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SOUTHEAST REGIONAL OFFICE FOR HISPANIC MINISTRY
THE SOUTHEAST PASTORAL INSTITUTE
7700 SW 56TH STREET MIAMI, FLORIDA 33155
EL AÑO DE LA MISERICORDIA
TEMA 1. EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
CONTENIDO:
1.¿Qué es un jubileo?. 2. Los jubileos en las Sagradas Escrituras
3. Marco histórico-teológico de los jubileos 4. El Jubileo de la Misericordia
I. PRESENTACIÓN
ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
PARA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA:
Ante la apertura de un nuevo Año Santo
extraordinario, es conveniente actualizar su significado
en nuestro contexto actual para tener una mejor
comprensión y vivir de la mejor manera posible este
tiempo de gracia y bendición.
Los Jubileos no son una ocurrencia reciente de la
Iglesia o del Papa Francisco. Tienen una larga historia
con origen en el Antiguo Testamento, pero debido a la
separación periódica de los jubileos (ordinariamente
cada 25 años), éste será el primero que celebrarán
muchos jóvenes católicos. Adicionalmente nos
encontramos ante un Año Santo extraordinario
convocado por el Papa Francisco con unos elementos
distintivos que requieren una adecuada promoción y
formación entre los fieles católicos en general. Es por eso
que, desde el SEPI, hemos preparado este material con el
fin de colaborar en la formación de las comunidades en
torno al acontecimiento de este Año de la Misericordia.
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser
misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has
dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos
tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a
Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la
Magdalena de buscar la felicidad solamente en una
creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y
aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como
propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si
conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del
Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la
misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el
rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera
compasión por los que se encuentran en la ignorancia
o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos
se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con
su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un
año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con
renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los
pobres proclamar la libertad a los prisioneros y
oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre
de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y
el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Metodológicamente, hemos desarrollado el tema
en partes diversas con el fin de que pueda ser utilizado,
bien como guía de estudio o bien como material de
trabajo que ayude a propiciar el compartir, el diálogo, el
aprendizaje constructivo y el enriquecimiento colectivo
de pequeños grupos. Hemos querido responder a
interrogantes como: ¿Qué es un Jubileo? ¿Cuál es su
fundamento bíblico? ¿Cuál ha sido su evolución a lo
largo de la historia de la Iglesia? ¿Qué énfasis debemos
hacer en éste año jubilar? ¿Qué provecho pastoral
podemos sacar de esta experiencia que nos propone la
Iglesia? Estos y otros interrogantes están desarrollados a
lo largo del presente material.
Esperamos, pues, que estas páginas sean un
instrumento propicio para la formación pastoral de
todos sus lectores.
Miami, diciembre de 2015
1
II. ¿QUÉ NOS DICEN LOS SIGUIENTES TEXTOS?
PARA COMPARTIR:
1. ¿Para qué es el año de gracia del cual habla el profeta Isaías? 2.¿Por qué es conveniente un año de
gracia? 3. Según Lc 15,1-10, ¿cuál es la mayor alegría que puede haber en el cielo? 4. ¿Puedo compartir
algunas experincias personales o comunitarias de gracia, alegría y bendición que haya vivido en mi
camino de fe? 5. ¿Cuándo suelo experimentar tiempos de gracia y bendición personales o comunitarios
en mi vida? 6. ¿La Iglesia necesita experimentar de forma especial tiempos de gracia? ¿Por qué? 7. ¿La
Iglesia requiere anunciar un nuevo tiempo de gracia?
2
quita la mampostería sobre la puerta. Luego, de
rodillas, toma la cruz, empieza el “Te Deum” y entra
a la iglesia con el clero. Después de la apertura de la
Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, tres
cardenales delegados por el papa abren con la misma
ceremonia las puertas de las otras tres basílicas
romanas: San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros
y Santa María la Mayor5. A la mañana siguiente, el
Papa imparte la bendición jubilar al pueblo. Una vez
culminado el Año Santo se vuelve a cerrar la puerta,
el Papa bendice las piedras con la argamasa y pone la
primera piedra. Lo mismo hacen los cardenales en las
otras tres puertas santas. 6
III. PROFUNDIZAMOS
1. ¿QUÉ ES UN JUBILEO?
El jubileo, también llamado “Año Jubilar” o
“Año Santo”, es un año de gracia, celebración y
renovación, que tiene su origen en el judaísmo y fue
retomado por la Iglesia desde al año 1300 con el papa
Bonifacio VIII. Es un período de renovación
espiritual, en el que se pueden obtener gracias
particulares o indulgencias, en la medida en que
cumplen con determinadas condiciones.
El término “jubileo” viene de la palabra
hebrea “yobél” que
significa carnero, y por
reducción, al
cuerno del mismo, con
el cual se proclamaba
solemnemente un año de
gracia y celebración1. Por
asociación del uso exclusivo
del cuerno de carnero, la
celebración terminó llamándose
“jubileo” o “año jubilar”. No
obstante, el término tiene otra
raíz de origen latino: Cuando san Jerónimo tradujo la
Biblia del hebreo al latín, tradujo el término
hebreo yobel por el término latino iubilaeus, que
inicialmente expresaba los gritos de alegría de los
pastores y después simplemente gozo y alabanza,
con lo que quedó incorporado el matiz de alegría al
significado original que tenía la palabra en el antiguo
Israel como año excepcional de remisión.2
1.1.
1.2.
