida por el autor a la fenosituación
es que la misma presenta creatividad propia, heterogeneidad y existencia veloz.
Analizando la relación dialéctica entre la genosituación y la fenosituación
sostiene que la primera se encuentra envuelta en la segunda, por lo cual su percepción no
2
En otras secciones del trabajo, Matus sostiene: “en este sentido, la praxis no es sólo ejecución de lo
programado por las fuerzas sociales en pugna, es también ‘planificación espontánea atomizada e instantánea’
y desarrollo de la creatividad en cada ámbito pertinente. Es creación diseminante en torno al ‘hilo conductor’
del plan de cada actor o fuerza social válida en la lucha social. (…) El paso del plan a la realidad requiere la
mediación de la praxis. El plan sólo existe por y en relación con la práctica. Como la práctica ‘no habla por sí
misma’, debe ser examinada y sistematizada para su crítica y propósitos de modificaciones por algún actor o
fuerza social. Así el plan surge del examen crítico de la realidad y determina la praxis de cambio como
propósito de una fuerza social” (…) “El plan es así, praxis derivado de la crítica renovadora o transformadora
por una fuerza social; nace de la praxis, se anticipa a ella para reconducirla y vuelve a ella como proceso
objetivo de construcción de la situación” (Matus, 1980: 356)
3
Brevemente creemos importante mencionar que tomamos los aspectos objetivos y subjetivos en sentido
amplio. Si bien trabajando desde otro marco teórico, coincidimos con los aportes de Allardt (1996) quien
sostiene que lo objetivo implica aquello vinculado a las condiciones reales y a las prácticas evidentes,
mientras que los subjetivos implican las actitudes, niveles de satisfacciones/insatisfacción, etc. Esta postura
lleva a definir como objetivo no sólo a problemas como escasa infraestructura sanitaria, el hacinamiento, sino
también a la violencia doméstica, el maltrato infantil, etc.
16
es directa, sino a través de la fenosituación, constituyéndose la situación en síntesis
dialéctica entre ambas. De este modo, la realidad, si bien existe aún sin explicar, al ser
definida por un actor se convierte en situación.
Recuperando el carácter político de las situaciones, en tanto los individuos, pueden
participar en más de un grupo social, canalizando influencias, poder y recursos en el
ámbito de los proyectos sociales concretos, adquiere importancia hacer referencia
brevemente a las fuerzas sociales, las cuales con capacidad y voluntad de acción para ser
actores relevante en la producción de hechos sociales, son identificadas en las distintas
situaciones y en el escenario que actúa como metacontorno. En este sentido, el autor ubica
como fuerza social de la genosituación a las clases sociales, en tanto grupos sociales
antagónicamente situados a partir de su ubicación en el modo de producción. Por otro lado,
los conceptos de grupo o agrupamiento social tratan de elementos fenosituacionales por
los cuales se expresan las ideas de un conjunto social de individuos con intereses
fenosituacionales comunes. Por estas razones, estas segundas fuerzas sociales tienen una
entidad más inestable en su composición y límites que la clase social, y que por ser su
aglutinamiento y cohesión derivado de relaciones puramente fenosituacionales, es mucho
más variable.
La diferencia substancial entre ambos tipos de fuerzas sociales estriba en que, a
diferencia de las clases sociales, las agrupaciones sociales pueden ser de muy diversa
naturaleza, donde el ser parte de un grupo social no es excluyente de la pertenencia a otros
grupos sociales.
Por otro lado, ubicando la situación en el espacio contextual de un escenario, se
define a la primera, además de síntesis dialéctica entre la fenosituación y la genosituación,
como el momento que remite concretamente a la lucha por reproducir o transformar la
sociedad, siendo, por lo tanto, un momento de la realidad explicado por las fuerzas sociales
que actúan sobre ella, donde el contenido e implicancias de la situación refiere a la
naturaleza de la acción política que pretenden ejercer o ejercen en la misma las fuerzas
sociales interactuantes. En consecuencia, la situación social está:
a. Referida a la naturaleza de la acción ejercida sobre ella.
b. Definida y explicada por la o las fuerzas sociales que interactúan con
ella.
c. Especificada en un rango de tiempo y espacio histórico concreto.
17
d. Situada en un sistema más amplio que la comprende y con el cual
interactúa, denominado escenario.4
Analizando los procesos dinámicos que caracterizan a las situaciones, Matus
plantea que las estructuras pueden ser transformadas o modificadas, en donde la primera
hace referencia al cambio de las estructuras, mientras que la segunda a un cambio en las
mismas, no alterando lo esencial de las mismas: su organización y el ejercicio de la función
dominante.
Sin embargo, es en la genosituación donde se encuentra la posibilidad de la
transformación a través de las contradicciones en el interior y entre las estructuras que la
componen. De este modo encontramos en la genosituación la posibilidad de que se
desarrollen contradicciones, mientras que en la fenosituación, con la presencia de los
distintos grupos sociales es posible que se gesten y se desarrollen conflictos.
Esquemáticamente, podemos presentar los elementos anteriores de la siguiente
manera:
SITUACIÓN
Componente
Procesos
Actores o
Fuerzas Sociales
Fenosituación
Conflictos
Agrupamientos o
grupos sociales
Genosituación
Contradicciones
Clases Sociales
Acciones
Cambios
Reproducción
o
Transformación
Modificación
o
Transformación
Avanzando en las mediaciones establecidas por el autor en torno a cuestiones
metodológicas, recuperamos los cuatro momentos que se visualizan en el proceso de
planificación. Pensar en momentos y no en etapas rígidas, permite asumir el proceso como
un continuo caracterizado por un permanente aprendizaje, un permanente cálculo, una
permanente explicación, un permanente diseño y una acción persistente en el día a día
(Matus, 1980, 1992).
Como se ha intentado demostrar a lo largo de las páginas precedentes, la
planificación situacional reconoce que los procesos sociales son dinámicos, conflictivos, en
4
“El escenario en que existe la situación es el ambiente externo a ella y que a su vez forma parte con la
misma de un sistema más amplio. La situación está referida a su escenario y el escenario está referido a la
situación que encierra. De manera que las mismas consideraciones eficaces para demarcar la situación, lo son
para demarcar el escenario. (…) El escenario es un metacontorno relevante y limitante de la situación, que
envuelve no sólo a la situación específica objeto del análisis, sino que cubre a varias situaciones distintas
simultáneas en el tiempo, pero con legados históricos diversos y en espacios también diferentes.” (Matus,
1980: 66)
18
donde cada momento debe ser actualizado de manera constante, y la racionalidad de cada
uno está dada por la lógica del mismo proceso. Así el cálculo que precede y preside la
acción es un proceso continuo que no cesa nunca, acompañando la realidad cambiante.
Dentro del proceso general de la planificación situacional, el autor identifica los
siguientes momentos: 1. Momento explicativo: Es el equivalente al diagnóstico en la
planificación normativa, aunque superando el mero listado descriptivo de aquello que
consideramos problemas. Implica seleccionar que problemas se trabajarán, explicar las
causas de cada uno y del conjunto de los mismos que caracterizan la situación inicial; 2.
Momento Normativo: Este momento apunta para lo más trascendental de la planificación,
el diseño del deber ser; 3. Momento estratégico: Implica producir un proceso interactivo
entre la búsqueda positiva por construir viabilidad política, económica y organizacional al
diseño normativo y la necesidad de ajustar o restringir dicho diseño a lo que resulta viable;
y 4. Momento Táctico-operacional: Finalmente, a partir de haber razonado, pensado y
reflexionado sobre la realidad y las estrategias adecuadas para garantizar la viabilidad,
surge la necesidad de tomar decisiones, ejecutar y evaluar la continuidad del plan.
Momento Explicativo:
Este momento consiste en la identificación y análisis de los problemas sociales, a través de
un proceso de reconstrucción analítica de la realidad. En el campo de la planificación
social se ha trabajado sobre este momento denominándolo “Diagnóstico Social”,
atribuyéndole distintas características y significados. De estos trabajos, consideramos
oportuno mencionar los aportes de Pichardo Muñiz (1993), quien recuperando los aportes
centrales de la propuestas de Matus, sostiene que el diagnóstico situacional debe permitir
“identificar las posibles determinaciones y relaciones causales que inciden en la
producción de los fenómenos sociales y en delimitar las posibilidades de acción”, para lo
cual, como resultado, debe proporcionar, tanto una visión orgánica y dinámica de los
procesos sociales y las determinaciones de estos, como una ubicación de los espacios
estratégicos para la acción (Pichardo Muñiz, 1993: 70).
Por su parte, Robirosa en el momento del diagnóstico de la situación considera que
se debe explorar el campo de intervención directa donde el proyecto se inserta; el contexto
más amplio afecta y es afectado por el proyecto; y el marco administrativo, institucional y
19
político donde se desarrolla la gestión del proyecto. Al respecto sostiene la necesidad de
desarrollar una
…exploración por aproximaciones sucesivas, mediante una inteligente
búsqueda, selección y utilización de información pertinente al tema de
estudio, y sucesivas reconstrucciones tentativas de la realidad mediante la
confrontación y síntesis de informaciones parciales –objetivas y subjetivasen un trabajo grupal de elaboración intersubjetiva (Robirosa, et al., 1990:
49).
Implica desarrollar una explicación situacional, por lo cual se recuperan y
resignifican los aportes brindados por Matus en su trayectoria académica para pensar las
situaciones sociales. Se requiere, entonces, explicar las causas de cada problema y del
conjunto de problemas que marcan la situación inicial, avanzando en la identificación de
las relaciones entre la feno y la genosituación. Superando la descripción superficial e
inmediata de los problemas sociales, la explicación situacional implica además aceptar que
nuestra explicación no es necesariamente compartida por los otros sujetos que también
existen en la realidad, siendo necesario precisar, definir cual es la explicación de “los
otros”, en tanto la misma es parte de la realidad. Resulta imprescindible reconocer que el
concepto de situación hace explícito al interlocutor o a los interlocutores, por lo que
explicar la realidad lleva a considerar el papel de los mismos y penetrar en sus
explicaciones. De este modo, la diferencia sustancial entre el diagnóstico tradicional, que
es pensado como un monólogo de alguien que lo escribe en su propia visión, la explicación
situacional es un diálogo, entre el actor y los actores, cuyo relato es recuperado por uno de
los actores, en tanto sujeto cohabitante de una realidad conflictiva que admite otros relatos.
(Matus, 1987).
Avanzando en la aprehensión de los procesos sociales desde los aportes teóricometodológicos desarrollados por Matus, se hace necesario precisar las particularidades que
tales procesos adquieren en un sistema económico-social particular. En este sentido, siendo
coherentes con los planteos precedentes, se considera que la reflexión que se hace de las
situaciones sociales en tanto problemáticas, requiere pensar a las mismas en estrecha
relación con las características que adquiere la “cuestión social” en un momento y espacio
particular. Es decir, se requiere problematizar la situación, avanzando en la identificación
de las mismas como ‘problemas sociales’ vinculados dialécticamente a las formas que
adquiere la ‘cuestión social’ en un momento histórico determinado.
20
Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales
En el plano operativo un problema social se presenta como una “brecha entre una
realidad o un aspecto de la realidad observada y un valor o deseo de cómo debe ser esa
realidad para un determinado observador, sea este individual o colectivo.” (Rovere,
2006: 108, resaltado nuestro).
Tal brecha es analizada a partir de la realización de una delimitación social y
geográfica en donde se encuentra, donde la primera hace referencia a la población que está
afectada por el problema y la segunda a la ubicación física en donde se desarrolla, ya sea
comunitaria u organizacional (Novakovsky y Chaves, 1999). Igualmente, se sostiene que
definir un problema implica considerar que: a) los problemas están relacionados con
actores; b) se deben formular en estado negativo; c) implican aspectos reales y actuales; d)
no deben confundirse con la falta de solución del problema (p. e. Falta de escuelas); y e)
siempre tienen causas identificables (Martinic, 1997).
Sin embargo, la inclusión de la perspectiva situacional lleva a complejizar tales
puntos, en tanto se acepta la existencia de intereses, posicionamientos y acciones distintas.
La categoría situación implica, como se menciono anteriormente, que una misma realidad
adquiere distinto significado para los diferentes actores, individuales y/o colectivos
involucrados en la misma. Es a partir del posicionamiento de cada actor, su sistema de
valores, su experiencia y sus intereses que sus apreciaciones sobre la realidad estarán
condicionadas (Rovere, 2006). Por ello, en cada situación se encuentran tantos intereses
como actores relevantes coexistan, adquiriendo la dimensión política relevancia en los
procesos sociales (Matus, 1985, 1987, 1991; Robirosa, et al., 1990). A partir de tales
intereses es posible analizar los posicionamientos de tales actores, donde la consecuencia
de la tensión entre
reproducir o transformar alcanza su síntesis en el resultado de
transformación o modificación, dependiendo que los cambios sean en lo que respecta a las
estructuras o no del problema social respectivamente5.
De igual manera, se requiere captar las particularidades del mismo en relación
dialéctica con los procesos sociales generales, es decir, pensar al problema de referencia
como parte de la totalidad de la cual adquiere significado social, donde totalidad no
significa todos los hechos, sino es pensar a la realidad como un todo estructurado y
5
El propio Matus considera que “el concepto de situación hace explícito al interlocutor, que en el conflicto
extremo es el oponente. Por ello, explicar la realidad en que se vive supone necesariamente considerar el
papel de los otros actores y penetrar en sus explicaciones. De otra manera la explicación es incompleta,
desligada de su contexto institucional.” (Matus, 1987: 149).
21
dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier hecho
(Kosik,
1984). Se trata de pensar los conflictos particulares, que se presentan en el cotidiano, ya
sean vinculados a las diferencias de género, a la educación, la salud, el desempleo, la
violencia, etc., en relación a las contradicciones sociales mayores, por lo cual no afecta a
toda la población por igual, sino que presenta una relación directa con la inserción de los
sujetos en las distintas clases y fracciones sociales, los cuales se pueden posicionar o no
estratégicamente asumiendo papeles políticos fundamentales en la inclusión en la agenda
pública de determinados problemas sociales y sus posibles soluciones.
Así, en procura de superar una visión inmediata, fragmentada y estática de los
‘problemas sociales’, se debe pensar a los mismos como la expresión de las desigualdades
inherentes al desarrollo del sistema capitalista, es decir como una manifestación de la
“cuestión social” (Iamamoto, 1997; Rozas, 2001). Conocer, aunque sea brevemente las
características de dicha “cuestión social” y las formas como se manifiesta en un plano
general, constituyen un punto que debe estar presente al procurar definir y explicar un
problema social.
Desde la perspectiva teórica marxista Netto sostiene que el propio desarrollo
capitalista es el que produce la “cuestión social”, entendida como el “conjunto de
problemas económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos que delimitan la
emergencia de la clase obrera como sujeto socio-político en el marco de la sociedad
burguesa” (Netto, 2003a: 154). En términos históricos, ubica el último cuarto del siglo
XVIII y el siglo XIX, como el momento en donde el aumento del pauperismo se desarrolla
en paralelo al crecimiento de la capacidad social de producir riqueza. Sin embargo, además
del crecimiento del pauperismo se considera que el surgimiento de la “cuestión social”
implica que los grupos sociales en dicha situación iniciarán diversas modalidades de
protesta, configurando una amenaza a las instituciones sociales existentes. Dicho momento
se comienza a desarrollar en los comienzos del siglo XIX (Netto, 2003b).6
Por su parte, se sostiene que dentro de los discursos teóricos referidos a la “cuestión
social”, el análisis marxiano logra situar históricamente dicha situación a partir de la
explotación producto de la relación capital/trabajo propia del capitalismo, en tanto que si
bien la explotación se encontraba en sociedades precedentes al régimen del capital, la
6
En una postura coherente con los enunciados anteriores, Grassi sostiene que por cuestión social “se hace
referencia a la puesta en escena de esa falla estructural del capitalismo moderno cuya emergencia, expresada
en términos del problema del pauperismo, los especialistas ubican en el siglo XIX, cuando los conflictos
toman una forma tal que ya no pueden ser resueltos por la vieja filantropía.” (Grassi, 2003: 21)
22
distinción se alcanza en tanto dicha explotación se efectiva en un marco de contradicciones
y antagonismos que llevan a afirmar que
…ésta no es una secuela adjetiva o transitoria del régimen del capital: su
existencia y sus manifestaciones son indisociables de la dinámica
específica del capital transformado en potencia social dominante. La
‘cuestión social’ es constitutiva del desarrollo del capitalismo. No se
suprime la primera conservándose el segundo (Netto, 2003b: 62).
En esta conjunción de aumento a niveles sin precedentes de los procesos de
pauperización con el involucramiento de la clase trabajadora en la esfera política y la
necesidad del capital por instaurar medidas correctivas a ambas situaciones, encontramos
la esencia del surgimiento y desarrollo de la “cuestión social”.
Dicha “cuestión social” en cada momento histórico se manifiesta a partir de un
conjunto de problemas/secuelas sociales particulares susceptibles de ser atendidos, cuya
imposición en la agenda pública se encuentra directamente relacionada con el
posicionamiento de los distintos sectores sociales coexistentes. En este sentido Estela
Grassi plantea que es necesaria la acción de sujetos interesados en imponer que una
aflicción sea considerada problema social por la sociedad en su conjunto (Grassi, 2003).
Por ello, “cuestión social” no sólo remite a la contradicción entre capital y trabajo, sino al
conflicto político, surgido y determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).
La perspectiva analítica adoptada conlleva la necesidad de incluir no sólo las
dimensiones objetivas de las condiciones de vida de los distintos sectores de la clase-quevive-del-trabajo7, sino también las distintas movilizaciones y posicionamientos que los
mismos desarrollan tendientes a ampliar los márgenes de las intervenciones sociales del
Estado.
Se hace evidente a partir de los planteos sintetizados arriba, cómo la discusión entre
la aparente distinción y/o separación entre estructura y acción o estructura y sujeto dentro
de la perspectiva marxista, se encuentra saldada a partir de la incorporación de la noción
“cuestión social”, en tanto la misma expresa la relación dialéctica entre ambas categorías,
7
Por cuestiones de espacio no podemos desarrollar las implicancias de las características que adquieren en la
actualidad las clases sociales fundamentales. Consideramos oportuno mencionar sucintamente los planteos
teóricos desarrollados por el sociólogo brasileño Antunes (2005), quien aceptando el análisis marxista de la
existencia de clases sociales antagónicas: burguesía y proletariado, realiza un fructífero trabajo para descifrar
la fragmentación, heterogeneidad y complejidad que adquiere la clase trabajadora en la actualidad, no sólo
en lo que refiere a las condiciones objetivas de los sujetos sino también sobre la relación de las mismas con la
subjetividad, el modo de pensar de los distintas fuerzas sociales. Dicho autor utiliza la expresión clase-quevive-del-trabajo, englobando tanto trabajadores productivos, como a los trabajadores improductivos, y
trabajadores precarizados, part time, a los asalariados de la economía informal (trabajadores asalariados no
registrados, trabajadores por cuenta propia que prestan servicios diversos), como así también a los
trabajadores desempleados, expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo.
23
pues, como se dijo, además de las condiciones objetivas de vida de la clase-que-vive-deltrabajo, se incorpora el accionar de sujetos situados estratégicamente asumiendo papeles
políticos fundamentales en la transformación de necesidades sociales en cuestiones. Se
hace necesario analizar, en situaciones concretas, los limites y posibilidades de dichos
sujetos de constituirse en fuerzas sociales, con poder de presión efectivo para incluir en la
agenda pública determinados problemas sociales y sus posibles soluciones (Pereyra, 2003).
En relación con las implicancias de incluir la noción de “cuestión social” en el
análisis de procesos sociales, se remite a las formas de reconocimiento e inclusión de la
misma en la agenda pública. Sintéticamente, se puede afirmar que en el transcurso del siglo
XX el capitalismo demanda al Estado una modalidad de intervención que asegure los
lucros de los monopolios, donde la preservación y control de la fuerza de trabajo ocupada y
excedente adquiere especial relevancia. (Netto, 1997) La legitimación política se alcanza
mediante la institucionalización de derechos y garantías sociales y civiles. De este modo,
en el capitalismo la política social, entendida como intervención gubernamental en las
relaciones sociales, aparece con las movilizaciones obreras desarrolladas en el siglo XIX,
donde el Estado asume algunas reivindicaciones y las institucionaliza como derechos
sociales (Vieira, 1999).
De este modo, históricamente, las secuelas de la “cuestión social” se tornan objeto
de la intervención del Estado, favoreciendo la implementación continua de políticas
sociales específicas. Si bien, este no es el espacio para analizar las características que
adquiere la intervención estatal sobre las secuelas de la “cuestión social” brevemente
podemos sostener que en dicha intervención se produce una fragmentación y parcialización
de la misma, por lo que se hacen necesarios tantos tipos de políticas sociales como
problemáticas sociales se hubiesen reconocido a partir de los resultados históricos y
concretos de las luchas sociales (Netto, 1997, Montaño, 1999).
No reconociendo las implicancias de la “cuestión social” se reconocen sus
refracciones, es decir a fin de negar la contradicción capital/trabajo y los conflictos de ella
derivada, los problemas sociales son presentados ajenos a la misma (Netto, 1997). El
problema social, visibilizado en su aspecto fenosituacional, inmediato, es reconocido a la
par de que se niegan las mediaciones que lo remiten a la contradicción estructural. Al
respecto, Oliva, retomando a Netto, sostiene que
…lo que se nos presenta no es directamente la ‘cuestión social’ sino sus
refracciones, dado que en forma abstracta se recortan segmentos de la vida
24
social para intervenir sobre ellos, como si eso nada tuviera que ver con la
relación capital-trabajo (Oliva, 2007b: 166).
A partir de incluir a la ‘cuestión social’ como un elemento a ser considerado al
momento de explicar e intervenir en el marco de los procesos planificación social, el
desafío consiste en realizar en camino de reconstrucción que permita reconocer que esa
situación que se presenta aislada, como un fragmento de la realidad, constituye en su
esencia una refracción de las contradicciones sociales, de las cuales adquiere significado y
relevancia. Poder desentrañar las particularidades de un problema social implica ubicarlo
como parte de la totalidad en la cual se inscribe y recuperar el proceso histórico de su
constitución, lo cual exige identificar las mediaciones que llevan a explicarlo en relación
con las particularidades socio-históricas de la “cuestión social”. Se debe procurar superar
la mera enunciación de los factores causales, en tanto los mismos adquieren significado a
partir de la ubicación de las condiciones objetivas y subjetivas de los sujetos involucrados
en los problemas sociales. Así, una explicación situacional debe ser capaz de articular los
factores causales objetivos que dan origen al problema social, las apropiaciones subjetivas
que realizan los sujetos involucrados, como así también la acción que realizaron en el
proceso analizado, las cuales son tensionadas por un continuum de transformaciónreproducción.
Es así que cualquier reflexión que procure recuperar las particularidades de
situaciones concretas haciendo referencia a los grupos específicos que son atravesados por
problemas sociales, debe incluir las mediaciones de las tendencias generales o
universalidad/generalidad (Pontes, 2003; Lukács, 1966) que le otorgan significado. No
sólo conlleva a recuperar las dimensiones objetivas que caracterizan a un grupo social
como parte de la clase-que-vive-del-trabajo, sino también el impacto que tal ubicación
tiene en la subjetividad, representaciones de los sujetos, pues en términos de abordaje de
totalidad, la singularidad del/los individuo/s sólo es posible reconstruirla dentro de las
determinaciones particulares de su época (Lessa, 2000b).
En la definición de un problema social aparecen involucrados distintos individuos o
grupos sociales posicionados de acuerdo a sus intereses y alianzas particulares. Tales
actores, ya sean aquellos afectados por el problema de manera directa como otros
vinculados a organizaciones sociales estatales y no estatales, representan intereses y poseen
visiones construidas históricamente. Centrándonos en las visiones que sobre el problema
social puedan tener las personas afectadas por el mismo, se requiere reconstruir la
25
subjetividad, en tanto valores e idearios que pautan sus acciones, ya sea como clase o a
través de sus distintas mediaciones (sindicatos, partidos, organizaciones, etc.),
repercutiendo en la vida cotidiana de los sujetos, las formas de relacionarse entre si y las
visiones que construyen de si mismos y de su entorno. Por ello, se hace necesario avanzar
en la problematización de las visiones, apreciaciones que los sujetos tienen con respecto al
problema social, en tanto la subjetividad de constituye en un elemento de la explicación
situacional.
En términos generales, avanzar en el análisis de la subjetividad siendo coherentes
con los puntos anteriores, implica pensarla en relación directa con las relaciones de
producción y la inserción de los sujetos en las distintas clases sociales existentes.
Siguiendo a Lukács, Infranca (2005) sostiene que en el capitalismo el ser social, al tener
que vender su fuerza de trabajo a fin de poder reproducirse cotidianamente, aparece
dominado en su esencia por la forma fetichista de la mercancía, que no sólo transforma al
sujeto en cosa, sino que modifica todo el proceso de reproducción social. El proceso de
reificación, por el cual el hombre se transforma en cosa, ocupa aspectos de la vida
cotidiana en general, y, por extensión, las relaciones entre las personas adquieren el
carácter de cosas con leyes propias (Lukács, 1985).
Por ello, es posible sostener que dentro del sistema capitalista contemporáneo los
procesos de alienación y de reificación, repercuten directamente sobre las visiones y
representaciones que poseen los trabajadores acerca de sí mismos y su entorno inmediato.
Es por eso, que en algunas situaciones los problemas sociales son aprehendidos en su
inmediatez y superficialidad, no pudiendo captarse la procesualidad que los caracteriza,
llegando a la construcción de una visión ahistórica y naturalizada de los mismos (Cf.
Lessa, 2000b; Guerra, 2003 y 2007).
Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales
A partir de los planteos teóricos que se desarrollaron precedentemente, es necesario
avanzar en la explicitación de estrategias metodológicas que viabilicen el desarrollo de la
explicación situacional de los problemas sociales. Los temores de caer en esquemas rígidos
no deben impedir tal punto, en tanto la reconstrucción analítica de los procesos sociales y,
por ende, la identificación de las mediaciones debe partir de la negación de la inmediatez a
través de sucesivas aproximaciones a la realidad concreta. (Pontes, 2003). Para ello, se
deben recuperar los antecedentes metodológicos que han permitido realizar tales
26
aproximaciones, no como directrices dogmáticas de acceso a la realidad, sino a fin de
contrastar tanto los conocimientos como las estrategias metodológicas con nuevas
situaciones sociales8.
En principio, cabe precisar que las posturas adoptadas anteriormente llevan a la
necesidad de realizar una explicación situacional que sea capaz de articular las
interrelaciones entre los aspectos objetivos y subjetivos que adquieren visibilidad como
problema social pudiendo identificar las mediaciones con los factores causales, en tanto
manifestación refractada de la “cuestión social”.
Sin embargo, en la continuidad del trabajo es necesario realizar dos aclaraciones, la
primera lleva a establecer advertencias para evitar los riesgos de caer en un reduccionismo
subjetivo al momento de explicar los problemas sociales, mientras que la segunda remite a
problematizar y contextualizar tal dimensión subjetiva. La explicitación y profundización
de tales aclaraciones, constituyen los puntos centrales que se desarrollarán para cerrar el
presente texto.
Frente a una constante subjetivización de los procesos sociales, que muchas veces
vienen aparejados de la psicologización de los problemas sociales, siendo tratados desde
premisas morales (Netto, 1997), se requiere recalcar la jerarquía que adquieren las
dimensiones objetivas de la realidad como estructuradoras de los problemas sociales. En
este punto si bien se acepta la definición de estos últimos como una brecha entre una
realidad y un valor o deseo de cómo debe ser esa realidad para un observador, no se debe
caer en el equivoco de subjetivizar en su totalidad tal brecha. Además, elementos como los
deseos, los valores, las normas, deben ser escudriñados y analizados socio-históricamente a
fin de no caer en un análisis inmediato del fenómeno. Tal planteo lleva a interrogarnos
sobre las manifestaciones objetivas que permiten que un aspecto de la realidad pueda ser
considerado como problema, en tanto se parte de aceptar que la realidad tiene una
objetividad propia, distinta de la conciencia, de la subjetividad. (Lessa, 2000b)
El análisis histórico y en perspectiva de totalidad implica el conocimiento de los
factores causales tanto para comprender el problema en la actualidad como la interrelación
entre tales factores. Técnicas como el flujograma situacional, el árbol de problemas o el
8
Al respecto Lessa expresa claramente que “cuando iniciamos (una) investigación de algo desconocido,
jamás podemos tener certeza a priori de cuáles procedimientos investigativos (por lo tanto, de cuál método)
se revelarán como los más adecuados para conocerlo. Con base en lo que ya conocemos, con base en las
experiencias con objetos que nos parecen semejantes, etc., podemos hacer previsiones y anticipaciones de
cuál probablemente será el método más adecuado.” (Lessa, 2000b: 202)
27
diagrama causa-efecto son de gran utilidad para esta tarea en tanto permiten sistematizar
las causalidades que son posible captar en torno a un problema.
Este punto ha sido el más trabajado en la bibliografía sobre la Planificación Social,
por lo que sólo brevemente incluiremos aquellos puntos que se consideran centrales y
necesarios. En un primer lugar se trata de poder captar las manifestaciones del problema en
la actualidad, lo cual lleva a determinar lo que generalmente se denomina línea base, la
cual consiste construir indicadores que posibiliten conocer cuál es el grado de desarrollo
del problema social que se abordará.
Por otro lado, es necesario poder identificar las causas que explican el problema, las
cuales encuentran su origen en las características que adquiere la “cuestión social” en un
momento particular, por lo cual se pueden llamar factores o causas estructurales. Las
mismas a través de procesos y mediaciones determinan o condicionan causas indirectas o
directas (Novakovsky y Chaves, 1999). La valoración de determinadas causas como
directas, indirectas o estructurales remite a discusiones teóricas, políticas y vivenciales, por
lo cual en su ubicación en uno u otro plano adquiere relevancia la lógica situacional de
aprehensión de las visiones construidas en torno a un determinado problema social.
Para finalizar cabe recalcar que claramente hemos intentado dejar marcada la
necesidad de incluir los aspectos subjetivos de la realidad al momento de explicar los
problemas sociales, lo cual lleva a reflexionar sobre los distintos actores sociales que
coexisten, con visiones e intereses diferentes, muchas veces antagónicos, en todas las
situaciones. Sin embargo, sin ánimo de caer en una hegemonía académica al momento de
explicar la realidad, consideramos que en la práctica del Trabajo Social, el profesional se
incorpora como actor a tales situaciones con sus propios recursos (Oliva, 2007a), es decir,
intereses, visiones y marcos teórico-metodológicos específicos a partir de su inserción en
la división social y técnica del trabajo y la adscripción a un proyecto profesional particular.
Por ello, su explicación situacional debe dar cuenta de esas competencias aprehendidas,
principalmente en lo que respecta a cuestiones metodológicas, posibilitando la realización
de explicaciones que superen, principalmente, la inmediatez de los fenómenos sociales.
Una de las premisas que es necesario incorporar al momento de explicar la realidad,
es la de poder reconstruir los aspectos subjetivos de la realidad en términos de
comprensión activa (Bajtín, M. 1997), lo cual implica proceder introduciendo el objeto de
estudio en totalidades siempre más amplias, a partir de la totalidad de la forma ideológica
con la que se vincula, y sin perder de vista el proceso global de reproducción social al que
28
dicha forma ideológica pertenece, como forma de la comunicación social, como forma de
signos (Ponzio, 1999).
Considerando que la vida cotidiana9 es el espacio donde el individuo y la sociedad
mantienen una relación espontánea, pragmática, sin crítica, Barroco (2004) manifiesta que
el ‘nosotros’ es como aquél por el cual el ‘yo’ existe, o sea, a través de una identificación
inmediata. De este modo, la autora considera que la cotidianidad es el campo privilegiado
de la reproducción de la alienación, en donde se produce la repetición acrítica de los
valores, pues el pensamiento cotidiano se fundamenta en juicios provisionales, por la
unidad inmediata entre el pensamiento y la acción. Es entonces, el espacio en el cual la
reproducción social se realiza a través de los individuos, espacio donde la aprehensión de
la realidad comienza y acaba en su conocimiento inmediato, por lo cual permite visualizar
una representación caótica de la misma, sin necesidad de construir mediaciones (Lessa,
2000). Consecuentemente, se sostiene que en la vida cotidiana la aprehensión que los
individuos realicen de los problemas sociales que los afectan se encontrará tensionada por
las distintas visiones que coexistan en la sociedad, las cuales, sin caer en esquematismos se
presentan como un continuum de naturalización-problematización.
Así, afirmando la impronta situacional de las explicaciones que se realizan es
necesario incluir las visiones que los distintos actores poseen sobre el problema, debiendo
identificar la vinculación tanto con los aspectos objetivos del problema social como con las
visiones que la sociedad en la cual se insertan ha construido en relación al mismo. La
importancia de incorporar tal dimensión se encuentra fundamentada por la interrelación
con el momento normativo y estratégico, es decir con la definición de los objetivos y
estrategias para alcanzarlos, pues la identificación de visiones naturalizadas de los
problemas sociales interpela al profesional en el establecimiento de estrategias que
posibiliten en un primer momento una problematización conjunta de los mismos.
De esta manera es posible avanzar en una explicación que se adentre en los factores
causales y niegue/supere los procesos de reificación y alienación que en las relaciones
capitalistas atraviesan la vida cotidiana de los sujetos (Infranca, 2005; Lukács, 1985;
Heller, 1977), en tanto la propia vida cotidiana a partir de los conflictos y contradicciones
que la caracterizan, permiten a los individuos y grupos sociales, preguntarse el por qué de
sus características, sobre las causas de los procesos sociales que los involucran, tanto
9
Las implicancias de esta categoría escapa a las posibilidades analíticas de este trabajo. Para ampliar véase
Guerra, 2007; Barroco, 2004; Lessa, 2000; Heller, 1977; Gonzaga Mattos Monteiro, 1995.
29
individual como colectivamente y en algunos casos plantearse posibilidades de ruptura, de
problematización y reconstrucción de las visiones elaboradas hasta entonces.
Es a partir de conocer el grado de problematización de las situaciones sociales que
atraviesan a las personas, las posiciones asumidas en torno a los mismos, que se abre la
posibilidad de encaminar procesos de planificación viables, en tanto recuperan la
dimensión política en estrecha relación con las condiciones de vida de los sujetos.
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32
LA OBSERVACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL DEL TRABAJADOR SOCIAL
Liliana B. Madrid
Introducción
El presente capítulo tiene la intención de involucrar a los estudiantes de trabajo
social en los aspectos constitutivos de la observación en la intervención profesional del
Trabajo Social.
Se estima importante lograr que alumnos y alumnas consideren que la observación
es una práctica que puede estar orientada por fines diferentes: investigación-docencia
(producción de conocimiento), intervención profesional (asistencia, gestión, educación) o
pre-profesionales (prácticas de formación académica). El objetivo es realizar un aporte con
el fin de superar cierto uso “mecánico” de la observación, para avanzar hacia una práctica
profesional en la cual la dimensión instrumental no quede aislada o desvinculada de las
concepciones teóricas, ontológicas y las opciones políticas. En este sentido, tal como se ha
planteado en el capitulo anterior, demanda adherir a la perspectiva ontológica donde las
preocupaciones metodológicas son determinadas a posteriori del objeto concreto
(Montaño, 2000)10.
Es necesario señalar que la observación es una práctica que, junto con otras tácticas
permite, a través de las sucesivas aproximaciones que el profesional realiza al objeto,
reconstruir las manifestaciones de la “cuestión social” en la vida cotidiana de las personas.
Implica superar el apriorismo metodológico y recuperar los aportes desarrollados en los
procesos de reconstrucción de la realidad a fin de contrastarlos nuevamente con la misma,
permitiendo el avance y síntesis en el desvelamiento de los procesos sociales. Se considera
que la observación no es técnica porque no existe control del objeto al cual aplicar métodos
y técnicas sino que se cuenta con conocimientos teóricos e informativos que permiten
intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias. Al igual que las visitas
domiciliarias que se desarrollarán en capitulo siguiente, la modalidad de observación está
estrechamente vinculada a la posición ético-política, no hay posibilidad de intervención
neutra11.
Agnes Heller, elabora una visión sobre la vida cotidiana que —aunque sumamente
compleja— permite esclarecer las vías de acceso a la identificación de las mediaciones
10
11
Para ampliar véase capitulo desarrollado por el Lic. Manuel Mallardi.
Lo expuesto fue retomado del capitulo de la Dra. Andrea Oliva.
33
entre los procesos universales y particulares. La autora explica —con el fin de aproximarse
a la subjetividad de los hombres en la vida cotidiana—, que los individuos desarrollan en
su historia un conjunto de actividades a fin de garantizar su reproducción que constituye su
vida cotidiana y, a su vez, posibilita la reproducción social. De este modo, cada hombre
particular concreto se reproduce de un modo distinto que sus semejantes, aunque en el
marco de su inserción en la división social del trabajo, lo que hace que dichas actividades
(comer, dormir, etc.) sean idénticas sólo en planos elevadamente abstractos.
Consecuentemente, la autorreproducción “…es, por consiguiente, un momento de la
reproducción de la sociedad” (Heller, A. 1977: 20).
La observación de las manifestaciones de la “cuestión social”
El término “cuestión social” tiene una historia de aproximadamente 170 años y
comenzó a ser utilizada en la tercera década del siglo XIX. Surge para dar cuenta del
fenómeno del pauperismo en el que se sumergió la población trabajadora en lo que se
constituye como la instauración del capitalismo en su fase industrial y competitiva. Si bien
la desigualdad entre ricos y pobres se observaba anteriormente, era radicalmente nueva la
dinámica de la pobreza que entonces se generalizaba. “La pobreza crecía en razón directa
con el aumento de la capacidad social de producir riquezas” (Netto: 2003, 57).
A partir de la segunda mitad del siglo XIX la expresión “cuestión social” se instala
en el vocabulario propio del pensamiento conservador. La “cuestión social” pierde su
estructura histórica determinada y es naturalizada. El enfrentamiento de sus
manifestaciones es función de un programa de reformas que antes que nada preserve la
propiedad privada de los medios de producción. Se desvincula cualquier medida tendiente
a problematizar el orden económico social establecido: se trata de combatir las
manifestaciones de la “cuestión social” sin tocar los fundamentos de la sociedad burguesa
(Netto, 2003).
Hoy, algunos autores hablan de la nueva “cuestión social”, pero los problemas
actuales, si bien no manifiestan explícitamente los rasgos propios del proceso europeo del
siglo XIX en plena revolución industrial, son producto de la misma contradicción. Lo que
diferencia los problemas del siglo XIX con los actuales es el menor grado de politización
de este último. “Cuestión social” no es sinónimo de la contradicción entre capital y trabajo
y entre fuerzas productivas y relaciones de producción sino de conflicto político,
determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).
34
En este articulo se entenderá que la
“Cuestión Social” debe ser aprehendida como el conjunto de las
expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que
tiene una raíz común: la producción social se hace cada vez mas
colectiva, el trabajo se torna cada vez mas social, mientras que la
apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una
parte de la sociedad (Iamamoto: 2003, 41).
Iamamoto (1997) aporta a esta reflexión aspectos importantes a considerar al
momento de aprehender la complejidad de la intervención del trabajo social en las
manifestaciones de la “cuestión social”. Destaca que pensar
…la práctica profesional como socialmente determinada apenas por las
fuerzas dominantes de la sociedad permitiría caer en una perspectiva
“determinista”, según la cual nada nos restaría hacer. Del lado opuesto,
se podría caer en una visión “heroica” de la profesión, cuando esta es
entendida apenas como referida a los intereses de las clases subalternas,
desvinculados de sus relaciones con el bloque de poder. En tercer lugar,
al considerar la práctica profesional como producto exclusivo de sus
agentes, desconociendo los condicionamientos históricos coyunturales,
se corre el riesgo de caer en una perspectiva “voluntarista” de
declaración de buenas intenciones, que serán subvertidas por la realidad
de la práctica. Por lo tanto, aprehender el movimiento contradictorio de
la práctica profesional como actividad socialmente determinada por las
condiciones histórico coyunturales, reconociendo que estas son
mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional –
dentro de los limites establecidos por la propia realidad- es condición
básica para aprehender el perfil y las posibilidades del servicio social
hoy, las nuevas perspectivas del espacio profesional. Lo que define al
servicio social es la conjugación de esos factores contradictorios
(Iamamoto, 1997).
Margarita Rozas Pagaza (2001) entiende a la intervención como un campo
problemático en la medida que se constituye en el escenario cotidiano donde se objetivan
las manifestaciones de la “cuestión social” y que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos.
Este punto de partida se diferencia de posiciones que entienden a la intervención desde una
perspectiva instrumentalista o de instrumentalización de técnicas.
La intervención no solo es la constitución de acciones diversas y
