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SIMBOLISMO DE LA BANDERA NACIONAL DE MÉXICO*
José Ramón González Chávez
Nunca se perderá, nunca se olvidará
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar en las pinturas:
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir,
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, los hijos de ellos, los nietos, hermanos,
bisnietos, tataranietos, descendientes,
quienes tenemos su sangre y color,
lo vamos a decir, lo vamos a comunicar
a quienes todavía vivirán, habrán de nacer,
los hijos de los mexicas, los hijos de los tenochcas....
ALVARADO TEZOZOMOC, Fernando, Crónica Mexicayotl
Derecho y Cultura, núm. 13
enero-abril de 2004,
pp. 129-143
* Florescano, Enrique, La bandera mexicana, breve historia de su formación y simbolismo,
México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
1
JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ CHÁVEZ
RESUMEN: José Ramón González Chávez estudia el simbolismo de la
Bandera Nacional a partir de sus raíces prehispánicas, españolas y liberales
para mostrar su naturaleza sintética de la identidad histórico cultural mexicana.
ABSTRACTS: José Ramón González Chávez studies the symbolism of the
National Flag from its pre-Hispanic, Spanish and liberal roots to show the synthetic
nature of Mexican culture historic identity.
RÉSUMÉ: José Ramón González Chávez étudie le symbolisme du drapeau
national à partir de ses racines préhispaniques, espagnoles et libérales et montre
la nature synthétique de l’identité historique culturelle mexicaine.
E
n todas las culturas y las épocas, los grupos sociales, desde los clanes y
tribus hasta las comunidades de naciones han tenido sus emblemas de
unificación, totems, banderas, escudos, creadores y mantenedores todos
ellos, de una conciencia de identidad colectiva.
México no es la excepción. La “enseña patria” —como también se le
llama a nuestra bandera— es, de todos los emblemas nacionales, el más
claro y contundente, en tanto que definitorio de nuestra identidad como
mexicanos. Tal vez por eso nunca reparamos en su profundo significado en
su grandilocuencia como símbolo de la nación a la que pertenecemos,
como lo demuestra la poca o mejor dicho casi nula bibliografía dedicada a
la consideración histórica de los símbolos que la integran y cómo éstos se
han ido fusionando paulatina pero constantemente a lo largo de cinco
siglos.
La bandera es por supuesto, símbolo de identidad nacional. Sin
embargo, en su confección simbólica, lo distintivo de la bandera mexicana
es que es producto de la mezcla de alegorías provenientes de tres
civilizaciones, distintas tanto en el tiempo como en el espacio: 1) la indígena
prehispánica, derivada de la mitología olmeca, maya y azteca; 2) la
española, religiosa y colonial; y 3) la franco inglesa del liberalismo
ilustrado. Por eso nuestra bandera, símbolo nacional 100% mestizo, es el
espejo fiel de nuestra identidad multicolor y multiforme, refleja a la
perfección nuestra identidad como mexicanos, como una sociedad única y
distinta de las demás que existen en el orbe.
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SIMBOLISMO DE LA BANDERA NACIONAL DE MÉXICO
I. LA APORTACIÓN INDÍGENA PREHISPÁNICA
Son cinco los símbolos principales aportados por las culturas
prehispánicas al Escudo nacional y por ende a nuestra Bandera:
1. La montaña sagrada rodeada de agua (Altepetl)
2. La piedra de fundación
3. El árbol cósmico (Tunal)
4. El águila
5. La serpiente
6. La montaña sagrada
1. La montañana sagrada rodeada de agua (Altepetl)
Desde tiempos inmemoriales, la tierra, esa Terra Patria o tierra de los
padres, constituyó el símbolo de identidad más íntimo y persistente entre
los hombres, desde las poblaciones sedentarias más antiguas hasta el
“Blut und Bloden” del 4o. Reich, el derecho por la tierra y la sangre (ius
solis y ius sanguini) fundamento jurídico de la nacionalidad, que aún en
nuestros días puede verse, olerse y sentirse con claridad en fenómenos
como la unión Europea, Irak, los Balcanes y hasta Chiapas.
