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DOMINACION ROMANA (Siglos 1 y 2, E.C.) El reinado de Herodes no sobrevivió a su muerte, acaecida en el año 4 a.C. Los romanos no confirieron a sus hijos el título real y, después de algunos años, Judá fue regida por gobernadores o procuradores romanos, los nombres con que fueron conocidos. De esta suerte, también la aparente independencia desapareció. Los procuradores variaron en su actitud hacia la población judía, pero casi todos ellos favorecieron a los no judíos o a la población helenizada. Fue en este período, en el año 30 E.C. cuando Jesús fue crucificado por los romanos, muy probablemente porque asumió el título de rey de los judíos. En el año 66, a.C., estalló la gran revuelta: las autoridades del Templo se negaron a ofrendar sacrificios por el bienestar del pueblo romano y su emperador. La guarnición romana de Jerusalén fue destruída y derrotada una fuerza romana enviada desde Siria. Se estableció un gobierno provisional que reunió bajo su autoridad a toda la población judía, pero un gran ejército a órdenes de Vespasiano fue enviado para reprimir la rebelión. Puesta bajo la jefatura de su hijo Tito, Jerusalén fue sitiada y asolada en el año 70 y arrasado el Templo. El ayuno del noveno día del mes de Av (Tishá be-Av) ha sido observado desde entonces como el aniversario de este hecho, que coincide con la fecha de la destrucción del Primer Templo. Las enseñanzas y actividades de los fariseos y sus predecesores ayudaron a preservar la continuidad de la vida judía; por ello la catástrofe no marcó el fin de la religión o del pueblo judíos. El centro de Ias actividades religiosas fue transferido de Jerusalén a Iavne y se introdujeron ajustes en la práctica religiosa, adaptándola a la inexistencia del Templo. Se encendieron revueltas antirromanas, especialmente en los años 115 a 117, que culminaron con la guerra de Bar Cojba. Esta contienda fue provocada por una decisión del emperador romano Adriano que pretendía levantar una colonia romana sobre las ruinas de Jerusalén y contó con el apoyo del más famoso de los doctos de esa época, Rabí Akiva. La guerra de Bar Cojba se prolongó por espacio de tres años y puso a dura prueba los recursos militares del Imperio Romano. Cuando finalizó la lucha, tras la conquista de Betar y la dispersión de los últimos focos rebeldes en las cavernas del desierto de Judea, la población judía fue muerta, sometida a esclavitud o desarraigada. Jerusalén y sus alrededores se poblaron con no judíos y sólo la Galilea quedó como un bastión del judaísmo. Adriano les prohibió la práctica de su religión. Muchos abandonaron el país y millares fueron vendidos como esclavos en el exterior. Como resultado del desastre de Bar Cojba, las comunidades judías de la diáspora se reforzaron, especialmente en Babilonia.