desconectadas, por el contrario debe estar fundamentada en bases
teóricas y metodológicas, que superen el carácter normativo e
instrumental de la misma. En esta perspectiva, el concepto de la
intervención en trabajo social es la conjugación del análisis del contexto,
concepto e instrumentos que tienen sentido en función de sus objetivos y
fines (Rozas Pagaza, 2001: 317).
La intervención profesional demanda a la observación, en tanto práctica que
consiste en utilizar los sentidos para indagar fenómenos, hechos o realidades sociales, la
35
posibilidad de visualizar en toda su complejidad diversas manifestaciones de la cuestión
social.
Si bien la observación es una práctica que todos los hombres realizan existe
diferencia cuando se estructura desde el sentido común o desde un plano profesional.
Generalmente suele decirse que la primera esta teñida de las subjetividades de quienes
observan y también de quienes son observados, caracterizada por la ausencia de un marco
teórico previo que delimite la acción de observar y que no responde a preguntas o
cuestiones específicas fijadas con antelación. Por el contrario, pensar a la observación
desde el plano profesional señala el acercamiento a la realidad desde una posición definida,
fundamentalmente teórica. Implica una actividad deliberada y consciente, sistemática,
describiendo, relacionando, sistematizando y, sobre todo, tratando de interpretar y captar
significado. La observación se realiza en un marco de “desconfianza” de las propias
convicciones, dudando de ver lo que se ve, contrastando incesantemente datos con datos,
informantes con informantes, interpretaciones propias con ajenas.
Observar en trabajo social no presupone la existencia de un área específica de
intervención profesional, recortada de la totalidad social, como si los fenómenos sociales
se comportaran independientemente uno de otro. La observación en la práctica profesional
del trabajo social debe superar una realidad “recortada”, es decir, la construcción de un
objeto específico de intervención en “lo social” excluyendo de tal objeto los determinantes
económicos, culturales, políticos, etc. porque supone pertenece a otras esferas
profesionales.
Una práctica de estas características no superará la apariencia de los hechos y
tenderá a observar los procesos sociales como “cosas” y desarticulados de una estructura
más amplia. Conocer e interpretar la realidad demanda tener en cuenta las mediaciones
(Guerra, 2000) y no abstraer los fenómenos de las relaciones que los engendran. Caso
contrario, se desarrollará un proceso de naturalización de la realidad social segmentado en
esferas autónomas y considerando los fenómenos como evolución de la naturaleza y no
como construcción de los hombres, práctica considerada deshistorizada. Conocer la
realidad de esta forma condiciona las respuestas y lleva a cambios parciales de la misma
(Montaño, 2000).
La intervención estatal en la era del monopolio soslaya los aspectos económicos e
históricos propios del capitalismo, llevando la cuestión al terreno de las responsabilidades
individuales. Así, los problemas sociales:
36
Asumen un carácter compensatorio, no dirigidas a asegurar
derechos universales, sino fundamentalmente como formas de
regulación de la relación capital-trabajo, formas indirectas de
salario (ubicadas fuera de la lógica del mercado y adquiriendo el
status de beneficio o dadiva), que permitan el mantenimiento y la
reproducción de la fuerza de trabajo, así como una forma de
legitimación del Estado y de moralización de las clases
subalternas (Parra: 1999, 89).
La estigmatización de la pobreza y la marginación del pobre implican la
destitución de la ciudadanía económica y el cercenamiento del derecho a la
libertad sustentada sobre una concepción de la pobreza como condición de
existencia del capitalismo, como un mal necesario a la sustentación del régimen
(Martinelli, 1992: 97).
Observar los fenómenos de la realidad social desde una racionalidad que supere la
segmentación, la naturalización y la dehistorización conseguirá distanciarse de respuestas a
la cuestión social que sólo se enfrentan en sus refracciones (Netto, 1997), sus
manifestación puntuales y superficiales, donde las causas de fondo son ignoradas y las
consecuencias observadas como causas.
La cuestión social es atacada en sus refracciones, en sus secuelas
aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si es
asumida consecuentemente, impediría la intervención. De ahí surge la
categorización de los problemas sociales y de sus vulnerabilizados, no
solo con la consecuente priorización de las acciones sino sobretodo con
la atomización de las demandas y la competencia entre las categorías
demandantes (Netto: 1997, 22).
El trabajador social utiliza la observación en su práctica cotidiana, en el desarrollo
de entrevistas, visitas domiciliarias o la confección de informes sociales, fortaleciendo el
proceso de intervención y permitiendo el acceso a la información que los observados o el
contexto inmediato tal vez no expresan de manera directa. Esto implica que el desarrollo
de la observación en el ámbito profesional del trabajo social, para alcanzar el propósito de
su utilización, demanda un trabajo de orientación (objetivos), planificación, marco teórico
de referencia y exposición a criterios de veracidad, objetividad, fiabilidad y precisión. Este
proceso que envuelve a la observación pretende examinar a la realidad tal como ocurre sin
ningún tipo de interferencias, modificación o manipulación.
Lo señalado anteriormente demanda tener presente que quien observa es un actor
social. En ese sentido es necesario discutir la idea del observador como sujeto social e
involucra reflexionar acerca del posicionamiento que asume y en consecuencia las
definiciones que realiza.
37
La observación implica un proceso de toma de decisiones. Esto señala que en
función de los objetivos no se observará “cualquier cosa” sino aquellos aspectos que
refieran al tema o problema en cuestión, tanto en términos de investigación o de
intervención y en función del posicionamiento socio-político definido. Indicadores
generalmente considerados en los informes sociales, cuya información proviene de la
observación, en muchas oportunidades son poco o nada significativos ante el problema que
motivó la realización del mismo se lo considere desde uno u otro posicionamiento. El
observar es una actividad social que en tanto practica conduce a considerar la actividad de
observar como una relación social y este aspecto influye en la formulación de las
interpretaciones que se realizan.
La observación no esta exenta de riesgos y peligros respecto a la plenitud y la
perfección de su recogida de información dado que muchos fenómenos no son observables
directamente y están latentes a niveles muy profundos. Por otro lado, también en algunos
casos el fenómeno a observar establece un vínculo emocional con el observador y éste
pone en marcha ciertos mecanismos que lo “ciegan” impidiendo ver lo que realmente
existe o le “hacer ver” lo que en verdad es inexistente. En este sentido, no puede
desconocerse la relación cultural entre observado y observador y el peligro de utilizar un
planteamiento cultural propio y distorsionar con él el conocimiento de la realidad, más aun
cuando la noción de cultura que puede prevalecer remite a un concepto jerárquico.
Es posible advertir que la observación de algunos aspectos representa la existencia
de prejuicios y valoraciones previas sin la información suficiente para realizar afirmación
de ese tipo. Observaciones que se realizan durante una entrevista en el domicilio de un
sujeto, que luego se ven reflejadas en informes sociales y refieren, por ejemplo, al orden
del mobiliario, el estado de conservación o las condiciones de higiene, remiten a
posicionamientos teóricos, políticos, culturales, aunque nada tengan que ver esos aspectos
con el motivo de la intervención.
Informes sociales que se realizan con el fin de solicitar el ingreso a determinado
programa alimentario para una familia deberían motivar la observación sobre aspectos
vinculados a los ingresos económicos, ocupación, cantidad de miembros de la unidad
domestica, tenencia de la vivienda (egresos por el pago de alquiler), situaciones de salud,
vinculación con organizaciones con servicios alimentarios y sus características, acceso a
planes y programas alimentarios -cantidad, calidad, frecuencia y particularidades- para
señalar los aspectos fundamentales que no pueden ser evitados en el proceso de
38
observación. La situación de indigencia y/o pobreza se traduce para una familia en límites
para satisfacer, fundamentalmente, las necesidades alimentarias de la unidad domestica,
por lo tanto, estos aspectos señalados que marcan ingresos–egresos y posibilidades de
alimentarse tienen mas trascendencia que la observación sobre el mobiliario, su disposición
en el hogar, higiene, estado de conservación, artefactos que dispone en el hogar (heladera,
TV, otros) o los servicios particulares (telefonía, televisión por cable, etc.).
Observación y conocimiento
El problema de la construcción de conocimiento en las Ciencias Sociales es mayor
en comparación con las Ciencias Naturales, ya que el conocimiento esta determinado
socialmente y tiene validez en cierto contexto histórico-social.
En este sentido, es trascendente afirmar que lo objetivo (tanto en el desarrollo de
prácticas de intervención y/o investigación en el trabajo social) es la realidad social, la cual
no se termina de conocer en una única acción, sino que se utiliza el conocimiento y los
métodos previos para realizar nuevas aproximaciones que permitan profundizar los
conocimientos actuales. Así, la observación contribuye al proceso de conocer la realidad
social ya que permite, a partir de las potencialidades que los diferentes sentidos pueden
aportar, conocer aspectos constitutivos del objeto seleccionado de lo real que se desea
conocer. El criterio de verdad esta definido por la realidad, y no por el método que se
utilice para conocerla. Lo considerado “método verdadero” también puede derivar en
afirmaciones y conclusiones muy diversas en todas las áreas de conocimiento. “En el
proceso de intelección de la realidad hay mucho más que los principios metodológicos”
(Lessa, 2000: 200).
Al mismo tiempo, considerar el método como el criterio de definición de la verdad
termina por conducir a la concepción según la cual el objeto de conocimiento es una pura
construcción de la subjetividad. Por lo tanto, “lo que asumimos por realidad nada más sería
que una imagen creada por nosotros en nuestro propio proceso gnoseológico…” (Lessa,
2000: 200). La verdad significa también aceptar que ésta tiene que ver con algo mas que el
sentido común y que tiene que ver con grupos de sentidos mas intensos, de los que se
puede derivar un discurso que no se limite a duplicar lo existente, sino que conserve la
posibilidad de poder criticar (Villarreal Montoya, 2002).
39
La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica
La observación profesional es una práctica que se realiza en el marco de la acción
interventiva y, al mismo tiempo, es valida en las prácticas de producción teórica.
El espacio en el que se inserta el trabajador social para establecer vínculo con los
actores, mas allá de los diversos fines, se denomina campo. Este es la porción de lo real
que se desea conocer, tanto en el marco de prácticas de intervención o investigación,
mundo natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo construyen y
que esta definido por el profesional. Lo real se compone no solo de fenómenos
observables, sino también de la significación que los actores le asignan a su entorno y a la
trama de acciones que los involucra; se integran en él prácticas y nociones, conductas y
representaciones. También incluye, aunque entren en contradicción, prácticas, valores y
normas formales: lo que la gente hace, lo que dice que hace y lo que se supone que debe
hacer (Guber, 1994). El vínculo con los sujetos implica conocerlos, ubicarse en el espacio
y establecer rapport (confianza). Observar y crear rapport requiere necesariamente, en
muchos casos, establecer comunicación con el otro, y esto implicará desarrollar al mismo
tiempo otras tácticas de acuerdo a la estrategia.
El conocimiento critico que surge a partir del encuentro entre sujeto que conoce y
objeto estudiado no debe reproducir la separación profesional entre el denominado
“cientista” (el que conoce) y el que actúa (profesional de campo). En este sentido, es
necesario superar esta separación profesional porque la observación es igual de válida y
trascendente en ambas instancias: es necesaria para la construcción de conocimiento
teórico y situacional, sólo que tendrá funciones diferentes y responderá a necesidades
diversas12.
Conocer la realidad debe superar el desprecio hacia formas de conocimiento
consideradas no científicas por la academia que descalifica la actividad interventiva del
trabajador social. Al mismo tiempo, el trabajo social de campo también debe repensar lo
que identifica como investigación, sistematización de la práctica y diagnostico situacional,
porque la consecuencia es vincular a la teoría solo como un conocimiento instrumental a
partir de la práctica, descalificando la producción teórica de la academia.
Con lo expuesto, se intenta fortalecer la idea de que en el ámbito interventivo, la
producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta
12
Sobre las diferencias entre conocimiento teórico y situacional, véase Montaño (2003).
40
actividad es fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los
procesos sociales y la elaboración de conocimiento situacional con el fin de intervenir
critica y efectivamente en los procesos. Así, esta actividad no es subalterna de la actividad
“científica” sino que ellas se comportan como complementarias siendo igualmente de
importante. El profesional de campo no tiene porque ser subalterno del académico, y
viceversa; así como el conocimiento situacional no es menos importante que el
conocimiento teórico y viceversa (Montaño, 2000). Este posicionamiento respecto de la
observación en Trabajo Social refuerza la idea de superar el divorcio teórica-práctica e
intenta dejar de reproducir el concepto de que todo trabajador social debe, para ser critico,
elaborar conocimiento teórico.
Modalidades de la observación13
Pueden identificarse distintas modalidades de observación y su utilización debe
determinarse posteriormente a partir del objeto que se desea estudiar. Éste es el que debe
brindar el material para determinar fundamentos y categorías para apropiarnos de la
realidad en toda su complejidad. Realizar el ejercicio contrario supondrá identificar los
fenómenos sociales como cosas o fenómenos naturales, exteriores, superiores y anteriores
a los hombres (Montaño, 2000). Definir modalidades de observación en función del objeto
que se desea conocer permitirá aprehender la procesualidad, superar la superficialidad
aparente y la realidad fragmentada.
En principio, se identifican dos modalidades de observación:
Observación de la fenosituación14: implica el desarrollo de un comportamiento, el
cual puede considerarse discreto o cuidadoso por parte del trabajador social, con el fin de
conocer situaciones o hechos visibles de la realidad. Expresa el desarrollo de actividades
de observación consideradas visualizables de modo directo por alguno de los sentidos.
Implica percibir, por ejemplo, la disponibilidad de espacio físico cuando la intervención
refiere a una situación de hacinamiento, sin que esto demande preguntar a los sujetos, y
también indagar (probablemente fuentes secundarias) sobre la disponibilidad de servicios
en la zona ante determinados escenarios de salud.
Este tipo de observación tendría la oportunidad de revisar algunas características de
los servicios alimentarios de organizaciones cuando se evalúa el acceso a cantidad y
13
Resulta interesante complementar la lectura de este punto con los aportes realizados en por la Lic. Cecilia
Pérez respecto de los registros escritos en trabajo social.
14
Ver Artículo Mallardi en este texto.
41
calidad alimentaria de un niño con diagnostico de malnutrición o la disponibilidad de
planes o programas alimentarios y las posibilidades de provisión que estos señalan para la
familia. La situación demandará volcar los sentidos hacia la visualización de las
características aparentes de la asistencia alimentaria tales como frecuencias de entrega de
los alimentos, criterios de acceso, cantidad y tipo de alimentos, entre otros aspectos
visualizables en la medida que exista conocimiento respecto de la política alimentaria
estatal y de otras organizaciones en la zona donde resida la familia o grupo sujeto de la
intervención profesional. Este tipo de observación puede valerse de diversos instrumentos
capaces de registrar información sobre el problema de estudio.
Observación del proceso: propone un observador cuya actividad se caracteriza por
extenderse en el tiempo pues implica cierto involucramiento con una familia, grupo,
comunidad o institución para desempeñar algunos roles dentro del conjunto, a la par que ir
recogiendo los datos que procura. Como ejemplo de este tipo de observación puede
señalarse la intervención sobre un escenario de salud-nutrición como lo es la malnutrición
en niños. Este implicará el desarrollo, al mismo tiempo de otras tácticas que permitan
advertir sobre concepciones acerca de la salud y la enfermedad, modos particulares de
crecer, adquisición de bienes con el ingreso económico del grupo familiar, definiciones de
quien compra, estrategias de supervivencia, acceso a servicios de salud y percepción de los
usuarios del mismo, entre otros. Esta información solo es accesible en el desarrollo de
estrategias y en este proceso se ejerce una observación que debe superar la visualización de
lo aparente en la búsqueda de lo latente.
Según los medios utilizados pueden diferenciarse entre observación estructurada y
no estructurada. La primera consiste en reconocer y anotar los hechos a partir de categorías
de observación poco estructuradas. La utilización de registros de información que no están
predefinidos otorga la posibilidad de apuntar diversos aspectos considerados pertinentes
por el profesional. Esto dependerá de su posicionamiento respecto del problema y las
potenciales líneas de acción, como así también el marco institucional en el que se
encuentre y las condiciones socio-históricas en curso. La observación deberá dar cuenta de
la heterogeneidad de la vida cotidiana en la búsqueda de lo potencialmente singular de la
situación objeto de intervención. Otorga una ventaja permitiendo la reconstrucción de la
situación a partir de aspectos que el profesional considera necesarios y pertinentes, pero al
mismo tiempo estos se corresponden con su lógica particular. El ejemplo de la indagación
en los informes sociales acerca de la existencia o no de determinados bienes y servicios en
42
los hogares pobres tal vez se presente como válido para diferenciar una posición
conservadora, donde la revisión de algunos servicios probablemente definirá la asignación
de algún recurso de asistencia social en cuestión, y otras posiciones que revisarán, por
ejemplo estrategias de acceso y sostenimiento por las cuales disponen del mismo.
La práctica profesional también contiene un tipo de observación denominada
estructurada porque apela a procedimientos más formalizados para la recopilación de
datos, estableciendo de antemano instrumentos y formas de registro. Refiere a la
utilización de formularios que definen qué información será la necesaria para evaluar el
acceso a determinados beneficios, prácticamente sin opción a incorporar aspectos definidos
como pertinentes por el profesional interviniente.
Bibliografía consultada
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44
LA ENTREVISTA EN TRABAJO SOCIAL
Aproximaciones a un objeto polilógico
Manuel W. Mallardi
Palabras Preliminares
En el presente capítulo se pretenden sintetizar las discusiones en torno a la entrevista en el
campo profesional del Trabajo Social a la luz del pensamiento filosófico de Mijail Bajtín
en relación con la corriente de la profesión heredera del pensamiento marxista. A fin de
poder vincular la propuesta con los antecedentes relacionados a la temática en la profesión
se ha recurrido a bibliografía sobre la misma; por cuestiones de espacio, las discusiones
con dichos planteos no se incluirán aquí, aunque se los ha considerado en el momento de
efectuar las ideas centrales del presente texto, resignificando muchos aspectos a partir de la
bibliografía incluida15.
En relación con el trabajo que aquí se presenta, cabe mencionar que en un primer
momento se abordarán las características que adquiere la entrevista en el marco de los
procesos de intervención en nuestra profesión, analizando las especificidades que adquiere
la misma como instrumental técnico operativo. Posteriormente, avanzaremos en la
inclusión de las ideas centrales de la propuesta de Mijail Bajtín, procurando iluminar las
reflexiones en torno a nuestro objeto de discusión. En este punto se recurrirá también a
autores de las ciencias sociales como Marx, Engels, Lukács, Gramsci, entre otros, en tanto
que el diálogo que se puede establecer entre los mismos se constituyen en un insumo
teórico importante a fin de pensar la entrevista en el marco de las contradicciones sociales
en las cuales se inserta.
Finalmente es importante aclarar que el presente texto al constituirse en una
propuesta de análisis de la realización de la entrevista en los procesos de intervención
profesional, no debería ser leído como una estructura rígida a partir de la cual pretender
efectuar dichas entrevistas, ya que la intención que guía su realización es la de poder
contribuir a la discusión que existe en nuestro campo profesional, teniendo en cuenta que
en muchas ocasiones los límites y posibilidades son condicionados por instancias ajenas al
profesional.
15
En este punto nos referimos a los siguientes autores: Hamilton (1997), Jacobson (1968), SalzbergerWittenberg (1980), Cáceres, Oblitas y Parra (2000), Vélez Restrepo (2003).
45
La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo Social
Dentro del campo profesional, pensamos a la entrevista como parte del instrumental de la
profesión, lo cual, implica, siguiendo a Martinelli y a Koumrouyan (2001), pensar a la
misma como la instancia que articula la concepción de la acción con su operación,
abarcando el momento de la evaluación, construyéndose a partir de las finalidades de la
acción que se va a desarrollar y de los determinantes políticos, sociales e institucionales.
De esta manera, las autoras nos brindan una definición que nos permite pensar nuestro
objeto de reflexión superando una visión etapista y fragmentada, ya que forma un todo
dialéctico, mediatizado por el contexto en el cual se produce.
Avanzando en esta discusión, Moura Reis plantea que considerando que el
instrumento no conlleva una racionalidad intrínseca, el mismo
…no puede ser comprendido como elemento previamente construido, que
conserva “su formato original, entrando cada día en el proceso con la
misma forma”, pues éste se crea, construye y reconstruye en el devenir de
la práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se
establecen entre el profesional/usuario/institución, en contextos sociopolíticos determinados (Moura Reis, V.: 2002:7).
De esta manera es necesario pensar relacionalmente el instrumental profesional con
el proceso de intervención en el cual se desarrolla, ya que las características que el mismo
adquiera dependerán tanto de la concepción que guíe dicho proceso como de la correlación
de fuerzas vigente en el contexto en el cual se produce.
Como se ha dejado connotar en los párrafos anteriores, la perspectiva aquí adoptada
entiende a la intervención profesional en estrecha relación con las relaciones sociales
vigentes. En este sentido, coincidimos con Rozas (2001) cuando plantea que la misma es
un proceso que se construye a partir de las manifestaciones de la cuestión social.
Consecuentemente, es válido incluir el planteo de Iamamoto, según el cual pensar la
profesión inserta en el proceso de reproducción de las relaciones sociales, exige considerar
…la práctica profesional como resultante de la historia, y al mismo
tiempo, como producto teórico-práctico de los agentes que a ésta se
dedican,” es decir, es necesario “aprehender el movimiento contradictorio
de la práctica profesional como actividad socialmente determinada por las
condiciones histórico-coyunturales, reconociendo que éstas son
mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional
(Iamamoto, 1997: 190).
Pensar la entrevista bajo la perspectiva arriba enunciada, nos exige tener en cuenta
durante todo el proceso las dimensiones que coexisten en su puesta en práctica, las cuales
la transforman en un espacio contradictorio en el cual ubicamos, sólo con fines analíticos,
46
las dimensiones socio-institucional, ético-política profesional y subdeterminante popular.
Por cuestiones de espacio sólo realizaremos una breve descripción de las características
que atribuimos a las mencionadas dimensiones, aclarando, inicialmente, que se trata de una
síntesis de planteos realizados previamente en el campo profesional por los autores
mencionados anteriormente.
Cuando nos referimos a la dimensión socio-institucional hacemos referencia a la
relación existente entre la profesión, la ‘cuestión social’ 16 y las políticas sociales
implementadas por organizaciones del Estado y no Estatales en relación con esta última.
De esta manera, consideramos que, en tanto son estas organizaciones las que en sus inicios
le instituye de legitimidad funcional a la profesión, es oportuno avanzar sintéticamente
sobre las características que su intervención sobre la “cuestión social” adquiere en el marco
del capitalismo monopolista. Netto, profundizando sobre esta discusión considera que “la
intervención estatal sobre la ‘cuestión social’ se realiza, (...) fragmentándola y
parcializándola”, en tanto se niega como problemática central la desigualdad propia del
sistema capitalista. De esta manera, plantea Netto,
En el capitalismo monopolista, la política social debe constituirse
necesariamente en políticas sociales: las secuelas de la ‘cuestión social’
son recortadas como problemáticas particulares (el desempleo, el
hambre, la carencia habitacional, el accidente de trabajo, la falta de
escuelas, la incapacidad física, etc.) y así enfrentadas (Netto, 1997: 22).
Sin embargo, las políticas sociales no son el resultado directo de la acción estatal en
el marco de un clima armonioso, sino que se considera que entran en juego otros
elementos, como por ejemplo, aquellos que agrupamos en la dimensión subdeterminantepopular en tanto, como plantea Vieira (1999) la política social no existe desvinculada de
los reclamos populares, por lo que los derechos sociales implican en primera instancia la
consagración jurídica de tales reclamos y reivindicaciones.
En este contexto contradictorio se inserta la dimensión ético-política profesional,
en la medida en que, como declara Iamamoto en una proposición ya clásica en nuestra
profesión,
Las condiciones que peculiarizan el ejercicio profesional son una
concretización de la dinámica de las relaciones sociales vigentes en la
16
Retomamos el aporte de Netto quien define a la ‘cuestión social’ como el conjunto de problemas
económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos que delimitan la emergencia de la clase obrera
como sujeto socio-político en el marco de la sociedad burguesa. (Netto, 2003a: 154). Para ampliar al
respecto véase: Netto, 1997, 2003a, Netto, 2003b; Pereyra, 2003; y Grassi, 2003. Una síntesis de estas
posturas se encuentra desarrollada en el capítulo Conocimiento Situacional y Práctica del Trabajo Social del
mismo autor incluido en el presente volumen.
47
sociedad, en determinadas coyunturas históricas. Como las clases sociales
fundamentales y sus personajes sólo existen en relación, por la mutua
mediación entre ellas, la actuación del Asistente Social es necesariamente
polarizada por los intereses de tales clases, tendiendo a ser cooptada por
aquellos que tienen una posición dominante (Iamamoto, 1997: 89).
Dicha participación no presenta un carácter determinista, ya que, como bien plantea
la autora citada, si bien el profesional es contratado por los representantes del capital, en
sus procesos de intervención dependiendo de su opción política, el mismo puede intervenir
tendiendo a reforzar los intereses del capital o de las clases trabajadoras. Sin embargo,
consideramos que sería un error pensar la opción ética como un proceso meramente
individual y aislado de los proyectos políticos mayores. En este sentido, en primer lugar,
no debemos caer en la falacia de pensar al cuerpo profesional como un todo homogéneo
libre de contradicciones, mientras que además, y en estrecha vinculación, es necesario
analizar los procesos de intervención profesional en relación con un proyecto profesional
ético-político determinado, ya que en el interior de la profesión encontramos distintos
proyectos profesionales relacionados con proyectos sociales determinados (Netto, 1996).
Así, la vinculación del ejercicio profesional con un proyecto ético-político nos permite
pensar al primero más allá de la elección particular de cada profesional, ya que las acciones
que el mismo desarrolle estarán en estrecha relación con la hegemonía que tenga un
proyecto profesional determinado dentro del colectivo profesional.
Aproximaciones a una definición polilógica de la Entrevista
Acorde con las reflexiones teóricas mencionadas, consideramos que una definición de la
entrevista que pretenda dar cuenta de las complejidades propias de la intervención
profesional, debe contemplar tanto las tensiones sociales, como las características propias
de dicha intervención. De esta manera, surge la necesidad de pensar una definición
polilógica de la entrevista, lo cual exige incorporar en la misma las distintas lógicas
sociales que actúan en el momento de su desarrollo. Es decir, como se menciono
anteriormente, es necesario reflexionar sobre cómo en la realización de la entrevista
convergen tanto la dimensión socio-institucional, la ético-política profesional y la
dimensión subdeterminante popular.
Consideramos que los planteos bajtinianos se constituyen en elementos importantes
para aproximarnos a pensar la entrevista acorde con la necesidad planteada arriba. En este
sentido, siguiendo a Bajtín, definimos a la entrevista como un Género Discursivo,
entendiendo por tal a un tipo relativamente estable de enunciados, que reflejan las
48
condiciones específicas de la praxis humana, en donde el contenido temático, el estilo y la
composición están vinculados con la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo
semejante, por la especificidad de una esfera dada de la comunicación (Bajtín, 1997: 248).
Dentro de estos géneros discursivos, el autor diferencia entre géneros primarios y
secundarios. Los primeros se refieren a aquellos de la comunicación discursiva cotidiana,
mientras que los géneros secundarios o complejos se refieren a aquellos que surgen en
condiciones de la comunicación cultural más compleja, relativamente más desarrollada y
organizada. Asimismo, se plantea una relación recíproca entre ambos tipos de géneros, ya
que en los procesos de elaboración los secundarios absorben y reelaboran a los primarios,
mientras qué estos últimos sufren modificaciones a partir de la influencia de los
secundarios.
Coincidimos con Arfuch (2002), quien analizando el mismo objeto considera que
de acuerdo a la distinción entre géneros discursivos primarios y secundarios, la entrevista
sería un género secundario, donde a pesar de operar con una dinámica intersubjetiva propia
de los géneros primarios, a diferencia de lo que sucede en la conversación cotidiana, la
facultad performativa para realizar preguntas y orientar el proceso es ejercida
prioritariamente por quien está habilitado para ello, el entrevistador. En nuestra situación,
complejizan la instancia de diálogo también, las condiciones en las cuales el mismo se
produce, el bagaje teórico del profesional que efectúa la entrevista, etc.
La noción de Género Discursivo nos permite entender que la entrevista en el
Trabajo Social adquiere particularidades construidas históricamente por la relación entre el
trabajador social y el usuario, mediatizada por el contexto en el cual se desarrolla. Dichas
particularidades no implican la construcción de “recetas” a partir de las cuales enumerar
los pasos que garantizan el éxito o inciden en el fracaso de una entrevista, sino en el
establecimiento de las tendencias profesionales y sociales que convergen en la realización
de las mismas.
En términos generales, y guiados por los planteos arriba enunciados, definimos a la
entrevista como una instancia dialógica entre el profesional y el/los usuario/s, pudiendo
ubicar en la misma dos momentos regidos por la lógica de estar insertos en un mismo
proceso, cuya relación no es lineal sino dialéctica:
-
En primer lugar, ubicamos la reconstrucción de las manifestaciones de la
cuestión social que se objetivan en la vida cotidiana de los sujetos. Esta dimensión,
49
a su vez, abarca la comprensión de la relación existente entre la mencionada
manifestación con la visión que los sujetos tengan de la misma.
-
Por otro lado, a partir del momento anterior, implica el ejercicio de una acción
socioeducativa vinculada a la desnaturalización y a la problematización de la
situación por parte del entrevistado.
Nuestra definición pretende abarcar tanto el proceso de conocimiento de la realidad
del sujeto entrevistado, a partir de lo cual se continuará realizando la intervención
profesional, como así también el proceso socio-educativo que el profesional actuante
realiza. Por otro lado, en tanto proceso dialógico caracterizado en parte por estar orientado
hacia otro, es importante el papel que juega el sujeto entrevistado, por lo que en toda
definición de la entrevista es preciso avanzar en la visión que del mismo se tenga.
Finalmente, cabe mencionar que todo el proceso será mediatizado por las dimensiones
enunciadas anteriormente, lo cual implica que la particularidad del mismo se construirá en
relación con las tendencias existentes, tanto dentro de la profesión como en el contexto en
el que la misma se desarrolla.
En las próximas paginas avanzaremos en la reflexión sobre las características que
los dos momentos mencionados arriba adquieren según nuestra perspectiva, en donde nos
proponemos hacer dialogar los planteos enunciados anteriormente sobre la filosofía
bajtiniana, con distintos autores del Trabajo Social y de las Ciencias Sociales en general.
La reconstrucción de las Manifestaciones de la Cuestión Social en la Entrevista
En el encuentro dialógico de la entrevista, el usuario, como interlocutor que verbaliza una
situación de su vida cotidiana que considera problemática, nos presenta la visión que él ha
construido de la misma. En el caso del profesional, se produce una relación dialéctica entre
la situación planteada y el bagaje teórico que el mismo posee para analizar la realidad y
fundar su intervención profesional. Sin intenciones de ser esquemáticos, podemos decir
que la situación que el usuario identifica como problemática puede ser analizada por el
profesional desde dos posturas distintas, con matices que se aproximen a uno o a otro polo
según las particularidades que la confluencia de las dimensiones arriba enunciadas
adquiera.
En este sentido, es posible, desde una perspectiva que entiende a la cuestión social
como una disfunción superable y transitoria, visualizar y explicar la situación del
entrevistado como un hecho puntual y aislado, encontrando las causas en el ethos del
50
sujeto17 o, en contraposición a estos planteos, es posible pensar la situación como una
manifestación de la cuestión social, entendida como la expresión de las desigualdades
inherentes al desarrollo del sistema capitalista, exigiendo a la práctica profesional “salir
de los marcos clasificatorios, de puntualización y de naturalización de los ‘problemas
sociales’ construidos desde la lógica de transitoriedad” (Rozas, 2001: 225).
En el marco de esta segunda perspectiva analítica, y con el fin de aproximarnos a la
mencionada reconstrucción, surge la necesidad de establecer las mediaciones necesarias
que nos permitan comprender cómo la totalidad que se expresa en la cuestión social se
manifiesta y adquiere sus respectivas particularidades en la vida cotidiana del sujeto
entrevistado. Es preciso, entonces, reconstruir a partir del diálogo cómo esa situación que
aparenta ser aislada y propia de ese sujeto encuentra sus causas en la totalidad en la cual
se desarrolla. En este sentido, consideramos que los planteos lukácsianos acerca de la
realidad y la forma de acceder a ella se constituyen en un insumo teórico importante, en
tanto permite comprender la relación existente entre lo que comúnmente se denomina
micro y macrosocial. De esta manera, a continuación se sintetizan las ideas centrales
lukácsianas que nos permiten reflexionar acerca del proceso de conocimiento y
aproximación a la cuestión social, para luego avanzar en la discusión acerca de las
características que dicha aproximación implica de acuerdo a los planteos bajtinianos.
En sus estudios sobre la realidad en tanto totalidad concreta 18, Lukács realiza un
importante análisis de las categorías de particularidad, singularidad y generalidad,
considerando que las mismas no son puntos de vistas que el observador puede construir,
sino dimensiones de la realidad objetiva. Sintéticamente, y sin ánimos de ser exhaustivos,
podemos decir que la categoría singularidad expresa aquello que nos presenta de manera
inmediata el mundo. En palabras de Lukács esta idea se expresa de la siguiente manera:
“todo lo que nos ofrece el mundo externo como certeza sensible es inmediatamente y
17
Esta idea se encuentra desarrollada en Netto, 1997.
Pontes (1995) presenta la idea de totalidad desde la perspectiva lukacksiana, la cual es vista como “un
complejo constituido de complejos subordinados”. Esta visión se distingue de aquella que afirma que la
totalidad es la mera suma de las partes, porque cada parte de este complejo se constituye en otro complejo
que se articula a los demás por medio de múltiples mediaciones. En igual sentido, Kosik, al momento de
preguntarse qué es la realidad, plantea su idea de totalidad concreta, considerando que “totalidad no significa
todos los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede ser
comprendido racionalmente cualquier hecho (clases de hechos, conjunto de hechos). Reunir todos los hechos
no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no constituyen aún la totalidad. Los hechos
son conocimiento de la realidad si son comprendidos como hechos de un todo dialéctico, (...) sin la
comprensión de que la realidad es totalidad concreta que se convierte en estructura significativa para cada
hecho o conjunto de hechos, el conocimiento de la totalidad concreta no pasa de ser algo místico, o la
incognoscible cosa en sí.” (1984: 55-56)
18
51
siempre algo singular, o una conexión única de singularidades; es siempre un Esto
singular, un Aquí y Ahora singular.” (Lukács, 1966: 203) Por otro lado, la categoría
generalidad (o universalidad) significa en Lukács “el plano en que residen las grandes
determinaciones y leyes de una formación social” (Pontes, 1995), mientras que,
finalmente, cabe decir que desde esta perspectiva la particularidad “no es meramente una
generalidad relativa, ni tampoco sólo un camino que lleva de la singularidad a la
generalidad (y viceversa), sino la mediación necesaria –producida por la esencia de la
realidad objetiva e impuesta por ella al pensamiento- entre la singularidad y la
generalidad.” (Lukács, 1966: 202)
A partir de identificar estas tres categorías como constitutivas de la realidad,
Lukács avanza en su propuesta, sosteniendo que, si bien en todo proceso de conocimiento
el punto de partida es lo real y concreto, para superar su inmediatez es necesario realizar un
proceso de generalización, en tanto que es necesario establecer las determinaciones de la
singularidad, ya que
…la superación intelectual de la mudez y la indecibilidad de lo singular
se sigue precisamente de que sus determinaciones, que aparecen borradas
en la inmediatez sensible, se manifiestan como determinaciones, y
precisamente como determinaciones de su singularidad. Este proceso de
determinación no le viene, empero, al individuo de afuera, sino que es un
despliegue de las determinaciones presentes –objetivamente en sí- ya en
el individuo, pero que no podían manifestarse en la relación inmediata
entre el objeto de conocimiento y conocimiento mismo de la subjetividad
(Lukács, 1966: 209).
Los planteos lukacsianos extractados, nos permiten pensar el proceso de
aproximación a la cuestión social desde un posicionamiento dialéctico, en tanto, en el
proceso de la entrevista, el profesional debe encontrar las tendencias de la generalidad que
se objetivan en la vida cotidiana del sujeto entrevistado. En este proceso de ida y vuelta
entre la singularidad y la generalidad se torna posible pensar la problemática que afecta al
sujeto entrevistado dentro de la lógica de la totalidad. En igual sentido, Pontes afirma
...entonces, aquella situación, figurada en el plano de la singularidad
como ‘problema individual-familiar’, se mediatiza con las leyes
societarias tendenciales y se particulariza en las determinaciones
históricas, adquiriendo concreción a través de sucesivas aproximaciones,
en el entrecruzamiento de los complejos sociales (que lo componen y por
él compuesto) (Pontes, 1995)19.
19
Original en portugués
52
En el marco de la entrevista, la perspectiva adoptada, le exige al entrevistador
tomar un papel activo en el proceso dialógico, en la medida de poder plantearle al
entrevistado los interrogantes necesarios a fin de poder superar la inmediatez en el proceso
de conocimiento de su situación. Es necesario que constantemente comprenda los
enunciados del sujeto entrevistado y pueda profundizar la reflexión conjunta, tendiendo a
encontrar los elementos que le permitan reconstruir analíticamente cómo las grandes
determinaciones de la sociedad se concretizan en la vida cotidiana del entrevistado. Se
procede así, sucesivamente, a superar la inmediatez y la indecibilidad de la situación que se
pretende reconstruir, procurando superar, como dice Lukacs, la generalidad alcanzada.
Ante los planteos realizados, surgen los siguientes interrogantes: ¿cómo
aproximarnos a la reconstrucción de la manifestación de la cuestión social que se presenta
en la vida cotidiana del sujeto entrevistado?; ¿qué elementos tener en cuenta durante el
desarrollo de la entrevista a fin de establecer las mediaciones adecuadas para entender
dicha manifestación en la totalidad en la cual se desarrolla?
Como se ha dicho anteriormente, no es el objetivo de este trabajo brindar “recetas”
que permitan responder a dichos interrogantes, principalmente porque la imposibilidad de
hacerlo radica en que en cada situación es necesario pensar como dicha manifestación se
relaciona con la realidad del sujeto entrevistado, siendo a partir de las características que
dicha relación adquiera que se deberán construir las estrategias para llevar a cabo el
proceso de reconstrucción en la entrevista. 20
Inicialmente, podemos decir que frente a los enunciados desarrollados por el
entrevistado, el trabajador social debe intervenir, en primer lugar, comprendiendo los
mismos, y, posteriormente, continuar avanzando en el proceso de reconstrucción de la
situación problemática que se manifiesta en la vida cotidiana del sujeto entrevistado. De
esta manera, el trabajador social entablará con el usuario un diálogo en el cual se
pretenderá superar la inmediatez y reconstruir analíticamente la situación problemática,
diálogo que se transformará en una suerte de lucha de significados, cuyo resultado será
mediatizado por la correlación de las dimensiones mencionadas anteriormente, siendo
necesario, consecuentemente, pensar los enunciados en vinculación con las relaciones
sociales y el posicionamiento de los sujetos en las mismas. Esto se traduce en superar el
20
Siguiendo esta línea, Montaño, retoma los planteos marxistas, considerando que “es el objeto, y no la
racionalidad y lógica interna de la estructura metodológica, el que nos brinda el material para determinar los
fundamentos, las categorías y el método necesario para apropiarnos teóricamente de la realidad.” (Montaño,
2000: 21)
53
mero análisis semántico del enunciado, logrando alcanzar una comprensión ideológica del
mismo, sustentada en los planteos bajtinianos.
De lo hasta aquí enunciado se desprende que vincular la entrevista en relación con
la reconstrucción de la cuestión social, implica la existencia de dos planos, unidos
dialécticamente: En primer lugar, abarca el discurso construido por el usuario en torno a la
manifestación de la cuestión social que se objetiva en su vida cotidiana, mientras que, por
otro lado, implica la manifestación propiamente dicha. A continuación avanzaremos la
reflexión en torno al proceso de comprensión de los enunciados que el entrevistado
desarrolla en el proceso de la entrevista, guiados, centralmente, por los aportes de la
filosofía de Bajtín.
La comprensión activa como momento dialógico con el entrevistado21
En la entrevista, el discurso del otro se constituye en la puerta de entrada a su vida