En Mesoamérica, entre 1500 y 800 a. de la e:. v:: aparecieron los
primeros cacicazgos. Como en muchas civilizaciones de la antigüedad,
el mito de la creación que acompañó a las fundaciones de estos señoríos
narraba la aparición maravillosa de la primera montaña verdadera, la
colina que brotó de las aguas primordiales y que contenía en su interior
el agua fertilizadora y las semillas nutricias que sustentaron a los
primeros seres humanos,1 que ya estaba presente entre los olmecas y que
entre los nahuas se llamó Altepetl (Atl-Agua, Tepetl-Cerro).
Así, al centro de la plaza ceremonial de la capital de cada reino,
corazón simbólico de la patria, se levantaba la primera montaña
verdadera, un montículo dominaba el centro ceremonial, acompañado
por la plaza hundida que simulaba el estanque donde reposaban las
aguas primordiales y los edificios consagrados a los dioses protectores del
gobernante supremo.2
1
2
A manera de ejemplo, véase Schuré, Edouard, Los grandes iniciados.
Una muestra es el complejo arquitectónico principal deTeotihuacan.
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JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ CHÁVEZ
El concepto de patria se vincula al de residencia, ancestral pasada,
presente y futura, al lugar donde se producen los alimentos esenciales del
cuerpo, el alma y el espíritu, el sitio donde transcurre la vida común, lo que
une a los miembros del grupo.
Desde entonces tres sitios dominaron el entorno urbano: la casa de los
dioses (el templo, la vida espiritual), la de los comerciantes (el mercado, la
vida económica) y la del emperador (el palacio, la vida política). 3
La ocupación de la tierra estableció el derecho de propiedad supremo, el
título más radical sobre el territorio. Este vínculo creo el símbolo de
identidad más íntimo y persistente entre las antiguas poblaciones
campesinas: la idea de Terra Patria, el lugar donde se producen los
alimentos, donde transcurre la vida colectiva que une a la comunidad.
El corazón simbólico de la patria lo configuró la gran plaza o centro
ceremonial, donde se levantaba la primera montaña verdadera, que entre
los mayas se llamó “Altepetl” (Atl=agua; Tepetl=cerro, es decir, cerro
rodeado o lleno de agua, donde reposan las semillas fundamentales),
término que los nahuas usaron como sinónimo de Reino o Estado. 4
El glifo del Altepetl es significativo pues la parte baja del cerro se
dibujaba como una red cuadriculada con un círculo en el centro, símbolo
de la tierra.
2. La piedra de fundación
La piedra (Tetl) asentada al centro de la Montaña Sagrada Altepetl no es
otra cosa que el corazón de Copil, hijo de Malinalxochitl, hermana mayor
de Huitzilopochtli, el colibrí del norte, dios tutor mexica (águila en el
cielo de día, jaguar en el cielo de noche). Una vez, al pelearse con su
hermano fue apartada de la tribu, yendo a refugiarse a Malinalco, donde
procreó a Copil alimentándolo del odio hacia su hermano, el Colibrí del
Sur. Cuando los mexicas se asentaron en Chapultepec (otro cerro de agua)
y comenzaron a ser hostigados por los pueblos vecinos, Copil comenzó a
sublevar a los pobladores de la cuenca contra el dios-rey. Copil subió a la
3 Esto encajó a la perfección después con la tradición española de las plazas públicas,
de conformación similar.
4 En el derecho prehispánico las montañas y el agua se consideraban propiedad
patrimonial de cada colectividad, tal como lo reproduce con fidelidad aún hoy nuestra
Constitución Federal.
