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CÁNCER.
PRUEBAS Y CONCLUSIONES
GARCÍA FÉRRIZ, P.
[email protected]
www.electrofisiologia.com
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Índice
RESUMEN. PALABRAS CLAVE
3
CÁNCER
4
CONCLUSIONES
7
EPÍLOGO
10
FIGURAS
12
BIBLIOGRAFÍA
13
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Resumen
S
on innumerables las vías de investigación científica que sobre la etiopatogenia tumoral se han empleado, y que siguen conociéndose de forma profusa y con matices
muy diversos, que en poco o nada se asemejan entre sí.
Durante muchos años venimos dedicándonos a dicha investigación, manteniendo siempre como sujeto al sistema nervioso, tanto el central como el vegetativo. Desde su
inicio y hasta el final, es el que ejecuta todos los procesos tumorales.
Con el hallazgo del ADN y, posteriormente, del genoma humano, se creía que el
descubrimiento de la verdadera etiopatogenia tumoral sería cuestión de un prometedor y reducido espacio de tiempo. En una conferencia que tuvimos la oportunidad de
ofrecer en el Salón Dorado del Instituto de Salud Carlos III de Majadahonda (Madrid),
hicimos un especial énfasis sobre la vital y decisiva importancia que tiene nuestra propia electricidad sobre el ADN y el genoma humano.
Si a este proceso electrobioquímico le sumamos cuantas pruebas han estado a
nuestro alcance y unas interesantes y sugestivas conclusiones, podrá apreciarse cómo el
camino de investigación que hemos seguido tiene un fuerte y consistente valor científico. Sólo falta, así lo creemos, que la investigación en el laboratorio concrete y defina
con precisión la relación existente entre la corriente eléctrica (excesiva, poca o ninguna)
con la actividad celular.
Y no olvidamos que “sin electricidad nunca pueden efectuarse actividades bioquímicas”.
Este es el principal concepto que nos ha servido como base de estudio y un gran punto
de apoyo.
Palabras clave
Genes, actividad nerviosa (electricidad), ventrículos, diafragma, yeyuno, íleon,
gen KRAS, genoma y tabla PeGFer.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Cáncer
C
onsideramos, que, todos los genes que aparecen en el cáncer y que muchos de ellos
actualmente han sido descifrados, adquieren su patología por un proceso electrobioquímico en el que predomina la aparición de elevados potenciales eléctricos (de acción). ¿Por qué
creemos en esta hipótesis? Desde el punto de vista clínico, nos hacen pensar y creer
en el siguiente fundamento: “Está demostrado que, al faltar la corriente electromotriz en las
extremidades del enfermo parapléjico, es imposible la formación de cualquier tipo de neoplasia”.
Si no hay electricidad, ¿cómo se van a producir acciones químicas? Por tanto, los genes
cancerosos son una consecuencia de un proceso electrobioquímico.1 Este proceso patológico lo
hemos expuesto en otro trabajo que fue publicado en PortalesMédicos.com y que lleva
por título “Cáncer. Etiopatogenia”.
En cambio, cuando existe poca intensidad eléctrica, el cáncer puede aparecer, pero
más lentamente al persistir una notable disminución de electrones. En tal sentido, fuimos
testigos personales de una prueba de laboratorio efectuada por el Profesor Dr. Bartolomé Ribas Ozonas, Jefe emérito del Área de Toxicología del Instituto de Salud Carlos III
de Majadahonda (Madrid). La disminución de electrones se produjo por desnutrición
en 15 ratas. La grasa, las proteínas, aminoácidos, etc. que constituyen la capa mielínica
junto con el tejido conjuntivo, van disminuyendo y, por lo tanto, disminuye también la
aportación de electrones a las neuronas tanto en el soma celular como en el axón.
En otras 15 ratas bien nutridas, que también fueron sometidas simultáneamente a
la prueba con dimetilbenzoantrazeno (benzopireno), apareció el proceso tumoral cinco
meses antes que en las 15 ratas desnutridas.