cotidiana, y no la expresión de la misma. Metodológicamente, siguiendo a Bajtín,
consideramos que el trabajador social debe avanzar comprendiendo activamente el
enunciado en el cual el entrevistado manifiesta su situación. En este sentido,
el
mencionado autor considera que
…toda comprensión real y total tiene un carácter de respuesta activa y no
es sino una fase inicial y preparativa de la respuesta (cualquiera que sea
su forma). También el hablante mismo cuenta con esta activa
comprensión preñada de respuesta: no espera una comprensión pasiva,
que tan sólo reproduzca su idea en la cabeza ajena, sino que quiere una
contestación, consentimiento, participación, objeción, cumplimiento, etc.
(Bajtín, 1997: 258)
En relación con el planteo anterior, el autor diferencia los procesos de explicación
de los de comprensión, en tanto que en la primera actúa una sola conciencia y un solo
sujeto y en una comprensión actúan dos conciencias y dos sujetos. De este modo, como no
puede haber una actitud dialógica hacia un objeto, la explicación carece de momentos
dialógicos, mientras que la comprensión es siempre dialógica (Bajtín, 1997d: 302)
Desde esta perspectiva, analizando la posición que como trabajadores sociales
tenemos al momento de dialogar con el usuario, a partir de la formación profesional
debemos aproximarnos al discurso del otro con una actitud comprensiva, procurando
21
En este punto del trabajo es importante destacar que los planteos desarrollados llevan implícitos una
definición del enunciado (o de la palabra) como signo ideológico vinculado a las relaciones sociales en las
cuales se produce. Por ser este el núcleo central de la propuesta de Bajtín se incluirán tanto en el cuerpo del
trabajo como en notas al pie aquellas definiciones que ayuden a comprender lo escrito.
54
entender al mismo en relación con las interrelaciones sociales de las cuales los enunciados
son la refracción ideológica 22. En este proceso es oportuno considerar que la
…comprensión del signo ideológico tiene que proceder introduciendo el
objeto de estudio en totalidades siempre más amplias, a partir de la
totalidad de la forma ideológica con la que directamente está vinculado, y
sin perder de vista el proceso global de reproducción social (...) al que
dicha forma ideológica pertenece, como forma de la comunicación
social, como forma de signos (Ponzio, 1999: 106).
Esto significa que no debemos perder de vista que a partir de nuestros
conocimientos teóricos, los cuales fundan nuestra intervención, tenemos la capacidad de
comprender el enunciado del usuario en el marco de la totalidad en la cual se inscribe. Esta
postura se caracteriza por ser esencialmente dialógica, en la medida que no se trata de la
imposición de significados de uno a otro, sino en la posibilidad de construir un espacio en
el que los interlocutores, a partir de su historia puedan generar interrogantes en el otro que
le permitan reflexionar y problematizar constantemente sobre su situación. En esta línea, al
analizar la relación dialógica entre culturas el autor plantea que una cultura se manifiesta
más completa y profunda sólo a los ojos de otra cultura, en tanto ésta es capaz de plantear
nuevas preguntas que ella no se había realizado, buscando respuestas y descubriendo sus
nuevos aspectos, sus nuevas posibilidades de sentido (Bajtín, 1997b: 352).
La importancia de incluir la noción de comprensión activa en la entrevista radica en
que a partir de dicha perspectiva los profesionales actuantes no deben detenerse en el
momento de ponerse en el lugar del otro, ver el problema como ellos lo ven, ya que se
estarían negando como parte del proceso dialógico, por lo que su posición debe mantenerse
en la visión que en tanto profesional posee. De esta manera, a partir de su perspectiva
profesional entablará con el usuario un diálogo en el cual se pretenderá definir la situación
22
Bajtín siguiendo un análisis que concibe al signo como producto material de la experiencia externa de
individuos organizados, concibe a la palabra como el fenómeno ideológico por excelencia: “Toda la realidad
de la palabra se disuelve por completo en su función de ser signo. En la palabra no hay nada que sea
indiferente a tal función y que no fuese generado por ella. La palabra es el medio más puro y genuino de la
comunicación social” (Voloshinov, 1992: 37). Zavala, en el prólogo al texto de Voloshinov, plantea que la
palabra, desde la perspectiva bajtiniana, debe ser concebida dentro del campo de la heteroglosia,
constituyéndose “en la arena de lucha por el significado y la comprensión de los signos” (Zavala, 1992: 14),
en donde se hacen evidentes las luchas sociales, ya que la misma palabra podrá tener tantas interpretaciones
como intereses contradictorios se hallen en su entorno: “En la palabra se ponen en funcionamiento los
innumerables hilos ideológicos que traspasan todas las zonas de la comunicación social. Por eso es lógico
que la palabra sea el indicador más sensible de las transformaciones sociales, inclusive aquellas que apenas
van madurando, que aún no se constituyen plenamente ni encuentran acceso todavía a los sistemas
ideológicos ya formados y consolidados. La palabra es el medio en que se acumulan lentamente aquellos
cambios cuantitativos que aún no logran pasar a una nueva cualidad ideológica, ni dar origen a una nueva y
acabada forma ideológica. La palabra es capaz de registrar todas las fases transitorias imperceptibles y
fugaces de las transformaciones sociales.” (Voloshinov, 1992: 43 y 44)
55
problemática, diálogo que se convertirá, como se dijo anteriormente, en una lucha de
significados, entendida como el encuentro de visiones del mundo distintas sobre la misma
realidad.
El otro como realidad a reconstruir a partir del discurso
La noción de comprensión activa, como se dijo, implica la necesidad de pensar los
enunciados del entrevistado en el marco de la totalidad en la cual se desarrolla. Es
necesario, vincular los enunciados del entrevistado en totalidades más amplias,
explicándolos a partir del proceso global de reproducción social. Por otro lado,
considerando que la palabra siempre está orientada hacia un interlocutor, siendo ese otro
actor protagónico en la definición de la postura de su interlocutor, es preciso explicitar una
concepción de sujeto que se corresponda con los planteos desarrollados hasta el momento.
En primer lugar, es oportuno aclarar que intentar precisar quién es ese otro, no
implica pensarlo de manera aislada del contexto en el cual se desarrolla, ni considerar que
sujeto y sociedad son dos planos aislados de la realidad, sino, como intentaremos
demostrar en las páginas siguientes, desde nuestra perspectiva ambos planos son parte de
una totalidad, no fragmentada, sino articulada. Dentro del campo disciplinar, consideramos
importante citar el postulado de Iamamoto en el cual plantea que
…los personajes sociales que entran en la relación profesional son
considerados, simultáneamente, en cuanto seres sociales y particulares, y
en cuyo modo de ser, de actuar y de ver el mundo están contenidas las
determinaciones sociales derivadas de la posición que ocupan en el
proceso de producción y en el juego del poder. No se niega la
singularidad de los individuos, en una visión determinista de la historia,
pero esa individualidad es vista como expresión y manifestación de su ser
social, de su vida en sociedad. (Iamamoto, 1997: 90).
A partir de los planteos de Iamamoto se considera oportuno incluir algunos
postulados de la teoría materialista, recurriendo a los escritos de Marx y Engels, para luego
comenzar la inclusión de las ideas bajtinianas dentro de la misma perspectiva.
La autora brasileña en el párrafo citado arriba se sustenta en la idea de totalidad, en
la cual, si bien los sujetos son vistos desde la singularidad, se hace necesario establecer las
mediaciones a fin de conocerlos y explicarlos en el marco de la totalidad en la cual se
desarrollan. En ese sentido, siguiendo a la misma autora y a los precursores de la
perspectiva materialista, ubicamos el ser de los sujetos en concordancia con la posición
que tienen en la relación capital/trabajo. Entonces, podemos analizar, a partir de la
56
ubicación en dicha relación, a los sujetos en correlación con la clase social a la cual
pertenecen.23
Cabe mencionar que el objetivo de la presente exposición no es brindar un análisis
acabado de la teoría marxista en relación con categoría clase social, sino recuperar algunos
elementos que sirvan para poder aproximarnos a los sujetos entrevistados desde una
postura crítica.
Dentro de la ontología marxista, encontramos en Marx y Engels las primeras y
fundamentales aproximaciones a dicha categoría. En tal sentido, en el Manifiesto
Comunista dichos autores plantean que “La historia de toda sociedad hasta nuestros días
no ha sido sino la historia de las luchas de clases,” considerando que el “carácter distintivo
de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado los antagonismos de
clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes campos opuestos, en dos clases
enemigas: la burguesía y el proletariado. (Marx, y Engels, 1929: 13-14). Posteriormente
realizan un análisis a partir del cual plantean las características históricas de la sociedad
burguesa, siendo importante recuperar para nuestro trabajo la tesis del surgimiento del
proletariado, tanto es el desenvolvimiento de la burguesía, el que desarrolla el proletariado,
obreros que no viven sino a condición de encontrar trabajo.
Podemos apreciar en los párrafos anteriores como, desde esta postura, la sociedad
se encuentra formada por dos clases sociales antagónicas, la burguesía, que se define por
su propiedad de los medios de producción, y el proletariado, el cual debe vender su fuerza
de trabajo para garantizar su reproducción cotidiana 24. Tomar esta relación como algo
natural implica en las ciencias sociales, y puntualmente en nuestra profesión, mantener un
posicionamiento conservador en el análisis y en la intervención, realizando acciones
tendientes a reforzar la misma en la vida cotidiana de los sujetos. Por otro lado, aceptar la
problematización que los autores del marxismo proponen, ya sean sus propulsores como
aquellos que en la profesión han logrado una apropiación coherente, implica pensar la
profesión desde una posición crítica en constante búsqueda de ruptura con el orden
conservador propio del capital.
En términos generales hemos expuesto la visión de la sociedad a partir de la idea de
clases sociales antagónicas, visión que encuentra en el capitalismo vigente su más clara
23
Cabe mencionar que no negamos la posibilidad de incluir en el análisis particularidades propias de la
familia del entrevistado, grupo social de pertenencia, etnia o género, ya que los mismos se constituyen en
mediaciones, que en la relación con el Trabajador Social se explican, en última instancia, por la ubicación de
las mismas en las relaciones sociales contradictorias vigentes.
24
Las características que adquiere, según esta perspectiva, el proletariado son analizadas en Marx, 1973.
57
expresión. Sin embargo, si vinculamos estos planteos con la realización de la entrevista
como encuentro dialógico, en el cual los enunciados se constituyen en refracción
ideológica de las relaciones sociales, es preciso profundizar la cuestión, aproximándonos a
la discusión acerca de la cuestión material y espiritual en la sociedad burguesa. Este tema
es tratado centralmente en el texto La ideología alemana, escrito conjuntamente por Marx
y Engels, aunque Miseria de la Filosofía, escrito únicamente por el primero, también
brinda elementos fundamentales al debate.25 En el primer texto mencionado, los autores
analizan el tema de la conciencia en la sociedad burguesa a partir de las relaciones
materiales. Para tal análisis, y oponiéndose a las visiones idealistas, parten de individuos
concretos inmersos en una sociedad particular, en cuyo seno las condiciones materiales de
producción y la división del trabajo existente determinan las relaciones que establecen
entre sí.
En este marco, los autores consideran que la producción de las ideas y
representaciones de los sujetos encuentra su base en las condiciones materiales de
existencia, es decir, se encuentran condicionadas por el desarrollo de las fuerzas
productivas en un momento histórico determinado. De esta manera, tales ideas y
representaciones “no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres
que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al
cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento,” y, agregan “no
es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.”
(Marx, y Engels, 1968: 26).
Surge ahora, a los fines del presente trabajo, pensar los párrafos anteriores en el
marco de las relaciones contradictorias vigentes en la sociedad capitalista, en tanto, en el
marco de la corriente marxista, se piensa a los sujetos como sujetos sociales inmersos en
tales relaciones contradictorias. Los mismos autores realizan un planteo que nos sirve de
punto de análisis para el objetivo mencionado:
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época;
o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material
dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual
dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la
producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios
para la producción espiritual, o que hace que se le sometan, al propio
tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios
necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son
25
Para ampliar el debate acerca del tema ver: Zeitlin, 1976; Portelli, 1992; Gramsci, 1981; Althusser, 1988;
van Dijk, 2000.
58
otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes,
las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por
tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase
dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas
(Marx, y Engels, 1968: 50-51).
Esta visión lleva a pensar a la ideología como falsa conciencia existente en la clase
trabajadora, en tanto la clase dominante le imprime a las relaciones sociales vigentes un
conjunto de ideas que les permita continuar con su dominación. Sin embargo, si bien es
cierto que la sola existencia de la clase trabajadora no garantiza que actué procurando
romper con la dominación existente, en los procesos de lucha que genere a fin de mejorar
sus condiciones de trabajo y de vida se aproxima a una visión del mundo opuesta a la
hegemónica en ese momento histórico determinado, lo cual la lleva a tener un papel activo
en la construcción de una sociedad en la cual dejen de estar subyugados por la clase
burguesa. En palabras de Marx, esto se expresa de la siguiente manera:
…las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la
población del país en trabajadores: La dominación del capital ha creado a
esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa
es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para si.
En la lucha (...) esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los
intereses que defiende se convierten en intereses de clase. (Marx, 1970:
158)
Regresando a Bajtín, podemos decir que esta preocupación es retomada a partir de
la categoría de ideología cotidiana, la cual constituye aquel conjunto de experiencias
vivenciales y de las expresiones relacionadas directamente con éstas, caracterizándose por
ser un mundo caótico del discurso interior y exterior desordenado y no asentado que da
sentido a las acciones realizadas. (Voloshinov, 1992)26.
A partir de las reflexiones desarrolladas anteriormente vinculadas a pensar al sujeto
en relación con una clase social determinada e inmersa en un contexto social
contradictorio, en donde entran en juego cuestiones materiales e ideológicas, surge un
conjunto de interrogantes que se constituyen en puntos de partidas para su incorporación al
análisis en los procesos de intervención en el Trabajo social, y, más específicamente, en los
procesos de la entrevista: ¿cómo es posible pensar al otro en relación con la clase social a
la que pertenece en cada intervención profesional?; ¿qué elementos hay que tener en
cuenta para fundar la intervención tanto en la manifestación de la cuestión social en la vida
26
Si bien no se profundiza, consideramos importante mencionar la similitud de los planteos bajtinianos en
este punto en comparación con la propuesta de Gramsci. Véase Portelli, 1992.
59
cotidiana de ese sujeto como en la totalidad en la cual se desarrolla dicho proceso?; ¿qué
acción socioeducativa debe realizar la profesión cuando la conciencia de clase para sí no
se encuentra desarrollada en el sujeto entrevistado? A fin de reflexionar sobre estos
interrogantes y otros que pudiesen surgir, consideramos que el pensamiento bajtiniano es
de gran utilidad, ya que permite articular la visión del sujeto en relación con la clase social
a la que pertenece con la producción de enunciados por parte de los mismos.
Es central para este objetivo la idea bajtiniana de discurso ajeno, el cual es entendido
como “discurso en el discurso, enunciado dentro de otro enunciado, pero al mismo tiempo
es discurso sobre otro discurso, enunciado acerca de otro enunciado.” (1992: 155, cursivas
del autor). Esta definición implica, por un lado, que todo discurso surge en una relación
dialógica con otros enunciados, a los cuales refuta, acepta, completa, etc., y en cuya
producción se manifiesta la relación del sujeto hablante con la del sujeto del discurso
referido, mientras que, por el otro, establece una visión polilógica del discurso de un sujeto,
en el cual se manifiesta la historia singular de ese sujeto en relación con los sujetos con los
cuales dialoga. Sin entrar en detalles sintácticos ni morfológicos, ya que no corresponde al
presente trabajo, la importancia de utilizar esta idea con el fin de conceptualizar la entrevista
en los procesos de intervención profesional se encuentra en comenzar a entender que los
enunciados producidos por los usuarios tienen carácter dialógico, es decir son históricos y
socialmente relacionados. El autor ruso plantea que
…al elegir palabra en el proceso de estructuración de un enunciado, muy
pocas veces las tomamos del sistema de la lengua en su forma neutra, de
diccionario. Las solemos tomar de otros enunciados, y ante todo de los
enunciados afines genéricamente al nuestro, es decir, parecidos por su
tema, estructura, estilo; por consiguiente, escogemos palabras según su
especificación genérica (Bajtín, 1997: 277).
Esta postura se corresponde con el carácter puramente social del enunciado, ya que
el mismo se produce en el marco de un contexto histórico determinado, en donde el
enunciador, a partir de su relación particular con los otros sujetos y los medios de
producción, retoma las palabras con un significado determinado por su posicionamiento en
la heteroglosia social pues el uso de las palabras en la comunicación discursiva siempre
depende de un contexto particular en donde se tensionan la palabra ajena, llena de ecos, de
los enunciados de otros, y la propia palabra, porque en una situación determinada y con
una intención discursiva particular la palabra está compenetrada de la expresividad del
sujeto. (Bajtín, 1997: 278)
60
Dicha palabra ajena que el hablante toma de su contexto más inmediato, se
encuentra cargada de valoraciones acerca de dicho mundo, expresan ideológicamente una
visión del mismo, por lo que al tomar palabras de otros tomamos también ideologías
ajenas. Estas ideas llevan a Bajtín a pensar la construcción de la conciencia individual
como un fenómeno enteramente social, pues la subjetividad de las personas se forma y se
desarrolla en una constante interacción con los enunciados individuales ajenos. Para el
autor,
“esta experiencia puede ser caracterizada, en cierta medida, como proceso de
asimilación (más o menos creativa) de palabras ajenas (y no de palabras de la
lengua). Nuestro discurso, o sea todos nuestros enunciados (incluyendo obras
literarias), están llenos de palabras ajenas de diferente grado de ‘alteridad’ o de
asimilación, de diferente grado de concientización y de manifestación. Las palabras
ajenas aportan su propia expresividad, su tono apreciativo que se asimila, se elabora,
se reacentúa por nosotros.” (1997: 279), y, de esta manera, podemos considerar que
“un enunciado está lleno de matices dialógicos, y sin tomarlos en cuenta es imposible
comprender hasta el final el estilo del enunciado. Porque nuestro mismo pensamiento
(filosófico, científico, artístico) se origina y se forma en el proceso de interacción y
lucha con pensamientos ajenos, lo cual no puede dejar de reflejarse en la forma de la
expresión verbal del nuestro.” (1997: 282).
Luego de la referencia realizada sobre los procesos de construcción del discurso de
un sujeto a partir de un proceso permanente de asimilación creativa de discursos ajenos,
podemos entender que dentro de los enunciados producidos encontramos los matices
dialógicos que nos permiten comprenderlo en relación con la clase social a la cual
pertenece; situación de pertenencia que atraviesa todos los enunciados que el sujeto realice.
De esta manera en el momento del contacto propio de la entrevista, debemos establecer las
mediaciones necesarias para aproximarnos al conocimiento del sujeto entrevistado como
sujeto social. Así, durante el proceso de comprensión de los enunciados del entrevistado, es
necesario identificar en diálogo con que otros enunciados surge el discurso del entrevistado
(ya sean de aceptación, oposición, complementación, etc.). No perdiendo el sentido de
totalidad debemos comprender que los enunciados que circulan en un momento sociohistórico determinado se explican a partir de la correlación de fuerzas vigente entre las dos
clases sociales antagónicas, lo cual implica que en cada uno se crucen las distintas
orientaciones ideológicas vigentes, en donde la clase dominante buscará “adjudicar al
signo ideológico un carácter eterno por encima de las clases sociales, (ya que) pretende
apagar y reducir al interior la lucha de valoraciones sociales que se verifica en él, trata de
convertirlo en signo monoacentual” (Voloshinov, 1992: 49-50), mientras que la orientación
que la clase trabajadora le adjudique a los signos podrá presentar las características de falsa
conciencia o de expresión de la realidad objetiva de la situación en la cual se encuentran,
61
dependiendo, como se ha intentado demostrar, de la conciencia de clase para si
desarrollada por la clase en cuestión.
En este sentido, considerando que la expresión ideológica de las manifestaciones de
la cuestión social dependerá de la correlación de fuerzas vigentes en un momento histórico
dado en el marco de la lucha de clases, en el proceso de la entrevista es preciso partir de un
análisis de cómo es vivida esa situación por los sujetos, es decir, habrá que analizar la
orientación ideológica de los mismos. En esta dirección, Bajtín, propone analizar las
vivencias en los sujetos a partir de la existencia de dos polos, entre los “cuales la vivencia
puede tomar forma y ser objeto de una toma de conciencia, tendiendo a uno u otro límite.
Los llamaremos convencionalmente: vivencia-yo y vivencia-nosotros.” La primera “tiende
hacia la aniquilación; en cuanto se aproxima al límite, pierde su articulación ideológica y
por tanto deja de ser objeto de una toma de conciencia, acercándose a la reacción
fisiológica de un animal. Al tender hacia este límite, la vivencia va perdiendo todas las
potencialidades, todos los brotes de una orientación social, y por tanto se despoja de su
formulación verbal...” mientras que la vivencia-nosotros es “la diferenciación ideológica,
(en donde) el crecimiento de la conciencia es directamente proporcional a la firmeza y la
solidez de una orientación social.” (Voloshinov, 1992: 123-124) En esta última es posible
encontrar, según el autor, diferentes grados de vivencia nosotros, dependiendo del
desarrollo de la conciencia de la clase de los sujetos en cuestión. 27
A partir de lo expuesto, y como síntesis final al presente apartado, podemos decir
que en el marco de la entrevista, guiarnos procurando comprender activamente el discurso
del otro implica conocer la ideología cotidiana que tenga el sujeto entrevistado en relación
27
Si bien es extenso, el siguiente ejemplo propuesto por el autor servirá para comprender las ideas
planteadas: “supongamos que una persona que esté pasando hambre toma conciencia de ella dentro de una
multitud de gente que sufren hambre individualmente (un infortunado, un mendigo, etc.). La vivencia de este
individuo desclasado adquirirá un matiz específico y tenderá hacia formas ideológicas determinadas cuya
envergadura puede ser bastante amplia: resignación, vergüenza, envidia y otros tonos axiológicos matizarán
la vivencia. Las formas ideológicas correspondientes hacia las cuales va a desarrollarse esta vivencia son la
protesta individualista de un marginado o la resignación mística llena de arrepentimiento. Supongamos
[continúa planteando el autor], que la persona que sufre el hambre pertenezca a una colectividad en la cual el
hambre no es individual y asilada, sino que tiene carácter colectivo, pero que la misma colectividad de las
personas hambrientas no esté vinculada por una relación material sólida y sufre su hambre por separado. En
la mayoría de los casos el campesino se encuentra en una situación semejante. El hambre se vive por toda la
comunidad, pero dentro de una desvinculación material, de la ausencia de una economía unificada cada quien
la soporta en el pequeño y cerrado mundillo de su economía privada.” Finalmente, plantea que “el hambre es
vivida de una manera muy distinta por un miembro de la colectividad objetivamente unida por circunstancias
materiales (un regimiento de soldados; obreros de una fábrica; peones de una gran finca capitalista;
finalmente, toda una clase social en el momento de madurar hasta la conciencia de ser [clase para sí]). En
este caso, en la vivencia predominarán los tonos de una protesta activa y segura; aquí no existe el terreno para
entonaciones resignadas y dóciles.” (1992: 124-125)
62
con la situación que está atravesando, estableciendo las relaciones existentes entre las
mismas y aquellas de las clases sociales fundamentales.
La Intervención Socio-educativa en el Trabajo Social
A partir de considerar la comprensión activa como un momento central en la realización de
la entrevista, esta última no se puede reducir a la sola escucha de lo que el usuario tiene
para decir. Desde una postura de la entrevista meramente instrumental, la información
obtenida puede utilizarse únicamente para determinar si se asigna un recurso específico o
no al entrevistado, o si se lo incluye dentro de un determinado programa específico o no.
Sin embargo, la inclusión de los planteos bajtinianos en relación con los desarrollados por
los distintos autores ubicados dentro de la corriente marxista, nos han permitido visualizar
como el encuentro dialógico de la entrevista se constituye en un espacio complejo, en
donde se produce una lucha de significados entre la ideología cotidiana del usuario y la
reconstrucción analítica que el profesional realiza de la situación que le presenta el
entrevistado. Guiados por la perspectiva dialógica sintetizada anteriormente, en la cual se
debe producir un enriquecimiento mutuo a partir de las preguntas de uno que le permiten al
otro descubrir nuevos aspectos de sí, consideramos que la intervención socio-educativa
debe implicar la búsqueda de una síntesis entre la reconstrucción analítica que el
profesional realiza de la situación con la ideología cotidiana del sujeto entrevistado.
Desde nuestra postura y coincidiendo con algunos planteos analizados,
consideramos que en el momento que se pretende analizar tiene fundamental relevancia la
intervención socioeducativa profesional. En este punto, es importante recalcar que ubicar
la dimensión socioeducativa en los procesos de intervención profesional es un tema que ha
sido tratado por distintos autores, considerando oportuno incluir aquí aquellos que se
vinculan a la perspectiva adoptada. En este sentido, analizando los procesos de
intervención, Netto (1998) plantea que la misma abarca dos niveles de legitimación
profesional. Por un lado, ubica la intervención material, mientras que, por el otro,
menciona la dimensión educativa o socioeducativa. Por su parte, Iamamoto plantea que si
bien los servicios sociales son la base material de la intervención profesional, el trabajador
social conjuntamente realiza una intervención de cuño educativo, ya que “el Servicio
Social, como una de las formas institucionalizadas de actuación de las relaciones entre los
hombres en el cotidiano de la vida social, tiene como instrumento privilegiado de acción el
lenguaje,” lo que le permite realizar “una acción global de cuño socioeducativo o
63
socializadora, volcada para cambios en la manera de ser, de sentir, de ver y actuar de los
individuos, que busca la adhesión de los sujetos. Incide tanto sobre las cuestiones
inmediatas, como sobre la visión global del mundo de los “clientes”. (Iamamoto, 1997: 131
y 132). En la misma línea de análisis, Yazbek considera que “las acciones profesionales de
los asistentes sociales presentan dos dimensiones: la prestación de servicios asistenciales y
el trabajo socioeducativo, a pesar de existir una tendencia histórica a jerarquizar la acción
educativa en relación al servicio concreto. En realidad, por la mediación de la prestación de
servicios sociales el asistente social interfiere en las relaciones sociales que forman parte
del cotidiano de su ‘clientela’. Esta interferencia se da particularmente por el ejercicio de la
dimensión socioeducativa (y político/ideológica) de la profesión que puede asumir un
carácter de encuadramiento disciplinador destinado a moldear al ‘cliente’ en relación a su
forma de inserción institucional y en la vida social, o puede dirigirse para fortalecer los
proyectos y las luchas de las clases subalternas.” (1999: 142) En Argentina, Oliva analiza
las funciones del Trabajo Social en el marco de las contradicciones y polarizaciones que
caracterizan a la profesión, mencionando la Asistencia, la Gestión y la Educación. En
relación con esta última plantea que “las tendencias se polarizan entre una educación de
control/reproducción y una tendencia a la lucha/cambio social”, caracterizando a la primera
por su intención de adaptar a las personas al orden establecido, mientras que en la segunda
tendencia el profesional “puede impulsar a los usuarios/pobladores a reclamar, poniendo en
conocimiento sus derechos, haciéndolos participes e impulsores de procesos que tiendan a
luchas reivindicativas.” (2000: 13-14)
Coincidiendo en los análisis precedentes acerca del papel de la dimensión
socioeducativa en la profesión, los cuales la incluyen al proceso de intervención en su
totalidad, siendo mediatizada por el proyecto ético-político profesional, a continuación
pretendemos identificar los elementos que definen dicha intervención, haciendo especial
énfasis en la relación es posible establecer con las ideas centrales desarrolladas por Bajtín.
En este punto, consideramos importante la intervención socioeducativa profesional,
la cual no consiste, desde nuestra postura, en la transmisión de conocimientos que el otro
debe adquirir acríticamente, sino en promover en el sujeto entrevistado una actitud crítica
frente a su realidad, cuestionándola y repensando sus condiciones materiales de existencia
en sí mismas y como se relacionan con la totalidad en la cual se inscriben. Sin embargo, no
debemos caer en un mesianismo profesional, por lo que los límites de esta intervención
64
deben estar fundados en el diagnóstico que el profesional realiza a partir de la comprensión
activa que efectúa de los enunciados del entrevistado.
Al comenzar a aproximarnos a las características que adquiere la intervención
socioeducativa en nuestra profesión, consideramos oportuno recurrir a los planteos
realizados por distintos pedagogos, algunos de los cuales ya han sido retomados en el
Trabajo Social. En este sentido, en primer lugar, siguiendo al pedagogo Argumedo,
definimos a “la acción educativa como un ‘recurso’ al que el trabajador social puede echar
mano, si lo considera necesario, durante el desempeño de su profesión.” (2001: 155) Esta
definición lleva implícita la distinción, que el autor profundiza en su trabajo, entre
cualquier acción que puede provocar en el otro aprendizajes y la acción educativa
propiamente dicha. La diferencia fundamental que encuentra Argumedo entre una y otra
radica en que la segunda es motivada por una intencionalidad. Así que si bien todas las
acciones humanas pueden generar aprendizajes en otras personas, lo que diferencia una
acción educativa de otra que no lo es, es su intencionalidad de enseñar, ya que entiende
“por educación a la acción intencional de un sujeto social que se propone promover en
otros sujetos sociales ciertos y determinados aprendizajes que él considera necesarios para
ellos.” (Argumedo, 2001: 2). Retomando esta postura, consideramos que en el marco de la
entrevista en Trabajo Social, ejercer una intervención socioeducativa, desde una postura
crítica, se constituye en un momento del proceso, que comienza con el desarrollado en el
apartado anterior. Antes de continuar creemos pertinente una aclaración a la definición
desarrollada por Argumedo. En la misma, encontramos que hace referencia a que es el
educador quien se propone promover en los otros sujetos aprendizajes que él considera
necesarios para ellos. Entra en cuestión, en esta definición, la pregunta de cómo determina
el educador, en nuestro caso el entrevistador, que determinados aprendizajes son
necesarios para el entrevistado. Desde la postura aquí adoptada, y como se intentará
demostrar más adelante, consideramos que es a partir de la comprensión de la visión que el
sujeto entrevistado tiene de su realidad que el entrevistador debe, a partir de su formación
teórica profesional, identificar aquellos elementos que considere necesarios para promover
en el entrevistado una actitud crítica sobre la visión de su realidad.
Continuando con la inclusión de planteos de pedagogos, consideramos importante
recurrir a los desarrollados por Paulo Freire, para quien la educación puede desarrollarse en
dos polos antagónicos, de acuerdo con la elección política que realice el educador. Por un
lado, encuentra la educación bancaria, que presenta la característica de no considerar al
65
educando como sujeto de conocimiento, sino como alguien en quien el educador deposita
los contenidos que considera necesarios. El objetivo de este tipo de educación sería el
mantenimiento del status quo. Mientras que, por otro lado, analiza la educación popular, la
que presenta la característica de ser dialógica, en donde se persigue que el educando
alcance un pensar crítico.28
Acorde a la perspectiva desarrollada hasta el momento, consideramos oportuno
profundizar el segundo tipo de educación. En términos generales, coincidimos con los
planteos de la educadora popular cubana Esther Pérez en relación con sus intentos de
precisar qué es la educación popular. Dicha autora, retomando críticamente las ideas de
Paulo Freire, considera que la misma consiste en “el desarrollo de capacidades cada vez
mayores entre grupos también cada vez mayores para desnaturalizar las relaciones sociales
y la cultura del capitalismo.” (Pérez, 1999: 66).
Precisando esta definición, podemos decir que Freire concibe una educación que
superando la contradicción educador-educando, se instaura como Situación Gnoseológica,
en la que los sujetos (educadores y educandos) dirigen su conocimiento sobre el objeto
cognoscible que los mediatiza. La clave del acto educativo no está en un docente que sabe
y les transmite su saber respecto del objeto de conocimiento (los contenidos) a los
alumnos, sino en un docente que conduce una acción gnoseológica en la que ambos,
docentes y alumnos, dirigen su acción de conocer hacia la realidad que media entre ambos
(Freire, 1970). No se trata de negar al educador, sino de centralizar el acto educativo en el
proceso dialógico a fin de construir un nuevo conocimiento de la realidad; nuevo
conocimiento que supere el pensar ingenuo y se aproxime al pensamiento crítico, en donde
los sujetos puedan conocer las características de las situaciones en las cuales están
inmersos.
En este punto tanto Argumedo como Freire coinciden en la necesidad de analizar el
sentido común del educando, con el fin de determinar aquellos elementos que acorde con
sus objetivos será necesario recuperar para continuar con el proceso dialógico, es decir,
para desarrollar las estrategias necesarias a fin de que el educando pueda reflexionar sobre
su realidad y sobre las percepciones que de la misma tiene. Considerando que este punto ha
sido analizado al momento de reflexionar sobre las características que adquieren los sujetos
inmersos en un contexto social contradictorio, aquí solo sostenemos la importancia que
28
Pensar crítico, entendido como “un pensar que percibe la realidad como un proceso, que la capta en
constante devenir y no como algo estático. Una tal forma de pensar no se dicotomiza a sí misma de la acción
y se empapa permanentemente de temporalidad, a cuyos riesgos no teme.” (Freire, 1970: 106).
66
adquiere el proceso de reconstrucción analítica de la situación problemática que presenta el
usuario, en tanto es la base para la continuidad de la intervención profesional.
La intervención Socioeducativa en el proceso de la entrevista
Luego de haber realizado una síntesis del proceso educativo en general desde una
perspectiva problematizadora y crítica, surge la necesidad de establecer las mediaciones
necesarias a fin de pensar la acción educativa dentro de los procesos de intervención en
Trabajo Social, especialmente en la realización de la entrevista.
Antes de continuar, es importante plantear que los planteos aquí desarrollados
surgen en estrecha relación dialógica con los efectuados por los distintos autores que
analizando la entrevista en el campo profesional ubican este momento como constitutivo
de la misma. Sin embargo, aquí se produce una resignificación de dicha acción,
resignificación guiada tanto por el proyecto profesional adoptado como por la perspectiva
elegida al momento de definir el proceso educativo. Por esta razón, no coincidimos con
ubicar en este momento la intervención denominada contención o acción terapéutica.
Dicha oposición se justifica en que consideramos que las posiciones que plantean esta
intervención dentro del Trabajo Social, traspasan los límites de la profesión, acercándose
más a la acción de un profesional de la psicología. Así, tanto Hamilton, SalzbergerWittenberg, como las autoras Cáceres, Oblitas y Parra, al mencionar este momento durante
el proceso de la entrevista, consideramos, sobrepasan los límites de nuestra profesión. Con
esto no queremos decir, que durante el desarrollo de una entrevista al presentarse una
situación que requiera que el profesional del Trabajo Social actúe conteniendo al
entrevistado, dicha acción no sea desarrollada. Nuestra postura, en contraposición, sostiene
que a priori la intervención terapéutica no debe contemplarse como un momento del
proceso de la entrevista en Trabajo Social.
Por otro lado, consideramos limitado pensar la intervención profesional en la
entrevista destinada a facilitar información, en la cual se orienta a las personas, según las
citadas autoras peruanas, acerca del procedimiento de un servicio, el flujograma de
atención dentro de una institución, ya que se estaría pensando al profesional con un rol
similar a una guía de recursos. Con esto, vale aclarar, no negamos que en la intervención se
realice tal acción, sino, simplemente, pretendemos cuestionar su incorporación a la práctica
profesional, como en el punto anterior, como un elemento que caracteriza dicha práctica.
67
Siguiendo el eje de los planteos de las páginas anteriores, consideramos que en el
proceso de la entrevista los límites y posibilidades de la intervención socioeducativa deben
encontrase en la comprensión que el entrevistador realiza de la visión que el sujeto
entrevistado tiene de su realidad. Con esta afirmación queremos decir que no se trata de
establecer un modelo de intervención socioeducativa aplicable a todas las entrevistas, ya
que se estaría negando la individualidad del sujeto entrevistado, sino de aproximarnos a los
ejes que forman parte de dicho momento.
En primer lugar consideramos oportuno retomar el concepto bajtiniano de
comprensión activa vinculado al de valoración, en la medida en que aquel que comprende
una realidad valora la misma a partir de una visión del mundo propia. En primer lugar,
cuando retomamos la definición bajtiniana de comprensión activa, decíamos que la misma
se caracterizaba porque el que comprende ejerce un rol activo, creativo, en la medida de
que desde su posicionamiento construye interrogantes al interlocutor a fin de que éste
busque nuevas posibilidades de sentido a su realidad. Este concepto, implica, que en el
proceso de la entrevista, se supera la sola escucha y se llega al diálogo entre los
interlocutores. Paralelamente, se encuentran dos valoraciones distintas sobre la misma
realidad, produciéndose, como dijimos, una lucha de significados entre los interlocutores.
En este momento, continuamente nos aproximamos a la ideología cotidiana del sujeto
entrevistado, la cual se vincula con las distintas ideologías coexistentes en el contexto
social del mismo. A partir de dicha aproximación, llegamos a comprender cómo el sujeto
entrevistado vivencia la situación que es motivo de la entrevista, debiendo identificar,
siguiendo a Bajtín, el grado de conciencia, teniendo como polos la vivencia-yo y la
vivencia-nosotros. Posterior a este proceso de identificación consideramos que la práctica
educativa implica dialogar procurando alcanzar un grado mayor de esa conciencia crítica
en torno a la vivencia en cuestión. En este sentido, en el marco de las posibilidades de la
entrevista, desde la perspectiva aquí adoptada, este momento comprende dialogar
procurando “develar que aquello que las instituciones otorgan a partir de una selección y
fiscalización de la miseria es un derecho negado y no una carencia” (Gamardo, 2003). Ello
implica, consecuentemente, la vinculación de la situación del entrevistado con aquella
vivida por la clase trabajadora, en donde se explicite la relación existente entre la situación
que el entrevistado está atravesando con los derechos históricamente conquistados por la
clase mencionada.
68
Durante este proceso de diálogo, en la entrevista es menester recuperar aquellas
visiones que el entrevistado posee sobre su realidad, que será necesario reflexionar
conjuntamente entre el mismo y el profesional. Durante este momento, como se dijo
anteriormente, el profesional puede incluir elementos que considere oportunos para
motivar la reflexión, procurando que el sujeto entrevistado se aproxime a comprender y
desnaturalizar la situación que atraviesa, dilucidando las coordenadas que la constituyen en
una expresión de la cuestión social en su vida, lo que implica entender su problema en
relación con las causas estructurales que lo generan. En este punto consideramos que la
intervención socioeducativa debe tener la intención de que el sujeto reflexione sobre la
problemática que lo afecta en ese momento, y a través del proceso dialógico, pueda
aproximarse a la comprensión de las causas que generan dicho problema, lo que implica no
pensarlo como algo estático, rígido y natural, sino como el producto de relaciones sociales
concretas, en las cuales él juega un papel activo. De esta manera, volvemos a recalcar que
la acción educativa no debe ser una exposición teórica sobre la reconstrucción analítica de
la manifestación de la cuestión social que el profesional realiza, sino un proceso que
ubique en el centro de la reflexión conjunta la situación problemática que atraviesa el
entrevistado, procurando, por parte del entrevistador, generar las preguntas y enunciados
que sobre la base del discurso del otro introduzcan elementos problematizadores que
redunden, no en la incorporación de nuevos contenidos por parte del entrevistado, sino,
siguiendo tanto a Gramsci como a Freire, en una aproximación continua a una visión
crítica tanto de la realidad, como de las visiones de la misma construida por parte del
entrevistado hasta el momento29.
29
Sobre este tema, Gramsci sostiene que debido a que en cualquier actividad intelectual “está contenida una
determinada concepción del mundo” es necesario pasar “al segundo momento, al momento de la crítica y de
la conciencia, o sea, a la cuestión ¿es preferible ‘pensar’ sin tener conciencia crítica de ello, de un modo
disgregado y ocasional, o sea, ‘participar’ de una concepción del mundo ‘impuesta’ mecánicamente por el
ambiente externo, esto es, por uno de los tantos grupos sociales en los que cada cual se encuentra inserto
automáticamente desde que entra en el mundo consciente (...), o es preferible elaborar uno su propia
concepción del mundo consciente y críticamente, y, por tanto, escoger la propia esfera de actividad en
conexión con ese esfuerzo del cerebro propio, participar activamente en la producción de la historia del
mundo, ser guía de sí mismo en vez de aceptar pasivamente y supinamente la impronta puesta desde fuera a
la personalidad?” (Gramsci, 1992: 364-365). En igual perspectiva, Freire plantea que “cuantas más razones
seamos capaces de descubrir para explicar por qué somos como somos, en mayor medida podremos captar la