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cima del cerro para contemplar la destrucción de sus enemigos. Sin
embargo, Huitzilopochtli enterado del plan de Copil se adelantó y lo
capturó, y el mismo lo decapitó, le arranco el corazón, entregándolo a uno
de sus sacerdotes, quien lo lanzó lo más lejos que pudo, cayendo en el
centro de la laguna, en el Altepetl, donde se convirtió en la piedra de donde
nació el nopal que reprodujo su corazón en miles de tunas rojas. La
leyenda sugiere entonces que Tenochtitlan fue fundada sobre el corazón de
los enemigos de Huitzilopochtli y por extensión, del pueblo mexica.
De hecho, la palabra Tenoch bien puede ser una combinación de las
palabras Tetl y Nochtli (piedra – tuna). En ese mismo sentido, el término
Tenochtli significa la tuna nacida de la piedra sagrada y Tenochtitlan sería
el lugar del tunal que nace de la piedra sagrada.
Como dato curioso podemos señalar que desde sus primeras
representaciones, este símbolo aparece decorado con tres franjas
diagonales entrelazadas de color verde, blanco y rojo, mismo que por
cierto está presente también en el icono de la virgen de Guadalupe.
3. El árbol cósmico
Constituye un eje plantado al centro del Altepetl, piedra de fundación,
del cosmos. Los mayas representaban este árbol cósmico con la planta del
maíz. También dibujaban los cuatro rumbos del cosmos con árboles
propios de su región; heredando esa tradición a los demás pueblos
mesoamericanos. De ahí nació probablemente la costumbre de
representar a cada región por su árbol emblemático. Así, tal como la
ceiba representaba la región maya, las tierras situadas al norte de
Tenochtitlan fueron representadas por el cactus, de tal suerte que los
mexicas, provenientes del norte adoptaron el nopal como su árbol
emblemático.
La tuna, fruto de pulpa jugosa alimenta y su jugo colorado calma la sed.
Por dichas características ocupó un lugar privilegiado en la iconografía
sacrifical de los aztecas, pues representó el corazón humano y más
precisamente, el corazón de los sacrificados al sol (cuanochtli), siendo su
jugo emblema de la sangre (chalchihuatl), soma, elixir sagrado. El códice
florentino dice al describir la tuna: “Los corazones de los cautivos
sacrificados los llamaban <cuaunochtli tlazoti>, las preciosas tunas del
águila”. De modo que en la imagen y los símbolos de la fundación de
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Tenochtitlan aparece asociada con el sacrificio de corazones para
alimentar al águila, al sol, Tonatiuh, la deidad nacional mexica.
4. El águila
El águila (elemento “Yang”) de los escudos mexicas es el águila dorada
(aquila crisateos).
El águila defiende su nido como ninguna otra ave, se aparea de por vida,
es monógama. Entre los pueblos cazadores, anteriores incluso a los aztecas,
era un símbolo solar tradicional, que aludía a la fuerza violenta.
En el emblema mexica, los símbolos de guerra: el Atl Tlachinolli (el himno
de guerra cantado por el águila) y los escudos y las flechas están asociados
con el águila, y aluden a la guerra sagrada que nutre al sol con corazones
humanos y asegura el equilibrio cósmico.
5. La serpiente
La serpiente apegada a la tierra, es en cambio símbolo terrestre
(elemento “Yin”). Entre los pueblos agrícolas está relacionada con la vida
en sus aspectos positivos (fertilidad) y negativo (muerte). Tlaloc “el que
hace brotar la vida”, tiene un ato de serpientes en una mano. Xiutehcutli es
la tierra-ígnea (xiu = fuego, lengua de serpiente). 5 La sangre de la serpiente
fertiliza la tierra. Un fragmento del canto de la diosa tierra de los mexicas
reza: “... el águila está parada con su sangre de serpiente.”