TIPOS DE JUBILEO
En la Iglesia los jubileos pueden ser de dos
tipos: A) JUBILEO ORDINARIO: Un jubileo o Año Santo
es ORDINARIO cuando se celebra en intervalos
regulares de tiempo. La celebración de jubileos
ordinarios se acentuó con el tiempo, y se realizaron
jubileos primeramente cada cien años, luego
cincuenta, luego treinta y tres, luego nuevamente
cincuenta años y por último cada veinticinco años.
B) JUBILEOS EXTRAORDINARIOS: El jubileo o Año
Santo EXTRAORDINARIO, es el que se no se celebra en
intervalos regulares, sino que se realiza para
conmemorar circunstancias especiales. Los primeros
se celebraron en el siglo XVI, y los últimos han sido
los «Años Santos de la Redención» en 1933 y 1983 7 y el
Jubileo de la Misericordia, convocado por el papa
Francisco.
LA CEREMONIA
PARA COMPARTIR:
1. ¿Qué es un jubileo?
2. ¿De dónde viene el término?
3. ¿Qué representa la apetura de las puertas
santas en la ceremonia de los jubileos?
4. ¿Cuáles son los tipos de jubileos y en qué
se diferencian?
El Año Jubilar se inicia en víspera de navidad
en Roma. Allí, el Papa se dirige a la basílica de San
Pedro para abrir la llamada PUERTA SANTA3, toma
un martillo y da tres golpes diciendo: “Aperite mihi
portas justitiae, ingressus in eas confitebor Domino”4 y
1
Celebraciones de rango menor eran anunciadas con el
modesto “sofar” o trompeta metálica.
2
Cf. GALTÉS, Joan. “Vivir el jubileo”. Colección «Celebrar»,
volumen 57 (4ª edición). Barcelona: Centre de Pastoral
Litúrgica. 1999. Pág 5.
3
La apertura de la Puerta Santa simboliza un "camino
extraordinario" hacia la salvación durante Año Santo,
dejando atrás el mundo y entrando en la presencia de Dios,
así como los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento en
Yom Kipur. Hay cuatro basílicas papales en Roma que tienen
una “puerta santa”, las cuales solo se pueden abrir. durante
un año jubilar y así los peregrinos, al entrar a través de ellas,
pueden ganar la indulgencia plenaria vinculada al Jubileo.
4
Lo cual significa: «Abridme las puertas de la justicia; entrando
por ellas confesaré al Señor».
5
Desde hace algún tiempo, los papas conceden permiso a
algunas iglesias locales alrededor del mundo para poder
ganar la indulgencia del jubileo, de modo que sus fieles no
tengan que pasar por Roma.
6
Cf. MELLADO, Francisco de P. “Enciclopedia Moderna”
Tomo 25. Madrid, Págs 278-279.
7
Se celebran como forma de conmemorar el sacrificio
redentor de Nuestro Señor. El primero se celebró en 1933 por
el papa Pío XI. El último de ellos fue convocado por Juan
Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950° aniversario de la
Redención.
3
semanas de años.
Ambos años, sabático y
jubilar, suponían un volver los ojos al prójimo,
cumpliendo con él una serie de deberes morales o
sociales en concordancia de los mandamientos
fundamentales del amor a Dios y al prójimo.12
Tales deberes incluían como elementos a destacar:
a) El descanso de la tierra13, para que el hombre
descanse y para que la tierra se restaure.
b) El rescate de la propiedad14, pues se parte del
principio que la tierra y la propiedad en general
pertenecen a Dios: “Mia es toda la tierra” (Ex19,5) y
del hombre es sólo el usufructo
c) La liberación de los esclavos15, pues en el
marco sociocultural del Antiguo Testamento la
esclavitud era aceptada, pero sólo de forma
temporal. La vida del hombre pertenece sólo a
Dios, por eso, el jubileo es sinónimo de liberación.
d) La condonación de las deudas16, medida que
pone coto a la usura, a la posible esclavización y
libera restableciendo al hombre su dignidad.
2. LOS JUBILEOS EN LAS SAGRADAS
ESCRITURAS
2.1. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Los jubileos se inician en el Antiguo
Testamento y van adquiriendo con el tiempo una
connotación, no sólo festiva, de gran alegría, sino
recurrente, cíclica, que sucede con una cadencia
determinada, se espera con impaciencia y se
festeja con júbilo. El Jubileo es, por tanto, un
concepto plenamente bíblico que se refiere a un
TIEMPO ESPECIAL reservado a Dios y a su culto. Tal
culto se expresa mediante el “descanso” en
memoria de Yahvé que descansó al séptimo día
de la creación8. Tal descanso, no sólo debe ser
imitado por el hombre, sino también debe hacerse
respetar para la tierra. Es tiempo “en el que el buen
judío se aplica una serie de prácticas de carácter
religioso, social o moral, según la minuciosa
reglamentación que se contiene en los libros sagrados.
Muy en especial, en Éxodo, Levítico y Deuteronomio”.9
El jubileo, pues, se establece en la tradición del
Antiguo Testamento como un nuevo comienzo,
una nueva conversión al Señor, como una
oportunidad para purificar la vida y resituarla,
cada cierto tiempo, en la órbita de Dios, siempre
con este doble sentido de imitación y obediencia a
Yahvé.
Estas disposiciones eran ciertamente
revolucionarias, pero nunca fueron aplicadas de
forma completa. Permanecen no obstante como
toque de trompeta darás un bando por todo el país, el día diez del
séptimo mes. El día de la expiación haréis resonar la trompeta por
todo vuestro país. Santificaréis el año cincuenta y promulgaréis la
liberación en el país para todos sus moradores. Celebraréis jubileo,
cada uno recobrará su propiedad y retornará a su familia. El año
cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que nazca de
por sí en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos Porque es jubileo, lo
considerarás sagrado. Comeréis de la cosecha de vuestros campos”
(Lev 25,8-12)
12 Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido”
B.A.C. Madrid, 1999. Pág 25.