razón que se oculta tras nuestra realidad y superar de este modo nuestra comprensión ingenua.” (1990: 114).
En la relación educador-educando Freire ubica la concreción del proceso de concientización. Del mismo, el
autor plantea que “…es más que una simple toma de conciencia. En la medida que implica superar ‘falsas
conciencias’, es decir, superar una conciencia semi-intransitiva o una conciencia transitiva ingenua, implica
una inserción crítica de la persona concientizada en una realidad desmitificada. Por esa razón la
concientización es un proyecto irrealizable para la derecha, que por su naturaleza es incapaz de ser utópica, y
que por lo tanto no podrá desarrollar una forma de acción cultural que lleve a la concientización. No puede
69
Por otro lado, bajo la lógica de la reivindicación de derechos, es necesario dialogar
con el entrevistado acerca de las características de la relación existente entre él con el
trabajador social y con la institución. En este sentido, en oposición a prácticas
institucionales en las cuales los servicios sociales son pensados desde la carencia,
consideramos que la intervención socio-educativa debe procurar fortalecer el conocimiento
de los mecanismos institucionales y extra-institucionales por los cuales el sujeto
entrevistado puede actuar en post de que se garantice la satisfacción de sus derechos, es
decir, se debe incentivar el fortalecimiento de los procesos de subdeterminación popular:
Este último eje no implica el asesoramiento de los canales burocráticos a través de los
cuales el usuario alcance la obtención de un determinado recurso, sino, la intervención
tendiente a lograr una síntesis en el sujeto de una visión más crítica sobre su realidad con
un posicionamiento más activo, en donde se tornen sujetos protagónicos en la resolución
de los problemas que los afectan. De esta manera, se considera que acorde a la lectura que
el profesional efectúe de la lógica institucional y del resto de las instituciones que se
pueden vincular, puede dialogar con el entrevistado acerca de los límites y posibilidades de
acciones de tipo reivindicativas tendientes a fortalecer en el espacio institucional la
dimensión subdeterminante popular.
Consideraciones Finales
Durante el desarrollo del presente trabajo se ha procurado establecer un diálogo entre
distintos autores de las ciencias sociales con el fin de aproximarnos a una visión crítica de
las implicancias que tiene la entrevista en el Trabajo Social.
Reflexionamos, entonces, sobre una visión del sujeto entrevistado en estrecha
vinculación con la clase social a la cual pertenece, inserta ésta en una sociedad dividida de
manera contradictoria. En el marco de este contexto, el aporte de los distintos autores nos
permitió comprender que el discurso producido por el entrevistado es una construcción
socio-histórica, y que el diálogo es la relación social que nos permite acceder a la ideología
cotidiana del otro, en tanto, sus enunciados tienen un carácter eminentemente ideológico.
En este punto, y como palabras finales del presente trabajo, se considera pertinente
mencionar cómo la categoría contradicción atraviesa transversalmente el desarrollo de
haber concientización popular sin una radical denuncia de las estructuras deshumanizadoras, acompañada por
la proclamación de una nueva realidad creada por el hombre...” (1975: 89).
70
todo el trabajo. Con esta base, analizamos la relación entre el trabajador social y el usuario
en el marco del proceso de la entrevista, en donde ambos, miembros de un mismo
colectivo semiótico, son portadores de las distintas valoraciones sociales existentes en
relación con la manifestación sobre la cual se desarrolla el diálogo. Entre quien pregunta y
quien responde, sin importar quien ejerza cualquiera de ambos actos, se produce una lucha
de significados, una constante confrontación en donde no se procura resolver un problema
concreto y aislado, sino establecer una significación más crítica y problematizadora sobre
las manifestaciones de la cuestión social en la vida cotidiana del sujeto entrevistado, con el
fin de pensarla en relación con la totalidad en la cual se producen, y de esta manera
perseguir soluciones que superen las intervenciones inmediatistas y, por ende,
superficiales.
Pensar dicha lucha en el marco de la institución y todo dentro de la sociedad en la
cual vivimos, nos exige contemplar la existencia de distintas lógicas en las visiones y en
las acciones en torno a una misma situación. En ese contexto es que pensamos que la
entrevista se constituye en un instrumental técnico operativo que nos puede permitir
aproximarnos a la realidad de los sujetos miembros de la clase trabajadora dialógicamente,
es decir preguntando desde nuestra lógica y escuchando las repuestas producidas desde una
lógica distinta, y, cuando los papeles se invierten, respondiendo desde nuestra lógica a
respuestas enunciadas desde otra, pensando siempre en el objeto de la discusión, el cual se
reconstruye constantemente y adquiere particularidades en cada entrevista.
Finalmente, creemos conveniente mencionar que guiados por la necesidad de
profundizar las reflexiones aquí desarrolladas en la continuidad del proceso de
investigación, encontramos distintos temas, que por cuestiones de objetivos y límites
propios de la tarea investigativa, deben ser profundizados. Centralmente, en relación con la
apropiación de las ideas bajtinianas en el Trabajo Social, consideramos, por un lado, que el
estudio de la noción de comprensión activa, debe ahondarse, principalmente en relación
con los planteos comprensivistas surgidos en el Trabajo Social. Por otro lado, la mediación
desarrollada por Bajtín con las categorías vivencia-yo y vivencia-nosotros, entre la
ideología cotidiana y las ideologías de las clases fundamentales, también constituye un
tema que debe profundizarse, en este caso, tanto en las ciencias sociales en general, como
en el Trabajo Social en particular.
Consideramos importante remarcar la necesidad de continuar la reflexión en torno a
la presencia del otro en los procesos de intervención profesional, es decir, en tanto los
71
enunciados son condicionados por la existencia del interlocutor, la importancia de la
alteridad como proceso de construcción del sujeto, es un tema que la filosofía bajtiniana
nos permite problematizar, y que aquí no hemos profundizado.
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76
CARACTERÍSTICAS DE LAS VISITAS DOMICILIARIAS
Andrea A. Oliva y Silvia Pagliaro
Introducción
El Trabajo Social es una profesión que se configura en base a la fusión de distintas
prácticas que se venían realizando desde diversas organizaciones que pretendían enfrentar
las manifestaciones de la “cuestión social” desde perspectivas diferentes, con finalidades
también diversas, enmarcadas en intereses opuestos. Esta característica es la —denominada
por J. P. Netto— estructura sincrética del Trabajo Social que se configura desde su origen
y ha atravesado su desarrollo como profesión. En ese proceso, se han ido estableciendo
marcadas diferencias entre un ejercicio de la profesión que se revela en el estatuto
profesional y un cúmulo de conocimientos que se expresan en el estatuto teórico30.
La práctica de realizar visitas domiciliarias, considerada una actividad inherente al
Trabajo Social, desde los orígenes de la profesión, ha estado asociada a diversos fines,
cumpliendo funciones diferentes con finalidades en muchos casos opuestas. Por tal motivo,
consideramos que es necesario referirse a visitas en plural, ya que no hay una sola forma
de llevar a cabo esta práctica. En ese sentido, si bien desde el estatuto teórico se hacen
referencias ha “la visita” como una técnica a ser aplicada, podemos afirmar que en el
estatuto profesional existen múltiples determinaciones y diversos modos de visitas en los
procesos de intervención del Trabajo Social.
En este artículo nos referiremos a los modos de visitas presentes en el estatuto
profesional, considerando que no es técnica. Desde una perspectiva ontológica, la
imposibilidad de considerarla como técnica radica en que no existe control del objeto al
cual aplicar métodos y técnicas31, sino que se cuenta con conocimientos teóricos e
informativos que permiten intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias.
La modalidad de la visita está estrechamente vinculada a la posición ético-política,
no hay posibilidad de intervención neutra. En tal sentido, no hay modelos de visitas a
aplicar sino una direccionalidad que el profesional intenta imprimir en la intervención. La
dirección que ejerce está basada en principios y conocimientos que son las mediaciones
teórico-políticas para enfrentar las múltiples determinaciones que se encuentran en las
situaciones concretas.
30
Para ampliar este tema: Netto (1997) Oliva (2007).
En el texto de Montaño y Borgiani (2000) se plantea una interesante compilación de artículos que dan luz
sobre este tema.
31
77
Visitas y funciones de asistencia gestión y educación 32
La práctica de visitar hogares y lugares de trabajo se ha llevado a cabo en Argentina desde
el s. XIX desde distintas organizaciones con finalidades tales como el suministro de
recursos; el control; la profilaxis o la denuncia en defensa de la clase trabajadora.
Un aspecto importante para analizar la multiplicidad de modalidades presentes en el
origen de estas prácticas, se refiere a los diversos responsables de llevar a cabo las visitas:
los médicos, desde los organismos abocados a la higiene pública; abogados desde poder
judicial; las damas inspectoras de la Sociedad de Beneficencia; las damas vicentinas; los
visitadores de inmigrantes; los visitadores de establecimientos industriales, etc. La atención
de demandas y el otorgamiento de recursos que caracteriza la asistencia así como la
función educativa fueron desempeñados en las visitas de damas vicentinas, médicos,
voluntarios de organizaciones filantrópicas, etc. La gestión tuvo su sello de control en la
búsqueda de información de las inspectoras de la sociedad de beneficencia o el realizado
por los visitadores de inmigración. Es indudable que los elementos presentes en estas
modalidades, si bien pueden tener signos de continuidad también se han ido modificando
en los distintos contextos socio-históricos.
La defensa de los intereses de la clase trabajadora ha quedado solapada por un
estatuto teórico que plantea una historia de la profesión vinculada a la producción escrita
de Mary Richmond, como si la profesión se originara en EEUU a partir de la publicación
de su primer texto en 1917.
Es importante resaltar que nuestra pionera en Argentina fue Gabriela Laperriêre de
Coni, que en 1901 fue designada en el Municipio de la ciudad de Buenos Aires para
realizar visitas a hogares y talleres en procura de datos sobre la situación de la clase
trabajadora. Gabriela utiliza la información obtenida para denunciar las situaciones de
miseria donde realizan trabajos mujeres y niños. Pero no sólo publica varios artículos en
los diarios sino que conocer situaciones le permite elaborar propuestas de intervención para
las organizaciones donde participaba —como la Liga de lucha contra la tuberculosis— así
como trabajar en pos de la sindicalización y la legislación de protección de la clase
trabajadora33.
La práctica de la visita domiciliaria abre un espacio socio-ocupacional específico en
el transcurso de las primeras dos décadas del s. XX. En ese proceso no siempre la
32
33
Se retoman aspectos planteados en: Oliva (2007).
Unsain (1915) Oliva (2007).
78
necesidad de realizar visitas derivó en puestos de trabajo. En las prácticas realizadas desde
instituciones religiosas, hubo cierta continuidad en un modo de visitas de entregar recursos
como asistencia del voluntariado para llevar a cabo una función educativa moralizadora.
Mientras tanto, en las instituciones con financiamiento público, se produjeron
rupturas, un ejemplo de ello son las resistencias y dificultades que presentaron las visitas
de profilaxis que realizaban médicos y estudiantes de medicina que realizan asistencia a
domicilio, gestión de información y educación. Desde las propuestas de ese sector se crean
servicios sociales en las instituciones de atención de la salud y se establecen cargos de
Visitadoras tituladas y rentadas. Recordemos que la formación institucionalizada del
Trabajo Social en América Latina, tanto en Argentina (1924) como en Chile (1925) se
inicia otorgando la titulación de “Visitadora”.
Esta síntesis nos indica que las prácticas de realizar visitas son parte constitutiva de
la intervención profesional vinculadas a las funciones de asistencia, gestión y educación.
En una visita es posible desempeñar:
-
la función de asistencia realizando la atención de la demanda iniciada en el
ámbito de la institución; comunicando o entregando una prestación;
escuchando las demandas de un usuario y/o de otros integrantes de su
grupo conviviente; etc.
-
la función de gestión cuando se procura información sobre la vida
cotidiana; se establecen nuevos vínculos; se generan redes; se convoca a
actividades; se coordinan acciones organizativas; se relevan datos, etc.
-
la función de educación se puede desempeñar teniendo como objetivo la
transmisión de información; la superación del conocimiento cotidiano, el
intercambio de experiencias, etc.
Es decir realizar una visita puede tener múltiples connotaciones según se planteen
objetivos de asistencia, gestión y educación. Desde una perspectiva histórico-crítica, estas
funciones deben estar asociadas entre sí, como parte de una tarea consciente del
profesional, en pos de una intervención estratégica.
Asimismo las visitas tienen determinaciones institucionales entre las que se
encuentra un recurso de funcionamiento primordial como lo es el medio de transporte. Ese
recurso gravita sobre otro recurso como es el tiempo disponible. En circunstancias de
realizar visitas en domicilios ubicados en forma dispersa, el medio de transporte modifica
79
las condiciones de trabajo del profesional y una utilización diferenciada del tiempo
disponible.
Mientras que el profesional en su lugar de trabajo generalmente tiene una
multiplicidad de tareas en paralelo: suele ser interrumpido, tiene un horario en el cual tiene
que entrevistar a varias personas, le reclaman por teléfono, no hay un espacio físico
privado, etc. en el encuentro con el usuario en su domicilio su atención puede estar mucho
más centrada. Esto es percibido por muchos usuarios/pobladores que consideran
indispensable ser visitados por el profesional. Asimismo cuando se suele reclamar que el
profesional de Trabajo Social “salga de atrás del escritorio”, subyace la necesidad de
mostrar las condiciones de vida en que se encuentra y que dada la complejidad tiene
imposibilidad de explicar verbalmente.
La observación de la fenosituación34 que se realiza en la visita indudablemente
aporta a la comprensión de las situaciones, y el profesional puede colocar nuevos
elementos en el diálogo a fin de realizar la re-construcción de las manifestaciones de la
cuestión social. La visita implica cambiar de escenario, realizar un encuentro entre el
usuario y el profesional, en un ambiente más “controlado” por el usuario, se trata de su
lugar conocido. Allí, las interferencias son de otro tipo, puede estar el televisor encendido,
los chicos haciendo ruido jugando/peleando, los perros labrando incesantemente, la música
fuerte de un vecino, etc. Si bien, ello puede significar interrupciones, el profesional se
encuentra de todos modos en una situación de observación diferente que le permite
aproximarse a la dinámica de la vida cotidiana del usuario35.
Llegar a ese punto de encuentro significa un momento de interacción de la vida
privada con la institución pública, en el cual el profesional no debe entorpecer inútilmente
la dinámica cotidiana. En ese sentido, es necesario concurrir con objetivos clarificados de
la visita.
Los sujetos de la visita
Una de las determinaciones que actúan sobre la direccionalidad de la modalidad de visita
radica en el carácter del/los sujetos con los que se pretende dialogar/observar concurriendo
a un hogar. Hacer un domicilio, como se suele expresar en el lenguaje profesional, es una
táctica destinada a ir al encuentro de personas en su lugar de residencia. Pero ese encuentro
34
35
Ver capítulo de Liliana Madrid sobre la observación profesional, en este libro.
Ídem.
80
esta determinado por el tipo de relación enmarcada en la institución que lo origina. En
resumen, la práctica de la visita domiciliaria se realiza con finalidades heterogéneas.
Hemos realizado una aproximación al ejercicio profesional, rescatando elementos de las
prácticas vigentes, ofreciendo aquí una categorización de acuerdo a la relación institucional
en la cual se enmarca36.
Visitas a usuarios o beneficiarios
Se considera usuario a quien concurre a un Servicio Social o área de Trabajo Social
voluntariamente en procura de una o varias prestaciones para cubrir sus necesidades. Al
hablar de beneficiarios aludimos a aquellos sujetos que se inscriben en el marco de un
programa específico. Es decir un usuario puede ser beneficiario de más de un programa.
Por ejemplo puede ser beneficiario de un plan de empleo, de una prestación de combustible
para cocinar y de medicamentos. Entendemos que el término usuario nos remite a quien
tiene derecho a acceder a prestaciones de una institución mientras que el beneficiario se
circunscribe a un programa.
Cuando la visita se define para ir al encuentro de un usuario o beneficiario,
significa que existe una demanda previa que fue expresada en el ámbito institucional, por
lo cual ha quedado registrado como usuario, con datos que corresponde a un domicilio, lo
que posibilita esa táctica. La visita al usuario puede ser una táctica para dar continuidad a
la atención de la demanda, ampliando la información y realizando sugerencias sobre la
disponibilidad de prestaciones en la institución o en otras organizaciones.
El profesional por sí o por indicación de otro miembro del equipo o de un directivo,
puede definir una visita cuando se ha interrumpido la concurrencia del usuario, ya sea, a
una actividad grupal, a una cita ya acordada, a la búsqueda de una respuesta dentro de un
período de tiempo, entre otros. En tal caso, la motivación se basa en restablecer la relación
y/o definir la continuidad como usuario.
La entrega de recursos en forma domiciliaria casi no es utilizada en la actualidad y
en su lugar los usuarios deben trasladarse a la institución. Consideramos que es una
cuestión a ser replanteada, dado que hay circunstancias en que sería mucho efectivo que se
dispusieran los recursos de funcionamiento necesarios desde los organismos públicos para
entregar las prestaciones en cada domicilio. En numerosas oportunidades la falta de
concurrencia del usuario a la institución se produce por la misma situación que genera la
36
Agradecemos la información y las reflexiones aportadas por Cristina Roteño y Virginia Siede.
81
demanda, es decir por la falta de recursos. Si se pretende dar la mejor atención
respondiendo a los intereses de los trabajadores, este tipo de reformulación sobre las
prácticas instaladas es de vital importancia en el trabajo diario del profesional.
Visitas a potenciales usuarios o beneficiarios
Hay sujetos que encontrándose encuadrados en la población objetivo de la institución, por
desconocimiento de las prestaciones institucionales, por la negación frente nuevas
situaciones, por desconsideración de sus derechos, o por otros motivos, no acuden a
plantear demandas a las instituciones.
La visita a potenciales usuarios puede llevarse a cabo con frecuencia en los
procesos de intervención cuyos actores son portadores de discapacidades, adicciones,
enfermedades que están socialmente estigmatizadas, etc. En tal sentido, el profesional
previamente realiza la gestión de información en otras instituciones o dependencias para
obtener datos que le permitan ubicar el domicilio de posibles usuarios o beneficiarios de
programas específicos. Salir al encuentro de una persona que no ha concurrido a la
institución requiere iniciar el diálogo brindando la información básica que permita ubicar
el marco institucional desde el cual se concurre. Ello determinará la concreción de los
objetivos específicos de la visita.
Un ejemplo de ello lo constituye deriva de la pérdida de visión, existiendo una
resistencia de las personas a asumir su condición. Como plantea Cristina Roteño en
relación a la intervención desde una organización destinada a personas ciegas, el
profesional realiza la gestión de información y construcción del juicio de confianza a
través de visitas domiciliarias a personas que recién han perdido la vista (Roteño,
2003:94).
El profesional procura entablar un diálogo apuntado a que el sujeto entre en
contacto con la institución que le puede proveer prestaciones que mejoren su vida
cotidiana. También se facilita el vínculo con otras personas que han atravesado por esa
situación, realizando la visita con un usuario. En instituciones que delimitan las
prestaciones territorialmente, es posible que sean otros pobladores quienes informan y
proveen los datos del domicilio al profesional. Son los vecinos quienes recurren en
situaciones que consideran que se encuentran en el campo de actuación de la organización.
82
Ello suele ocurrir con frecuencia en situaciones de pauperización de niños, adolescentes o
ancianos.
Las
visitas a posibles beneficiarios de programas específicos se utilizan con
frecuencia para determinar el acceso a esa prestación. En tal caso fueron los mismos
sujetos que acudieron a la institución y realizaron una inscripción en la cual se registraron
los datos del domicilio. La visita en estas ocasiones está signada por la cumplimentación
de requisitos institucionales de selección. Quien recibe la visita generalmente desconoce
específicamente cuáles serán los requerimientos, dado que, los criterios subjetivos del
profesional juegan un papel preponderante.
Esta modalidad es utilizada con frecuencia en planes habitacionales llave en mano,
como uno de los elementos de evaluación para definir el acceso a la vivienda. Similar
situación se presenta con el acceso a becas de estudios, que entre sus mecanismos de
selección se encuentra la visita como forma de constatación de información.
Lamentablemente los enunciados derechos a la educación y a la vivienda digna caen al
vacío con la limitación impuesta en los cupos de acceso, muchas veces avalado por
profesionales mediante criterios conservadores de lo observado en la visita.
Visitas a supervisados
En procesos de intervención signados institucionalmente por el disciplinamiento de sujetos
la visita se presenta como un mecanismo de control de la vida cotidiana. De todos modos,
la realización de la observación y el reconocimiento del espacio cotidiano del sujeto que se
solicita al profesional del Trabajo Social se pueden llevar a cabo de distintos modos.
En los procesos de intervención que están condicionados desde el poder judicial se
realizan visitas, que pueden contener la observación de reglas de conducta que determine el
juez. En tal caso se trata visitas, en oportunidades con una frecuencia ya estipulada, donde
el profesional realiza una supervisión que debe ser informada por escrito.
Las visitas son claves en los rumbos que toma la intervención derivada de litigios o
conductas calificadas como transgresoras o delictivas para la ley. El patronato de liberados
en base a la orden de un juez ejerce la denominada “tutela” sobre una persona a la que se
denomina tutelado dentro de esa relación institucional. El patronato realiza la supervisión
ya sea citando al tutelado o realizando la visita domiciliaria. El profesional recaba
83
información que puede ser transmitida de diversas formas y con distintas finalidades37. Es
importante que el profesional no pierda de vista la legitimación del sujeto supervisado,
apuntando a mejorar sus condiciones de vida, facilitando el acceso a prestaciones, ya sean
de la propia institución o mediante la gestión en otras instituciones.
En el caso de las visitas realizadas desde instituciones escolares los motivos de
supervisión
más
frecuentes
están
relacionados
con
el
ausentismo.
Si
bien,
institucionalmente suele plantearse como un mecanismo de control, no necesariamente el
profesional interviene con esa finalidad. La táctica que desarrolla mediante la visita
dependerá de su autonomía profesional, poniendo en juego su marco referencial.
Generalmente el ausentismo se presenta en situaciones de pauperización. La comprensión
por parte del profesional de las determinaciones simples y complejas del ausentismo
escolar deriva en intervenciones de control/disciplinamiento o de reivindicación del
derecho de acceso a la educación. Desde este último posicionamiento la supervisión que
realiza el profesional apunta a procurar la información necesaria para
gestionar
prestaciones.
Es posible que en la visita se realice una escucha atenta, un análisis y reflexión
conjunta y que la supervisión tome connotaciones relevantes de asistencia, con la finalidad
de mejorar las condiciones de vida.
Visitas a sujetos del entorno vincular
La realización de visitas a familiares, vecinos, amigos o parientes por elección38, puede
tener muchas motivaciones y plantear objetivos diversos. Dada la impronta que en nuestra
sociedad tiene la cobertura de necesidades por parte de la familia, las instituciones
procuran que sea en ese entorno donde se resuelva la cobertura de necesidades de la vida
cotidiana.
Desde instituciones que intervienen definiendo una franja etárea de infancia y
adolescencia, frecuentemente se procura establecer redes con personas del entorno vincular
que puedan cubrir las necesidades. Del mismo modo, las visitas que se realizan en procesos
de intervención donde están involucrados sujetos de la tercera edad que no logran cubrir
sus necesidades, se procura establecer o re-establecer vínculos con el entorno.
37
Ver: Artículo de Cecilia Pérez en este texto.
Incluimos en esta categoría a aquellas personas que mantienen vínculos por elección pero que no son
reconocidos como familiares en términos jurídicos ni se cuenta con un concepto dentro del lenguaje corriente
que dé cuenta del tipo de relación.
38
84
En muchas ocasiones la visita se encuentra sesgada por la culpabilización por parte
del profesional y/o por los sentimientos de culpa típicos de nuestra sociedad en las
relaciones
familiares,
provocando
intervenciones
moralizadoras.
Es
importante
comprender que el actual orden social se basa en la división de clases, y que las clases
subalternas no deben ser culpabilizadas por no poder cubrir las necesidades de la vida
cotidiana con las reglas de mercado.
El profesional que se basa en la defensa de derechos no se restringe a una
intervención centrada en el entorno vincular responsabilizándolo de la cobertura de
necesidades sino que con la información que obtiene en la visita puede realizar gestiones
para facilitar el acceso a prestaciones. En tal sentido, la visita puede realizarse para
gestionar información apuntando a direccionar las estrategias de intervención.
Es frecuente que desde las instituciones escolares se procure identificar formas de
apropiación de la vida cotidiana para una mejor comprensión del desempeño del niño en la
escuela. Establecer vínculos con los padres de los alumnos y procurar elementos de las
historias de vida, sobre las situaciones de migración, las costumbres de origen, el lenguaje,
puede aportar a la legitimación de la diversidad cultural a fin de reelaborar estrategias
pedagógicas.
En procesos de intervención vinculados a tratamientos médicos prolongados,
adicciones, salud mental, discapacidad se realizan visitas para reforzar los lazos y brindar
información al entorno vincular. La comprensión de las particularidades de una
discapacidad, enfermedad y/o un tratamiento requiere de un lenguaje que se modifica en
función de retraducir la información médica y/o jurídica. Esta tarea puede comenzar en la
institución y continuar en la visita para reforzar esa comprensión mediante la reiteración de
los elementos centrales. En estas situaciones, los recursos del profesional de Trabajo Social
en cuanto a su formación, conocimientos específicos y el uso del lenguaje adecuado, son
centrales en la visita.
Visitas territoriales a pobladores
Las visitas organizadas territorialmente son una modalidad que procura abarcar a los
pobladores de una zona dentro de un partido, departamento o ciudad. Podemos denominar
visita territorial a la actividad que comúnmente se realiza “casa por casa”. Es decir, no se
trata de ir a un domicilio específico, para dialogar/observar una situación particular, sino
en base a la delimitación de una zona se recorren los hogares. Tampoco significa ingresar
85
siempre a la vivienda, frecuentemente la visita territorial se realiza en la puerta del
domicilio. Asimismo se puede realizar con la presencia de varios miembros del grupo
conviviente que brindan la información.
Las visitas a pobladores de un territorio pueden tener la finalidad de realizar un
relevamiento poblacional general, apuntar a detectar una franja etárea, relevar la cobertura
de necesidades, etc. Esas visitas pueden estar estructuradas en base a un instrumento
escrito donde se registra la información obtenida. De acuerdo a los objetivos del
relevamiento el instrumento puede ser un cuestionario abierto, una planilla con opciones
cerradas o una combinación de ambas. Las características de este instrumento influirán en
el tiempo necesario para cada visita y en el tipo de diálogo que se establece.
Cuando la institución o dependencia tiene preestablecido un radio de actuación, es
posible que existan conocimientos previos de la zona y sus pobladores, y la visita se utilice
para informar sobre las prestaciones, para convocar, incentivar la participación, para
difundir actividades, etc. La visita territorial también se lleva a cabo desde instituciones
que no tienen pre-establecida una zona pero en el marco de campañas de prevención de
enfermedades o difusión de un programa determinado, se requiere de ese tipo de
organización. La visita se puede desarrollar a fin de llevar a cabo funciones de asistencia y
educación, entregando elementos, folletos, cartillas, etc.
Esta aproximación ha intentado aportar elementos sobre distintos actores que
pueden ser objeto de visitas por parte del trabajador social. Consideramos que es necesario
continuar profundizando en las determinaciones y mediaciones que operan, a fin de
mejorar la definición de tácticas y el desarrollo de estrategias.
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87
LOS REGISTROS ESCRITOS EN TRABAJO SOCIAL
María Cecilia Pérez
Introducción
Este trabajo ha sido planteado pensando principalmente en los estudiantes que desarrollan
su práctica pre-profesional en la Carrera de Trabajo Social de la UNICEN (Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), así como también en los
trabajadores sociales en ejercicio.
El tema del registro requiere ser re-pensado y re-significado, en función de ello se
aspira a abrir un debate en el seno del claustro docente y de los profesionales en ejercicio,
en vistas a la pre-ocupación existente en torno al tema, que impone una criteriosa reflexión.
Este debate resulta auspicioso para una profesión que por su carácter “interventivo” debe
necesariamente fortalecerse a la luz del análisis de sus prácticas.
Los registros forman parte del instrumental operativo del trabajo social,
entendiendo que este ultimo esta inscripto en la instrumentalidad de la profesión: “Hablar
de instrumentalidad del servicio social remite a una determinada capacidad o propiedad
que el profesional adquiere en su trayectoria socio-historia, como resultado de la
confrontación entre teleología y causalidad...” (Guerra: 2006).
Recuperando los aportes de Vañia Reis se entiende que:
…la instrumentalidad del Trabajo Social esta dada por la forma en que
la profesión se inserta en la división social y técnica del trabajo y cuya
racionalidad se produce en las regularidades presentes en las acciones y
representaciones de los trabajadores sociales (Vañia Reis, 2002: 3).
El registro en Trabajo Social alude a las diversas modalidades a través de las cuales
se documenta y comunica la actividad profesional. Puede efectuarse a través del lenguaje
escrito o por medio de recursos gráficos, imágenes, medios visuales auditivos o
audiovisuales, en este caso nos abocaremos al tipo de registro escrito, de uso
convencional, generalizado en la práctica profesional y pre-profesional e intrínsecamente
vinculado a la particularidad en Trabajo Social.
En el proceso de la formación de los estudiantes, se prevén desde algunas instancias
de la carrera, ciertos contenidos básicos respecto de los registros escritos, sin embargo este
ha tenido un papel secundario en el proceso de enseñanza-aprendizaje como proceso de
entrenamiento sistemático. En muchas ocasiones cabe advertir que su aprendizaje ha
estado ligado a una perspectiva teórico positivista, y por lo tanto entendiéndose como
88
elementos previamente construidos, desprovistos de mediaciones y pensándose en el plano
de la inmediatez. Tal es así que esto se trasluce luego en el ejercicio profesional, donde por
un lado se tiende a no registrar la intervención, o en su contrario a registrarla en modelos
de informes preestablecidos por la institución, desconociendo en ambos casos su
importancia y cayendo en recurrentes registros burocráticos cuyas finalidades lejos están
de contribuir tanto a la sistematización de la intervención como a los actores sociales
involucrados.
Aproximación a los fundamentos ontológicos de los registros escritos
Dada la vinculación de la génesis del Trabajo Social con una necesidad social típicamente
capitalista: intervenir en los conflictos oriundos de los antagonismos de los intereses de
clases, sitúa y encuadra al trabajador social como profesional asalariado que tiene que
vender su fuerza de trabajo, y con ella, un conjunto de procedimientos, de naturaleza
instrumental (Netto, 1989 y Guerra, 1995). Siendo esta su lógica de constitución, sus
objetos de intervención se vinculan a
una determinada realidad histórico-social y su
substrato material es la realidad social y la cotidianidad de determinados segmentos de la
población.
Partiendo de este entendimiento, la formación del trabajador social debe estar referenciada
al modo de ser, de constitución, del movimiento, de la transformación de la realidad
social39. No obstante, explica Guerra existe una disputa ideológica entre las diversa formas
de conocer e interpretar la realidad y la hegemonía han sido aquellas corrientes que no
extrapolan las evidencias, la forma, la empiria, el dato inmediato, las expresiones de los
hechos, fenómenos y prácticas, que no tienen en cuenta las mediaciones, que no asumen la
negatividad y que equiparan fenómenos sociales y naturales, y sobre todo que operan con
procedimientos abstractos. Este modo de conocer no encuentra respaldo en el modo de ser,
de constitución y del movimiento del ser social, sino que se fundamenta en modelos,
reglas, formulas y técnicas predeterminadas.
La problematización central que históricamente viene constituyendo los
desafíos de nuestra profesión, dada su inserción en el orden burgués
maduro, refiere a la incidencia del paradigma de la racionalidad formalabstracta, que en cuanto modelo hegemónico peculiar de este orden
social, viene ejerciendo predominancia en las formas de ser y pensar del
Servicio Social, en las concepciones y prácticas de la profesión, y
39
Se entiende que la realidad social esta constituida en un campo de fuerzas contradictorias que contempla
un conjunto de determinaciones objetivas y que solo puede ser aprehendida a partir de las formas más
complejas puesta en el modo de aparecer de los hechos , fenómenos, procesos y prácticas sociales, entendidas
como formas necesarias de determinados contenidos (Guerra: 1997).
89
consecuentemente, han sido históricamente una mediación en la
formación profesional (Guerra, 1997: 3).
La enseñanza dada en la formación acerca de la cuestión instrumental de la
profesión y específicamente aquella vinculada a los registros escritos como herramientas
que forman parte de los procesos de intervención, suele estar mas ligada a una lógica de
racionalidad formal-abstracta que a los fundamentos de la ontología del ser social. Es decir
se recuperan los procesos, fenómenos, sucesos a partir de modelos de registro que no
contribuyen a superar descripciones aparentes de los hechos. Con esto no se pretende decir
que el instrumento de registro determina la lógica de conocer la realidad, pero si, tiende a
direccionarla hacia algunos aspectos. Esto se ve reforzado cuando los modelos de informes
institucionales y/o socio-ambientales no cuentan ni siquiera con una instancia que
contemple el posicionamiento profesional. La expresión más típica se encuentra en los
informes socio-ambientales que culminan siendo un mero inventario hogareño40. De todos
modos cabe señalar, que aun con estos modelos de informes establecidos, hay
profesionales que recrean instancias de dialogo, de reflexión y de crítica de la realidad. Lo
que ocurre es que en muchas ocasiones estos procesos de conocimiento se disipan
justamente cuando no es posible recuperarlos en forma escrita y ser insumo de nuestra
mirada y posicionamiento profesional.
Asimismo se tiende a caer en la lógica de la racionalidad formal-abstracta cuando
se desvincula la recuperación escrita, el registro, del proceso de conocimiento e
intervención. En muchas ocasiones es el mismo profesional que resta importancia al
registro y en este sentido solo tiende a sintetizar en forma rápida algunas acciones e
información que recaba del proceso, perdiendo así elementos centrales de su intervención
que contribuirían a poder analizar el proceso real y que esa re-construcción intelectual sea
un recurso para que otro profesional pueda continuar la intervención.
La racionalidad formal abstracta trata a los fenómenos y a los procesos sociales
como cosas, exteriores, superiores y anteriores a los hombres e independientes de la
voluntad de los sujetos. Abstrae los hechos de sus contenidos concretos y al mismo tiempo
de las condiciones y de las relaciones que los engendran.
De esta forma los registros como instrumentos y fuente de conocimiento que
expresan las prácticas de conocimiento de la realidad y de los procesos de intervención,
40
Ver Marcón, O (1997).
90
contribuyen a la elaboración de un conocimiento situacional41 de los hechos, fenómenos,
situaciones, para intervenir crítica y efectivamente en los procesos. En este sentido este
conocimiento situacional deber ser producto de una aprehensión de la procesualidad,
positividad/negatividad, totalidad de los fenómenos, superador de lo fenoménico y lo
aparente.
La forma de conocimiento, de concepción y explicación de los procesos sociales,
repercute en la intervención profesional, ya que los registros escritos se constituyen en una
de las bases materiales sobre las cuales el profesional se expresa y se posiciona, y al
mismo tiempo, ellos mismos, atribuyen contornos, prescripciones y ordenamientos a la
intervención profesional.
Hacer la critica a la racionalidad formal abstracta solo es posible si
partimos de una racionalidad que sea al mismo tiempo, critica y
dialéctica y que busque los fundamentos ontológicos del ser social, ya
que ser y pensamiento son instancias diferenciadas de la realidad, con
determinado grado de autonomía, pero que mantiene entre si una
indisoluble unidad (Guerra, 1997: 4).
Se entiende entonces que la racionalidad que recupera el protagonismo de los
sujetos, que busca aprehender los aspectos ontológicos de los hechos, fenómenos y
procesos sociales en su lógica constitutiva, que tiene la capacidad de alcanzar los
contenidos más concretos, los vínculos, mediaciones y las determinaciones más
predominantes de los fenómenos, en tiempos y espacios históricamente situados y que
completa el ciclo realizando “el camino de vuelta”, y al hacerlo alcanza el concreto en un
proceso de síntesis , se entiende que ésta es la racionalidad critico-dialéctica.
Como nos señala entonces Guerra (1997: 5) la discusión sobre la formación del
trabajador social no puede prescindir de un análisis crítico de la instrumentalidad del
Trabajo Social y de las racionalidades que en ella subyace. En este sentido, se visualiza
que las fuerzas productivas, las luchas de clases, la maduración de las contradicciones
sociales de diversos órdenes, ponen y reponen desafíos, requerimientos, objetos y formas
de operar del servicio social.
Los registros escritos inscriptos en el arsenal operativo de la profesión no escapan a
la lógica de la racionalidad formal-abstracta y en ese sentido recurrentemente suelen estar
determinados por modelos pre-establecidos por la institución y/o alejados de recuperar
elementos de la ontología social tanto para el conocimiento como para la intervención.
41
Ver Mallardi M: “Conocimiento Situacional y Practica del Trabajador Social” en este mismo texto.
91
Por lo tanto los registros escritos, tan vinculados al “hacer” de la profesión deben
estar ligados a la determinación de finalidades en un sentido amplio, como referencias para
la acción, permitiendo esto apartarse de pautas de intervención preestablecidas.
Desde esta concepción ontológica del instrumental operativo, el mismo:
…no puede se comprendido como elemento previamente construido, que
conserva su formato original, entrando cada día en el proceso con la
misma forma, pues el se crea, construye y reconstruye en el devenir de la
práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se
establecen entre el profesional/usuario/institución en contextos
sociopolíticos determinados (Vañia Reis, 2002: 5).
En este sentido el instrumental operativo no tiene racionalidad en sí mismo; la
dirección política, el interés y las condiciones de realización de la práctica son los
elementos que les imprimirán sentido, contenido y validez.
Se puede señalar entonces que, por un lado, el carácter ontológico de los
registros refiere a las particularidades, especificidades, estructuras, campos de producción,
ámbitos de elaboración, actores involucrados que van delineando tanto sus posibilidades de
producción y acceso, como su estructura y forma; y al mismo tiempo denuncia, interpela y
direcciona un proceso de conocimiento e intervención que refuerza la racionalidad formal
abstracta o por el contrario busca otros caminos de conocimiento e interpretación de la
realidad a partir de la racionalidad critico-dialéctica.
El registro escrito como instrumento de aproximación y objetivación de la realidad:
Su sentido en el aprendizaje
El registro escrito es pensado como instrumento y fuente de conocimiento que expresa las
prácticas de conocimiento de la realidad y de los procesos de intervención. Asimismo,
considerado como herramienta de la formación y/o en el ejercicio profesional, se
constituye en fuente de información, en organizador y ordenador de la misma, otorgando
elementos para reelaborar tanto en la intervención como en la producción de conocimiento.
La escritura debe superar el relato oral y tomando una cita de Marucco, M y
Golzman, G.:
…sucesivas reescrituras deberían permitir poder separarse de lo hecho,
mirarlo “un poco desde afuera” para reconstruir el camino recorrido y así
tener una visión global de él, describir diferentes etapas en el transcurso
de la experiencia, encontrar posibles explicaciones acerca de lo
realizado, señalar nuevas perspectivas que se abren, contextualizar la
experiencia en marcos mas amplios... (Apud. Sarrot de Budini, 1996: 6).
92
Al mismo tiempo que contribuye a tomar un grado importante de distanciamiento
con el mundo de los hechos y como traducción del “hacer” permite avanzar como primer
paso a la objetivación de la realidad.
Se entiende que todas las expresiones de registros escritos (cuadernos de campo,
legajos, anotaciones, folletos, modelos de informes42, etc.) forman parte del instrumental
técnico-operativo de la profesión, siendo este parte constitutiva de la intervención; en
cuanto tal es indispensable para el desenvolvimiento de la acción.
En oposición a la concepción de procedimientos realizados mecánicamente y sin
reflexión, se considera que el instrumental es fruto de una práctica crítica y reflexiva. Esta
posición supone que tiene en cuenta la especificidad de una realidad y situación particular,
siendo el instrumental parte del accionar cotidiano de los profesionales. Concebirlo de esta
forma permite fortalecer las propuestas de trabajo en distintos campos de actuación
profesional y asimismo puede ser recreado en el desarrollo de los procesos de intervención
entendido fundamentalmente como praxis.
El registro escrito entonces, como instrumental operativo, se construye y
reconstruye en el proceso de la práctica, a partir de las complejas relaciones que se
establecen entre los actores sociales que constituyen el espacio profesional o preprofesional, y se los considera como instrumentos que contribuyen al conocimiento
sucesivo y aproximativo de la realidad.
A través del registro se recupera entonces la memoria del accionar profesional; se
enumeran, describen, categorizan, relacionan e interpretan datos que posibilitan la
reconstrucción del entramado de los hechos en los cuales se interviene. Se testimonia la
historicidad del proceso, con posibilidad de efectuar cortes para el análisis comparativo y
evaluativo de la práctica. Se puede decir entonces, que el registro escrito:

Constituye un medio de comunicación

Proporciona insumos para futuras investigaciones

Facilita la planificación y organización permanente de acciones

Posibilita la evaluación

Conforma la materia prima de la sistematización
42
Si bien pueden tener cierta relevancia algunos según estén ligados a procesos de formación o a procesos de
intervención.
93

Denuncia la intervención profesional (intencionalidad y perspectiva teórica)
Recuperando su importancia, se considera que la formación es la instancia propicia
donde deberían darse las primeras experiencias en cuanto a la producción de registros
escritos. El ámbito académico permite establecer modalidades en la enseñanza y
entrenamiento en la producción escrita, en el marco de un Plan de Estudio y de una
sistematicidad de contenidos y expectativas en el aprendizaje según el nivel de la
formación que se vaya transitando. Permite desarrollar un entrenamiento sistemático
articulado a los procesos de intervención que los estudiantes van transitando durante su
formación, ejercicio que muchas veces se ve dificultado (en tiempo y forma) en el ejercicio
profesional.
La modalidad de Práctica Integrada en terreno, prevista para la formación43, exige
considerar la perspectiva de totalidad, historicidad y contradicción para conocer e
intervenir en los diversos procesos sociales concretos, con mayor o menor nivel de
complejidad,
lo
que
implica
comprender
tales
fenómenos
en
sus
múltiples
determinaciones, en sus conexiones con otros fenómenos y en su relación de mutua
determinación con fenómenos de mayor nivel de universalidad, en su procesualidad y
movimiento como producto histórico.
Es posible y necesario entonces, que desde el proceso enseñanza-aprendizaje y
especialmente desde el Taller Internivel, se contribuya a generar en los estudiantes la
búsqueda del movimiento de la realidad, la historicidad, las contradicciones; proceso de
conocimiento que se considera puede fortalecerse y profundizarse con la práctica y ensayo
de la elaboración de registros escritos. En este sentido: la práctica de documentar, hacer
anotaciones, profundizar análisis en forma escrita, establecer articulaciones entre
fenómenos, no constituye sólo registros anecdóticos y/o descriptivos, sino que brindan
orientaciones y direccionalidad en la definición de estrategias de intervención, que
enriquecen y pasan a formar parte del proceso de aprendizaje de los estudiantes.
Dentro de esta línea de pensamiento la enseñanza y el entrenamiento en la
elaboración de registros escritos vinculados a los procesos de intervención, puede pensarse
como forma de recuperar información para transformarla luego en herramienta de análisis
y fuente de conocimiento capaz de explicar los fenómenos sociales de la realidad a la que
43
Específicamente en la carrera de Trabajo Social de la FCH-UNICEN.
94
se enfrenta el estudiante y asimismo factor determinante para establecer el contenido del
“sobre que actuar” para transformar esa realidad.
En este sentido Margarita Rozas sostiene que
…el desafío actual de la formación de Trabajo Social debe proyectarse
en dos sentidos: uno referido a una formación básica de calidad que
permita transformar la información en una herramienta de análisis y
fuente de conocimiento de los hechos sociales que hoy se expresan de
manera compleja y otro referido a una formación profesionalizada capaz
de transformar dicha información en la explicación de la cuestión
social… (Rozas, 2001: 23).
Esto permite entonces que el estudiante pase de ser un espectador registrante en su
cuaderno de campo, a reconocerse como actor relevante en la construcción de su propio
quehacer. Permite además, que se vea interpelado al momento de interpretar los hechos y
esbozar una opinión personal que más tarde se convertirá en opinión profesional en los, por
ejemplo, informes sociales institucionales.
Coincidiendo con Sarrot de Budini se entiende que:
…los registros son los progenitores de los informes, pues constituyen
una materia prima importante para generarlos. Los informes que incluyen
datos objetivos de registros rigurosamente realizados, se validan a si
mismos, pues fundamentan desde que plataforma fáctica se infieren las
apreciaciones, conclusiones, prescripciones (Ibíd., p. 6).
Lo que nos permite la práctica de registrar en forma escrita, como práctica
metodológica de conocimiento de la realidad, es el movimiento de lo abstracto a lo
concreto, buscando las múltiples determinaciones, articulaciones y mediaciones entre los
fenómenos.
Claro que con esto no se esta planteando que la sistematización y análisis
situacional
de la práctica inmediata que vayan a hacer los estudiantes sea “teoría”,
perdiendo así la perspectiva de totalidad. Al respecto C. Montaño (2000) plantea:
…cada uno, conocimiento teórico y situacional, tiene funciones y
espacios propios de producción, y responden a necesidades diferentes.
En el ámbito interventivo, la producción de conocimiento teórico
(científico) casi no es posible ni necesaria, en esta actividad es
fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los
procesos sociales, y la elaboración de conocimiento situacional (del
diagnostico y de las técnicas de intervención)… (Montaño: 2000, p: 19).
El registro, lo escrito, nos ayuda a ir explicitando de manera cada vez mas
clara los supuestos que están dando “vuelta sobre nuestras cabezas”.
95
Cuando releemos lo escrito, podemos “hacer conciente” los enunciados
teóricos que nos estuvieron guiando, aun sin saberlo, nuestra mirada. La
teoría actúa como filtro de aquello que vemos y oímos pero recién
podemos ver esta mediación cuando contrastamos lo registrado con la
teoría. Es por esta relación “ida y vuelta” entre el registro y la teoría que
nos plantemos al registro, no solo como el primer paso de la objetivación
sino también como un nivel de análisis (Rosato A., 1997: 20).
Teniendo en cuenta la práctica barrial/comunitaria y práctica institucional, en
ambas instancias se espera que el estudiante entrene habilidades de observación,
indagación, descripción, análisis y reflexión, que irá “refinando” durante el proceso de
formación en su transito por los distintos niveles. Estas habilidades contemplan un
momento inicial, que luego se deberán ir focalizando hacia propósitos y aspectos mas
acotados. Los registros escritos permiten ir haciendo esas sucesivas aproximaciones a la
realidad y contribuirán a definir los distintos objetos de intervención, desvendando la
esencia de los fenómenos que permitirá ir definiendo y recreando las estrategias de
intervención en la realidad.
Ahora bien, como plantea Sarrot de Budín (1996: 5), “si las observaciones no se
van acotando, se permanece ingenuo, entrampado en el acontecer, sin objetivar ni
reflexionar sobre los procesos que van teniendo lugar en el ámbito institucional o
comunitario...”
Un punto importante
para ir transformando las observaciones, indagaciones y
descripciones, es poner cuidado e ir modificando las formas de registrarlas. Asimismo los
diferentes tipos de registrar los sucesos y procesos, contribuyen como base para la
planificación de las intervenciones, la elaboración de informes sociales y desarrollar
ejercicios de análisis sobre la realidad en la que actúa:
…el alumno es portador de una total amplitud de mira “indiscriminada,
sólo la primera vez, luego es el docente el que debe guiar en la
modificación de la forma de observar, indagar y describir, y
consecuentemente en la forma de registrar, en los sucesivos contactos
con el ámbito de la práctica (Ibíd., p. 5).
En este sentido la recuperación escrita de los sucesos de la práctica, de las
intervenciones, de las indagaciones y observaciones forma parte de la reconstrucción de
la realidad por vía del pensamiento, proceso que se debe darse en forma diferenciada en
los distintos niveles de la formación.44
44
Ver Oliva, Gardey y Pérez ( 2000)
96
Retomando los registros mayormente utilizados en el ámbito de la formación y
teniendo en cuenta la inserción gradual en la práctica en terreno de los alumnos y la
apropiación diferencial tanto de las herramientas teóricas como metodológicas, se propone
una modalidad de entrenamiento de las formas básicas de registro escritos por nivel e
internivel.
En los distintos momentos de la formación los alumnos van “refinando” y
complejizando los análisis y reflexiones respecto de los fenómenos sociales a los que se
enfrentan y también así podrán ir registrando diferenciadamente en forma escrita la
información y el proceso de la intervención. Sin caer en una propuesta “etapista” de
aprehensión de la realidad, se propone una modalidad de entrenamiento en registros
escritos de acuerdo al nivel de formación45. Entendiendo que si bien no existe “una forma”
de registro, sí es posible establecer ciertos criterios para su producción que contribuyan a
dar cuenta de la compleja realidad en la que se interviene. La propuesta contempla el
registro tanto de las actividades planificadas como de lo no planificado, refiriéndome a
estas últimas como a todo aquello que sin una planificación acontece en los procesos de
intervención y que se considera importante.
En general el registro escrito documenta las instancias de investigación y/o
intervención, tales como observaciones, entrevistas, gestiones, visitas domiciliarias,
reuniones grupales, asambleas comunitarias, en el cual se da cuenta de los hechos
acontecidos, consignando según los instrumentos de registro dónde, cuándo, y cómo
sucedieron y qué actores sociales intervinieron, etc.
●
Cuaderno de Campo
Son los registros en cuaderno individual por cada estudiante en el que se documentan tanto
actividades planificadas como no planificadas. Es un recurso escrito que se recomienda ser
utilizado durante el primer y segundo nivel de la formación.
Teniendo en cuenta que los alumnos de primer nivel se encuentran en un momento
de indagación de la realidad, su acercamiento al Centro de Prácticas no siempre esta dado a
partir de una actividad planificada y especifica. Lo mas recurrente en este primer periodo
de contacto con la realidad barrial es que “observen” esa realidad.
El cuaderno de campo, es un archivo documental que puede ser de mucha
contribución en este momento de inserción. En el se vuelcan registros ocasionales (no
45
Se toma como referencia Instructivo para la Elaboración de registros e informes. UBA, 1995.
97
planificados) que dan cuenta de observaciones de acontecimientos, hechos puntuales,
discursos, y otras descripciones (ambientales, personales) obtenidas durante el ejercicio de
trabajo de campo. Contribuye a:

documentar en forma rápida la información

documentar la experiencia que se acumula en la etapa de inserción

entrenar al alumno en la observación y registro sistemático, mejorando
su capacidad de observación y comprensión del medio en el que actúa.
Recomendaciones para su elaboración:
●

fecha

lugar

informante (en caso en que corresponda)

situación (ubicación situacional de la observación producida)

descripción de los sucesos observados

comentarios
Informe de Actividad
Es un registro individual en donde se documentan las actividades planificadas y llevadas
adelante con una especificidad particular de documentación de los sucesos. Es un recurso
escrito que se dirige a estudiantes de segundo, tercero y cuarto nivel. Es el registro
descriptivo y analítico de las acciones planificadas por el estudiante, que reconstruye
objetivamente los acontecimientos. Implica un desarrollo cronológico de los episodios, una
recuperación el discurso y actuaciones no verbales de los actores, las intervenciones
profesionales, y el contexto ambiental, temporal y cultural de los procesos producidos
durante la situación documentada.
Contribuye a:

reorientar acciones

analizar el desarrollo de los procesos

enriquecer evaluaciones y contribuir a un proceso de sistematización de
la práctica
Recomendaciones para su implementación:

Imponer un carácter “totalizador”
98

recoger las expresiones tal como se dijeron y los hechos tal como
sucedieron

realizar contextualización y cronología apuntando a reelaborar el
registro de la observación considerando el contexto de la situación
(lugar, participantes, roles), la secuencia cronológica, contextualización
de los enunciados verbales; diferenciando roles preestablecidos, y las
descripciones no verbales.
Es importante trabajar en la objetividad del documento, no significando esto que se
aparten las descripciones, adjetivaciones e interpretaciones; en todo caso se recomienda
enunciarse en un apartado diferente. Puede contener contribución testimonial, consignando
en forma textual discursos de opinión, interés o reflexión.
Recomendaciones para su elaboración:

tipo de situación documentada

fecha y Lugar

participantes (discriminando funciones y actores)

objetivos de la actividad

recursos utilizados

instrumentos y tácticas utilizadas

desarrollo de la Actividad (reunión, entrevista, visita domiciliaria, etc.)

observación y análisis

plan de acción mediato o inmediato (según se considere necesario)
Respecto a la sistematización y documentación, como otro eje en la organización
del taller, se consideran todos aquellos instrumentos de registros escritos que hacen a la
recuperación de las intervenciones y que se convierten en recursos46 para la organización y
funcionamiento del taller. Los instrumentos que pueden contribuir en este aspecto son:
● Crónicas: consiste en un registro que se documenta en forma rotativa, principalmente
por los estudiantes de segundo y tercer nivel y que recupera los temas trabajados
en cada espacio de encuentro del taller, las conclusiones arribadas, la
organización de las actividades, etc. La crónica se lee a comienzo de cada
46
Según Oliva (2003) los recursos escritos son “fuentes informativas”, que en este caso producen los
alumnos y que pasan a formar parte de los elementos con que trabajan tanto ellos mismos como otros
estudiantes de la Carrera.
99
encuentro de taller y funciona como disparador y organizador de la tarea. Se
considera oportuno que el registro se realice directamente en cuaderno (sin tipear)
como forma de entrenamiento en tiempo real. Asimismo se sugiere que el
estudiante recupere hacia el final de la misma algún tipo de articulación con
conceptos-categorías que este trabajando en otras instancias de su formación.
●
Planificación Cuatrimestral: es un documento escrito que se realiza en grupo
internivel por ejes o proyectos de intervención donde se recupera una planificación
general de actividades, objetivos generales y específicos, cronograma de
actividades y recursos.
●
Auto evaluación individual: es un registro individual que apunta a ser trabajado por
los estudiantes de segundo, tercer y cuarto nivel para autoevaluar el propio
desempeño y aprendizaje. Se recomienda implementarlo al finalizar el año a
partir de los siguientes aspectos:

asistencia a Taller

tiempo y dedicación destinado al Centro de Prácticas (responsabilidad,
concurrencia al barrio, participación en diferentes actividades y
proyectos)
●

competencias, habilidades y saberes para la intervención

producción Escrita

aspectos que se reconocen como aprendizajes

aspectos que se reconocen como dificultades

espacio abierto para agregar lo que se considere pertinente
Evaluación Anual: es un documento realizado en grupo internivel por Eje de
Intervención/Proyecto y que se construye en base a tres consignas que recuperan
las intervenciones desarrolladas durante el año, conceptualizando actividades,
identificando logros de acuerdo a objetivos y recuperando líneas de intervención
a seguir.
Ejes que guían la Evaluación:

actividades realizadas (identificando funciones de asistencia-gestión-
educación)

servicios brindados a la comunidad
100

●
Logros y Dificultades de acuerdo a objetivos
Archivo Documental: es un registro escrito y visual que se realiza durante el año por
proyecto o eje de intervención. En el se incorporan proyectos, planificaciones
grupales, informes de evaluación, informes de gestiones en instituciones, recortes
periodísticos, cuestionarios, encuestas, fotografías, materiales de difusión, mapas,
informes de reuniones con pobladores, informes de reuniones con referentes
institucionales, etc.
● Producción Taller Nivel: Son las producciones anuales presentados y trabajadas desde
la instancia del Taller Nivel, que constituyen registros escritos de evaluación para
el Taller Internivel.
Retomando la categorización sobre los recursos de la intervención profesional que
realiza la Dra. Andrea Oliva (2003), podríamos decir, desde esta óptica, que estos registros
como recursos escritos, se convierten en recursos del profesional, traspasando el nivel de la
formación hacia el campo laboral, cobrando una significación diferente, ya no como un
simple legajo, informe o anotación, (solo para la institución o para el docente en el ámbito
de la formación) sino como insumo imprescindible en el quehacer profesional.
El registro escrito como recurso en la intervención profesional
Considerando que para desentrañar el desarrollo de estrategias en la intervención
profesional, es necesario comenzar haciendo un análisis de los recursos; se parte de
entender a los mismos como condiciones objetivas que están determinando la práctica
profesional. En este sentido A. Oliva señala:
…el desarrollo de estrategias de intervención no esta determinado
únicamente por el posicionamiento del trabajador social, ni por la
dirección política de la institución, ni por los usuarios, sino por
una compleja y dinámica relación que esta determinada por
diversos recursos, mediados por una articulación que se condensa
en el arsenal operativo en un momento histórico determinado
(Oliva, 2002: 8).
Tal como lo plantea Oliva, los trabajos escritos proporcionan recursos al trabajo
intelectual a través de dos clases cualitativamente diferentes, por una parte tenemos los
recursos teóricos; y por otra, una serie de fuentes informativas como artículos, ponencias,
censos, registros y material documental entre otros.
Ahora bien, para entender los registros escritos como recursos en la intervención,
hay que considerar su función en el proceso de intervención como insumo imprescindible
101
en el quehacer profesional y direccionador de nuestras acciones, como así también
considerarlo en la trama de relaciones que se dan entorno a su producción y acceso.
En los registros escritos propios del Trabajador Social, es decir aquellos que
produce en su quehacer profesional, median las condiciones de producción, mientras que
en los registros escritos a los que acude el Trabajador Social (producciones de otros actores
profesionales, recursos escritos de las propias instituciones empleadoras u otras) median
las condiciones de acceso y disponibilidad.
Si se reconoce entonces que los registros escritos que produce el Trabajador Social
se constituyen en recursos de la propia intervención, entonces cabe analizar en que
condiciones de producción se realizan, por ejemplo con que
insumos indispensables
cuenta para llevarlos adelante, el tiempo que requieren en sus más diversas modalidades,
los requerimientos institucionales respecto a ellos, etc. Es decir, la producción de registros
escritos no esta determinada únicamente por la voluntad del trabajador social, sino que hay
diversos condicionantes en la posibilidad concreta de su materialización.
Con esto quiere señalarse que las producciones de los registros escritos en los
procesos de intervención son parte de una serie de “mediaciones47”. De esta forma los
determinantes del instrumental operativo, durante el proceso de intervención, están
caracterizados por ser de índole política, social e institucional y son ellos los factores que
determinan las mediaciones y que atraviesan a los registros escritos en los diferentes
campos de actuación.
Muchas veces la propia práctica cotidiana obstaculiza la fijación, evocación y
posterior procesamiento de los datos receptados. Los tiempos institucionales que median el
ejercicio profesional, las tareas requeridas, los recursos disponibles y las demandas muchas
veces retrasan, encuadran, dificultan o en muchos casos anulan las posibilidades de llevar
adelante un ejercicio de registro.
Ahora bien, el Trabajador Social no solo produce registros escritos sino que
también se vale para su intervención de otros registros ya elaborados, los cuales pueden
estar o no a su alcance. En este sentido Oliva plantea las condiciones de asequibilidad e
inasequibilidad de los recursos, en relación a su condición de ser conseguidos o no en la
intervención profesional:
47
“…la categoría de mediación no significa una practica de solución de conflictos, una intermediación entre
partes en litigio con relación a la familia, a la escuela, a la comunidad, etc. como ha sido utilizada por
muchos autores (…), sino una categoría ontológica, mejor dicho, un modo de ser de la realidad social, ya que
lo real es constitutivo y constituyente de mediaciones (Guerra 2007).
102
…los recursos son asequibles cuando están disponibles o se pueden
obtener para la intervención, siempre teniendo en cuenta ciertas
condiciones, y en un momento determinado. Decimos que los recursos
son inasequibles, cuando aun teniendo existencia real, no están
disponibles o en condición de ser conseguidos, ya sea por las
determinaciones generales dentro de un orden social, ya sea por las
determinaciones particulares de la práctica profesional. La noción de
recursos inasequibles nos sirve para definir, en términos de intervención,
aquello de lo que no podemos disponer para un fin especifico y en un
momento determinado. (Oliva, A. 2002: 38)
No todos los registros escritos que puede necesitar un profesional en la intervención
están siempre disponibles. Respecto a algunos su circulación puede ser muy restringida,
otros exigen ciertas condiciones de acceso respecto a su uso, hay registros escritos a los
que sólo se puede acceder en un determinado marco institucional (legajos judiciales,
escolares, etc.). También y además del material editado e impreso en papel, otra vía de
acceso es la virtual, donde se encuentra una variada gama de registros escritos. Aun así
cabe señalar en algunos casos su acceso se encuentra restringido por un costo monetario y
además porque si bien el acceso a internet se ha extendido en los últimos años, aun no esta
al alcance de la mayoría de los trabajadores sociales insertos en las instituciones.
Los registros escritos mayormente producidos por los trabajadores sociales son
distintas fuentes informativas que se presentan bajo ciertas modalidades: informes socioambientales, informes de seguimiento de caso, legajos, proyectos, cartillas, folletos,
formularios para el relevamiento de datos, informes de visitas domiciliarias, cuadernos de
comunicaciones, actas de reuniones, anotaciones, registros de reuniones, etc. De todos
modos cabe señalar un aspecto importante y es que no siempre media la producción del
profesional en lo que respecta al diseño del instrumento de relevamiento, tal es el caso, de
los informes socio-ambientales, encuestas y registro de intervenciones entre otros. Muchas
instituciones demandan y hasta adelantan formularios de informes que denominan como
“ambientales” o “socioeconómicos”. Desde aquí puede intuirse que el informe entonces,
puede articularse, y así funcionar con facilidad a la dinámica institucional y al esfuerzo por
alcanzar sus objetivos y burocratizarse al punto de constituirse en recurso solo para la
institución.
…el informe es un instrumento de gran relevancia dentro del Trabajo
Social ya que en el mismo quedan reflejadas las evaluaciones que
hacemos, los lineamientos que establecemos para cada situación
particular y que denotan nuestra ideología de trabajo. Sin embargo en
ocasiones es visualizado como mero tramite administrativo o como
formalidad dentro de un encuadre institucional… (Facciuto, s/f).
103
Respecto al informe es necesario establecer algunas particularidades como forma de
registro escrito. Es decir, cuando el registro se constituye en informe, toma una
connotación particular, cobrando una significación diferente, ya que se convierte en
recurso escrito destinado a otro actor social (Juez, Directivo, Coordinador de un Área,
Funcionario Público, entre otros.) constituyéndose como producción dentro de un encuadre
institucional que tendrá implicancias concretas sobre los usuarios de esa institución.
El informe en forma recurrente esta vinculado a un objeto de intervención y su
producción estará entonces estrechamente ligado al problema de la construcción de la
trama conceptual que es el “objeto de intervención”.
Los informes recorren instancias de decisión y en este sentido se debe tomar los
recaudos necesarios para expresar las evaluaciones que se realizan con la mayor
objetividad posible, no desconociendo que esta evaluación tiene una direccionalidad, un
posicionamiento, una base ideológica y seguramente determinará una acción sobre las
personas involucradas.
Es necesario revelar la dimensión política del fenómeno de informar, al menos el
que toma en nuestra profesión, superar el informe “inventario” y comenzar a revertir
aquellos informes instituidos que impulsan una idea, una representación social de lo que un
trabajador social deber ser.
De la misma manera pueden analizarse todas las expresiones de registros escritos
que aunque no se constituyan en informes suponen decisiones y en muchos casos
“arbitrariedades” del propio profesional. Los legajos, los registros de reuniones, las
anotaciones también presumen interpretaciones, explicaciones y recortes de la realidad, en
este sentido cuando el profesional registra, resalta, destaca, opaca u oscurece ciertos
elementos de la realidad en la que interviene. La emisión de juicios e interpretaciones
atraviesa la producción de registros y estos en sus múltiples modalidades expresan tanto
una visión objetiva como subjetiva
… todo enunciado es valorativo. El informe social es fruto de la
interpretación de la realidad que lleva a cabo el profesional ya que en esa
lectura están presentes concepciones de todo tipo, de sociedad, de sujeto,
de Estado, atravesada por la historia particular de cada profesional. Es
decir los informes sociales son producto de las construcciones subjetivas
en un momento históricamente determinado... (Gallego, D. 2008: 78).
Del informe, del “diagnostico” situacional, del “inventario” y posterior apreciación
de los hechos explicitados que el trabajador social elabore, puede depender la adjudicación
104
o continuidad de una prestación a un usuario, la restitución o el cercenamiento de un
derecho, la prosecución de un proyecto, es decir que su confección y elevación puede
tener trascendencia relevante para la población objeto de atención. En este aspecto es
donde el Informe deja de ser un mero documento escrito pasando a constituirse en
instrumento fundamental de la vida de la persona o grupo asistido o beneficiario. Las
decisiones que se tomen o surjan a partir de la interpretación de él por parte de terceros
afectarán la cotidianidad de las mismas o inclusive pueden cambiar sus historias. Esta
situación en ocasiones no es considerada importante por el Trabajador Social, el cual
imbuido en el quehacer, le resta importancia a la elaboración del informe para depositar
todo su profesionalismo en el trabajo que realiza en el campo con otros.
Recuperando entonces el carácter ontológico de los registros escritos no se puede
decir que exista “un informe” en trabajo social, de esta forma estaríamos anulando las
distintas expresiones y modalidades que pueden tomar en los distintos procesos de
intervención y nuevamente caeríamos en la idea de que el mismo esta previamente
construido para ser “aplicado” a cualquier situación. Desde la concepción a la que se
adhiere podríamos decir, por el contrario, que existe una diversidad de informes de acuerdo
a sus finalidades concretas y según el campo de actuación. Asimismo y considerando que
son únicos e irrepetibles, es probable que se puedan establecer características comunes que
se definen a partir de y en relación a los objetivos que se proponen48.
A continuación se describen algunos aspectos centrales de los registros escritos de
uso corriente en la intervención:
Folletos: constituyen una fuente informativa destinada básicamente a los usuarios de la
institución aunque también puede ser de utilidad hacia otros actores sociales. Son precisos
y concisos en su información, pueden incorporar imágenes y son de entrega al usuario.
Pueden informar acerca de las prestaciones institucionales y en su producción no siempre
interviene el Trabajador Social. También pueden ser fuentes informativas realizadas por el
profesional para reforzar cierta información que se considere importante. Generalmente va
acompañado de una transmisión en forma oral y a veces puede estar acompañada de la
entrega de una prestación.
Legajos: son registros escritos cuya producción es sistemática en función de un “caso” en
el que se intervenga. En el se registran en forma cronológica todas las acciones llevadas
adelante (entrevistas, visitas domiciliarias, gestiones, etc.). Los legajos tienen la
48
Ver categorización que propone Gallego, Daniela (2008).
105
particularidad de ser inasequibles para el usuario, es decir son registros escritos de los que
disponen solo algunos actores sociales (generalmente otros profesionales con los que se
trabaja) y a los que se accede dentro del encuadre institucional. No están al alcance de los
usuarios aunque la mayor información que contienen los involucra directamente.
Anotaciones: son registros ocasionales o periódicos de las acciones diarias, que
generalmente se registran en cuadernos personales. Son asequibles solo para quien los
registra ya que institucionalmente no se accede a ellos. De todos modos suelen contribuir a
la producción de legajos, informes o evaluaciones escritas.
Modelos de informe: son distintos tipos de planillas que debe completar el profesional con
diversos fines. En su mayoría son elevados a otros actores y en función de ellos se
dispondrá alguna decisión. Por ejemplo: otorgamiento de una prestación, medidas de
internación, otorgamiento de subsidio, citación, etc.
Registros de reuniones: son crónicas realizadas en el marco de reuniones que se
mantiene dentro de la institución o por fuera de ella con profesionales o usuarios. En el
primer caso generalmente se establece entre los participantes quien será el registrante y
posteriormente a su elaboración suele socializarse entre los participantes. Asimismo suelen
volcarse en legajos si refieren a procesos de intervención con un “caso”.
De lo desarrollado hasta aquí, que no es mas que un intento de colocar el tema del
Registro en discusión, se desprende que los Registros Escritos ocupan un lugar destacado
tanto en la formación como en el ejercicio profesional permitiendo una reflexión
permanente sobre la acción y una ruptura con procesos de burocratización.
Acordando con Cristina Melano debe ser una herramienta estratégica de
intervención y entenderse que el registro no es simplemente un instrumento de la
investigación y la acción: depende de para qué y cómo lo utilicemos. Particularmente el
informe como registro escrito recurrente en el ejercicio profesional, es una fase substancial
de la intervención y producirlo no es cumplir con una parte burocrática o accesoria de la
tarea profesional. En este sentido el informe debe integrar dinámicamente las dimensiones
teórico-epistemológica, teórico-metodológica, operativa-instrumental y ético-política.
Se entiende que la profesión como un todo inmerso en la dinámica de los procesos
sociales, necesita acompañar el movimiento, las alteraciones, las modificaciones que se
operan en la sociedad. La razón dialéctica y la perspectiva ontológica pueden contribuir en
este camino ya que desde ellas
la realidad se comprende antes, simultáneamente y
106
posteriormente a las determinaciones del método, siendo este último producto de la
relación sujeto-objeto, y no su causa, su punto de partida.
En este sentido comprender que los registros escritos utilizados en el ámbito de la
formación tanto como aquellos ligados directamente a la intervención, no se corresponden
a modelos únicos y preestablecidos, sino que son productos de la dinámica de la realidad y
de un proceso de praxis social. Recuperar su particularidad reside justamente en su
singularidad, en su carácter irreplicable y único, como un instrumento propio de un espacio
y tiempo determinado.
La razón dialéctica permite la reconstrucción intelectual del proceso real que se
vuelca por escrito superando la inmediatez del conocimiento en dos niveles:

un conocimiento que va mas allá de la apariencia inmediata, que se pregunta sobre “el
para que”, que se preocupa en las implicancias acerca de los medios escogidos como
así también las implicancias acerca de la elección de los medios y sus finalidades; y