En este sentido, la imagen del águila luchando contra la serpiente en su
sentido histórico expresa la lucha de los guerreros contra los agricultores
que poblaban la cuenca de México, con lo que en términos esotéricos el
emblema de Tenochtitlan es una exaltación de la guerra que construyó
el poder de la nación mexica. Pero en el Nahuatlatoli (lenguaje esotérico de
los mexicas) al contrario de la creencia vulgar, el águila no devora a la
serpiente, lucha con ella, están en igualdad de fuerzas y por tanto en las
mismas posibilidades de vencer. Es el símbolo de la victoria por la lucha de
los contrapuestos, del ser (Yang) y del espíritu (Yin) que en lucha
permanente genera y mantiene la vida en movimiento perpetuo (Tai-Chi).
5 Aunque en la ambivalencia mitológica universal es símbolo celeste: Mixcoatl es la
serpiente de nube, la vía láctea, Quetzalcoatl en el cielo es la banda zodiacal.
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SIMBOLISMO DE LA BANDERA NACIONAL DE MÉXICO
El edén maya donde se creó el maíz y nacen los niños se llama
Tamoanchan, que quiere decir la casa del águila (cielo) y la serpiente
(tierra). En el mito maya, el águila trajo la sangre de la serpiente, que
mezclada con el maíz los dioses formaron la masa con la que hicieron al
hombre.
Los peregrinos de Iztlan (la ciudad blanca, origen y destino de los
aztecas) son tamoanchanes gentilicio que significa “procedentes del lugar
del águila y la serpiente” (así también se nombraba a los olmecas).
Cuando los mexicas vencieron a los tepanecas en 1427, se convirtieron
en la mayor fuerza política de la cuenca de México y fundaron la llamada
“triple alianza”, junto con Texcoco y Tlacopan, confederación imperial
que adoptó el símbolo íntegro como estandarte nacional. Cada vez que se
conquistaba un pueblo se colocaba el estandarte en la cima de su templo
principal, con lo que se representaba a) la legitimidad de la ocupación
territorial, b) la unidad de la confederación y c) la obsesión por la grandeza
futura. De esta manera, el símbolo mítico se convirtió en insignia universal
del Estado mexica.
II. LA APORTACIÓN COLONIAL ESPAÑOLA
Al fundar los conquistadores su ciudad sobre los escombros de México
Tenochtitlan, la ciudad antigua se transformó en la “historia de la nueva”.
Los cronistas que cuentan los avatares de la nueva fundación, regresan
siempre casi obligadamente a la crónica de la antigua. La ciudad antigua se
permea en el presente, sobrevive y en ciertos aspectos se impone y vence a la
nueva 6 a pesar del esfuerzo de los españoles por sobreponer su cul tura a
la prehispánica.
Al principio de la conquista, los españoles llamaban a la ciudad
“Temixtitan” (degeneración lingüistica de Tenochtitlan), pero luego se
decidieron por el nombre más sonoro de México. El reino, en cambio, le
llamaron Nueva España, lo que a la larga suscitó luchas por imponerse un
concepto al otro, rencores y finalmente los enfrentamientos no resueltos
sino hasta bien entrado el siglo XIX con la independencia, cuando triunfó
finalmente el nombre prehispánico.
6
González Angulo, Jorge, El criollismo y los símbolos urbanos, pp. 74 y 75.
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Durante el siglo XVI el nombre de México se uso en distintas regiones
del reino, muchos topónimos retomaron el apellido de la capital: el mar de
la costa atlántica fue llamado “Golfo de México”, el territorio más al norte
del reino fue nombrado desde entonces y hasta la fecha “Nuevo México”,
solo por citar unos ejemplos.