13
“Cada cincuenta años es un año jubilar. Aquel año no sembrarás,
si segarás lo que haya crecido espontáneamente, ni cortarás los
racimos de las cepas que no hayas podado, porque es el año del
jubileo, un año santo: come lo que crezca en los campos”
(Lv 25,11-12)
14
“Este año del jubileo cada cual recuperará el patrimonio que se
había vendido… Las tierras no pueden ser vendidas
definitivamente, porque todo el país me pertenece, y ante mí,
ustedes no son más que emigrantes y forasteros. Por esta razón, de
todos los terrenos de su patrimonio, conservarán el derecho de
rescate” (Lv 25,13.23-24)
15
“Este será el año del jubileo. Aquellos que se hayan vendido a sí
mismos, volverán a su clan” (Lv 25,10) “Si te venden como esclavo
a un hermano hebreo, hombre o mujer, te servirán durante seis
años, pero el año séptimo déjalo en libertad. Cuando lo liberes, no lo
despidas con las manos vacías. Provéelo con generosidad…”
(Dt 15,12-14).
16
“Cada siete años condona las deudas de todos. LA condonación se
hace así: al proclamar la condonación de las deudas en honor del
Señor, todo aquel que haya prestado a otro israelita, un hermano
suyo le perdonará la deuda y no se la exigirá más… Entre ustedes
no ha de haber pobres” (Dt 15,1-4)
Siguiendo la lógica del descanso semanal,
se establece un “año sabático” cada siete años10 y
otro “año jubilar” o “jubileo”11 cada siete
8“
Fíjate
en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y
haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al
Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el inmigrante que viva
en tus ciudades, porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y
el mar y lo que hay en ellos, y el séptimo descansó; por eso el Señor
bendijo el sábado y lo santificó.” (Ex 20,8-11).
9 ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido” B.A.C.
Madrid, 1999. Pág 23.
10 También llamado “año séptimo” o “año del perdón de la
deuda” o “año del descanso de la tierra”, promulgado de la
siguiente manera: “Cada siete años harás la remisión. Así dice la
ley sobre la remisión: -Todo acreedor condonará la deuda del
préstamo hecho a su prójimo; no apremiará a su prójimo, porque ha
sido proclamada la remisión del Señor. Podrás apremiar al
extranjero, pero lo que hayas prestado a tu hermano lo
condonarás. Es verdad que no habrá pobres entre los tuyos, porque
te bendecirá el Señor, tu Dios, en la tierra que el Señor, tu Dios, va
a darte para que la poseas en heredad, a condición de que obedezcas
al Señor, tu Dios, poniendo por obra este precepto íntegro que yo te
mando hoy”. (Dt 15,1.5)
11 Promulgado de la siguiente manera: “Haz el cómputo de siete
semanas de años, siete por siete, o sea, cuarenta y nueve años. A
4
un ideal hacia el que debía tender el antiguo Israel
y como una llamada válida a todos los tiempos17.
La prosperidad, la excesiva abundancia que
proporciona todo lo humanamente deseable es en
sí una tentación, y pone al hombre en el serio
peligro de olvidarse de Dios. El ciclo: producirelaborar-tener-consumir, encierra al hombre en sí
mismo, haciéndolo olvidarse de lo trascendente,
de Dios y de los demás, pues es fácil apropiarse
de los dones que Dios da y olvidarse luego del
dador de los dones. Pero ¿Quién le dio la vida y
todas las cosas? El hombre que se deja vencer por
este ciclo a la larga se cree autosuficiente y se hace
engreído. Se olvida de las carencias, de los malos
tiempos, de lo que es realmente valioso y del
mundo que le rodea y comienza a querer más y
más, siendo capaz de pisar a otros con tal de
conseguir cosas que verdaderamente no
necesita18.
queda claramente expresada en Lc 4,16-20: “Fue a
Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un
sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y dio con el texto
que dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado
a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para
poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de
gracia del Señor. Lo cerró, se lo entregó al empleado y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.” En este breve
texto queda expresado el auténtico sentido de lo que
la comunidad de seguidores de Jesús de Nazareth
ha entendido como jubileo a través de los tiempos.
Para el seguidor de Jesucristo el tiempo de gracia y
salvación ya no depende de los ritos y sacrificios de
la antigua alianza, sino que llegó para quedarse: Es
Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, que anunció el
reino de Dios, murió, resucitó y nos dejó su Espíritu
para continuar su obra salvadora. De modo que,
como dice San Juan Pablo II, “Todos los jubileos se
refieren a ese «tiempo» y aluden a la misión mesiánica de
Cristo” (TMA 11) “Las palabras y las obras de Jesús
constituyen el cumplimiento de toda tradición de los
pueblos del Antiguo Testamento” (TMA 12). En este
sentido, no hay ruptura entre el A.T. y Jesucristo: Él
es el puente entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento. Lo que antes era una institución y unas
leyes, ahora es su persona que nos tare el nuevo
tiempo de gracia y salvación de Dios.23 Los jubileos
del Antiguo Testamento son figura y anticipo del
Mesías como jubileo. Cristo es para siempre el
verdadero Jubileo de Dios Padre. Él es el perdón, la
misericordia, la alianza, la oportunidad y la gracia
de todo el género humano. Por eso, los jubileos
sucesivos refieren a Cristo, pues es propio de la
Iglesia “hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que
está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef, 1,10).