un conocimiento que va mas allá de su utilización inmediata, que no se restringe solo a
lo meramente instrumental; por el contrario, que partiendo de lo empírico y
mediatizado por la razón dialéctica busca reproducir en el nivel del pensamiento la
lógica de constitución de los fenómenos y los procesos reales de la manera mas
aproximada posible.
Esta “otra” racionalidad puede superar la dimensión eminentemente instrumental
de los Registros Escritos, respondiendo de manera crítica consciente a las demandas que
le son puestas, alcanzando la competencia técnica y política necesaria para el avance de la
profesión en sus diversas dimensiones.
Por ser capaz de iluminar las finalidades profesionales, permite la elección de
procedimientos tácticos y ético-políticos, dentro de las estrategias de intervención
profesional más adecuadas al alcance de sus finalidades. Se vuelve necesario así, que desde
la formación se entrene fuertemente en la producción de registros escritos, que se recreen
instancias de reflexión y análisis superadores de las sucesivas aproximaciones que los
estudiantes van transitando en el conocimiento dinámico de la realidad y se tome
conciencia de los grados de implicancia de los mismos. Resulta imperioso entonces que en
los procesos de intervención profesional se encuentren respuestas metodológicas y se
diseñen instrumentos acordes a los marcos teóricos desde los cuales abordamos nuestros
objetos de intervención. Lejos de establecer “recetas” para la práctica de registrar, se cree
pertinente que
el trabajador social encuentre en sus campos de intervención los
107
instrumentos de documentación más apropiados para los objetivos que se propone y que
resulten operativos en su práctica.
Para finalizar y parafraseando a C. Melano (1992) interesa que el registro no
burocratice ni inhiba la acción, por el contrario, que dé cuenta de las problemáticas
abordadas, defina las categorías de análisis utilizadas y los procesos implementados desde
una perspectiva teórica-ideológica: ni teórica desideologizada, ni ideologizada y carente de
teorización.
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108
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109
LOS “INFORMES SOCIALES” EN LOS PROCESOS DE INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL
Daniela Gallego
Introducción
Las reflexiones contenidas en este artículo fueron extraídas de la tesis de grado, “Los
‘informes Sociales’ en los procesos de intervención del Trabajo Social”49.
Cabe destacar que un primer momento de éste trabajo de investigación consistió en
analizar producciones teóricas relativas al tema postulado desde diferentes enfoques, a
partir de lo cual permitió, simultáneamente, su problematización en los distintos espacios
de intervención. En esta instancia se pretende hacer una síntesis recuperando las ideas
centrales y, por lo tanto, las conclusiones a las que se arribó en dicho trabajo de
investigación. El estudio en torno a los informes sociales en los procesos de intervención
profesional se basó en diversos aportes de una de las corrientes de discusión marxista del
Brasil, en donde se inscriben: J. Paulo Netto, Marilda Iamamoto, Vania Reís, y Yolanda
Guerra.
La intención en éste trabajo de investigación no ha sido elaborar modelos o
propuestas predefinidas sobre cómo hacer un informe social. El objetivo general propuesto
en el mismo fue identificar elementos que caracterizan a los informes sociales en el
proceso de intervención profesional, fundamentados bajo una perspectiva ontológica, con
el fin de aproximarse al tema desde una visión crítica.
Con esta misma lógica la metodología utilizada no fue definida apriorísticamente,
sino que se analizó críticamente las producciones teóricas existentes y se articuló a dicho
análisis, desde una perspectiva de totalidad, las reflexiones en torno a la estructura y
dinámica actual de los informes sociales en los procesos de intervención profesional. Por
un lado, las fuentes primarias utilizadas en el trabajo de investigación correspondieron a
los testimonios de profesionales de Trabajo Social recabados en distintos campos de
actuación de la ciudad de Tandil; e informes sociales recopilados a partir de los vínculos
establecidos con las Trabajadoras Sociales entrevistadas. La información fue recabada
desde el mes de junio hasta agosto de 2007. En la elección de los entrevistados, se buscó la
heterogeneidad en: áreas de trabajo, lapsos de experiencia y formación profesional,
inserción en espacios institucionales públicos estatales y no estatales. Las áreas que se
49
Presentada en la licenciatura de Trabajo Social de la FCH-UNICEN, 2008.
110
tomaron fueron: educación (Escuelas EPB, ESB y jardín de infantes), niñez y adolescencia
(centros de días y pequeños hogares), salud (centros de salud), asistencia (centros
comunitarios, y centros de asistencia dependientes de la Iglesia Católica), Discapacidad
(centros de días de carácter no estatal), y ONG que trabaja con emprendedores. Cabe
aclarar que se realizaron 19 entrevistas en total en los distintos espacios de intervención
mencionados.
Instrumentalidad del Trabajo Social e Instrumental Operativo
En principio, para introducirnos al tema y reflexionar en torno a los informes sociales en
los procesos de intervención del Trabajo Social, fue necesario recuperar una categoría que
Yolanda Guerra define como “la instrumentalidad del trabajo social”, relacionada a otra
categoría que la misma autora concibe como “instrumental operativo”. Este análisis
permitió entender como se constituye históricamente la profesión permitiendo identificar
aquello que determina la elaboración de los informes sociales en las prácticas actuales de
las/los Trabajadoras/es Sociales. En este sentido Yolanda Guerra plantea que dado el
contexto de reproducción del “orden burgués”, y por la modalidad socio-histórica que se
presenta en el abordaje de la cuestión social, el Estado necesitará un “conjunto de
prácticas”, diversas profesiones e instituciones, para alcanzar los fines económicos y
políticos de distintas coyunturas socio-históricas.
La intervención del profesional se materializa en las instituciones de carácter
público y privado, a partir de las cuales las políticas sociales se implementan, y se
concretizan a través de planes o programas impulsados por el Estado. Las políticas sociales
en la actual coyuntura, según Yolanda Guerra, se caracterizan por ser “focalizadas,
sectorizadas, fragmentadas, atomizadas, formalistas, abstraídas de contenidos (políticoeconómico) concretos.” (Guerra, 2000: 18-19). Afirmando que precisamente su carácter
fragmentado y abstracto de contenidos expresan su limite a partir del cual no rompen con
la lógica capitalista, sino que, según la misma autora, “se tornan formas racionalizadoras
e instrumentales de la resolución inmediata de los problemas sociales” (Guerra, 2000: 19).
De modo que se puede afirmar que el Estado utiliza las políticas sociales como instrumento
para el servicio del capital.
Al conocer lo que particulariza a la profesión permite resignificar a los informes
sociales, a partir de entender la instrumentalidad del Trabajo Social desde su carácter
111
socio-histórico. Por lo tanto Yolanda Guerra plantea que la instrumentalidad se debe
aprender como:
...un conjunto de condiciones que el profesional crea y recrea en el
ejercicio profesional y que se diversifica en función de un conjunto
de variables tales como: espacio socio-ocupacional, el nivel de
calificación de sus profesionales, el proyecto profesional y
societario hegemónico, y la correlación fuerzas sociales, entre otras
(Guerra, 2000, 20).
Siguiendo este razonamiento Vania Reis a partir del análisis que realiza Yolanda
Guerra sobre instrumentalidad, establece que este concepto responde aquello que le otorga
“legalidad frente a otras totalidades parciales y define las particularidades y especificidades
de la profesión”. En este marco
...la instrumentalidad se entiende como categoría constitutiva del ser
social, que incorpora el modo de existencia y conciencia de los hombres
en la sociedad capitalista y que, por esto, posee una racionalidad. La
instrumentalidad del Trabajo Social, esta dada por la forma en que la
profesión se inserta en la división social y técnica del trabajo y cuya
racionalidad se produce en las regularidades presentes en las acciones y
representaciones de los trabajadores sociales (Moura Reis, 2002: 3).
Según Yolanda Guerra la instrumentalidad del Trabajo Social, concebida como
capacidad/ propiedades históricamente construida y reconstruida por la profesión, se puede
pensar en tres niveles: el primero tiene que ver con “la función del proyecto reformista
burgués”, a partir del cual la instrumentalidad de la profesión se somete como instrumento
de control para un fin concreto que responde a la manutención de la reproducción de la
fuerza de trabajo, contribuyendo de esta forma a “la reproducción de la racionalidad del
sistema capitalista.” (Guerra, 2000: 24). El segundo nivel se refiere a la peculiaridad que
adquiere el instrumental operativo frente a las demandas de los usuarios, caracterizándose
por manipular instrumentos con el fin de intervenir en acciones inmediatas. Según la autora
estos dos niveles responde a una razón instrumental manipuladora y subjetivista, que
responde a los dos padrones de racionalidad burguesa: eficacia y eficiencia. Y por último
el tercer nivel que señala la autora es entender la instrumentalidad como “mediación que
permite el pasaje del análisis microscópico, genérico y de carácter universalista a las
singularidades de la intervención profesional, en contextos, coyunturas y espacios
históricamente determinados.” (Guerra, 2000: 23).
La relación entre instrumentalidad y el instrumental operativo por ejemplo puede
estar dada por la lógica de reproducción de la racionalidad formal abstracta en la
implementación de los distintos instrumentos. En este caso puede ser que el informe se lo
112
piense con la finalidad de control en las prácticas cotidianas de los profesionales, y a su
vez que ese informe social individualice/personalice las manifestaciones de la cuestión
social, y por lo tanto la respuesta del profesional este circunscripta en la inmediatez de las
demandas, desvinculada totalmente de intereses colectivos.
Aquí afirmamos que en este trabajo de investigación el instrumental operativo se
entiende a partir de estar inscripto en el tercer nivel señalado, ya que a partir del mismo se
trata develar lo que define Yolanda Guerra como “dimensión crítico emancipadora” en la
creación y recreación de los instrumentos, en este caso los informes sociales en las
prácticas del profesional. En este sentido se entiende al instrumental operativo como parte
de la intervención del profesional que, en cuanto tal, es indispensable para el
desenvolvimiento de la acción.
En oposición a la concepción de procedimientos realizados mecánicamente y sin
reflexión, se considera que el instrumental es fruto de una práctica crítica y reflexiva. Esta
posición supone que tiene en cuenta la especificidad de una realidad y situación particular,
siendo el instrumental parte del accionar cotidiano de los profesionales, concebirlo de esta
forma permite fortalecer las propuestas de trabajo en distintos campos de actuación
profesional. Por lo tanto se sostiene desde esta perspectiva que el instrumental operativo
surge de las experiencias colectivas e individuales del profesional, y así mismo puede ser
re-creado en el desarrollo de los procesos de intervención entendido fundamentalmente
como praxis.
Por lo tanto desde esta concepción de Instrumental Operativo Vânia Reis postula lo
siguiente:
…no puede ser comprendido como elemento previamente construido,
que conserva su formato original, entrando cada día en el proceso con la
misma forma, pues él se crea, construye y reconstruye en el devenir de la
práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se
establecen entre el profesional/usuario/institución en contextos sociopolíticos determinados (Moura Reis, 2002: 5).
Así como plantea la misma autora el instrumental operativo “no tiene racionalidad
en sí mismo. La dirección política, el interés, y las condiciones de realización de la práctica
son los elementos que les imprimirán sentido, contenido y validez. Son históricos y se
refieren a la concreción de la acción.” (Moura Reis, 2002: 5)
Cabe advertir que históricamente ha existido un amplio debate en torno al
instrumental operativo, adoptándose diversas concepciones respecto al tema en la
profesión, en donde se le ha atribuido una imagen errónea de neutralidad, lo cual implica
113
verlo como algo aislado y desvinculado del contexto social, político y económico en un
momento histórico determinado. Con lo cual ello implicaba negarle la instrumentalidad, es
decir, “negarle su dimensión de creación al trabajo y al hombre en cuanto ser social”
(Campagnoli, 1993: 292).
Por lo tanto se concibe a la instrumentalidad en la profesión como aquellas
condiciones que el/la trabajador/a social crea y recrea en la actuación profesional. Por lo
tanto se entiende a los informes sociales formando parte de la instrumentalidad y del
instrumental operativo, entendiéndolos a partir de la conceptualización que llevan a cabo
dos autoras como Martinelli y Koumrouyan, las cuales conciben al instrumental operativo
como: “categoría relacional, instancia de pasaje que va de la concepción de la acción a su
operacionalización” como también “el conjunto articulado de instrumentos técnicos que
permiten la operacionalización de la acción profesional.” (Martinelli, M. L. y Koumrouyan,
E., 2001: 137).
Complementando la lógica aquí adoptada de instrumentalidad y de instrumental
operativo, entendiendo desde este marco determinado a los informes sociales, se reflexiona
a partir del análisis que realiza Manuel Mallardi sobre “La entrevista en los procesos de
intervención profesional”, a través de las tres dimensiones de análisis que el autor
identifica en las producciones teóricas generadas por George Lukács estableciendo que
para el análisis de categorías constitutivas de la realidad es necesario entender al proceso
de la entrevista desde su singularidad, generalidad y particularidad50.
Por lo tanto ante la concepción de instrumental operativo y la mirada que se tiene
sobre la profesión de Trabajo Social se sostiene que las construcciones de los informes
sociales en los procesos de intervención profesional son parte de una serie de mediaciones,
acordando con la afirmación que realiza Reis sobre el instrumental operativo en la
intervención, por lo cual: “permite al sujeto la articulación entre la intención y la efectiva
realización de la práctica” (Moura Reis, V. 2002: 5). De esta forma los determinantes del
instrumental operativo, durante el proceso de intervención, están caracterizados por ser de
índole político, social e institucional, complejizándose y relacionándose en la correlación
de fuerzas existentes de un Estado burgués que legitima el actual modelo de capitalismo
monopolista.
Estos factores determinan las mediaciones que establecen los profesionales del
Trabajo Social. En este sentido se han identificado múltiples determinantes a partir de lo
50
Ver en este libro la concepción que establece en su artículo Manuel Mallardi.
114
cual en este trabajo de investigación se hace mención a dos de ellos. Por un lado un primer
determinante amplio y complejo como lo es la dimensión socio-institucional,
profundizando sustancialmente en las condiciones y relaciones de trabajo en vinculación a
las funciones o atribuciones de los profesionales. Y por otro lado, pero siendo parte de la
dimensión socio-institucional, se identifica un segundo determinante como lo es el
conjunto de recursos necesarios para la elaboración de informes sociales, ya que, a demás
de las políticas sociales y los determinantes institucionales, los “recursos asequibles e
inasequibles”, actúan en una relación dinámica condicionando la intervención del
profesional.
Determinantes identificados en la elaboración de los informes sociales
En el presente apartado se reflexiona sobre las características que desde una perspectiva
crítica constituyen elementos ha tener en cuenta para pensar a los informes sociales en los
diferentes espacios de actuación profesional.
Por lo tanto coincidiendo con Manuel Mallardi se reconoce que es necesario
…pensar relacionadamente el instrumental profesional con el proceso de
intervención en el cual se desarrolla, ya que las características que el
mismo adquiera dependerán de la concepción que guié dicho proceso
como de la correlación de fuerzas vigentes en el contexto en el cual se
produce (Mallardi, M. 2004: 37)
En este sentido se considera que los informes sociales tienen que entenderse a partir
de advertir lo que define este autor como “dimensión socio-institucional”.51
A partir de esta concepción es sumamente importante empezar a entender las
instituciones como espacios contradictorios, donde confluyen intereses contrapuestos a
partir de lo cual la intervención se polariza en posiciones antagónicas capital/trabajo. Por lo
tanto en la perspectiva aquí adoptada se entiende a la intervención profesional en
vinculación con las relaciones sociales vigentes, y a las instituciones como espacios de
intereses contradictorios, ya que los profesionales son contratados por representantes del
capital, que no implica necesariamente que se tenga que caer en una postura determinista o
unilateral, ya que los profesionales según su opción política pueden intervenir reforzando
intereses de la burguesía como intereses de las clases trabajadoras.
51
Ver en este libro artículo de Manuel Mallardi referido a la Entrevista en la intervención profesional.
115
Los informes sociales como producto de mediaciones
Los informes sociales son producto de las mediaciones establecidas por los profesionales
en los espacios institucionales, estas mediaciones están determinadas por múltiples
factores, ello es lo que hace complejo su análisis, con lo cual se identificaron una serie de
determinantes que fueron subrayados por los profesionales. En este sentido, a partir del
análisis de los testimonios, se estableció que las condiciones y relaciones laborales forman
parte de las mediaciones, que a su vez se caracterizan por atravesar de forma transversal la
dimensión socio-institucional.
En esta línea de pensamiento se entiende por mediaciones al del concepto que
propone Yolanda Guerra para reflexionar al respecto:
… la categoría mediación no significa una práctica de solución de
conflictos, una intermediación entre partes en litigio con relación a la
familia, a la escuela, a la comunidad, etc. (…), como ha sido utilizada
por muchos autores, por ejemplo Tommaso (1997) y Suares (1996), sino
una categoría ontológica, mejor dicho, un modo de ser de la realidad
social, ya que lo real es constitutivo y constituyente de mediaciones.
Estas se localizan en el ámbito de lo particular. Dice Lukács (1978) que
lo particular es campo entero de mediaciones. Las mediaciones hacen
parte de lo real, entretejen la realidad. Son los elementos particulares que
hacen que los procesos, las prácticas sociales y profesionales sean ellos
mismos. Las mediaciones son sistemas, campos o dimensiones, aspectos,
totalidades parciales de la realidad que se articulan entre sí y con los
otros. Al percibirlas en su articulación podemos captar la naturaleza, el
sentido, la dirección, la apariencia, y la esencia de los procesos sociales
históricamente constituidos (Guerra, Y. 2000: 2).
En este sentido los profesionales se encuentran mediando entre el campo de las
instituciones /organizaciones, definido por J. Paulo Netto como “campo de tensión”, y las
demandas de los usuarios, entendido por el mismo autor como “campo de presión”. En
estos “campos de tensión y presión” el profesional de Trabajo Social es mediador, no
implicando que forzosamente tenga que ejercer una función unilateral. Es decir J. Paulo
Netto plantea que hay funciones en que no se establecen las mediaciones suficientes por el
profesional para negociar, a través del diálogo, políticas sociales efectivas, como lo puede
ser aquel trabajador/a social que se ubica como vector ejecutivo de la organización y/o
institución, definido por el mismo autor como profesional “domesticado”. Este último
ejercita sus atribuciones, desempeña su rol, y ejecuta las actividades que le están asignadas
por la institución. Tampoco, según J. Paulo Netto, las mediaciones establecidas son
suficientes cuando, aquellos profesionales, que se ubican en el otro polo, pierden su trabajo
porque de forma “heroica” se oponen a la institución, ubicándose en el campo de presión,
116
y se arriesgan a todo por la lucha de los intereses de la clase trabajadora. En el marco de la
manutención del trabajo en las actuales condiciones neoliberales no es un problema menor
que pueda descartarse simplemente, ya que, como se ha planteado anteriormente se
reafirma que los profesionales de trabajo social no son liberales, sino que son asalariados,
están dentro de la masa de trabajadores en donde hay despidos, represiones y expulsiones.
En fin, en las funciones mencionadas las mediaciones, que establece el profesional
no son suficientes, y con relación a los informes sociales se identificaron aspectos
vinculados a la primer función, “profesional domesticado”, por lo cual se reconoce un
completo conocimiento de las normas institucionales, y de procedimientos propios de las
instituciones. A partir del análisis de testimonios se localizaron argumentos por parte de
profesionales que definen a los informes sociales como una elaboración escueta y simple
de situaciones personales de los usuarios, con frases ya armadas para cualquier ocasión en
que se tenga que presentar los mismos. Es oportuno citar a una Trabajadora Social que
define a los informes sociales en sus prácticas cotidianas a partir de categorizarlos como
“simples” y “complejos”, ella define a los informes simples de la siguiente forma:
“En los informes simples, que son para gestionar recursos, siempre ponemos las
mismas frases: familia bajo riesgo, NBI, escasos ingresos económicos, que tienen
un plan jefes y que no pueden comprar tal cosa como por ejemplo las pastillas,
los anteojos, esas cosas...” (Trabajadora Social A).
Aquí se establece la mediación a partir de entender a los informes sociales
simplificándolos, es decir transcribiéndose frases armadas y repetidas, ya que como
instrumento encuentra utilidad a partir de que, en principio, el usuario pueda obtener una
prestación el recurso lo más rápido posible. De esta forma el profesional le otorga esta
finalidad con relación a la función que cumple en dicho espacio institucional. En este caso
los informes sociales son pensados como un trámite administrativo más, visualizándose
como un procedimiento institucional necesario, dando cuenta de la situación particular por
la cual está atravesando el usuario en cuestión, individualizando las manifestaciones de la
cuestión social y abordándolas de forma superficial.
Por otro lado, se reconocieron aspectos opuestos, a los que se acabó de mencionar,
que tienen que ver con la función “heroica” de la que habla J. Paulo Netto dentro del
campo de intervención. Así algunas profesionales plantean que con el afán de saltar las
barreras que encuadran el tipo de intervención que debería realizar dentro de la institución,
se encuentran con límites establecidos por las autoridades. En los informes sociales, estas
limitaciones, se traducen en la no-obtención de un aval institucional sobre el plan de acción
117
propuesto por los profesionales, donde las autoridades decidirán corregir, anular o, en el
peor de los casos, destruir dichos instrumentos. Al respecto una profesional de Trabajo
Social, que actualmente se encuentra con esta disyuntiva, plantea lo siguiente:
“Hay requerimientos en el Jardín para intervenir en los problemas sociales,
imagínate que todo pasa por la directora... El año pasado era confrontar y
confrontar para poder ir más allá de los límites que ella te establecía, y acá para
trabajar conjuntamente con otras instituciones, para abordar alguna
problemática, tenés que hacer el informe social. El tema es que ese informe no
puede salir de acá si no está firmado por la directora. Y me ha pasado que he
presentado informes que te dicen lo que tenés que poner y lo que no, y lo que
justamente no podes poner es cuando querés ir más allá de “la inasistencia al
jardín”. Es empezar a involucrarte con la familia... Y no lo podés hacer porque
ella no quiere involucrarse con “ese tipo de problemas”. Y es ahí cuando te
limita desde el informe porque comenzás a cuestionar todo, y te empiezan a
tirar indirectas para que te vayas...” (Trabajadora Social B).
Desde ésta postura se considera que el profesional actúa mediando a través de los
informes sociales, ya que al confrontar se sitúa en un campo de lucha en donde trata de
trabajar en pos de los intereses del campo de los demandantes, dichas mediaciones son
insuficientes, ya que el trabajador social entra en un circulo vicioso del cual no puede salir.
Por lo tanto se afirma que las mediaciones necesarias para generar procesos de
transformación social, desde una perspectiva crítica, se establecen en el interjuego de
intereses, y se apuesta a que los informes sean producto de ellas. Lo que permite sostener
esta afirmación es que, a raíz de algunos testimonios, se advierten profesionales que
plantean sus procesos de intervención a partir de la práctica o ejercicio del diálogo,
identificándose la intencionalidad de revertir la situación que impone la falta de recursos, y
la ausencia de políticas sociales efectivas. El profesional se encuentra mediando,
trascendiendo su especificidad en el campo corporativo construido históricamente, tratando
de legitimar su trabajo en un sistema en el que parece que las relaciones ya están dadas, y
planteando constantemente estrategias que permitan trascender los límites establecidos
institucionalmente. Al respecto una Trabajadora Social analiza sus estrategias de
intervención a partir del diálogo con distintos actores:
“Los informes sociales surgen de las construcciones que se generan con distintas
instituciones, porque al relacionarte ya estás estableciendo estrategias para
plasmarlas en los informes. En este sentido tenés que ser cauteloso con lo que
ponés en el informe, porque con él estás negociando con las instituciones. Hay
cuestiones en que tenés que establecer un ida y vuelta previamente para trabajar
sobre casos comunes e ir acordando concepciones. El informe es para mí ese
instrumento que permite entrever algunas cosas y otras no, y eso dependerá de
118
las instituciones con las que uno trabaja, y en las que voy a consensuar algunas
cuestiones.”(Trabajadora Social C).
A partir del análisis de testimonios se identifican elementos que tienen que ver con
diversas posiciones político-ideológicas conjugadas con elementos ligados a lo teóricoconceptual.
Así cuando los profesionales hacen mención a los informes sociales se remiten a
posiciones y conceptos con relación a: procesos de intervención y a los tiempos que
necesitan los mismos, a los conceptos utilizados en los informes, al plan de acción
propuesto por los profesionales para guiar los procesos de intervención, a los aspectos
sobre los cuales hacer hincapié en problemáticas específicas, etc. En este sentido una
profesional reflexiona sobre la capacidad estratégica que debería tener todo profesional
para la realización de informes:
“Es complejo hacer informes porque por ejemplo desde el tribunal hay una
lectura o concepción del proceso tan lineal de cómo el chico tiene que avanzar
así o asá, derechito, y la vida no es así. Realmente es difícil hacer informes,
porque tenés que pensar si con esto o lo otro perjudicas al chico, a mí me lleva
mucho tiempo porque tenés que pensarlo realmente, porque es la vida de
alguien, y tampoco la vida es lineal. Y si vos decís que algo salió mal, tenés que
ver y pensar las palabras para plasmarlo en el informe.”(Trabajadora Social D).
Por lo tanto en ese campo de lucha, definido por J. Paulo Netto, se encuentra las
finalidades de los informes sociales que de acuerdo al grado de autonomía, siempre relativa
al contexto y a la capacidad estratégica de los profesionales, generan mediaciones en los
espacios institucionales. En este sentido se afirma que los informes sociales están
atravesados por las mediaciones, y van entretejiendo lo que se presenta como particular en
los diferentes campos de actuación. Estas mediaciones se identifican en las estrategias que
se plantean los profesionales al momento de crear los informes, tácticas con relación a la
finalidad y/o Intencionalidad del mismo, y compartiendo con Yolanda Guerra el
profesional va obteniendo “una determinada capacidad o propiedad que el profesional
adquiere en su trayectoria socio-histórica.” (2000: 6).
Advertir la dimensión socio-institucional en el análisis de los informes sociales
procura entenderlos desde categorías universales, singulares y particulares, ya que los
mismos son productos de mediaciones de intereses de clases sociales opuestas. En el
siguiente apartado se reflexionará sobre los recursos en los espacios de actuación, este
119
considerado parte de la dimensión socio-institucional e indispensable para la
instrumentalización de los informes sociales.
Referencia al análisis de los Recursos como determinantes en los IS
Es necesario advertir que en los espacios institucionales se establecen límites, con lo cual,
en el interjuego político-económico, los recursos tienen un rol importante en la elaboración
de informes sociales, ya que se los identificó como determinantes en las prácticas del
profesional. Se afirma que los recursos para la elaboración de los instrumentos son
necesarios en el lugar de trabajo como lo pueden ser tanto el tiempo que tiene que emplear
el profesional para elaborar los informes, el espacio y contexto para su redacción, con qué
recursos materiales cuenta para su presentación, los vínculos que se tienen que generar
para confeccionar los informes, etc.
Así se logró concluir que lo que determina las prácticas profesionales es la
“relación dinámica” que se establece entre el instrumental operativo, la capacidad
estratégica para la gestión de recursos, como también, en el caso de hacerse cargo de la
escasez de recursos, el status social al cual pertenecen los profesionales, de la posición que
adopte o la voluntad política de la institución, y entre otros factores. De esta forma dar
cuenta que existen determinantes propios de la dimensión socio-institucional permite
enriquecer el análisis sobre el tema, ya que, la creación del instrumento no se reduce sólo a
cómo hacer los informes sociales, cómo presentarlo y en qué momento, sino identificar
factores de contexto que lleven a caracterizarlos de una determinada forma. Es necesario
tener en cuenta la dimensión socio-institucional –dentro de ella los recursos asequibles e
inasequibles como también las mediaciones establecidas por los profesionales en
determinados contextos institucionales- para el análisis de los instrumentos.
Sintéticamente hasta el momento se ha planteado que la intervención profesional
está atravesada por un conjunto de mediaciones, a partir de las cuales se puede captar la
dinámica de las prácticas profesionales, como la lógica que constituye el proceso de
intervención en un momento histórico determinado. En este sentido el hecho de concebir a
la institución como “un campo de mediaciones” (Guerra, Y. 2000: 10) permite al
profesional de trabajo social, percibir que las situaciones que se le presentan como
singulares se explican a través de su totalidad, y en esa dinámica se identifican
determinantes que particularizan esas situaciones. Así la creación de informes sociales se
compone en “lo particular” siendo instrumentos a partir de lo cual el profesional es
120
mediador, y se constituye en un proceso relativo a lo universal y a lo singular de la vida
cotidiana. En este sentido se ha reflexionado sobre los informes sociales como parte del
instrumental operativo, analizando los diferentes determinantes histórico-sociales e
institucionales que operan en las prácticas profesionales, y que condicionan las
mediaciones que establecen los Trabajadoras/es Sociales en los distintos campos de
actuación. Es imposible analizar los informes sociales sin las mediaciones establecidas por
los profesionales porque lo atraviesan constantemente, con ello se sostiene que no se lo
puede pensar de forma aislada, tanto desde la dimensión socio-institucional como de los
recursos que permiten su operacionalización. Pensarlo de ésta forma permite no
identificarlo con “recetas” preestablecidas para su formulación, sino desde su
caracterización en los espacios de actuación. Destacando que la particularidad de los
informes sociales como instrumentos son las finalidades que define el profesional de
Trabajo Social en los procesos de intervención, de acuerdo a las relaciones y condiciones
en la división social del trabajo, y al proyecto de sociedad en el que se enmarca.
Finalidades de los informes sociales
Hasta el momento se ha insistido en comprender y/o definir la particularidad de los
informes sociales ya que, como se viene afirmando, no se entiende desde modelos
apriorísticos ni se ha centrado en su inmediatez, sino que se reconoce su carácter
ontológico, implicando en el abordaje advertir las particularidades de la práctica
profesional, y las mediaciones que establece el/la trabajador/a social a través de los
informes, a partir de su capacidad de aprehensión en su trayectoria histórica como
profesional y, según Vania Reis, circunscripta “...en el campo de lo mediato, de la
reflexión comprometida con su develar y no con su resolución práctica” (Moura Reis, V.
2002: 1).
En éste sentido entender al instrumental operativo, y a los informes sociales como
instrumentos, permite introducirnos en la discusión y reflexión en torno a los planteos que
hace Montaño junto a otros autores sobre el apriorismo metodológico, término entendido a
partir de un debate en torno a los métodos de conocimiento a priori definido por el autor
como “el debate epistemológico ex ante: como el empirismo, el positivismo, tipos ideales
de Weber”, en discurrencia con los métodos a posteriori entendidos como “debate
ontológico ex post: con clara presencia de la corriente marxiana, de inspiración
hegeliana”. El autor desde una perspectiva ontológica “sustentado por la razón crítico-
121
dialéctica” sostiene que desde esta lógica la realidad se comprende antes, simultáneamente
y posteriormente a las determinaciones del método, siendo este último producto de la
“relación sujeto-objeto, y no su causa o su punto de partida”. Según el autor en la
profesión de Trabajo Social aún existe la presencia de “pautas preelaboradas, validas
para cualquier objeto concreto”, de esta forma entendiéndose como si existiera un único
método para su utilización por todos los profesionales, desde los cuales se recorta la
realidad “en objetos o esferas independientes, o incluso definiendo perspectivas
específicas sustrayéndole a la realidad el carácter de totalidad” (Montaño, 2000: 23).
Por lo tanto es desde una explicación ontológica que se piensa a los informes
sociales, como instrumentos no deben entenderse desde modelos únicos sino como
producto de la dinámica de la realidad y de un proceso de praxis social. Justamente la
particularidad de los informes sociales es que se caracterizan por ser instrumentos que no
se replican, sino que son singulares o exclusivos, propios de un espacio y tiempo
determinado, y de la capacidad del profesional para su instrumentalización.
A partir de lo analizado sobre las finalidades de los informes sociales se sostiene
que los informes son distintos entre sí, son irrepetibles, ya que se crean con objetivos
específicos en función a intereses y expectativas distintas sobre el mismo. Por lo tanto en el
para qué de los informes sociales el profesional define mediaciones que llevan a
preguntarse: ¿qué esperan las instituciones que reciben los informes?; ¿qué espera de los
usuarios?; ¿qué espera el trabajador social del proceso?; ¿qué esperan del profesional la
institución que lo ha contratado?, etc. En esta misma lógica los informes sociales se crean
y recrean de acuerdo a los determinantes que influyen en las mediaciones que establecen
los profesionales, y por lo tanto nunca un informe social es igual a otro, ya que su finalidad
es lo que los particulariza. Se identificaron distintos fines y/u objetivos que se establecen
en los informes sociales a partir de las prácticas de los profesionales de Trabajo Social52.
Los informes tienen distintos fines en las relaciones que establecen los profesionales, ello
como producto de las mediaciones que generan los mismos en el campo de intervención.
Se profundizó sobre informes que reúnen ciertas características de acuerdo a sus
52
Cabe aclarar que dichas reflexiones se realizaron a partir de analizar informes sociales, complementados
respectivamente con algunos testimonios.
122
finalidades como informes de actuación, de gestión de recursos, y de derivación,
procurando profundizar sobre su particularidad en los procesos de intervención53.
Informes de Derivación
En primer lugar es importante definir lo que se entiende por derivación para identificar
cuales son las mediaciones que se establecen en los procesos de intervención. Este
concepto se presenta de forma recurrente en el discurso de los profesionales, y se lo
entiende o define desde diferentes perspectivas de acuerdo a los intereses presentes en los
espacios de actuación.
Un grupo de profesionales define la derivación como una acción cuya finalidad es
la de “dar a conocer” a otra institución y/o profesionales una situación problemática
determinada, la cual excede su abordaje en cuanto a complejidad, competencias, recursos,
etc. En este sentido la derivación es entendida como un fin en sí mismo y no como proceso
de intervención, en éste caso pretendiendo generar vínculos institucionales, sino comunicar
sobre dicha situación a través de los informes sociales, y a partir del cual se constata a
través del mismo que se informó o comunicó respectivamente. En este caso la acción de
derivar en los procesos de intervención pareciera que responde a un tipo de perspectiva
funcional, cuya finalidad es la de generar un documento escrito, bajo la modalidad de
informe social, que funciona como el traslado de un “caso” que hace una/un trabajador/a
social a otros profesionales.
Pero también se reconocieron concepciones más amplias que permiten pensar desde
otro lugar a los informes, definiéndose como medios para generar estrategias conjuntas
ante una problemática específica, en este caso cobra relevancia el vínculo establecido entre
las instituciones y/o profesionales que intervienen desde diferentes esferas como salud,
educación, alimentación, etc. Aquí se advierte que los informes tienen el propósito de
generar redes institucionales, y consecuentemente realizar acciones en conjunto para
intervenir sobre las secuelas de la cuestión social.
Retomando la última concepción de derivación, expresada aquí, la misma está
circunscripta a la construcción de redes institucionales, se plantea un trabajo en conjunto
que implica reunir estrategias para el abordaje de problemas comunes. Desde esta
perspectiva una profesional postula que la derivación tiene el fin de generar una propuesta
53
Cabe aclarar que se seleccionaron estos tres tipos de informes porque fue el material al que se accedió para
realizar un análisis más exhaustivo.
123
de trabajo colectiva, que implique el compromiso de los actores que intervienen sobre una
misma problemática. Desde esta lógica algunos profesionales buscan asumir una
responsabilidad compartida en la intervención, permitiendoles no deshacerse de situaciones
que los desbordan en sus espacios de actuación.
En este apartado se han descripto algunos aspectos propios de los informes de
derivación, como también se han señalado rasgos compartidas con informes que tienen
otras finalidades. En tal sentido se puede establecer que los mismos están situados sobre la
base de las construcciones de las relaciones e intereses que se establecen entre distintos
actores. Los informes de derivación, desde una “concepción pasiva”, son una clara
expresión, documentada por escrito, “del pasarse la pelota” de una institución a otra y
“lavarse las manos”, pero también se ha recuperado testimonios que lo definen desde una
concepción propositiva, que implique un compromiso colectivo desde una lógica
alternativa. Por lo tanto como producto de dicho análisis, cabe preguntarse a partir de los
informes de derivación u otros qué intereses se refuerzan con los instrumentos; y se
reconoce la necesidad de comenzar a pensar desde una perspectiva ontológica la dimensión
operativa de la intervención profesional.
Informes de Actuación y/o Evaluación
Los informes sociales que en esta instancia definimos como de actuación, son concebidos
por los trabajadores sociales como aquellos documentos que registran la intervención
profesional. Los casos que se han encontrado son requeridos por supervisiones
institucionales, los informes tienen el fin de sintetizar el proceso de trabajo en dichas
instituciones. A su vez existen informes que se elaboran a partir de la solicitud de algún
tipo de organismo estatal de carácter provincial o nacional que implica una instancia de
seguimiento y/o supervisión con respecto a la implementación de algún programa
impulsado a través de los mismos.
Este tipo de informes sociales tiene un rasgo preponderante al ser concebido, por
los profesionales de trabajo social, como un “instrumento de control”, ya que, quien lo
solicita, tiene el objetivo de inspeccionar las acciones que desempeñan los mismos en los
espacios institucionales. A su vez se reconoce otro sentido atribuido por el profesional a
partir del cual se busca, a través de este documento escrito, cierto reconocimiento de su
labor en el lugar de trabajo. Las supervisiones institucionales pretenden saber qué se hizo,
en tal sentido el profesional establece mediaciones con el fin de legitimar sus acciones en
124
los procesos de intervención. En estos informes se postula un conjunto de acciones y
logros obtenidos, a través de las estrategias establecidas en cada espacio de trabajo.
Al igual que otros informes se presentan de acuerdo a las relaciones construidas con
quien lo solicita, ya que no es lo mismo un organismo estatal que aquel que supervisa
diariamente las actividades que se realizan, tanto por el tipo de relación que se puede
construir, como también por los determinantes que entran en juego en ese caso. Cuando lo
requieren supervisores institucionales prevalecen determinantes en las relaciones laborales.
El profesional, ante una instancia de evaluación de sus prácticas, establece mediaciones a
partir de definir qué plantear y qué no plantear en ese informe social, o de qué forma le
conviene hacerlo, qué conceptos utilizar, etc. Y lo que lo particulariza es que no se detiene
en la explicación de una situación específica, sino que recuperan procesos de trabajo
construidos, caracterizándose por poseer una mayor complejidad, requiriendo la elección
de fundamentos sólidos conceptualmente para legitimar su práctica profesional.
A su vez se advierte, a través de los testimonios, que estos informes, en
determinadas circunstancias son polémicos, ya que se ha planteado que este instrumento
termina siendo, según la voluntad política, una instancia decisiva para el despido o la
renovación del contrato de trabajo. En este sentido se pueden entrever las relaciones y
condiciones laborales que se construyen en las mismas, y que incide en la autonomía que
tiene el/la trabajador/a social en el ejercicio profesional. Esto último se puede analizar con
mayor profundidad a partir de relacionarse con las condiciones y con las relaciones de
trabajo, ello estando asociadas a la “autonomía relativa” que tienen respectivamente en los