1. El escudo de armas de la ciudad
El 17 de diciembre de 1527 Carlos V de España, I de Alemania decide
darle escudo de armas a la ciudad conquistada. 7 Éste resultó una copia de
sus similares castellanos. Del antiguo emblema indígena solo sobrevivió el
pálido reflejo de la laguna y las hojas sueltas del nopal, desprendidas del
árbol mitológico. Pero al imponer el peso de la tradición heráldica hispana
y borrar prácticamente el indígena, el nuevo escudo en lugar de propiciar
cohesión desencadenó una serie ininterrumpida de rechazos, que se
convirtieron en un problema para los políticos gobernantes y para los
clérigos de la ciudad, quienes tenían que lidiar día tras día con la población
nativa, en cuyos brazos se edificaba la nueva ciudad. Tampoco gustó a los
conquistadores y sus descendientes, que gustaban de ensalzar la grandeza,
virtudes y riqueza de la ciudad antigua. En fin, unos se resistieron a usarlo y
otros de plano se afanaron en reemplazarlo, el caso es que nadie estuvo de
acuerdo con él.
El gobierno de la ciudad encontró una solución burocrática: el escudo
carecía del “timbre” insignia que en ese entonces era necesario que todo
escudo llevara en la parte superior, así que el Ayuntamiento le añadió
el escudo nativo del águila y la serpiente sobre el tunal. Así por un golpe de
prestidigitación política, el escudo mexica se sobrepuso a la heráldica
hispana.
Los mismos habitantes de la ciudad presionaron a las autoridades
locales para construir una fuente en medio de la plaza mayor con el
emblema mexicano. 8 Los clérigos, sensibles a la idiosincrasia y sentir del
pueblo, notaron sin problemas el apego de los mexicanos a su emblema y
7 Costumbre usual en esa época, no solo para los europeos también para los pueblos
del Anáhuac.
8 Esta escultura se llamó con el tiempo “La Aguilita”, que primero estuvo en la fuente
del Zócalo, luego en la plaza José Baez y más tarde en la de Santo Domingo.
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prestos se dieron a la tarea de incluirlo en la iconografía de sus iglesias y
pinturas. 9
El virrey Palafox, alarmado por el rechazo de las insignias imperiales,
ordenó suprimir el Escudo mexicano y quitar el águila de la fuente y poner
en sustitución “imágenes cristianas”. Sin embargo, la medida no tuvo el
éxito esperado, pues los mexicanos siguieron usando su escudo tradicional.
Con el tiempo las inconformidades calladas se volvieron posiciones
rebeldes. Comenzó una guerra de símbolos sin tregua, la que se agravó
cuando se empezaron a representar a los continentes con figuras de
mujeres ataviadas con ropas y ornamentos propios de cada uno de ellos,
que si bien eran llamativos para los europeos, para los americanos
resultaba realmente ofensivo.
A fines del siglo XVI, el clero, funde la imagen mexica con la de la
virgen de Guadalupe. Los iconos europeos de América fueron sustituidos
por imágenes de rasgos indígenas. Esta reivindicación de las imágenes tuvo
un claro sentido político, pues la burguesía criolla pretendía colocar en
situación de igualdad política a ambos reinos.
El teólogo nacionalista Miguel Sánchez, relator del “milagro” de Juan
Diego y la virgen, es también el creador de la unión mística entre el símbolo
del águila y la serpiente y el de la virgen de Guadalupe, llegando a afirmar
que dicho milagro estaba prescrito en las escrituras, en el Apocalipsis de
San Juan, con lo que mezclo este icono, con el apocalipsis y las tradiciones
mexicas.
El poder de la imagen rebasa al de las palabras y los sermones.
Comienza la “fiebre” nacionalista mexicano–guadalupana. Para inicios
del siglo XVIII las ciudades se habían transformado física y socialmente en
núcleos de población mestiza. La burguesía local, creciente en número y
poder económico, comenzó a buscar una identidad propia, y en ese afán
rechazó los símbolos hispanos y dirigió la mirada de vuelta a los emblemas
tradicionales de la antigua capital. En 1737 la virgen de Guadalupe es
declarada patrona de la ciudad de México y una década después, de la
Nueva España. Vuelve entonces a usarse el emblema del águila y la serpiente
como timbre del Escudo colonial. Y es aceptado ya no sólo por mestizos,
9 Ahí están de ejemplo todavía en pie, el templo franciscano de nuestra señora en
Tecamachalco, Puebla, los templos agustinos de Ixmiquilpa1 y Yuriria, el convento
franciscano de Tulpetlac, etcétera.
