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“IN MEMORIAM” Prof Edward G Jones Estrella Rausell Departamento de Anatomía, Histología y Neurociencia. Facultad de Medicina, Universidad Autónoma de Madrid Hemos recibido con profunda tristeza la noticia de que el Profesor Edward (“Ted”) G Jones, falleció ayer de forma súbita e inesperada, a los 73 años, mientras participaba en una reunión científica en Los Angeles, CA. Ha dejado así de estar entre nosotros una figura líder en Neuroanatomía, de sobresaliente carisma y estatura internacional, autor de numerosos libros y cientos de artículos que han guiado y proporcionado valiosos andamios para el aprendizaje y conocimiento del tálamo y la corteza cerebral durante más de cuatro décadas. Una vida de alta ubicuidad geográfica dedicada intensa y apasionadamente a aprender, a estudiar a trabajar y a construir las bases sobre las que entender el desarrollo, la anatomía, la actividad, la función y la adaptación del cerebro. Conocido por todos es su legado científico, indispensable para recién llegados al área y soporte y apoyo para grandes expertos. También es conocido su prolijo curriculum vitae, que manifiesta su altura científica y su altísimo nivel investigador. Mi mensaje no puede ensalzar más esos dos aspectos. Pero si puede ensalzar, reconocer y agradecer su labor como gran maestro de una escuela de la que han surgido muchas figuras científicas que se cuentan en decenas de estados y países. Tuve el privilegio de conocerle y trabajar con él cuando era distinguido Director del Departamento de Anatomía y Neurobiología de la Universidad de California, Irvine (1984-­‐
1994). Los que hemos estado cerca de él sabemos que tenía su peculiar estilo, también intenso, de enseñar a sus estudiantes y colaboradores, que, como era de esperar, procedían de múltiples latitudes. No lo hacía desde su despacho, sino codo con codo, desde el primer día, sin perder un minuto, porque quería conocer a su gente, ofreciendo su casa, su familia, su coche… Su biografía internacional le hacía inmensamente hábil para sobrepasar barreras de lenguaje, y la comunicación era fresca e inmediata, en el microscopio, en el quirófano y en el laboratorio. Predisponía al intercambio espontáneo de ideas y exhortaba a ponerlas en práctica, proporcionando con celeridad la infraestructura necesaria. Extraía lo mejor de cada uno y lo ponía a trabajar. “Don´t think about it, just do it” era una máxima en el equipo. A última hora del día, y con la frase “ What did you discover today?”, supervisaba los datos. Y este era el momento en que de forma admirable, e interactivamente, se producían la integración de su conocimiento con los nuevos datos y la creatividad, y emanaban ideas y nuevos experimentos. La interacción era única y divertida. A su lado, investigar era divertido. A la par, la perfección era otra máxima inviolable, y el rigor para fundamentar ideas, experimentos y producción eran una constante en el aire. Especialmente en la documentación gráfica, que él elaboraba personalmente, dejándose cientos de horas en la cámara oscura y con el tiempo, en el ordenador. Todos sabemos que Ted Jones era un gran conocedor de Santiago Ramón y Cajal, a quien estudiaba con profundidad y presunción. La admiración y reconocimiento por Cajal estuvo siempre patente en sus publicaciones, y se hizo mucho más visible al madurar la conjunción con su gran amigo y colega Javier de Felipe, con quien publicó las traducciones comentadas que han hecho posible que la herencia de nuestro premio Nobel sea accesible internacionalmente a los investigadores de este siglo. Como Cajal, el Prof Jones ha tenido siempre, desde muy joven, una gran mujer a su lado. Sue Jones, su constante compañera, que le apoyó y compartió todas sus dimensiones, entre las que se cuentan todos sus estudiantes y colegas, a los que adoptó generosamente con hospitalidad y cariño. Ted Jones enriqueció y fundó muchos y productivos laboratorios, desde San Luis, Irvine, Davis, a Oxford y Japón. En todos creó escuela y transmitió a docenas de colaboradores un estilo genuino de pensar y actuar, de investigar con pasión y rectitud, que siempre estará presente en los que le acompañamos en alguno de sus proyectos. Ese mismo estilo que, orgullosos de haberlo aprendido con él, intentaremos también transmitir a nuestros estudiantes, en su memoria. Descanse en paz. Dr Jones, en su casa, con Elizabetta DellÁnna, Sue Jones, el Prof Reinoso y la Sra Reinoso, y Sharam Abkarian, noviembre de 1991. Ted Jones, a la puerta del Laboratorio de Sistema Neurales, Wako, Japon, con Yoshi Kubota, George Huntley, Elizabeta DellÁnna, Estrella Rausell y Tatsuo Hirai. Marzo 1989. Ted Jones, en Kioto (IBRO 1990) con Ellizabetta DellAnna, Marco Molinari y Estrella Rausell. Hasta siempre, Ted Constantino Sotelo y Javier DeFelipe Uno de los inconvenientes del pasar del tiempo es ver morir a quienes fueron nuestros mentores y consejeros, y también colegas. Esta triste situación la estamos viviendo ahora a causa de la inesperada muerte de Edward G. Jones, a quien sus amigos llamaban Ted. Su desaparición supone un tremendo dolor para nosotros y para todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo personalmente. Ted merece un reconocimiento público por la importancia de sus numerosas contribuciones científicas durante su dilatada carrera científica. Hemos perdido a un gran hombre, y también a un magnífico neurocientífico. Edward G. Jones nació en Nueva Zelanda. Obtuvo su doctorado en medicina en 1962 en la Universidad de Otago (Dunedin, Nueva Zelanda) y el título de PhD en la Universidad de Oxford (RU), en 1968, colaborando con Tom Powell, uno de los neuroanatómicos británicos más influyentes de la época. Con Powell