2.2. EN EL NUEVO TESTAMENTO:
Si bien el Antiguo Testamento nos presenta
un tiempo de gracia y restauración a imitación del
Creador, el cual descansó al séptimo día, el Nuevo
Testamento nos trae la Buena Noticia de la
Encarnación del Hijo de Dios, con lo cual, Dios
viene a la humanidad en la plenitud de los
tiempos19. Con Jesucristo, el “tiempo de Dios”
empieza a formar parte de nuestra historia y se
instaura su reinado20 haciendo nuevas todas las
cosas21. Con la Buena Noticia comienza un nuevo
tiempo de gracia marcado por el cumplimiento de
las antiguas profecías en la persona del Mesías como
el verdadero “Siervo de Yahvé”22 cuya misión
17
Cf. GALTÉS, Joan. “Vivir el jubileo”. Colección «Celebrar»,
volumen 57 (4ª edición). Barcelona: Centre de Pastoral
Litúrgica. 1999. Pág 8.
18
Cf. LOBATO Juan Bautista. “El Jubileo en la Sagrada
Escritura”. B.A.C. Madrid. 1997. Pág. 26.
19 “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios mandó a su hijo,
nacido de mujer..." (Ga 4,4)
20
“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a
proclamar la Buena Noticia de Dios. Decía: ---Se ha cumplido el
plazo y está cerca el reinado de Dios. Arrepentíos y creed en la
Buena Noticia. Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a
su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran
pescadores.” (Mc 1,14-16)
21
“Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo pasó, ha
llegado lo nuevo” (2 Cor 5,17) “El que estaba sentado en el trono
dijo: ---Mira, renuevo el universo”. (Ap 21,5)
22
“Mirad a mi siervo, a mi elegido, a quien prefiero. Sobre él pondré
mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones. No gritará,
no discutirá, no voceará por las calles. La caña cascada no la
PARA COMPARTIR:
1. ¿Qué diferencia fundamental encentras entre
el jubileo en el Antiguo Testamento y el jubileo
en el Nuevo Testamento? 2. Qué elemntos
positivos del jubileo en el Antiguo Testamento
crees que siguen teniendo vigencia hoy y por
qué? 3. Si según el Nuevo Testamento la
persona de Cristo el es Jubileo, ¿por qué la
Iglesia convoca a nuevos jubileos?
quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, hasta que haga triunfar
la justicia. Y en su nombre esperarán las naciones”. (Mt 12,18-21)
23
Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido”
B.A.C. Madrid, 1999. Págs.26-28
5
los tiempos y lugares propios y las
peregrinaciones fueron reconocidas por la Iglesia
como modos de ganar indulgencias. Por eso hay
que entender que los jubileos cristianos son fruto
de la consolidación de las peregrinaciones como
práctica religiosa y que nacen vinculadas a las
indulgencias.
3. MARCO HISTÓRICO-TEOLÓGICO DE
LOS JUBILEOS
3.1. LAS PEREGRINACIONES Y RITOS 24
No es posible tener una adecuada
comprensión del establecimiento de los jubileos
en la Iglesia sin considerar el fenómeno de las
peregrinaciones.
3.2. LAS INDULGENCIAS
Entre otras cosas, el
mundo de los cristianos en
la Edad Media, está
marcado por el deseo de
tener una aproximación
mayor a la persona de
Jesús
mediante
peregrinaciones a
los
“santos lugares” en los que
estuvo el Señor y por la
necesidad de defenderse ante la amenaza y el
avance del Islam. En ese contexto en comprensible
que la sociedad occidental se organizara con
cruzadas masivas y entusiastas, aunque con tristes
resultados. No obstante, fue un tiempo en el que
se consolidó una religiosidad popular en torno a
la veneración de reliquias y al deseo de recorrer la
tierra del Salvador.
Pecado, culpa y pena
En la Sagrada Escritura se nos explica que,
después del perdón de la culpa, se requiere aún
un largo proceso reconciliación, no porque Dios
perdone a medias el pecado, sino porque es
necesario un proceso de integración personal y
comunitario luego de la ruptura por el pecado.
Para ello es necesario aceptar con humildad que
nuestro pecado tiene consecuencias negativas a
nivel personal y comunitario y que seremos
juzgados ante Dios por nuestras faltas25. No
obstante, la oración puede borrar las penas
temporales del pecado tanto de vivos como de
difuntos26; penas cuyo perdón rogamos
humildemente a Dios27 tanto en la oración privada
como en las oraciones penitenciales de toda la
Iglesia.
Con el cierre no sólo de Jerusalén, sino del
acceso a todo el oriente cristiano, ante la
imposibilidad de venerar el sepulcro del Señor,
cobran fuerza y atractivo las tumbas de sus
apóstoles. Las rutas de peregrinación vuelven sus
pasos paulatinamente a Roma, la nueva Jerusalén,
sede del sucesor de Pedro. Tumbas como la de
Pedro y Pablo y reliquias como el “lienzo de la
Verónica” atraen a Roma una multitud de
peregrinos, lo cual influyó notablemente en la
proclamación del Primer Jubileo por parte de
Bonifacio VIII para el 1300.
Según la doctrina católica, en los
sacramentos del bautismo y la reconciliación se
nos perdona la culpa y también la pena eterna
relacionada con el pecado, pero no la pena
temporal, la cual debe ser “pagada” en esta vida o
en el Purgatorio28. Dicho de otro modo, las
heridas del pecado son sanadas con el perdón,
pero quedan en nosotros las cicatrices de tales
faltas.29.