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también por criollos, indígenas y las mismas autoridades virreinales,
quienes ahora lo defienden.
La progresiva penetración del Escudo mexicano en el imaginario
colectivo y en los diferentes niveles y bloques de poder abrió las puertas de
la iglesia que antes lo repudiara como símbolo de hereje idolatría y ahora
buscaría y conseguiría reconciliarlo con los símbolos de la iconografía
cristiana. Se publica la biografía de San Felipe de Jesús (único santo
mexicano) y en la portada se coloca junto a la imagen de este personaje el
águila y la serpiente; empieza a divulgar, la idea de que Santo Tomas en
forma de Quetzalcoatl vino a México a predicar y difundir la “verdadera
religión”, mucho antes de que Colón llegara. Algo similar sucedió con San
Juan Evangelista, al afirmarse que la visión que tuvo en la Isla de Patmos
fue realmente la de la aparición de la virgen y la fundación de México
Tenochtitlan! (se empieza a representar a la virgen flanqueada por Juan
Evangelista y Juan Diego <que sustituye a la antigua mujer indígena> a
cada lado).
En una especie de simbiosis política, económica, social, cultural y
religiosa, tendiente al encuentro de una nueva identidad nacional, nace la
orden secreta de los guadalupes. Clavijero escribe su Historia de México,
añadiendo por primera vez la parte de la historia prehispánica y colocando
en la portada el emblema mexica. En una forma poco usual, los conceptos
de territorialidad, soberanía política, protección divina e identidad
nacional se hacen fundir en un símbolo religioso prehispánico colonial. La
conversión de los indígenas al catolicismo por fin triunfa ¡200 años después
de la conquista!
Así las identidades mestiza y criolla fundadores del “espíritu mexicano”
descansa y se afirma en la doble imagen de la virgen de Guadalupe y del
Escudo mexicano.
2. Las ramas de laurel y encino
En este contexto, la Academia de San Carlos creada por los borbones
para imponer el estilo neoclásico en la Nueva España, toma como uno de
sus principales iconos el escudo mexicano, agregándole las ramas de laurel
y de encino. Le siguieron la Casa de Moneda y la Aduana.
Surge el primer medio de comunicación social: la Gaceta de México que
tenía en su portada al águila y la serpiente, agregando arriba de la primera
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SIMBOLISMO DE LA BANDERA NACIONAL DE MÉXICO
una estrella y una corona real, con lo que se alude ya a la intención de crear
un imperio propio, independiente del español y de que la ciudad de México
fuera la representante del conjunto.
La “fiebre nacionalista”, de la cual se impregnan incluso extranjeros
como el historiador Lorenzo Boturini, llega a su clímax. En los primeros
años del siglo XIX apenas momentos antes de que diera inicio el
movimiento de Independencia, se coloca el águila y la serpiente en las
portadas de las catedrales de México y Morelia.
III. LA APORTACIÓN LIBERAL
Los dos legados culturales e iconográficos del escudo mexicano y de la
Virgen de Guadalupe convergen a fines del siglo XVIII y principios del
XIX en el anhelo de crear un Estado independiente de España fundado en
los ideales de la tradición europea.
Llega Napoleón a España, Fernando VII abdica. El anticlericalismo se
generaliza hacia las colonias. Las Cortes de Cádiz emiten decretos contra
el poder temporal de la iglesia. Se suprimen los fueros eclesiásticos; las
órdenes monásticas y la compañía de Jesús son abolidas; desaparece la
inquisición.
Los conservadores novohispanos consideran esta situación riesgosa y
empiezan a contemplar la perspectiva de la separación política de España.