comenzaron sus estudios sobre el tálamo y la corteza cerebral (con más de 20 artículos publicados conjuntamente sobre estos temas). Al final de la década de 1960, Ted volvió a su país, y tras una breve estancia en la Universidad de Otago, marchó a EEUU en 1972 para incorporarse a la Facultad de Medicina de la Universidad Washington de San Luis (Misuri). Doce años más tarde, en 1984, dejó San Luis y se afincó en California, primero en el sur, en UC Irvine, donde fue director del departamento de Anatomía y Neurobiología, y luego en el norte, en UC Davis, donde asumió su posición actual como profesor de psiquiatría y director del Centro de Neurociencias en julio de 1998. Su muerte en Los Ángeles vino a interrumpir un brillante recorrido que es reflejo fiel de la evolución de las ciencias morfológicas durante los últimos 45 años, que comienza con su época heroica de la neuroanatomía funcional y el empleo de la impregnación argéntica (métodos de Nauta, Fink-­‐
Heimer y otros), continúa con la época de esplendor de la disciplina, caracterizada por el empleo de trazadores del transporte axoplásmico, y concluye siendo un gran maestro de la microscopía electrónica y también de las técnicas inmunocitoquímicas para la visualización de neurotransmisores y de sus receptores, así como de la expresión génica y factores de transcripción. Ted siempre tuvo la habilidad de utilizar las herramientas vanguardistas del momento para abordar el estudio de las dos regiones del cerebro preferidas por él; el tálamo y la corteza cerebral. También tuvo un interés especial en el estudio de la participación del tálamo en la coordinación y regulación de la función cortical asociada con la consciencia y la percepción, que se materializó en numerosos estudios sobre la anatomía, la fisiología y, recientemente, la patología del circuito córtico-­‐tálamo-­‐cortical. Su demostración de que el sistema córtico-­‐talámico está organizado como un sistema de sincronización de las actividades de las neuronas talámicas y corticales ha sido primordial para entender la función del tálamo: ahora sabemos que los axones córtico-­‐talámicos focalizados que provienen de la capa VI, junto a axones con proyecciones difusas que provienen de las neuronas corticales de la capa V, conjuntamente con las células del núcleo (core) y de la matriz (matrix) del tálamo dorsal, forman un sustrato para la sincronización de las poblaciones de neuronas corticales y talámicas dispersas durante oscilaciones de alta frecuencia que subyacen a eventos conscientes discretos. No queremos terminar esta breve semblanza de la obra mayor de Ted sin mencionar su extraordinario trabajo sobre la tipología de las neuronas corticales y su clasificación conforme a la morfología, características químicas y conexiones, en el cual tuvimos la fortuna de participar extensamente. Ted ha sido uno de los científicos más citados en todos los campos de la ciencia, y sus méritos le hicieron acreedor de un gran número de premios y distinciones. Fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, ocupó la presidencia de la Sociedad de Neurociencias Americana y fue miembro de la Academia de Ciencias Americana. Además de sus investigaciones anatómicas punteras que le convirtieron en uno de neuroanatómicos más sobresalientes de la segunda mitad del siglo XX, Ted realizó otras actividades científicas que nosotros consideramos también principales. Sus últimos estudios estuvieron enfocados a descubrir –mediante el análisis genético y molecular del cerebro– las diferencias entre los cerebros de pacientes con problemas psiquiátricos graves, tales como la esquizofrenia y la enfermedad bipolar, y los de personas sanas. También formó parte del grupo de científicos que trabajó en el proyecto Human Brain. El propósito del proyecto era poner a disposición de los neurocientíficos interesados en el estudio de la función del cerebro bases de datos accesibles en Internet y herramientas para su análisis, como ya se hizo con el proyecto Human Genome, que permitió un notable desarrollo de la biología molecular. Sin embargo, debido a la enorme complejidad del proyecto Human Brain, el mapeo completo de las moléculas, células y circuitos del cerebro humano resulta una tarea mucho más complicada. Por esta razón, anatómicos de excelencia –como lo fue Ted Jones– han sido fundamentales en el desarrollo de este proyecto. Por último, queremos recordar, dentro de la inmensa tarea realizada por Ted durante casi medio siglo de trabajo, sus estudios sobre la historia de la Neurociencia y la traducción al inglés de parte de la obra de Santiago Ramón y Cajal, que realizamos conjuntamente. Así, sus trabajos sobre la corteza cerebral, que aún no estaban traducidos, y la nueva traducción de la obra de Cajal sobre la degeneración y regeneración del sistema nervioso central y periférico, con anotaciones y explicaciones extremadamente útiles, han sido de gran valor para la difusión de la obra de Cajal para la comunidad científica no hispanohablante. La Neurociencia ha perdido a uno de sus líderes más carismáticos, y los neurocientíficos nunca olvidarán al hombre que con el valor de su trabajo y esfuerzo ha encumbrado a la Neuroanatomía al nivel actual. Quienes tuvimos la fortuna de tratarlo personalmente echaremos además en falta su gran sentido del humor (“Me llamo Ted, no Paco Jones”, nos dijo cuando visitó España), su simpatía, su calma, sus conocimientos enciclopédicos del sistema nervioso y de la historia de las Neurociencias, hacían de él un compañero ideal y un gran maestro. Nada mejor para despedirle que hacerlo con unas palabras de Antonio Machado: Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido. ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! Junio, 2011