25
Cf. 1 Cor 11,32; 5,5; 1 Tim 1,20; Ap 2,22 ss..
Cf. 2 Mac 12,43-46
27
Cf. Mt 6,12; 1 lo 3, 20-22; 5,16; 2 Tim 1,18
28
“El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con
Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan
aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza. En
virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún
en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por
ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la
Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de
penitencia”. (Compendio del Catecismo de la Iglesia católica,
210-21)
29
Paulo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, nn. 2a y 3.
Sin caer en la minuciosidad de los ritos
que prescribía Antiguo Testamento, la Iglesia
comenzó a establecer unos ritos o condiciones
para recibir las gracias o la indulgencia del
jubileo. Tales ritos o condiciones fueron respuesta
a una necesidad del pueblo de Dios, que buscaba
fortalecer su experiencia de fe en Jesucristo según
26
24
Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido”
B.A.C. Madrid, 1999. Págs. 31-33.
6
¿Qué son las indulgencias?
¿Por qué son importantes las indulgencias?
Según el Magisterio
Eclesial, las indulgencias son
«la remisión ante Dios de la pena
temporal por los pecados, ya
perdonados, en cuanto a la culpa,
que un fiel dispuesto y
cumpliendo
determinadas
condiciones
consigue
por
mediación de la Iglesia, la cual,
como administradora de la
redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de
las satisfacciones de Cristo y de los santos»30. Las
indulgencias pueden remover la pena pero no la
culpa, la cual sólo es removida con el
arrepentimiento sincero y la confesión. Se pueden
ganar para uno mismo o aplicarlas a los difuntos
quienes son miembros vivos en Cristo31, por eso,
tienen
una
dimensión
eminentemente
32
comunitaria . Pueden ser
de dos tipos: a)
Plenarias, que otorgan una completa remisión de la
pena temporal y b) Parciales, que otorgan una
remisión parcial de la pena temporal. Ambos tipos
de indulgencias pueden ser recibidos sin la
mediación de un Año Santo. La potestad de la
Iglesia para administrar indulgencias fue claramente
proclamada en el Concilio de Trento 33.
Conviene recordar que el objetivo de la penitencia
en los primeros siglos, no era la absolución de la falta ante
Dios -lo cual se daba por sentado con el arrepentimiento
del penitente-, sino la reinserción del penitente a la Iglesia,
para reparar la culpa y recobrar la confianza ante la
comunidad, pues la connotación del pecado era
claramente comunitaria34. Por eso, al considerar que las
penitencias actuales no son tan rigurosas y prolongadas
como lo eran en la antigüedad (cuando era casi imposible
en algunos casos pagarlas en vida), quizás sea fácil pensar
que las indulgencias han perdido vigencia. No obstante,
tienen plena validez y la Iglesia las recomienda como algo
útil y saludable para la vida de fe cuando se reciben con las
debidas disposiciones35. El ejercicio ascético es necesario
para el crecimiento espiritual y símbolos externos como las
indulgencias nos ayudan, cada cierto
tiempo, a
reconciliarnos de manera especial con los otros, con
nosotros mismos y con Dios. Hoy como ayer, son un
camino de integración personal y comunitario valioso. Son
gracia de Dios que se da plenamente por su infinita
misericordia y son motivo para celebrar, como
comunidad de fe, que Dios es plenamente indulgente y
que lo perdona todo.
¿Cómo recibir indulgencias durante un Año Santo?
Como
norma
general,
para
ganar
indulgencias plenarias (o
parciales), es necesario: a)
Acudir con la debida
disposición al sacramento
de la reconciliación36, esto es, arrepentimiento
sincero de los pecados, propósito de enmienda,
30
Según nos enseña la doctrina católica, “las penas son
consecuencia de los pecados, infligidas por la santidad y justicia
divinas, y han de ser purgadas bien en este mundo, con los dolores,
miserias y tristezas de esta vida y especialmente con la muerte, o bien
por medio del fuego, los tormentos y las penas purificadoras en la vida
futura.” Por tanto, “es necesario para la plena remisión y reparación
de los pecados no sólo restaurar la amistad con Dios por medio de una
sincera conversión de la mente, y expiar la ofensa inflingida a su
sabiduría y bondad, sino también restaurar plenamente todos los
bienes personales, sociales y los relativos al orlen universal,
destruidos o perturbados por el pecado, bien por medio de una
reparación voluntaria, que no será sin sacrificio, o bien por medio de
la aceptación de las penas establecidas por la justa y santa sabiduría
divina, para que así resplandezca en todo el mundo la santidad y el
esplendor de la gloria de Dios.”. (Paulo VI, Const. ap.
Indulgentiarum doctrina, nn. 1. 5.7; cfr. CIC c. 911).
31
A los vivos se les aplica en forma de absolución mediante el
arrepentimiento y la confesión pero no pueden aplicarse a
otras personas vivas; a los difuntos se les aplica en forma de
sufragio.
32
Así como el pecado tiene un efecto comunitario (afecta a
todo el Cuerpo de Cristo) las oraciones e indulgencias
también lo tienen. “La Comunión de los Santos, vínculo de caridad
entre los fieles que ya gozan de Dios, los que sufren en el Purgatorio y
los que todavía peregrinan en la tierra, hace posible esta ayuda mutua
que la Iglesia se encarga de distribuir” (Lumen Gentium, 49).
33
La Iglesia concede indulgencias como administradora, no
como dueña, de las gracias de Cristo determinando la cantidad
y las condiciones para la concesión de la indulgencia. (Cf.