El efecto cancerígeno proporcionó mayor y más rápidamente la actividad al colaborar
la predisposición de las ratas bien nutridas. “La capa mielínica de las neuronas de las ratas
nutridas, aportaban gran cantidad de electones”. La intensidad eléctrica, por lo tanto, era
muchísimo mayor. Los efectos, ya los conocemos.
También aportamos pruebas en el sistema neurovegetativo (involuntario), de las
que extraemos las siguientes conclusiones:
Los potenciales eléctricos correspondientes a las aurículas del corazón son débiles,
lo suficiente para mantener de forma constante la contractilidad del músculo cardíaco.
No conocemos ningún caso clínico en que los ventrículos hayan padecido de sarcoma.
A ambos ventrículos les llega la electricidad indirectamente por medio del nodo SA.3,4
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | En el caso excepcional y verdaderamente patológico de que el nodo SA reciba elevados
potenciales eléctricos, sus efectos serían rapidísimos: el enfermo moriría sin que los
ventrículos queden afectados de sarcoma. El nodo AV no puede recibir la intensidad
eléctrica porque el corazón ha dejado de funcionar. Las aurículas han sido invadidas
rápida e intensamente por los efectos eléctricos, como la radiolisis, radiaciones ionizantes y
los radicales libres, especialmente.
Y si a los ventrículos no les llegan las intensidades eléctricas, al diafragma le sucede lo mismo que a la región ventricular. A través de la porción tendinosa (centro frénico)
fluye un nivel de electricidad similar a la de los ventrículos. Por ello, ventrículos y diafragma están prácticamente exentos de padecer de ningún tipo de proceso tumoral maligno. Los
genes son afectados previamente por una patología electrobioquímica.
Otra de las regiones de nuestro organismo con pobreza tumoral es la parte del intestino delgado formada por el yeyuno e íleon. Ambas zonas del intestino reciben también
una electricidad cuyas características se asemejan a las de los músculos cardíaco y diafragmático. Si la electricidad que asiste al corazón y al diafragma favorece y facilita su contractilidad, la que inerva al yeyuno e íleon está encargada esencialmente de favorecer sus
respectivos movimientos peristálticos.5,8 Y al carecer también de elevadas intensidades eléctricas5,8 acusan los mismos efectos que hemos descrito en el corazón y en el diafragma. Si
a esta situación neuroanatómica y neurofisiológica, que es real y evidente, le sumamos
las “abundantes células de Cajal que existen en dichas zonas intestinales y que sólo viven seis
días”,5 creemos firmemente en la imposibilidad de que se pueda formar tumor alguno en
el yeyuno e íleon, salvo rarísima patología (como en el corazón y en el diafragma).
De producirse una patología electrobioquímica, ésta afectará más seria y frecuentemente a los genes con mayor predisposición. Por ejemplo, en el colon existe el gen
KRAS. Pero si este conocido gen no recibe los efectos propios de una alta intensidad
eléctrica, el gen permanecerá inexcitado y mantendrá sus normales funciones biogenéticas. Dicho gen, si estuviese implantado en el yeyuno e íleon, por ejemplo, lo normal
sería que, al no ser excitado por una determinada intensidad eléctrica, no sufriría la
patología a la que está muy expuesto en el colon.
Esta hipótesis la razonamos y la exponemos valiéndonos de lo observado en el resto
de todo nuestro organismo, donde existen muy distintas regiones que no están predispuestas a padecer de ningún tipo de cáncer. Y todas estas regiones coinciden en que
sus respectivas actividades químicas están relacionadas con la presencia de débiles
potenciales eléctricos.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Los potenciales eléctricos débiles raramente producen una patológica excitabilidad
celular; y este estado permanente de inexcitabilidad celular hace presumir que esta sea la
causa esencial de que no se produzca ninguna neoplasia. Ya nos hemos manifestado aquí y en
otros trabajos de investigación clínica con la suficiente extensión, sencillez y claridad en
torno a este complicadísimo tema, tanto para la clínica como para el laboratorio.
No son pocos los genes que hasta la fecha se han identificado y catalogado como
predispuestos a desarrollar un determinado tipo de cáncer. Volvemos a lo mismo, a la
misma hipótesis electrobioquímica: si no se produce el primer estallido celular, que es su
excitación, no hay alta intensidad eléctrica, que es precisamente la que produce los temidos efectos que ya hemos mencionado, y, muy especialmente, los radicales libres.
