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FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD
EL SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS
L
María de Guadalupe González Pacheco
a devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una devoción a su Amor manifestado simbólicamente por su
corazón físico. El Corazón de Jesús
es representado como un Corazón
en llamas, brillante de luz, traspasado por una herida sangrante de
lanza y rodeado de una corona de
espinas, con una cruz sobrepuesta
encima. En ocasiones aparece en el
pecho de Jesús, quien lo señala con
su mano herida y en otras aparece
en la mano de Jesús, que lo ofrece
a los hombres. Las heridas y la corona de espinas hacen referencia a
la manera como Jesús murió, y el
fuego representa la intensidad de
su amor divino que fue la razón de
toda su existencia en esta tierra, el
motivo por el cual realizó todas sus
obras y experimentó todos sus sufrimientos. Y la cruz hace alusión a
las amarguras, humillaciones, pobreza, dolor, y menosprecio que Él
iba a sufrir durante todo el curso
de su vida y en su Santa Pasión. En
pocas palabras en ese corazón está
representada la esencia de Jesús
mismo, que es, Él mismo, el Amor.
Y la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús está dirigida a conocer
este Amor, a recibirlo y a imitarlo,
concretamente conociendo la vida
espiritual interna de Jesús, sus virtudes y sentimientos, su vida emo18 • BOLETÍN • 2013
cional y moral y, sobre todo, las
manifestaciones de su amor.
Desde los primeros tiempos de la
Iglesia, siempre ha existido una
devoción al amor de Dios. Pero
en un principio esta devoción no
estaba específicamente centrada en
el Corazón herido del Señor. No
fue sino hasta el siglo XI o XII que
empezó a haber manifestaciones
inequívocas de devoción al Sagrado Corazón, dirigidas, sobre todo
a la herida de su Corazón, especialmente en los monasterios benedictinos, cartujos y franciscanos. Muchos santos se destacaron por esta
devoción (Santa Gertrudis, San
Buenaventura, San Juan de Ávila,
San Francisco de Sales, San Francisco de Borja, San Luis Gonzaga,
San Alfonso Rodríguez, etc.). Pero
fue en 1673 cuando la importancia de esta devoción fue revelada
por Jesús mismo a su sierva, Santa
Margarita María Alacoque (16471690), humilde religiosa en el monasterio de la Visitación de ParayleMonial. Devoción que, como diría
el Papa Pío XI en su encíclica Miserentissimus Redemptor, destaca el
espíritu de expiación y reparación al
Sacratísimo Corazón de Jesús, dándole el primer y más importante lugar en el culto de la Iglesia.
Santa Margarita narra de la siguiente manera las revelaciones del
Sagrado Corazón de Jesús: “Me
hizo ver que el ardiente deseo que
tenía de ser amado por los hombres
y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás
en gran número, le había hecho
formar el designio de manifestar su
Corazón a los hombres, con todos
los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y
de salvación que contiene. Y que
tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso
de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención
amorosa, a fin de apartarlos del
imperio de Satanás, para ponernos
en la dulce libertad del imperio de
su amor”. Luego, estando la santa en adoración ante el Santísimo
Sacramento un día de su octava,
el Señor le descubrió su Corazón
y le dijo “He aquí el Corazón que
tanto ha amado a los hombres y
que no ha ahorrado nada hasta el
extremo de agotarse y consumirse
para testimoniarles su amor. Y, en
compensación, sólo recibe, de la
Las heridas y
la corona de
espinas hacen
referencia a la
manera como
Jesús murió, y el
fuego representa
la intensidad de
su amor divino.
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mayoría de ellos, ingratitudes por
medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y
menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor.
Pero lo que más me duele es que
se porten así los corazones que
se me han consagrado. Por eso te
pido que el primer viernes después
de la octava del Corpus se celebre
una fiesta especial para honrar a
mi Corazón, y que se comulgue
dicho día para pedirle perdón y
reparar los ultrajes por Él recibidos durante el tiempo que ha
permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi
Corazón se dilatará para esparcir
en abundancia las influencias de su
Para beneficiarse
de estas promesas,
se requiere
una verdadera
devoción al
Sagrado Corazón
de Jesús, es decir,
una devoción al
Amor de Cristo.
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divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le
tribute”.
En mayo de 1673, el Corazón de
Jesús le reveló a Santa Margarita
María los beneficios que tendría la
devoción a su Sagrado Corazón para
las almas que la practicaran. Aunque
Él lo explicó con mayor amplitud,
para fines prácticos esta revelación se
resumió en doce promesas, que son
las siguientes: “1) Les daré todas las
gracias necesarias para su estado de
vida. 2) Les daré paz a sus familias.
3) Las consolaré en todas sus penas.
4) Seré su refugio durante la vida y
sobre todo a la hora de la muerte. 5)
Derramaré abundantes bendiciones
en todas sus empresas. 6) Los pecadores encontrarán en mi Corazón
un océano de misericordia. 7) Las almas tibias se volverán fervorosas. 8)
Las almas fervorosas harán rápidos
progresos en la perfección. 9) Bendeciré las casas donde mi imagen sea
expuesta y venerada. 10) Otorgaré
a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover
los corazones más endurecidos. 11)
Grabaré para siempre en mi Corazón
los nombres de aquellos que propaguen esta devoción. 12) Yo te prometo, en la excesiva misericordia de
mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que
comulguen nueve Primeros Viernes
de mes seguidos (como un acto de
expiación por las ofensas cometidas
contra el Santísimo Sacramento), la
gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir
los Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último
momento”.
Ciertamente, para beneficiarse de
estas promesas, se requiere una
verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús, es decir, una devoción al Amor de Cristo, según el
Evangelio, que nos llama a “amar a
Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Una devoción que nos recuerde constantemente lo que dice
San Juan de la Cruz: “Que al final
de nuestra vida seremos examinados en el amor”, y que nos permita
tener presente que “todo momento que pasemos en esta tierra sin
amar (a Dios y a nuestro prójimo)
es un momento desperdiciado” (P.
Zanotti-Sorkine).
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