Hidalgo usa el estandarte de la virgen de Guadalupe como símbolo del
inicio del movimiento armado.
1. Los colores de la bandera
Iturbide lanza en 1821 el Plan de Iguala cuyo objeto “trigarante” era la
conservación de la religión católica sin tolerar otra, la independencia bajo
la forma de monarquía moderada, y la unión entre criollos y españoles. A
estas tres garantías, aluden en términos profanos los colores de la bandera
con que se consumó la Independencia.
En franjas diagonales, el blanco simbolizaba la pureza de la religión
católica; el verde representaba la esperanza de los ideales del movimiento
insurgente, o sea la independencia; y el rojo al grupo español adherido al
impulso libertador. La virgen y el águila habían desaparecido. Ante la
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JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ CHÁVEZ
traición de Iturbide al movimiento social de insurgencia, resurgen en este
amplio grupo de la población los emblemas indígenas.
Iturbide decreta la cancelación del Escudo de Armas español y la
sustitución por el emblema mexicano. Casi de inmediato a este decreto
emite otro en el que se dispone que la bandera mantenga los mismos tres
colores pero en franjas verticales verde, blanco y rojo (al estilo francés) y
con el águila al centro, pero sin serpiente y tocada con una corona
imperial con el perfil hacia el rojo (España).
La declaración de Independencia significó también el fin de la Guerra
Civil. El emblema mexicano también fue aceptado por la iglesia que apoyo
la coronación de Iturbide. En 1822 la organización de los guadalupes se
convierte en Orden Imperial. El discurso político acorde con la línea de
Fray Servando se orienta a justificar el imperio como mecanismo de restauración
de aquel que fuera derrocado tres siglos antes por los españoles. Era la
restitución del cetro de Moctezuma, la “resurrección de América”. Se
anunciaba en todo el territorio que se había restablecido el imperio más
rico del globo. Pero en la realidad detrás de la monarquía se mantenían los
poderes reales: la burguesía, el ejército y el clero.
Iturbide abdica en 1823 y con la forma de gobierno Federal, se
restablece el emblema mexicano, ya sin corona y con el perfil hacia el verde
(la esperanza insurgente). Despojado de todo sentido religioso, la bandera
nacional se convierte en el primer emblema cívico, no religioso, que unió a
la antigua insignia indígena de los mexicas con los principios y las banderas
surgidas de la guerra de liberación nacional y con el pensamiento
occidental de la Ilustración.
La masonería jugó un papel importante en el diseño del lábaro patrio
(tal como sucedió en muchas naciones de Europa y América), no solo al
incluir emblemas alusivos a la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad, la
Justicia, etcétera; sino también elementos del simbolismo tradicional,
particularmente en el caso que nos ocupa, en cuanto a sus colores,
vinculados al conocimiento alquímico: el mundo vegetal (verde) se
desarrolla a expensas de la energía solar, en la que se integra por medio de
la función clorofílica. La involución vegetal de energía centrípeta, por una
parte y la evolución animal, desarrollada en las criaturas cuyo medio
interno es la sangre (rojo), de energía centrífuga, por la otra, se presentan
en un aspecto dualista de alto alcance simbólico: esta circulación de
energía vital de ambos reinos refuerza singularmente el valor esquemático
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del nopal/tuna y el águila/serpiente del escudo. La simbiosis de ambos
reinos, el binomio verde y rojo, se resuelve en la pureza de la luz de la vida
manifestada (blanco) con la que se restaura el equilibrio del mundo.
IV. CARACTERÍSTICAS DE LA BANDERA ACTUAL
Tres características distinguen al emblema mexicano:
A. El predominio de los símbolos antiguos sobre los recientes: la regla es
que lo antiguo es lo más sagrado. El emblema indígena ha
probado que es capaz de resistir los efectos destructivos del paso del
tiempo y de los gobernantes. El antiguo blasón indígena se ha
impuesto al embate de otros símbolos que en distintos momentos
han amenazado con usurpar la representación nacional.