Desde hace muchos años, estamos en la creencia de que el cáncer sólo podrá ser
puesto al descubierto en todas sus facetas en cuanto se produzca una intensa y eficaz
colaboración entre los investigadores de Clínica y de Laboratorio. Nuestra investigación
de clínica data desde el año 1966, cuando escribimos nuestros primeros razonamientos.
Y aquí estamos, cuarenta años después, enfrascados en una lucha titánica, contumaz
y persistente.
En nuestros trabajos de investigación, siempre ponemos punto y seguido, nunca
punto y final. Actualmente se ha demostrado que el descubrimiento del genoma humano
nos ha proporcionado una información de incalculable valor científico: se trata de que,
con el hallazgo del ADN se creía haber llegado al final del camino. Gracias al genoma,
sabemos que es sólo el principio. Y este inicio genético tiene, posiblemente, su punto de
arranque en una patología eléctrica.
El mayor ejemplo (y posiblemente el más convincente) que ofrecemos para tratar
de demostrar nuestra hipótesis, lo tenemos en todas las partes orgánicas de nuestro
cuerpo donde raramente se produce la neoplasia. Y en todos esos órganos aparece como denominador común la acción de potenciales eléctricos débiles. En estos casos, el
núcleo celular no queda afectado por ninguna patología electrobioquímica. Es tal la
importancia que le damos a nuestra propia electricidad, que incluso demostramos que
“cuánto mayor es la intensidad eléctrica, con mayor celeridad avanzan las células malignas;1 y a
menor intensidad, dichas células avanzan con mayor lentitud. Y, finalmente, si no hay corriente
electromotriz, no hay actividad química y, por lo tanto, no puede producirse cáncer alguno.”
De lo anteriormente comentado, hemos extraído unas conclusiones que a continuación exponemos.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Conclusiones
C
uando falta el sujeto (la electricidad), el que ejecuta la acción inicial de todo
proceso tumoral, nunca, bajo ningún concepto, podrá formarse el cáncer, salvo
rarísima patología. La patología de nuestra propia corriente eléctrica (sujeto) entra dentro
de los normales cauces que rigen la fisiopatología de nuestro organismo.
Un ejemplo de ello lo tenemos en las partes orgánicas donde, con muy acusada
escasez, aparece una patología tumoral. Estos raros casos clínicos los hemos mencionado reiteradamente por su vital importancia. “En todas las partes de nuestro cuerpo donde
la neoplasia aparece muy raramente, normalmente no hay presencia de elevados potenciales eléctricos”. Disponen de una presencia neuroanatómica y neurofisiológica que les protege
de tan terrible enfermedad.
Durante mucho tiempo venimos estudiando, meditando y razonando muy detenidamente la Anatomía de Latarjet y Ruiz Liard.6 Ello nos ha proporcionado la vía
principal de nuestra investigación. Nuestro razonamiento nunca ha estado ausente del
sentido común y de la responsabilidad. El estudio de la Anatomía, disciplina claramente coincidente con la realidad de los hechos, ha supuesto para nosotros un valioso
resorte donde hemos basado importantes puntos de referencia. La anatomía humana y su
fisiología son claramente coincidentes en el entramado de nuestra investigación. La anatomía
es siempre la misma; sólo se ve perturbada por una patología fisiológica. La alteración
neurofisiológica puede aparecer en todas las edades del ser humano, desde la misma
fecha de nacimiento. La neurofisiología puede ser alterada por múltiples factores desencadenantes, tanto endógenos como exógenos. En la Tabla 1 (PeGFer) exponemos una
sencilla síntesis basada en observaciones y pruebas.
La Gramática nos dice que “el que ejecuta o deja de ejecutar la acción del verbo es el
sujeto”. Éste está siempre en acción desde el inicio hasta la fase final. Nuestra corriente
eléctrica siempre está presente en todo proceso tumoral (es nuestro sujeto). La electricidad por sí sola puede producir el cáncer; también se puede producir una neoplasia con
una electricidad con un potencial normal, incluso bajo, pero siempre en colaboración
de un agente cancerígeno (Tabla 1. PeGFer).