Decreto Sobre las Indulgencias. Concilio de Trento).
34
Por eso, ya desde el s. II, comienza la Iglesia a regular esa
penitencia según la gravedad de la culpa, con la conciencia de
poder determinar en general o en cada caso particular las obras
penitenciales apropiadas.
35
“el uso de las indulgencias demuestra la íntima unión con que estamos
vinculados a Cristo, y la gran importancia que tiene para los demás la
vida sobrenatural de cada uno, para poder estar más estrecha y fácilmente
unidos al Padre. El uso de las indulgencias fomenta eficazmente la
caridad y la ejerce de forma excepcional, al prestar ayuda a los hermanos
que duermen en Cristo”. Además, “las indulgencias aumentan la
confianza y la esperanza de una plena reconciliación con Dios
Padre, no dando tregua al abandono ni permitiendo descuidar el
cultivo de las disposiciones requeridas para una plena comunión
con Dios”. (Paulo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, n. 9 y 10)
36
“Pues las indulgencias, a pesar de ser beneficios gratuitos, solamente se
conceden, tanto a los vivos como a los difuntos, una vez cumplidas ciertas
condiciones, requiriéndose para ganarlas, bien que se hayan llevado a cabo
las obras buenas prescritas, bien que el fiel esté dotado de disposiciones
debidas, es decir, que ame a Dios, deteste los pecados, tenga confianza en
los méritos de Cristo y crea firmemente que la comunión de los santos le
es de gran utilidad” . Ibid, n. 10.
7
3.4. CRONOLOGÍA DE LOS JUBILEOS
decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.
b) orar por las intenciones del Papa, c) realizar una
breve peregrinación hacia una de las Puertas Santas
(abiertas en cada catedral o en las iglesias
establecidas) como signo del deseo profundo de
auténtica conversión y d) cumplir las demás
indicaciones que estén dispuestas para el año jubilar
en particular.
Desde el comienzo del siglo XIV hasta nuestros
días la Iglesia ha celebrado jubileos en una tradición
cambiante pero ininterrumpida. Dado que todos se
han realizado teniendo por sede papal la ciudad de
Roma, a estos jubileos también cabría llamarlos
“jubileos romanos”. Que a lo largo de la historia han
tenido diferentes énfasis teológicos, motivaciones y
circunstancias, de modo que la experiencia jubilar no
ha sido en absoluto uniforme.
¿Méritos humanos o Gracia de Dios?
La acción de la Iglesia en el mundo a lo largo de
su historia, así como las acciones de Jesucristo, tal como
lo enseñan lo evangelios, son mediación simbólica37, en
la que Dios comunica su gracia y salvación. Por eso, las
indulgencias deben comprenderse en tal sentido como
un signo mediador de reconciliación, que responde a
una prolongada evolución en la comprensión del
perdón y la misericordia de Dios por parte de la Iglesia.
Los elementos esenciales de las indulgencias son la
remisión de la pena temporal de los pecados, no por
méritos propios, sino por la intercesión de la Iglesia y en
virtud de los méritos de Cristo y de los mártires. Las
indulgencias hay que entenderlas, por tanto, como
signo de aceptación del perdón de Dios y como
respuesta personal a ese don ante la comunidad de
creyentes que es la Iglesia, sacramento de Cristo,.
Creemos que “Dios, que te ha creado sin ti, no te salvará sin
ti” (San Agustín), pues, aunque Dios nos ama
infinitamente y nos ofrece su amistad, toda amistad es
cosa de dos. La experiencia salvadora de su amor y
gracia sólo se dan cuando nos abrimos a Él. Por eso,
aunque no es posible ganar su amistad con méritos,
sólo es posible tener experiencia de Él si nos
disponemos debidamente a responder a su amor.
Aunque haya experiencias importantes que marquen
un encuentro especial con Él, la vida del creyente es un
camino de continua conversión y discernimiento para
buscar y hallar la voluntad de Dios en la propia vida.
Así, los sacramentos, los ritos, la liturgia y la misma
Sagrada Escritura entre otros, son medios que
conducen al encuentro con el Señor y son fuente de
gracia cuando se acogen con la debida disposición. De
nada nos sirve ser perdonados y amados por Dios si no
experimentamos su amor y perdón. De eso se trata el
año Jubilar, de profundizar en la experiencia de la
reconciliación con Dios, con los demás y con nosotros
mismos.
A modo de síntesis, podemos decir que se
han realizado, hasta la fecha, veintiocho jubileos de
carácter ordinario y noventa y tres de carácter
extraordinario, siendo el Jubileo de la Misericordia el
noventa y cuatro. Como señalamos previamente al
hablar de los tipos de jubileos, el período de
repetición de los jubileos ordinarios ha variado con
los años hasta quedar en veinticinco años entre uno y
otro.38 A pesar de esto, desde comienzos del siglo XX
la cuestión se ha complicado y desde entonces se han
celebrado ya diez años jubilares o años santos sin una
clara distinción en su denominación, unas veces
llamado Año Santo, otras, Año Jubilar y otras de
ambos modos. Sólo Juan Pablo II promulgó tres
durante su pontificado (1983-1984 Año Santo de la
Redención, 1984 Jubileo de los Jóvenes y 1987-1988
Año Mariano) antes de promulgar el jubileo solemne
del 2000. Pero, a pesar estas variaciones cronológicas
y nominales, el contenido y sentido último de los
jubileos se ha mantenido fielmente como año de
llamamiento especial a la conversión, al perdón de
los pecados, a la reconciliación, la indulgencia y la
misericordia recibida y otorgada, al amor y
restitución del prójimo y al ordenamiento de los
bienes en favor del bien común.39
PARA COMPARTIR:
1. ¿Por qué las peregrinaciones infuyeron en la
instauración de los jubileos en la Iglesia? 2. En
breves palabras, explica qué son las indulgencias.