espacios de intervención.
Estos son informes que se establecen de acuerdo a las relaciones establecidas con
su empleador, se construye su formato y se define su contenido estando determinados por
las relaciones y condiciones laborales. En general los profesionales lo postulan como un
informe de gran exposición, debido al tipo de evaluación que se realiza sobre su actuación
en los espacios institucionales.
Informes de Gestión de recursos
Según el análisis de los informes recabados y lo manifestado por los profesionales, se
identificó, como característica común en los espacios de intervención, la creación de
125
instrumentos cuyo objetivo es la gestión de recursos de todo tipo: materiales, económicos,
servicios públicos, consulta a profesionales de otras disciplinas, etc. Al respecto una
Trabajadora social define la finalidad de un informe de gestión en su espacio de actuación
profesional a partir de la demanda cotidiana que realizan los usuarios en el mismo:
“(...) Es un informe donde hago alguna gestión apuntando a la necesidad de
asistir (...), por ejemplo muchas veces este informe tiene que ver con que se
garantice un alquiler a una familia durante un tiempo determinado, se
fundamenta el por qué, y apunto específicamente a lo económico, a la situación
familiar, al número de personas que conviven en la casa, pero cada uno de los
informes es diferente”(Trabajadora Social E).
Dichos informes, en general, tienen la intención de solicitar recursos ante la
demanda diaria en los espacios de intervención. Se analiza que estos informes están
vinculados a la asignación de prestaciones, a partir de lo cual se informa sobre las
situaciones concretas que no puede brindarse cobertura por falta o insuficiencia de los
mismos. Los profesionales manifiestan que existe una gran dificultad para establecer
criterios de evaluación en la asignación de recursos, ya que actualmente las políticas
sociales están pensadas bajo una lógica de fragmentación de necesidades, y focalización de
la población haciendo que los usuarios terminen compitiendo entre sí por las prestaciones
que poseen las instituciones. En estos términos afirman que es complejo establecer
criterios de evaluación, ya que se desvanecen en la diversidad de las demandas presentadas
por la población usuaria, caracterizada por estar por de bajo de lo que actualmente se
considera índice de indigencia y línea de pobreza.
En este sentido se recuperó un informe que se realizó con la intención de obtener
más recursos de los que dispone el profesional para la cobertura de las demandas diarias.
Incluso se adjunta al informe un listado de usuarios que demandan la prestación, y al cual
no pueden acceder por insuficiencia de los mismos. Por tal motivo se consideró pertinente
recortar un fragmento de este informe elaborado por una profesional de Trabajo Social:
“Me dirijo a usted a efecto de poner en su conocimiento acerca de la demanda
de vales de gas, a la cual no sé esta dando respuesta por no contar con más vales.
Cabe aclarar que este registro se tomó durante dos días de atención (lunes
23/07 y martes 24/07) y fueron 28 familias quienes habiéndola solicitado no
recibieron esta asistencia.
Teniendo en cuenta las bajas temperaturas que se registran en la ciudad, se
solicita se contemple ampliar, ya en este mes, el cupo para el centro
comunitario de la zona (…) con 30 vales más por mes. Se adjunta el listado de
solicitantes de sólo dos días de atención.” (Trabajadora Social E).
126
Es preciso reconocer que este fragmento citado cobra un formato de carta, diferente
a lo que se conoce como estructura de informes, pero se consideró interesante citar este
caso, ya que antes y después de esta solicitud, dicho profesional elevó recurrentemente un
informe completo con un diagnóstico de las necesidades barriales, y la descripción en
detalle de lo que no se alcanzaba a cubrir con los recursos que le asignaban mensualmente
en su lugar de trabajo.
Cabe advertir que en general la mayor parte de los informes que tienen dicha
finalidad suelen hacerse de forma aislada, y discontinua. En el informe citado el
profesional tiene la intencionalidad de generar lo contrario, presentándose todos los meses
hasta lograr su objetivo, y se caracteriza por hacer una demanda colectiva ante la
insuficiencia de prestaciones. En este trabajo de investigación se reconoció la necesidad de
organizarse como colectivo profesional para realizar en conjunto de instrumentos que
cobren este sentido: la reivindicación de derechos sociales actualmente negados por el
Estado.
Según testimonios, dichos informes, son una instancia válida para que las
autoridades correspondientes se hagan cargo del reclamo, en este caso funcionando como
mecanismo de presión para la cobertura de algunas necesidades. En este sentido los
profesionales manifiestan que el pedido de recursos verbalmente se desvanece cuando no
hay intención de generar cambios en la realidad en la que se interviene, ya que queda en el
olvido de quien avala dicha disposición
Por otro lado a partir de testimonios se identifica que los informes están asociados a
escribir en cualquier papel la demanda del usuario, y lo que necesita para su posterior
derivación. Por ejemplo en el caso de los centros de salud se utilizan “recetarios médicos”
en el cual de forma escrita y sintéticamente plantean la situación de los usuarios que
demandan determinados recursos. Esta constancia generalmente es entregada al usuario,
siendo derivado a otro profesional para que garantice el recurso solicitado en la primera
instancia. En estos papeles aparecen frases como: “padece NBI”, “está por debajo de la línea
de pobreza e indigencia”, “hablar con x persona que lo ayudara”, etc. (Trabajadora Social A)
Desde nuestra perspectiva no se consideran como informes este mecanismo
adoptado en la gestión de recursos. Por lo tanto, no se comparte con la concepción
adoptada por profesionales que los definen como una constancia para que el usuario pueda
acceder al recurso que demanda, o en otras palabras como un “carnet para pobres”.
127
En tal sentido, se considera desde la lógica aquí expresada que las mediaciones que
se establecen a través de los instrumentos, tienen que ser síntesis de la situaciones
singulares, que se manifiestan en estos espacios concretos, con su totalidad, porque se
termina parcializando la cuestión social ocultando las contradicciones, que J. Paulo Netto
plantea, entre capital/trabajo propia del capitalismo monopolista.
Párrafos Finales
Por último, en el transcurso de este artículo se afirma que las finalidades que adquieren los
informes es lo que los caracteriza, lo que les otorga su particularidad y los hace únicos. Los
profesionales establecen mediaciones bajo el marco de posiciones teóricas y políticoideológicas, de esta forma definen el sentido que tienen los instrumentos en un momento
histórico determinado. Para dicho análisis se recuperaron las propuestas de las
producciones teóricas recolectadas sobre el tema, las cuales intentan definir “al informe” a
partir del instrumental operativo, es decir a partir de los saberes y capacidades
aprehendidas por los profesionales en sus prácticas cotidianas, y en este sentido terminan
generando aportes vinculados a cómo el profesional tiene que operar en la
instrumentalización de los informes. Por otro lado a partir de la identificación de
determinantes que influyen en las mediaciones que establecen los profesionales a través de
los informes, permitió definirlos como instrumentos que cobran significado a través de su
finalidad en los procesos de intervención, y en el sentido que se tiene que analizar y
problematizar a los instrumentos en la formación profesional.
Por último se advierte, según testimonios y análisis de informes, que existen
posiciones diversas dentro del colectivo profesional. Se identifican, en términos de
Montaño, “valores y principios tradicionales, amparados sobre una base conservadora”
(2004: 13) manifestándose en la naturalización de la pobreza y las relaciones de clases,
apareciendo como abstracciones en los problemas cotidianos del ejercicio profesional. En
este sentido, en la creación de los informes sociales, operan concepciones ligadas a
concebir a “la sociedad (...) desgarrada de contradicciones, conflictos de intereses, lucha de
clases, en cuanto los sujetos sociales son vistos como portadores de valores individuales
innatos, retirados de la Historia Social y remitidos a una historia individual, son
desclasados y poseedores de una libertad formal” (Montaño, C. 2004: 12). Por otro lado se
observan posiciones críticas respecto a la postura anterior, pero se termina entrampado en
intentos frustrados de generar una práctica transformadora de la realidad.
128
En este trabajo de investigación no se identificó en las prácticas profesionales líneas
de pensamientos que permitan romper con los patrones del desarrollo capitalista, en la
construcción de una hegemonía del mundo del trabajo sobre el capital. Por lo tanto se
propone pensar a los informes desde una perspectiva ontológica –“que en la perspectiva
marxiana, viene de Lukács, y que se aboca al “modo de ser” del ser” (Montaño, C. 2004:
14)-. ¿Cómo se puede pensar a los informes desde de una perspectiva de intervención de
ruptura? Se considera que es necesario tener en claro la lógica de dominación presente en
la sociedad burguesa, de lo cual el informe es manifestación histórica de la misma, no
negarlo en cuanto elemento fundamental en la operacionalización de las prácticas
profesionales, pudiendo entenderlo desde su carácter ontológico. Los informes sociales no
tienen la naturaleza de controlar, ese ha sido el sentido históricamente atribuido, es decir ha
sido y sigue siendo expresión del rasgo de dominación y opresión en que se piensan las
relaciones sociales capitalistas.
Con la intención de culminar este apartado es preciso advertir algunos planteos de
Sandra Campagnoli, quien plantea que no se genera ruptura sin resistencia y sin una lucha
de clases en pos de la organización de un proyecto político que se opone al burgués. Según
la misma autora ello implica que el profesional de Trabajo Social debe tomar dos caminos
simultáneos, uno de ellos es contribuir con una lucha que no es responsabilidad individual
o de una profesión específica, sino que es colectiva. Por otro lado, y es lo que
fundamentalmente se quiere postular como aporte específico al tema de investigación, debe
colocarse al servicio de aquellos que resistiendo a la dominación del capital, buscan la
instauración de un nuevo tipo de sociedad.
Es decir los informes deben entenderse desde su carácter ontológico, es decir de los
procesos de mediación generados en un campo de fuerzas contradictorias, reforzando los
intereses de la clase dominada. Ello exige al profesional la competencia que permita
mediar entre la singularidad y la universalidad, es decir definir la particularidad de los
informes en la intervención sobre las refracciones de la cuestión social. Si no el profesional
terminará percibiendo y aplicando el informe como un fin en sí mismo, el cual terminará
careciendo de sustento en las prácticas y contribuyendo a reproducir la desigualdad
impuesta por el sistema capitalista
129
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132
LA ASISTENCIA EN LOS PROCESOS DE INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL
Andrea A. Oliva y María Virginia Gardey
Introducción
El Trabajo Social se inserta históricamente en la división social del trabajo como
una profesión con actividades especializadas. En tal sentido, los trabajadores sociales
intervienen desempeñando funciones de asistencia, gestión y educación54, variando según
los regímenes políticos, las coyunturas institucionales, las etapas que atraviesa la clase
trabajadora, la disponibilidad de recursos, las condiciones del trabajo profesional, entre
otras.
Las políticas asistenciales determinan la práctica de los trabajadores sociales, de
acuerdo al espacio donde de desarrolla la intervención profesional. Existiendo una
multiplicidad de instituciones donde se desempeñan los profesionales del Trabajo Social,
en este artículo nos aproximamos a la asistencia profesional a usuarios de los servicios
sociales que funcionan con financiamiento público. Los procesos de intervención
contienen modos de llevar a cabo la asistencia profesional que se revela en la atención de
las demandas y el otorgamiento de prestaciones.
Al referirnos a la atención de la demanda, hacemos alusión a aquella actividad del
profesional de Trabajo Social en vinculación directa con los usuarios de los servicios
sociales. Es decir, no se trata de demandas realizadas por un miembro de la institución
hacia el trabajador social, ni a aquellas derivadas de intervenciones judiciales. Trataremos
aquí la asistencia que solicitan los usuarios en forma voluntaria. Al referirnos a un usuario
aludimos a un sujeto que tiene el derecho de acceder a bienes y servicios con
financiamiento público, para cubrir necesidades; utilizamos la denominación de usuarios
considerando que quienes se presentan con esa condición en los servicios sociales
pertenecen a las clases subalternas.
Ese derecho se presenta en concreto en las instituciones bajo la modalidad de
prestaciones, que dependen históricamente de aquello que ha sido conquistado,
respondiendo a la dinámica de la lucha de clases. En tanto no se produzca un cambio
cualitativo en las transformaciones societales que conquisten la emancipación humana, las
54
Véase URUS-URDA (1986) y Oliva (2007).
133
clases subalternas —y por lo tanto los usuarios— avanzan y retroceden en la cobertura de
sus necesidades.
La función de asistencia ha sido relegada en la producción teórica estando ausente
en el estatuto teórico55 y en la formación profesional —principalmente a partir del proceso
de reconceptualización en la década de 1960. Sin embargo, la asistencia esta presente en el
estatuto profesional siendo constitutivo del trabajo cotidiano en la mayoría de los espacios
ocupacionales del Trabajo Social.
Hemos recabado información del ejercicio profesional del Trabajo Social, a fin de
vincular la formación con las funciones que desempeñan los trabajadores sociales.
Información básica para la asistencia
La asistencia que realiza el profesional del Trabajo Social —al igual que en toda
profesión— requiere en primer lugar de formación teórica y actualización permanente.
Erróneamente se suele asimilar la asistencia con acciones de ayuda de carácter
caritativo o filantrópico, que nada tienen que ver con la intervención profesional, más que
desde una cuestión discursiva conservadora. Al referirnos a la asistencia profesional,
estamos aludiendo a una actividad realizada por personal competente, acreditado por su
formación en una Licenciatura en Trabajo Social o Servicio Social56.
Los procesos de intervención profesional no se dan en una secuencia temporal, tal
como se ha pretendido desde conceptualizaciones formal-abstractas57. Sino que,
ontológicamente responden a la dinámica del objeto de intervención, por lo tanto,
involucran a distintos actores y recursos en el marco de los avances y retrocesos de la lucha
de clases. La función de asistencia que cumple un profesional del Trabajo Social se inserta
en una institución y, en esa inserción, existen determinaciones y mediaciones.
El conocimiento de los componentes de esa trama han sido un objetivo de las
investigaciones realizadas a fines de la década de 1970 e inicios de 1980 por el equipo del
55
Según Netto es necesario diferenciar lo establecido en la producción teórica que denomina estatuto teórico,
con lo que se establece en la intervención, denominado estatuto profesional (Netto, 1997)
56
En la actualidad también encontramos en los puestos de trabajo a numerosos estudiantes o graduados de
institutos terciarios. Consideramos que esas situaciones debieran superarse en los próximos tiempos.
57
Ver artículo de Cecilia Pérez en este mismo texto
134
Centro de Estudios Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS)58 como el conocimiento
del problema objeto de intervención. A partir de reconocer la existencia de necesidades
sociales como base de la definición del problema objeto de intervención, el texto ordena la
información mediante una guía de análisis en torno a los denominados agentes sociales:
Institución, Usuario y Trabajador Social (Tobón et al., 1983). También esa preocupación
es planteada, aunque desde otro ángulo, en el texto compilado por Cristina De Robertis en
base al trabajo realizado en Francia59. De allí nos centraremos en la modalidad de
aproximación al denominado análisis situacional que plantea Françoise Lesimple (1986).
Ambos son recursos escritos que intentan guiar la reflexión sobre los componentes del
proceso de intervención concreto.
El profesional debe tener presente que en todo proceso de intervención debe
considerar las estructuras sociales y los distintos momentos del contexto socio-político y
económico global dado que atraviesan cualquier situación particular. El análisis de la
genosituación y fenosituación60 son indispensables en todo procesos de intervención.
En cuanto a la aproximación a los procesos de intervención particulares del Trabajo
Social, ofrecemos aquí una selección de elementos que aportan los textos sumando a
producciones propias, a fin de facilitar el ordenamiento de la información que requiere
todo profesional.
Contexto global: régimen político vigente en el país y las políticas económicas a nivel
nacional, provincial y local.
Información general sobre la Institución empleadora: antecedentes históricos; política
general de la institución; legislación y reglamentaciones; organigrama; medios e
instrumentos de comunicación interna; mecanismos en la toma de decisiones; espacios de
participación; áreas de intervención; delimitaciones territoriales y/o poblacionales; planesprogramas y proyectos que implementa; formas de financiamiento
Inserción del Trabajo Social: dependencia del profesional o del equipo de trabajo social;
profesionales, administrativos, auxiliares y personal que integran el equipo o con quienes
58
El CELATS en ese momento dependía de la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social
(ALAETS).
59
Publicado originalmente en francés en 1981. Cabe aclarar que Cristina De Robertis es de nacionalidad
Uruguaya y se exilia en Francia durante la dictadura.
60
Ver Artículo de Mallardi en este mismo texto
135
se realizan actividades; nivel de remuneraciones salariales, viáticos, presentismos,
honorarios; condiciones laborales; existencia de organizaciones de protección laboral y
profesional; mecanismos de participación
Prestaciones, recursos de funcionamiento y visuales: prestaciones de la institución;
prestaciones de otras instituciones; recursos de funcionamiento de uso común; espacios
físicos disponibles para actividades específicas; equipamientos y mobiliario; medios de
transporte; materiales audiovisuales.
Recursos de Tiempo y Vínculos: carga horaria laboral; disponibilidad y formas de
distribución/organización del tiempo; vínculos establecidos y canales de comunicación
permanente; vínculos por actividades específicas.
Recursos escritos: acceso a producción teórica; materiales informativos; leyes,
reglamentaciones, disposiciones; datos poblacionales generales y particulares del sector de
intervención; acceso a legajos, fichas, informes, expedientes.
Recursos del profesional: en este punto el propio profesional es quien realiza una
autoevaluación de su nivel de formación, especialización, actualización;
experiencia
laboral general y específica en el área; conocimientos adquiridos sobre el sector
poblacional y/o territorial; facilidades/dificultades visuales, auditivas, de expresión,
lenguaje, movilidad.
Mecanismos institucionales: modos de definir el objeto de intervención; formas de registro
y análisis de la información; planificación de actividades; mecanismos de gestión de
recursos; formas de asignación de responsabilidades; modos de evaluación cuantitativa y
cualitativa; mecanismos de incorporación de usuarios/beneficiarios; espacios de
participación.
Sector poblacional/usuarios: condiciones generales de empleo/desempleo; características
del territorio y/o sector poblacional; calidad de las viviendas; índices de hacinamiento;
existencia de redes públicas de luz, agua potable, cloacas; medios de transporte y vías de
acceso; servicios de telefonía, internet, televisión por aire, cable, satelital; equipamiento
136
urbano y saneamiento ambiental; acceso a instituciones educativas, de atención de la salud,
actividades de recreación, esparcimiento, deportivas, culturales.
Relación entre demandas y prestaciones institucionales
La demanda debe ser ubicada en el contexto socio-histórico en el cual se realiza, siempre
teniendo presente la dimensión subdeterminante popular61. En tal sentido, si bien el
profesional suele asistir a un usuario, con modalidades de atención individual o grupal,
preestablecidas por la institución, esa demanda siempre responde a necesidades sociales y
se enmarca en un contexto de demandas colectivas: “…la comprensión y aprehensión de
las legítimas demandas sociales se expresan en la particularización de los múltiples
sistemas de mediaciones presentes” (Pontes, 2003: 218).
En el mismo sentido, es necesario considerar las determinaciones de la dimensión
socio-institucional. Estela Grassi que ha analizado las políticas de asistencia social en los
`90 ha categorizado tres modalidades: la asistencia clásica, en tanto, estrategia de ascenso
del proyecto neoliberal con la máxima exposición del poder de las clases dominantes; la
modalidad gerencial que realiza la reforma del estado, el plan de convertibilidad, se basa
en la lógica formal de la eficiencia, y mantiene la pretensión de racionalidad sistémica en
el sentido común del campo político en desmedro del comportamiento particularista de los
políticos. Por último, se refiere a la modalidad de ayuda social peronista caracterizada en
la década del noventa por el Plan Vida y los mecanismos de intervención mediante las
trabajadoras vecinales, más conocidas como “manzaneras” (Grassi, 2003: 234-260).
En ese marco se debe analizar la relación entre demandas y prestaciones, siendo
éstas determinaciones de la función de asistencia. Es preciso considerar que para quienes
se presentan en los servicios sociales subyace su derecho de acceso al uso o consumo de
bienes y/o servicios. El establecimiento de prestaciones deviene de la necesidad de un
funcionamiento institucional fragmentario que intenta demarcar el tipo de respuestas y los
sectores de población que pueden ser usuarios. Existe una dinámica en la relación entre las
demandas presentadas y la disponibilidad de recursos para otorgar como prestaciones. En
momentos de mayor intensidad de las luchas sociales se logra el acceso a prestaciones que
61
Ver artículo de Manuel Mallardi en el presente texto que categoriza las dimensiones subdeterminante
popular, socio-institucional y ética-política profesional.
137
en otros períodos de reflujo se presentan inasequibles. Un ejemplo de ello son las
conquistas de los movimientos sociales organizados en torno al acceso a la vivienda que
han convertido tierras inasequibles —en términos de mercado y de propiedad privada— en
asentamientos de viviendas reconocidas legalmente y la definición de prestaciones en
materiales de construcción destinados específicamente a esos pobladores.
En defensa de los intereses de las clases subalternas se puede plantear, desde el
espacio profesional concreto, una intervención que colabore con las conquistas y participe
en la mayor cobertura de necesidades con financiamiento público. El profesional puede
recibir demandas que se expresan en forma colectiva. Es decir, no necesariamente la
asistencia significa una entrevista individual, sino que es posible que en las reuniones
grupales, en espacios de capacitación, en actividades con comisiones vecinales u
organizaciones populares se formulen al profesional diversas demandas. Asimismo, se
pueden plantear demandas de un conjunto de personas que se han organizado y apuntan a
cubrir sus necesidades particulares.
La demanda individual, en el lenguaje utilizado en el ejercicio profesional se suele
denominar demanda espontánea, haciendo alusión a las personas que se presentan en la
institución voluntariamente procurando recursos. Esos usuarios o posibles usuarios pueden
expresar sus necesidades de comer, curarse, dormir, abrigarse, calefaccionarse, trasladarse,
etc., para las que requieren recursos que se encuentran inasequibles por medio de los
mecanismos de mercado. Implícitamente al presentar la demanda, los usuarios consideran
que la sociedad tiene los recursos para cubrir las necesidades pero que no logran acceder
en forma individual. En la atención de esa demanda es importante tener presente la
característica de heterogeneidad ontológica de la vida cotidiana. Como plantea Agnes
Heller, todas las personas necesitan comer, dormir o alimentarse pero esas actividades no
se realizan en la misma cantidad, ni en las mismas circunstancias ni del mismo modo, sino
que sólo son idénticas en un plano muy abstracto (Heller, 1977:19).
Frente a esas características, las instituciones definen recursos idénticos o muy
similares para encuadrar las respuestas a la diversidad de demandas. Esos recursos
recurrentemente están predefinidos institucionalmente para ser otorgados a los usuarios
que cumplan con ciertos requisitos:
…las prestaciones de las instituciones estatales se crean para dar respuestas homogéneas a
la heterogeneidad de la vida cotidiana. Los bienes y servicios que se ofrecen se preestablecen en forma abstracta contraponiéndose a la heterogeneidad de los usuarios
concretos (Oliva, 2007:177).
138
De modo que las prestaciones son una manera de cobertura desde un criterio de
homogeneización y fragmentación de las necesidades. Por ejemplo, se establecen recursos
por franja etárea sin contemplar los grupos convivientes, como sucede con prestaciones
que estipulan la entrega mensual/semanal de una cantidad de leche específica, destinada a
niños que cumplen el requisito de ser menores de cierta edad. En este caso se puede
apreciar, por una parte, que se fragmenta la necesidad alimentaria del grupo conviviente,
dado que sólo se otorga a quienes cumplen con el requisito de la edad, sin contemplar las
necesidades del resto; por otra, que supone que todos los niños de una franja etárea
consumen la misma cantidad en el mismo período.
Para el desempeño profesional de la asistencia es indispensable caracterizar la
particularidad de las prestaciones y de qué manera están determinando los procesos
intervención. En tal sentido, es necesario diferenciar según la política vigente qué recursos
son asequibles y bajo qué formas se presentan.
Un aspecto que no se debe dejar de considerar sobre la demanda, se relaciona a la
información que adquirieron los usuarios sobre las prestaciones. La disponibilidad de
prestaciones es tan variable que requiere una actividad permanente de búsqueda de
información. Frecuentemente se modifican fechas de entrega, formularios, requisitos, se
crean o trasladan áreas, etc. que repercuten directamente en los mecanismos de acceso a las
prestaciones. Para los usuarios es una información que no está fácilmente accesible, dado
que, generalmente, no existen mecanismos de difusión institucionalizados que lo
mantengan permanentemente en conocimiento de las modificaciones que se producen.
Cuando el usuario no dispone de esa información es posible que la atención de la demanda
abarque varios aspectos de la vida cotidiana antes de decidirse una prestación específica.
Todo esto genera una actividad de los profesionales del trabajo social de gestión de
información y retransmisión a los usuarios. Esa información es una determinación clave en
la modalidad que adquiera la demanda, ya que el conocimiento específico de la prestación
a la que se quiere acceder simplifica la demanda direccionada por parte del usuario.
La demanda también depende de la comprensión que los usuarios tienen sobre su
propia vida cotidiana, donde su historia de vida y el acceso a bienes y servicios será
fundamental en esa comprensión. Haber experimentado el uso de luz eléctrica, la
calefacción con gas de red, un lavarropas automático o los servicios de una obra social,
indudablemente generan una dinámica en la vida cotidiana que repercute en la
comprensión general de las necesidades. Por el contrario, quienes nunca contaron con esos
139
avances de la sociedad que facilitan la cobertura de necesidades de la vida cotidiana
estarán más limitados para identificarlos como necesidad.
En ese sentido, en la atención de la demanda el profesional tiene que realizar la reconstrucción de las manifestaciones de la cuestión social62, apuntando a realizar una
devolución que les permita a los usuarios superar los límites que le impone su vida
cotidiana en la comprensión global de sus necesidades y demandas.
Formas de otorgar prestaciones
Los profesionales del Trabajo Social insertos en los servicios sociales realizan su función
de asistencia atendiendo demandas y otorgando prestaciones. La actividad de otorgar
prestaciones esta determinada por procedimientos institucionales, funciones asignadas al
personal, características de las prestaciones, disponibilidad de recursos, entre otras.
El profesional puede otorgar prestaciones tales como alimentos, calzados,
vestimenta, medicamentos, colchones, frazadas, camas, materiales de construcción,
conexión de luz eléctrica, transporte, etc. Asimismo puede posibilitar el acceso a servicios
de tipo culturales, de recreación o esparcimiento no mercantilizado. Según las prestaciones
sean bienes materiales, dinero, servicios o bonificaciones, varían las posibilidades de
concreción del acceso. La forma de otorgar se puede realizar con la entrega directa por
parte del profesional o mediante distintos mecanismos de comunicación escrita o verbal.
La entrega directa se realiza cuando el profesional es quien toma parte en el
encuentro entre los recursos materiales y los usuarios. Esos recursos en ocasiones se
encuentran en la oficina del profesional, en un mobiliario de almacenamiento o en un
espacio utilizado para ese fin en forma esporádica. Esta modalidad es plausible de ser
realizada en instituciones o dependencias que delimitan su intervención en forma
territorial, realizando la entrega periódica de prestaciones. Por ejemplo, las escuelas suelen,
eventualmente, depositar en un espacio los útiles, calzados, delantales y vestimenta, que
pueden ser entregados directamente por el profesional.
Existe divergencia de opiniones acerca de la entrega directa de recursos por parte
del profesional de trabajo social. Hay quienes plantean que esa tarea no corresponde
realizarla, mientras otros colegas no la consideran incompatible. Dentro de este último
62
Ver el artículo de Manuel Mallardi en este texto.
140
sector hay profesionales que remarcan la importancia de ese momento para afirmar la
compresión del derecho del usuario de acceso a la prestación.
En la entrega directa, se puede presentar la posibilidad de elección de ciertos
recursos —por ejemplo calzado y vestimenta— por parte de los usuarios. En tal caso,
depende del posicionamiento del profesional posibilitar o no esa elección. Se ponen de
manifiesto las posturas que coartan esa elección con argumentos profundamente
conservadores. Quienes optan por facilitar esa elección tienen presente la heterogeneidad
de la vida cotidiana y, por lo tanto, la diversidad de preferencias para cubrir necesidades.
Los recursos materiales también se pueden entregar en forma indirecta con
mecanismos de comunicación verbal o escrita por parte del profesional que valida el
otorgamiento, pero con la actuación de otras personas que concretan el acceso. Cuando se
trata de dinero, la provisión de servicios, bonificaciones, subsidios, reducción de
aranceles/tasas, acceso a capacitaciones, servicios recreativos, etc. entre el otorgamiento y
el acceso concreto es posible que el usuario deba realizar otras gestiones. El profesional
interviene indirectamente en el acceso a la prestación mediante diversas modalidades de
otorgamiento.
Realizaremos aquí referencia a los mecanismos generalmente más utilizados de
acuerdo a la información recabada.
Las planillas se utilizan frecuentemente para registrar en el otorgamiento de
subsidios. Se procede a consignar los datos del usuario y se lleva a cabo una serie de pasos
administrativos según lo establece en la institución para efectivizar el cobro.
La entrega de vales que se realiza como medio de acreditar al usuario el acceso a
ciertos bienes o servicios. Los vales suponen la entrega al usuario de un pequeño
documento que es el pasaporte para acceder a la prestación avalada por una firma
autorizada. Se pueden utilizar para otorgar el acceso a alimentos, gas envasado, transporte,
vestimenta, materiales de construcción, etc. Los vales pueden ser de tipo nominal o
pueden ser utilizados directamente de acceso al portador sin especificar identidad. Para el
primer tipo es parte de la tarea del profesional completar los datos del usuario que
correspondan. En el segundo caso, incluimos a los denominados bonos de transporte
urbano cuando son utilizados por el portador. De acuerdo a la política de la institución esos
vales pueden ser específicos o genéricos y pueden estar predeterminados en cantidades a
ser utilizados dentro de un período. Los vales específicos se utilizan para autorizar un sólo
tipo de prestación, la cual está impresa y puede constar de una numeración correlativa
141
como mecanismo de control institucional de la adjudicación. Los vales genéricos tienen un
mismo formato impreso que se utiliza para otorgar distintas prestaciones. En este tipo de
vale el profesional consigna la prestación y si correspondiere los datos del usuario.
A diferencia de entregar vales a los usuarios mediante un documento que acredita el
otorgamiento, encontramos otras modalidades utilizadas por los profesionales del Trabajo
Social. Se puede realizar la confección de un listado de beneficiarios donde constan los
nombres y datos de los usuarios que acceden a determinada prestación. Esos listados
pueden estar en manos de los profesionales y comunicarse verbalmente el acceso a la
prestación a cada usuario o pueden exhibirse públicamente en carteleras de la institución.
La renovación de los listados se realiza en forma periódica, estando determinada por el
período en que son asignados los recursos y sus finalidades. Es posible que
institucionalmente se adopte una modalidad de listado rígido que no permita contemplar la
dinámica de las situaciones particulares que se pueden modificar en cortos períodos. En
esos casos, cuando el usuario no retira la prestación asignada para ese período puede ser
dado de “baja” del listado y no acceder en el próximo período.
Los usuarios con ingresos inestables modifican su situación permanentemente, y dado
que generalmente su última opción es recurrir a las prestaciones institucionales, cuando el
ingreso le permite cubrir sus necesidades mínimas no se presentan como usuarios. Muchos
usuarios, en conocimiento de las necesidades de la población y de las restricciones en la
cantidad de prestaciones, intentan solidarizarse con quienes están en peores condiciones y
no retiran la prestación que ya tienen adjudicada. Luego, cuando no han logrado esos
ingresos mínimos, recurren al servicio social, pero se encuentran con que no figuran en el
listado de beneficiarios habiendo perdido su derecho de acceso.
La actividad de otorgar recursos a los usuarios de los servicios sociales puede
realizarse de distintos modos. El profesional utiliza las prestaciones tanto las que dispone
en la institución como las que haya gestionado en otros organismos. La modalidad que
adquiera esta actividad de asistencia puede generar reacciones que faciliten la maduración
de la conciencia (URUS-URDA, 1986:82). Es decir, las prestaciones que se otorgan
modifican condiciones materiales de existencia, y en tal sentido, se producen reacciones
sobre la vida cotidiana de los usuarios, cuyo análisis puede estar direccionado desde la
función educativa en sentido emancipatorio. Así, el otorgamiento de las prestaciones
entendidas como parte de reivindicaciones conquistadas, debe estar acompañada de un tipo
142
de vínculo de horizontalidad, de un lenguaje accesible y de una búsqueda de mecanismos
que posibiliten la elección de las prestaciones por parte de los usuarios.
Atención a usuarios
La intervención profesional se inscribe en una relación de trabajo asalariado —aunque
pueda denominarse de otro modo— donde la institución debe proveer los instrumentos y
determina el tiempo de la jornada laboral.
Las instituciones definen una política y/o una práctica de asistencia que abarca
tanto aspectos objetivos como subjetivos. Según Aldaíza Sposati no siempre se lleva a
cabo una política de asistencia social sino que frecuentemente encontramos prácticas
instaladas como modos de intervención. La repetición de prácticas no necesariamente las
convierte en una política, en tal sentido, es preciso diferenciar entre la política establecida
y las prácticas usuales en un determinado servicio social63.
Dependiendo de la política y/o práctica institucional es posible que se estipule un
horario para la atención individual y/o grupal de los usuarios o que se realice en cualquier
momento de la jornada laboral del profesional. Al disponerse una franja horaria, es
indispensable contar con un espacio físico para la atención con la modalidad de entrevista
o reunión, así como un espacio destinado a los usuarios que aguardan ser atendidos. Las
instituciones pueden contar con personal para asignar los turnos, aunque se suele acudir a
la práctica de atención por orden de llegada. La insuficiencia de esos espacios y/o personal
repercute directamente en la intervención, en tal sentido, esos recursos de funcionamiento
no deben dejar de ser reclamados por el colectivo profesional para desempeñar sus
funciones.
En los servicios sociales de las instituciones estatales que trabajan en la atención de
las llamadas situaciones de vulnerabilidad o necesidades básicas insatisfechas, la asistencia
implica una comprensión de determinaciones simples y complejas que hacen a las
situaciones de pobreza, más que a la comprensión de los rasgos psicológicos de quienes
demandan:
El desarrollo del proceso de “ayuda” psicosocial individualizada en el Servicio Social parte
del punto de vista de que la cuestión social —reducida a sus manifestaciones en la esfera
individual— se constituye un problema moral. Esta noción justifica una intervención desde
63
Notas de clase 23/4/01de la asignatura Asistencia social: tendencias y debates. Posgrado en Servicio Social
de la PUC/SP, Brasil.
143
la asistencia social individualizada de cuño moralizador direccionada hacia la reforma
moral y la reintegración social (Abreu, 2002: 85).
Reducir el análisis de la vida cotidiana a manifestaciones individuales implica
ignorar la trama de determinaciones y se centra en una culpabilización de los sujetos que
solicitan asistencia al Trabajo Social.
La capacidad de escuchar, se enfrenta a testimonios que contienen una gama de
problemas que se entrecruzan, que se ramifican en una diversidad cuestiones y actores,
siendo relatos confusos y en apariencia sin un claro hilo conductor. Dicho de otro modo,
esa capacidad se revela en las posibilidades del pensamiento para reconstruir las múltiples
determinaciones que están en lo concreto. Los usuarios valoran cuando el profesional
mantiene la atención y el modo en que realiza una devolución sobre su situación. En tal
sentido, la asistencia no está referida solamente a prestaciones, sino a los recursos del
profesional, es decir a su capacidad de atención, conocimiento, lenguaje, reflexión. Es
notoria la frecuencia con que los usuarios agradecen el “ser escuchados”, al exponer sus
situaciones agobiantes en la vida cotidiana. Lamentablemente esa necesidad de los usuarios
de exponer su situación es utilizada como mecanismo de búsqueda de información sobre la
vida cotidiana para descubrir si “merece” una prestación. Hay prácticas instaladas en las
que subyace que los usuarios deben demostrar el esfuerzo propio, pautas de higiene,
conductas de sumisión, para acceder a las prestaciones. Estos elementos que caracterizan el
conservadurismo se suelen evidenciar en la intervención profesional centrada en la
definición de méritos para acceder a las prestaciones.
Consideramos que brindar una mejor atención a los usuarios, la finalidad es ampliar
el acceso a las prestaciones. Para ello, es necesario que el profesional no sólo tenga un
conocimiento de las características y variedad existente en su espacio ocupacional sino que
es indispensable que con frecuencia realice gestiones en otras dependencias o instituciones.
La ampliar el espectro de las prestaciones repercute directamente en las posibilidades de la
asistencia del profesional de Trabajo Social.
Desde un punto de vista económico las prestaciones pueden otorgarse en forma de
dinero y bienes; pueden reducir o exceptuar el pago de servicios, aranceles, tasas,
impuestos así como pueden posibilitar el acceso a actividades y servicios no
144
mercantilizados. Ese conjunto de recursos, varía de acuerdo a la institución y dentro de
ella, a las refracciones de la cuestión social64 que se aborden.
La asistencia puede contener la explicación de los mecanismos institucionales para
acceder a prestaciones, entregar formularios o requisitos a cumplimentar. Esa actividad
puede realizarse en el mismo momento en que el usuario formula una demanda. Pero suele
ocurrir que se requieren gestiones, ya sea, para obtener una información específica, realizar
diversos trámites y cumplimentar requisitos. En tal caso, los usuarios deben volver con el
objetivo de obtener una respuesta o de acuerdo a los recursos de funcionamiento se puede
resolver mediante una comunicación telefónica. El carácter pasivo del usuario es uno de
los principales obstáculos de la asistencia, dado que no se trata de meros procedimientos de
otorgar recursos, sino que implica análisis de determinaciones, reflexión conjunta,
realización de propuestas.
El profesional del Trabajo Social suele intervenir mediante preguntas y comentarios
orientando el diálogo de acuerdo a su posicionamiento ético-político y la disponibilidad de
recursos. La relación con los usuarios toma connotaciones particulares cuando previamente
a recibir al usuario se llevó a cabo una coordinación o articulación entre instituciones y/o
profesionales. El conocimiento previo de una situación particular puede facilitar la
intervención, siempre que el profesional no incurra en una estigmatización a priori.
La relación entre el profesional y los usuarios se constituye en una mediación
importante para definir el carácter que adquiere la asistencia. Cuando existen prácticas
instaladas institucionalmente en las que los usuarios solamente son receptores de servicios,
el profesional debe realizar mayores esfuerzos para superar el asistencialismo. Diferenciar
asistencia de asistencialismo, es una tarea que desde hace tiempo algunos autores se han
propuesto, tal como planteaba Alayón “...es la orientación ideológico-política de la práctica
asistencial, lo que determina si es asistencialista o no (Alayón, 1992:53)
Es de hacer notar que trabajadores sociales que se autoproclaman críticos, han
subestimados la asistencia, centrando la intervención profesional en un plano educativo. En
tal caso, se provoca la desconsideración de las condiciones materiales de existencia
suponiendo que acceder a mayores niveles de consciencia es modificar cuestiones
subjetivas. Consideramos que una perspectiva crítica del Trabajo Social, significa apuntar
a transformaciones societales sin dejar de considerar las necesidades inmediatas de los
usuarios que se presentan con demandas en los servicios sociales (Galper, 1986).
64
Ver Netto (1997)
145
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