En las partes orgánicas que hemos mencionado anteriormente, al no recibir potenciales eléctricos altos, se hace muy difícil la formación tumoral. Los genes celulares
no aparecen cancerosos. El sujeto permanece en un estado fisiológico normal, de forma
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | corriente. Los efectos que el sujeto (electricidad) produce en la mayor parte de nuestro
organismo, no aparecen en el corazón, diafragma, yeyuno e íleon, y tampoco, posiblemente,
en el bazo. Sospechamos que la pobreza de formación neoplásica en este órgano, obedece a causas similares. Su parénquima, normalmente, no es diana de fuerte intensidad
eléctrica. Tampoco se forma un tumor primario, salvo patología.
Con poca intensidad eléctrica no es posible que se produzcan los peligrosos efectos
propios de grandes intensidades, como por ejemplo, las radiaciones ionizantes, radiolisis y,
muy especialmente, los radicales libres. Si el sujeto (electricidad) no aparece, no se produce actividad química alguna. Como siempre, ponemos el mismo ejemplo: las extremidades inferiores del parapléjico, donde nunca puede aparecer la más mínima hiperqueratosis plantar. Estos
enfermos, por mucho roce que se les efectúe, jamás podrán padecer de callosidad (hiperqueratosis) alguna. Luego el roce no produce dicho efecto, sino el factor predisponente y causante:
nuestra propia electricidad, que es el mayor excitante que tenemos en nuestro cuerpo.4 Sin
duda alguna. Y este estado de excitabilidad existe de forma constante en todo nuestro
organismo con mayor o menor intensidad, según el lugar y circunstancias.
Si la ausencia eléctrica se produce en el sistema nervioso central (SNC), ¿por qué
no se ha de producir en el sistema neurovegetativo? De hecho, tratamos de demostrarlo
exponiendo los casos clínicos donde es muy rara la aparición de ningún proceso tumoral. Y en todos ellos resulta coincidente la ausencia de fuertes potenciales eléctricos. Por
lo tanto, es lógico pensar y deducir lo siguiente: si en los órganos donde aparece raramente el
cáncer existiesen las mismas intensidades eléctricas que en el resto de nuestro cuerpo, el proceso
tumoral aparecería también con idéntica frecuencia. Pero este fenómeno no existe, sólo se
produce muy raramente por causas que entran dentro del campo de la patología.
En nuestro trabajo de investigación vemos también cómo las Matemáticas son coincidentes con la Gramática. Estableciendo un estado comparativo de unos hechos clínicos
que acontecen en el SNC con los ya conocidos del sistema involuntario, vemos cómo el
resultado es el mismo.
Durante muchos años (aún persistimos) hemos tratado de rebatir nuestra propia
teoría electrobioquímica. Mucho hemos leído y observado. Nuestro razonamiento se ve inclinado y vencido hacia dicha teoría. Muchos son los resortes que hemos manejado, pero
siempre nos faltaba algún eslabón. La cadena se rompía irremisiblemente. La aplicación de la Gramática y las Matemáticas, adaptando el sujeto (electricidad) y la X (todos
los efectos), aparece con una perfecta correlación. Existe una relación recíproca entre
los dos elementos conceptuales: el SNC y el neurovegetativo. La correlación indica una
variación conjunta de los dos sistemas.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
cÁNCER. PRUEBAS Y CONCLUSIONES | Anteriormente, hemos puesto como ejemplo un caso clínico del SNC. Ahora veremos cómo existe una similitud con otro caso correspondiente al sistema nervioso neurovegetativo; concretamente, a los centros vegetativos del sistema nervioso central (central
vegetativa). Es el siguiente:
Al encéfalo de los enfermos de Alzheimer no les llega la electricidad suficiente
para poder ejecutar sus habituales funciones neurohormonales y neuroquímicas. En
este caso clínico, el sujeto (electricidad) no actúa. La hipófisis, el hipotálamo, el tálamo y el hipocampo constituyen su mejor y más elocuente ejemplo. Al faltar el factor eléctrico (sujeto),
en el encéfalo no hay efectos (X), igual que ocurre en las extremidades del parapléjico.