Ese emblema es asimismo, un símbolo de la resistencia indígena que
enfrentó a la invasión española y todos sus excesos. Quizá por eso
concentró en él las nociones de legitimidad y defensa del territorio
autóctono. Su característica fundamental es su representatividad, su
capacidad para convocar a grupos y clases diversos.
B. El emblema del águila y la serpiente al mezclarse con el de la virgen
de Guadalupe e infundirle a esa imagen un acentuado sello de
mexicanidad se transformó en un catalizador mítico que afirmaba la
identidad indígena con el pasado remoto. Y para los criollos y
mestizos vino a ser un puente entre su presente incierto y un pasado
iluminado por el prestigio de la antigüedad. De este modo el
emblema indígena comunicó a estos grupos entonces tan distintos,
una imagen del pasado que reunía las nociones de origen,
parentesco, grandeza, vitalidad, legitimidad y prestigio.
C. La sociedad al establecer comunicación con su imagen en el tiempo
triunfando sobre el tiempo crea su historia, constituye a esa sociedad
y la hace persistir. El grupo es capaz de participar de su propio
pasado, que lo siente vivo, en una especie de comunión mística con
aquello que le dio existencia. En suma, los mitos son para la
mentalidad primitiva tanto una expresión de la solidaridad del
grupo social consigo mismo en el tiempo y con otros seres que lo
rodean, como una forma de perpetuar y reavivar el sentimiento de
esa solidaridad.
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La historia mexicana muestra que los símbolos visuales fueron los
transmisores más eficaces de los mensajes políticos y culturales. Esta forma
de ver nuestros símbolos de identidad contradice la tesis de los
historiadores y antropólogos que afirman que la conquista española hizo
tabla rasa de las antiguas culturas mesoamericanas. Ni lo hizo ni lo hará.
Símbolos como el escudo del águila y la serpiente resistieron con éxito la
invasión de los símbolos extranjeros y a la postre se han impuesto a ellos. El
escudo mexicano deja de ser el símbolo de una etnia para convertirse en un
emblema colectivo. A diferencia del emblema guadalupano, el escudo
nacional es un símbolo pagano, transmisor de un mensaje de identidad
político, que apela a la unidad histórica de la nación.
La independencias de Estados Unidos de América y la Revolución
francesa aceleraron la formación del nacionalismo moderno y sus
emblemas. Pero al estamparse la antigua insignia de los mexicas en el
blanco de la bandera tricolor, se conservó la individualidad de la
representación nacional. Para distinguir la insignia se acudió a la fuerza del
emblema indígena y esa decisión volvió a unir a la nación proyectada hacia
el futuro con sus raíces más antiguas.
Las identidades colectivas no son entes inmutables cristalizados para
siempre en el tiempo. Por el contrario, son concepciones constantemente
recreadas y cambiantes.
El mantener el oído atento a los murmullos del pasado y a los asedios del
presente no puede olvidar la amonestación del Alfonso Reyes:
...nos une la profunda comunidad de la emoción cotidiana ante el mismo objeto
natural. El choque de sensibilidad con el mismo mundo, labra,
engendra un alma común. La emoción histórica es parte de la vida
presente y sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían
como teatros sin luz. No le neguemos al poeta la evocación, no
desperdiciemos la leyenda. Si la tradición nos fuere ajena, está como
quiera en nuestras manos y solo nosotros disponemos de ella...
V. BIBLIOGRAFÍA
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BLANCARTE, Roberto, Historia de la Iglesa católica en México, 1a. reimp.,
México, Fondo de Cultura Económica,1993.
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SIMBOLISMO DE LA BANDERA NACIONAL DE MÉXICO
CARRERA STAMPA, Manuel, “El Escudo nacional”, Obra conmemorativa del
Sesquicentenario de la iniciación de la Independencia y del Quincuagésimo aniversario
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