3. Por qué las indulgencias son tenidas como
buenas en la Iglesia? 4. Por qué decimos que las
indulgencias tienen una dimensión netamente
comunitaria?
37
El Concilio Vaticano II dijo, repetidas veces, que la Iglesia
es "sacramento universal de salvación" (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1;
GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1) y Cristo es verdadero sacramento del
Padre: "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9)
38
Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido”
B.A.C. Madrid, 1999. Págs. 29.
39
Iden. Pág. 30.
8
CUADRO REFERENCIAL DE LOS JUBILEOS DE LA IGLESIA
NÚM.
AÑO
PAPAS
ASPECTOS A DESTACAR
Bonifacio VIII
Primer Año Santo de la historia de la Iglesia en el que se precisan las condiciones para la obtención
de la indulgencia plenaria. Se establece que los jubileos se celebrarán cada cien años.
JUBILEOS DEL SIGLO XIV
1
1300
2
1350
3
1390
Fue un jubileo sin papa, pues no residía en Roma, sino en Avignon, una residencia que alcanzó a
siete papas consecutivos entre 1305 y 1378. Se anticipó el plazo establecido por Bonifacio VIII debido
a la Peste Negra y a un terremoto que devastó al pueblo romano. Se estableció un intervalo de
Clemente VI
cincuenta años entre jubileo para hacer posible que cada generación pudiera al menos celebrar un
Año Santo considerando la esperanza de vida de la época. En la lista de basílicas a visitar se agrega
la de San Juan de Letrán.
Se realiza en medio el Cisma de Occidente (1378-1417). Se establece que el intervalo entre años
Preparado: Urbano VI y
jubilares debía reducirse a treintaitrés años en homenaje a la edad bíblica de Jesucristo al morir en la
Grgorio XI Celebrado:
cruz. Se añadió la cuarta y última basílica a la relación a visitar incluyendo a la de Santa María la
Bonifacio IX
Mayor.
JUBILEOS DEL SIGLO XV
Fue un jubileo sin bula. El cambio continúo de los plazos entre Años Santos provocó que en el
año 1400 confluyera en Roma un gran número de peregrinos creyendo que se había convocado el
correspondiente año jubilar tras el de 1350. Ello obligó al papa Bonifacio IX a conceder una
indulgencia plenaria de modo extraordinario.
Se realiza al final del Cisma de Occidente y con motivo del cumplimiento del nuevo plazo de 33
años establecido en 1390.
---
1400
Bonifacio IX
4
1423
Martin V
5
1450
Nicolás V
Papa pacificador y reformador que vuelve a cambiar la periodicidad entre Años Santos retornando
al intervalo de cincuenta años. Convoca el nuevo año jubilar para 1450.
6
1475
Pablo II / Sixto IV
Cumplimiento del nuevo plazo de 50 años pero es nuevamente cambiado por el papa Pablo II quien
fijó la cadencia, hasta ahora definitiva, de 25 años, convocando el nuevo Año Santo para 1475, pero
debido a inundaciones el papa decidió extenderlo hasta 1476.
JUBILEOS DEL SIGLO XVI
7
1500
Alejandro VI
8
1525
Clemente VII
9
1550
Pablo III / Julio III
10
1575
Gregorio XIII
JUBILEOS DEL SIGLO XVII
11
1600
Clemente VIII
12
1625
Urbano VIII
13
1650
Inocencio X
14
1675
Clemente X
JUBILEOS DEL SIGLO XVIII
Inocencio XII /
15
1700
Clemente XI
16
1725
Benedicto XIII
17
1750
Benedicto XIV
Clemente XIV /
18
1775
Pio VI
JUBILEOS DEL SIGLO XIX
19
1825
León XII
20
1875
Pio IX
JUBILEOS DEL SIGLO XX
21
1900
León XIII
22
1925
Pio XI
23
1933
Pio XI
24
1950
Pio XII
25
1975
Pablo VI
26
1983
Juan Pablo II
JUBILEOS DEL SIGLO XXI
27
2000
Juan Pablo II
28
2015
Fancisco
29
2025
Juan Pablo II
Se cumple y establece la cadencia de los 25 años y se fija el nombre de “Año Santo”
Se vio afectado por una epidemia de peste.
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años .Se desarrolló en un clima de fuerte agitación religiosa
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Al no celebrarse el Año Santo de 1800 por los efectos de la Revolución francesa y por la agitación
política en Europa, el papa León XII decretó y celebró el correspondiente a 1825.
Debido a la inestabilidad política en Europa derivada de las revoluciones sufridas en el año 1848 el
jubileo de 1850 no se celebró, siendo por tanto el siguiente el de 1875. No tuvo gran solemnidad
debido a que el papa se encontraba retenido en el Vaticano por los revolucionarios italianos.
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Fue convocado extraordinariamente por el papa Pío XI por el XIX Centenario de la Redención.
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Decretado y celebrado extraordinariamente bajo el papado de Juan Pablo II, al cumplirse el MCML
aniversario de la Redención.
Con motivo del cumplimiento de los 25 años
Decretado extraordinariamente por Francisco.