Lógicamente, no pueden aparecer.
Y aquí, creemos oportuno poner punto y seguido. Pasemos seguidamene a exponer su correspondiente EPÍLOGO.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
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Epílogo
N
o podíamos dar por concluido nuestro esfuerzo en tan dificilísima labor investigadora, sin manifestar nuestra gratitud a nuestros muy amables y pacientes lec-
tores. Seguros estamos que se habrán percatado fácilmente de que las investigaciones
que hemos realizado se han iniciado y continuado por la senda holística.
Precisamente por su originalidad, esta investigación científica lleva consigo inevitablemente el efecto de la sorpresa, y a veces de la incredibilidad. Por ello hemos procurado no salirnos de las rígidas y exigibles pautas que se requieren en todo planteamiento científico, que hemos llevado a cabo partiendo de un importante factor conceptual,
sobre el cual se basa esencialmente todo nuestro estudio. Para que éste se produzca en
cualquier parte de nuestro organismo, es necesario, por imprescindible, que se produzca una excitabilidad celular, porque “sin dicha excitación no hay conducción nerviosa”7 (eléctrica). Es lógico y, por tanto, si no hay conductibilidad eléctrica (nerviosa) es imposible
que se produzcan acciones electroquímicas.7 Pongamos un solo ejemplo: el enfermo
parapléjico. Aquí, en este caso concreto, por primera vez sí nos atrevemos a afirmar que jamás, “nunca se podría producir ningún tumor maligno en las extremidades inferiores de dichos
enfermos”. En estas regiones de nuestro cuerpo, al faltarles la corriente electromotriz,
desaparece toda acción química. Sin embargo, “a estos mismos enfermos sí se les forman
neoplasias malignas en el sistema neurovegetativo, al permanecer intacta su actividad eléctrica
en los sistemas nerviosos simpático y parasimpático”.
Es normal que aquí encaje, a tenor de lo mencionado anteriormente, la siguiente
pregunta: ¿qué tiene que ver la desaparición de todo tipo de hiperqueratosis en las extremidades del parapléjico con la etiopatogenia neoplásica? Hemos tratado de demostrar en las distintas enfermedades que hemos descrito en otros trabajos, que la causa es
la misma: la electricidad.
Se da el caso curioso de que la ausencia eléctrica en las extremidades inferiores del parapléjico impide la formación tumoral y de toda clase de hiperqueratosis, y en otros casos,
la ausencia eléctrica provoca distintas patologías, entre las que destacamos la enfermedad
de Alzheimer.
Una prueba en al que nos basamos de que hay ausencia eléctrica en la central
vegetativa de los enfermos de Alzheimer, consiste en que al aplicarse el electrochoque, dichos enfermos experimentan una transitoria mejoría; y esta mejoría es debida a que el
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hipocampo (del que mucho se ha escrito), la hipófisis y el tálamo han recuperado momentáneamente su actividad electroquímica. Pero todo el sistema cognitivo se resiente
y retrocede en su actividad química al faltarle nuevamente la electricidad.
Así pues, nuestra propia electricidad puede provocar, bien por su presencia o
bien por su ausencia patológica, distintas enfermedades que nada tienen en común. Es
decir, dicho de otra manera, que “por una misma causa se pueden producir muy distintos
efectos”. Y a través de los efectos, ya se sabe que pueden hallarse las respectivas causas.
Esta ha sido la pauta que hemos seguido y mantenido durante un largo recorrido
en las distintas etapas o facetas de investigación a las que nos hemos entregado en cuerpo y alma, con mucho coraje y enorme derroche de voluntad. Dentro de este hermoso
marco en el que nos hemos desenvuelto durante la mayor parte de nuestra existencia,
ha supuesto para nosotros el mayor gozo del que el ser humano pueda disfrutar. Es
una dicha imposible de describir. Así es la Investigación Científica.
GARCÍA fÉRRIZ, P.
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Figuras
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GARCÍA fÉRRIZ, P.