Anunciado por Juan Pablo II al finalizar el jubileo del año 2000.8
9
¿Qué hacer? Reforzar en nosotros “la certeza de que
la misericordia puede contribuir realmente a la
edificación de un mundo más humano, especialmente en
nuestro tiempo en el que el perdón es un invitado raro
en los ambientes de la vida humana”. Renunciar al
amor propio que es “la raíz del olvido de la
misericordia” y a “los propios intereses, de placeres y
de honores unidos a querer acumular riquezas, mientras
en la vida de los cristianos se viste a menudo de
hipocresía y de mundanidad”. “Los movimientos del
amor proprio, que hacen extranjera la misericordia en el
mundo, son tan numerosas que a menudo no podemos
ni siquiera reconocerlos como límites y como pecado”.
4. EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
El Jubileo de la Misericordia es un jubileo que
se realiza durante el Año Santo Extraordinario entre el
8 de diciembre de 2015 y el 20 de noviembre de 2016,
para celebrar el quincuagésimo aniversario de la
clausura del Concilio Vaticano II, profundizar en su
implantación y situar en un lugar central la Divina
Misericordia, con el fortalecimiento de la confesión.
En la Audiencia General del miércoles 9 de
diciembre, el Papa Francisco comenzó a explicar las
razones que le han llevado a convocar el Jubileo de la
Misericordia que inauguró con la apertura de la
Puerta Santa y que concluirá el 20 de noviembre de
2016, fiesta de Cristo Rey.
¿A que podemos aspirar? “¿Es ingenuo creer que
esto puede cambiar el mundo?”, se preguntó el Papa.
“Sí, humanamente hablando es de locos, pero la locura
de Dios es más sabia que los hombres, o lo que es igual,
la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”,
dijo para terminar.
¿Por qué? Porque “la Iglesia tiene necesidad de este
momento extraordinario. ¡No digo que es bueno, no!, digo:
la Iglesia tiene necesidad”. “En nuestra época de profundos
cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su particular
contribución, haciendo visibles los signos de la presencia y
de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable
para todos nosotros, porque contemplando la Divina
Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece
sobre la oscuridad del pecado, podemos ser testimonios más
convincentes y eficaces”. Porque “a Dios le gusta sobre
todo “perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, para
que también puedan, al mismo tiempo, perdonar a los
hermanos, resplandeciendo como antorchas de la
misericordia de Dios en el mundo”.
EL
LOGO Y EL LEMA. Con el lema
Misericordiosos como el Padre
(tomado del Evangelio de Lucas,
6,36) se propone vivir la
misericordia
siguiendo
el
ejemplo del Padre, que pide no
juzgar y no condenar, sino
perdonar y amar sin medida
(cfr. Lc 6,37-38). El logo
presenta
un pequeño
compendio teológico de la
misericordia. Muestra, al
Hijo que carga sobre sus
hombros
al
hombre
extraviado, recuperando así
una imagen muy apreciada en
la Iglesia antigua, porque
indicaba el amor de Cristo que
lleva a término el misterio de su
encarnación con la redención. En el
dibujo destaca el Buen Pastor que toca en profundidad la
carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de
cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle
particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga
sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los
del hombre. Cristo ve con el ojo de Adán y este lo hace con
el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo
Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera,
contemplando en su mirada el amor del Padre. La escena se
coloca dentro la mandorla que es también una figura
importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto
evoca la co-presencia de las dos naturaleza, divina y
humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color
progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el
movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche
del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del
color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable
del amor del Padre que todo lo perdona
¿Para qué? Para “experimentar en nuestra vida el toque
dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a
nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor
necesidad”. Para “poner de nuevo en el centro de nuestra
vida personal y de nuestras comunidades lo específico de la
esperanza cristiana”. Para “dirigir la mirada a Dios, Padre
misericordioso, y a los hermanos necesitados de
misericordia”. Para “poner la atención sobre el contenido
esencial del Evangelio: Jesucristo, la Misericordia hecha
carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del
Amor trinitario de Dios”. Para renovar las instituciones
y las estructuras de la Iglesia, que “son un medio que
debe conducirnos a tener la experiencia viva y vivificante de
la misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la
Iglesia ser esa ciudad puesta sobre un monte que no puede
permanecer escondida”. Para que la Iglesia se encuentre
con Jesús, “como Buen Pastor que ha venido a buscarnos
porque estábamos perdidos”.
10
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON LA QUE SE CONCEDE LA INDULGENCIA
CON OCASIÓN DEL JUBILEO EXTRA
ORDINARIO DE LA MISERICORDIA
AL VENERADO HERMANO MONSEÑOR RINO FISICHELLA
PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la
atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que
la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia
de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia
viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que
se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o
como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar
llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al
encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente
el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar
una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias
establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como
signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda
ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las
iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este
momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la
santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas
celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo
en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.
Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar
a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a
menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la
enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de
su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la
soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión
o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los
diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia
jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de
su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer
partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado
conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la
sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la
misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las
capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta
de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para
ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los
corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.
11
He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en
las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en
efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó.
Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente
la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la
gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie.
Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se
celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos
estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los
recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la
comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los
libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.
Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de
la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una
pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida.
Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta
del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso
viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir.
Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien
los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y
moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa
elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el
hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El p erdón
de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con
corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con
el Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdote s para el Año
jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del
aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los
sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de
genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar
un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón
del Padre que todo lo renueva con su presencia.
Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan
las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año
jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos
obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la
dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se
puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los
superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al
bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo
de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar
el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus
pecados.
Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia,
encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.
Vaticano, 1 de septiembre de 2015.
12